Agradecimientos

Fue mi tía Naomi Dawson, que en la década de 1960 vivió en una pequeña torpedera rehabilitada, quien me inspiró la idea para este libro. Le estaré eternamente agradecida no sólo por haber compartido conmigo sus anécdotas y fotografías sino también por haberme hecho partícipe de su vibrante pasado, divirtiéndome sobremanera. Para mí es una tremenda fuente de apoyo y una amiga de verdad. De ahí que le dedique esta obra.

Dada la retadora naturaleza de esta novela, decidí pedir ayuda para su escritura a muchos amigos. A todos ellos hago extensivo mi agradecimiento: a Julietta Tennant, por el extenso conocimiento de la costa italiana de Amalfi y por haberme permitido tomar prestado el nombre de su hija Valentina. A Calum Sillars, comandante de la Royal Navy, por hacerme partícipe de sus conocimientos sobre la Armada y por su acervo de libros sobre las torpederas que navegaban las aguas del Mediterráneo durante la guerra. A Valeska Steiner, por su hermosa voz y por transportarme con ella y con sus canciones a mi mundo imaginario. También a su padre, Miguel, mi padrino, por la peculiar frase alemana que no logré encontrar en el diccionario. A Katie y a Caspar Rock, por permitirme removerme en mi silla mientras ellos jugaban sus partidas nocturnas de bridge, y por esa semana celestial entre los grillos y los pinos en Porto Ercole.

Corregí el libro en pleno apogeo del lujo hotelero: el suntuoso Touessrok Hotel de las islas Mauricio, ahora mi hogar cuando estoy lejos de casa, de ahí que tanto Paul como Safinaz Jones reciban desde aquí un enorme mensaje de agradecimiento por haberme permitido disfrutar de una estancia tan serena y tranquila. Cuando el caos doméstico de mi propia casa amenazó con minar la conclusión del libro, Piers y Lofty von Westenholz tuvieron la amabilidad de permitirme ocupar su salón, y fue allí donde por fin conseguí escribir la palabra que había anhelado durante tanto tiempo: fin.

Mis amigos italianos Alessandro Belgiojoso, Edmondo di Robilant y Allegra Hicks fueron de enorme ayuda cuando tuve dudas sobre su país, y Mará Berni siempre estuvo asequible para darme un pequeño vislumbre de Italia en San Lorenzo.

Doy las gracias a mi nueva amiga, Susie Turner, por fascinarme mientras almorzábamos juntas con historias sobre su extraordinaria vida en los años 60, gran parte de los cuales serán un material exquisito para una próxima novela. A mi tío y a mi tía, Jeremy y Clare Palmer-Tomkinson, por haber rastreado una vez más sus recuerdos de esos días ya confusos (mi tío Jeremy niega la menor confusión, ¡pero yo no le creo!). A Clarissa Leigh-Wood, mi mejor amiga, por ser siempre tan positiva y por estar ahí: gracias. Quiero dar las gracias a Bernadette Cini por cuidar de mis hijos y permitirme con ello tener tiempo para escribir, y a Martin Quaintance por compartir conmigo sus profundos conocimientos sobre barcos.

A mis padres, Patty y Charlie Palmer-Tomkinson, por haberle dado a mi vida tantos colores con los que poder bordar mis libros de mil y un tonos y matices. A mis suegros, Stephen y April Sebag-Montefiore, por su interés y entusiasmo. A Tara, James y Sos, Honor, India, Wilfrid y Sam, por su lealtad e inspiración. A mis hijos, Lily y Sasha, por haberme cambiado tan profundamente y por haberme abierto una puerta a un mundo más compasivo.

Quisiera dar las gracias ajo Frank, una agente dedicada y eficiente, por acogerme cuando mi primer libro no era más que una mera idea. Le deseo suerte en su nueva aventura y espero que la lleve a lugares felices y luminosos. Doy la bienvenida a Sheila Crowley, mi nueva agente, toda una fuerza de la naturaleza. Espero que trabajemos juntas en muchos libros más.

Una vez más, no puedo subestimar el papel de mí editora, Susan Fletcher. Su trabajo es clave en todas y cada una de las fases de la obra. Dotada de una gran sensibilidad crítica y no menos relevante sabiduría, es alguien en quien confío plenamente.

Sin embargo, es mi marido, Sebag, quien se ha hecho merecedor de mi más sincera gratitud, pues sin él no existiría este libro. Su aportación de ideas y de argumentos es de un valor incalculable. Formamos un gran equipo.

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