Lily salió de puntillas de la habitación de Logan al amanecer y cerró la puerta con cuidado.
Una vez a solas en el pasillo, se apoyó contra la pared, cerró los ojos y suspiró encantada.
– ¿Ahora te dedicas a limpiar las habitaciones?
Lily abrió los ojos horrorizada.
Su hermana Gwyneth.
– Buenos días -la saludó-. ¿Qué haces despierta tan pronto?
– Desde luego, no estoy saliendo a hurtadillas de la habitación de un huésped. ¿Te has mirado al espejo?
Lily se encogió de hombros.
– ¿Has visto que tienes un chupetón en el cuello?
Lily empezó a andar, pero su hermana la agarró de la mano.
– Lily… -le dijo preocupada.
– No, aquí no. Si quieres que hablemos, en mi habitación. Me voy a duchar.
Cuando Lily salió de la ducha un cuarto de hora después, Gwyneth la estaba esperando.
– Ya me han contado lo del rescate de ayer de Pete -comentó-. ¿Por qué te empeñas en arriesgar la vida cuando tenemos gente contratada para eso?
– Pasaba por allí -contestó Lily yendo hacia su despacho.
– Lily, ahora tienes otras responsabilidades más importantes -le recordó su hermana.
– ¿Algo más? -se impacientó Lily.
– Sí, no deberías acostarte con los clientes y no deberías…
– No tengo tiempo para escuchar uno de tus sermones.
– ¿Te crees que esto es un sermón?
– Pues sí. Ya que lo preguntas, tiene toda la pinta. Te pasas el día diciéndome «No hagas esto, no hagas lo otro…»
– Mira, Lily, te quiero mucho, pero…
– Pero. Para ti, siempre hay peros en el amor. Gwyneth, ya estoy harta de que no te des cuenta de que he crecido. Hace muchos años. Abre los ojos. Por si no te has dado cuenta, puedo perfectamente con mi vida, soy dueña de ella, llevo las riendas.
Gwyneth sacudió la cabeza y a Lily le entraron ganas de gritar de frustración. Si aquello era amor, pesaba una tonelada. No era de extrañar que no tuviera la más mínima intención de buscar aquel sentimiento en su relación con los hombres.
– Tenemos reunión de personal -le recordó su hermana.
– Ya lo sé, la he convocado yo -contestó Lily entrando en su despacho.
Su intención era ponerse a trabajar inmediatamente para dar esquinazo a su hermana y que no le preguntara por Logan.
– Bueno, antes de la reunión tengo que echarle un vistazo a los folletos de verano… había dejado por aquí las fotografías que había seleccionado… ¿Dónde las he metido? -comentó en voz alta.
Lily había dejado las fotografías sobre la mesa, junto a un montón de documentos, para mirarlas a primera hora de la mañana. ¿Dónde demonios estaban? Últimamente, parecía como si alguien estuviera boicoteando su trabajo. Primero habían sido los carteles de «fuera de pista», luego lo del pedido a la panadería y ahora esto.
Miró a su hermana para comentárselo, pero, al ver la cara de Gwyneth, que parecía estar pensando «a ver si eres un poco más ordenada», comprendió que no era el mejor momento para compartir sus sospechas con ella.
– ¿Así que te estás acostando con otro esquiador?
Lily no contestó.
– Me preocupa que te enamores de otro donjuán sin escrúpulos -insistió Gwyneth.
– Te aseguro que Logan no es ningún donjuán sin escrúpulos -contestó Lily buscando las fotografías.
No quería ni plantearse la posibilidad de enamorarse de él y, mucho menos, le apetecía hablar de ello con sus hermanas.
– No has hecho ninguna broma ni te has mofado de la posibilidad -comentó Gwyneth.
– ¿Qué posibilidad?
– De la de que te enamores de él.
– Pero si sólo llevamos juntos un par de días.
– ¿Y qué? Mírame a los ojos y dime que no te estás enamorando de él.
Maldición.
– Madre mía -comentó Gwyneth sentándose en la mesa de su hermana-. Quiero saberlo absolutamente todo sobre él.
– Gwyneth, tengo que encontrar las fotografías que había elegido. Sin no las encuentro, no voy a poder encargar los folletos y perderíamos el dinero de la reserva. Como contable de la empresa, no creo que eso te hiciera ninguna gracia.
– Por una vez, el dinero no me interesa. Quiero saberlo todo sobre ese hombre, así que empieza a hablar.
Logan se despertó, vio que estaba solo y tuvo que fastidiarse. Por lo visto, Lily había decidido irse. Se dijo que no pasaba nada, que Lily tenía que trabajar, como él en unos cuantos días.
Así que se levantó, se duchó y salió a las pistas. Hacía un día maravilloso y pasó varias horas esquiando antes de parar en la cafetería a tomarse algo caliente. Estaba sentado en la terraza cuando llegó Lily y se sentó a su lado.
– ¿Por qué has salido corriendo esta mañana?
– No he salido corriendo, es que tenía que trabajar -contestó Lily.
– ¿Y ya has hecho todo lo que tenías que hacer?
– No del todo, pero tengo unas cuantas horas para estar contigo -sonrió.
Logan le acarició la mejilla y sonrió también.
– ¿Y qué hacemos aquí? Vámonos inmediatamente a mi habitación.
Aquello hizo reír a Lily.
– A mí se me había ocurrido otra cosa.
– ¿Qué tienes en mente?
– ¿Asustado?
– ¿Deberías estarlo?
– No se me ocurre nada que pudiera asustarte.
– Te equivocas. Ayer, por ejemplo, me asusté cuando te vi bajar por aquel precipicio.
Lily dejó de sonreír.
– Perdón, ya sé que yo también lo hago, pero es que… cuando te veo a ti… no puedo evitarlo…
– Te preocupas por mí.
– Por supuesto que sí -admitió Logan acariciándole la mejilla de nuevo-. Más de lo que debería.
Lily no contestó, pero le tomó la mano y se la apretó.
– Venga, vamos -dijo acto seguido poniéndose en pie.
– ¿Adonde?
– Ya lo verás. Es una sorpresa.
Tras un breve trayecto en coche a través del bosque que había detrás del hotel, llegaron a una pequeña cabaña de madera.
– ¡Mary! -gritó Lily al bajarse del coche.
De la cabaña salió una mujer que sonrió encantada y, tras las presentaciones, los condujo hacia unos cheniles donde había un montón de perros de raza husky y malumate.
– ¿Has montado en trineo alguna vez? -sonrió Lily emocionada.
– No -contestó Logan.
– ¡Te va a encantar!
Un rato después, acomodado en el trineo detrás de Lily, agarrado a su cintura, Logan pensó que, efectivamente, aquello le estaba encantando.
Mientras Lily guiaba a los perros con destreza, él se las ingenió para deslizar las manos bajo la ropa y comenzar a acariciarle los pechos. Al instante, sintió cómo los pezones de Lily se endurecían.
Lily echó la espalda hacia atrás y descansó la cabeza en el hombro de Logan, que disfrutaba del paisaje y de la experiencia sin olvidarse de acariciarla.
Sí, era obvio que Lily lo deseaba tan desesperadamente como él a ella. Aquel paseo iba a ser realmente interesante.
Los perros corrían a toda velocidad y el trineo se deslizaba sobre la nieve, Lily reía sin parar.
– ¿Esto tiene frenos? -preguntó Logan.
– ¿Para qué quieres frenos?
Iban tan deprisa que Logan sintió que el corazón se le subía a la garganta y se abrazó a Lily con fuerza, lo que no hizo sino que Lily se riera todavía más.
Al cabo de un rato, Logan también se estaba riendo.
En aquel estado de hilaridad, llegaron a un pequeño lago cuya superficie estaba cubierta de hielo. En el extremo norte, había una cascada de agua congelada.
Era como si fueran los únicos habitantes del planeta.
Cuando Lily dirigió el trineo al centro del lago, Logan sintió miedo.
– ¿Te importaría que admiráramos el paisaje desde la orilla?
– ¿Por qué? ¿No estás bien? -se burló Lily.
– Ahora, sí -contestó Logan metiéndole las manos por dentro de la sudadera e intentando tranquilizarse-. ¿Y tú? ¿Estás bien?
– Cuando me tocas, no puedo pensar -contestó Lily.
– En estos momentos, no necesitas pensar para nada. Limítate a sentir.
Lily volvió a poner a los perros en marcha y, mientras disfrutaba del paseo, Logan siguió acariciándola.
– Oh, Dios mío -suspiró Lily cuando Logan deslizó sus manos por dentro de su pantalón.
– Lily, ten cuidado con el árbol.
Lily asintió.
– ¿Estás entrando en calor? -le preguntó Logan sintiendo su humedad.
– Me parece que no voy a volver a tener frío jamás -consiguió contestar con voz trémula.
Con una mano entre las piernas de Lily y la otra por dentro de la sudadera, desesperado por poseerla, Logan miró a su alrededor en busca de un sitio donde parar.
Lily se rió y volvió a la cabaña, donde los estaba esperando Mary, de la que se despidió con un gran abrazo.
– Tú ya estabas dispuesto a que hiciéramos algo ahí fuera, ¿eh? -bromeó Lily una vez a solas de nuevo.
– A mí me parece que ya hemos hecho algo -contestó Logan.
– Me refería a pasar a mayores -sonrió Lily.
Logan sonrió con picardía.
– ¿Tu habitación o la mía?
Al final, fue la habitación de Logan.
Nada más llegar, Logan desnudó a Lily y se desnudó él también. Aunque Lily intentó tocarlo, la llevó hasta la ducha.
Lily lo deseaba desesperadamente y, mientras Logan la enjabonaba, le pasaba el grifo del agua caliente por encima y le iba diciendo al oído todo lo que le iba a hacer cuando hubiera recuperado la temperatura y estuviera caliente, su excitación alcanzó cotas insospechadas.
– Ya estoy caliente -declaró Lily deslizando los dedos hasta su erección.
– Entonces, ven aquí -contestó Logan estremeciéndose.
A continuación, la apoyó contra la pared y la penetró, preparando el camino para lo que llegaría a continuación.
Tras ducharse, se fueron a la cama, donde con sumo cuidado y dedicación ambos se dieron placer y se hicieron llegar al orgasmo en repetidas ocasiones.
Y, aun así, no fue suficiente.
Una hora después, sintiéndose como una colegiala haciendo pellas, Lily salió de la habitación de Logan y volvió a su despacho.
Por lo menos, había conseguido deshacerse de la tensión gracias a los orgasmos.
«Gracias, Logan».
Al llegar a su despacho, se encontró con que Debbie estaba esperándola pintándose las uñas.
– Mira quién anda por aquí -comentó su tía.
Carrie le llevó un montón de documentos que tenía que mirar y Lily le preguntó si había encontrado las fotografías para el anuncio, pero su secretaria le dijo que no.
– No me extraña que pierdas las cosas, con esa mesa que tienes… -comentó Debbie señalando su mesa.
– ¿Has venido a mi despacho por alguna razón en especial? -le preguntó Lily.
– Sí, para ofrecerte mi ayuda.
– No me hagas reír.
– Lo digo en serio. Quiero ayudar.
– Muy bien. Si quieres ayudar, ayúdame a buscar las fotografías.
– Eso está hecho.
Pero no las encontraron por ninguna parte. Maldición. Volver a hacerlas les iba a hacer perder mucho tiempo y dinero. Si no las tenían listas para la fecha en la que tenían que entregárselas a la imprenta para hacer los folletos, iban a perder clientes para la próxima temporada.
– ¿Qué buscáis? -preguntó Gwyneth entrando en el despacho de su hermana y apoyándose en su mesa.
A continuación, le desabrochó un botón de la blusa y se lo volvió a abrochar bien.
– Veo que te has vestido a toda velocidad. Supongo que será porque has estado con el donjuán.
– ¿Celosa?
– Viendo lo radiante que vienes, la verdad es que un poco.
– Me alegro. Por cierto, ya te dije el otro día que no es ningún donjuán.
– Veo que sigues defendiéndolo, hermanita, y ahora sí que voy a empezar a preocuparme. Por cierto, no hace falta que sigas buscando las fotografías perdidas porque se nos ha pasado el plazo de entrega. Para que lo sepas, no saldremos en ninguna revista de California la próxima temporada.
– Te aseguro que tenía las fotografías seleccionadas y los anuncios terminados. Tienen que estar por aquí.
– Si te vas a sentir mejor, sigue buscando hasta que las encuentres, pero ya no sirve de nada.
– Lo que me haría sentir mejor es perderte de vista.
Cuando Gwyneth se fue, Lily se puso a trabajar. Si la temporada siguiente su hotel no iba a poder anunciarse en las revistas, iba a tener que trabajar más para llegar a los clientes.
Aquello estaba empezando a pasar de castaño oscuro. Ya no se trataba de una broma inocente sino de algo que podía redundar en una pérdida de beneficios.
Lily tenía muy claro que todo aquello no eran coincidencias. Era obvio que había una persona que la estaba boicoteando.
Lily se concentró en el trabajo porque había quedado con Logan para verse aquella noche para dar un paseo.
Cuando llegó la hora, se cambió de ropa y fue a su encuentro. Cuando lo vio esperándola apoyado en un árbol con aquel cuerpo maravilloso, sintió que el cansancio se desvanecía y era reemplazado por una excitación sensual sin medida y un calorcito muy agradable en el corazón.
Sí, al final Gwyneth iba a tener razón.
Se estaba enamorando de aquel hombre.