Romina y Juani se conocen en la placita de La Cascada. A pesar de ir al mismo colegio, no se cruzaron antes. Se conocen una tarde. Juani llega en bicicleta, solo. Es uno de los pocos chicos que va a la plaza solo. Todos los demás están acompañados. Por sus "chicas que los cuidan". Las empleadas domésticas de sus familias. Juani ya no tiene; tuvo, pero ahora no, sólo viene una mujer a limpiar la casa por las mañanas, pero a la mañana él va al colegio. Los chicos se hamacan demasiado rápido. Algunos se enroscan y luego giran descontrolados. Romina no los mira para no marearse. Dibuja con una rama en la arena. Dibuja una casa, y un río. Los borra. Un chico muy alto enrosca la cadena de la hamaca al travesaño superior para quedar más lejos del suelo. Antonia balancea a Pedro en una hamaca de bebés mientras charla con otra empleada. Hablan el mismo idioma, pero suenan distinto. El chico muy alto se aburre y se va. Juani se sube a la hamaca que deja. La desenrosca. Se hamaca solo. Dos nenas se pelean por otra hamaca. Una de jean bordado le tira del pelo a otra de vestido rosa. La otra llora. Nadie las mira, sólo Romina. Llora más fuerte. Grita. Entonces se acercan las chicas que las cuidan. "Qué demonio eres", le dice una a la que no llora. "Déjale la hamaca a tu amiguita, no le hagas llorar." La chica no quiere, no suelta la hamaca. La del vestido rosa llora más. Juani se baja de su hamaca y estira las cadenas hacia donde está la chica que llora. "Toma", le dice. Romina mira, mientras dibuja en la arena. "Yo quiero la otra", le contesta la chica. Juani le acerca su hamaca a la chica que no llora, le propone cambiarla por la que quiere la que llora. La que no llora no acepta. Juani se fastidia y se vuelve a hamacar, alto, cada vez más alto. "Le voy a decir a tu mamá", le dice la chica que la cuida a la que no llora y no larga la hamaca. "Puta", le contesta la chica y sale corriendo. La chica que llora deja de llorar y sale corriendo detrás de ella. Le pisan el dibujo a Romina. Se suben al tobogán amarillo, se tiran, se ríen. Las chicas que las cuidan vuelven a sentarse en el banco y otra vez hablan. Una se queja de que su patrona no le deja dormir la siesta y que por eso se le hinchan las piernas. Juani se hamaca cada vez más alto. Romina lo mira. Sepulta el dibujo pisado pasando sobre él la rama y vuelve a mirarlo. Desde donde está ella parecería que Juani tocara el cielo con los zapatos marrones. Le falta un cordón. Romina se para, va a la otra hamaca. Se hamaca. Trata de alcanzarlo. Cuando cree que está a punto de hacerlo Juani se arroja desde lo alto y cae sobre la arena. La hamaca vacía sigue moviéndose, pero ahora lo hace sin peso, incierta. Romina quiere saltar, pero no se atreve. "Dale, tírate que no pasa nada", le dice Juani desde abajo. Ella va y viene sin decidirse. "Dale, que yo te espero." Romina se lanza. Se deja caer en el aire y por primera vez desde que vino de Corrientes se siente liviana. Cae a la arena y se tuerce un pie. Juani la ayuda a levantarse. "¿Te lastimaste?", le pregunta. "No", le contesta ella y se ríe. "¿Cómo te llamas?", le pregunta él. "Ramona", escribe ella sobre la arena.