Caín ya entró, ya durmió en la cama de lilith, y, por más increíble que nos parezca, fue su propia falta de experiencia en el sexo lo que le impidió ahogarse en el vórtice de lujuria que en un solo instante arrebató a la mujer y la hizo gritar como posesa. Le rechinaban los dientes, mordía la almohada, luego el hombro del hombre, cuya sangre sorbió. Aplicado, caín se esforzaba sobre el cuerpo de ella, perplejo ante aquellos movimientos y voces desgarradoras, pero, al mismo tiempo, otro caín que no era él observaba el cuadro con curiosidad, casi con frialdad, la agitación irreprimible de los miembros, las contorsiones del cuerpo de ella o de su propio cuerpo, las posturas que la cópula, por sí misma, solicitaba o imponía, hasta el apogeo de los orgasmos. No durmieron mucho en esa primera noche los dos amantes. Ni en la segunda, ni en la tercera, ni en todas las que siguieron, lilith era insaciable, las fuerzas de caín parecían inagotables, insignificante, casi nulo, el intervalo entre dos erecciones y respectivas eyaculaciones, bien podía decirse que estaban, uno y otro, en el paraíso del ala que está porvenir. Una noche de ésas, noah, el señor de la ciudad y marido de lilith, a quien un esclavo de confianza llevó la noticia de que algo extraordinario estaba pasando allí, entró en la antecámara. No era la primera vez que lo hacía. Marido consentidor como los que más lo han sido, noah, en todo el tiempo de vida en común, como suele decirse, fue incapaz de hacerle un hijo a la mujer, y era justamente la conciencia de ese continuo desaire, y tal vez también la esperanza de que lilith acabase quedándose embarazada de un amante ocasional y le diese finalmente un hijo al que poder llamar heredero, lo que le hizo adoptar, casi sin darse cuenta, esa actitud de condescendencia conyugal que, con el tiempo, acabaría convirtiéndose en una cómoda manera de vivir, sólo perturbada las rarísimas veces en que lilith, movida por lo que imaginamos es la tan mentada compasión femenina, decidía ir a la habitación del marido para un fugaz e insatisfactorio contacto que a ninguno de los dos comprometía, ni a él para exigir más de lo que le había sido dado, ni a ella para reconocerle ese derecho. Nunca, sin embargo, lilith le permitió a noah que entrara en su habitación. En ese momento, a pesar de que la puerta estaba cerrada, la vehemencia de las pasiones eróticas de los dos compañeros alcanzaba al pobre hombre como sucesivas bofetadas, dando lugar en él al nacimiento súbito de un sentimiento que no había experimentado antes, un odio desmedido hacia el caballero que montaba a la yegua lilith y la hacía relinchar como nunca. Lo mato, se dijo a sí mismo noah, sin pensar en las consecuencias del acto, por ejemplo, cómo iba a reaccionar lilith si le mataba al amante preferido. Los mato, insistió noah, ampliando ahora su propósito, lo mato a él y la mato a ella. Sueños, fantasías, delirios, noah no matará a nadie y tendrá él mismo la suerte de escapar a la muerte sin hacer nada por evitarla. Del cuarto ahora ya no llega ningún sonido, pero eso no quiere decir que la fiesta de los cuerpos haya terminado, los músicos sólo están descansando un poco, la orquesta no tardará en atacar el baile siguiente, ese en que la extenuación dará paso, hasta la noche siguiente, al violento paroxismo final. Noah ya se ha retirado, lleva con él sus proyectos de venganza, que acaricia como si arrullara el cuerpo inaccesible de lilith. Veremos cómo acaba todo esto. Después de lo que ha quedado escrito, es natural que a más de uno se le ocurra preguntar si caín no está cansado, exprimido hasta los tuétanos por la insaciable amante. Cansado está, exprimido también, y pálido como si estuviera al borde de que se le extinguiera la vida. Es cierto que la palidez no es nada más que la consecuencia de la falta de sol, de la privación del beneficioso aire libre que hace crecer las plantas y dora la piel de las personas. De todos modos, quien hubiera visto a este hombre antes de entrar en el cueto de lilith, todo su tiempo dividido entre la antecámara y la cópula, sin duda diría, repitiendo, sin saberlo, las palabras del vigilante de los albañiles, Se ha convertido en una sombra, una verdadera sombra. De esto mismo acabó dándose cuenta la principal responsable de la situación. Tienes mala cara, dijo ella, Estoy bien, respondió caín, Lo estarás, pero tu cara dice lo contrario, No tiene importancia, La tiene, a partir de ahora darás un paseo todos los días, te llevas un esclavo para que nadie te moleste, quiero verte con la cara que tenías cuando te vi en la pisa del barro, No tengo más voluntad que la tuya, señora. El esclavo acompañante fue elegido por la propia lilith, pero lo que ella no sabía es que se trataba de un agente doble que, aunque a su servicio desde el punto de vista administrativo, recibía órdenes de noah. Temámonos por tanto lo peor. En las primeras salidas, el paseo no fue perturbado por ningún incidente, el esclavo siempre un paso por detrás de caín, siempre atento a lo que él decía, sugiriendo el recorrido que consideraba que era el mejor fuera de los muros de la ciudad. No existían, pues, motivos para preocuparse. Hasta que un día se presentaron todos juntos en la figura de tres hombres que les asaltaron en el camino y con los que, como caín enseguida entendió, el esclavo traidor formaba cuadrilla. Qué queréis, preguntó caín. Los hombres no respondieron. Todos venían armados, con espada el que parecía ser el jefe, con puñales los otros. Qué queréis, volvió a preguntar caín. La respuesta vino dada por el acero de repente desenvainado y apuntándole al pecho, Matarte, dijo el hombre y avanzó, Por qué, preguntó caín, Porque tus días han sido contados, No podrás matarme, dijo caín, la marca que llevo en la frente no te lo permitirá, Qué marca, preguntó el hombre, que, por lo visto, era miope, Ésta, aquí, señaló caín, Ah, sí, ya la veo, lo que no veo es cómo puede esa señal evitar que te mate, No es señal, sino marca, Y quién te la hizo, tú mismo, preguntó el otro, No, el señor, Qué señor, El señor dios. El hombre soltó una carcajada a la que los restantes, incluyendo el esclavo infiel, respondieron en animado coro. Los que ríen, llorarán, dijo caín, y, al jefe del grupo, Tienes familia, le preguntó, Para qué quieres saberlo, Tienes hijos, mujer, padre y madre vivos, otros parientes, Sí, pero, No necesitarás matarme para que ellos sufran castigo, lo interrumpió caín, la espada que llevas en la mano ya los ha condenado, palabra del señor, No creas que con esas mentiras te vas a salvar, gritó el hombre y avanzó espada en ristre. En el mismo instante el arma se transformó en una cobra que el hombre se sacudió de la mano horrorizado, Ahí tienes, dijo caín, sentiste una cobra y es una espada. Se agachó y agarró el arma por la empuñadura, Podría matarte ahora mismo, que nadie vendría en tu auxilio, tus compañeros han huido, el traidor que venía conmigo también, Perdóname, imploró el hombre poniéndose de rodillas, Sólo el señor podría perdonarte si quisiera, yo no, vete, tendrás en casa el pago por tu vileza. El hombre se alejó con la cabeza baja, llorando, estremeciéndose, mil veces arrepentido por haber elegido la profesión de salteador de caminos en la especialidad de asesino. Repitiendo los pasos que había dado la primera vez, caín regresó a la ciudad. Igual que entonces, al doblar la esquina, se encontró de frente con el viejo y las dos ovejas atadas con una cuerda. Has cambiado mucho, no te pareces en nada al vagabundo que venía de poniente ni al pisador de barro, dijo él, Soy portero, respondió caín, y siguió su camino, Portero de qué puerta, preguntó el viejo, en un tono que quería ser de escarnio pero que sonaba a despecho, Si lo sabes, no te canses preguntando, Me faltan los pormenores, en los pormenores es donde está la sal, Ahórcate con ellos, cuerda ya tienes, remató caín, es la mejor manera de que no vuelva a verte. El viejo todavía gritó, Vas a verme hasta el fin de tus días, Mis días no tendrán fin, mientras tanto cuida de que las ovejas no se coman la cuerda, Para eso estoy, aunque ellas no piensan en otra cosa.
Lilith no se encontraba en su habitación, estaría en la azotea, desnuda, como era su costumbre, tomando el sol. Sentado en su único banco, caín hizo un balance, una revisión de lo que le había sucedido. Era evidente que el esclavo lo condujo a propósito por aquel camino para encontrarse con los bandidos que los estaban esperando, alguien, por tanto, habría elaborado el plan de acabar con su vida. Adivinar quién sería el que hoy podríamos considerar autor intelectual del frustrado atentado no era nada difícil. Noah, dijo caín, ha sido él, nadie más en el palacio y en la ciudad entera estaría interesado en mi desaparición. En ese momento lilith entraba en la antecámara, Poco ha durado tu paseo, dijo. Una fina capa de sudor le hacía brillar la piel de los hombros, estaba apetitosa como una granada madura, como un higo en sazón que ya dejaba salir la primera gota de miel. A caín incluso se le pasó por la cabeza arrastrarla hasta la cama, pero desistió de la idea, tenía en esos momentos asuntos serios que tratar, tal vez más tarde. Intentaron matarme, dijo, Matarte, quién, preguntó lilith sobresaltada, El esclavo que mandaste conmigo y unos bandidos contratados, Qué ha pasado, cuéntame, El esclavo me llevó por un camino fuera de la ciudad, el asalto se produjo allí, Te han hecho daño, te han herido, No, Cómo conseguiste librarte de ellos, A mí no se me puede matar, dijo caín serenamente, Serás tú la única persona que crea eso en este mundo, Así es. Hubo un silencio que caín interrumpió, No me llamo abel, dijo, mi nombre es caín, Me gusta más éste que el otro, dijo lilith haciendo un esfuerzo para mantener la conversación en un tono ligero, propósito que caín deshizo en el instante siguiente, Abel era el nombre de mi hermano, al que maté porque el señor me había preterido en su favor, tomé su nombre para ocultar mi identidad, Aquí no nos importa nada que seas caín o abel, la noticia de tu crimen nunca nos llegó, Sí, hoy comprendo eso, Cuéntame entonces lo que pasó, No tienes miedo de mí, no te repugno, preguntó caín, Eres el hombre que he elegido para mi cama y con quien estaré acostada dentro de poco. Entonces caín abrió el arca de los secretos y relató el suceso con todos los pormenores, sin olvidar las moscas en los ojos y en la boca de abel, también las palabras dichas por el señor, el enigmático compromiso por él asumido de protegerlo de una muerte violenta, No me preguntes cómo, dijo caín, ni por qué lo hizo, no me lo dijo y no creo que sea cosa que se pueda explicar, A mí me basta con que estés vivo y en mis brazos, dijo lilith, Ves en mí a un criminal al que nunca se podrá perdonar, preguntó caín, No, respondió ella, veo en ti a un hombre al que el señor ofendió, y, ahora que ya sé cómo te llamas realmente, vamonos a la cama, arderé aquí mismo de deseo si no me acudes, fuiste el abel que conocí entre mis sábanas, ahora eres el caín que me falta conocer. Cuando el desvarío de las repetidas y variadas penetraciones dio lugar a la laxitud, al abandono total de los cuerpos, lilith dijo, Fue noah, Creo que sí, creo que ha sido noah, concordó caín, no encuentro otra persona ni en el palacio ni en la ciudad que pudiera desear verme muerto tanto como él, Cuando nos levantemos lo llamaré, oirás lo que tengo que decirle. Durmieron un poco para darles satisfacción a los miembros cansados, despertaron casi al mismo tiempo y lilith, ya en pie, dijo, Quédate acostado, él no entrará. Llamó a una esclava para que la ayudara a vestirse y después, con la misma esclava, envió recado a noah para que viniera a hablar con ella. Se sentó en la antecámara, a la espera, y cuando el marido entró, dijo sin preámbulos, Mandarás matar al esclavo que me diste para acompañar a caín en su paseo, Quién es caín, preguntó noah sorprendido por la novedad, Caín fue abel, ahora es caín, a los hombres que tendieron la emboscada los matarás también, Dónde está caín, ya que ha pasado a ser ése su nombre, A salvo, en mi cuarto. El silencio se hizo palpable, por fin noah dijo, No he tenido nada que ver con lo que dices que ha pasado, Cuidado, noah, mentir es la peor de las cobardías, No estoy mintiendo, Eres cobarde y estás mintiendo, fuiste tú quien le indicó al esclavo lo que tenía que hacer, y dónde y cómo, ese mismo esclavo que, estoy segura, te ha servido de espía de mis actos, ocupación verdaderamente inútil porque lo que hago, lo hago a las claras, Soy tu marido, deberías respetarme, Es posible que tengas razón, en realidad debería respetarte, Entonces a qué esperas, preguntó noah, fingiendo una irritación que, amedrentado por la acusación, estaba lejos de sentir, No estoy a la espera de nada, no te respeto, simplemente, Soy mal amante, no te hice el hijo que querías, es eso, preguntó él, Podrías ser un amante de primera clase, podrías haberme hecho no un hijo, sino diez, y aun así no te respetaría, Por qué, Voy a pensar en el asunto, cuando haya descubierto las razones por las que no siento el menor respeto hacia ti te mandaré llamar, te prometo que serás el primero en conocerlas, y ahora te pido que te retires, estoy fatigada, necesito descansar. Noah ya se apartaba, pero ella aún insistió, Una cosa más, cuando hayas cazado a ese maldito traidor, y espero que no tardes demasiado, esto es un consejo que te doy, avísame para que asista a su muerte, la de los otros no me interesa, Así lo haré, y puso el pie en el umbral de la puerta, todavía a tiempo de oír las últimas palabras de la mujer, Y en caso de que haya tortura, quiero estar presente. Regresando al cuarto, lilith le preguntó a caín, Has oído, Sí, Qué te ha parecido, No hay duda, fue él quien ordenó que me mataran, ni siquiera ha sido capaz de reaccionar como lo haría un inocente. Lilith se metió en la cama, pero no se acercó a caín. Estaba tumbada sobre la espalda, con los ojos muy abiertos mirando al techo, y de repente dijo, Tengo una idea, Cuál, Matar a noah, Eso es una locura, un disparate sin pies ni cabeza, expulsa esa idea absurda de tu ánimo, por favor, Absurda, por qué, quedaríamos libres de él, nos casaríamos, tú serías el nuevo señor de la ciudad y yo tu reina y tu esclava preferida, aquella que besaría el suelo por donde tú pasases, aquella que, si fuera necesario, recibiría en sus manos tus heces, Y quién lo mataría, Tú, No, lilith, no me lo pidas, no me lo ordenes, ya tengo mi parte de asesinatos, No lo harías por mí, no me amas, preguntó ella, te he entregado mi cuerpo para que lo gozaras sin límite, sin peso ni medida, para que disfrutaras de él sin reglas ni prohibiciones, te he abierto las puertas de mi espíritu, antes trancadas, y te niegas a hacer algo que te pido y que nos traería la libertad plena, Libertad, sí, y remordimiento también, No soy mujer de remordimientos, eso es cosa para alfeñiques, para débiles, yo soy lilith, Y yo soy sólo un caín cualquiera que llegó de lejos, uno que mató a su hermano, un pisador de barro que, sin haber hecho nada que lo mereciera, tuvo la suerte de dormir en la cama de la mujer más bella y ardiente del mundo, a la que ama, quiere y desea con cada poro de su cuerpo, Entonces no mataremos a noah, preguntó lilith, Si tan empeñada estás en eso, manda a un esclavo, No desprecio a noah hasta el punto de mandar que lo mate un esclavo, Esclavo soy yo y querías que lo matara, Es diferente, no es esclavo quien se acuesta en mi cama, o tal vez lo sea, pero de mí y de mi cuerpo, Y por qué no lo matas tú, preguntó caín, Creo que, a pesar de todo, no sería capaz, Hombres que matan a mujeres es cosa de todos los días, matándolo tú a él tal vez inaugures una nueva época, Que lo hagan otras, yo soy lilith, la loca, la que desvaría, pero mis errores y mis crímenes por ahí se quedan, Entonces, dejémoslo vivir, bastante castigo será para él saber que nosotros sabemos que me quiso matar, Abrázame, ponme bajo tus pies, pisador de barro. Caín la abrazó, pero entró en ella suavemente, sin violencia, con una dulzura inesperada que casi la desata en lágrimas. Dos semanas después lilith anunció que estaba embarazada.
Cualquiera diría que la paz social y la paz doméstica reinaban finalmente en el palacio, envolviéndolos a todos en un mismo abrazo fraternal. No era así, transcurridos algunos días caín llegó a la conclusión de que, ahora que lilith estaba esperando un hijo, su tiempo había terminado. Cuando el niño llegue al mundo será para todos el hijo de noah, y si al principio no faltarían las más que justificadas sospechas y murmuraciones, el tiempo, ese gran igualador, se encargaría de ir limando unas y otras, sin contar con que los futuros historiadores se encargarán de eliminar de la crónica de la ciudad cualquier alusión a un cierto pisador de barro, llamado abel, o caín, o como demonios fuese su nombre, duda esta que, por sí sola, ya sería considerada razón más que suficiente para condenarlo al olvido, en definitiva cuarentena, así lo considerarían, en el limbo de esos sucesos que, para tranquilidad de las dinastías, no es conveniente airear. Este nuestro relato, aunque no tenga nada de histórico, demuestra hasta qué punto estaban equivocados o eran malintencionados los tales historiadores, caín existió de verdad, le hizo un hijo a la mujer de noah, y ahora tiene un problema que resolver, cómo informar a lilith de que su deseo es partir. Confiaba en que la condena dictada por el señor, Andarás errante y perdido por el mundo, pudiese convencerla para que aceptara su decisión de irse. Al final fue menos difícil de lo que esperaba, tal vez también porque esa criatura, formada por poco más que un puñado de células titubeantes, expresaba ya un querer y una voluntad, siendo el primer efecto haber reducido la loca pasión de los padres a un vulgar episodio de cama al que, como ya sabemos, la historia oficial ni siquiera le dedicará una línea. Caín le pidió a lilith un jumento y ella dio órdenes para que le fuera entregado el mejor, el más dócil, el más robusto que hubiese en los establos del palacio, y en esto estábamos cuando corrió por la ciudad la noticia de que el esclavo traidor y sus comparsas habían sido descubiertos y presos. Afortunadamente para las personas sensibles, esas que siempre apartan los ojos de los espectáculos incómodos, sean de la naturaleza que sean, no hubo interrogatorios ni torturas, beneficios que tal vez haya que atribuir al embarazo de lilith, pues, según la opinión fundamentada de las autoridades locales, podría ser de mal augurio para el futuro del niño en gestación no sólo la sangre que inevitablemente se derramaría, sino, y sobre todo, los desesperados gritos de los torturados. Decían esas autoridades, en general parteras de larga experiencia, que los bebés, dentro de las barrigas de las madres, oyen cuanto pasa en la parte de fuera. El resultado fue una sobria ejecución por ahorcamiento ante todos los habitantes de la ciudad, como un aviso, Atención, esto es lo mínimo que os puede suceder. Desde un balcón del palacio asistieron al acto punitivo noah, lilith y caín, éste como víctima del frustrado asalto. Quedó registrado que, al contrario de lo que determinaba el protocolo, no era noah quien ocupaba el centro del pequeño grupo, sino lilith, que de esta manera separaba al marido del amante, como si dijera que, aunque no amando al esposo oficial, a él se mantendría ligada porque así parecía desearlo la opinión pública y lo necesitaban los intereses de la dinastía, y que, estando obligada por el cruel destino, Andarás errante y perdido por el mundo, a dejar que caín partiera, a él continuaría unida por la sublime memoria del cuerpo, por los recuerdos inextinguibles de las fulgurantes horas que había pasado con él, esto una mujer nunca lo olvida, no es como los hombres, a los que todo les escurre por la piel. Los cadáveres de los facinerosos se quedarán colgados ahí donde se encuentran hasta que de ellos no queden nada más que los huesos, pues su carne es maldita y la tierra, si en ella fueran sepultados, se revolvería hasta vomitarlos una y muchas veces. Esa noche, lilith y caín durmieron juntos por última vez, ella lloró y él se abrazó a ella y lloró también, pero las lágrimas no duraron mucho, enseguida la pasión erótica se apropió de ellos y, gobernándolos, nuevamente los desgobernó hasta el delirio, hasta lo absoluto, como si el mundo no fuese más que eso, dos amantes que uno a otro interminablemente se devoran, hasta que lilith dijo, Mátame. Sí, tal vez debiera ser éste el fin lógico de la historia de los amores de caín y de lilith, pero él no la mató, la besó largamente en los labios, después se levantó, la miró una vez más y se fue a terminar la noche en la cama de portero.