Alsina

Normandía, julio de 1969

El 20 de julio de 1969, el hombre puso pie, al fin, en la Luna. Julio Alsina, pegado al televisor, sonrió cuando el locutor francés tradujo la frase que acababa de pronunciar Neil Amstrong, el primer ser humano que pisaba el satélite:

– Un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad.

Mientras el locutor se deshacía en alabanzas al progreso y destacaba lo especial del histórico momento que vivían, Julio se levantó, apagó el aparato y miró por la ventana.

Aquello le importaba un carajo.

Rosa y Joaquín, que se apoyaba en un bastón desde lo de la «Casita», paseaban sobre la hierba en el amplio jardín. Era una noche hermosa. Al fondo se atisbaba una vista preciosa del Canal de la Mancha, con sus aguas bravías y de tonos grises, tan distintas de las que él conociera, azules y calmas, en el lugar donde todo aquello comenzó.

Vio a Rosa reír conversando con Joaquín y se sintió feliz. A la mañana siguiente, los servicios secretos franceses traerían a los padres de la joven y les darían la feliz noticia de que iban a ser abuelos. Recordó a Blas Armiñana con cariño y lamentó la cicatriz que su muerte creara en su amigo Ruiz Funes para siempre. Eran muchos los que habían quedado en el camino abriendo pequeñas tumbas en su corazón. Pensó en el Alfonsito, en Cercedilla, el ufólogo ingenuo, y en el bueno de Jonás.

Pensó en Ivonne.

Entonces, tras recordar la época en que estuvo muerto, decidió salir a pasear con aquellas dos personas a las que tanto amaba, con una extraña sensación en el cuerpo.

Y es que en el fondo albergaba una duda sobre lo que acababa de ver en el televisor.

¿Era real todo aquello o había presenciado un pase público de la película que él mismo vio rodar en La Tercia?

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