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15 de enero de 2219. La torre mide 1.001 metros. Para celebrarlo, Krug ha decretado que mañana todos los trabajadores tengan el día libre. Se calcula que la estructura alcanzará toda su altitud antes de mediados de marzo.


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—Ayer por la mañana tuve un visitante aquí, Thor —dijo Lilith Meson.

—¿Manuel Krug?

—No. Sigfrido Archivista.

Vigilante se desembarazó del envolvente abrazo del diván de Lilith.

—¿Archivista? ¿Aquí? ¿Por qué?

Lilith se echó a reír.

—¿Es que últimamente estás tan humano que hasta sientes celos, Thor?

—No tiene gracia. ¿Cómo es que te ha visitado?

—Estaba en el despacho —explicó Lilith—. Ya sabes que trabaja para Protección de la Propiedad de Buenos Aires, y vino a discutir una nueva cláusula actuarial muy importante en sus contratos. Después, me preguntó si podía visitarme en mi casa. De acuerdo. Le invité. Parecía inofensivo.

—¿Y?

—Intentó reclutarme para el PIA.

—¿Eso es todo?

—No —respondió Lilith—. Además, quiere que yo te reclute a ti.

Vigilante carraspeó.

—No creo que sea posible.

—Es increíblemente activo, Thor. Dedicado a la causa de la igualdad y la liberación, etcétera, etcétera. Dos minutos después de entrar, empezó a enterrarme bajo argumentos en pro de la acción política inmediata. Le advertí que era religiosa. Dijo que eso no importaba, que podía seguir rezando por la intervención milagrosa de Krug, pero, mientras no llegaba, ¿me importaría firmar esta petición? Le respondí que nunca firmaba cosas. Me dio un montón de cubos de propaganda, toda la gama del PIA. Están en la cocina, por si te interesan. Se quedó aquí más de una hora. —Lilith le dedicó una sonrisa deslumbrante—. No firmé su petición.

—Pero ¿por qué vino a ti?—preguntó Vigilante—. ¿Planeará acercarse a cada alfa del mundo, uno por uno, buscando apoyo?

—Te lo dije. Quiere alistarte a ti. Sabe que te conozco bien, y cree que si consigue convencerme, yo podré convencerte a ti. Dijo eso mismo, pero con muchas más palabras. En cuanto tú estés en su campo, todos los demás te seguirán. —Lilith se puso rígida—. “Si Alfa Vigilante se pone de nuestra parte, Alfa Meson, atraerá a cientos de alfas influyentes. Podría ser esencial para nuestro movimiento. Puede que Alfa Vigilante tenga el futuro de cada androide en sus manos.” ¿Qué te parece, Alfa Vigilante?

—Estoy conmovido, Alfa Meson. No puedo describir la admiración que siento con sólo pensarlo. ¿Cómo conseguiste librarte de él?

—Intentando seducirle.

—¿Qué?

—¿Estoy siendo mala, Thor? Si lo prefieres, no te lo contaré.

—No estoy programado para sentir celos —dijo Vigilante, sobrio—. Esos juegos no te servirán de nada conmigo. Y no estoy de humor para estupideces.

—Muy bien. Siento habértelo dicho.

—Sigue. Intentaste seducirle. ¿Lo conseguiste?

—No —dijo Lilith—. Fue una cosa espontánea. Me dije a mí misma: Archivista es tan aburrido que esto hará que huya gritando. Y si en vez de eso, muerde el anzuelo…, bueno, puede ser divertido. Así que me desnudé, y luego…, ¿cuál es la antigua expresión?, empecé con los preliminares. Vamos, le dije, pasaremos un buen rato juntos, Sigi, Sigi. Le puse las manos encima. Yo estaba muy libidinosa. Me reía y jugaba. Trabajé mucho, Thor, incluso más de lo que tuve que trabajar para seducirte a ti. Él no se excitaba. Me pidió que parase.

—Claro —señaló Vigilante—. Es lo que intentaba explicarte. Los varones alfa no sienten demasiado interés por el sexo. Es irrelevante en su vida.

—No seas tan presuntuoso. Archivista me deseaba. Estaba pálido. Temblaba.

—Entonces, ¿por qué no se acostó contigo? ¿Tenía miedo de comprometerse políticamente?

—No —respondió Lilith—. Es porque aún guarda luto.

—¿Luto?

—Por su esposa. Casandra Núcleo. Su esposa, Thor. El PIA defiende el matrimonio entre androides. Se casó con Alfa Núcleo hace tres años. Guarda un período de luto de seis meses, durante el cual no piensa permitir que jóvenes alfas caprichosas le arrastren a sus brazos. Me lo explicó, y luego se fue rápidamente. Como si tuviera miedo de rendirse si se quedaba.

—Su esposa —murmuró Vigilante.

—El PIA piensa añadir una cláusula sobre matrimonio androide en su petición al Congreso. Archivista dijo que si tú y yo queremos casarnos, Thor, podría prepararlo para el día en que nos uniéramos al partido.

Vigilante dejó escapar una carcajada.

—¡Habla como un chiquillo! ¿De qué sirve el matrimonio? ¿Tenemos hijos que necesitan hogares legalmente constituidos? Si yo quisiera vivir contigo, lo haría, Lilith. O tú conmigo. ¿Es que alguien tiene que pronunciar unas palabras antes? ¿O darnos un trozo de papel?

—Ésa es la idea, Thor. Una unión permanente entre hombre y mujer, como hacen los humanos. Es conmovedor. Él la quería de verdad.

—Estoy seguro. Le vi llorando cuando Spaulding la mató. Pero ¿la amaba más por el hecho de que estuvieran casados? Si el matrimonio es tan maravilloso, ¿por qué viene aquí Manuel Krug cada semana? ¿No debería estar en su casa, teniendo una unión permanente con la señora Krug?

—Hay matrimonios buenos y matrimonios malos —respondió Lilith—. Y la persona con quien te acuestes no determina necesariamente la calidad de tu matrimonio. En cualquier caso, el matrimonio de Archivista era bueno, y no veo qué daño podría hacernos adoptar la costumbre, si de verdad creemos en nuestra igualdad.

—Muy bien —le espetó Vigilante—. ¿Quieres casarte conmigo?

—Hablaba de adoptar la costumbre en términos generales.

—No tenemos que unirnos al PIA para casarnos. Me pondré en contacto con Alfa Constructor y con Alfa Expedidor, escribiremos una ceremonia de matrimonio para la comunión, y nos casaremos en la capilla esta noche. ¿De acuerdo?

—No bromees, Thor.

—¡No bromeo!

—Estás enfadado y no sabes lo que dices. Hace dos minutos, pensabas que el matrimonio entre androides era absurdo. Ahora quieres incluirlo en la comunión. No puedes hablar en serio, Thor.

—¿No quieres casarte conmigo? No te preocupes, no me entrometeré en tu asunto con Manuel. Tampoco estoy programado para ser posesivo. Pero podríamos vivir juntos, podríamos…

—Basta ya, Thor.

—¿Por qué?

—Lo que hay entre nosotros puede existir sin matrimonio. Tú lo sabes. Yo lo sé. No te estaba pidiendo que te declarases. Sólo intentaba explicarte algo sobre Sigfrido Archivista, la naturaleza de sus emociones, la complejidad de sus pensamientos hacia Alfa Núcleo, así como la postura del PIA sobre…

—Basta. Basta. —Vigilante se tapó los oídos con las manos y cerró los ojos—. Fin de la conversación. Me asombra que no pudieras seducir a Sig Archivista, me deja atónito que el PIA defienda el matrimonio, y eso es todo. ¿De acuerdo?

—Hoy estás de mal humor, Thor.

—Sí.

—¿Por qué? ¿Puedo ayudarte en algo?

—Leon Spaulding me ha contado algo hoy, Lilith. Dice que cuando la delegación del PIA consiga una oportunidad de dirigirse al Congreso, Krug hará una declaración a todo el movimiento de igualdad androide, asegurando que él nunca nos habría creado si hubiera sabido que llegaríamos a exigir derechos civiles.

Lilith se quedó sin aliento. Tenía lágrimas en los ojos, e hizo cuatro veces seguidas el signo de Krug-nos-guarde.

—No es posible —susurró.

—Spaulding dice que Krug habló de esto hace una semana, en el Club Nemo, delante del portavoz Salah al-Din, el senador Fearon y un par de personas más. Supongo que te das cuenta de que Leon me lo estaba comentado de pasada, claro. Una charla amistosa entre androide y ectógeno. Sabe que yo soy anti PIA. Pensó que me haría gracia. ¡El muy hijo de puta!

—¿Puede ser cierto?

—Claro que sí. Krug nunca ha hecho ninguna declaración sobre el papel que según él deberían desempeñar los androides. No tengo ni idea de cuál es su postura al respecto. Siempre había pensado que simpatizaría con nuestros ideales, pero quizá sólo estaba proyectando mis propias esperanzas. La cuestión no es si puede ser cierto, sino que es cierto.

—¿Te atreves a preguntárselo?

—No —respondió Thor—. Creo que toda esta historia ha salido de la mente maliciosa de Leon Spaulding, que Krug no piensa violar su norma de abstención política, y que, si alguna vez hace una declaración, será la que todos esperamos y rogamos. Pero me da miedo pensar que puedo estar equivocado. Estoy aterrado, Lilith. Una declaración antiigualdad por parte de Krug minaría todas nuestras creencias. Nos dejaria en la oscuridad. ¿Comprendes lo que he estado pasando todo el día?

—¿Tienes que creer en lo que contó Spaulding? ¿No puedes consultar con el senador Fearon, o con el portavoz, para averiguar qué se dijo en realidad?

—¿Quieres que les pida detalles confidenciales sobre una conversación privada de Krug? Le informarán al instante.

—Entonces, ¿qué piensas hacer?

—Forzar la mano de Krug —respondió Vigilante—. Quiero que lleves a Manuel a una capilla.

—¿Cuándo?

—En cuanto puedas. No le ocultes nada. Deja que lo comprenda todo. Trabaja en su conciencia. Luego, haz que vaya a su padre, antes de que Krug haga ninguna declaración al Congreso. Si es que Krug piensa hacer una declaración.

—Lo haré —dijo Lilith.

Vigilante asintió. Bajó la vista, moviendo perezosamente los pies sobre los dibujos del suelo. Tenia un cosquilleo en el cerebro y una bola de algodón en la garganta. Detestaba las maniobras en las que se veía inmerso, estos planes y contraplanes, aquella dependencia de la débil voluntad de Manuel Krug, la suposición de que Krug —¡Krug!— podía ser manipulado tan fácilmente con intrigas. Todo aquello parecía contradecir una fe sincera. Era una especie de regateo cínico con el destino, que dejaba a Vigilante preguntándose si su fe había sido sincera alguna vez. Entonces, ¿todo era una fachada: arrodillarse en la capilla, murmurar los trios, la inmersión en la Krugidad, la entrega, las plegarias? ¿Sólo una manera de pasar el tiempo hasta que llegara el momento de tomar el control de los acontecimientos? Vigilante rechazó la idea. Pero eso le dejaba sin nada. Deseaba no haber empezado nunca con aquello. Anhelaba estar de vuelta en la torre, conectado con la computadora, manejando con habilidad el flujo de datos. ¿En esto consiste ser humano? ¿Estas decisiones, estas dudas, estos temores? Entonces, ¿por qué no seguir siendo un androide? Aceptar el plan divino. Servir, y no desear nada más. Alejarse de las conspiraciones, de las emociones confusas, de las redes de la pasión. Se descubrió a sí mismo envidiando a los gammas, que no aspiraban a nada. Pero él no podía ser un gamma. Krug le había dado esta mente. Krug le había creado para que dudara y sufriese. ¡Bendita fuera la Voluntad de Krug!

Vigilante se levantó y caminó lentamente por la habitación. Conectó el holovisor para evadirse. La imagen de la torre de Krug floreció en la pantalla: inmensa, brillante, hermosa, deslumbrante en la luz de enero. Una cámara planeadora recorría lentamente toda su longitud, mientras el comentarista hablaba de la consecución de los 1.000 metros, y hacía comparaciones favorables para la torre con las pirámides, la Gran Muralla China, el Faro de Alejandria o el Coloso de Rodas. Un logro magnifico, que abría el camino hacia la comunicación con otras razas de estrellas lejanas. Algo de belleza propia, esbelta y deslumbrante. La cámara subia y bajaba por las paredes de cristal. Su ojo escudriñaba por el agujero de la cima. Gammas sonrientes agitaban las manos. Vigilante se vio a si mismo un momento, inmerso en problemas, sin saber que le estaban holovisando. Y también estaba Krug, resplandeciente de orgullo, señalando los rasgos de la torre a una multitud de senadores e industriales. El frío de la tundra parecía emanar de la pantalla. La cámara captó las trenzas de refrigeración, situadas en el permafrost. Una niebla se alzaba de ellas. A menos que se mantenga congelado el suelo, explicaba el comentarista, no se podrá garantizar la estabilidad de la torre. Una hazaña de la ingeniería medioambiental. Un milagro. Un monumento a la visión y la decisión del hombre. Si. Sí. Increíble. Con repentina ferocidad, Vigilante desconectó la pantalla. La brillante torre desapareció como un sueño interrumpido. Se quedó de pie cerca de la pared, dando la espalda a Lilith, intentando comprender cómo se le había vuelto tan complicada la vida. Quería ser humano. Sí. ¿No había rezado a Krug para que él y los suyos tuvieran todos los privilegios de los nacidos del Vientre? Sí. Sí. Y con los privilegios, llegaban las responsabilidades. Sí. Y con las responsabilidades, la confusión. La rivalidad. El sexo. El amor. Los planes. Quizá no estaba preparado para todo esto, pensó Vigilante. Quizá debí seguir siendo un buen trabajador alfa, en vez de alzarme para desafiar a la Voluntad de Krug. Quizá. Quizá. Hizo los rituales de tranquilidad, pero sin éxito. “Ahora eres más humano de lo que quisieras, Alfa Vigilante”, se dijo. [LACUNA] que Lilith estaba detrás de él, muy cerca. La punta de sus pechos le rozaba la espalda. Cuando se acercó aún más, sintió grandes globos aplastándose contra él.

—Pobre Thor —murmuró ella—. Tan tenso. Tan preocupado ¿Quieres hacer el amor?

¿Acaso podía negarse? Fingió entusiasmo. La abrazó. Cuerpo tenso se deslizó contra cuerpo. Ella se abrió a él, y él la penetró. Esta vez fue más hábil. Pero seguía sintiendo un vacío, un oe de la carne, un éxtasis extraño. No encontró placer para sí mismo, aunque había un placer indirecto viendo a Lilith palpitar, y gemir y arquear la espalda cuando ella lo sintió gracias a [LACUNA]. “Pese a todo, no soy suficientemente humano”, se dijo, y ella es demasiado humana. Sí. Sí. Se movió más de prisa. Ahora sentía un cosquilleo. Krug había diseñado bien a Sus hijos, con todas las conexiones neurales apropiadas, por muy bloqueadas que estuvieran a veces a causa de un condicionamiento autoimpuesto. Cuando se acercó el clímax, Vigilante experimentó unos momentos de pasión genuina: gimió, agarró las nalgas de Lilith con dedos de acero, embistió. Luego llegó la ráfaga de la culminación e, inmediatamente después, como antes, la tristeza, la sensación de vacio. Le parecía estar en una vasta tumba subterránea, cientos de metros de larga y muchos de ancha, sin nada a la vista excepto polvo y fragmentos de coronas de flores secas. Se obligó a seguir abrazado a Lilith, aunque lo único que deseaba era darse media vuelta y quedar solo. Abrió los ojos. Ela lloraba. Ella sonreia. Ella estaba arrebolada, sudorosa y deslumbrante.

—Te quiero —dijo Lilith suavemente.

Vigilante titubeó. Se requeria una respuesta. Su silencio crecía con cada segundo, amenazaba con invadir el universo. ¿Cómo podía no responder? Era inhumano seguir en silencio. Rozó su carne cálida. Se sintió muy lejos de ella.

—Te quiero, Lilith —dijo rápidamente, para acabar con ello.

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