En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de mis hermanos pequeños, a mí me lo hicisteis. Escucha una cosa, Mario, ¿sabes que me gustaba cada vez que me decías "eres una pequeña reaccionaria"? Supongo que lo dirías por mis prontos, a ver, ¿por qué otra cosa si no?, pero con todo. Recuerdo que de chicos, Paco, cuando me perseguía, siempre con "pequeña" a vueltas, como un estribillo, que hubo una época que me gustó Paco, como lo oyes, yo era una niña, desde luego, que entonces apenas si reparaba en que ni hablar sabía, porque la familia de Paco era un poco así, ¿cómo te diría?, bueno, un poco, lo que se dice una familia artesana, y en cuanto le rascabas asomaba el bruto, pero como andaba siempre de broma se pasaba el rato con él, que en la vida he visto un hombre más colado, te digo mi verdad. Recuerdo que cuando nos cruzábamos con vuestra pandilla y el bárbaro de Armando se ponía los dedos en las sienes y mugía, Paco decía: "Si sueltan otro Mihura, me echo al ruedo, pequeña, sólo para que veas lo que es valor", y Transi se mondaba, que yo no sé qué la daría Paco pero siempre le prefería, y de no ser él, los Viejos, que lo que es a ti, ni regalado, las cosas como son, que tampoco venía a cuento esa manía, "échale, fíjate qué nuez, parece un espantapájaros", tú dirás, que los primeros días, en cuanto te marchabas, me daba un beso en la boca, bastante apretados, desde luego, raros, como de tornillo, "Menchu, tienes fiebre, no deberías salir mañana", que yo no sé si serían celos o qué, ¿me comprendes? Transi, francamente, no ha tenido suerte, que tendría sus cosillas, y quién no, pero también reúne muy buenas cualidades, ya ves tú, lo de la fiebre, a esa edad, atenciones así no se pagan con dinero. No sé por qué, ni por qué no, pero Paco Álvarez la tenía sorbido el seso, es que se moría de risa con él, ¿eh?, corrigiéndole, que Paco decía "relación" por "reacción" y "preceptiva" por "perspectiva", todo se trabucaba, que Transi le decía el Obrero, entre nosotras, claro, sin darle beligerancia, que es lo que más me extraña, aunque, bien mirado, eso era lo de menos, lo peor es que se le veía un hombre sin pulir, pues no sé en qué, en todo, ni se preocupaba de si me llevaba a la izquierda y decía siempre "mi mamá", imagina, a sus años. Porque le quitas eso y Paco, como hombre, estaba pero que muy bien, y no te digo ahora, curtido, con sus canitas, que parece un actor, pero mi sino siempre parece haber sido atraer a la gente basta, Elíseo, Evaristo, Paco y así. Valen dice que eso pasa cuando se está llenita, pero yo, quitando la poitrine, que siempre tuve un poco de más, nunca fui gorda, ¿no te parece? Y no digo ahora, naturalmente, que hay que ver a Elíseo San Juan, bisojo se pone, oye, y si voy con el suéter azul el acabóse, "qué buena estás, qué buena estás; cada día estás más buena", una cosa mala, Mario, lo que se dice ni a sol ni a sombra, una obsesión. Y, luego, con esa mandíbula, ese vozarrón y esas espaldas que se gasta, aturde, la verdad, que, lo que yo digo, Paquito Álvarez siempre fue otra cosa, no voy a decir más fino, pero, ¡qué sé yo!, menos avasallador, como más comedido, otra cosa, los mismos ojos, yo no he visto cosa igual te doy mi palabra, que es un verde raro para ojos, reconócelo, como los de los gatos o el agua de las piscinas. Y tenía detalles, que bien que me fijé, que Paco sería burdo y así pero siempre luchó entre su extracción humilde y un natural educado. Ya le ves ahora, un señor, un verdadero señor, que yo recuerdo de chicos, al subir o bajar la acera, siempre me cogía un brazo, como por descuido, ya sabes, al desgaire, pero para una mujer es agradable notar que el hombre repara en su debilidad. Y una cosa que no te he dicho, Mario, que el otro día, hará cosa de dos semanas, el 2 del pasado para ser exactos, Paco me llevó al centro en su Tiburón, un cochazo de aquí hasta allá, no veas cosa igual, que yo estaba parada en la cola del autobús y, de repente, ¡plaf!, un frenazo, pero de película, ¿eh?, como te lo digo, que hacía mil años que no veía a Paquito, no te vayas a creer, que me puse encarnada y todo, fíjate qué rabia, que si hay algo que me haga perder los estribos es notar que la sangre me sube a la cara y no poder remediarlo. Y él, como si no se enterase, que hay que ver qué voz, qué aplomo, qué modales, otro Paco, Mario, como lo oyes, "¿vas al centro?", "pues, sí", a ver qué podía contestarle, pero sin moverme, que allí mismito, pegando a mí, estaba Crescente, con el motocarro, fisgando, natural, para no perder la costumbre, pero Paco sin vacilar, "te llevo", que yo me colé sin pensar siquiera lo que hacía. Y ¡qué coche, Mario, de sueño, vamos! Con decirte que se me iba la cabeza, pero es que ni notar los baches, que luego Paco conduce con una seguridad como si no hubiera hecho otra cosa en su vida, y yo, como parezco tonta, el corazón paf, paf, paf, todo el tiempo, no por nada, sólo de verme encerrada en un coche con otro hombre que no fueras tú, que, eso sí, Paco no es el que era, qué manera de expresarse, Mario, pocas palabras pero las justas, en un medio tono, sin descomponer la cara por nada, como la gente bien. Los hombres es una suerte, como yo digo, con los años ganáis, y el que no está bien a los veinte no tiene más que esperar otros veinte, ahí tienes a Paco, hablando como un libro, como muy varonil, que de chico, tan rubito, resultaba un poco niño Jesús para mi gusto, como un poco blando, no sé, que ahora a la legua se ve que tiene mundo, "por ti no pasa el tiempo, pequeña; estás igual que cuando paseábamos por la Acera", ya ves, que yo "qué bobo", a ver qué otra cosa podía decirle, si no hablábamos desde hacía veinticinco años, unas bodas de plata, imagina, exactamente desde que yo era una cría, que yo, por desviar la conversación, "qué coche más estupendo" y él que conmigo dentro lucía más, una galantería, tú dirás, más de trapillo no podía ir, que me cogió de sorpresa y luego lo sentí, las cosas como son, pero eso no quita, que una atención siempre gusta. Y en cuanto nos callábamos, él venga de mirarme de reojo, un poco así, no te digo en plan conquistador, pero vamos, que dio un rodeo para llevarme a la Plaza, pero yo ni pío, como si no me diera cuenta, que de sobra sé que está casado y con un montón de hijos, y yo también, claro, pues a hacerme la boba, que luego, al despedirnos, venga de mirarme a los ojos, y me retuvo un buen rato la mano, que yo creí que iba a estallar, porque le ves a Paco ahora y como si fuera otro hombre, Mario, un dominio, una seguridad, parece mentira un cambiazo así. Por lo visto, después de la guerra, estuvo unos años en Madrid, relacionándose, ¿sabes?, él me lo dijo, y ahora con eso del Polo le interesa esto, representaciones y no sé qué negocios de solares o como se llame. Desde luego, él siempre fue trabajador y en la guerra se portó estupendamente, menudo historial, un hermano caído y él un metrallazo en el pecho y un montón de heridas más, que méritos de sobra, quién se lo iba a decir a él, aquel chiquilicuatro, las vueltas que da el mundo, ya ves si yo me hubiera casado con él, a estas horas lo que quisiera. Porque tú te reirás, Mario, pero hoy la gente, bien de dinero que gasta, que es lo que más rabia me da, que tú de tonto ni un pelo pero ya ves, y yo no digo un Tiburón, pero un Seiscientos… Un Seiscientos hoy hasta las porteras, cariño, que no es que exagere, ya ves los domingos en la calle, cuatro muertos de hambre y nosotros. No es por nada, Mario, pero lo de Paco me ha hecho reflexionar y es inclusive pecaminoso desaprovechar los talentos que Dios nos ha dado, así, que con escribir esas cosas que escribes en "El Correo" no adelantas nada ni haces bien a nadie, perder el tiempo, como yo digo, mira Paco. Yo misma reconozco que el encuentro me dejó un poco atontada, lógico, después de tanto tiempo, que no es que para mí pueda haber más hombres que tú, entiéndeme, pero para una mujer siempre es halagador saber que gusta. ¿Tú sabes cómo me miraba, Mario? Al marcharme no sabía cómo ponerme, te lo juro, que él no arrancaba y de seguro que estaba fisgándome, que me dio coraje haber salido con esas fachas, porque si no tuviera otra cosa, pero precisamente ahora, claro que para sabido. Menos mal que los hombres ni os fijáis, que yo cuando me cogió la mano pensaba todo el tiempo, "que no me mire los botones, que no se dé cuenta que he vuelto el abrigo", pero ya no suda ni nada, que yo recuerdo de joven, claro que ahora hay preparados para todo, pero de chico cada vez que me agarraba el brazo para subir a la acera, yo la decía bajito a Transi, "ya me caló", que ella tronchada, y el infeliz de Paco, "¿de qué te ríes, pequeña, si no es mala pregunta?", que me lo dejaba todo húmedo, como te lo estoy diciendo. Y no es que yo vaya a decir ahora que me transfiguró que Paco me retuviese la mano, pero dejarás de reconocer que es un detalle, cosa que tú nunca tuviste conmigo, cariño, que siempre fuiste más frío que otro poco, y no digo besarme, que eso ni a ti ni al lucero del alba se lo hubiera consentido, estaría bueseq Figure \* Arabic \r0 \h0no, pero sí un poquito más de pasión, calamidad, que siempre fuiste un apático, mucho "amor mío", mucho "mi vida" y, luego, nada entre dos platos. ¡Mira que la noche de bodas! Delicadezas, me río yo, que me pones en cada compromiso, ya ves Valen, que ella sangró; pues yo tengo que decirla que también, por vergüenza, a ver, ¿con qué cara la digo que diste media vuelta y si te he visto no me acuerdo? ¿Quieres más? Pues ahí tienes a Armando y a Esther, hijo, y ella bien intelectual que es, no me digas, bueno pues se hicieron novios, por si quieres saberlo, reteniéndole él la mano, ni más ni menos, ni se le declaró ni nada que éste es el chiste, que ella lo notó porque no la soltaba, sólo por eso, y así empezaron, ya ves tú. Que yo no hubiera admitido ese sistema, eso es aparte, que a mí las cosas bien hechas, Mario, y la declaración para ser novios es como la bendición para ser marido y mujer, la misma cosa, que recuerdo la pobre mamá, "principio quieren las cosas", repara, más razón que un santo. El noviazgo es una baza muy importante, Mario, un paso para toda la vida, que muchos ni se dan cuenta, me gustas, te gusto, pues ¡tira!, que inclusive lo toman a broma, y no es eso, que así ocurre lo que ocurre. Ahora, un poquito de pasión, por mucho que digas, fundamental. Mira, Armando, quince años casado, de vuelta de muchas cosas, pero a él que no le miren a su mujer, recuerdo la otra noche en el Atrio, el bar, menudo trepe, y no creo que Esther, la pobre, tenga mucho que mirar, bueno, eso es aparte, para él no rige, a pescozón limpio, muy en hombre, como hay que ser, que buena tunda llevaron, total por guiñarla el ojo, verás como no les quedan ganas, lógico. ¿Y en el Quevedo, de novios? Yo lo vi y le estuvo bien empleado, menudo escándalo, le pegó un puñetazo al tipo aquel que hasta partió las carteleras y todo, sólo por echarla el humo al pasar, sólo por eso, date cuenta, que es por lo que me chifla a mí Armando, que será todo lo brutote que queráis, pero es sano, como muy chapado a la antigua, con unos principios, ya me comprendes. A las mujeres nos gustan los hombres con unos pocos más de arrestos, querido, que defendáis lo que es vuestro, que os matéis por nosotras, si es preciso. ¿No se hace por la Patria? Pues ídem de lienzo, Mario, para que te enteres, que la mujer o la novia deben de ser sagradas, como yo digo, ni tocarlas ni que las toquen, aunque contigo esto y mirar al cielo es todo uno, "tengo confianza en ti", "tú ya sabes lo que debes hacer", ¡qué cómodo!, y ¿si se me olvida? ¿Y si un día no me da la real gana de hacer lo que debo hacer? Es muy bonito eso, los hombres, una vez que os echan las bendiciones a dormir tranquilos, un seguro de fidelidad, como yo digo, el cuento de siempre, pero métete esto en la cabeza, Mario, hay ocasiones en que uno ha de ganarse esa fidelidad a pulso, y con los puños si hace falta, ahí tienes a Armando, toma ejemplo, a él que no le miren a su mujercita porque es capaz de todo. Y como Armando, la mayoría, convéncete, que no sé Paco, que hace mucho tiempo que le perdí la pista, pero lo más seguro, no hay más que verle, por de pronto en la guerra ya lo demostró, que hay que ver cómo tiene el cuerpo, como una criba, la de metrallazos. Ya sé que me pongo pesada pero no me cansaré de repetirte, borrico, que hay que poner ardor en las cosas que de verdad merecen la pena en lugar de gastar el tiempo escribiendo patochadas que ni te dan dinero, ni le interesan a nadie, que ya oíste a papá, y papá en otra cosa, no, pero en eso de escribir no es un cualquiera, de sobra lo sabes, que me saca de mis cabales que te hagas el tonto.