Agradecimientos

Al parecer, durante las investigaciones para cada nueva novela amplío de manera envidiable mi círculo de amigos. No sé cuán importantes son mis escritos para la literatura, pero sé cuán importantes son estas personas para mí. Por ello, expreso mi agradecimiento a Raquel y a Joe Sánchez, deliciosos propietarios del igualmente delicioso Aspen Inn de Flagstaff. Son los únicos personajes reales de esta historia. Su colaboración y sobre todo su amistad han sido un apoyo en el pasado y un consuelo para el futuro.

A ellos deseo sumar a Vanessa Vandever, la guapa representante de los navajos, cuya ayuda ha sido muy valiosa para comprender el complejo mundo de este pueblo fascinante y orgulloso y que me ha asesorado para las citas en la lengua de los diné.

A los tres, gracias de corazón por haber soportado mi presencia, mis continuas preguntas y mi cocina.

Y además:

Gloria Satta, encantadora mujer y deliciosa periodista que me ha hecho encontrar un nuevo amigo, es decir:

Cario Medori, que, aunque viva en Nueva York, puede considerarse el último verdadero hombre de frontera.

Franco di Mare, que entre una y otra nota bajo las bombas, ha hallado un poco de tiempo para mí. Quizá mientras se preguntaba cuál de las dos situaciones era más peligrosa…

Alessandro Zanardi, en cuya gigantesca figura se inspiró el personaje de Alan Wells.

Massimo Anselmi, por haberme presentado a Leone, animoso representante de la creativa raza mestiza italiana y desarticulado inspirador de la figura de Silent Joe.

Samuel Rossi, de Time Out, por la información sobre los arcos, que hasta hace poco tiempo eran para mí una madera y un pedazo de cuerda en las manos de Robin Hood.

Claudio Pianta, que me ha asistido con su asesoramiento mientras pilotaba helicópteros.

Marcello Bargellini, del Centro Ufficio Elba, por su indómita ayuda con los ordenadores, que en mis manos parecen derretirse.

Francesca Martino y Photomovie, por las imágenes de la cubierta.

Andy Luotto, por un lugar llamado «Allá».

Además, los componentes de mi equipo de trabajo histórico:

Alessandro Dalai, audaz editor que, al igual que el legendario Nando Meliconi, tiene el sobrenombre del Americano.

Cristina Dalai, hermosa autodestructiva.

Mara Scanavino, la única verdadera modelo de portada.

Antonella Fassi, la voz que sabe bailar en los hilos del teléfono.

Paola Finzi, redactora on the sea.

Alberto Lameri, próvido amanuense navajo.

Con el penitente y flagelante Gianluigi Zecchin expiando las culpas de todos.

Piero Gelli, mi editor de la primera hora, cuya natural elegancia en el decir, en el porte y en la apariencia hacen quedar a David Niven como un personaje de los Simpson.

Tecla Dozio, obligada por mí a leer y a regar, para tener en la misma semana su valiosa opinión y una hierba verde. El resultado ha sido la confirmación de una sabrosa amistad.

Por motivos personales deseo incluir a Cristina Garetti y a Cicci Tuminello di Asti. Ellos saben por qué.

Un comentario aparte para el cada vez más agudo Piergiorgio Nicolazzini, que continúa compartiendo conmigo esta aventura literaria con la profesionalidad de un agente y el espíritu del entusiasmo y de la amistad verdadera.

Y por último mi esposa, Roberta, que, mientras yo me empeño en escribir las discutibles páginas de mis novelas, logra trazar día tras día las bellas páginas de nuestra historia.

Como sucede siempre, aparte de los mencionados, los personajes de esta historia son fruto de la fantasía y forman parte de mi patrimonio literario, cuya valoración dejo a los demás. Las personas a las que he dado las gracias forman parte, en cambio, de un patrimonio personal que a mis ojos posee un valor incalculable.

Las referencias históricas se han extraído de diversas fuentes locales, pero en su mayor parte de la Storia dei Navajos 1540-1996, de Jean-Louis Rieupeyrout, publicado por Xenia Edizioni; de Navajo-Popolo della Terra, de Ruth M. Underhill, editado por Mursia; y de Alla conquista delle grandi praterie, de Jon E. Lewis, publicado por Piemme. Otro aporte válido ha sido el Conversational Navajo Dictionary, de Garth Wilson.

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