Agradecimientos

Mientras Simone Fleurier estaba haciendo su viaje desde Pays de Sault hasta convertirse en la cantante de teatro de variedades más famosa de Francia y formar parte de la Resistencia, yo también estaba haciendo mi propio viaje. Escribir La lavanda silvestre que iluminó París ha sido una experiencia maravillosa y enriquecedora, debido principalmente a la gente que he conocido mientras me documentaba y escribía.

En primer lugar, me gustaría dar las gracias a cuatro hombres en Francia, sin cuya generosa ayuda y esfuerzo esta novela no habría sido posible: Xavier Jean-François, que desinteresadamente dedicó su tiempo a traducir para mí las preguntas de investigación, a ponerse en contacto con organizaciones y académicos en Francia en mi nombre y a prestar su apoyo al proyecto de todas las formas que pudo; Michel Brès y José Campos, que han sido para mí unos magníficos investigadores en Pays de Sault y Marsella; y Graham Skinner, cuyos conocimientos de los sistemas de transporte franceses y ferrocarriles de la época en la que transcurre la historia han resultado ser de valor incalculable.

Además, entre las personas que me han ayudado con mi investigación francesa se cuentan: Nicolás Durr y su padre, Gilbert Durr; Pascale Jones; Chris y Vanessa Mack; Antoine Carlier; Selena Hanet- Hutchins y su madre, Kari Hanet; y Robbi Zeck y Jim Llewellyn de Aroma Tours, que me iniciaron en los placeres y la historia del cultivo de lavanda en la Provenza.

También estoy muy agradecida a la gente que ha ayudado generosamente con la investigación en sus respectivas áreas de especialización: a Gary Skerritt y Adam Workman por la información sobre los automóviles clásicos; a Fiona Workman por los asuntos médicos; Christine Denniston y Sophia y Pedro Álvarez por su información sobre el tango en el París de los años veinte; a Jeff Haddleton y Fiona Watson por su información sobre los bailes de salón; a Barry Tate, historiador de aviación, cuya excelente información sobre aviones no he llegado a utilizar en esta novela, pero la guardo para otra futura; a Steven Richards de Hewlett Packard por salvarme de un infierno informático; a Andrea Lammel por revisar mis frases en alemán; a la doctora Larissa Korolev por revisar mis frases en ruso; a Damian Seltzer por sus airadas maldiciones para el bailarín argentino de tango, a Álvaro Covarrubias por ponerme en contacto con Damian, y a Rosalind Bassett por ponerme en contacto con Álvaro; y, por supuesto, tengo que dar las gracias a mi apuesto compañero de baile, Mauro Crosilla, por aceptar el desafío de aprender a bailar el tango conmigo para que pudiera experimentar ese baile por mí misma.

También tengo que dedicarle un agradecimiento especial al personal del Servicio de Información Bibliotecaria Estatal y a la Biblioteca de Ku-ring-gai por hacer siempre lo indecible para encontrarme la información que necesitaba.

Me gustaría expresar mi gratitud a mi maravillosa agente, Selwa Anthony, por su entusiasta apoyo y por ser una fuente de inspiración y equilibrio durante el proceso de escritura y edición. También me siento muy agradecida a su mano derecha, Brian Dennis, por proporcionarme sabios consejos sobre cuestiones prácticas relativas a la labor de ser escritor.

El viaje para escribir La lavanda silvestre que iluminó París se ha hecho todo lo agradable que era posible gracias a mi «equipo en boxes» de HarperCollinsPublishers, que tan hábilmente me han cambiado los neumáticos, me han ajustado la suspensión, han revisado mis frenos y me han puesto gasolina antes de enviarme a dar cada vuelta de edición. En particular, también me gustaría decir que trabajar de nuevo con mis editoras, Julia Stiles y Nicola O'Shea, en este libro ha sido una de las cosas que más ha merecido la pena de escribir una novela casi tan larga como Guerra y paz, ¡así el placer ha durado más! He valorado muchísimo la perspicacia inspiradora de ambas.

Finalmente, me gustaría darles las gracias a mi familia y a mis amigos por darme el apoyo constante que me proporcionan durante el proceso de escritura. La vida no sería la misma sin ellos.

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