CARTA 39

Claudia:


¿Te costó bancarme la carta anterior?


Y bueno, este también soy yo. Por lo menos, ahora. Es increíble asistir a esta edad a una sensación totalmente nueva, de esta intensidad.


Te escucho preguntando: ¿terminó? -Sí.


– ¿Cómo saliste?


En realidad, yo no salí: la depresión se fue. Tengo plena conciencia de que no hice nada para salir. Sólo dejarme estar, como me aconsejaba Fritz.


Siento hoy (de vuelta del viaje) que ha pasado algo importante, trascendente, valioso.


Me siento diferente a cuando todavía no había sucedido esto. Estoy más sereno, menos apurado.


Hoy, siento que por primera vez soy capaz de comprender a mis pacientes cuando se deprimen. Antes, sólo podía imaginar lo que sentían cuando estaban deprimidos; ahora, lo sé. Puedo contactarme con ellos desde el recuerdo de mi propia experiencia y eso me importa muchísimo.


Además, en estos meses he disminuido mis horas de trabajo, algo que aparentemente quería desde hace años y nunca hacía. Por otro lado, en las últimas dos semanas he vuelto a jugar al bridge, que había abandonado hace mucho por mis “ocupaciones”. He vuelto a bajar la cantidad de cigarrillos que consumo por día. Y, aleatoriamente, todo el proceso me ha dejado con nueve kilos menos de peso (que, como sabés, buena falta me hacía).


– ¡Ah, apareció el optimista sin remedio!, como te llama Aldo.


– Es que si me dieran la posibilidad de borrar esta experiencia de mi vida, tendría que renunciar también a toda esta capitalización positiva de experiencias y también a los logros obtenidos.


Barry Stevens:


”Si por vivir todo lo bueno hube de vivir todo lo malo, no renuncio a nada de lo malo por no perder nada de lo bueno”.


Hace mucho tiempo, Dida -una paciente- me dijo: -Doctor, leí en un diario inglés una frase, que debe haber escrito usted, o alguien la escribió después de conocerlo.


Y alargando la mano, me dio un papel que decía:


LO BUENO DE LO MALO ES QUE NO ES LO PEOR”

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