¿En dónde tejemos la ronda?
¿La haremos a orillas del mar?
El mar danzará con mil olas
haciendo una trenza de azahar.
¿La haremos al pie de los montes?
El monte nos va a contestar.
¡Será cual si todas quisiesen,
las piedras del mundo, cantar!
¿La haremos, mejor, en el bosque?
La voz y la voz va a trenzar,
y cantos de niños y de aves
se irán en el viento a besar.
¡Haremos la ronda infinita!
¡La iremos al bosque a trenzar,
la haremos al pie de los montes
y en todas las playas del mar!
A Tasso de Silveira.
Dame la mano y danzaremos;
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más…
El mismo verso cantaremos,
al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza;
pero tu nombre olvidarás,
porque seremos una danza
en la colina, y nada más…
Danzamos en tierra chilena,
más bella que Lía y Raquel;
la tierra que amasa a los hombres
de labios y pecho sin hiel…
La tierra más verde de huertos,
la tierra más rubia de mies,
la tierra más roja de viñas,
¡qué dulce que roza los pies!
Su polvo hizo nuestras mejillas,
su río hizo nuestro reír,
y besa los pies de la ronda
que la hace cual madre gemir.
Es bella, y por bella queremos
sus pastos de rondas albear;
es libre y por libre deseamos
su rostro de cantos bañar…
Mañana abriremos sus rocas,
la haremos viñedo y pomar;
mañana alzaremos sus pueblos;
¡hoy sólo queremos danzar!
Una niña que es inválida
dijo: -"¿Cómo danzo yo?"
Le dijimos que pusiera
a danzar su corazón…
Luego dijo la quebrada:
– "¿Cómo cantaría yo?"
Le dijimos que pusiera
a cantar su corazón…
Dijo el pobre cardo muerto:
– "¿Cómo danzaría yo?"
Le dijimos: -"Pon al viento
a volar tu corazón… "
Dijo Dios desde la altura:
– "¿Cómo bajo del azul?"
Le dijimos que bajara
a danzarnos en la luz.
Todo el valle está danzando
en un corro bajo el sol.
A quien falte se le vuelve
de ceniza el corazón…
A don Enrique Molina.
Las madres, contando batallas,
sentadas están al umbral.
Los niños se fueron al campo
la piña de pino a cortar.
Se han puesto a jugar a los ecos
al pie de su cerro alemán.
Los niños de Francia responden
sin rostro en el viento del mar.
Refrán y palabra no entienden,
mas luego se van a encontrar,
y cuando a los ojos se miren
el verse será adivinar.
Ahora en el mundo el suspiro
y el soplo se alcanza a escuchar
y a cada refrán las dos rondas
ya van acercándose más.
Las madres, subiendo la ruta
de olores que lleva al pinar,
llegando a la rueda se vieron
cogidas del viento volar…
Los hombres salieron por ellas
y viendo la tierra girar
y oyendo cantar a los montes,
al ruedo del mundo se dan.
A la maestra Emma Ortiz.
¡En el mundo está la luz,
y en la luz está la ceiba,
y en la ceiba está la verde
llamarada de la América!
¡Ea, ceiba, ea, ea!
Árbol-ceiba no ha nacido
y la damos por eterna,
indios quitos no la plantan
y los ríos no la riegan.
Tuerce y tuerce contra el cielo
veinte cobras verdaderas,
y al pasar por ella el viento
canta toda como Débora.
¡Ea, ceiba, ea, ea!
No la alcanzan los ganados
ni le llega la saeta.
Miedo de ella tiene el hacha
y las llamas no la queman.
En sus gajos, de repente,
se arrebata y se ensangrienta
y después su santa leche
cae en cuajos y guedejas.
¡Ea, ceiba, ea, ea!
A su sombra de giganta
bailan todas las doncellas,
y sus madres que están muertas
bajan a bailar con ellas.
¡Ea, ceiba, ea, ea!
Damos una y otra mano
a las vivas y a las muertas,
y giramos y giramos
las mujeres y las ceibas…
¡En el mundo está la luz
y en la luz está la ceiba,
y en la ceiba está la verde,
llamarada de la Tierra!
Los astros son rondas de niños,
jugando la tierra a espiar…
Los trigos son talles de niñas
jugando a ondular…, a ondular…
Los ríos son rondas de niños
jugando a encontrarse en el mar…
Las olas son rondas de niñas
jugando la Tierra a abrazar…
Albahaca del cielo
malva de olor,
salvia dedos azules,
anís desvariador.
Bailan atarantados
a la luna o al sol,
volando cabezuelas,
talles y color.
Las zamarrea el viento,
las abre el calor,
las palmotea el río,
las aviva el tambor.
Cuando es que las mandaron
a ser matas de olor,
todas dirían "¡Sí!"
y gritarían "¡Yo!"
La menta va al casorio
del brazo del cederrón
y atrapa la vainilla
al clavito de olor.
Baliemos a los locos
y locas del olor.
Cinco semanas, cinco,
les dura el esplendor.
¡Y no mueren de muerte,
que se mueren de amor!
Caminando de Este a Oeste
con su arrastre de metales,
hacen la ronda de espadas
doce mil palmeras reales.
Se desparraman en grupos
como estrellas o animales;
y de nuevo se rehace
la ronda de palmas reales…
Entre cafés y algodones,
y entre los cañaverales,
avanza abriéndose paso
la ronda de palmas reales…
Saltan con una pernada
maniguas y platanales
y de noche van somnámbulas
andando, las palmas reales…
Cuando, de loca frenética,
suelta las cofias y chales,
se da a bailar con nosotros
la ronda de palmas reales…
Pero ahora, de ligeras,
no llevan cuerpos mortales,
y se pierde rumbo al cielo,
la ronda de palmas reales.
A Gabriel Tomic.
Flor eterna de cien hojas
fucsia llena de denuedo
flor en tierra no sembrada
que mentamos flor del fuego.
Esta roja flor la dan
en la noche de San Juan.
Flor que corre como el gamo,
con la lengua sin jadeo,
flor que se abre con la noche,
repentina flor del fuego.
Esta flor es la que dan
en la noche de San Juan.
Flor en tierra no sembrada,
flor sin árbol, flor sin riego,
el tu amor está en la tierra
y el tu tallo está en los cielos.
Esta flor cortan y dan
en la noche de San Juan.
Flor que sueltan leñadores
contra bestia y contra miedo;
flor que mata los fantasmas,
¡voladora flor del fuego!
¡Esta roja flor la dan
en la noche de San Juan!
Yo te enciendo, tú me llevas;
yo te celo y te mantengo.
Cuánto amor que nos tuviste
¡flor caída, flor del fuego!
Esta flor cortan y dan
en la noche de San Juan.