Capítulo Quince

Lily estaba muy nerviosa mientras conducía la máquina quitanieves y no era porque hubiera caído más nieve de la que jamás había visto sino porque había escuchado juntas unas cuantas palabras que la hacían sentir terror.

Logan creía que estaba enamorado de ella.

Enamorado.

El peso de aquella palabra era demasiado para ella.

Cada vez nevaba más y Matt estaba allí fuera. A lo mejor, ya había vuelto y Sara no lo había visto y se estaba preocupando en exceso. En cualquier caso, le había prometido a su hermana que la iba a ayudar y eso iba a hacer.

Miró a Logan.

¿De verdad la amaba? Desde luego, lo había dicho con mucha confianza y aplomo. Desde que había oído aquellas palabras, el corazón de Lily latía aceleradamente. ¿Y si ella también se estaba enamorando de él?

Sería terrible porque, dijera Logan lo que dijera, habría expectativas, frustración y dolor.

Al llegar a la puerta del hotel, Sara salió corriendo hacia ellos.

– Le ha pasado algo, estoy segura -le dijo Sara a Lily muy nerviosa.

– Tranquilízate -contestó Lily-. ¿Con quién se ha quedado?

– Solo -contestó Debbie.

– ¿Cómo? ¿Pero no sabéis que nunca se puede dejar sola a una persona en mitad de las pistas y con tormenta?

– ¿Desde cuándo te importan a ti las normas? -le espetó Sara.

Lily sintió como si su hermana le hubiera dado un puñetazo en la boca del estómago.

– Perdona -se lamentó Sara.

– No pasa nada.

– Perdona, es que estoy muy asustada -insistió Sara abrazándola-. Sé que has cambiado y que no te gusta nada que te tratemos como a una niña pequeña, algo que yo hago constantemente. Aun así, qué ironía, aquí me tienes, pidiéndote que me salves la vida.

– Que se la salve a Matt.

– Matt es mi vida -sollozó Sara.

Lily sintió que se le rompía el corazón.

– No te preocupes, lo encontraremos.

– Lo quiero con toda mi alma, exactamente igual que te quiero a ti, Lily. Por favor, encuéntralo. Tú eres la única que puede hacerlo.

– Sí, no te preocupes. Anda, ahora vete dentro, que te vas a enfriar.

Sara obedeció y Debbie se acercó a Lily.

– ¿Estás segura de que podrás encontrarlo? -le preguntó.

– Sí.

– Lo siento.

– No pasa nada. Vete dentro tú también.

A Lily no la sorprendió que Logan la siguiera hasta el garaje, se subiera a una moto de nieve y se pusiera un casco.

– Parece que, después de todo, seguimos juntos -comentó con una sonrisa.

– Eso parece -contestó Lily poniendo la moto en marcha.

«Y me encanta», pensó asustada.

Tenía un montón de cosas en la cabeza, pero, de momento, lo único que importaba era encontrar a Matt.

Al llegar a lo alto de la primera colina, Logan señaló unas huellas.

– Vamos a tener que darnos prisa, la nieve las está borrando -comentó Lily.

Logan asintió, volvieron a ponerse en marcha y subieron la siguiente ladera. Ni rastro de Matt.

– Debbie me ha dicho que, por lo visto, Matt tenía intención de ir a Sunrise Row -comentó cuando volvieron a parar.

– Sí, pero mira -le hizo notar Logan.

Había huellas que iban hacia arriba y no hacia abajo, la dirección que habría tomado si hubiera ido a Sunrise Row.

– Vamos.

Al llegar cerca de donde habían rescatado a Pete tuvieron que tomar una decisión. Era tal la cantidad de nieve que había caído durante las últimas horas que bajar aquella ladera por el centro era un gran riesgo porque las motos podían quedar atascadas. Hacerlo por los laterales suponía arriesgarse a patinar con el hielo. Al final, de mutuo acuerdo decidieron arriesgarse por el centro.

Al cabo de un rato, sonó la radio de Lily. Era su hermana Sara para informarla de que Chris estaba en camino con otros patrulleros y para preguntarle si se había algo de su marido.

Lily le dijo que habían encontrado sus huellas y que creía que estaban cerca y rezó para no equivocarse.

No paraba de nevar. Lily tenía frío y miedo. No le gustaba nada estar buscando a su cuñado, pensar en que le podía haber ocurrido algo grave.

Sin embargo, sabía que aquello era lo suyo. Sentía envidia de Logan porque él trabajaba en eso todos los días. Heredar el hotel había sido una agradable sorpresa y le daba las gracias a su abuela por haberle permitido saber cómo funcionaba por dentro, pero ahora veía claro que aquello no era para ella.

Estar en la nieve ayudando a los demás sí.

Cada vez nevaba con más fuerza y tenían que darse prisa si no querían perder las huellas. Era tal la cantidad de nieve acumulada que Lily sentía todos los músculos de su cuerpo tensos ante el esfuerzo que le suponía controlar la moto.

A su lado, Logan iba bien.

De repente, al llegar a lo alto de una ladera, ambos se pararon.

– Lily -dijo Logan agarrándola de la mano.

– Oh, no.

– Las huellas se pierden por encima.

Era cierto.

Por lo visto, Matt había saltado por allí. Lily sintió terror. Logan le apretó la mano y juntos anduvieron hasta el borde del precipicio.

Cuando Lily vio la moto estrellada contra un árbol y que no había señales de Matt, le entraron ganas de tirarse al suelo y llorar.

– Dios mío…

Logan tiró de ella y se pusieron a buscar a Matt entre los árboles.

– ¡Matt! ¡Matt!

– Aquí.

Al oír la débil respuesta, Logan y Lily corrieron en dirección a la voz y encontraron a Matt apoyado contra un árbol.

Cubierto de nieve.

Lily bajó por la ladera hasta su lado y, al acercarse, vio que la nieve que lo rodeaba estaba teñida de rojo.

Sangre.

– Logan.

– Ya lo veo. Vamos, hagamos lo que tenemos que hacer.

«Hagamos lo que tenemos que hacer».

Las palabras de Logan la tranquilizaron y le dieron fuerza y, gracias a él, cuando llegó junto a su cuñado, consiguió mantener la cabeza fría.

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