Capítulo 10

Logan la tomó de la mano y la condujo a la playa. La arena aún estaba húmeda y fría bajo los pies, a diferencia de su cuerpo, encendido. Catherine había satisfecho su apetito de comida, pero no el que sentía por ella.

– Háblame de tus planes para presentarte a alcalde -pidió ella.

– ¿Qué te hace pensar que lo haré?

– Te oí mencionar algo al respecto cuando tu padre se puso al teléfono la semana pasada, y lo leí en el periódico -reconoció.

Él se detuvo. Ella continuó hasta que Logan la detuvo. Se volvió para mirarlo.

– ¿Qué sientes al respecto? -no pretendía presionarla, pero necesitaba saber qué pensaba. Le costó leer su expresión neutral. Dejó que el silencio se prolongara.

El rugido de las olas rompía como telón de fondo. La ligera brisa revolvía el pelo de Catherine. Logan respiró hondo. En ese sitio había encontrado la sensación de paz que lo había eludido toda la vida, de modo que comprar la casa había sido lo más lógico.

Ella se encogió de hombros.

– Lo que hagas, te presentes o no a alcalde, no es asunto mío -sin embargo, la expresión intensa de sus ojos contradecía sus palabras.

– Aclaremos una cosa. A partir de este momento, si me involucra a mí, te involucra a ti. Eso es lo que significa «nosotros» -tiró de su mano y la pegó a él.

Al sentir la plenitud de sus pechos contra su torso soltó un gemido. Gracias a la amplia intimidad que proporcionaba la casa de la playa, ninguno de los dos estaba totalmente vestido. Logan llevaba unos vaqueros cortos como única concesión a la ropa, mientras ella lucía una de sus camisas y la ropa interior de la noche anterior. Se aprovechó de ello e introdujo la mano debajo de la camisa para apoyar la palma sobre la suave piel de su espalda.

– Nosotros -murmuró Cat-. Me gusta como suena. Haces que la vida parezca tan sencilla…

– Se debe a que lo es. Pero, para que lo sepas, no pienso presentar mi candidatura. No es para mí.

– Da la casualidad de que creo que harías un trabajo estupendo -sonrió y alzó la mano para apartarle el pelo de la frente. La sencillez del gesto hizo que fuera muy sensual. El cuerpo de Logan, receptivo ya, despertó a la vida-. Lo que no es para ti es la encorsetada imagen pública de un político.

– Me alegra que me conozcas tan bien. Si también me conociera mi padre, no mantendríamos ahora esta conversación -musitó. Pero el juez Montgomery jamás había conocido a su propio hijo, salvo para considerarlo una extensión de sí mismo. Ni siquiera se había molestado en intentarlo.

Eso dolía. La misma parte de Logan que se rebelaba contra los dictados de su familia añoraba una relación normal de padre e hijo. Una que jamás había tenido.

– ¿Se lo has dicho ya? -inquirió Catherine.

– Una y otra vez. No lo acepta, lo que significa que continúa con su propio calendario. Al menos hasta que encuentre un modo de detenerlo.

– Quieres que acepte algo más que la decisión de no presentarte a alcalde, ¿verdad?

– Sabes que sí. Supongo que es humano buscar la aprobación paterna.

– No es sólo eso. Has logrado tanto en tu vida que te has ganado esa aprobación. Por desgracia, él no te la da porque tus necesidades no coinciden con las suyas. En realidad, es triste.

– Eres perceptiva. ¿Te lo habían dicho alguna vez?

– No -se encogió de hombros-. Creo que se debe a que he llegado a conocerte muy bien, tanto como para leer tus sentimientos.

– De modo que he logrado mucho en poco tiempo -sonrió.

– Ya me extrañaba que no lo llevaras al terreno personal -puso los ojos en blanco-. ¿Y qué me dices de tu madre? ¿Se puede contar con ella para que intente unir la distancia que os separa? ¿Se lo has contado alguna vez?

Logan sacudió la cabeza, asombrado de que nunca se le hubiera ocurrido.

– Durante demasiado tiempo la he visto como una extensión del juez, aquélla que ejecuta sus deseos en público. Pero en realidad sé poco sobre ellos o su matrimonio en estos últimos años.

– Quizá ya es hora de que lo averigües.

– Eres una mujer sabia, Catherine Luck.

– Una mujer aún más sabia en una ocasión me dijo que las mujeres son más inteligentes que los hombres y que jamás debería olvidarlo. Quizá acabo de demostrar que tenía razón -sonrió.

– Si hablas de Emma, por favor, jamás le brindes la satisfacción de que sepa que tiene la razón en todo. Sería imposible de soportar.

– Ya lo es -rió-. Y quizá si consigues que las cosas se solucionen a través de tu madre, logres que Grace regrese a casa -le tocó la mejilla-. Porque sé que eso te gustaría, ¿no?

– Sí -le aferró la muñeca y contempló su rostro solemne-. Y me gustaría saber qué más pasa por esa cabeza tuya.

– Nada que valga la pena tratar, lo juro -le pasó la mano libre por la cintura.

– Confía en mí, cariño.

– Esto no tiene nada que ver con la confianza. Y para que lo sepas, no es que no confíe en ti.

– Lo sé. Lo que pasa es que no confías en que la vida te envíe algo bueno.

– Tú también empiezas a conocerme bien -sonrió.

– Me alegro -ya se habían alejado bastante. Desvió la vista al océano-. ¿Has visto alguna vez un sitio que ofreciera tanta paz? -preguntó con la esperanza de que viera ese refugio del mismo modo que él.

– Es hermoso esto -ladeó la cabeza para obtener una vista mejor-. No sólo el agua, sino la cabaña y el silencio. Es una bendición -susurró.

– Igual que tú -le acarició el cuello, deseando disfrutar de todo el tiempo que pudiera con ella antes de que su trabajo se interpusiera entre los dos. Miró el reloj-. Son casi las diez. Disponemos de una hora antes de que tenga que llevarte de vuelta.

Deslizó las manos por su espalda y coronó los pechos sueltos. Sintió su plenitud y peso contra las palmas. Catherine contuvo un gemido.

– Una hora. Es mucho tiempo.

Logan bajó la cabeza y capturó su boca en un beso prolongado y embriagador. Mientras introducía la lengua, las manos le acariciaron los pechos y los pezones erguidos. Sin advertencia previa, las caderas de ella se pegaron a las suyas, incitaron su tensa erección y pusieron a prueba su tenue control.

Cortar para respirar no resultó fácil, pero tuvo que hacerlo si quería que volvieran a la cabaña.

– No sé si con una hora bastará. No para lo que tengo en mente.

– ¿Y qué es? -preguntó con ojos llenos de deseo.

– Corre conmigo a la casa y lo descubrirás -le tomó la mano.


Debía de estar loca. Ese hombre que le apretaba la mano con tanta fuerza, que la acariciaba con la mirada, con palabras… Confiaba en él. Y si su madre había creído en su padre… bueno, Thomas Luck no se parecía en nada a Logan Montgomery. Su padre no era un hombre trabajador, leal, recto. No había nadie más desconfiado que las hermanas Luck, pero hasta Kayla había creído en última instancia en un hombre. En el amor. En el futuro.

Quizá ya era hora de que ella hiciera lo mismo.

Corrió con él por la larga extensión de playa. El viento le agitaba el cabello y con cada inhalación respiraba el aroma salado del aire. Una vez que había abierto tanto el corazón como la mente a las posibilidades, todo ante ella parecía nuevo.

Cuando llegaron a la cabaña, Catherine se hallaba sin aliento y reía. Calló al ver el fuego que aún ardía en los ojos de Logan. La intensidad fue contagiosa y sintió que en su interior estallaba una conflagración. El corazón comenzó a martillearle con fuerza.

– Cat -dijo con voz ronca. La tomó por la cintura, subiéndole la camisa por los muslos. Riendo, ella alargó una mano… y entonces un fogonazo brilló ante sus ojos. No estaban solos-. ¿Qué diablos? -Logan reaccionó primero y la protegió detrás de su cuerpo, apartándola de la vista.

Considerando su estado de desnudez, Catherine apreció su caballerosidad, pero ya habían sacado la foto y el gesto llegaba demasiado tarde.

– Señor Montgomery, he venido para reunirme con usted y sus partidarios cuando anuncie su candidatura a alcalde de Hampshire -la reportera miró su reloj-. Pensé que la conferencia de prensa era a las diez, pero…

– ¿Conferencia de prensa? -repitió Catherine, saliendo del escudo que le proporcionaba el cuerpo de Logan.

– Sí. El juez Montgomery dijo que era a las diez, aunque quizá esté equivocada.

– ¿Importaría eso? -musitó él-. Acaba de obtener su primicia.

Catherine bajó el borde de la camisa de Logan. Apenas le cubría los muslos y nunca se había sentido tan vulnerable y expuesta.

– ¿Ha dicho que la conferencia de prensa estaba preparada? -incluso al formular la pregunta sintió que el corazón se le helaba.

– Desde la pasada semana. ¿Y usted es…?

– Averígüelo por su propia cuenta -cortó Logan, que se volvió hacia Catherine-. Vayamos dentro. Necesitamos hablar.

– No estoy segura de que haya algo de que hablar -le habría gustado tragar saliva, pero tenía la boca demasiado seca.

– ¿Podemos discutirlo en privado? -señaló a la reportera ansiosa y al fotógrafo que la acompañaba.

Sin mirar hacia ellos, caminó por delante de él en dirección a la seguridad de la casa.

En cuanto la puerta se cerró a su espalda, él le tomó la mano.

– Cat…

– Preferiría que no lo hicieras.

– ¿Tocarte o darte una explicación? -ella se volvió para mirarlo. Quizá leyó la expresión en su cara, porque ocultó la suya propia detrás de una máscara indescifrable-. Doy por hecho que ambas cosas -en sus ojos centellearon el dolor y la traición porque Catherine no le brindara la oportunidad de aclarar las cosas.

– No estoy segura de que una explicación supusiera alguna diferencia -repuso ella. Su corazón, que hasta entonces había sido cálido como el sol, se heló.

Ella no entendía ese tipo de vida, ni creía que pudiera acostumbrarse a estar ante el ojo público. Acosada por la prensa. Sorprendida en diversos grados de desnudez.

– Bueno, es una lástima, porque vas a escuchar. Después de todo lo que ha habido entre nosotros, me lo debes.

– Te escucho -asintió.

– Tal como yo veo las cosas, el juez orquestó una reunión aquí con la prensa porque tenía la certeza de que no pensaba aparecer en el sitio designado por él. Como no sabe nada de ti… de nosotros… considero que esto no es más que una lamentable coincidencia.

De hecho, era la peor pesadilla de Logan, pero en ese momento Catherine no parecía demasiado receptiva a sus sentimientos. No cuando los suyos estaban tan heridos y a flor de piel. La comprendía, pero él también tenía corazón, y al soslayar su intento de explicación, lo pisoteaba.

Ella suspiró y tiró del bajo de la camisa. Logan comprendía la humillación que sentía. Y todo por él. Demonios, recurriría a su fideicomiso si el dinero pudiera impedir que se publicara la foto. Pero no era así. Para los buitres una noticia suculenta valía más que cualquier cantidad de dinero.

– Percibo la manipulación de tu padre en todo esto y lamento que aún intente controlarte -el dolor danzó en sus ojos junto con lo que parecía resignación-. Pero no sé si podré soportar ser carnaza para la prensa -bajó la vista a sus piernas desnudas y recordó que la camisa estaba por encima de las braguitas cuando se sacó la foto.

– Cat…

– También creo ver la mano de tu abuela en esto. Nos encerró en un cuarto para abrigos y me envió cosas calculadas para hacer que me ena… que cayera en tus brazos.

Él enarcó una ceja ante el desliz. Eso sí que era algo en lo que le gustaría profundizar. Y también el posible papel desempeñado por su abuela en toda la situación. No se le escapó que habría podido ser Emma quien hubiera sugerido ese escenario.

Pero aún no estaba dispuesto a ceder ante Emma.

– Reconozco que ella tenía sus propios planes. Incluso te lo mencioné el otro día. Pero tenderte una trampa jamás figuró entre ellos.

A pesar de todos sus defectos, la anciana tenía un gran corazón y era obvio que Catherine le importaba. Logan no tuvo más opción que hacer un acto de fe y creer en la integridad de Emma. De lo contrario, todo lo bueno de su infancia y su vida se habría basado en otra ilusión.

Catherine cruzó los brazos.

– No importa que sean Emma o tu padre los que han convocado la rueda de prensa. Solo quiero largarme de aquí antes de que esto se convierta en un circo periodístico.

Él soltó un juramento, inseguro de cuáles eran los sentimientos de Catherine detrás de la barrera que había erigido. No disponía de tiempo para averiguarlo porque ella tenía razón. Debía sacarla de allí a toda velocidad.

Un vistazo por la ventana reveló que un sedán negro entraba hasta la parte frontal de la casa. Como de costumbre, la llegada de su padre era oportuna y nada bienvenida. Se pasó la mano por los ojos y gimió.

Esperó que contemplar su realidad le hiciera abrir los ojos al juez. Se sentía irritado; a pesar de insistir en ser un hombre independiente, aún manejaban sus hilos como si fuera una maldita marioneta.

Pero iba a parar. Y ese mismo día.

Ira y frustración palpitaron en su interior, tan fuertes como el deseo que había sentido unos momentos antes. Lo último que quería era brindarle a Catherine un camino para que saliera de su vida. Pero se lo debía. Si esperaba recuperar en algún momento el corazón que tanto le había costado ganar, debía dejarla partir.

Recogió las llaves del jeep.

– Está aparcado justo al otro lado de la puerta. Sal y no hables con nadie. No contestes ninguna pregunta. Métete en el vehículo, da la vuelta alrededor de cualquiera que haya llegado y sigue conduciendo.

– Gracias -dijo con ojos tristes.

¿Por qué esa palabra le sonaba tanto a una despedida? Contempló sus labios separados y experimentó la necesidad de saborearla una última vez.

Le asió los antebrazos y la atrajo hacia sí. Ella no se apartó, pero el júbilo había desaparecido. Igual que la expresión abierta.

En ese momento, llamaron a la puerta. Logan bajó la cabeza y le dio un beso fugaz. Catherine suspiró y él ahondó el beso, introduciendo la lengua. Volvieron a llamar, con más fuerza.

Ella dio un paso atrás.

– Yo abriré la puerta, tú pasa a su lado y sigue caminando. ¿Entendido? -ella asintió-. Esto no se ha terminado, Cat. Nosotros no hemos terminado.

– Eres demasiado idealista -murmuró, acariciándole la mejilla.

Él sacudió la cabeza y al mismo tiempo alargó la mano hacia la puerta.

– Soy realista, y cuando todo esto haya acabado, tú formarás parte de mi realidad -giró el pomo-. Ahora vete.

Abrió la puerta, esperando que ella esquivara al juez sin decir una palabra. Pero se detuvo delante de él.

– Hola, juez Montgomery.

El padre pareció aturdido un momento mientras miraba de Catherine a los reporteros que esperaban.

– Señorita…

– Luck. Catherine Luck.

A Logan no le preocupó que le hubiera dado su nombre. Los periódicos lo imprimirían de todos modos. Hizo una mueca de disgusto ante el esnobismo de su padre, que ni siquiera la recordaba después de la fiesta. Pero tuvo la impresión de que a partir de ese día el juez Montgomery jamás olvidaría el nombre de Catherine Luck.

Ella extendió la mano y, tras una breve vacilación, el otro aceptó el saludo.

– ¿La conozco?

– La semana pasada me ocupé del catering de su fiesta -le recordó.

Logan vio que la curiosidad en los ojos de su padre se convertía en manifiesta desaprobación.

– Emma la contrató -afirmó-. Pero recuerdo que mantuve una conversación con usted acerca de confraternizar con los invitados.

– Sí, así es.

– No hace falta que le pregunte qué hace ahora aquí -indicó con desdén.

Logan sintió la tentación de salir en su defensa, pero percibió que, si violaba su sentido de seguridad en sí misma, jamás se lo perdonaría. Diablos, sería afortunado si alguna vez volvía a hablarle.

La mirada de Catherine en ningún momento se apartó de la de su padre. Para su mérito, teniendo en cuenta que sólo llevaba puesta su camisa, se mantuvo firme con un hombre que intimidaba incluso a aquellos que lo conocían bien.

– No, no hace falta. Pero como ya no trabajo para usted, no hay mucho que pueda decir. Aunque a mí me gustaría informarle de una cosa antes de irme.

– Catherine, no tienes por qué pasar por esto en mi casa.

– No, es verdad -le sonrió, aunque sin ningún gozo evidente-. Considéralo un regalo de despedida -volvió a mirar al juez-. Cuanto más intente controlar a la gente que quiere, más se alejarán de usted -carraspeó-. Señor.

Antes de que su padre pudiera asimilar las palabras, pasó a su lado. Cuando el juez comenzó a reaccionar, Cat había desactivado los cerrojos y entrado en el jeep.

Logan sintió una mezcla de orgullo y tristeza mientras observaba el frenesí que había provocado en la prensa. Controlar la ira contra su padre no resultó fácil y se tomó un minuto para centrarse.

– Luck -musitó el juez-. Recuerdo ese apellido. Fue noticia en todos los tribunales. Tiene agallas y carácter, lo que no me sorprende dadas sus raíces, aunque es admirable de todos modos -miró a su hijo-. Y ahora, ¿quieres contarme qué hay entre vosotros dos? ¿Y cómo piensas explicárselo a la prensa?

La furia hirvió en el interior de Logan, pero siguió el ejemplo de Cat. Debía mantener el control. El juez Montgomery jamás perdía la serenidad. La determinación y un aire de autoridad harían que llegara más lejos que si perdía los nervios, algo que había aprendido de niño. La mejor manera de conseguir algo de él era en su mismo terreno. El humor y un sarcasmo frío ya no conseguirían nada. La verdad clara y honesta sí.

Se volvió hacia su padre.

– No tengo nada que explicarle a la prensa. Ni a ti. No sé qué hace falta para convencerte de que soy yo quien maneja mi vida. Y manda en mi casa -respiró hondo-. Y no sabes cuánto me molesta el modo en que le has hablado a la mujer que amo.

– No te entiendo, hijo -el juez meneó la cabeza-. Eres joven y veo lo atractiva que es, a pesar de lo que me disgusta reconocerlo. Pero no eches a desperdiciar tu vida por amor. No existe. Lo que sobrevive es una alianza entre iguales. Y eso es lo que necesita un político. Una mujer capaz de aparentar integridad y estar al lado de su marido. Sin ningún escándalo de por medio.

– No soy un político -enarcó una ceja-. Jamás lo seré. ¿Oyes lo que digo? No puedes seguir esquivando el tema. No pienso presentarme a alcalde. Y no voy a aceptar un trabajo en ningún bufete poderoso, ni irme a vivir a un edificio de lujo ni, peor aún, regresar a la mansión.

Su padre soltó un suspiro apenado.

– Eliges vivir en esta… barraca. Tu madre y yo lo hemos aceptado. Es obvio que no tenemos elección. Pero por el simple hecho de que vivas por debajo de tus medios no significa que tengas que juntarte también con mujeres de clase baja.

Se había excedido. Logan apretó los puños, reacio a escuchar a su padre insultar a una mujer que no conocía. «Mi mujer», pensó, y ya era hora de que el juez lo entendiera.

– Escúchame, porque sólo voy a decirlo una vez. No vas a insultar a la mujer con la que pienso casarme. ¿Lo has entendido? Va a ser tu nuera. Acéptalo o sal de mi vida, porque, en este asunto, no transigiré -le palpitaba la cabeza.

A pesar de todas sus disputas, en ningún momento se había distanciado de verdad de su familia. Física y mentalmente, sí, era independiente. Pero emocionalmente se aferraba a la esperanza de que algún día tendría la familia sólida que siempre había querido.

Su padre palideció bajo el bronceado de jugar al golf. Echó la mano hacia atrás para apoyarse en la pared.

– ¿Papá? -nunca antes había tenido motivos para cuestionar la salud del juez y el temor superó su furia.

– No seas ridículo -su padre recuperó la compostura con celeridad, al igual que su airada palidez-. Esa mujer se ganó a una anciana senil para poder terminar exactamente donde se encuentra ahora. En tu cama.

La decepción y el pesar atravesaron a Logan. Su padre jamás vería la verdad como tampoco aceptaría lo que era importante en la vida.

– Adiós, papá.

– Hijo, piensa en tu futuro. No tienes por qué arruinar tu vida para frustrarme. Piensa. La unidad de la familia es importante. Yo lo sé. ¿Por qué crees que descubrí un modo de usar tu… estilo de vida a nuestro favor? Esta oportunidad fotográfica te habría puesto como el Montgomery que se relaciona con la gente corriente. Como de costumbre, destruiste mis esfuerzos. Pero lo intenté. Tú debes hacer lo mismo.

Logan meneó la cabeza.

– Si la unidad de la familia es tan importante para ti, piensa tú. Piensa en todo lo que he dicho hoy, porque hablo en serio. Abandona la necesidad de controlarme y acepta mi vida. Acepta a Catherine.

– Su atractivo desaparecerá -gruñó el juez, aunque por primera vez no sonó tan convencido.

– Jamás.

– Tienes demasiado de tu abuela dentro de ti -musitó-. ¿Te das cuenta de que la prensa te espera? ¿Qué pretendes contarle?

– La verdad.

Sin decir otra palabra, Edgar salió por la puerta.

Logan sacudió a cabeza. Deseó que las cosas pudieran ser diferentes, pero no era el momento de pensar en ello. Debía reclamar su vida. Cuando hubiera acabado, todo el mundo tendría claro quién era Logan Montgomery y hacia dónde se encaminaba.

Incluyendo Catherine.

Загрузка...