Gracias de todo corazón a todos aquellos que participaron en la serie de encuentros armados en los que se convirtió este libro; a Kevin y Anouchka por servir los cañones, a mis padres y a mi hermano por su apoyo y suministros; a Serafina, la Princesa Guerrera, por defender mi rincón; a Jennifer Luithlen por la política exterior; a Howard Morhaim por derrotar a los nórdicos; a mi leal editora Francesca Liversidge; a Jo Goldsworthy y la artillería pesada de Transworld; a mi abanderada Louise Page; y a Christopher, por estar de mi lado.