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Está sentado frente a la fila de teclas del piano, impacientándose con la teoría y el enlace de acordes. Las piernas todavía no alcanzan los pedales; una molestia que durará poco. Cierra los ojos y golpea el teclado. Éste es el tono de do mayor, el fácil. La cuerda tónica. La dominante. ¿Por qué esperaron tanto para hablarle de estas cosas? Construye cuerda tras cuerda. Ahora moderaré a re menor. Modular. Hago esto y esto y esto. Tiene nueve años. Durante toda la calurosa tarde de sábado ha explorado este otro lenguaje maravilloso de los sonidos. Mientras su familia está sentada, helada, frente al televisor.

—¿Henry? ¡Henry, van a salir del módulo en cualquier momento!

Él se encoge de hombros. ¿Qué le importa a él caminar por la Luna? La Luna está muerta y muy remota. Y éste es el mundo de re menor. Tiene sus propias exploraciones que hacer hoy.

—¡Henry, ya está fuera! ¡Bajó la escalera!

Bien. Tónica. Dominante. Y la séptima disminuida. Las palabras son extrañas. Pero qué fácil es ir más y más profundo en el laberinto del sonido.

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