Nota de la autora

Durante la Segunda Guerra Mundial no existió una organización unificada conocida como «la Resistencia» en Francia. En el periodo de posguerra ese término se utiliza de forma general para describir a los grupos aislados de comunistas, socialistas, agricultores, estudiantes y redes de ciudadanos de a pie que emprendieron una amplia gama de actividades en pos de «resistirse» a la ocupación nazi de su país. Estas personas y grupos hicieron de todo: desde editar periódicos clandestinos, ocultar a soldados aliados, crear líneas de huida para los judíos, hasta realizar actos de sabotaje y tomar parte en el combate. Sin embargo, para simplificar, yo he utilizado el término «la Resistencia» para describir la causa de cuyo lado se pone Simone Fleurier cuando se une a la red de ayuda a los huidos.

Parte del placer de escribir La lavanda silvestre que iluminó París ha residido en poner a mis personajes de ficción entre los verdaderos personajes de París y Berlín de esa época, como Jean Renoir y el conde Harry Kessler. Espero que los lectores familiarizados con los diferentes movimientos artísticos y sociales de la Europa entre los años veinte y la Segunda Guerra Mundial encuentren satisfacción al ubicar a los personajes reales entre los de ficción. Por supuesto, el Folies Bergère y el Casino de París fueron famosos teatros de variedades de la época. El Adriana y su empresario teatral, Regis Lebaron, y su director artístico, Martin Meyer, son creaciones de mi imaginación.

En la medida de lo posible, he tratado de ser fiel a la consecución de los acontecimientos históricos, pero hay un momento en el que he cambiado un año. La producción del Folies Bergère de La Folie du Jour, protagonizada por Joséphine Baker, y el litigio entre Mistinguett y las hermanas Dolly en realidad tuvieron lugar en 1926, pero he situado ambos acontecimientos un año más tarde y en 1925 respectivamente para que cuadraran con la historia.

Desde luego, escribir La lavanda silvestre que iluminó París ha resultado ser un viaje revelador y delicioso, y espero que leerla les haya proporcionado tanto placer como a mí escribirla.


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