Segunda Parte

Hunter´s Point

Capítulo 5

1

La irregular y gran casa colonial de dos plantas estaba a mitad de una calle sin salida, bien apartada del camino. Un gran jardín bien cuidado creaba la ancha zona de amortiguación entre la casa y las otras que estaban en la vereda de enfrente. Un Ferrari de color rojo estaba estacionado en la entrada para automóviles, delante de un garaje para tres coches.

Nancy Gordon supo que la situación sería mala tan pronto como vio las asombradas expresiones en los rostros de los vecinos, quienes se agrupaban detrás de las barreras impuestas por la policía. Estaban impresionados por la presencia de los patrulleros y de una ambulancia de la morgue, en los tranquilos barrios periféricos de Meadows, lugar en que las casas comenzaban desde un valor de medio millón y el crimen simplemente no estaba permitido. Supo que sería verdaderamente malo cuando vio los sombríos rostros de los dos detectives de la división homicidios que conversaban en voz baja, en el jardín, cerca de la puerta del frente.

Nancy estacionó su Ford detrás de un automóvil marcado y se escabulló a través de los caballetes. Frank Grimsbo y Wayne Turner dejaron de conversar cuando la vieron. Vestía un par de pantalones vaqueros y una camiseta. La llamada se había producido cuando ella se acomodaba frente al televisor vestida con una andrajosa bata, bebiendo un vino blanco barato y mirando a los Mets ganarle por escándalo a los Dodgers. La ropa constituía para ella lo primero que encontraba y lo último en lo que pensaba.

– Newman dijo que hay un cadáver esta vez -dijo ella, excitada.

– Dos.

– ¿Cómo podemos estar seguros de que se trata de él? -preguntó Nancy.

– La nota y la rosa estaban en el suelo, cerca de la mujer -contestó Grimsbo. Este era un hombre grande con vientre abultado, producto de la cerveza, y ralo cabello negro, vestido con una barata campera y pantalones de poliéster.

– Es él -dijo Turner, un hombre enjuto y negro de cabello corto y encrespado y un permanente gesto ceñudo, que cursaba su segundo año de la facultad de derecho, en el turno de la noche-. El primer policía que apareció en la escena fue lo suficientemente inteligente como para imaginar lo que sucedería. Me llamó de inmediato. Michaels se apoderó de la nota y de la escena del crimen antes de que entrara cualquier otro.

– Eso fue una ayuda. ¿Quién es la segunda víctima?

– Melody Lake -contestó Grimsbo-. Tenía seis años, Nancy.

– Oh, mierda. -La excitación que sintió cuando por fin encontraba un cuerpo desapareció al instante-. ¿Él… le hizo algo?

Turner negó con la cabeza.

– No hubo abuso sexual.

– ¿Y la mujer?

– Sandra Lake. La madre. Muerte por estrangulación. Además la golpearon realmente mucho, pero no hay evidencia de actividad sexual. Por supuesto que no se le ha practicado la autopsia.

– ¿Tenemos testigos?

– No lo sé -contestó Grimsbo-. Tenemos policías hablando con vecinos, pero aún no hay nada. El marido encontró los cuerpos y llamó a la policía al 911, alrededor de las ocho quince. Dice que no vio a nadie, de modo que el asesino debe de haberse marchado antes de que regresara el marido. Tenemos una calle sin salida aquí que conduce a Sparrow Lane, el único camino para salir del barrio. El marido habría visto a alguien que entraba o que salía.

– ¿Quién habló con él?

– Yo, durante unos minutos -contestó Turner-. Y los primeros policías que llegaron al lugar, por supuesto. Estaba bastante desequilibrado como para poder razonar. Tú lo conoces, Nancy.

– ¿Sí?

– Es Peter Lake.

– ¿El abogado?

Grimsbo asintió.

– Él defendió a Daley.

Nancy frunció el entrecejo y trató de recordar lo que podía acerca de Peter Lake. Ella no había intervenido directamente en la investigación del caso Daley. Todo lo que recordaba del abogado de la defensa era su buen aspecto y sus modales eficientes. Nancy había estado en el estrado de los testigos menos de media hora.

– Será mejor que entre -dijo Nancy.

La entrada de la casa era enorme. Una pequeña araña colgaba del techo. La gran sala de estar estaba directamente ante ella. La habitación era inmaculada. Pudo ver un pequeño lago artificial a través de la ventana como si fuera un gran cuadro. Colocadas en forma estratégica por la habitación, lo más probable por un decorador de interiores, había mesas de nogal claro con la parte superior de granito, sillas y un sofá en tonalidades pastel y tapices de macramé que colgaban de las paredes. Se veía más como una sala de exposiciones que como un lugar donde vivía gente.

Una ancha escalera salía hacia la izquierda. La barandilla de lustrada madera seguía una curva de escalones que conducían al segundo piso. Las columnas que sostenían la baranda estaban dispuestas a espacios no muy separados. A través de dichos espacios, a mitad de la escalera, Nancy vio un pequeño bulto cubierto por una frazada. Se volvió para no mirar.

Los técnicos del laboratorio estaban buscando huellas, tomando fotografías y recogiendo evidencia. Bruce Styles, el médico forense, estaba de espaldas en medio de la entrada, entre un oficial de uniforme y uno de sus ayudantes.

– ¿Terminó? -preguntó Nancy.

El médico asintió y dio un paso al costado. La mujer estaba boca abajo sobre la blanca alfombra. Tenía un vestido blanco de algodón. Parecía bien apropiado para el calor del día. Estaba descalza y con la cabeza dada vuelta. La sangre enmarañaba su cabello marrón. Nancy supuso que la habían volteado de un golpe propinado en la cabeza, y Styles confirmó su sospecha.

– Imagino que ella corrió hacia la puerta y él la alcanzó por detrás. Pudo haber estado parcialmente consciente o completamente inconsciente cuando la estranguló.

Nancy caminó alrededor del cuerpo para poder ver su rostro. Se arrepintió de haber mirado. Si la mujer había sido atractiva, ahora no había forma de saberlo. Nancy respiró profundamente dos veces.

– ¿Qué sucedió con la pequeña? -preguntó.

– El cuello roto -contestó Styles-. Habrá sido rápido e indoloro. Creemos que fue la testigo del asesinato de su madre -dijo Turner-. Probablemente oyó sus gritos y bajó las escaleras.

– ¿Dónde está el marido? -preguntó Nancy.

– Al final del pasillo, en una salita -dijo Turner.

– No hay razón para posponerlo.


Peter Lake estaba desplomado sobre una silla. Alguien le había dado un vaso de whisky, pero el vaso se hallaba aún casi lleno. Levantó la vista cuando Nancy entró en el cuarto y ella pudo ver que había estado llorando. Aun así, era un hombre impactante, alto, de contextura atlética. El cabello rubio oro bien cortado, los pálidos ojos azules y los rasgos agudos y bien afeitados eran los detalles que ganaban a las mujeres de los jurados.

– Señor Lake, ¿me recuerda? -le preguntó Nancy. Lake se mostró confundido.-Soy una de las detectives de la división homicidios. Me llamo Nancy Gordon. Usted me interrogó en el caso Daley.

– Por supuesto. Lo siento. Ya no manejo muchos casos criminales.

– ¿Cómo se siente? -le preguntó Nancy, sentándose ante Lake.

– Estoy insensible.

– Sé por lo que está usted pasando… -comenzó a decir Nancy, pero la cabeza de Lake se sacudió.

– ¿Cómo podría usted saberlo? Ellas están muertas. Mi familia está muerta.

Lake se cubrió los ojos con las manos y lloró. Sus hombros se estremecieron.

– Sí, sé cómo se siente -le dijo Nancy suavemente-. Hace un año asesinaron a mi novio. Lo único bueno que salió de aquello fue que aprendí cómo se sienten verdaderamente las víctimas, y a veces incluso puedo ayudarlos a pasar por lo peor de su desgracia.

Lake levantó la mirada. Se secó los ojos.

– Lo siento -le dijo-. Es que es tan duro. Ellas lo eran todo para mí. Y Melody… ¿Cómo alguien pudo hacerle eso a una niña? Ella no podía lastimar a nadie. Era tan pequeñita.

– Señor Lake, en los últimos meses han desaparecido cuatro mujeres en Hunter's Point. En cada una de las casas de estas mujeres se encontraron una nota y una rosa negra idénticas a las que usted encontró. Sé cuánto está sufriendo usted, pero debemos actuar con rapidez. Ésta es la primera vez que hemos encontrado una víctima. Eso podría significar que usted sorprendió al asesino antes de que tuviera tiempo de llevarse a su esposa. Cualquier cosa que pueda decirnos sería de valor y puede ayudarnos a atrapar a ese hombre antes de que vuelva a matar.

– No sé nada. Créame, lo he pensado. Me quedé a trabajar hasta tarde en un caso. Llamé para avisarle a Sandy. No vi nada fuera de lo normal cuando entré con el automóvil. Luego yo… realmente no tengo muy claro lo que hice después… Sé que me senté en el último escalón de la escalera.

Lake hizo una pausa. Respiró profundo, tratando de evitar volver a llorar. Los labios le temblaron. Tomó un sorbo de whisky.

– Esto es muy difícil para mí, detective. Deseo ayudar, pero… realmente es muy difícil.

Nancy se puso de pie y colocó una mano sobre el hombro de Lake. Éste comenzó a llorar nuevamente.

– Le dejaré mi tarjeta. Deseo que me llame si puedo hacer algo por usted. Cualquier cosa. Si recuerda algo, no importa lo insignificante que pueda parecerle, llámeme. Por favor.

– Lo haré. Estaré mejor por la mañana y entonces… Sólo que…

– Está bien. Oh, una cosa. La prensa lo perseguirá. No respetarán su privacidad. Por favor, no hable con ellos. Hay muchos aspectos de este caso que no los revelaremos al público. Retenemos hechos para ayudar a eliminar confesiones falsas y para identificar al verdadero asesino. Es muy importante que no declare lo que sepa a los medios.

– No hablaré con la prensa. No deseo ver a nadie.

– Muy bien -le dijo Nancy con amabilidad-. Y usted se pondrá bien. No un ciento por ciento y no antes de mucho tiempo, pero usted podrá superar la pena. No será fácil. Yo todavía no tengo mi herida cicatrizada, pero estoy mejor, y usted también estará mejor. Recuerde lo que le dije de llamarme. No por el aspecto policial. Usted sabe, simplemente si desea hablar.

Lake asintió. Cuando Nancy abandonó el cuarto, él quedó tendido en la silla, con la cabeza gacha y los ojos cerrados.


2

Hunter's Point era una localidad en las afueras de la ciudad, con una población de 110.000 habitantes, un pequeño centro lleno de pequeños comercios de moda y restaurantes sofisticados, una sucursal de la universidad del Estado y muchos centros comerciales. En Hunter's Point no había barrios carentes de recursos, pero sí barrios comunitarios de Cape Cod y apartamentos con jardines en los límites del centro de la localidad, que albergaban a estudiantes y familias que no podían afrontar los altos precios de los barrios como Meadows, donde vivían abogados, médicos y hombres de negocios que se trasladaban todos los días a la ciudad.

El cuartel de policía era un edificio triste y cuadrado que estaba en las afueras de la ciudad. Se hallaba emplazado en medio de un estacionamiento plano y de cubierta asfáltica, rodeado por una cerca de cadenas. El lugar estaba lleno de coches de policía, vehículos sin patente y grúas.

El equipo que estaba a cargo de la investigación del asesino de la rosa trabajaba en un viejo depósito, en la parte posterior del edificio. No había ventanas y las luces incandescentes eran molestamente brillantes. Un enfriador de agua estaba apretado entre dos ficheros altos. Una mesa baja de madera se paraba sobre desvencijadas patas contra la pared de color crema. Sobre la mesa estaba la cafetera eléctrica, cuatro jarros de café, una azucarera y una taza de plástico color marrón con varios paquetes de crema artificial. Cuatro escritorios del tipo que se usa en las reparticiones oficiales, de metal gris, estaban agrupados en el centro de la habitación. Pizarras de boletines con fotografías de víctimas e información sobre crímenes cubrían las paredes.

Nancy Gordon estaba inclinada sobre los informes de los asesinatos de la familia Lake. Los parpadeantes tubos fluorescentes comenzaban a producirle dolor de cabeza. Cerró los ojos, echó hacia atrás la cabeza y se pellizcó los párpados. Cuando abrió los ojos, estaba mirando las fotografías de Samantha Reardon y de Patricia Cross, que Turner había pegado en la pared. Los maridos de estas mujeres se las habían suministrado. Samantha estaba sobre la cubierta de un velero. Una mujer alta, el viento que hacía volar su cabello marrón, una sonrisa de felicidad genuina le iluminaba el rostro. Pat, con pantalones cortos y un top en la playa de Oahu, muy delgada, demasiado, en realidad. Sus amigos decían que estaba demasiado obsesionada con su figura. Salvo por Reardon, que había sido enfermera, ninguna de las dos mujeres había tenido algún empleo significativo, y Reardon dejó de trabajar tan pronto como se casó. Eran amas de casa felices que vivían en el lujo y pasaban el tiempo jugando golf y bridge. La idea de contribuir con la comunidad se reducía a juntar dinero para hacer obras de caridad, en las funciones de gala del club de campo. ¿Dónde estaban ahora esas mujeres? ¿Estaban muertas? ¿Habían muerto rápidamente, lentamente, en agonía? ¿Cómo soportaron? ¿Cuánto de su dignidad pudieron retener?

El teléfono sonó.

– Gordon -contestó ella.

– Un tal señor Lake está en el escritorio de la entrada -dijo la recepcionista. Nancy irguió su cuerpo. Habían pasado menos de setenta y dos horas desde su visita a la escena del crimen.

– Enseguida voy -dijo Gordon, tirando su lapicera sobre una pila de informes policiales.

Del lado de adentro de la puerta de entrada del cuartel de policía había una pequeña recepción amueblada con sillas de barata tapicería imitación cuero y con apoyabrazos de cromo. Esta sala estaba separada del resto del edificio por un mostrador con ventana corrediza y una puerta de cerradura electrónica. Lake estaba sentado en una de las sillas, Tenía un traje oscuro y una corbata color borravino, lisa. El cabello, prolijamente peinado. La única evidencia de su tragedia personal eran los ojos enrojecidos que sugerían falta de sueño y mucho sufrimiento. Nancy pulsó el botón junto al escritorio de la recepcionista y abrió la puerta.

– No estaba seguro de encontrarla -dijo Lake-. Espero que no le importe que apareciera sin avisarle por teléfono.

– No. Entre. Encontraremos un lugar para hablar.

Lake siguió a Nancy por un pasillo que recordaba los corredores de la escuela. Caminaron sobre un gastado suelo de linóleo, que se había ampollado en algunos lugares, y pasaron puertas de madera sin pintar. De las paredes caían trozos descascarados de pintura verde. Nancy abrió la puerta de una de las salas de interrogatorio y le dejó paso a Lake. La habitación estaba cubierta de paneles blancos a prueba de sonidos.

– Siéntese -le dijo Nancy, señalando una de las sillas de plástico que estaban junto a una larga mesa de madera-. Traeré café. ¿Cómo lo quiere?

– Fuerte -le contestó a Nancy.

Cuando Nancy regresó con dos vasos plásticos, Lake estaba sentado a la mesa con las manos en la falda.

– ¿Cómo se siente? -le preguntó.

– Estoy muy fatigado y deprimido. Traté de ir hoy a trabajar pero no pude concentrarme. Sigo pensando en Melody.

Lake se detuvo. Respiró profundo.

– Mire, iré al grano. No puedo trabajar y tengo el presentimiento de que no podré hacerlo por un tiempo. Esta mañana, me senté con unos papeles sobre el cierre de una inmobiliaria y parecieron tan… simplemente no significaban nada para mí. Tengo dos socios que pueden seguir adelante con mi estudio hasta que yo pueda manejarlo, si eso alguna vez sucede. Pero ahora todo lo que deseo es encontrar a quien mató a Sandy y a Melody. Es todo lo que puedo pensar.

– Señor Lake, es todo lo que yo también puedo pensar. Y no estoy sola. Le diré algunas cosas. Esto es estrictamente confidencial. Necesito su promesa de que seguirá siéndolo.

Lake asintió.

– Antes de que su mujer y su hija fueran asesinadas, hubo otras cuatro desapariciones. Ninguna de esas mujeres fue encontrada. Nos tomó un tiempo comprenderlo, ya que no hubo cuerpos. Al principio, los tratamos como casos de personas desaparecidas. Pero en cada una de las escenas del crimen se encontró una nota con la frase Jamás me olvidarán y una rosa negra, de modo que después del segundo caso sabíamos con lo que estábamos trabajando. El jefe nos ha puesto a investigar en equipo sobre estos casos…

– Estoy seguro de que ustedes están trabajando mucho -interrumpió Lake-. No quise criticarlos. Lo que deseo hacer es ayudar. Deseo ser voluntario, formar parte del equipo.

– Eso está descartado, señor Lake. Usted no es policía. Tampoco es aconsejable. Está demasiado involucrado emocionalmente como para ser objetivo.

– Los abogados estamos entrenados para ser objetivos. Y yo puedo agregar algo a la investigación, la visión interior exclusiva de la mente criminal, que desarrollé al trabajar como abogado defensor. Los abogados de la defensa aprenden mucho sobre la forma en que los criminales piensan, que la policía jamás sabe, ya que nosotros, los abogados, somos los que poseemos la confidencia de los criminales. Mis clientes saben que pueden contarme todo, sin importar lo horrible que sea esto, y nosotros respetamos su privacidad. Uno ve a los criminales cuando ponen un rostro falso. Yo los veo de la forma en que verdaderamente son.

– Señor Lake, los oficiales de la policía tienen una verdadera imagen de la mente criminal, demasiado buena. Vemos a estos individuos en la calle, en sus casas. Usted los ve limpios, en su oficina, muy lejos de sus víctimas y después que han tenido tiempo de racionalizar lo que hicieron y de cocinar un novelón o la defensa. Pero nada de eso importa, ya que simplemente no puede trabajaren este caso. Por más que yo aprecie su ofrecimiento, mis superiores no lo permitirían.

– Sé que suena extraño, pero en realidad creo que puedo colaborar. Soy muy inteligente.

Nancy negó con la cabeza.

– Existe otra buena razón por la que no debería involucrarse en la investigación. Eso significaría volver a vivir la muerte de su esposa y de su hija todos los días, en lugar de seguir adelante con su vida. Nosotros tenemos las fotografías de sus autopsias por todas partes, sus retratos pinchados en la pared. ¿Desea usted eso?

– Yo tengo sus fotografías por toda la casa y mi oficina, detective Gordon. Y no hay un minuto en que no piense en ellas.

Nancy suspiró.

– Lo sé -dijo-, pero debe dejar de pensar en ellas de esa forma o se destruirá.

Lake hizo una pausa.

– Cuénteme sobre su novio -le dijo con tranquilidad-. ¿Cómo… cómo dejó usted de pensar en él?

– Jamás he dejado de pensar en él. Pienso todo el tiempo en Ed. En especial por la noche, cuando estoy sola. No deseo olvidarlo, y usted no deseará olvidar a Sandy ni a Melody.

"Ed era policía. Un borracho le disparó. Él trataba de calmar una pelea doméstica. Fue dos semanas antes de nuestra boda. Al principio yo me sentí como usted. No podía trabajar. Casi no podía levantarme. Yo… yo me sentía destrozada por la culpa, lo cual es ridículo. Siempre pensaba que había algo que podría haber hecho, insistido en que él se quedara en casa ese día, no lo sé. Realmente no tenía ningún sentido”.

"Pero mejoré, señor Lake. No del todo mejor, ni siquiera mucho mejor. Uno simplemente llega a un punto donde se enfrenta con el hecho de que mucho es el daño que se hace al sentir lástima de uno mismo por lo que se ha perdido. Luego se da cuenta de que debe comenzar a vivir solo. Debe continuar y guardar los recuerdos de los momentos lindos. Si no lo hace, entonces quienquiera que sea el que mató a su mujer y a su hija habrá ganado. Lo habrá matado también a usted”.

Nancy extendió una mano sobre la mesa y la puso sobre el brazo de Peter Lake.

– Lo encontraremos, señor Lake. Usted tiene mucho de que ocuparse, como para que también se involucre en esto. Deje que nosotros lo manejemos. Lo encontraremos, se lo prometo.

Lake se puso de pie.

– Gracias, detective Gordon.

– Nancy. Llámeme Nancy. Y telefonee cuando usted tenga deseos de hablar.


3

Una semana más tarde, el jefe de policía de Hunter's Point, John O'Malley, entró en la oficina del equipo de investigación. Por lo común estaba en mangas de camisa, con su corbata desanudada y el botón superior abierto. Esta mañana, O'Malley tenía puesto un traje azul marino que tenía reservado para sus discursos en el Rotary Club y las reuniones del consejo de la ciudad.

El jefe tenía hombros anchos y el robusto pecho de un boxeador de peso mediano. La nariz se la había roto un ladrón que escapaba cuando trabajaba en el sur del Bronx de Nueva York. El cabello pelirrojo que estaba perdiendo dejaba al descubierto una vieja cicatriz, un recuerdo de una de las muchas peleas de patotas en las que había tomado parte durante su juventud en Brooklyn. O'Malley se habría quedado en la ciudad de Nueva York si un infarto no lo hubiera forzado a proseguir con su trabajo en la policía, en un entorno de menos presión.

Detrás de O'Malley caminaba un hombre corpulento vestido con un traje de verano color tostado. Nancy supuso que era un traje hecho a medida, ya que le sentaba perfecto, aun cuando el hombre era extraordinariamente grande, con el cuerpo de un serio gimnasta.

– Éste es el doctor Mark Klien -dijo O'Malley-. Es psiquiatra de Manhattan y experto en asesinos de crímenes en serie. El doctor Klien fue consultado en el caso del Hijo de Sam, los asesinatos de niños de Atlanta, Bundy. Ha trabajado con VICAP. Lo conocí hace algunos años cuando yo estaba en el Departamento de Policía de Nueva York y trabajaba en un caso de asesinatos en serie. Nos ayudó mucho. El doctor Klien ha visto todo un grupo de informes sobre estas desapariciones y las muertes de Melody y Sandra Lake.

– Doctor Klien -dijo O'Malley, señalando a cada uno de los miembros del equipo de investigación-, ésta es Nancy Gordon, Frank Grimsbo, Wayne Turner y Glen Michaels. Ellos han estado en este caso desde que comenzó.

El doctor Klien era tan fornido que llenaba la entrada a la oficina. Cuando entró en la habitación para estrechar las manos que se ofrecían, alguien lo siguió. O'Malley se mostró incómodo.

– Antes de que el doctor Klien comience, deseo explicar por qué el señor Lake está aquí. Ayer me reuní con el intendente. Me explicó que el señor Lake se ofrecía de voluntario para ayudar al equipo de investigación a encontrar al asesino de su esposa e hija.

Nancy Gordon y Frank Grimsbo intercambiaron miradas preocupadas. La boca de Wayne Turner se abrió y miró fijo a O'Malley. Éste se sonrojó enfadado, lo miró y continuó.

– El intendente cree que el señor Lake puede proporcionar una visión de la mente del criminal, que él conoce como abogado defensor, ofreciéndonos así una perspectiva nueva en el caso.

– Espero que sea de utilidad -dijo Peter Lake, sonriendo lleno de disculpas-. Sé que no soy un policía entrenado, de modo que trataré de mantenerme fuera del camino.

– El doctor Klien está muy ocupado -dijo O'Malley, sin prestar atención a Lake-Debe tomar el vuelo de las dos y cincuenta de regreso a la ciudad, de modo que dejaré que él se haga cargo.

Lake se sentó detrás de todos, en la parte posterior de la habitación. Frank Grimsbo movió lentamente la cabeza. Wayne Turner cruzó los brazos sobre el pecho y miró fijamente a O'Malley con mirada acusadora. Nancy frunció el entrecejo. Sólo Glen Michaels, el regordete y calvo criminólogo que O' Malley había asignado para hacer el trabajo forense del equipo de investigación, pareció despreocupado ante la presencia de Lake. Se concentró en Mark Klien, quien se dirigió al frente de la habitación y se detuvo ante una pared cubierta de información sobre las víctimas.

– Espero que lo que tenga que decirles sea de alguna utilidad para ustedes -dijo Klien, hablando sin emoción-. Una de las desventajas que un departamento pequeño como el de Hunter's Point tiene en estos casos es su falta de experiencia en este tipo de delitos. Hasta incluso en los departamentos más grandes se encuentran perdidos, ya que los asesinos de crímenes en serie, por todo el sufrimiento que provocan y toda la publicidad que reciben, son, afortunadamente, aves raras. Ahora que el FBI ha establecido en Quantico el Programa de Comprensión de Crímenes Violentos (VICAP), los departamentos pequeños, como el de ustedes, pueden solicitar una descripción de su caso al sistema VICAP y conocer si en otras partes del país se han producido asesinatos similares. El VICAP utiliza un programa de informática que provee una lista de los crímenes violentos y sus descripciones en todo el país y puede conectarlos con otros departamentos de policía, donde se produjeron crímenes similares, de modo que ustedes puedan coordinar la investigación.

"Lo que hoy deseo hacer es darles un perfil del asesino de crímenes en serie, a fin de descartar cualquier estereotipo que puedan tener y hacer una lista de algunos factores comunes que pueden buscar. El FBI ha identificado dos categorías separadas: el desorganizado asocial y el organizado no social. Expliquemos primero este último tipo. El organizado no social es un psicópata sexual y, como cualquier psicópata, es incapaz de sentir empatia, lástima o preocupación por su prójimo. Sus víctimas son simplemente objetos que él utiliza como le place, a fin de satisfacer sus propias necesidades perversas. Desahogar su rabia es una de estas necesidades, ya sea a través de la mutilación o la violación de sus víctimas. El estrangulador de Boston, por ejemplo, colocaba a sus víctimas en una posición tal que la primera visión que cualquiera que entrara al lugar tenía de ellas era verlas con las piernas abiertas. Otro asesino enviaba por correo el pie de su víctima a sus padres, a fin de profundizar el dolor y la tristeza que ya había provocado”.

– Perdone, doctor Klien -dijo Wayne Turner-. ¿Es posible que nuestro asesino deje notas para atormentar a los maridos?

– Ésa es una buena posibilidad. La crueldad de torturar a los bienamados de la víctima y, en consecuencia, crear más víctimas, sería muy atractivo para un psicópata sexual, ya que este individuo no posee ningún código moral ni sentido de remordimiento. Es capaz de cometer cualquier acto. No resulta raro que conserve partes de cadáveres, o que se los coma e inclusive tenga relaciones sexuales con el cadáver mismo. Lucas decapitó a una de sus víctimas y mantuvo sexo oral con la cabeza durante una semana, hasta que el hedor se tornó tan extremo que debió desecharlo.

– ¿Es ése el tipo de loco bastardo el que encontramos aquí? -preguntó Grimsbo.

– No es "loco", detective. A pesar de los extremos de su conducta, estas personas no están legalmente declaradas insanas. Ellos tienen plena conciencia de lo que es moral y legalmente correcto e incorrecto. Lo aterrador es que ellos no aprenden de sus experiencias, de modo que ni el tratamiento ni el encarcelamiento pueden modificar su conducta. En síntesis, a causa de la compulsividad que está asociada con estos actos sexuales, lo más probable es que vuelvan a matar.

– ¿Qué significa la rosa negra? -preguntó Nancy.

– No lo sé, pero la fantasía y la compulsión forman una gran parte de las acciones de estos asesinos, y la rosa podría ser parte de la fantasía del asesino. Antes del asesinato, ellos fantasean acerca de ello en gran detalle, planificando muy específicamente qué es lo que harán. Esto aumenta su nivel de excitación o tensión, de modo tal que en definitiva su acto se transforma en compulsión. Cuando termina el asesinato, existe un sentimiento de alivio hasta que la tensión vuelve a acumularse, comenzando un nuevo ciclo. El Hijo de Sam habló del gran alivio que él sentía después de cada asesinato, pero también demostró su mal juicio cuando dijo que no sabía por qué sus víctimas se resistían tanto, ya que él sólo las mataría, no las violaría.

"Como la fantasía está tan conectada con su conducta, estos asesinos a menudo toman alguna parte especial del cuerpo o alguna prenda de vestir. La utilizan luego para volver a vivir el acto. Este enorme uso de la fantasía también da por resultado crímenes muy bien planeados. El estrangulador de Hillside no sólo traía un arma, sino que traía bolsas plásticas para colocar los cadáveres. Esto podría ser importante por la ausencia de evidencia forense en las escenas del crimen. Es de suponer que su asesino es alguien que conoce muy bien el área de investigación de la policía. ¿Soy correcto en que un análisis de las notas y las rosas no ha arrojado ninguna pista y que las escenas del crimen no han dejado ni una fibra o cabello que pudiera ser de alguna utilidad?”

– Es muy cierto -contestó Glen Michaels-. Sí, tenemos huellas de la nota de Lake, pero resultaron ser de la esposa. Todas las demás resultaron inmaculadas y no había nada fuera de lo común en el papel o la tinta. Hasta aquí, el laboratorio no ha encontrado nada que podamos utilizar.

– No me sorprende -dijo Klien-. Existe un interés peculiar entre estos hombres con respecto a la policía y el trabajo que ésta realiza. Algunos incluso han llegado a los extremos de la ejecución de la ley. Bundy concurrió a conferencias del FBI, y Bianchi trabajaba en un servicio de seguridad y estaba en una reserva de la policía. Eso significa que tienen conciencia de los pasos que deben dar para evadir la detención. Su interés en el trabajo de la policía también puede estar en la necesidad de conocer cuan cerca está la policía de atraparlos.

"Hablemos de las víctimas. En general son accidentales, en lo que se refiere a que el asesino simplemente se mueve por los alrededores hasta que encuentra una. Las prostitutas son víctimas fáciles, ya que se suben a los automóviles o incluso permiten que se las aten. La víctima, en general, no pertenece a la clase de familia del asesino y por lo común es una extraña, lo que hace que su aprehensión sea más difícil”.

– ¿Ve usted que eso sea cierto en nuestro caso? -le preguntó Nancy-. Lo que quiero decir es que estas mujeres siguen un patrón. Están casadas con profesionales, no trabajan y, salvo por la señora Lake, no tienen hijos. También pertenecen a la misma ciudad. ¿No demuestra eso una planificación de antemano? Que él está buscando una víctima en particular que satisfaga su fantasía, antes que tomar mujeres al azar,

– Tiene usted razón. Estas víctimas no parecen acomodarse al patrón común de selección al azar. Está muy claro que su asesino está al acecho de un tipo particular de mujer, en una zona en particular, que sugiere que tal vez viva en Hunter's Point.

– Lo que no comprendo es cómo él llega hasta ellas -comentó Wayne Turner-. Se trata de mujeres con cultura. Viven en barrios residenciales donde los residentes sospechan de los extraños. Sin embargo, no existe señal de resistencia en ninguno de los hogares, salvo en el de los Lake, y, aun allí, la escena del crimen no estaba muy perturbada.

Klien sonrió.

– Usted nos ha presentado uno de los errores más grandes acerca de los asesinos de crímenes en serie, detective Turner. En las películas están caracterizados como monstruos, pero en la vida real se ajustan a la comunidad y no parecen sospechosos. Típicamente, son inteligentes, personales, incluso hombres bien parecidos. Bundy, el bandido de 1-5, el estrangulador de Hillside, Cortez, todos ellos son hombres muy apuestos. De modo que es probable que nuestro asesino sea alguien que estas mujeres dejarían entrar en sus casas sin temor.

– ¿No dijo que había dos tipos de asesinos de crímenes en serie? -preguntó Grimsbo.

– Sí. Existe también el asesino desorganizado asocial, pero en este caso no estamos tratando con alguien que entre en esta categoría. Es desafortunado, ya que es más fácil de atrapar. Estos son solitarios psicóticos que se relacionan muy poco con el prójimo y no tienen simpatía ni capacidad como para mezclarse con la comunidad. Sus actos son impulsivos y el arma es en general cualquier cosa que tengan a mano. El cadáver está a menudo mutilado o manchado de sangre y ellos con frecuencia se ensucian con sangre. Las escenas del crimen pueden ser muy horrorosas. Tampoco son móviles, como los organizados no sociales. Sus homicidios con frecuencia suceden cerca de sus casas y a menudo vuelven a la escena del crimen, no para verificar la investigación, sino para mutilar el cuerpo o para revivir el asesinato. Es raro que penetren sexualmente al cuerpo. En general se masturban sobre él o en la zona inmediata, lo que puede ser de ayuda, ahora que existen las pruebas del ADN. Pero el muchacho de ustedes es demasiado inteligente como para ser un desorganizado asocial.

– ¿Por qué no encontramos los cuerpos? -preguntó Turner.

– Es obvio que los está escondiendo, como el Asesino del Green River. El jefe O'Malley me dice que hay muchas granjas y bosques en esta zona. Uno de estos días alguien que corra se topará con una tumba masiva, y ustedes tendrán los cuerpos.

– ¿Cómo será, doctor Klien? -preguntó Nancy.

– No será lindo. Estamos tratando con sádicos sexuales. Si él tiene a su víctima aislada y tiene tiempo… Vean, estos hombres están expresando su rabia hacia estas víctimas mujeres. La mutilación y el asesinato aumenta su estimulación sexual. En algunos casos, en donde el asesino es por lo común impotente, la violencia hace posible para él el sexo. La fantasía y la tortura son la estimulación erótica que antecede al acto sexual, detective. El asesinato es la penetración. Algunos de estos hombres eyaculan automáticamente en el momento en que están matando.

– Jesús -murmuró Grimsbo-. Y usted dice que estos hombres no están locos.

– Dije que no estaban locos, pero no dije que fueran seres humanos. Personalmente veo al hombre que están buscando menos que humano. En algún lugar del camino, algunas de las cosas que nos hacen humanos se pierden, ya sea por la genética o por el entorno o… Bueno -Klien se encogió de hombros-, en realidad no importa, ¿o sí?, ya que está más allá de toda esperanza y debe ser detenido. De lo contrario, seguirá una y otra vez, en tanto existan mujeres allí afuera que lo puedan alimentar.


4

Nancy Gordon, Wayne Turner, Frank Grimsbo y Glen Michaels esperaban en la oficina de O'Malley cuando regresaron de acompañar al doctor Klien al aeropuerto.

– Me los esperaba -dijo, cuando los vio.

– Entonces, por favor, explícanos qué carajo pasa -pidió Turner.

– No hay forma de endulzarlo -dijo O'Malley-. Discutí con el intendente y perdí, punto. Tenemos a Lake pegado a nosotros.

– Me estás jodiendo -dijo Grimsbo.

– No, Frank, no te estoy jodiendo. Te digo los hechos de la vida política.

– El tipo es un potencial sospechoso -dijo Grimsbo.

– Chicos, pongamos esto sobre la mesa, ya que podría hundirlo, si fuera cierto.

– No creo que sea él, John -dijo Nancy-. Me encontré con él unas pocas veces y está destrozado por la pérdida de su esposa e hija.

– Sí -contestó Turner-, pero dice que no vio a nadie salir de la casa. ¿Dónde fue el asesino? Desde la calle sin salida, hay un solo camino para salir del barrio.

– Los vecinos no vieron tampoco a nadie -dijo Nancy.

– Ninguno vio a nadie en el lugar de las desapariciones, Wayne -dijo Glen Michaels.

– Lo que deseo saber es qué es lo que hace un civil en la investigación de la policía -dijo Grimsbo.

O'Malley suspiró.

– Lake tiene conexiones políticas. Se lo conoce como abogado criminalista ya que ganó la defensa por insania de aquella torta de frutas que fue Daley. Sin embargo, la especialización del tipo es en bienes raíces y ha hecho unos millones con eso, algunos de los cuales han contribuido al cajón de la campaña del intendente. Es además uno de los mayores contribuyentes del gobernador y presta servicios en algún consejo de planificación urbana en Albany. Lo básico es que el gobernador llamó ayer al intendente, quien me llamó a mí para explicarme que la experiencia de Lake como abogado criminalista será invalorable en la investigación y la suerte que tendríamos de contarlo en nuestro equipo. La prensa ya está sobre el culo del intendente por haber mantenido en secreto las desapariciones hasta que los asesinatos de las Lake le forzaron a romper el silencio. Está desesperado por obtener resultados y no rechazará ningún pedido del gobernador o de uno de los mayores contribuyentes de la campaña.

– No confío en él -dijo Turner-. Hace algunos años tuve un caso con Lake. Tuvimos una fianza con este tipo y encontramos un kilo de cocaína en su habitación. En la casa había una mujer embarazada sin antecedentes. Ella juró que la cocaína era de ella y que el tipo le estaba haciendo un favor al dejarla quedarse en el lugar mientras estaba esperando su bebé. El defensor ganó y el caso es que el fiscal de distrito ni siquiera se molestó en procesar al pollito. Yo jamás pude probarlo, pero oí rumores de que Lake le había pagado a la mujer para que cometiera perjurio.

– ¿Alguien más oyó algo como eso? -preguntó O'Malley.

Michaels negó con la cabeza.

– Él me interrogó dos o tres veces. Mi impresión es que es muy inteligente. Hizo un trabajo excelente en un caso que tenía una evidencia de manchas de sangre. En realidad me hizo bailar allí arriba.

– He oído que es un tipo inteligente -manifestó Grimsbo-, pero también he oído rumores acerca del soborno, y a algunos abogados que conozco no les gusta la ética profesional de Lake. Es todavía un sospechoso, aunque sea un éxito; no me gusta la idea de que un ciudadano trabaje en algo tan sensible.

– Mira, estoy de acuerdo contigo, Frank-dijo O'Malley-. Apesta. Pero no importa. Hasta que yo pueda convencer al intendente de lo contrario, Lake se queda. Simplemente trata de mantenerlo lejos de tus pies. Otórgale mucho trabajo, hazle leer todos los informes. Si surge algo que tú no deseas que él sepa, acude a mí. ¿Alguna pregunta?

Turner murmuró algo acerca del intendente y Grimsbo negó con la cabeza mostrando su disgusto. O'Malley no les prestó atención.

– Muy bien, salgan de aquí y vayan a trabajar. Todos ustedes oyeron a Klien. Debemos detener pronto a ese psicópata.


5

El estómago de Nancy Gordon hacía ruido. Supuso que eran pasadas las seis. El reloj le dijo que casi eran las siete. Había estado escribiendo informes y perdido la idea del tiempo. Cuando salía del departamento de policía, pasó junto a la oficina del equipo de investigación y notó que había luces encendidas. Peter Lake estaba en mangas de camisa, con los pies sobre una de las esquinas del escritorio. Cerca de su codo había una gran pila de informes y un anotador amarillo. Mientras leía, escribía notas.

– No resolverá este caso en una noche -le dijo Nancy, tranquila. Lake asintió, asombrado. Luego sonrió, dócil.

– Siempre trabajo así. Soy compulsivo.

Nancy se acercó al escritorio de Lake.

– ¿Qué hace?

– Leo sobre las desapariciones de Reardon y Escalante. Tuve una idea. ¿Tiene tiempo?

– Voy a comer. ¿Quiere venir? Nada especial. En Oak hay un café que está abierto toda la noche.

Lake miró la pila de informes y el reloj.

– Seguro -le dijo, mientras sacaba las piernas del escritorio y tomaba la chaqueta-. No me di cuenta de lo tarde que era.

– Yo también estaba concentrada en algo. Si mi estómago no me lo hubiera anunciado, todavía estaría en mi escritorio.

– A usted le debe de gustar su trabajo.

– A veces.

– ¿Cómo entró aquí?

– ¿Quiere decir qué hace una linda niña como yo trabajando en este lugar?

– Eso jamás se me ocurrió.

– ¿Que yo sea una linda niña?

Lake rió.

– No. Que usted no esté preparada para hacer el trabajo de la policía.

Nancy dio la salida en el escritorio de la recepción y siguió a Lake.

Después de la caída del sol, Hunter's Point era una ciudad fantasma, salvo por unos pocos lugares que reunían a la gente de la universidad. Nancy vio la marquesina del cine de Hunter's Point y los carteles de luces de neón de un par de bares. La mayor parte de los comercios estaban cerrados durante la noche. El café quedaba a sólo una cuadra y media de la comisaría. Se veía como un oasis de luz en un desierto de oscuridad.

– Aquí es -dijo Nancy, manteniendo abierta la puerta del Café de Chang. Había un mostrador, pero Nancy llevó a Lake a un reservado. La mujer de Chang les trajo agua y la lista de las comidas.

– La sopa y las tartas son buenas y el resto es comestible. No busque nada que se parezca a la comida china. El señor Chang cocina platos italianos, griegos y cualquier otra cosa que le venga en ganas.

– Usted no es de Hunter's Point, ¿no es así? -le preguntó Lake, después de pedir la comida.

– ¿Cómo podría saberlo?

– No tiene acento. Yo mismo soy un trasplante del Oeste. Veamos. Apuesto a que es Montana.

– Idaho -dijo Nancy-. Mis padres todavía viven allí. Son agricultores. Mi hermano es profesor de la secundaria en Boise. Yo no amaba Idaho y deseaba ver el mundo. Afortunadamente corrí unos miserables ochocientos metros y la universidad me ofreció la mejor beca. De modo que terminé en Hunter's Point.

– No exactamente París -le comentó Lake.

– No exactamente -le dijo Nancy con una sonrisa-. Pero era Nueva York y sin la beca no había forma de que yo pudiera ir a la facultad. Para ese tiempo la ciudad de Nueva York y Hunter's Point estaban a mundos de distancia y yo me estaba divirtiendo mucho como para importarme.

– ¿Y el trabajo en la policía?

– Mi carrera fue justicia criminal. Cuando me recibí, el departamento de policía de Hunter's Point necesitaba una mujer para llenar su cuota de acción afirmativa al lugar de la mujer.

Nancy se encogió de hombros y miró a Lake, como si esperara un desafío.

– Apuesto a que usted llegó a ser detective por mérito -le dijo.

– Correcto -contestó Nancy con orgullo, justo cuando la señora Chang llegó con la sopa.

– ¿Cómo terminó aquí? -le preguntó Nancy, mientras esperaba que el minestrón se enfriara.

– Soy de Colorado -dijo Lake, sonriendo-. Fui a la facultad estatal de Colorado; luego presté servicio en los cuerpos de la Infantería de marina. Había un tipo en el tribunal de justicia militar que iba a la facultad de derecho y me sugirió que me anotara. Conocí a Sandy en la universidad.

Lake hizo una pausa y su sonrisa desapareció. Bajó la mirada a su plato. La acción tenía una cualidad no natural, como si de pronto se diera cuenta de que aquella sonrisa sería inadecuada cuando estaba hablando de su mujer muerta. Nancy miró a Lake de un modo extraño.

– Lo siento -se disculpó-. Sigo pensando en ella.

– Está bien. No hay nada de malo en recordar.

– No me gusto a mí mismo cuando me pongo lloroso. Siempre he sido una persona con control. Los asesinos me hicieron darme cuenta de que nada es predecible ni permanente.

– Si le ha llevado este tiempo saber eso, tiene suerte.

– Sí. Una carrera con éxito, una gran esposa y una hija. Todo eso lo hace ciego a lo que el mundo es verdaderamente, ¿no es así? Entonces alguien le quita a uno todas esas cosas, en un segundo y… y usted ve…

– Usted ve la suerte que tenía cuando poseía todo aquello, mientras duró, Peter. La mayoría de las personas jamás tienen en toda la vida lo que usted y yo tuvimos por un corto tiempo.

Lake bajó la mirada a la mesa.

– En el departamento de policía usted me dijo que tenía una idea -dijo Nancy, para cambiar de tema.

– Probablemente sea jugar al detective-contestó-, pero algo me llamó la atención cuando estaba revisando los informes. El día en que Gloria Escalante desapareció, un camión de la florería estaba haciendo un reparto por la zona. Una mujer le abriría la puerta a un hombre que le trae flores. Se sentiría excitada y no pensaría. El hombre podría llevarse a la mujer en el camión. Y hay una rosa. Alguien que trabaje en una florería tendría rosas al alcance de su mano.

– No está mal, Peter-dijo Nancy, incapaz de ocultar su admiración-. Después de todo podría ser un buen detective. El hombre de los envíos era Henry Waters. Tiene antecedentes menores por conducta indecente y es uno de los sospechosos. Probablemente no llegó todavía al informe de Wayne. Él está haciendo una verificación de los antecedentes de Waters.

Lake se ruborizó.

– Supongo que ustedes están muy por delante de mí.

– Peter, ¿tenía Sandy alguna conexión con la florería Evergreen?

– ¿Es allí donde trabaja Waters?

Nancy asintió.

– No creo. Pero puedo mirar nuestros recibos y la chequera para ver si ella alguna vez pidió algo de esa florería. Estoy seguro de que yo nunca lo hice.

Llegó la cena y comieron en silencio durante unos minutos. Los spaghetti que comía Nancy estaban deliciosos, pero ella notó que Lake simplemente tomaba su comida de a trocitos.

– ¿Desea hablar de Sandy? -preguntó Nancy-. Estamos tratando de entrecruzar los antecedentes de las actividades de las víctimas. Ver si ellas pertenecían a los mismos clubes, estaban suscritas a las mismas revistas. Cualquier cosa que nos ofrezca un común denominador.

– Frank me pidió que hiciera eso en la noche del asesinato. Estuve trabajando en ello. Éramos socios del club de campo Delmar, del club atlético de Hunter's Point, del Racket Club. Tengo una lista de nuestras tarjetas de crédito, suscripciones, todo lo que me vino a la mente. Para el fin de la semana lo tendré listo. ¿Es Waters el único sospechoso que tienen?

– Hay otros, pero no es nada concreto. Yo hablo de abusadores sexuales conocidos, no de ninguno que hayamos vinculado con cualquiera de los crímenes. -Nancy hizo una pausa-. Al pedirle que me acompañara a comer, tuve otro motivo. Seré absolutamente honesta con usted. Usted no debería mezclarse en esta investigación. Ha presionado con el intendente, es por ese motivo que está aquí, pero todos los del equipo se sienten resentidos por la forma en que usted presionó para estar con nosotros.

– ¿Eso la incluye?

– No. Pero eso es sólo porque yo comprendo lo que lo lleva a esto. Lo que usted no comprende es lo autodestructiva que resulta su conducta. Está obsesionado con este caso porque cree que colocándose en el trabajo de detective se ayudará a escapar de la realidad. Pero usted está atrapado en el mundo real. Finalmente deberá aceptarlo, y cuanto más pronto lo haga mejor será. Usted tiene una buena posición. Puede construir una nueva vida. No posponga el aceptar lo que sucedió, continuando en el esclarecimiento de estos asesinatos.

Mientras hablaba, Nancy observaba a Lake. Él no desvió en ningún momento su mirada. Cuando terminó de hablar, Peter se inclinó hacia adelante.

– Gracias por su honestidad. Sé que mi intromisión en el equipo de investigación no es bienvenida y estoy complacido de que me diga cómo se sienten los otros por eso. No estoy preocupado por mi trabajo. Mis socios seguirán sin mí y yo he hecho tanto dinero que podría vivir muy bien sin trabajar. Lo que me importa a mí es atrapar a este asesino antes de que vuelva a lastimar a otros.

Lake extendió la mano sobre la mesa y le cubrió la mano a Nancy.

– También me importa que usted esté preocupada. Yo aprecio eso.

Lake le acarició la mano mientras hablaba. Fue un contacto sensual, un claro acercamiento, y Nancy se sintió impactada por lo inadecuado de su acción, aun cuando Lake no lo estaba.

– Estoy preocupada por usted como una persona que es víctima de un crimen horrendo -le dijo Nancy con firmeza, mientras retiraba su mano de abajo de las de Lake.- También estoy preocupada de que pueda llegar a hacer algo que arruine nuestra investigación. Por favor, Peter, reflexione acerca de lo que le dije.

– Lo haré -le aseguró Lake.

Nancy comenzó a abrir su bolso, pero Lake la detuvo.

– Yo me hago cargo de la cena -sonrió.

– Yo siempre pago mi parte-le contestó Nancy, dejando la suma exacta sobre la cuenta que estaba sobre la mesa, además de dejar un dólar de propina debajo de la taza de café. Se puso de pie y caminó hacia la puerta.

Peter colocó su dinero junto al de ella y la siguió hasta afuera.

– ¿Puedo llevarla a su casa? -le preguntó.

– Mi automóvil está en el estacionamiento del cuartel.

– El mío también. La acompañaré hasta allí.

Caminaron en silencio hasta que llegaron al departamento de policía. El estacionamiento tenía una iluminación tenue. Las plantas estaban en sombras. El automóvil de Nancy se encontraba en la parte posterior del destacamento donde no se veían luces en las ventanas.

– Podría haber sucedido en un lugar como este -murmuró Lake mientras caminaban.

– ¿Qué?

– Las mujeres -dijo Lake-. Caminando a solas en un estacionamiento desierto. Sería muy fácil acercarse a ellas. ¿No hizo eso Bundy? Con un yeso falso para provocar lástima. En un minuto estarían en el baúl del automóvil del asesino y todo habría acabado para ellas.

Nancy sintió un escalofrío. No había nadie en el estacionamiento, sólo ellos dos. Llegaron a un lugar sin iluminación. Volvió la cabeza para ver a Lake. Éste la observaba, pensativo. Nancy se detuvo en su coche.

– Ésa es la razón por la que deseaba acompañarla -continuó Lake-. Ninguna mujer está segura hasta que lo atrapen.

– Piense en lo que le dije, Peter.

– Buenas noches, Nancy. Creo que juntos trabajamos bien. Gracias de nuevo por preocuparse.

Nancy dio marcha atrás con su Ford y se marchó. Pudo ver que Lake la observaba por su espejo retrovisor.


6

Nancy se paró en la oscuridad y levantó pesas, siguiendo la rutina que ella y Ed habían creado. Ahora hacía curvas, con el peso máximo que podía soportar. Su antebrazo se arqueó hacia el hombro, lentamente, sin detenerse, mientras ella levantaba la pesa de la derecha y luego la izquierda. El sudor manchaba su camiseta. Las venas se hinchaban en el cuello.

Algo definitivamente malo estaba sucediendo. Lake había estado llenando sus pensamientos. Cuando Ed murió, había perdido el interés por el sexo durante meses. Le había dolido ver a las parejas caminar tomadas de la mano. Pero, cuando Lake le tomó la mano a ella, se la había acariciado, de la forma en que se hace cuando se acaricia la mano de un amante. Cuando le dijo que trabajaban bien juntos, resultó definitivamente una proposición.

Nancy terminó su rutina. Bajó las pesas al suelo e hizo varias inspiraciones profundas. Eran casi las seis. Había estado levantada desde ías cuatro y treinta, ya que una pesadilla la había despertado sin lograr dormirse.

Frank consideró a Lake un sospechoso y ella no había estado de acuerdo. Ahora comenzaba a dudar. Recordó lo que el doctor Klien había dicho. Lake era inteligente y personal. Habría sido fácil para él ganar la confianza de sus víctimas. Ellas eran el tipo de mujeres con las que se encontraba todos los días en sus clubes, y él era el tipo de hombre que las víctimas encontraban en los de ellas.

El organizado no social era un psicópata que no podía sentir lástima ni preocupación por el prójimo. El tipo de persona que debería falsear emociones. ¿Fue Lake atrapado con la guardia baja, en el café, entre el recuerdo de su primer encuentro con Sandra Lake y el combinar la reacción adecuada a aquel recuerdo? Hubo un breve instante en que los rasgos de Lake habían estado complemente vacíos de toda emoción.

Klien también dijo que esos asesinos tenían interés en el trabajo de la policía. Lake, un abogado criminalista de experiencia, conocería todo lo relacionado con el trabajo policial. Nancy se tendió en el suelo y realizó cincuenta abdominales. Lo que normalmente era algo fácil resultó ser difícil. No podía concentrarse. Su cabeza estaba llena con la presencia de Lake, solo en las sombras del estacionamiento, esperando. ¿Cómo sabía él lo del yeso falso de Bundy? El doctor Klien no lo había mencionado.

Después de las pesas, ella y Ed corrían ocho kilómetros por el barrio. Ed era más fuerte que Nancy, pero ella corría más rápidamente. Los domingos también corrían. El perdedor preparaba el desayuno. El ganador decidía cuándo y cómo hacer el amor. Nancy no pudo durante dos meses tocar ni las pesas ni correr después del asesinato de Ed.

Cien flexiones. Arriba, abajo, arriba, abajo. Su estómago estaba tan tenso como un tambor. Sus pensamientos, en la oscuridad, en el estacionamiento, con Lake. ¿Debería contarles a Frank y a Wayne? ¿Lo estaba imaginando? ¿Desviarían esas sospechas suyas la investigación y dejarían que el verdadero asesino se escapara?

Eran las seis y quince. Las pesas estaban en una sala pequeña junto al dormitorio. El sol comenzaba a ascender sobre los barrios ricos del Este. Nancy se quitó sus calzas y la camiseta y las arrojó al canasto de la ropa sucia. Había subido de peso después de la muerte de Ed. Salvo por un mes cuando se estuvo recuperando de un estiramiento, durante el segundo año del secundario, era la primera vez que no había hecho gimnasia con regularidad. Ahora había perdido peso y podía ver los músculos marcados de su vientre y de las piernas. El agua caliente la aflojó. Se lavó el cabello. No dejó un momento de pensar en Peter Lake.¿Por qué no se habían encontrado antes cadáveres? ¿Por qué los asesinatos de las Lake fueron diferentes? Sandra Lake había sido asesinada, aparentemente, de manera rápida. ¿Por qué? ¿Y por qué la habría asesinado Peter? ¿Había descubierto ella algo que lo vinculaba con los otros asesinatos y lo enfrentaba con la evidencia? Y aquello aún dejaba la pregunta más difícil de todas: ¿era Lake un monstruo tal que llegaría a asesinar a su propia hija para cubrir sus otros crímenes?

Mientras se vestía, Nancy trató de encontrar algún hecho concreto que pudiera presentarles a los otros detectives. Una prueba que vinculara a Peter con los crímenes. No encontró nada. Por el momento, debería guardarse aquellos sentimientos para sí.


7

Frank Grimsbo se pasó el antebrazo por la frente, manchando la manga de su saco con sudor. Llevaba puesta una camisa de mangas cortas de color blanco y pantalones marrones de poliester. Se abrió el nudo de su corbata estampada y se desabrochó el botón superior. El calor lo estaba matando y no podía pensar en otra cosa que no fuera una cerveza helada.

Herbert Solomon abrió la puerta al tercer timbre. Fatigado, Grimsbo levantó su placa y se identificó.

– ¿Se trata de los Lake, no es así? -preguntó Solomon, un fornido hombre de mediana estatura que lucía una barba bien cuidada y vestía unas bermudas sueltas a cuadros verdes y rojos y una camiseta amarilla.

– Eso es, señor Solomon. Mi socio y yo estamos haciendo un recorrido por el barrio.

– Yo ya hablé con un policía la noche en que sucedió.

– Lo sé, señor. Soy detective de un equipo especial de investigaciones que indaga todo lo relativo al asesinato, y deseo preguntarle algunos detalles.

– ¿Hubo otras muertes? Yo pensé que las mujeres habían desaparecido simplemente.

– Eso es, pero estamos pensando en lo peor.

– Entre y salga de este calor. ¿Puedo traerle una cerveza, o tiene prohibido beber cuando está de servicio?

Grimsbo sonrió.

– Una cerveza estaría muy bien.

– Espere aquí y le traeré una -dijo Solomon, señalando la pequeña habitación del frente. Grimsbo se abrió la camisa y caminó hacia la salita. Gracias a Dios que estaban recorriendo Meadows. donde todos tenían aire acondicionado.

– Espero que esto esté lo suficientemente fresco para usted -dijo Solomon, ofreciéndole a Grimsbo una Budweiser. Se colocó la botella contra la frente y cerró los ojos. Luego tomó un sorbo.

– Hombre, esto sí que da en el blanco. Desearía que pudieran inventar la forma de poner aire acondicionado allí afuera.

Solomon rió.

– ¿Es usted contador?

– Contador público nacional.

– Me lo imaginé -dijo Grimsbo, señalando con su cerveza dos grandes bibliotecas llenas de libros de práctica contable e impuestos. Ante la única ventana de la habitación había un escritorio. En el centro de éste, una computadora e impresora, junto a un teléfono. La ventana miraba sobre Sparrow Lane, a través de un ancho parque.

– Bueno -dijo Grimsbo, después de tomar otro trago de su botella-, déjeme hacerle unas preguntas y obtener así alguna información. ¿Estuvo usted en los alrededores la noche en que la señora Lake y su hija fueron asesinadas?

Solomon dejó de sonreír y asintió.

– Pobre bastardo.

– ¿Conoce usted a Peter Lake?

– Seguro. Los vecinos y todos. En Meadows tenemos un comité de propietarios. Pete y yo estábamos en él. Jugábamos dobles en el torneo de tenis. Marge, mi esposa; ella y Sandy eran buenas amigas.

– ¿Está su esposa en casa?

– Está en el club, jugando golf. Yo no tenía ganas con este calor. -Grimsbo dejó su cerveza y tomó un anotador y lapicera del bolsillo interior de la chaqueta.

– ¿Alrededor de qué hora llegó usted a casa la noche en que sucedió?

– Debían de ser cerca de las seis.

– ¿Vio algo fuera de lo normal aquella noche?

– Nada. Nos quedamos en el comedor hasta que terminamos la cena. El comedor mira al patio trasero. Luego fuimos a la sala de estar por unos minutos. Está también en la parte trasera de la casa. Después de eso estuve aquí trabajando con la computadora con las persianas bajas.

– Muy bien -dijo Grimsbo, reticentemente preparado para dar por finalizada la entrevista y volver a traquetear por el calor.

– Una cosa que me olvidé cuando el oficial habló conmigo la noche del asesinato. Había tal excitación… y Marge estaba histérica. Sí, vi regresar a Pete a su casa.

– ¿Oh, sí? ¿Cuándo fue eso?

– Puedo ser bastante exacto en eso. Los Yankees jugaron ese día y yo vi los resultados en el programa de deportes de la CNN, que da los resultados cada veinte minutos pasados la hora. Entré en mi estudio justo después de los resultados, de modo que creo que serían las siete y veintidós o algo así. Vi el Ferrari de Pete cuando cerré las persianas.

– ¿Llegaba él a su casa?

– Correcto.

– Y usted está seguro de la hora.

– Veinte minutos pasados la hora, cada hora. De modo que puede haber sido alrededor de esa hora, agréguele o quítele un minuto.

– ¿Vio en algún momento el camión de la florería en cualquier momento de aquella noche, cerca de Meadows o en el barrio?

Solomon pensó por un segundo.

– Había un service de televisores en Osgoods. Ése fue el único vehículo extraño que vi.

Grimsbo se levantó de su asiento y extendió la mano.

– Gracias por la cerveza.


Wayne Turner estaba apoyado contra el coche, con aspecto tan fresco con su traje tostado y su corbata marrón que le molestó a Grimsbo.

– ¿Tuviste suerte? -preguntó Turner, mientras se separaba del automóvil.

– Nada. Oh, Solomon, el último tipo con el que hablé vio que Lake llegaba a su casa alrededor de las siete y veinte. Otra cosa que no sea ésa, no tengo nada que sea distinto de lo que está en los informes de los policías.

– Yo tampoco tengo nada, pero no me sorprende. En un barrio como Meadows, las casas tienen terreno. Ellos no viven unos encima de otros. Menos oportunidad de que vean lo que pasa en la casa del vecino. Y, con un calor como éste, están todos en el interior con el aire acondicionado o afuera en sus clubes de campo.

– Entonces, ¿qué hacemos ahora?

– Volver.

– ¿Conseguiste algo del camión de la florería? -preguntó Grimsbo, cuando puso el automóvil en marcha.

– Había un service de televisión en Osgoods, pero no de la florería.

– Sí, yo también tengo al tipo de la televisión. ¿Qué opinas de Waters?

– No opino nada, Frank. ¿Lo has visto?

Grimsbo negó con la cabeza.

– ¿Nuestro asesino debe de tener un alto coeficiente intelectual, no es así? Waters tiene cero. Un chico flaco con el rostro lleno de granos. Tiene un asomo de barba. Si no es retardado mental, no está lejos de eso. Dejó la escuela antes de terminar. Tiene dieciocho años. Trabajaba como empleado en una gasolinera y como ascensorista en Safeway. Cuando lo arrestaron por masturbarse en la ventana de una vecinita de dieciséis años, perdió su trabajo. El padre de la chica lo hizo escupir mierda.

– Se oye bastante patético -observó Grimsbo.

– El tipo no tiene vida. Vive con su madre. Ésta tiene casi setenta años y está mal de salud. Lo seguí por unos días. Es un robot. Todos los días hace la misma rutina. Sale del trabajo y camina hasta el One Way Inn; este bar está a mitad de camino de su casa. Pide dos cervezas, se las toma, no le dice nada a nadie, ni siquiera al encargado del bar. Cuarenta y cinco minutos después de entrar, se marcha, va derecho a su casa y se la pasa mirando televisión con su madre. Hablé con su jefe y con los vecinos. Si tiene amigos, nadie sabe quiénes son. Tuvo este empleo de entregas de la florería Evergreen durante más tiempo que los otros.

– ¿Lo estás eliminando?

– Es una posibilidad remota. Un tipo un poco torcido, seguro, pero yo no lo convierto en nuestro asesino. No es lo suficientemente inteligente como para ser nuestro muchacho. No tenemos nada con Waters.

– No tenemos nada, punto.


Glen Michaels entró en la oficina del equipo de investigación justo cuando Grimsbo y Turner terminaban los informes sobre sus entrevistas en Meadows.

– ¿Qué conseguiste? -preguntó Grimsbo. Ya se había quitado la chaqueta y estaba estacionado junto al pequeño ventilador.

– Nada en absoluto -dijo Michaels-. Es como si el tipo jamás hubiera estado allí. Acabo de terminar mi trabajo en el laboratorio. Todas las impresiones concuerdan con las de las víctimas, las de Lake o de algunos de los vecinos. No hay nada para hacer una prueba de ADN. Ni cabellos, ni fibras, ni semen, nada. Éste es un tipo inteligente, caballeros.

– ¿Crees que conoce los procedimientos de la policía? -preguntó Turner.

– Debo creerlo. Jamás he visto escenas de un crimen tan limpias.

– De todas maneras -dijo Michaels, rumbo a la puerta-, me voy de aquí. Este calor me hace hervir la sangre.

Turner se volvió hacia Grimsbo.

– Este tipo está comenzando a cansarme. Nadie puede ser tan bueno. No deja huellas, ni cabellos, nadie lo ve. Cristo, tenemos todo un barrio lleno de gente y ninguno informa nada fuera de lo normal. No hay extraños que merodeen, ni siquiera un automóvil que sea extraño. ¿Cómo entra y cómo sale?

Grimsbo no contestó. Tenía el entrecejo fruncido. Se irguió en su asiento y se puso de pie, luego se dirigió al archivo donde ellos tenían una ficha maestra de este caso.

– ¿Qué sucede? -preguntó Turner.

– Algo… Sí, aquí está.

Grimsbo sacó un informe del archivo y se lo enseñó a Turner. Era un informe de una página del telefonista que había tomado la llamada del 911 que hiciera Peter Lake.

– ¿Lo ves? -preguntó Grimsbo.

Turner leyó el informe y negó con la cabeza.

– La hora -dijo Grimsbo-. Lake llamó al 911 a las ocho y quince.

– ¿Sí? ¿Y?

– Solomon dijo que lo vio llegar a las siete y veinte. Estaba seguro, pues acababa de escuchar los resultados de los partidos. La CNN los da a los veinte minutos de transcurrida la hora.

– Y los cuerpos estaban allí en la recepción -dijo Turner, comprendiendo de pronto.

– ¿Cuánto tiempo lleva estacionar un automóvil, abrir la puerta? Démosle a Lake el beneficio de la duda y supongamos que Solomon se equivocó un poco. Él aún habría estado adentro para las siete y treinta.

– Mierda -dijo Turner suavemente.

– ¿Tengo razón, Wayne? -Preguntó Grimsbo.

– No lo sé, Frank. Si fuera tu mujer y tu hija… quiero decir, estarías en estado de conmoción.

– Seguro, el tipo estaba planchado. Dijo que se sentó un rato en las escaleras. Sabes, para recomponerse. Pero ¿durante cuarenta y cinco minutos? Ah, ah. Algo no va bien. Creo que pasó mucho tiempo limpiando la escena del crimen.

– ¿Cuál es el motivo? Jesús, Frank, tú le viste la cara. ¿Por qué le haría eso a su propia esposa?

– Tú sabes por qué. Ella sabía algo, ella encontró algo y cometió el error de decírselo a Lake. Piénsalo, Wayne. Si Lake las mató, eso explica la ausencia de pistas en la escena del crimen. No habría ningún automóvil extraño en el barrio, ni huellas que no concordaran con las de los Lake o de los vecinos.

– No lo sé…

– Sí, lo sabes. Él mató a la niña. Su propia hija.

– Cristo, Frank, Lake es un abogado de éxito. Su esposa era hermosa.

– Tú oíste a Klien. El tipo que buscamos es un monstruo, pero nadie lo verá. Es gentil, apuesto, el tipo de hombre que las mujeres dejarían entrar en sus casas sin pensarlo dos veces. Podría ser un abogado de éxito con una mujer hermosa. Podría ser cualquiera que no estuviera en sus cabales y que trabajara en algún mundo psicótico donde todo esto tiene sentido.

Turner caminó por la habitación mientras Grimsbo esperaba en silencio. Por fin, Turner se sentó y tomó una fotografía de Melody Lake.

– No haremos nada estúpido, Frank. Si Lake es nuestro asesino, es un engañoso hijo de puta. Una insinuación que hagamos sobre él, y buscará la forma de cubrirse.

– ¿Entonces cuál es el paso siguiente? No podemos traerlo y hacerlo sudar. Sabemos que no tenemos nada de Lake que lo conecte con las otras escenas del crimen.

– Estas mujeres no fueron elegidas al azar. Si es el asesino, todas ellas tienen algo con que conectarse con Lake. Debemos volver a entrevistar a los maridos, volver a los informes y volver a verificar las listas con Lake en la mente. Si tenemos razón, algo vamos a encontrar.

Los dos hombres se sentaron en silencio por un instante, imaginando ángulos.

– Nada de esto estará en un informe -dijo Turner-. Lake podría encontrarlo cuando esté aquí.

– Correcto -contestó Grimsbo-. Será mejor que me lleve conmigo la entrevista con Solomon.

– ¿Cuando le contamos a Nancy y al jefe?

– Cuando tengamos algo en concreto. Lake es muy inteligente y tiene conexiones políticas. Si es él, no deseo que lo ventile, quiero que lo atrapen.


8

Cuando sonó el teléfono. Nancy Gordon estaba en un sueño profundo. Se sacudió por un momento, aturdida, antes de darse cuenta de lo que sucedía. El teléfono siguió sonando, hasta que lo pudo encontrar en la oscuridad.

– ¿Detective Gordon? -dijo el hombre en el teléfono.

– Hable -dijo Nancy, mientras trataba de orientarse.

– Habla Jeff Spears. Soy de la patrulla. Hace quince minutos recibimos la queja sobre un hombre que está sentado en un automóvil en la esquina de Bethesda y Champagne. Parece que ha estado allí estacionado durante tres noches seguidas. Uno de los vecinos se ha preocupado. De todos modos, el oficial De Muniz y yo hablamos con el tipo. Se identificó como Peter Lake. Dice que está trabajando con el equipo de investigación en los asesinatos de esas mujeres. Él me dio su nombre.

– ¿Qué hora es? -preguntó Nancy. Lo último que deseaba era encender la luz y quemarse los ojos.

– La una y treinta. Perdón por despertarla -se disculpó Spears.

– No, está bien -le contestó, mientras ubicaba el reloj digital y confirmaba la hora-. ¿Está Lake allí?

– Justo a mi lado.

Nancy respiró profundo.

– Póngalo al habla.

– ¿Nancy? -preguntó Lake.

– ¿Qué sucede?

– ¿Desea que le explique con el oficial aquí a mi lado?

– Lo que deseo hacer es regresar a la cama. Ahora, ¿qué es esto de sentarse en un automóvil en medio de la noche, durante tres noches seguidas?

– Es Waters. Estaba vigilando su casa.

– Oh, mierda. No lo creo. ¿Lo vigilaba a él? ¿Como en una maldita película? Peter, quiero que esté en Chang en veinte minutos.

– Pero…

– Veinte minutos. Esto es demasiado estúpido como para hablar. Y quiero hablar nuevamente con Spears.

Nancy oyó que Lake llamaba al oficial. Ella cerró los ojos y encendió la lámpara. Luego levantó lentamente los párpados. La luz le quemó, y los ojos le lloraron.

– ¿Detective Gordon?

– Sí. Mire, Spears, él está bien. Trabaja con el equipo de investigación. Pero está pasado de vueltas -agregó, ya que el oficial parecía joven y ansioso, y un halago significaría algo.

– Parecía sospechoso. Y, con los asesinatos…

– No, usted hizo lo correcto. Pero no quiero que se lo mencione a nadie. No deseamos que se sepa que estamos por allí.

– No hay problema.

– Gracias por llamar.

Nancy cortó. Se sentía horrible, pero debía descubrir qué estaba haciendo Lake.


Lake la esperaba en un reservado, cuando Nancy llegó al café Chang. El pequeño café permanecía abierto toda la noche para los policías, camioneros y ocasionales estudiantes de la universidad. Era un lugar de reunión seguro. Delante de Lake había una taza de café. Nancy le dijo a la camarera que fueran dos.

– ¿Por qué no me puso sobre aviso respecto de lo que pensaba hacer, Peter? -dijo Nancy cuando la camarera se fue.

– Lo siento si me pasé de la raya. Pero estoy seguro de que Waters es el asesino. Lo estuve siguiendo durante tres días. Créame, hice un gran trabajo. No tiene idea de que lo he seguido.

– Peter, ésa no es la forma en que se hacen las cosas. Uno no puede salir corriendo con la primera idea que toma de "Magnum". El equipo de investigación es eso, un equipo. Usted tiene que compartir sus ideas con todos antes de hacer un movimiento. Más importante, usted no sabe la primera cosa acerca del seguimiento de una persona. Mire con qué facilidad fue visto por los vecinos. Si Waters lo vio y se asustó, podría desaparecer y lo perderíamos para siempre. Y, si él es el asesino, podría haber estado en peligro. Quienquiera que haya matado a su esposa e hija no tiene conciencia ni tampoco compasión en quitar una vida. Recuerde eso.

– Supongo que fui un tonto.

– No hay supuesto que valga sobre eso.

– Tiene razón. Perdóneme. Jamás pensé en arruinar el caso, o en el peligro. Solamente pienso en…

Lake hizo una pausa y bajó la mirada.

– Sé que usted desea tenerlo, Peter. Todos lo deseamos. Pero, si no hace lo correcto, nos arruinará el caso.

Lake asintió pensativo.

– Usted ha dejado sus cosas para ayudarme, Nancy, y se lo agradezco. Estoy finalmente comenzando a aceptar que he perdido a Sandy y a Melody, y usted es una de las razones.

Lake le sonrió. Nancy no le devolvió la sonrisa. Ella lo observaba con cuidado.

– He decidido regresar al trabajo. El pequeño incidente de esta noche me ha convencido de que no soy valioso para la investigación. Pensé que realmente podía ayudar, pero eso se debió a mi ego y la desesperación. No soy policía y estoy loco en pensar que podría hacer más de lo que ustedes hacen.

– Bien. Me complace oírlo decir eso. Es una buena señal.

– Eso no significa que abandone el caso. Me gustaría que me enviaran copias de todos los informes a mi oficina. Todavía yo podría ver algo que ustedes no ven u ofrecerles otra perspectiva. Pero dejaré de merodear por la estación de policía.

– Puedo hacer que le envíen los informes, si O'Malley nos da el visto bueno. Pero deberá tenerlos en estricta confidencialidad. Ni siquiera sus socios deberían verlos.

– Por supuesto. Sabe, usted realmente se ha ocupado mucho de mí -dijo Lake sonriendo nuevamente-. ¿Cree que alguna vez podríamos cenar juntos? ¿Encontrarnos? Nada que se conecte con el caso.

– Veremos -dijo inquieta.

Lake miró su reloj.

– Ey, será mejor que nos vayamos. Estaremos muertos de cansancio en la mañana. Esta vez pago yo, sin discusiones.


Nancy salió del reservado y se despidió. Era tarde y había dormido poco, pero estaba bien despierta. No había duda sobre eso ahora. Con la esposa muerta hacía menos de tres semanas, Peter Lake estaba ahora acosándola a ella. Y eso no era lo único que la molestaba. Nancy deseaba conocer la verdadera razón por la cual Peter Lake estaba vigilando a Henry Waters.


9

– Doctor Escalante -le dijo Wayne Turner al robusto hombre de tez oscura, de ojos tristes y aire de alguien que ha dejado de tener esperanza-, soy uno de los detectives que está trabajando en la desaparición de su esposa.

– ¿Está Gloria muerta? -preguntó Escalante, esperando lo peor.

Ambos se encontraban sentados en el consultorio del médico, en la clínica del Wayside, un moderno edificio de dos pisos, situado en un extremo del centro comercial de Wayside. Escalante era uno de los médicos, físico-terapistas y especialistas de la salud que conformaban el cuerpo médico de la clínica. Su especialidad era la cardiología y tenía privilegios en el hospital de Hunter's Point. Todos hablaban muy bien del doctor Escalante. También opinaban que era un hombre muy amable, de carácter muy alegre. O, por lo menos, lo había sido hasta hacía un mes y medio, cuando, al regresar a su casa de estilo Tudor que estaba al oeste de Hunter's Point, se encontró con la nota y la rosa negra.

– Me temo que no tenemos información alguna sobre su esposa. Supondremos que está viva, hasta que se pruebe lo contrario.

– ¿Entonces para qué vino?

– Tengo algunas preguntas para hacerle que nos pueden ayudar en el caso.

Turner leyó los nombres de las otras mujeres desaparecidas y de sus esposos, incluyendo a los Lake. Mientras leía los nombres, Turner colocó las fotografías de las víctimas y de los maridos sobre el escritorio de Escalante.

– ¿Conoce usted o su esposa a alguna de estas personas en cualquier sentido, doctor? -preguntó Turner.

Escalante estudió con cuidado las fotografías. Tomó una de ellas.

– Estos son Simón y Samantha Reardon, ¿no es así?

Turner asintió.

– Él es neurocirujano. Vi a los Reardon en algunas de las funciones de la asociación médica. Hace unos años, él habló en un seminario al cual yo concurrí. No recuerdo el lema.

– Eso es bueno. ¿Tenían amistad con los Reardon?

Escalante rió con aspereza.

– La gente de mi color no asiste a los mismos círculos sociales de los Reardon, detective. Supongo que a usted no se le permitiría entrevistar al estimado doctor en el club de campo Delmar.

Wayne asintió.

– Sí. Bueno, ése es el tipo de persona que es Simón Reardon…

Escalante de pronto recordó por qué Turner estaba interesado en Samantha Reardon y en su esposa.

– Lo siento. Debería ser más cooperativo. Simón probablemente esté pasando por el mismo infierno que yo.

– Es probable. ¿Y los otros le recuerdan algo?

Escalante comenzó a negar con la cabeza; luego se detuvo.

– Éste es un abogado, ¿no es así? -le preguntó, señalando la fotografía de Peter Lake.

– Sí -contestó Turner, tratando de esconder su emoción.

– No me había acordado hasta ahora. Qué coincidencia.

– ¿Qué sucede?

– Hace seis meses, Gloria fue elegida para conformar un jurado. Ella estuvo en uno de los casos de Lake. Recuerdo que ella me dijo que estaba contenta de que no fuera por una mala práctica médica o de lo contrario se habría excusado. Sin embargo, no importaba. Los abogados llegaron a un arreglo, de modo que ella no llegó a votar.

– ¿Está seguro de que fue uno de los casos de Peter Lake?

– Me encontré con ella después del juicio. íbamos a cenar. Lo vi a él.

– Muy bien. Eso es de gran ayuda. ¿Alguien más que le resulte familiar? -preguntó Turner, aunque, en este punto, ya no le importaba.


– Es Lake, jefe -le dijo Grimsbo a O'Malley-. Estamos seguros.

– ¿Tenemos pruebas en firme? -preguntó O'Malley.

– No todavía. Pero existen cosas demasiado circunstanciales como para mirar en otra dirección -contestó Turner.

– ¿Qué opinan ustedes dos de esto? -les preguntó O' Malley a Glen Michaels y a Nancy Gordon.

– Tiene sentido -respondió Michaels-. Mañana revisaré todas las pruebas para ver si hay algo con que atar a Lake.

O'Malley se volvió hacia Nancy. Ella tenía aspecto sombrío.

– Yo llegué a la misma conclusión por otras razones, jefe. No sé cómo podremos atraparlo, pero estoy segura de que es nuestro hombre. Esta mañana hablé con el doctor Klien y le describí el perfil de Lake. Me dijo que era posible. Muchos sociópatas no son asesinos de crímenes en serie. Son ejecutivos, políticos o abogados de éxito. Piense en la ventaja que se liene en esas profesiones si no se piensa en que existen límites. En los últimos días, yo estuve hablando con gente que conoce a Lake. Todos dicen que es encantador, pero ninguno de ellos le daría la espalda. Se supone que tiene la ética de un tiburón y la astucia suficiente como para estar de este lado de la línea. Hubo muchas quejas del colegio de abogados, pero ninguna tuvo éxito. Unas pocas demandas por mala praxis. Hablé con uno de los abogados que representó a los demandantes. Él los patinó a todos.

– Hay una gran diferencia entre ser un abogado astuto y matar a seis personas, incluyendo a su propia hija -dijo O'Malley-. ¿Por qué se pondría en peligro al acercarse tanto a la investigación?

– Para poder ver lo que nosotros tenemos -dijo Grimsbo.

– Creo que hay más que eso, jefe -dijo Nancy-. Él está tramando algo.

Nancy le contó a O'Malley sobre el seguimiento de Lake.

– Eso no tiene sentido -dijo Turner-. Waters no es sospechoso. Simplemente sucedió que estaba cerca de la casa de Escalante el día en que ella desapareció. No existe ninguna otra conexión entre Waters y las otras víctimas.

– Pero existe una conexión entre Lake y cada una de las víctimas -interrumpió Grimsbo.

– Veamos lo que tenemos -dijo O'Malley.

– Bien. Tenemos a Gloria Escalante en uno de los jurados de sus juicios. Él y los Reardon pertenecen al club de campo Delmar. Patricia Cross y Sandra Lake pertenecieron a la liga de jóvenes. El marido de Anne Hazelton es fiscal. Dice que ha estado en varias funciones del colegio de abogados a las que concurrió Lake.

– Algunas de esas conexiones son sumamente tenues.

– ¿Cuáles son las probabilidades para una persona que está vinculada con las seis víctimas? -preguntó Turner.-Hunter's Point no es un lugar tan grande.

– Jefe -dijo Nancy-, él me ha estado acosando.

– ¿Qué?

– Sexualmente. Está interesado en mí. Me lo ha hecho saber.

Nancy les contó la forma en que Lake había actuado en los dos encuentros que tuvieron en Chang.

O'Malley frunció el entrecejo.

– No sé, Nancy.

– Su esposa murió hace menos de un mes. No es normal.

– Tú eres atractiva. Está tratando de salir de su pena. Tal vez él y la señora Lake no se llevaban tan bien. ¿Descubriste algo de eso cuando hablaste con los vecinos?

Grimsbo negó con la cabeza.

– No hay chismes sobre los Lake. Según la gente con la que hablé, eran una pareja normal.

– Aquí lo mismo -dijo Turner. -¿No socava eso tu teoría?

– El doctor Klien dijo que un asesino de crímenes en serie puede tener una esposa y familia o una relación normal con una novia -contestó Nancy.

– Miremos los asesinatos de Lake -ofreció Turner-. Sabemos por uno de sus socios que se quedó trabajando hasta tarde que Lake estuvo en su oficina hasta poco antes de las siete. El vecino lo ve llegar a la casa a las siete y veinte, tal vez un poco después. No se produce un llamado al 911 hasta después de cuarenta y cinco minutos. ¿Qué es lo que hacía con los cuerpos allí adentro? Si estaban muertos, por supuesto.

– Creo que él entró y su mujer lo enfrentó con algo que ella había encontrado y que lo conectaba con la desaparición de las mujeres.

– Pero ellas no eran noticia. Nadie sabía de ellas -dijo O'Malley.

– Oh, mierda -juró Michaels.

– ¿Qué?

– La nota. Fue lo único que tenía huellas.

– ¿Y entonces? -preguntó Grimsbo.-Las otras notas no tenían huellas, pero la que estaba junto al cuerpo de Sandra Lake sí las tenía. Según el informe de la autopsia, Sandra Lake murió instantáneamente o, por lo menos, estaba inconsciente tan pronto como la golpearon en la parte posterior de la cabeza. ¿Cuándo tocó ella la nota?

– Aún no…

– Ella encuentra la nota o la rosa, o ambas cosas. Le pregunta a Lake de qué se trata. Él sabe que la historia finalmente saldrá publicada en los diarios. No importa lo que él ahora le diga, ella sabrá que es el asesino de la rosa. De modo que siente pánico, la mata y deja la rosa y la nota junto al cuerpo, para hacernos pensar que la misma persona que se llevó a las otras mujeres también asesinó a su esposa. Y eso explica por qué sólo la nota de Lake es la que tiene huellas digitales y por qué son las huellas de Sandra Lake -dijo Michaels-. La sostenía en la mano antes de que la asesinaran.

– Eso también explica por qué ninguno vio ningún vehículo extraño entrar o salir de Meadows.

O'Malley se apoyó en el respaldo de su asiento. Se lo veía preocupado.

– Ustedes me hacen creer esto -dijo-. Pero las teorías no son pruebas. Si es Lake, ¿cómo probamos con evidencias que es factible de ser enjuiciado?

Antes que nadie pudiera responder, se abrió la puerta de la oficina de O'Malley.

– Perdón por interrumpir, jefe, pero tenemos un llamado en el 911 que está conectado con las mujeres que desaparecieron. ¿Tiene usted a un sospechoso de apellido Waters?

– ¿Qué sucede? -preguntó Grimsbo.

– El que llama dice que habló con un tipo llamado Henry Waters en el bar One Way Inn y éste le dijo que tenía a una mujer en el sótano.

– ¿El que llamó dio el nombre?

El oficial negó con la cabeza.

– Dijo que no deseaba que lo involucraran, pero que estuvo pensando todo el tiempo en la pequeña que fue asesinada y su conciencia no lo dejó tranquilo.

– ¿Cuándo tuvo lugar esa conversación en el bar? -preguntó Nancy.

– Hace unos días.

– ¿Describió Waters a la mujer o le dio algún detalle?

– Waters dijo que la mujer era pelirroja.

– Patricia Cross -dijo Turner.

– Esto es algo que hizo Lake -dijo Nancy-. Es demasiada coincidencia.

– Yo estoy con Nancy -dijo Turner-. Waters simplemente no entra en esto.

– ¿Podemos correr el riesgo? -preguntó Michaels-. Con Lake, todo lo que tenemos son deducciones lógicas. Sabemos que Waters estuvo cerca de la casa de los Escalante, alrededor de la hora en que desapareció la mujer, y que el tipo tiene antecedentes de conducta indecente.

– Los quiero a los cuatro allí, pronto -ordenó O'Malley-. Prefiero equivocarme que quedarme aquí sentado hablando, cuando podríamos salvar a una de esas mujeres.


Henry Waters vivía en la zona antigua de Hunter's Point. Los nogales daban sombra a las anchas calles. Cercos altos le daban privacidad a las casas. La mayor parte de las casas y de los jardines estaban bien cuidados, pero la casa de Waters, en la esquina, estaba comenzando casi a derrumbarse. Los desagües se veían obstruidos. Uno de los escalones que conducían al porche estaba roto. El pasto del jardín estaba crecido y lleno de malezas.

El sol comenzaba a bajar cuando Nancy Gordon siguió a Wayne Turner y a Frank Grimsbo por el camino de lajas que conducía a la puerta del frente de la casa de Waters. Michaels esperó en el automóvil, en caso de que se necesitara procesar una escena de crimen. Tres oficiales uniformados se estacionaron detrás de la casa, en un callejón que dividía la cuadra. Dos policías precedieron a los detectives por el camino y se colocaron, con las armas prontas pero escondidas, del otro lado de la puerta.

– Tomémoslo con calma y seamos amables -dijo cauto Turner-. Quiero su consentimiento, o la búsqueda y requisa podrían tornarse complicados.

Todos estuvieron de acuerdo. Ninguno hizo una broma sobre Turner y su facultad de derecho, tal como lo podrían haber hecho en otras circunstancias. Nancy miró hacia atrás, al pasto crecido dei jardín del frente. La casa estaba maltratada por el tiempo. La pintura marrón se estaban descascarando. La hoja de una de las ventanas colgaba de un tornillo. Nancy espió por una grieta que había entre la persiana y el antepecho. No había nadie en la habitación de adelante. Oyeron la televisión en algún lugar al fondo de la casa.

– Tendrá menos miedo si ve a una mujer -dijo Nancy.

Grimsbo asintió y Nancy tocó el timbre. Tenía puesto una chaqueta que ocultaba la cartuchera de su arma. Aquel día el calor de la estación les había dado un respiro, aunque todavía estaba cálido. Pudo sentir una gota de sudor que le bajaba por el costado del cuerpo.

Nancy tocó el timbre una segunda vez y el volumen del televisor bajó. Vio que una sombra se movía por el pasillo, a través de la cortina de satén opaco que cubría el vidrio de la mitad superior de la puerta. Cuando esta se abrió, Nancy abrió la puerta de tejido metálico y sonrió. El hombre delgaducho, de miembros laxos, en cambio, no le sonrió. Tenía puestos unos vaqueros y una camiseta manchada. Su cabello largo y grasoso no estaba peinado. Los ojos inexpresivos de Waters estaban fijos, primero en Nancy y luego en los oficiales uniformados. Frunció el entrecejo, como si estuviera resolviendo un problema de cálculo. Nancy dejó que viera su identificación.

– Señor Waters, soy Nancy Gordon, detective del Departamento de Policía de Hunter's Point.

– No hice nada -dijo Waters, a la defensiva.

– Estoy segura de que es así-contestó Nancy, con tono firme pero amistoso-, pero recibimos información que nos gustaría verificar. ¿Le importaría dejarme pasar?

– ¿Quién es? -llamó una voz débil desde la parte trasera de la casa.

– Es mi mamá -explicó Waters-. Está enferma.

– Lo siento. Trataremos de no molestarla.

– ¿Por qué tienen que molestarla? Está enferma -preguntó Waters, con una ansiedad que iba en aumento.

– Usted no me comprendió, señor Waters. No molestaremos a su mamá. Sólo deseamos mirar. ¿Podemos hacer eso? No llevará mucho tiempo.

– No hice nada -repitió Waters, con los ojos que se movían ansiosos entre Grimsbo y Turner, luego hacia los oficiales de policía-. Hable con la señorita Cummings. Ella es mi agente judicial. Ella les dirá.

– Hablamos con su agente judicial de vigilancia y ella nos dio un muy buen informe. Dice que usted cooperó totalmente con ella. A nosotros también nos gustaría tener su cooperación. No deseará que nos quedemos aquí esperando mientras uno de los oficiales va a buscar una orden de allanamiento, ¿o sí?

– ¿Por qué tienen que revisar mi casa? -preguntó enfadado Waters. Los policías se pusieron en guardia-. ¿Por qué demonios no me dejan en paz? Ya no miré más a esa chica. Estoy trabajando bien. La señorita Cummings se los puede decir.

– No hay necesidad de enfadarse -le contestó Nancy con calma-. Cuanto más pronto miremos, más rápidamente no nos verá más el pelo.

Waters lo pensó.

– ¿Qué es lo que desean ver? -preguntó.

– El sótano.

– No hay nada en el sótano -dijo Waters, mostrándose genuinamente molesto.

– Entonces no estaremos aquí mucho tiempo -le aseguró Nancy.

Waters gruñó.

– El sótano. Pueden ver todo el sótano que deseen. No hay nada sino arañas allí.

Waters les señaló un pasillo oscuro que conducía a unas escaleras en el fondo de la casa.

– Por qué no viene con nosotros, señor Waters. Nos puede mostrar el camino.

El pasillo estaba oscuro, pero había luz en la cocina. Nancy vio un fregadero lleno de platos sucios y los restos de dos cenas sobre la mesa de fórmica. El suelo de la cocina estaba manchado y sucio. Había una sólida puerta de madera debajo de la escalera, junto a la entrada de la cocina. Waters la abrió. Luego sus ojos se abrieron y retrocedió. Nancy lo empujó para pasar. El olor era tan fuerte que la hizo retroceder un paso.

– Quédense con el señor Waters -dijo Nancy a los oficiales. Respiró profundo y pulsó el interruptor en la parte superior de las escaleras. No había nada anormal al pie de los escalones de madera. Nancy sostuvo su arma con una mano y la desvencijada barandilla con la otra. El olor a muerte se hizo más fuerte a medida que descendía. Grimsbo y Turner la siguieron. Ninguno hablaba.

A mitad de camino, Nancy se agachó y miró el sótano. La única luz que provenía de una bombilla colgaba del techo. En uno de los rincones pudo ver un horno. Extraños muebles, en general de aspecto ruinoso, estaban apilados contra una pared rodeada de cajas de diarios y viejas revistas. Una puerta trasera se abría al pozo de hormigón de la escalera, en la parte posterior de la casa, cerca del callejón. La mayor parte del rincón cerca de la puerta estaba en sombras, pero Nancy pudo distinguir un pie humano y un charco de sangre.

– Mierda -murmuró, tomando aire.

Grimsbo pasó a su lado. Nancy lo siguió de cerca. Sabía que nada de lo que había en el sótano la podía lastimar, pero tenía problemas para respirar. Turner dirigió una linterna hacia el rincón y la encendió.

– Jesús -pudo decir con una voz estrangulada.

La mujer desnuda estaba tendida en el suelo frío de hormigón, nadando en sangre y rodeada de un sobrecogedor olor a materia fecal. No había sido "asesinada". Había sido violada y deshumanizada. Nancy vio los parches de carne chamuscada donde la piel no estaba ni manchada de sangre ni de heces. Los intestinos de la mujer habían estallado por el agujero abierto de su vientre. Le recordaron a Nancy las tiras de salchichas mojadas. Debió volver la cabeza.

– Traigan a Waters -berreó Grimsbo. Nancy pudo ver los tendones de su cuello que se estiraban. Los ojos que reventaban.

– No pongas una mano sobre él, Frank -llegó a decir Turner entre tartamudeos.

Nancy tomó el macizo brazo de Grimsbo.

– Wayne tiene razón. Yo manejo esto. Retírate.

Un oficial obligó a Waters a bajar las escaleras. Cuando éste vio el cuerpo, se puso blanco y cayó de rodillas. Trató de pronunciar palabras, pero ningún sonido salió de su boca.

Nancy cerró los ojos y se recompuso. El cuerpo no estaba allí. No había olor en el aire. Se arrodilló cerca de Waters.

– ¿Por qué, Henry? -le preguntó suavemente.

Waters la miró. Su rostro estaba descompuesto y gemía como un animal herido.

– ¿Por qué? -repitió Nancy.

– Oh, no. Oh, no -lloró Waters, sosteniéndose la cabeza con las manos. La cabeza iba de atrás hacia adelante con cada negación, con el largo cabello que se movía al ritmo.

– ¿Entonces quién hizo esto? Ella está aquí, Henry. En tu sótano.

Waters abrió la boca y miró a Nancy.

– Te leeré tus derechos. Los has escuchado antes, ¿no es así? -le preguntó Nancy, pero era claro que Waters no estaba en condiciones de discutir ningún derecho constitucional. Su cabeza colgaba hacia adelante y producía un balido inhumano con la voz.

– Llévenlo al departamento -ordenó al oficial que estaba detrás de Waters-. Si ustedes o cualquier otro le hace una sola pregunta a este hombre, estarán limpiando los retretes de los baños públicos por el resto de sus vidas. ¿Está entendido? No se le leyeron los derechos constitucionales. Lo quiero en una sala de interrogatorios con dos guardias en el interior y otro hombre afuera. Ninguno, incluyendo al jefe, debe hablar con él. Llamaré desde aquí para enterar a O'Malley. Y envía a Michaels aquí. Dile que llame a un equipo forense completo. Pon un guardia al pie de las escaleras. Que ninguno baje a menos que Glen diga que está bien. No quiero que me arruinen esta escena de crimen.

Grimsbo y Turner estaban más cerca del cuerpo, asegurándose de quedarse fuera del círculo de sangre que lo rodeaba. Grimsbo tomaba respiraciones cortas y profundas. Turner se esforzó por mirar el rostro de la mujer. Era Patricia Cross, pero poco parecía quedar de ella. El salvaje ataque del asesino no se había limitado al cuerpo de la víctima.

El joven uniformado también se había acercado al cuerpo. Ésa fue también la razón por la que se mostró lento cuando Waters dio un salto. Nancy estaba casi de costado y vio la acción por el rabillo del ojo. Para cuando se volvió, el oficial estaba tendido en el suelo y Waters subía las escaleras y daba gritos a su madre.

El oficial que estaba cuidando la puerta del sótano oyó el grito de Waters. Se adelantó a la entrada y sacó el arma, cuando Waters se lanzó hacia él.

– ¡No dispares! -gritó Nancy justo cuando hacía fuego. El oficial trastabilló hacia atrás, chocándose contra la pared opuesta a la puerta del sótano. El disparo traspasó el corazón de Waters y éste se desplomó por las escaleras, partiéndose la cabeza contra el suelo de cemento. En ningún momento sintió el impacto. Estaba muerto para entonces.


10

– Lo dieron en el noticiario de noche. No puedo creer que lo atrapara -oyó decir Nancy Gordon a Peter Lake.

Estaba sola en la oficina del equipo de investigación, escribiendo informes. Nancy giró en su silla. Lake estaba de pie en la puerta de la oficina. Estaba vestido con vaqueros y un buzo de rugby de rayas azules y borravino. Su cabello bien cortado estaba prolijamente peinado. Se lo veía feliz y emocionado. No había indicio de que pensara en Sandra ni en Melody. Ninguna señal de pena.

– ¿Cómo lo atrapó? -preguntó Lake, sentándose ante Nancy.

– Un anónimo, Peter. Nada de imaginación.

– Es maravilloso.

– Parece que está bien.

Lake se encogió de hombros y endureció la sonrisa.

– Dígame -preguntó dócilmente Lake-, usted no le dijo a nadie de mi seguimiento, ¿no es así?

– Ese es nuestro secretito.

– Gracias. Me siento como un tonto, saliendo por las mías de esa forma. Usted tenía razón. Si Waters se daba cuenta, probablemente me habría matado.

– Se debe de sentir aliviado de saber que el asesino de Sandy y de Melody fue atrapado -dijo Nancy, mientras observaba la reacción.

Lake se puso de pronto sombrío.

– Es como si me hubieran quitado un enorme peso de los hombros. Tal vez ahora mi vida pueda volver a lo normal.

– Sabe, Peter -le dijo Nancy con aire casual-, hubo un momento en que yo pensé en la posibilidad de que usted pudiera ser el asesino.

– ¿Por qué? -preguntó Peter, impactado.

– Usted no fue nunca un sospechoso en serio, pero hubo algunas pocas incoherencias en su historia.

– ¿Como cuáles?

– La hora, por ejemplo. Usted no llamó al 911 hasta las ocho y quince, pero un vecino lo vio llegar a su casa a las siete y veinte. No puedo imaginarme por qué tardó tanto tiempo en llamar a la policía.

– Debe de estar bromeando.

Nancy se encogió de hombros.

– ¿Fui sospechoso por esto de la hora?

– ¿Qué fue lo que estuvo haciendo alrededor de una hora?

– Jesús, Nancy, no lo recuerdo. Estaba aturdido. Quiero decir, debí de haberme quedado sin sentido por un rato.

– Usted nunca dijo eso

.Lake miró a Nancy fijo, con la boca abierta.

– ¿Soy todavía un sospechoso? ¿Me está usted interrogando?

Nancy negó con la cabeza.

– El caso está cerrado, Peter. El jefe dará una conferencia de prensa por la mañana. Hubo tres rosas negras y otra de aquellas notas en un estante del sótano. Y, por supuesto, estaba la pobre Patricia Cross.

– ¿Pero usted no me cree? ¿Cree honestamente que yo pude haber…?

– Tranquilícese, Peter -le contestó Nancy, cerrando los ojos-. Estoy verdaderamente fatigada y no puedo pensar claramente. Ha sido un día muy largo.

– No me puedo tranquilizar. Es decir, usted me gusta realmente y creí que yo le gustaba. Es algo impactante descubrir que usted pensó seriamente que yo pude hacer algo… algo como lo que le hicieron a esa mujer.

Nancy abrió los ojos. Lake se veía distante, como si estuviera visualizando el cuerpo destripado de Patricia Cross. Pero el no había estado en el lugar del crimen ni leído el informe de la autopsia. No se le había dicho a la prensa las condiciones en que se encontraba el cuerpo de Patricia Cross.

– Dije que nunca se lo consideró un sospechoso serio y quise significar eso solamente -mintió Nancy con una sonrisa forzada-. Si fuera usted, le habría dicho a Turner y a Grimsbo sobre su seguimiento, ¿no le parece?

– Supongo.

– Bueno, no lo hice, y ya no puede ser un sospechoso, ¿qué si no con Waters muerto?

Lake negó con la cabeza.

– Mire -le dijo Nancy-, estoy realmente agotada. Tengo que escribir un informe y me iré. ¿Por qué no se marcha usted también a su casa y comienza una nueva vida?

Lake se puso de pie.

– Es un buen consejo. Lo seguiré. Y deseo agradecerle todo lo que hizo por mí. No sé cómo habría pasado por todo esto sin usted.

Lake extendió una mano. Nancy la miró por un segundo. ¿Fue esa la mano que arrancó la vida de Patricia Cross, de Sandra y de Melody Lake, o ella estaba loca? Nancy se la estrechó. Él le sostuvo la suya por un momento más largo de lo necesario; luego la soltó después de un breve apretón.

– Cuando las cosas vuelvan a lo normal para ambos, me gustaría invitarla a cenar -dijo Lake.

– Llámeme -contestó Nancy, con el estómago que se le retorcía.

Necesitó de cada gramo de control para seguir manteniendo la sonrisa en el rostro.

Lake abandonó la habitación y Nancy dejó de sonreír. Waters era demasiado bueno para ser cierto. Ella no creía que él fuera el responsable de la carnicería del sótano. Lake debía de saber lo del callejón y la puerta trasera. Con Waters en el trabajo y la madre inválida, habría sido simple ir con el automóvil hasta la parte trasera de la casa sin ser visto, colocar el cuerpo en el sótano, para luego carnearlo allí. Lake había sido el anónimo que llamó a la policía, estaba segura de ello. Pero no tenía pruebas. Y O'Malley pronto le diría al mundo que Henry Waters era el asesino de crímenes en serie y el caso de las mujeres desaparecidas estaría cerrado.

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