Capítulo Seis.

¡Qué divertido!, Lady Eugenia Snowe fue vista arrastrando a su nuevo yerno a través del hielo por las orejas.

¿Quizás ella lo divisó dando una vuelta sobre el hielo con la encantadora Susannah Ballister?

¿Y no desearía el Mann-Formsby más joven ahora haber llevado puesto sombrero?


Revista de Sociedad de Lady Whistledown,

4 de febrero de 1814


¡¡¡¿Igual que Clive?!!!


David agarró el periódico que había estado intentando leer y brutalmente lo estrujó entre sus manos. Y después, lo arrojó a través del cuarto. Esto, sin embargo, fue una totalmente insatisfactoria demostración de mal humor ya que el periódico apenas pesaba y terminó por flotar hecho una ligera pelota, antes de aterrizar suavemente sobre la alfombra.

Golpear algo habría sido infinitamente más satisfactorio, sobre todo si él hubiera podido sacudirle el puñetazo al retrato familiar que colgaba sobre la repisa de la chimenea, directamente sobre la permanentemente sonriente cara de Clive.

¿Clive? ¿Cómo podía ella pensar que él era como Clive?

Se había pasado su vida entera sacando a su hermano de líos, accidentes y potenciales desastres. La palabra más significativa era "potencial", puesto que David lograba interceder siempre antes de que "las situaciones" de Clive se tornaran calamitosas.

David gruñó cuando recogió el periódico arrugado del suelo y lo lanzó a la chimenea encendida. Quizás había sido demasiado protector con Clive durante todos esos años. Con su hermano mayor alrededor para solucionar todos sus problemas, ¿por qué debería haber aprendido Clive responsabilidad y rectitud?

Tal vez la próxima vez que Clive se encontrara con el agua al cuello, David debería dejarle ahogarse un ratito. Pero en cualquier caso…

¿Cómo podría Susannah decir que ellos dos eran parecidos?

Gimiendo su nombre, David se desplomó en el sillón más cercano al fuego. Cuando la veía en su mente-algo que llevaba haciendo aproximadamente tres veces por minuto desde que la dejara en su casa, y de eso hacía ya seis horas-era siempre con las mejillas tersas y ruborizadas del frío, con copos de nieve precariamente suspendidos sobre sus pestañas, y con su generosa boca sonriendo de placer.

La imaginó en el banco de nieve, en el momento en que él había tenido la revelación más asombrosa e impresionante. Había decidido perseguirla porque ella haría una excelente condesa, lo cual era cierto. Pero en aquel momento, cuando había mirado fijamente su encantadora cara y tuvo que usar cada gramo de su autocontrol para no besarla

Justo allí mismo, delante de toda la alta sociedad, comprendió que ella sería algo más que una excelente condesa.

Sería una maravillosa esposa.

Su corazón se había estremecido de placer. Y de temor.

Aún no estaba del todo seguro de lo que sentía por ella, pero cada vez se hacía más evidente que esos sentimientos se enroscaban tercamente en y alrededor de su corazón.

Si ella todavía amaba a Clive, si todavía añoraba a su hermano, entonces la había perdido. Daba igual si decía sí a su oferta de matrimonio. Si ella todavía quería a Clive, entonces, él, David, nunca la tendría realmente.


Lo cuál significaba que la gran pregunta era -¿ podría él soportarlo? ¿Que sería peor -¿ser su marido, sabiendo que ella amaba a otro, o no tenerla en absoluto?

No lo sabía.

Por primera vez en su vida, David Mann-Formsby, Conde de Renminster, no entendía su propia mente.

Simplemente no sabía que hacer.

Era una horrible, dolorosa e inquietante sensación.

Miró el vaso de whisky, posado casi al alcance de su mano sobre la mesa al lado del fuego. Maldición, realmente había querido emborracharse. Pero ahora se sentía cansado y vacío, y a pesar de lo mucho que esto lo fastidiaba, incluso se sentía demasiado perezoso hasta para levantarse del sillón.

Aunque el whisky pareciera realmente atractivo.

Casi podía olerlo desde allí.

Se preguntó cuanta energía necesitaría para ponerse en pie. ¿Cuantos pasos habría hasta el whisky? ¿Dos? ¿Tres? No era tanto. Aunque parecía muy lejano, y…-

"Graves me ha dicho que te encontraría aquí. "

David gimió sin mirar hacia la puerta. Clive.

Una persona a quien no quería ver en ese momento.

La última, de hecho.

Debería haber instruido a su mayordomo para que dijera a su hermano que no estaba en casa. Nunca antes en toda su vida David "no había estado en casa" para su hermano. La familia era siempre prioritaria en su vida. Clive era su único hermano, pero tenía primos y tías y tíos, y David era responsable del bienestar de hasta el último de ellos.

No, es que hubiera tenido otra opción. Él se había convertido en el cabeza de familia de los Mann-Formsby a los dieciocho años, y no había habido un solo día desde la muerte de su padre en el que hubiera podido permitirse el lujo de pensar sólo en él.

No, hasta Susannah.

La quería. A ella. Solo por quién era, no porque fuera a se una excelente adquisición para la familia.

La quería para él. No para ellos.

"¿Has estado bebiendo? " preguntó Clive.

David miró con ansia el vaso. "Desgraciadamente, no. "

Clive cogió el vaso de la mesa y se lo dio.

David se lo agradeció con la cabeza y tomó un largo trago. "¿Qué haces aquí? " preguntó, sin importarle si sonaba descortés y grosero.

Clive no respondió durante un momento. "No lo sé," dijo finalmente.

Por alguna razón, esto no sorprendió a David.

"No me gusta el modo en que tratas a Susannah," soltó Clive.

David lo miró incrédulo. Clive estaba de pie delante de él, rígido y enojado, con las manos apretadas en dos puños a sus costados. "¿No te gusta el modo en que trato a Susannah? " preguntó. "¿ No te gusta? ¿Puedo preguntar con que derecho ofreces tu opinión? ¿Y cuando, te ruego que me digas,he dado la impresión de que me importara? "

"No deberías jugar con ella," barbotó Clive.

"¿Cómo haces ? "

"Yo no estoy jugando con nadie. " La expresión de Clive se tornó enojada y petulante. "Estoy casado. "

David dejo de golpe el vaso vacío sobre la mesa. "Un hecho que harías bien en recordar. "

"Me preocupo por Susannah. "

"Deberías dejar de hacerlo," dijo David, mordiendo las palabras.

"No tienes ningún derecho – "

David se puso en pie bruscamente. "¿De qué va esto en realidad, Clive? Porque sabes bien que no tiene nada que ver con tu preocupación por el bienestar de Susannah. "

Clive no dijo nada, tan solo se quedó allí, de pie, mirando fijamente a su hermano mayor mientras su piel enrojecía de furia.

"Oh, por Dios," dijo David, con voz que destilaba desdén. "¿Estas celoso? ¿Es eso? Porque

déjame decirte que perdiste cualquier derecho a sentir celos por Susannah cuando la humillaste públicamente el verano pasado. "

Clive palideció. "Nunca quise avergonzarla. "

"Por supuesto que no," dijo David, amargamente. "Tú nunca quieres hacer nada. "

Clive apretó aún más la mandíbula, y David pudo ver como sus puños temblaban por el deseo de golpearlo. "No tengo por qué permanecer aquí y escuchar esto," dijo Clive, con voz baja y furiosa.

"Márchate, entonces. Estás invitado. Tú eres quien ha venido aquí sin avisar y sin ser invitado. "

Pero Clive no se movió, permaneció en el mismo lugar sacudido por la cólera.

Y David ya había tenido bastante. No tenía ganas de ser caritativo, y no tenía ganas de ejercer de maduro hermano mayor. Todo que quería era que lo dejaran en paz. "¡Vete! " dijo hoscamente. "¿No decías que te marchabas? " Agitó el brazo hacia la puerta. "¡Fuera! "

Los ojos de Clive se estrecharon con veneno… y dolor. "¿Qué clase de hermano eres? " susurró.

"¿Qué clase- qué quieres decir? " pregunto David boquiabierto por la sorpresa. "¿Cómo te atreves a cuestionar mi lealtad? Me he pasado la vida entera deshaciendo tus desastres, incluso, podría añadir, el de Susannah Ballister. Destruiste su reputación el verano pasado – "

"No la destruí," interpuso Clive, rápidamente.

"Muy bien, no la arruinaste para el matrimonio, solo la convertiste en un hazmerreír. ¿Cómo crees que sienta eso? "

"No pensé…- "

"No, no pensaste," lo interrumpió David. "No pensaste ni por un momento en nadie que no fueras tú. "

"¡No era eso lo que iba a decir! "

David se dio la vuelta disgustado, caminando hacia la ventana y apoyándose pesadamente en el marco. "¿Por qué estas aquí, Clive? " preguntó fatigadamente. "Estoy demasiado cansado para una discusión fraternal esta noche. "

Hubo una larga pausa, y luego Clive preguntó, "Es así cómo ves a Susannah? "

David sabía que debería girarse, pero no tenía ganas de ver la cara de su hermano. Esperó una explicación adicional de Clive, pero cuándo no llegó ninguna, preguntó, "¿Cómo es cómo la veo? "

"Como un desastre que hay que solucionar. "

David no habló durante un largo momento. "No", dijo finalmente en voz baja.

"¿Entonces cómo? " insistió Clive.

El sudor brotó sobre las cejas de David. "Yo- "

"¿Cómo? "

"Clive… " dijo David, en tono de advertencia.

Pero Clive era implacable. "¿Cómo?" exigió, con un tono alto y desacostumbradamente imperativo.

"¡La amo! " estalló David, finalmente, dándose la vuelta para enfrentarse a su hermano con ojos ardientes. "La amo. Ya está. ¿Estás satisfecho? La amo, y te juro por Dios que te mataré si alguna vez vuelves a hacer otro movimiento falso contra ella. "

"Oh, Dios," exhaló Clive. Sus ojos estaban muy abiertos por la sorpresa y su boca era una O perfecta.

David agarró a su hermano por las solapas de la chaqueta y lo empotró contra la pared. "Si alguna vez, y quiero decir una sola vez, te acercas a ella de manera que pueda insinuar el más mínimo atisbo de flirteo, te juro que te destrozaré miembro a miembro. "

"Dios bendito," dijo Clive. "Te creo. "

David bajo la mirada a sus manos, sus nudillos estaban blancos por la fuerza de su apretón, y se sintió horrorizado por su reacción. Soltó a Clive repentinamente y se alejó. "Lo siento," refunfuñó.

"¿Realmente la amas? " preguntó Clive.

David asintió con la cabeza gravemente.

"No puedo creerlo. "

"Acabas de decir que lo hacías," dijo David.

"No, dije que creía que me destrozarías miembro a miembro," dijo Clive, "y todavía lo creo, te lo aseguro. Pero… enamorado… " Se encogió de hombros.

"¿Por qué diablos no puedo yo estar enamorado? "

Clive sacudió la cabeza inútilmente. "Porque…Tú… eres tú, David. "

"¿Qué significa eso? " preguntó David con irritación.

Clive luchó por encontrar las palabras. "No creía que pudieras amar," dijo finalmente.

David casi se tambaleó de la sorpresa. "¿No creías que yo pudiera amar? " susurró. "En toda mi vida adulta, no he hecho otra cosa que…- "

"No empieces con lo de cómo has dedicado tu vida a tu familia," lo interrumpió Clive. "Créeme, sé que es cierto. Además me lo echas en cara bastante a menudo. "

"Yo no…- "

"Sí, lo haces," dijo Clive enérgicamente.

David abrió la boca para protestar una vez más, pero se calló. Clive tenía razón. Realmente le recordaba sus defectos demasiado a menudo. Y tal vez Clive estaba -se hubieran dado cuenta o no, viviendo presionado por las expectativas de David.

"Siempre es sobre el deber contigo," siguió Clive. "Deber a la familia. Deber al nombre de los Mann-Formsby. "

"Siempre ha sido más que eso," susurró David.

Las comisuras de los labios de Clive se apretaron. "Puede que sea verdad, pero de ser así, no lo has demostrado muy bien. "

"Lo siento, entonces," dijo David. Sus hombros cayeron cuando soltó un largo y cansado suspiro. Era irónico descubrir que había fallado en el propósito alrededor del cual había construido su vida entera. Cada decisión que había tomado, todo lo que había hecho -todo había sido por la familia, y ahora resultaba que ellos ni siquiera se habían dado cuenta. Su amor por ellos había sido percibido como una carga- una carga de expectativas.

"¿La amas de verdad? " preguntó Clive calmadamente.

David asintió. No estaba seguro de cómo había pasado, ni cuándo exactamente, durante el breve tiempo en que habían vuelto a tratarse, pero la amaba. Amaba a Susannah Ballister, y de alguna manera la visita de Clive había clarificado sus sentimientos con alarmante claridad.

"Yo no," dijo Clive.

"¿Tu no qué? " preguntó David, dejando translucir en su voz su cansancio e impaciencia.

"No la amo. "

David soltó una áspera carcajada. "Dios, espero que no. "

"No te burles de mí," lo advirtió Clive. "Te digo esto porque mi comportamiento de hoy podría haberte hecho pensar que yo… ah… Bien, olvídalo. La cuestión es que me preocupo lo bastante por ti para decirte… bien, eres mi hermano, ya sabes. "

David sonrió. No se creía capaz de ello en aquel momento, pero no pudo evitarlo.

"No la amo," dijo Clive otra vez. "Sólo la perseguí hoy porque estaba celoso. "

"¿De mí? "

"No lo sé," confesó Clive. "Supongo. Nunca pensé que Susannah se fijaría en ti. "

"No lo hizo. Yo la perseguí. "

"Bien, no obstante, supongo que asumí que ella se quedaría en casa echándome de menos. " Clive se estremeció. "Suena horrible. "

"Sí," estuvo de acuerdo David.

"No quise que sonara de esa manera," explicó Clive, soltando un frustrado suspiro. "No es que quisiera que ella se pasara el resto de su vida llorando de pena por mi, pero supongo que pensé que es lo que haría. Y luego, cuando la vi contigo… " Se sentó en el sillón que David había desocupado unos minutos antes y dejo caer su cabeza en sus manos. Después de unos minutos de silencio, levantó la vista y dijo, "No deberías dejarla escapar. "

"¿Disculpa? "

"No deberías dejar escapar a Susannah. "

"Ya había pensado," dijo David, "que esa podría ser una buena idea. "

Clive frunció el ceño ante el sarcasmo de su hermano. "Ella es una mujer estupenda, David. No la adecuada para alguien como yo, pero aún cuando esto no se me hubiera ocurrido si tú no te hubieras enamorado de ella, creo que podría ser exactamente la adecuada para ti. "

"Cuán románticamente expresado," refunfuñó David.

"Perdona si tengo problemas para verte en el papel de héroe romántico," dijo Clive poniendo los ojos en blanco. "Todavía encuentro difícil de creer que estés totalmente enamorado. "

"Corazón de piedra y todo eso," dijo David, sarcásticamente.

"No trates de menospreciar esto," dijo Clive. "Esto es serio. "

"Oh, soy consciente de ello. "

"Antes esta tarde," dijo Clive despacio, "cuando patinábamos, Susannah dijo algunas cosas…"

David se abalanzó sobre sus palabras. "¿Qué cosas? "

"Cosas," dijo Clive, lanzando a su hermano una mirada de las de "deja-de-interrumpirme". " que me condujeron a creer que puede que no sea indiferente a tu causa. "

"¿Puedes hablar en inglés? " dijo David nervioso.

"Creo que ella podría estar también enamorada. "

David se desplomó y se encontró sentado sobre una mesita que había detrás de él. "¿Estás seguro? "

"Desde luego que no. Solamente he dicho que creo que ella podría estar también enamorada."

"Qué maravilloso voto de confianza. "

"Dudo que ella, siquiera, se halla dado cuenta aún," dijo Clive, ignorando las palabras de David, ", pero evidentemente siente cariño por ti. "

"¿Qué quieres decir? " preguntó David, intentando desesperadamente tratar de encontrar algo definitivo en las palabras de Clive a lo que aferrarse. Por Dios, el hombre podía hablar durante horas sobre una cuestión sin llegar nunca al meollo de la misma.

Clive puso los ojos en blanco. "Lo único que digo es que creo que si la persigues -realmente la persigues, es posible que diga sí. "

"Crees. "

"Creo," dijo Clive con impaciencia. "Dios bendito, ¿cuándo te he dicho que era vidente? "

David frunció los labios pensativamente. "¿Qué has querido decir," preguntó despacio, "cuando has dicho perseguirla realmente. "

Clive parpadeó. "Que deberías perseguirla realmente. "

"Clive," gruñó David.

"Tener un gran gesto," dijo Clive rápidamente. "Algo desproporcionado y romántico y completamente ajeno a tu carácter. "

"Cualquier clase de gesto de ese tipo seria ajeno a mi carácter," se quejó David.

"Exactamente," dijo Clive, y cuando David alzó la vista, vio que su hermano sonreía ampliamente.

"¿Qué debería hacer? " David preguntó, odiando ser el que pide consejo, pero lo bastante desesperado para hacerlo, de todos modos.

Clive se puso de pie y se aclaró su garganta. "¿Bueno, cuál sería el encanto si te dijera lo que tienes que hacer? "

"Yo lo encontraría encantador," dijo David rechinando los dientes.

"Ya pensarás en algo," dijo Clive, de forma poco servicial. "Un gran gesto. Todo hombre puede ser capaz de al menos un gran gesto en su vida. "

"Clive," dijo David, con un gemido, " sabes que los grandes gestos no son de mi estilo. "

Clive se rió entre dientes. "Entonces supongo que tendrás que incorporarlos a él. Al menos por ahora. " Sus cejas se fruncieron, y entonces comenzó a burbujear con una risita ligeramente controlada. "Al menos durante el día de San Valentín," añadió, sin contener entonces su diversión, "que creo que es… ah… dentro de once días, más o menos. "

El estómago de David dio un vuelco. Tenía la sensación de que era el corazón, que se había desplomado hasta allí. El día de San Valentín. ¡Dios bendito, el día de San Valentín!. La maldición de cualquier hombre sensato y razonable. Si alguna vez era de esperar un gran gesto, era durante el día de San Valentín.

Se tambaleó en su asiento. "El día de San Valentín," gimió.

"No puedes evitarlo," dijo Clive alegremente.

David le lanzó una mirada asesina.

"Creo que es hora de que me despida," murmuró Clive.

David no se molestó ni en mirar a su hermano cuando se marchó.

El día de San Valentín. Le pareció como una perfecta sincronización. Hecho a medida para declararse a alguien.

¡Ajá!. Hecho a medida si uno fuera del tipo locuaz, romántico y poético, lo cual David, sin la menor duda, no era.

El día de San Valentín.

¿Qué demonios iba a hacer?


* * *

A la mañana siguiente, Susannah despertó sintiéndose nada descansada, nada feliz y saludable, y definitivamente nada refrescada.

No había dormido.

Bueno, por supuesto había dormido, si una quería ser fastidiosamente preciso. No es que hubiera estado sin poder dormir la noche entera. Pero sabía que había visto dar la una en punto en el reloj. Y recordaba vagamente haberlo mirado también a las dos y media, las cuatro y media, las cinco y cuarto, y a las seis. Por no mencionar que se había ido a la cama a medianoche.

Así que sí había dormido, pero sólo a ratos.

Y se sentía fatal.

Lo peor de todo era – no solamente que estuviera cansada. Ni siquiera que estuviera gruñona y malhumorada.

Le dolía el corazón.

Mucho.

Dolía como nada que hubiera sentido antes, un dolor casi físico. Algo había ocurrido entre ella y David el día anterior. Había comenzado antes, tal vez en el teatro, y había ido creciendo, pero culminó cuando cayeron en el montón de nieve.

Ellos se habían reído, y ella había observado sus ojos. Y por primera vez, lo había visto realmente.

Y se enamoró.

Era lo peor que podía haber hecho nunca. Nada podría haberla expuesto a un corazón roto con mayor facilidad. Al menos no había amado a Clive. Había creído que sí, pero en realidad, había pasado más tiempo aquel verano preguntándose si lo amaba que haciéndolo. Y, cuando él le había dado calabazas, fue su orgullo el que se resintió, no su corazón.

Pero con David era diferente.

Y no sabía que hacer.

Mientras había estado sin poder dormir la noche anterior, calculó que podían darse tres situaciones. La primera era ideal: David la amaba, así que lo único que ella tenía que hacer era declarar su amor, y vivirían felices para siempre.

Frunció el ceño. Tal vez debería esperar a que él le declarara su amor primero. Después de todo, si realmente la amaba, querría ser romántico y declararse formalmente.

Cerró los ojos con agonía. La verdad era, que no tenía ni idea de lo que sentía él, y de hecho, la verdad podría estar más cercana a la segunda situación posible, que era que él había estado persiguiéndola sólo para irritar a Clive. Si este fuera, en efecto, el caso, no tenía ni idea de qué hacer. Evitarlo como a una plaga, supuso, y rezar para que los corazones rotos sanaran rápidamente.

La tercera situación era, en su opinión, la más probable: a David ella le resultaba agradable, pero no la amaba, y sólo la había invitado a la reunión de patinaje como una cortesía. Parecía bastante lógico; los caballeros de la alta sociedad hacían esto todo el tiempo.

Se dejo caer de espalda sobre la cama, soltando un ruidoso gemido de frustración. Daba igual qué posibilidad era la verdadera – ninguna de las tres tenía una bien definida solución.

"¿Susannah? "

Susannah alzó la vista y vio a su hermana asomar la cabeza por una delgada rendija entre la puerta de su habitación y el marco de la misma.

"Tu puerta estaba abierta," dijo Letitia.

"No lo estaba. "

"Muy bien, no lo estaba," dijo Letitia, entrando, "pero te oí haciendo extraños sonidos y pensé que debía comprobar que estabas bien. "

"No," dijo Susannah, volviendo a mirar fijamente al techo, " me oíste haciendo extraños sonidos y te picó la curiosidad. "

"Bueno, eso también," confesó Letitia. Y cuándo Susannah no contestó nada, añadió, "¿Que hacías? "

Susannah sonrió con satisfacción mirando el techo. "Extraños sonidos. "

"¡Susannah! "

"Muy bien," dijo Susannah, ya que era imposible intentar mantener un secreto con Letitia, "cuido de un corazón roto, y si se lo dices a una sola persona, voy a – "

"¿Cortarme el pelo? "

"Te cortaré las piernas. "

Letitia sonreía mientras cerraba la puerta detrás de ella. "Mis labios están sellados," le aseguró, cruzando la habitación hasta la cama y sentándose en ella. "¿Es el conde? "

Susannah asintió.

"Oh, bien. "

La curiosidad la sacudió y Susannah se sentó. "¿Por qué bien? "

"Porque me gusta el conde. "

"Ni siquiera conoces al conde. "

Letitia se encogió de hombros. "Es fácil discernir su carácter. "

Susannah reflexiono sobre ello. No estaba segura de que Letitia tuviera razón. Después de todo, ella se había pasado casi un año pensando que David era arrogante, frío, e insensible. Aunque, su opinión había estado basada, sobre todo, en lo que Clive le había dicho.

No, tal vez Letitia tenía razón. Porque una vez que Susannah había pasado algún tiempo con David, sin Clive… bueno, no le había llevado mucho tiempo enamorarse de él.

"¿Qué debería hacer? " susurró Susannah.

Leticia no pudo ayudarla. "No lo sé. "

Susannah sacudió la cabeza. "Ni yo tampoco. "

"¿Sabe él lo que sientes? "

"No. Al menos, creo que no. "

"¿Sabes tú lo que siente él? "

"No. "

Letitia hizo un sonido de impaciencia. "¿Crees que podría sentir cariño por ti? "

Los labios de Susannah se estiraron en una mueca de incertidumbre. "Creo que sí. "

"Entonces deberías decirle lo que sientes. "

"Letitia, podría quedar como una idiota. "

"O podrías acabar siendo enormemente feliz. "

"O como una tonta," le recordó Susannah.

Letitia se inclinó hacia delante. " Esto va a sonar muy poco amable, pero realmente, Susannah, ¿tan terrible sería si te pusieras en ridículo? ¿Después de todo, qué podría ser más mortificante que lo que sucedió el verano pasado? "

"Esto sería peor," susurró Susannah.

"Pero nadie lo sabría. "

"David lo sabría. "

"El es una sola persona, Susannah. "

"Es la única persona que importa. "

"Ah," dijo Letitia, sonando un poquito sorprendida y bastante excitada. "Si es así como te sientes, entonces debes decírselo. " Cuando Susannah tan solo gimió, añadió, "¿Qué es lo peor que podría pasar? "

Susannah le lanzó una dura mirada. "No quiero ni empezar a pensarlo. "

"Debes decirle lo que sientes. "

"¿Por qué? ¿Para que puedas recrearte en mi mortificación? "

"Por tu felicidad," dijo Leticia mordazmente. "Él también te amara, estoy segura. Probablemente ya lo hace. "

"Letitia, no tienes el menor hecho en que basar esa suposición. "

Pero Letitia no le prestaba atención. "Debes ir esta noche," dijo de repente.

"¿Esta noche? " repitió Susannah. "¿Dónde? Me parece que no tenemos ninguna invitación. Mama planeaba que nos quedáramos tranquilamente en casa. "

"Exactamente. Esta noche es la única noche de esta semana que podrás escaparte y visitarlo en su casa. "

"¿En su casa? " casi chilló Susannah.

"Lo que tienes que decirle debe ser dicho en privado. Y nunca encontrarás un momento de intimidad en un baile en Londres

"No puedo ir a su casa," protestó Susannah. "Quedaría arruinada. "

Letitia se encogió de hombros. "No, si nadie se entera. "

Susannah se quedó pensativa. David no se lo diría nunca a nadie, estaba segura. Incluso aunque la rechazara, él no haría nada que pusiera su reputación en peligro. Él simplemente la cogería, ordenaría un carruaje sin escudo, y la enviaría discretamente de vuelta a casa.

De cualquier forma, no tenía nada que perder, excepto su orgullo.

Y, desde luego, su corazón.

"¿Susannah?" susurró Letitia, "¿vas a hacerlo? " Susannah alzó la barbilla, miró a su hermana directamente a los ojos, y asintió con la cabeza.

Su corazón, después de todo, ya estaba perdido.

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