Capítulo 11

Jack no tenía ni idea de lo que había ido mal y repasó mentalmente su conversación varias veces sin hallar solución. ¿Qué había dicho que la había disgustado tanto?

¿Acaso no creía que admiraba su valor para irse? Claro que la admiraba por ello porque era consciente de que muchas mujeres que sufrían abusos no eran capaces de separarse de sus maridos.

Jack se concentró en el ordenador con la esperanza de que el trabajo lo distrajera, pero, desgraciadamente, no fue así. No paraba de ver el dolor reflejado en los ojos de Samantha, aquella expresión de zozobra mientras huía de él como si huyera del mismísimo Vance.

Llevaba un par de días sin saber nada de ella y no tenía ni idea de cómo reabrir las vías de comunicación.

En otras circunstancias, si se tratara de otra mujer, decidiría que la relación no podía seguir adelante porque no eran compatibles y se olvidaría, pero con Samantha era imposible, quería saber qué tal estaba, quería que entendiera que él jamás le haría daño y quería que las cosas entre ellos se arreglaran.

Jack consultó el reloj. La última reunión de personal antes del lanzamiento de la nueva página web empezaba dentro de diez minutos, así que su deseo de hablar con Samantha se iba a hacer realidad.

Por desgracia, iba a ser delante de todo su equipo y del departamento de informática.

Jack recogió sus notas y se dirigió a la sala de reuniones, donde ya estaba Samantha y su equipo, preparándose para la exposición que iban a llevar a cabo.

Jack saludó y se sentó, intentando no fijarse en lo femenina y maravillosa que estaba con aquella blusa suelta y una falda larga.

– Buenos días -contestó Samantha con una media sonrisa-. En un minuto empezamos.

– Muy bien.

Efectivamente, al poco rato Samantha dio la bienvenida a todos los presentes y comenzó su presentación.

– Hoy les vamos a mostrar la nueva página web infantil de Hanson Media Group. La voy a ir recorriendo con ustedes y les voy a explicar lo que hay de nuevo y lo que vamos a ir metiendo durante los próximos seis meses. Por favor, mantengan la atención en la pantalla.

Durante una hora y media, Samantha procedió a explicar lo que su equipo y ella habían diseñado con tanto esfuerzo y, al terminar, invitó a todos los presentes a la fiesta que iba a tener lugar el miércoles por la tarde tras el lanzamiento de la página.

Cuando todo el mundo se hubo ido, Jack y Samantha se quedaron a solas.

– Buen trabajo -la felicitó Jack.

– Gracias -contestó Samantha recogiendo su ordenador-. Bueno, te tengo que dejar porque tengo otra reunión -añadió saliendo a toda velocidad de la habitación.

Y Jack se quedó solo.

No era la primera vez que Samantha hacía algo así. De hecho, siempre hacía lo mismo. Diez años atrás, cuando Jack había querido algo más con ella, Samantha se había resistido y, luego, al final, había desaparecido.

Jack se dijo que debería olvidarla, que era lo más inteligente y que era lo que tendría que hacer. Sí, claro, en cuanto dilucidara cómo quitársela de la cabeza… y del corazón.


– ¿Qué ha pasado? -quiso saber Helen.

– Nada -contestó Samantha tapándose el rostro con las manos y sentándose en el sofá.

– Por cómo lo dices, no te creo. ¿Ya la has fastidiado con Jack?

– ¿Tienes que ser tan directa?

– Parece que sí. ¿Qué ha pasado? ¿Se ha fastidiado todo? Sé que no es por nada del trabajo porque todo lo que oigo de ti son halagos, así que…

– Sí, la he fastidiado -admitió Samantha-. Te lo voy a contar.

A continuación, le contó a su amiga la conversación que había tenido con Jack unos días atrás.

– Me morí de miedo -concluyó-. La verdad es que él no dijo nada del otro mundo, fue todo cosa mía. Me sentí culpable, avergonzada y estúpida, como si le hubiera decepcionado de alguna manera, como si fuera culpa mía y no me gusta sentirme así, no sabía qué hacer con mis emociones y tuve una salida de tono. Bueno, fue bastante peor, lo que hice fue culparlo a él.

– Yo creo que lo peor que pudiste hacer fue no darle una explicación.

– Desde luego, no me estás ayudando nada.

– Claro que te estoy ayudando. Te estoy diciendo la verdad. El problema no fue que Jack no pudiera lidiar con tu pasado sino que tú eres la que sigue sin poder lidiar con él. Lo que te pasa es que no quieres aceptar que te comportaste como una estúpida -sonrió Helen-. Ya sabes que todo esto te lo digo desde el respeto y desde el amor.

– Ya lo sé… sé que soy yo, me siento avergonzada, me siento como una idiota. Soy una mujer fuerte, tal y como dijo Jack, y no entiendo cómo pude dejar que un hombre me maltratara, no entiendo cómo dejé que me alejara de todo lo que era importante para mí. ¿Por qué no me di cuenta de lo que iba a pasar?

– Porque estabas enamorada, que no es ningún delito.

– Ya, pero tendría que haber tenido la mente más despejada y haber visto cómo era Vance en realidad.

– Completamente de acuerdo contigo, pero eso no me lo tienes que decir a mí sino a Jack.

– ¿Tú crees que tendría que hablar con él?

– No se me ocurre otra manera de arreglar la situación.

– ¿Y si me odia?

– Por favor, no seas tan melodramática.

Samantha sonrió.

– ¿Y si ya no quiere nada conmigo?

– ¿Y si sí que quiere algo contigo? Sólo hay una manera de averiguarlo.

– Me pregunto cuándo me va a tocar a mí ser la madura de la relación.

– La próxima vez.

– No sé… para ti es muy fácil porque has tenido un matrimonio maravilloso. Eso es lo que yo quiero, quiero alguien que me ame, que se preocupe por mí y que me vea como a una igual.

– Si eso es lo que tú quieres, eso es lo que tendrás.

Samantha pensó en Jack y se preguntó si quería estar con él.

– La relación que hay entre nosotros no es para siempre. Hemos dejado claro desde el principio que los dos estamos de acuerdo en la monogamia en serie.

– Muy bien, entonces, después de Jack, con el próximo.

Ya, después.

¿Habría posibilidades de encontrar a alguien mejor que Jack, a un hombre más sincero, más divertido, más encantador y más estupendo en la cama?

– Jack no quiere nada más, eso me ha dicho.

– ¿Sabes por qué?

– Más o menos. Por lo visto, no cree en que la gente vaya a estar ahí para siempre.

– Eso es porque un montón de gente lo ha abandonado, incluso tú.

– No quiero pensar en eso.

– A lo mejor, ha llegado el momento de que te lo plantees. ¿Por qué te fuiste?

– Porque creí que me haría daño, porque creí que se parecía demasiado a mi padre, pero no es cierto. Claro que Vance sí que se parecía. No sé, estoy hecha un lío. Lo único que tengo claro es que le tengo que pedir perdón.

– Pues ya sabes dónde tienes que ir -sonrió Helen.


Jack estaba en casa y abrió la puerta inmediatamente y Samantha, que creía que iba a tener más tiempo para prepararse, se sorprendió.

– Hola, pasa -la saludó.

Así de sencillo. Sin recriminaciones, sin preguntas.

– Gracias -contestó Samantha-. ¿Te pillo ocupado? -añadió entrando y buscando a Charlie para ganar tiempo.

– No. ¿Qué te trae por aquí?

Estaba tan guapo que a Samantha le entraron ganas de decirle que lo que tenía que contarle podía esperar y que ahora lo más importante era irse directamente a su habitación.

– Quiero hablarte de un par de cosas -le dijo sin embargo.

– Muy bien -contestó Jack guiándola hasta el salón-. Siéntate.

– Quería pedirle perdón por lo del otro día -dijo Samantha sentándose-. Se me fue la cabeza.

– Te enfadaste mucho.

– Sí, también me sentí dolida y avergonzada y lo pagué contigo. Tuve la sensación de que me estabas juzgando.

– Claro que no, sabes que jamás haría algo así.

– Me di cuenta más tarde. Mira, no me siento especialmente orgullosa de cómo me comporté con mi ex marido, sigo sin entender cómo permití que me controlara, pero te aseguro que aprendí la lección. Es cierto que siempre fue un hombre controlador, pero al principio eran sugerencias muy leves. Lo que quiero decir es que lo que dijiste de que me tendría que haber dado cuenta es verdad. Lo que pasa es que la mera idea de que pudieras tener mal concepto de mí se me hizo insoportable.

– ¿Cómo voy a tener mal concepto de ti? -dijo Jack tomándole las manos entre las suyas-. Te admiro por lo que hiciste. Te encontrabas en una situación espantosa y luchaste. No como Shelby.

¿Cómo?

– ¿Qué tiene que ver tu prometida con que yo no sepa a juzgar a los hombres?

Jack le soltó las manos y se puso en pie.

– Te dije que Shelby murió poco antes de la boda, pero hay algo más. Llevaba deprimida un tiempo. Ahora que lo pienso, creo que llevaba deprimida toda la vida. Nos conocimos en un periodo en el que se encontraba bien, pero no duró mucho -le explicó Jack acercándose al ventanal-. Yo no entendía lo que le ocurría. Estaba muy triste. Creía que era culpa mía, que estaba haciendo algo mal, pero, de repente, la depresión desapareció y se puso bien. Comenzó a ir a un terapeuta y a tomar una medicación que la ayudó mucho. Cuando vi que mejorada, le propuse que se casara conmigo. Supuse que era una enfermedad manejable, como la diabetes, pero me equivoqué.

A Samantha le costaba imaginarse a Jack con una persona deprimida porque él estaba lleno de vida.

– Organizar la boda fue demasiado para ella, pero me di cuenta demasiado tarde. Su madre intentó ayudarnos. Helen también se ofreció, aunque yo no se lo permití. Un día estalló una gran tormenta y Shelby perdió el control del coche. Por lo menos, eso es lo que dijo la policía, que fue un accidente.

– Pero no lo fue, ¿verdad?

Jack negó con la cabeza.

– Me dejó una nota. La quemé en cuanto la leí. Sabía que lo único que haría la verdad sería hacer sufrir a sus padres. Ellos creían que estaba mejor, que, por fin, iba a ser feliz. De hecho, me dieron las gracias por ello en el entierro -contestó Jack girándose hacia ella-. Decidí que era mejor que creyeran eso, que era inútil que sufrieran ahora que Shelby había muerto. ¿De qué servía que supieran que prefería morir a casarse conmigo?

Samantha se puso en pie rápidamente y fue hacia él.

– No digas eso Jack. No es cierto. Estaba enferma. Tú mismo lo acabas decir, que tenía una enfermedad. Echarte la culpa de su depresión es de locos, es como echarme a mí la culpa de que Vance me maltratara. La ayudaste, estuviste a su lado, pero, al final ella no pudo soportarlo y decidió quitarse la vida, pero eso no tuvo nada que ver contigo -insistió Samantha vehementemente-. Debes creerlo.

– Quiero creerlo, no te puedes ni imaginar cuánto. Hace ya tiempo de eso y, más o menos, lo he olvidado, pero de vez en cuando me pregunto si no podría haberla salvado.

– Tú no puedes salvar a una persona que no quiere que la salven.

Jack se giró hacia ella.

– Tú te has salvado a ti misma, eso es lo que estaba pensando la otra noche, que te has salvado a ti misma.

Entonces, se quedaron mirándose a los ojos y ambos se dieron cuenta de que habían bajado por completo las barreras y se estaban mostrando tal cual eran, de que el dolor circulaba alrededor de ellos y los unía en un momento de intimidad emocional muy intenso.

El primer instinto de Samantha fue huir. Si se quedaba, si entraban en aquellos temas juntos, corría el riesgo de empezar a preocuparse en demasía por Jack, se arriesgaba a perderse dentro de él.

Sin embargo, no podía negar la verdad. Se habían contado el uno al otro su secreto más íntimo, ahora se sabían la experiencia de cada uno.

¿Y adónde les conducía aquello?

Jack leyó la pregunta en sus ojos, la tomó entre sus brazos y la besó. Samantha notó que la abrazaba con fuerza, como si no quisiera separarse jamás de ella. Los besos de Jack le dejaron muy claro que era importante para él y que la necesitaba a su lado en aquellos momentos.

Samantha sintió que el deseo se apoderaba de ella y le acarició los hombros. Le encantaban sus músculos. Cuando Jack deslizó las manos por sus caderas y se apretó contra ella, Samantha se arqueó y, satisfecha, percibió su erección.

– Más -murmuró.

Jack le acarició los pechos jugando con sus pezones, haciendo que Samantha jadeara y echara la cabeza hacia atrás para disfrutar de sus maravillosas caricias.

Jack continuó acariciándola y, a través de la blusa y del sujetador, Samantha sintió sus exquisitos dedos mientras Jack la besaba por el cuello.

De repente, Samantha sintió la necesidad de encontrarse desnuda a su lado, dio un paso atrás y comenzó a desnudarlo.

– Ahora -le ordenó.

Jack le quitó la blusa mientras Samantha le quitaba el jersey, le desabrochó el cinturón, le abrió los pantalones y le quitó los calzoncillos mientras Jack se deshacía de su falda y de sus braguitas.

Por fin desnudos, se acariciaron con pasión. Jack no paraba de besarla y de acariciarle los pechos y Samantha deslizó sus manos por su espalda hasta encontrarse con su trasero, que empujó hacia delante. Al hacerlo, se encontró con su potente erección, prueba inequívoca de lo mucho que la deseaba.

Jack se percató de que ella también estaba húmeda, así que la condujo hasta el sofá, donde Samantha quedó tendida con las piernas abiertas. Jack se arrodilló ante ella y su lengua se dirigió directamente al centro de su feminidad.

Samantha se rindió a la magia de su lengua y Jack continuó dándole placer hasta que la hizo llegar a un orgasmo que perduró en el tiempo pues, después de verla contraerse por las oleadas de placer, siguió acariciándola hasta que todas las células de su cuerpo suspiraron de éxtasis.

– Eres increíble -le dijo-. Podría estar haciéndote esto todo el día -sonrió Jack.

Con aquellas sencillas palabras, Samantha se sintió una mujer especial, abrió los brazos y lo abrazó, momento que Jack aprovechó para introducirse en su cuerpo.

A continuación, colocó sus manos en las caderas de Samantha y comenzó moverse en su interior mientras ella le rodeaba las caderas con las piernas y lo recibía gustosa, deseosa de perderse en él como él se estaba perdiendo en ella.

Al cabo de un rato, sintió que Jack paraba de moverse, se tensaba y la miraba a los ojos. Samantha se quedó mirándolo también y sintió que aquel momento de conexión era muy especial.

Desde luego, estaba completamente compenetrada con aquel hombre y… enamorada de él

La revelación la sorprendió, pero, una vez admitida la verdad, la asimiló con naturalidad.

Estaba enamorada de Jack.

No sabía si era un sentimiento nuevo o se trataba de un sentimiento que había permanecido oculto durante los últimos diez años, pero lo cierto era que lo amaba y que no tenía ni idea de lo que iba a hacer a partir de ese momento.

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