Capítulo 9

– Llegas tarde -susurró Jake, mientras estrechaba a Brianne entre sus brazos.

– ¿Significa eso que me has echado de menos? -le preguntó ella, con una ligereza que no sentía.

– No sabes ni la mitad de lo que está pasando.

La intensidad de su voz y la dureza de sus rasgos asustaron a Brianne, lo que le hizo cambiar de opinión sobre la decisión que había tomado anteriormente. Al verlo en el hospital con otro policía, se había dado cuenta del peligro al que se exponía todos los días. Habían pasado muchos años desde la muerte de sus padres y creía estar preparada para enfrentarse al trabajo de Jake, si era que decidía que podía volver a llevar aquella clase de existencia. Sin embargo, no estaba segura de querer volver a vivir así.

Al encontrarse en brazos de Jake, sus fuertes convicciones se tambalearon. A pesar de lo que le dictaba su lado más racional, sus sentimientos le plantaban cara. Ella había sabido que era policía y, a pesar de todo, había accedido a tener una relación con él. Nada había cambiado desde entonces. Jake seguía siendo el hombre que ella deseaba. ¿Por qué no podía disfrutar del poco tiempo que tenían?

La razón era que sus sentimientos eran mucho más fuertes que el trato que habían hecho. Su corazón estaba corriendo un fuerte riesgo. Sin embargo, nada parecía importar cuando los labios de él cubrían su boca.

Jake la devoró con la misma necesidad que ella estaba sintiendo. Enredó su lengua con la de ella como antes, pero Brianne quería más.

Le enredó las manos en el cabello y gozó al sentir cómo sus suaves mechones se le deslizaban entre los dedos. La tensión sexual que él parecía crear con tanta facilidad volvió a la vida. Brianne sintió una calidez en el vientre que le presionaba y le palpitaba entre las piernas.

Como ya había hecho el amor con Jake, el deseo era mucho más profundo y tenía más significado que antes. El corazón le latía con rapidez, pero aquella vez también estaba pleno de sentimientos, unos sentimientos a los que, de momento, prefería no enfrentarse.

En aquellos momentos, sólo deseaba a Jake. No importaba la realidad que podía separarlos. Aquél era el verano de sus sueños y pensaba disfrutarlo mientras pudiera. Tal vez era saber que nunca podrían llegar a nada o tal vez el peligro al que él se enfrentaba en su profesión, pero el deseo era mayor de lo que Brianne había experimentado nunca. Necesitaba tenerlo dentro de su cuerpo.

Las palabras no fueron necesarias, no cuando los ojos de Jake hablaban de la necesidad que él también sentía. Parecía tan dispuesto como ella a desnudarse. Con manos temblorosas y con la ayuda de Jake, Brianne empezó a tirarle de la camisa, con mucho cuidado de no hacerle daño en el hombro. Cuando se la hubo sacado, la tiró al suelo y le acarició suavemente el vello que le cubría el pecho, sintiendo bajo los dedos la potencia de sus músculos.

Cuando le rozó los pezones, Jake gimió de placer, lo que hizo que el deseo se apoderara de ella. Como si lo presintiera, él empezó a desnudarla y, muy pronto, el uniforme del hospital estaba también en el suelo.

Después de contemplar la casi desnudez de Brianne, Jake se llevó las manos a los bolsillos y se sacó un preservativo.

– Te soy sincero si te digo que no había llevado estas cosas encima desde que era un adolescente, pero, en lo que se refiere a ti, no quiero pecar de no ir preparado.

– Me gusta…

Le gustó más aún ver que las manos de Jake temblaban. En cuestión de segundos, se encontró delante del cuerpo desnudo de Jake. Su erección era firme y magnífica. Brianne le pertenecía… al menos durante el verano.

– Ojalá pudiera levantarte y sentirte dentro de mí -susurró él, lleno de necesidad.

– Yo también lo deseo…

Entonces, notó que el brazo de Jake le rodeaba la cintura y tiraba de ella para que lo siguiera. Muy pronto, vio que Jake se sentaba en la repisa que había bajo uno de los enormes ventanales que daban al East Side. Brianne estaba de pie, entre sus piernas.

El sol había empezado a ponerse. Como el edificio era el más alto de la zona, no había nada que pudiera hacer que se sintiera incómoda o avergonzada. Nadie podía verlos.

Jake apoyó la cabeza contra el cristal y la miró a los ojos.

– Quiero hacerte el amor con la ciudad a mi espalda -susurró.

Aquellas palabras atraían no sólo la parte más física de Brianne, sino también sus emociones. Confiaba en él más que en ningún otro hombre. Lo necesitaba más de lo que nunca había necesitado a otro hombre…

– Quiero que estemos donde nadie pueda tocarnos…

Sin que él se lo pidiera, Brianne se sentó a horcajadas encima de él, dejando que su feminidad se apoyara contra la firme erección de Jake.

– Me siento como si me pudiera caer al vacío -musitó ella.

– Entonces, permíteme que te sujete.

Jake esbozó una pícara sonrisa y Brianne supo enseguida a qué se refería. Con el corazón latiéndole fuertemente por el deseo, se levantó y, con un poco de ayuda de Jake, se deslizó sobre él, dejando que su miembro viril la penetrara y la llenara por dentro…

Gozo… Aquélla era la única palabra que podía describir lo que sentía. Aunque esperaba poder ocultar sus frenéticas emociones, una mirada a los ojos de Jake le decía que él sentía lo mismo, pero Brianne no quería tener que ocuparse de los sentimientos de él. Ya tenía bastante con los suyos propios.

Empezó a moverse, levantando las caderas, girándolas y frotando su feminidad contra él. Había llegado el momento de sentir, no de pensar. Y eso fue lo que hizo. Con Jake en su interior, se dispuso a volar a un lugar que antes sólo había imaginado.

Abrió los ojos. Un error. Se dio cuenta de ello cuando vio la mirada profunda y oscurecida con la que él la contemplaba. El contacto visual mientras hacían el amor debería haber sido una distracción, pero todo lo que veía en sus ojos era tan sincero y real que no fue así. Muy al contrario, se sintió más profundamente atraída por el revuelo de emociones y deseos que estaba experimentando.

Aturdida por la intensidad de lo que sentía, miró más allá del hombro de Jake justo cuando él bajó la cabeza y se introdujo en la boca uno de los pezones de Brianne. Tiró de él, lamiéndolo y mordiéndolo alternativamente hasta que la envió más allá de todo pensamiento racional.

Brianne sintió que su cuerpo ya no le pertenecía. Jake lo controlaba y lo hacía muy bien, empujando con las caderas, recogiendo todos los movimientos giratorios de ella y superándolos hasta que estuvieron a las puertas del clímax más increíble.

Entonces, él dedicó su plena atención al otro seno, pero en vez de la frenética necesidad con la que había comenzado, utilizó un ritmo diferente. Utilizando un movimiento circular, le lamió el pecho entero. El aire fresco que los rodeaba contrastaba con el calor que irradiaba su piel, por lo que, con cada caricia, el pezón se erguía más y más, suplicando atención, con una necesidad que encontraba su origen entre las piernas de Brianne, donde sus cuerpos se unían en el acto más íntimo imaginable. Sin embargo, él no dejaba de estimularla con movimientos lentos, metódicos que hacían que el cuerpo de Brianne suplicara que lo llevara al clímax.

– Abre los ojos…

Ella no se había dado cuenta de que los había cerrado otra vez. Hizo lo que él le había pedido y se encontró con su penetrante mirada. Cuando lo hizo, Jake ralentizó aún más sus movimientos, tanto que ella quiso gritar ante la injusticia de tanta tortura.

– Quiero que me estés mirando cuando alcances el orgasmo -susurró él.

Le tomó el seno con la mano y lo acarició suavemente durante un momento. Entonces, como si ella le hubiera dicho exactamente lo que necesitaba, agarró el pezón entre el pulgar y el índice y empezó a apretarlo lo suficiente como para despertar de nuevo sus sensaciones. Movía las caderas con un ritmo circular y ascendente, sin soltarse de ella ni interrumpir el perfecto ritmo que había creado.

El deseo empezó a apoderarse de ella poco a poco. Justo cuando llegó a la cima del placer, Brianne lo miró a los ojos y sintió cómo él alcanzaba el orgasmo a la vez que ella. A medida que el placer fue remitiendo, contempló la línea del cielo que había a espaldas de Jake y se sintió como si estuviera lanzándose en caída libre sobre la ciudad. Y, como en aquella sensación, sintió que se desplomaba en cuerpo, alma y corazón sin red de protección.


La respiración de Brianne era rápida. Su cuerpo todavía era preso de las sacudidas… Jake no podía respirar mejor que ella y las sensaciones que estaba experimentando su cuerpo eran las mismas que las de ella…

Había necesitado decirle que estaba en peligro, pero, cuando ella regresó a casa, se sentía tan preocupado y nervioso que no podía pensar de un modo coherente. Con sólo mirarla, sus sentimientos se apoderaron de él. El alivio que sintió al verla sana y salva fue tal que había sentido cómo se liberaba del miedo al comprobar que ella estaba viva.

Aunque sabía que debía hablar con ella, no estaba listo. Mientras estuvieran en el ático, estarían a salvo. Si Jake podía disfrutar de algún tiempo más antes de que Brianne lo mirara con desilusión y desconfianza, pensaba aprovecharlo plenamente.

– Me prometiste que iríamos al jacuzzi -le susurró él, al oído.

– Te dije que si cooperabas, consideraría la idea del jacuzzi.

– No me irás a decir que no me he portado bien… -musitó Jake, evitando mencionar la palabra «fisioterapia», que no había sido muy frecuente hasta entonces. Ya la harían más tarde, mucho más tarde…

– He de reconocer que en eso tienes razón -ronroneó ella, antes de mordisquearle suavemente el lóbulo de la oreja.

– Entonces, ¿vamos al jacuzzi?

– Si no me levanto de esta postura, creo que no podré levantarme jamás. Además, eso del jacuzzi parece una buena idea…

Jake la agarró por la cintura y la ayudó a levantarse de su regazo, a pesar de que su cuerpo la echó de menos enseguida. Sin embargo, pensaba resarcirse en cuanto llegaran al jacuzzi.

– Se me ocurren muchas formas en las que podrás estirar las piernas y te garantizo que te sentirás mucho mejor…

– Pensaba que era yo la fisioterapeuta.

– Sólo tienes que darme la oportunidad de ejercitarte los músculos. Podrías sorprenderte de lo eficiente que soy con las manos.

Los ojos de Brianne se oscurecieron al captar el inequívoco significado sexual de aquellas palabras. Al menos en aquello estaban completamente de acuerdo.

Jake extendió la mano, sin mirarla a los ojos, y ella la agarró. Estaba seguro de que tenía muchos asuntos propios que solucionar y, considerando el revuelo que él había causado en su vida, le daría aquellos momentos, aunque sabía que no podían durar.


En la azotea, Jake la acompañó al ya famoso jacuzzi. Habían llevado toallas del apartamento y habían subido allí mediante el exclusivo ascensor que llevaba del ático hasta allí.

La vista era increíble. Las estrellas titilaban sobre el terciopelo del cielo y la silueta de los edificios mientras que las luces iluminaban aquel marco espectacular.

Brianne se acercó al borde de la azotea. Se agarró sólo con una mano a la barandilla, ya que con la otra se estaba sujetando la toalla con la que se había cubierto.

– Es casi irreal…

– Es precioso, ¿verdad? -dijo Jake, tras acercarse a ella.

– ¿Esto también es propiedad de tu hermana? ¿Nadie más puede subir aquí?

– No.

– Supongo que esto es lo que se podría llamar ser rico.

– Supongo que sí. Es una vida muy agradable para el que la consigue.

Brianne notó la frialdad que había teñido su voz y recordó la única vez que él se había mostrado de aquella manera: cuando ella le había preguntado si aquel apartamento no era también su residencia y había deducido que, como ella, también era un invitado. Entonces, se había preguntado por qué se había vuelto tan frío. Días después de aquel incidente, decidió que había llegado el momento de preguntar.

– ¿Jake?

– ¿Sí?

– ¿Por qué el dinero es un tema tan espinoso para ti?

– Supongo que cuando una esposa abandona a su marido por lo que no tiene éste decide que todas las mujeres son iguales. ¿Se trata de eso?

– Supongo que sí.

Aquellas palabras dolieron mucho a Brianne. En primer lugar, porque hasta entonces no se había enterado de que había estado casado. Pensar que podría haber estado enamorado de otra mujer le desgarró el corazón. La dolorosa verdad era que no sabía demasiado sobre él, o al menos sobre su pasado. Había querido mantenerlo así para evitar el dolor que supondría una ruptura en la que estaban implicados los sentimientos.

Sin embargo, ya era demasiado tarde. Ella le había hablado de su pasado, de la muerte de sus padres, de su dificultad para enfrentarse a la ansiedad y al peligro y el modo de vida tan austero que había llevado para poder mantener a su hermano. Se había entregado a él emocionalmente a pesar del riesgo. Era hora de que Jake hablara.

Además, había otra razón por la que la actitud que él demostraba sobre el dinero y la riqueza le resultaba tan dolorosa. Ella nunca le había dado la impresión de que hubiera aceptado aquel trabajo para poder vivir bien. De hecho, la verdad era que seguía teniendo dos trabajos.

– Espero que no creas que sólo soy una mujer obsesionada por la riqueza.

– No, tú no.

– Entonces, ¿por qué me siento como si tú pensaras justo lo contrario?

– Es culpa mía por reaccionar de un modo exagerado -contestó él, mientras le acariciaba suavemente la muñeca con un erótico movimiento, que estuvo a punto de hacer que Brianne se dejara llevar por las sensaciones. Sin embargo, consiguió controlar sus reacciones físicas-. Y por mostrar mi miedo.

– ¿Miedo a qué? -quiso saber ella, muy sorprendida de que un hombre como Jake pudiera experimentar miedo.

– Miedo a que me juzgues y me encuentres carente.

Aquellas palabras hicieron que Brianne abriera mucho los ojos y también las puertas de su corazón. Dio un paso al frente y acarició suavemente el rostro de Jake, a pesar de que una vocecita en su interior le advertía que se estaba metiendo en aguas profundas.

– ¿Cómo podría encontrarte carente una mujer?

– ¿Tienes idea de lo que gana un policía?

– Más de lo que me queda a mí para vivir después de pagar las facturas del internado de mi hermano, de eso estoy segura -replicó ella, con una sonrisa-. Sin embargo, siempre he sido feliz, aunque no haya tenido mucho dinero. Si he aprendido algo desde que mis padres murieron es que cada uno se forja su propia felicidad en esta vida.

– Mi ex esposa quería que la hiciera feliz, pero con mi chequera. Lo más increíble de todo es que conocía perfectamente mi estilo de vida y lo que yo me podía y no me podía permitir cuando se casó conmigo. Era profesora, lo que significaba que su sueldo tampoco era demasiado alto. Yo creí que los dos compartíamos lo más fundamental, como el deseo de tener una familia.

Brianne sintió que le daba un vuelco el corazón al pensar que Jake podría compartir algo tan importante con aquella mujer.

– ¿Tuvisteis hijos?

– No, aunque yo los deseaba.

– ¿Y qué cambió? -preguntó ella, rápidamente. No quería ni pensar en la pregunta que le acuciaba la mente. ¿Seguiría queriendo tenerlos?

– Todavía no lo sé. Nos mudamos a una zona residencial. Allí conoció a personas diferentes, más adineradas… Entonces, Rina conoció a Robert y se casaron. Eso tampoco ayudó.

– Nada de eso debería haber cambiado lo que ella sentía por ti, ni haberla hecho transformarse en otra persona.

– Tal vez lo que ocurrió fue que en realidad nunca supe quién era de verdad. Tal vez nunca me tomé el tiempo de descubrirlo.

El pulso de Brianne se le aceleró al pensar que con ella no había sido así. En los pocos días que hacía que se conocían, se había esforzado por conocer, por pensar en lo que a ella le podría gustar, como la noche que la llevó a tomar un helado, y se había entregado a ella.

Tal vez no se hubiera sincerado con ella antes, pero lo estaba haciendo en aquellos momentos, algo que Brianne no estaba segura de querer analizar. Le parecía querer transformar lo suyo en algo más estable, más a largo plazo… algo que no podía ser. Jake le había dejado sus intenciones muy claras desde el principio.

– ¿La amabas?

– Yo creía que ella me amaba a mí, pero resultó que ella nunca aceptó quien yo soy. Quien seré siempre. Me dejó cuando se dio cuenta de que no podía cambiarme.

Brianne se dio cuenta de que aquello le había hecho mucho daño, lo había convertido en un hombre muy cauteloso con respecto a otras mujeres y al futuro. Las razones de ella para tener cautela sobre el futuro eran muy diferentes, pero tampoco había aceptado quien era Jake. Desde el principio, había querido cambiarlo y convertirlo en alguien que prefiriera la seguridad y la estabilidad en vez del peligro.

¿Era aquello lo que seguía queriendo? Si deseaba hacerlo cambiar, no tenían ninguna posibilidad y una parte de Brianne se negaba a aceptarlo. Se sentía tan confusa…

Jake extendió las manos y le agarró las muñecas. Ella no se había dado cuenta de que no le había retirado las manos del rostro, tal era la intimidad que había entre ellos. ¿No era aquella intimidad más indicativa de todo lo que los unía en vez de lo que los separaba? Sintió que en su mente se iba produciendo lentamente un cambio y que necesitaría tiempo para absorber las implicaciones.

– Para responder a tu pregunta, supongo que amaba a la persona con la que me casé, pero no a la persona en la que ella se convirtió. Ahora, me doy cuenta de que nunca amé a mi ex mujer lo suficiente como para cambiar por ella.

– En ese caso, es imposible que la hicieras feliz, Jake. Y viceversa. El dinero no tuvo nada que ver con vuestra separación.

– Supongo que tienes razón.

– Estoy segura de ello. Mira mi vida. El dinero podría haberme dado más tiempo libre, pero yo habría seguido siendo una mujer demasiado joven que tenía a su cargo a un adolescente. Todo el dinero del mundo no habría podido cambiar ese hecho. Y podría no haberme hecho feliz. Llevaba una carga muy pesada sobre los hombros, sí, pero era feliz. Cualquier hombre que entre en mi vida se asentará sobre esos cimientos -añadió. Del modo en que Jake lo había hecho…-. Yo creo que eso era algo que tu mujer no tenía.

Los ojos de Jake se llenaron de una profunda admiración, en parte deseo, pero también algo más. Brianne lo comprendió perfectamente porque ella sentía exactamente lo mismo.

– ¿Te ha dicho alguien alguna vez que eres sorprendente, Brianne?

– No… ¿Quieres tú ser el primero? -replicó ella, con una sonrisa.

– Por supuesto -contestó él, antes de besarla suavemente en los labios, con profundidad y dulzura-, pero eso no significa que voy a permitir que te olvides de nuestro trato. Me debes un remojón en el jacuzzi.

– Adelante…

Brianne se despojó de la toalla, dejando que ésta cayera a sus pies. Cuando la miró, Jake sintió que la boca se le secaba. Entonces, vio cómo ella extendía la mano y lo invitaba a acompañarla. Jake la siguió hasta el jacuzzi y lo puso en funcionamiento. Entonces, dejó que ella entrara primero.

Brianne se sentó, aunque las burbujas de agua le subían por encima de su tentador pecho. Cuando ella supiera la verdad, Jake sabía cuál sería su castigo: recordar aquel momento, recordarla a ella y todo lo que habían compartido y lo que podrían haber vivido si él no la hubiera implicado en un asunto que garantizaba peligro y ansiedad en su vida, las dos cosas a las que nunca debería tener que volver a enfrentarse.

Brianne era todo lo que su ex esposa no había sido. Sincera, abierta y auténtica, sobre sí misma y sobre sus sentimientos. Al ser de aquella manera, lo había ayudado a comprender el pasado más claramente. Precisamente por eso, tenía la intención de saborear aquella noche. Las revelaciones quedarían para el día siguiente.

Brianne extendió las piernas y apoyó la cabeza sobre el borde de la bañera para poder mirar al cielo.

– Dios Santo, esto es completamente decadente.

Jake se sentó a su lado y dejó que uno de los chorros de agua le trabajara sobre la espalda.

– Todavía no has empezado a verlo, pero te prometo que lo verás.

– Promesas, promesas…

– ¿Acaso dudas de mí?

– Si digo que sí, ¿conseguiré que te muevas más rápido?

El cuerpo de Jake se calentó de un modo que no tuvo nada que ver con el agua caliente, sino con Brianne. La urgencia del limitado tiempo que iban a pasar juntos acicateaba su deseo y creaba una necesidad tan grande que amenazaba con consumirlo.

– ¿Te he dicho qué es lo mejor de este jacuzzi? -le preguntó. Brianne negó con la cabeza-. Pues que tiene un banco que se reclina -añadió, para luego ayudarla a que se colocara sobre el pequeño asiento.

– El agua me da por todas partes.

– ¿Te gusta? -quiso saber Jake. Ella se echó a reír y él, como respuesta, sacudió la cabeza.

– ¿Qué es lo que pasa?

– Que quiero que gimas, no que rías. ¿Te das cuenta de que voy a tener que hacer algo al respecto?

Brianne se inclinó sobre el respaldo y se apoyó sobre el reposacabezas. El cabello le flotaba sobre el agua y los ojos verdes, tan profundos como el tono del agua, lo miraron fijamente, llenos de hambre y deseo.

– Ya contaba con ello.

Jake se inclinó sobre ella y la besó, de un modo prolongado y suave. El paraíso no podía haber sido mejor en opinión de él. Para saborearla mejor, le introdujo la lengua entre los labios, provocando que ella gimiera de gusto. A continuación le rodeó el cuello con los brazos y se lo colocó encima para que el abrazo fuera más íntimo.

– Uno de estos días vamos a tener que hacer esto de la manera correcta.

– ¿Y cuál es?

– Conmigo encima -musitó Jake. La falta de fuerza que tenía en el hombro no le había afectado para la mayoría de las cosas, aunque le había negado el lujo de hacerle el amor a Brianne en aquella postura.

– Si me dejas que te ayude, te aseguro que podrás hacerlo enseguida. ¿Sabes una cosa? Creo que el agua te va a ayudar a calentar los músculos del hombro. Podemos hacer la primera sesión cuando bajemos.

Si podía pensar en los ejercicios, aquello significaba que él no estaba haciendo lo suficiente como para distraerla. Por eso, extendió la mano para ayudarla a que volviera a sentarse. Cuando terminaran allí, si Brianne estaba de humor como para otra cosa que no fuera meterse en la cama a dormir, entre sus brazos, por supuesto, Jake se comería su placa. Además, ella necesitaba dormir bien aquella noche para poder enfrentarse al que la esperaba a la mañana siguiente cuando…

Decidió olvidarse del futuro y se la colocó entre las piernas para luego ayudarla a que se sentara encima de él, de espaldas.

– ¿Jake?

– Relájate, cielo -contestó él, apretándola suave pero insistentemente contra su firme erección. Necesitó todo su autocontrol para no penetrarla en aquel mismo momento.

– ¿Esperas que me relaje teniéndote tan cerca de mí?

– Sí, relájate y disfruta.

Jake separó las piernas y ella pasó de estar sentada encima de él a hacerlo entre el hueco de sus piernas.

– Como si pudiera hacerlo…

Él se echó a reír y se puso a tocar los mandos que había en el exterior de la bañera. A los pocos segundos, los chorros empezaron a hacer burbujas, forzando el aire desde los asientos hacia arriba.

Por la exclamación de sorpresa de Brianne, Jake estuvo completamente seguro del lugar en el que el agua y el aire habían ido a acertar.

– Relájate…

– De acuerdo -dijo ella, aunque no tenía ni idea de cómo iba a sobrevivir a aquello.

El chorro de agua estaba estrellándose contra su parte más íntima y más sensible. Como si aquello no fuera suficiente como para hacerla enloquecer, sentía la erección de Jake en la espalda, torturándola con lo que él le estaba negando…

De repente, Jake se movió. Le colocó una mano en el estómago y poco a poco la fue bajando hasta que se la colocó sobre su parte más femenina.

Brianne contuvo el aliento cuando él le introdujo la yema del dedo en su excitada carne y encontró el punto de presión más delicioso de todo su cuerpo. Empezó a acariciarla suavemente, excitándola cada vez más, hasta que ella empezó a agitarse, luchando por alcanzar el clímax. Aquel movimiento, combinado con los chorros de agua, hacía que la experiencia resultara tan increíble y tan intensa que le hizo pensar que se moriría allí mismo si el placer se interrumpía.

Sin previo aviso, él la levantó un poco. Brianne adivinó sus intenciones y lo ayudó a conducir el pene hacia la exquisita abertura de su cuerpo. Mientras Jake la deslizaba hacia abajo, sobre él, Brianne lo acogió en su interior, sintiendo que el terciopelo de su feminidad se estiraba para acomodarse a él en aquel nuevo e increíble ángulo. Aunque prefería estar frente a frente, mirándolo a los ojos cuando hacían el amor, aquella posición también resultaba muy íntima…

Cuando Jake la abrazó, le colocó las manos en los pechos, en lo que parecía más bien una expresión de posesión que de deseo o lujuria. Entonces, empezó a moverse dentro de ella y no tardó en alcanzar el clímax. Con un último movimiento, ella lanzó un fuerte gemido de placer y se sintió como si estuviera volando en el cielo cuajado de estrellas.

Sólo Dios supo el tiempo que pasó hasta que la respiración de Brianne retornó a la normalidad y tuvo la fuerza de voluntad necesaria como para sentarse en el pequeño asiento. Jake la tomó entre sus brazos. Se sentía tan segura allí, que le parecía imposible que hubiera tantas razones por las que él podría poner en peligro su futuro. Estaba segura de que Jake nunca le haría daño. Si era sincera consigo misma, se temía que se estaba empezando a enamorar de él, algo que no estaba planeado y que no podía durar.

De repente, se dio cuenta de que no sólo habían sido negligentes con su futuro, sino también con el hecho de no haber utilizado un preservativo. Brianne lo había permitido por lo mucho que confiaba en Jake y por el cariño que sentía por él. Las sensaciones habían sido íntimas y maravillosas, sin barreras entre su cuerpo y el de Jake…

A pesar de todo, había sido una tontería. Se habían comportado como si tuvieran toda la vida por delante en vez de un corto y glorioso verano.


Louis se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros. Mientras miraba a lo alto del edificio, se preguntó si el detective y su amiga se estarían divirtiendo. Por el bien de Lowell, Louis esperaba que así fuera, porque sería la última vez. Una vez que cualquier mujer probaba a Ramírez, no le gustaba ningún otro.

Soltó una carcajada y encendió un cigarrillo. Sí, tendría a la pelirroja y el dinero que provenía de su último camello. Los propietarios del Eclectic Eatery habían estado encantados de empezar a trabajar con él en sus dos restaurantes. Todo había ido a la perfección hasta que aquel estúpido y su novia se habían excedido con las pastillas. Su droga no era para matar, sino para pasarlo bien. Con Lowell pisándole los talones y una testigo en el hospital, las cosas habían empeorado. Sin embargo, si los policías no lo habían arrestado hasta entonces, no tenían nada contra él.

Se encogió de hombros. Mientras tanto, se divertiría jugando con el detective. Aunque Lowell no estuviera ya tenso y preocupado por su novia, lo estaría muy pronto. Lowell pensaba seguramente que el apartamento de aquel rascacielos era el único lugar donde la hermosa Brianne estaba segura. Aquélla era una ilusión que Louis estaba deseando hacer pedazos.

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