Capítulo 5

Jake necesitaba a Brianne. La necesitaba en su cama, en su vida… Necesitaba una aventura que no le negara todo lo que deseaba de ella. Lo más importante era que debía sacársela de la cabeza antes de que su obsesión por ella lo consumiera por completo.

Llevaba un rato en la escena del crimen viendo cómo trabajaban los forenses. Si no hubieran sido buenos amigos los que estaban de guardia, lo habrían echado de allí a patadas. Sin embargo, le permitieron quedarse mientras investigaban los restos de una romántica cena que había acabado mal. A pesar de todo, en vez de concentrarse en lo que veía, Jake no dejaba de pensar en Brianne.

Cuando vio las copas medio vacías de vino, se la imaginó a ella tomando un sorbo de la aromática bebida y dejando que Jake lo saboreara en sus labios. Cuando vio los restos de la comida, recordó los gruñidos de satisfacción casi orgásmicos que ella había emitido mientras se tomaba una simple porción de pizza… Estaba tan sumido en sus pensamientos que era más que probable que se le hubiera pasado por alto una prueba tan importante, algo que no había llamado la atención de los otros detectives.

La mesa estaba cubierta de los envoltorios de un restaurante llamado The Eclectic Eatery. De entrada, no había nada de particular en que la comida fuera de uno de los restaurantes que estaban más de moda en la ciudad. Sin embargo, también había algo que parecían caramelos de menta, pero que probablemente no lo eran.

Segundos después, los forenses lo metieron todo en bolsas, incluso los caramelos o las pastillas. Una de éstas tenía una marca muy similar a la firma que Ramírez solía poner en sus productos. A Jake nunca le había quedado ninguna duda de que aquel tipejo fuera a volver a las andadas, aunque hubiera creído que habría sido lo suficientemente inteligente como para cambiar su sello.

Aquél era exactamente el mismo argumento que Duke estaba utilizando. Creía que se trataba de alguien que estaba tratando de imitarlo para quedarse con la clientela de Ramírez. Sin embargo, Jake estaba seguro de que aquellos productos habían salido de manos de Ramírez.

Al menos ya tenían una pista. Jake podría vigilar el restaurante para ver si Ramírez volvía a presentarse y descubrir si el nuevo restaurante era sólo una tapadera para vender drogas. Jake era consciente de que nunca habría encontrado aquella pista si hubiera seguido en las nubes, fantaseando sobre Brianne. Debía recordar que su trabajo era la prioridad en aquellos instantes.

Desgraciadamente, Jake sabía perfectamente de dónde procedía su falta de concentración. Estaba obsesionado con una mujer que se había prometido que sería algo prohibido para él. Sin embargo, a pesar de los pensamientos de que ella lo distraía y de que ponía en peligro el caso, ya no podía decirse que una aventura sólo fuera a estorbarlo. De hecho, una relación sentimental, lo último que había creído que quería, podría resultar la única solución, el único modo de sacarse a Brianne de la cabeza de una vez por todas y centrarse así en el trabajo que tenía entre manos. Sabía que no era un razonamiento muy coherente, pero no dejaba de ser una solución.

Además, llegó a la conclusión de que si tenía una aventura con Brianne, podría vigilarla mejor y conocer su paradero. Ramírez reclamaba toda su atención y, si no tenía que preocuparse por saber dónde estaba ella, podría dedicarse al caso por completo. La muerte de Frank le había demostrado lo efímera que podía llegar a ser la vida. Si Brianne accedía a sus propósitos; la resolución del caso Ramírez se solucionaría casi al mismo tiempo que empezara a desvanecerse su obsesión con Brianne.

La cuestión era si ella estaría de acuerdo. El modo en que se había deshecho entre sus brazos parecía indicar que el deseo de Brianne era casi tan ardiente como el suyo, pero también que ella daba marcha atrás igual de rápidamente. Con un poco de suerte y de persuasión, podría convencerla de que se dejaran llevar por un amor de verano. La cordura de Jake dependía de ello.

Cuando regresó al ático, no le sorprendió encontrar que la casa estaba a oscuras, pero ello no evitó que se sintiera algo desilusionado. Ni siquiera Norton salió a recibirlo. Jake se imaginó que el perro estaría durmiendo en la cama de Brianne, justo donde él quería estar.

No obstante, mientras se dirigía a su dormitorio, descubrió que había luz en el gimnasio. Jake no pudo evitar asomarse. Evidentemente, Brianne acababa de realizar unos ejercicios y estaba de pie, secándose los brazos, el cuello y la frente. Norton estaba tumbado en una esquina, feliz de poder dormitar y contemplar a Brianne al mismo tiempo, algo que él entendía perfectamente. Sin embargo, cuando miró a la joven, dormir fue lo último que le acudió a la mente. Sus largas piernas estaban embutidas en unos leggins negros y un minúsculo top de ejercicio le cubría el pecho, terminando justo por debajo de sus senos. Los pezones se erguían orgullosos sobre un vientre plano de piel muy blanca.

Jake tragó saliva. Le resultaba imposible apartar la mirada de aquella visión tan inesperada y tentadora.

De repente, ella levantó la vista y vio a Jake en la puerta.

– ¡Vaya! No te había oído entrar. ¿Va todo bien?

– Sí -dijo él, acercándose un poco más a ella-. No. Tengo que hablar contigo.

– Pues sentémonos -replicó Brianne, señalando el banco de ejercicios que había cerca de una de las paredes de espejos.

Jake se acomodó a su lado.

– Sé que has estado recibiendo sesiones de fisioterapia, Jake -dijo ella, retomando la conversación que habían dejado antes de que él se marchara-. Con la ayuda que te han estado dando, no me necesitas -añadió. Entonces, se dispuso a levantarse, pero él le agarró la muñeca y la obligó a seguir sentada.

– Sí, Brianne, claro que sí.

– ¿Qué es lo que estás diciendo?

– Que necesito más sesiones.

– Pero no tanto como cree todo el mundo.

– ¿Puedo confiar en que me guardes un secreto?

– Tienes mi palabra.

– Tienes razón. He estado haciendo sesiones de fisioterapia y he progresado mucho, más de lo que Rina o el departamento creen.

– ¿Y por qué mantienes tus progresos en secreto?

– Tengo mis razones.

De momento, Jake no creía que las pudiera compartir con ella. No sólo porque estaba trabajando en un caso sin estar oficialmente autorizado para hacerlo, sino porque la seguridad de Brianne dependía de que no conociera muchos detalles.

Ella estaba tan cerca de él que Jake podía sentir el calor de su cuerpo, el aroma de su feminidad. La adrenalina lo afectaba mucho más de lo que pudiera sospechar.

– Algunas de mis razones tienen que ver con una insatisfacción general con la vida y otras son mucho más personales. No puedo contártelas, pero…

– Sss… -susurró ella, mientras le colocaba un dedo sobre los labios-. No me debes explicación alguna. No has sido tú quien me ha contratado.

– Pero yo soy el que quiere que te quedes -afirmó Jake. Aquellas palabras provocaron una gran sensación de alivio en Brianne. De ese modo, sus planes de futuro no se desvanecerían en el aire… y tampoco dejaría de ver a Jake-. Quiero que sigamos con el trato al que llegaste con mi hermana para el verano.

– ¿Quieres que me haga cargo de tu rehabilitación o, mejor dicho, de lo que queda de ella?

– En parte sí.

– ¿Y qué más hay?

– Me gustaría que llegáramos a un acuerdo -respondió, con una sensual sonrisa-. Estoy dispuesto a cooperar completamente contigo, lo suficiente para que tú sientas que no estás engañando a Rina cuando ella vuelva y quiera comprobar los resultados. Y te garantizo que eso será lo primero que hará.

– Ya lo ha hecho. Esta misma noche -dijo ella. Jake no pudo evitar lanzar un gruñido de frustración-, pero no te preocupes, no le hice sospechar que había habido problemas. Quería hablar contigo en primer lugar.

– Te lo agradezco mucho.

– ¿Y qué quieres tú a cambio de lo que me ofreces?

– No se trata de un quid pro quo, Brianne. Puedes decir que no y eso no significará que yo te retire mi más completa cooperación. Sólo creo que tenemos algo más que ofrecernos el uno al otro.

– ¿A qué te estás refiriendo exactamente?

– Necesito explorar esta atracción que existe entre nosotros. No me podrás negar su existencia. Yo sé cómo me siento cada vez que estamos juntos, ¿tú no?

– Sabes que sí -musitó ella, al sentir que Jake se acercaba un poco más-, pero no creo que sea una buena idea -añadió, por mucho que aquella proposición la atrajera.

– ¿Por qué no?

– Estamos viviendo juntos, trabajando juntos… las cosas pueden complicarse demasiado.

– O pueden ser maravillosas. Piénsalo, Brianne. Un verano entero nos pertenece. Además, ya hemos demostrado que no podemos estar juntos sin que se prenda fuego a nuestro alrededor. Yo creo que eso es razón de más para dejarse llevar.

Brianne tragó saliva. La sugerencia de Jake resultaba más que tentadora, pero si accedía sabía que tendría un coste muy elevado para ella. Se sentía muy atraída por aquel hombre y, si se implicaba con él sexualmente, temía que acabaría perdiendo el corazón, un corazón que no podía entregarle a un hombre que gozaba con el peligro, un hombre al que podía perder con una bala.

No obstante, no estaba dispuesta a confesar todo el sufrimiento que su pasado le había causado. Compartir con él sus miedos e inseguridades sería llevar un paso más allá una unión que sólo aspiraba a ser física.

– No quiero una relación seria. Cuando termine el verano y mi hermano se marche a Stanford, voy a marcharme a California con él.

Al oír aquellas palabras, vio que algo desconocido, que no pudo entender, se reflejaba en los ojos de Jake. No supo si era desilusión o sorpresa.

– Yo tampoco estoy buscando una relación seria. Me parece que todos los argumentos que me dices refuerzan lo que yo pienso -replicó él-. Evidentemente, queremos las mismas cosas. Nos deseamos mutuamente y esperamos que lo nuestro sea algo breve. Además, nos necesitamos el uno al otro. Yo necesito tus conocimientos profesionales… Te necesito a ti y el tiempo que podemos pasar juntos. Y, si eres sincera contigo misma, admitirás que tú también lo necesitas.

Brianne sintió que las palabras se le ahogaban en la garganta. No podía hablar aunque quería hacerlo. Jake tenía tanta razón que no podía refutarle nada. Gracias a Rina, desde el otoño podría disfrutar de su libertad. Sin embargo, había estado tan centrada en su hermano y su trabajo durante tanto tiempo que casi no sabía cómo empezar una vida propia.

Igual que él necesitaba sus conocimientos profesionales, Brianne lo necesitaba a él en el terreno sensual y sexual. Jake le estaba ofreciendo la oportunidad de explorar su feminidad y todo lo que ella había reprimido a lo largo de los años.

– ¿Quieres una aventura? -preguntó Brianne, por fin.

– Sí.

En su interior ardía el deseo de decirle que aceptaba. Después de todo, se marchaba en septiembre y estarían juntos sólo durante el verano. No había nada que le impidiera aferrarse a aquel breve espacio de tiempo, a excepción de que su conciencia le gritaba que aquel hombre era muy peligroso, tanto para su estabilidad mental como para su corazón.

– Te prometo que, por mucho que lo desee, iré lentamente -susurró él, acariciándole suavemente la mejilla. Era tan suave, tan sensual, que le encendió la piel con aquella ligera caricia-. Iré muy despacio. Te seduciré… Y te prometo que gozarás.

Brianne no tuvo duda alguna de que él respetaría su palabra. Había tenido relaciones en el pasado, pero ninguna de ellas le había hecho sentirse tan deseable como lo hacía Jake.

Quería una aventura, breve, sin ataduras, sin sentimientos…

– No pides mucho, ¿verdad?

– No más de lo que estoy dispuesto a darte a cambio.

– ¿Y nuestra relación como paciente y fisioterapeuta?

– Estamos nosotros solos. No hay reglas ni normas que nos vinculen. Tan sólo las que hagamos nosotros mismos.

– En lo que se refiere a mi trabajo, me tomo las cosas muy en serio -dijo ella-. Es decir, en lo que se refiere a la rehabilitación de un cliente, no hay juegos. Mi trabajo es muy importante para mí.

– De acuerdo. Entonces no tontearemos durante las sesiones. Y yo me tomaré los ejercicios en serio.

– ¿Lo harás?

– Diligentemente. ¿Y tú me concederás tu tiempo libre?

– No tengo mucho.

– En ese caso, me alegro mucho de que mi horario sea mucho más flexible. Además, afortunadamente estamos viviendo bajo el mismo techo. ¿Qué me dices? ¿Trato hecho?

Los segundos durante los cuales Brianne estuvo ponderando su decisión fueron los más largos de la vida de Jake.

– Trato hecho.

Brianne extendió la mano para estrechar la de Jake de un modo muy torpe, pero Jake no estaba dispuesto a dejarle dar marcha atrás. Le agarró la mano y se la estrechó con fuerza.

– En ese caso, necesitamos sellar nuestro trato -susurró, tomándola apasionadamente entre sus brazos.

Brianne entreabrió los labios. Jake sabía que estaba esperando que la besara y estaba dispuesto a darle lo que parecía pedir. Sin embargo, cuando ella cerró los ojos, se inclinó sobre ella y le besó la frente. Sintió una inesperada ternura, ajena y agradable al mismo tiempo. Aquél sólo era el comienzo, pero Brianne lo miró muy sorprendida.

– Acuérdate que te prometí que iría muy lento.

– ¿Y qué me dices de la seducción, del gozo?

– Creo que, entre los dos, no nos resultará muy difícil conseguirlo.

– Mmm…

La voz de Brianne sonó casi como un ronroneo para sus oídos. Se sentía atraído por ella de un modo que lo consumía, por lo que se dispuso a besarla en los labios. Su boca era suave, acogedora y entregada. Lentamente, deslizó la lengua en su interior. Le pareció una delicia, por lo que se dejó llevar por su deseo de realizar una exploración más profunda de aquellas cálidas profundidades.

Su pasión provocó en ella un gemido de placer. Aquel sonido fue todo lo que hizo falta para que la lentitud y el sosiego se transformaran rápidamente en una emoción fuera de control. El deseo llevaba latente en sus cuerpos durante meses, negado por la distancia y acicateado por el anhelo. Como ninguno de los dos se estaba conteniendo, el beso rezumaba pasión. Lo que había sido una lenta exploración se convirtió en una descarada expresión de necesidad. Los poderosos movimientos de la lengua de Jake uniéndose a la de ella igualaban la profunda excitación que se estaba creando bajo la cremallera de sus vaqueros, provocándole un anhelo que sólo ella podía satisfacer.

Poco a poco, Jake fue introduciendo la mano por el escote de la camiseta de Brianne, para así acariciarle la suave piel del pecho. Ella arqueó la espalda para así ofrecerle los pechos para sus caricias, si él quería entregárselas. Y Jake estaba deseando. Sin embargo, seguía resonando en su cabeza que le había prometido ir despacio. Brianne le había dado lo que deseaba. Él sabía lo que los esperaba en el futuro. Tenían mucho tiempo por delante… El cuerpo de Jake luchaba contra aquellos argumentos y le pedía una gratificación inmediata, pero él no quería que el deseo que ardía entre ellos se quemara demasiado rápidamente.

A pesar de que una vocecita en el interior de su cabeza le decía que nunca se cansaría de Brianne, Jake apartó aquel pensamiento de su cabeza y se centró sólo en ella. Sin embargo, aquella vocecita no dejaba de advertirle que era demasiado y demasiado pronto, por lo que él tuvo la fuerza de voluntad para romper el beso en primer lugar.

Al separarse de ella, gozó con la expresión de placer de sus ojos, el rubor que le cubría las mejillas y los labios, húmedos y entreabiertos.

– Te he seducido, tal y como te había prometido -susurró él.

– Y he gozado -respondió ella, llevándose una temblorosa mano a los labios.

– Yo siempre mantengo mi palabra.

– Me gusta mucho esa cualidad.

– Nos irá bien juntos, Brianne -musitó Jake, mientras le apretaba los hombros para reafirmar sus palabras.

– Eso ya lo has demostrado, pero hay otros asuntos casi tan importantes entre nosotros. Y sólo porque tú me tientes no significa que no seré muy dura contigo cuando hagamos tus ejercicios.

– No esperaría menos de ti.

– Bien -dijo Brianne, poniéndose bruscamente de pie-, ahora creo que los dos necesitamos dormir un poco.

– Mientras no cambies de parecer sobre lo que acabamos de hablar.

– Te prometo que no lo haré.

– Ni yo tampoco.

Antes de salir por la puerta del gimnasio, Brianne le dedicó una dulce sonrisa.

Mucho después de que ella se hubiera marchado, Jake seguía pensando en la idoneidad de aquel trato. Se preguntaba si habría resuelto un dilema o habría terminado complicándose la vida.


Brianne estaba delante de la tienda de lencería Victoria’s Secret en la Quinta Avenida, preguntándose por qué había tenido que elegir aquel lugar, de todos los que había en la ciudad de Nueva York, para encontrarse con Kellie. Sin embargo, si era sincera consigo misma, encontraba rápidamente la razón. Era Jake.

O, mejor dicho, el trato que le había propuesto. Los rápidos latidos de su corazón la habían advertido de que estaría jugando con fuego si se implicaba con aquel hombre a otro nivel que no fuera el profesional. Sus besos, los efectos que seguía notando en su cuerpo, demostraban que estaba en lo cierto.

El beso de la noche anterior había sido maravilloso. Lento, seductor y persuasivo, muy pronto había florecido en algo más. La atracción entre ellos había sido evidente desde el primer día, pero Brianne no había estado preparada para la pasión que generaban cada vez que estaban juntos. Además, estaba segura de que la próxima vez no terminarían sólo con un beso.

Una ligera excitación se fue abriendo paso a través de sus venas para terminar colocándosele en la entrepierna, llenándola de deseo. Había dejado su vida en punto muerto durante tanto tiempo y, de repente, todo había cambiado. Se había embarcado en una aventura… Estaba tan sorprendida… y tan poco preparada…

La noche anterior, a Jake no le había gustado que ella se retirara a su dormitorio, pero necesitaba tiempo para pensar. Su proposición, y el hecho de que ella hubiera decidido aceptar, la habían sorprendido completamente, pero nunca se había sentido menos atractiva que en aquel momento, con sus ropas de ejercicio y el cabello alborotado. Quería que Jake la viera atractiva, necesitaba sentirse como tal y, por ello, había decidido que tendrían que esperar a la noche siguiente para ir más allá de los besos.

Aquel día, se había tomado tiempo para prepararse. Se concentraría completamente en su trabajo por la tarde, pero aquella mañana se la dedicaría a sí misma. Y comenzaría por comprarse ropa interior sexy.

Brianne miró el reloj. Aunque podía ir a comprar sola, deseaba el consejo y la compañía de otra mujer. Por eso había llamado a Kellie. Su compañera llegaría en cualquier momento. Sin embargo, como su compañera se retrasaba y el calor era insoportable, decidió entrar a la tienda sola.

Aquel lugar era una fiesta para los sentidos, lo que le hacía pensar por qué nunca había entrado allí. Inmediatamente, encontró las respuestas: tiempo y dinero, dos cosas de las que nunca había tenido en abundancia. Como la situación había cambiado, admiró las. prendas que había a su alrededor. Los vibrantes tejidos y deliciosas telas dejaban en evidencia a sus prácticas braguitas de algodón blanco.

Recordó que él le había prometido que avanzarían lentamente, que la seduciría. Por eso, había decidido lanzarse ella también. El fuego que tenía en las mejillas igualaba al que hacía en el exterior.

Al poco tiempo, llegó Kellie. Su amiga la saludó con entusiasmo, agitando la mano de tal modo que las numerosas pulseras de plata que llevaba encima tintinearon con fuerza.

– ¿Cómo has podido empezar sin mí? -le preguntó Kellie-. Bueno, debo decirte que sólo ha sido una noche, pero ese café no es lo mismo sin ti.

– Yo no puedo decir que eche de menos las largas horas de pie, pero a ti sí que te he echado de menos.

– Como sí hubieras podido dedicarme un minuto de tus pensamientos, viviendo con ese tipo bajo el mismo techo… -bromeó su amiga-. Bueno, ¿qué has encontrado hasta ahora?

– Acabo de entrar.

– De acuerdo entonces. ¿Qué es lo que le gusta a ese tipo? ¿La lencería clásica o la más atrevida? No hace falta que me contestes. Si se ha enamorado de ti, debe de gustarle lo clásico.

– ¿Me estás llamando aburrida?

– Eres muy guapa, pero no te tomas el tiempo suficiente para aprovechar tu potencial al máximo. Tal vez este nuevo trabajo te dará más tiempo para ti misma.

– De eso se trata.

– La primera regla es que si te pones ropa sexy, te sentirás muy sexy. Bien, ¿qué llevas puesto debajo de esos vaqueros?

– Ropa interior, por supuesto.

– Blanca, ¿verdad? -dijo, sin necesidad de que Brianne se lo confirmara-, ¿De corte alto y muy sencilla? Sobre el sujetador, ni siquiera voy a preguntarte -añadió, con un suspiro exagerado-. Vamos, ven conmigo.

Una hora más tarde, Brianne había adquirido una serie de prendas de ropa interior de encaje a la que antes nunca había prestado atención. Incluso había decidido llevarse uno de los conjuntos ya puesto. Debía acostumbrarse.

La idea había funcionado. Con la seda acariciándole la piel al andar, sabiendo que llevaba unas braguitas muy sexys y un sujetador a juego, Brianne notó que se sentía mucho más femenina y atractiva. Apretó el paso y levantó la vista, mirando a su alrededor mientras caminaba. Los hombres le devolvían la mirada. Uno de ellos la miró de una forma tan lasciva que la hizo sentirse incómoda.

Mucho después de que salieran de Bloomingdale's, con un par de trajes de baño y un par de conjuntos muy sensuales que estaban rebajados, Brianne sintió que la confianza que sentía en sí misma se había multiplicado por mil. Sabía que tenía que darle las gracias a Jake por hacer que prestase más atención a sí misma, pero decidió no decírselo. Su ego no lo necesitaba. Sin embargo, tenía que admitir que la libertad resultaba muy agradable.

– ¿Tienes tiempo para tomarte una leche merengada? -le preguntó Kellie.

– Me parece una idea fantástica -respondió Brianne, que acababa de darse cuenta de que estaba muerta de sed.

– Estupendo.

Entraron en una cafetería y, justo cuando atravesaban la puerta, Kellie la agarró por el brazo y la obligó a mirarla.

– Los vestidos y la ropa interior han sido la parte más difícil. Ahora podemos sentarnos y hablar sobre sexo.

La primera reacción de Brianne fue sentirse algo escandalizada, pero enseguida decidió que hacía tanto tiempo desde la última vez que había mantenido relaciones sexuales que seguramente le iría bien el consejo. De hecho, su historia en aquel campo era mínima. Una relación algo desangelada en la Universidad y un par de chicos que la habían dejado cuando se dieron cuenta de que su hermano y su profesión eran lo más importante para Brianne. Nada más. Ninguno de aquellos hombres le había dejado una impresión muy duradera. Y ninguno de ellos había aliviado su soledad.

Sin embargo, la idea de tener relaciones sexuales con Jake excitaba todas y cada una de las terminaciones nerviosas de su cuerpo. Los pezones se le irguieron al pensar en ello, al tiempo que el deseo le humedecía las braguitas. Aquellas sensaciones eran completamente nuevas para una mujer que estaba acostumbrada a verse consumida por el trabajo y las preocupaciones. Verse consumida por Jake era una novedad que pensaba disfrutar.

Mientras Kellie iba a encontrar una mesa, Brianne se dirigió a la caja para realizar su pedido. Su amiga eligió una mesa al lado de la ventana, para así poder contemplar las casi vacías calles de Nueva York.

En cuanto Brianne llevó las bebidas a la mesa, su amiga se sacó una caja de preservativos del bolso.

– ¿Qué diablos estás haciendo? -le preguntó Brianne, escondiéndolos precipitadamente bajo la mesa.

– Asegurándome de que te proteges. Sé que últimamente no has tenido mucho tiempo para nada, dado que trabajabas día y noche…

– Pues tú pareces tener tiempo más que suficiente para las actividades extras -dijo Brianne, secamente.

– ¿Qué te puedo decir? Soy una mujer de recursos, por no mencionar que no trabajo de nueve a cinco durante el día. Bueno, ahora en serio. Hoy en día nunca se es demasiado precavida.

– Eso ya lo sé, Kellie -replicó Brianne. Entonces, levantó la caja y la agitó-. Parece que hay muchos.

– Claro. Así que te sugiero que los utilices todos.

La piel de Brianne pareció adquirir una sensibilidad especial al pensar en las imágenes que le habían evocado aquellas palabras. Recordó el beso de Jake, las excitantes caricias… Era tan hábil…

– ¿Me escuchas, Brianne? ¿Significa eso que ya habías pensado hacerlo? Es decir, utilizar los preservativos, claro.

– ¿Estás segura de que tú no los necesitas?

– Claro que no. En casa, tengo mi propia colección privada. Estos son de los mejores del mercado. Además, están diseñados para proporcionar más sensaciones que los demás y tienen lubricante. Créeme, tienes que probarlos.

– ¿Te he dicho que el apartamento donde me alojo ahora tiene un jacuzzi en la azotea? -dijo, después de tomar un sorbo de la helada bebida.

– ¡No! ¡Madre mía! Te vas a pasar un verano de película.

– Mmm…

Aunque estaba mirando por la ventana, Brianne estaba tan distraída imaginándose con Jake en la azotea que no prestaba atención a lo que veía.

De repente, una figura le llamó la atención, aunque desapareció rápidamente entre el bullicio de empleados que empezaban a salir ya de sus trabajos para comer. No conocía a aquel hombre y, en realidad, sólo lo había visto una vez. Había sido aquella mañana, después de que salieran de la tienda de Victoria’s Secret. Había sido el que la había mirado con lujuria, el hombre cuya mirada había sido más prolongada que la de los demás, como si pudiera ver la ropa interior que llevaba puesta bajo la ropa…

Sin poder evitarlo, un escalofrío le recorrió la espalda.

– ¿Qué te pasa? -le preguntó Kellie.

– ¿Has visto…?

Brianne se disponía a preguntar a su amiga sobre aquel tipo cuando se dio cuenta de que aquello era una estupidez. La tienda estaba a sólo un par de manzanas de allí. El hecho de que hubiera visto a la misma persona dos veces en la misma zona no era para extrañarse.

– No importa.

Brianne ya no sufría de ansiedad con mucha frecuencia, pero algunas veces le aparecía en las situaciones más ridículas. La vida que habían llevado sus padres y las responsabilidades que tenía se las habían causado en el pasado y, de vez en cuando, volvían a aparecer. ¿Qué importaba que hubiera visto al mismo hombre dos veces? Aquello no lo convertía en un acosador.

– ¿Estás segura de que no te ocurre nada?

– Por supuesto. Bueno, ¿qué me estabas diciendo? -le preguntó a Kellie, para tratar de recuperar la normalidad.

– Decía que también habías mencionado un gimnasio lleno de espejos. Creo que eso es un chollo, Brianne. Tienes todo lo que necesitas para pasar un verano estupendo. Lo único que tienes que hacer es dejarte llevar.

Brianne respiró profundamente. Como si aquello fuera tan sencillo. Había estado tan centrada en su trabajo y en su hermano durante tanto tiempo… Sabía que haber comprado aquellas prendas tan sexys no era lo mismo que ponérselas y, por supuesto, ponérselas en una tienda no era lo mismo que hacerlo delante de Jake. Sí… Kellie tenía razón. Debía dejarse llevar… Necesitaba un cambio.

En lo único que debía pensar era en cumplir sus fantasías y las de Jake.


Ella lo había visto. Louis estaba seguro de ello. Lo había mirado a los ojos y había notado la admiración que sentía por ella. ¿Cómo no iba a atraerlo una mujer a la que le gustaba la ropa interior sexy? ¿Cómo no iba a considerar la posibilidad de poseer a una mujer tan caliente y, al mismo tiempo, fastidiar a Lowell?

Aquello era algo a lo que no podía resistirse. Dio una última calada a su cigarrillo y apagó la colilla en el suelo con el tacón. No creía que ella lo hubiera visto al pasar delante de la cafetería, pero tendría que tener más cuidado la próxima vez, porque habría una próxima vez. Como Lowell había estado husmeando, haciendo preguntas… Louis lo habría sabido en cuestión de minutos, algo que Lowell habría sabido que ocurriría…

«El gato y el ratón», pensó Louis. Había que empezar a jugar. Y el juego empezaba y terminaba con Brianne Nelson, la mujer del detective Lowell… aunque no por mucho tiempo.

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