Holly tamborileaba con los dedos sobre el escritorio y miraba por la ventana. La semana le estaba pasando volando en el trabajo. No sabía que fuese posible disfrutar tanto trabajando. Había permanecido en el despacho a la hora de almorzar e incluso se había quedado hasta tarde algunos días, y por el momento aún no tenía ganas de dar un puñetazo en los morros a ninguno de sus compañeros. Aunque sólo llevaba tres semanas allí, había que darle tiempo. Lo mejor de todo era que se encontraba muy a gusto con sus colegas. Las únicas personas con quienes tenía verdadero contacto eran Dermot y Wayne, los tipos de maquetación y diseño. En la oficina reinaba un ambiente desenfadado y a menudo oía a unos y otros gritarse bromas de un despacho a otro. Siempre lo hacían de buen humor y Holly estaba encantada.
También le encantaba sentirse parte del equipo, como si verdaderamente estuviera haciendo algo que tuviera un impacto real en el producto acabado. Pensaba en Gerry a diario. Cada vez que cerraba un trato le daba las gracias, le agradecía que la hubiese empujado hasta la cima. Aun así, todavía tenía días horribles en los que no se sentía merecedora de levantarse de la cama. Pero el entusiasmo que le suscitaba el trabajo la estimulaba para seguir adelante.
Oyó que Chris conectaba la radio en el despacho contiguo y sonrió. A cada hora en punto sintonizaba las noticias. Y todas ellas se filtraban en el cerebro de Holly, que no se había sentido tan inteligente en toda su vida.
– ¡Eh! -gritó Holly, golpeando la pared-. ¡Apaga eso! ¡Algunos de nosotros estamos intentando trabajar!
Le oyó reír y sonrió. Volvió a concentrarse en su trabajo; un colaborador había escrito un artículo sobre el viaje que había realizado por toda Irlanda en busca de la jarra de cerveza más barata del país y lo cierto era que tenía gracia. Quedaba un hueco muy grande a pie de página y era tarea de Holly llenarlo. Comenzó a hojear la libreta de contactos y de repente tuvo una idea. Cogió el teléfono y marcó un número.
– Hogan's.
– Hola, con Daniel Connelly, por favor. -Un momento.
Los malditos Greensleeves otra vez. Bailó por la habitación al ritmo de la música mientras aguardaba. Chris entró, le echó un vistazo y volvió a cerrar la puerta. Holly sonrió.
– Diga?
– ¿Daniel?
– Sí.
– Hola, soy Holly.
– ¿Cómo estás, Holly?
– Estupendamente, gracias. ¿Y tú?
– No podría estar mejor.
– Eso es una bonita queja. Daniel rió e inquirió: -¿Cómo te va en tu flamante empleo?
– Bueno, en realidad por eso te llamo -confesó Holly con tono de culpa.
– ¡Oh, no! -exclamó Daniel-. La nueva política de la casa comprende el no contratar a ningún Kennedy más.
Holly rió tontamente.
– Joder, con las ganas que tenía de arrojar bebidas a los clientes. Daniel rió y luego dijo:
– En fin, ¿qué te cuentas?
– ¿Es posible que una vez te oyera decir que tenías que anunciar más el Club Diva?
Bueno, en realidad él creía que se lo estaba diciendo a Sharon, pero Holly supuso que no recordaría ese detalle.
– Recuerdo haberlo dicho, sí.
– ¿Y no te gustaría anunciarlo en la revista X?
– ¿Es la revista para la que trabajas?
– No, simplemente se me ha ocurrido que sería una pregunta interesante, eso es todo -bromeó Holly-. ¡Claro que es donde trabajo!
– ¡Ah, por supuesto, lo había olvidado, es esa revista que tiene las oficinas justo a la vuelta de la esquina! -dijo Daniel con sarcasmo-. La que hace que pases por delante de mi puerta cada día sin que aún te hayas dignado entrar. ¿Por qué nunca te veo a la hora del almuerzo? -agregó irónicamente-. Acaso mi pub no es lo bastante bueno para ti?
– Es que aquí todos almuerzan en sus despachos -explicó Holly-. ¿Qué te parece?
– Me parece que sois una panda de aburridos.
– No, me refiero a lo del anuncio.
– Sí, claro, es una buena idea.
– Perfecto. Lo pondré en el número de noviembre. Te gustaría publicarlo mensualmente?
– Te importaría decirme cuánto me costaría? -inquirió Daniel. Holly hizo sus cálculos y le dijo una cantidad.
– Hmmm… -musitó Daniel, meditando-. Tendré que pensarlo pero para el número de noviembre seguro.
– ¡Fantástico! Te harás millonario cuando lo imprimamos.
– Eso espero. -Daniel rió-. Por cierto, la semana que viene montamos una fiesta para el lanzamiento de una nueva bebida. ¿Puedo apuntarte en la lista de invitados?
– Sí, te lo agradezco. ¿Qué bebida es ésa?
– Se llama Blue Rock. Es un nuevo refresco de la casa Alco que al parecer será un bombazo. Tiene un sabor asqueroso, pero será gratis toda la noche, así que yo invito a las rondas.
– Vaya, a eso lo llamo hacer buena propaganda-dijo Holly-. ¿Cuándo será? -Sacó la agenda para anotarlo-. Perfecto, puedo ir directamente cuando salga del trabajo.
– Pues en ese caso llévate el biquini a la oficina. -¿Que me lleve qué?
– El biquini -repitió Daniel-. Será una fiesta playera.
– Estás chiflado. ¡Si es pleno invierno!
– Oye, que la idea no es mía. El eslogan dice «Blue Rock, la nueva bebida rompehielos».
– Joder, menuda horterada -rezongó Holly.
– Y menudo follón. Vamos a cubrir todo el suelo con arena. Será una pesadilla limpiarlo después. En fin, ahora tengo que volver al trabajo, esto está de bote en bote hoy.
– De acuerdo. Muchas gracias, Daniel. Piensa lo que quieres que diga el anuncio y llámame.
– Así lo haré.
Holly colgó y se quedó reflexionando un momento. Finalmente se levanró y fue al despacho de Chris con una idea en mente.
– ¿Ya has terminado de bailar? -preguntó Chris, riendo entre dientes.
– Sí, me he inventado unos pasos. He venido a enseñártelos -bromeó Holly.
– ¿Cuál es el problema? -dijo Chris mientras terminaba lo que estaba escribiendo y se quitaba las gafas.
– No es un problema, sino una idea. -Siéntate.
Indicó la silla con el mentón. Hacía sólo tres semanas que se había sentado para la entrevista y ahora allí estaba proponiendo ideas a su nuevo jefe. Resultaba curioso que la vida cambiara tan rápido, aunque por otra parte eso ya lo había aprendido…
– ¿De qué se trata?
– Veamos, ¿conoces el pub Hogan's que está a la vuelta de la esquina?
Chris asintió con la cabeza.
– Bien, acabo de hablar con el propietario y va poner un anuncio en la revista.
– Eso está muy bien, pero espero que no vengas a informarme cada vez que llenes un hueco… Podríamos pasarnos un año aquí dentro.
Holly hizo una mueca.
– No es eso, Chris. El caso es que me ha contado que van a celebrar una fiesta para lanzar una nueva bebida llamada Blue Rock. Un refresco de la casa Alto. Será una fiesta playera, todo el personal irá en biquini y cosas por el estilo.
– ¿En pleno invierno? -Chris arqueó las cejas. -Al parecer es la nueva bebida rompehielos. Chris puso los ojos en blanco.
– Hortera. Holly sonrió.
– Es lo mismo que yo he dicho. Pero aun así se me ha ocurrido que quizá valdría la pena informarse y cubrir el evento. Ya sé que las ideas hay que proponerlas en las reuniones, pero esto va a ser muy pronto.
– Comprendo. Es una gran idea, Holly. Pondré a uno de los muchachos a trabajar en ello.
Holly esbozó una sonrisa y se levantó de la silla. -Por cierto, ¿ya te han arreglado el jardín? Chris frunció el entrecejo.
– Han ido a verlo unas diez personas distintas. Dicen que me costará unos seis mil.
– ¡Uau, seis mil! Eso es mucho dinero.
– Bueno, es un jardín muy grande, así que supongo que no se equivocan. --¿A cuánto sube el presupuesto más bajo?
– Cinco quinientos. ¿Por qué?
– Porque mi hermano te lo haría por cinco -dijo de sopetón.
– ¿Cinco? -Los ojos casi se le salieron de las órbitas-. Es lo más barato que he oído hasta ahora. ¿Es bueno?
– ¿Recuerdas que te dije que mi jardín era una jungla? Chris asintió con la cabeza.
– Bien, pues ya no lo es. Ha hecho un trabajo excelente. La única pega es que trabaja solo y, por consiguiente, le lleva más tiempo.
– Por ese precio me da igual lo que tarde. ¿Tienes su tarjeta por casualidad?
– Eh… sí. Enseguida te la traigo.
Cogió una cartulina de la mejor calidad del despacho de Alice, escribió el nombre y el número de móvil de Richard con una tipografía elegante y la imprimió. La cortó con forma de rectángulo para que pareciera una tarjeta.
– Estupendo -dijo Chris, leyéndola-. Creo que voy a llamarlo ahora mismo.
– No, no -se apresuró a decir Holly-. Te será más fácil encontrarlo mañana. Hoy está hasta las cejas.
– Como tú digas. Gracias, Holly. -Holly se dirigió hacia la puerta y se detuvo al oír que Chris le decía-: Por cierto, ¿qué tal escribes?
– Es una de las cosas que aprendí en el colegio. Chris se echó a reír.
– ¿Aún estás a ese nivel?
– Bueno, siempre podría comprar un diccionario de ideas afines-Bien, porque necesito que cubras esa fiesta de lanzamiento del martes.
– ¿YO???!!!
– ¿Qué?
– No puedo mandar a ninguno de los chicos con tan poca antelación y tampoco puedo hacerlo, así que tengo que confiar en ti. -Revolvió unos papeles de encima del escritorio-. Enviaré a uno de los fotógrafos contigo, que saque unas cuantas fotos de la arena y los biquinis.
– Oh… muy bien. -El corazón de Holly latió con fuerza. -¿Qué te parecen ochocientas palabras?
Imposible, pensó. Que ella supiera, su vocabulario constaba de unas cincuenta palabras.
– Perfecto -contestó con seguridad, y salió del despacho. Mierda, mierda, mierda, mierda, se dijo. ¿Cómo diablos iba a lograrlo? Si ni siquiera dominaba la ortografía.
Cogió el teléfono y pulsó el botón de rellamada. -Hogan's.
– Con Daniel Connelly, por favor. -Un momento.
– No me ponga… -Comenzaron a sonar los Greensleeves-. En espera.
– Diga?
– Daniel, soy yo -dijo con premura.
– ¿Alguna vez me dejarás en paz? -Inquirió Daniel, tomándole el pelo.
– No. Necesito ayuda.
– Ya lo sé, pero no estoy cualificado para eso.
– Hablo en serio. He comentado lo de ese lanzamiento con mi editor y quiere que lo cubra yo.
– Fabuloso. ¡Entonces ya puedes olvidarte del anuncio! -bromeó Daniel.
– No, de fabuloso nada. Quiere que lo escriba yo.
– Me alegro por ti, Holly.
– ¿No lo entiendes, Daniel? ¡No sé escribir!
– ¿De veras? Era una de las asignaturas más importantes en mi colegio. -Daniel, por favor, que esto va en serio…
– De acuerdo. ¿Qué quieres que haga?
– Necesito que me cuentes absolutamente todo lo que sepas sobre esa bebida y el lanzamiento, para que pueda comenzar a escribir enseguida y así tener unos días de margen para preparar el artículo.
– ¡Sí, un momento, señor! -gritó Daniel, apartándose del teléfono-. Oye, Holly, ahora no puedo entretenerme.
– Por favor -lloriqueó Holly. -Escucha, ¿a qué hora sales de trabajar? -A las seis. -Cruzó los dedos y rezó para que la ayudara.
– De acuerdo, ¿por qué no te pasas por aquí a las seis y te llevo a cenar a alguna parte?
– Oh, muchísimas gracias, Daniel. -Se puso a dar brincos de alegría por el despacho-. Eres un cielo!
Colgó el teléfono y suspiró aliviada. Después de todo quizás aún tuviera una oportunidad de redactar el artículo y de paso conservar el empleo.
De repente se quedó inmóvil al repasar mentalmente la conversación. ¿Acababa de aceptar una cita con Daniel?