XVII

La mujer insensata es alborotadora, es ignorante, no sabe nada. Se sienta a la puerta de su casa o en una silla en lo más alto de la ciudad, para invitar a los que pasan y van de camino, pero él no me llevó derecha al centro, la segunda vez quiero decir, que le dije, "me chifla tu coche, ni suena ni nada", y él, entonces, dio media vuelta y salió como un cohete por la carretera del Pinar. Yo le decía, "vuelve, Paco, ¿estás loco? ¿qué va a decir la gente?" y él se reía y decía, ¿sabes lo que decía?, decía, "déjales que digan misa", que no le preocupan las habladurías ni tanto así. ¡Qué cambiazo ha pegado Paco, Mario, es que por mucho que te diga no te lo puedes ni imaginar! Los ojos, para mi gusto, siempre los tuvo ideales, de un verde raro, entre de gato y de agua de piscina, pero es que ahora ha cogido un qué sé yo, como un aplomo, un señorío que no tenía antes, que yo me acuerdo de chico, un verdadero chisgarabís, y le ves ahora y habla despacio, con pausa, sin trabucar una palabra, que antiguamente era una juerga. Pues ahí le tienes, cariño, con su Tiburón, apaleando millones, que ya no recuerdo bien dónde me dijo que trabaja pero desde luego algo de representaciones que tiene que ver con todo este lío del Polo, no me hagas mucho caso. ¡Y cómo conduce, Mario!, si da gloria verle, no hace un solo movimiento de más, que parece que ha nacido con el volante entre las manos. Eso sí, no te vayas a creer, de reojo me miraba todo el tiempo, que al pasar por El Merendero me dijo, "estás igual, pequeña", y yo, "¡qué bobada!, date cuenta los años que han pasado", y él, muy fino, "el tiempo no pasa lo mismo para todos", ya ves tú, una galantería, pero que se agradece, Mario, que una por muy mujer hecha y derecha que sea no es de cartón-piedra, que a ti parece como que te costara decirme una palabra amable. Luego, se paró y me dijo, de repente, que yo lo que menos me esperaba, que si sabía conducir, date cuenta, y yo que muy poco, casi nada, y él, que siempre me veía en la cola del autobús, entre gentuza, imagina qué trago, que te aseguro que pasé más vergüenza que en toda mi vida junta, pero a ver qué podía decirle, pues la verdad, que no teníamos coche, que me gustaría que le hubieras visto, "¡no! ¡no! ¡¡no!!" a voces, dándose manotazos en la cabeza, como no creyéndolo, a ver, que en estos tiempos es absurdo que una señora tenga que esperar el autobús, Mario, que a todo el mundo le choca menos a ti que ni sientes ni padeces. Desengáñate, querido, hoy un coche es un artículo de primera necesidad, ahí tienes al propio don Nicolás, un Milquinientos, y si tanto caso le haces para unas cosas, a ver por qué no le imitas en todas, que me da rabia la verdad, que para lo malo sea San Nicolás y para lo bueno, un cero a la izquierda. El espíritu de la contradicción, eso es lo que tú eres, que me pongo a pensar y ni un solo gusto me has dado en la vida, borrico, acuérdate del traje de novia, claro que eso ya me lo podía figurar, pero yo creí, al principio, que era por lo de tus hermanos, o por la enfermedad de tu padre, o vete a saber. Y yo, bien sabe Dios, que no lo quería por presumir que, al fin y al cabo, con traje blanco o sin él, una no deja de ser lo que es, pero después de lo de Julia, tú dirás, la gente, con la recámara que se gasta, que habría que oírla, y tú, todavía, "que ¿qué?", a ver si crees que te lo van a decir a ti. Lo blanco, Mario, por si no lo sabes, es símbolo de virginidad, para que te enteres, que, hoy por hoy, llevar al altar a una mujer vestida de calle es como pregonar a los cuatro vientos "aquí me desposo en segundas, o con una cualquiera", que no quiero ni pensarlo. Pero sobre todo por mamá, Mario, que yo al fin y al cabo, pues mira, no soy ni más ni menos por eso, pero después de lo pasado, a mamá la hubiese gustado que la gente pensase: "Ahí viene una virgencita", pues porque sí, Mario, porque somos humanos, por todo, porque para una mujer la pureza es la prenda más preciada y nunca está de más proclamarlo, que, te guste o no, eso siempre será un ejemplo para la gente baja, que, no es porque yo lo diga, pero en este punto anda cada vez más relajada. Y así, de calle, como un día cualquiera, que a saber qué se pensarían, y además sin motivo, que es lo que más rabia me da, que yo no sé si tú tendrías algo que ocultar, hijo, pero lo que es yo podía entrar en la iglesia con la cabeza bien alta por si te interesa saberlo. Te digo mi verdad, pero yo que los del Concilio, en vez de andar todo el día de Dios revolviendo con que si las píldoras esas, ya ves, a buena hora, cuando una está toda deformada cargada de hijos, que tampoco es justo, me parece a mí, porque o todas o ninguna, que ahora va a resultar que la parejita, como esas extranjerotas, es lo decente, pues en lugar de eso, Mario, definirme, el traje, así como suena, pero radical, como un uniforme, para todas, y la que no sea digna de llevarlo tampoco es digna de contraer matrimonio, al arroyo, que si antes anduvo en él no sé por qué luego le va a hacer ascos. Un poquito de intransigencia, eso, eso es lo que nos está haciendo falta, convéncete, que si no va a llegar el día en que la mujer honesta no se diferencie de la perdida, ya la oyes a Valen, ahora, en Madrid, todas las mujeres de la calle arregladas como nosotras, nada de exageraciones, tú dirás, que yo que el gobierno, un decreto, así, como te lo digo, que no sé a santo de qué ahora todo se vuelve a proteger a los patanes, los protestantes y las fulanas, y mientras, las mujeres honradas que nos muramos. Claro que si me lo dices a tiempo, hijo, ¡a buena hora! Pero no, tres meses antes, después de la pedida, por si acaso, cuando una no puede dar marcha atrás. "La boda es un sacramento, no una fiesta". ¡Bendito sea Dios!, y te quedaste tan fresco, como de costumbre, a ver, te saliste con la tuya, que me gustaría que hubieras visto a mamá, la pobre, venga pucheros, que, después de lo de Julia, esto, para ella, la puntilla. Pero ¿que sabes tú de caridad? Prefiero no acordarme de tu conferencia, Mario, y todavía, venga, "eso son pataletas lógicas, no te preocupes; ya se la pasará", ¿habrase visto egoísmo? ¡Cínico, más que cínico!, perdona, Mario, cariño, que no sé lo que me digo, que me pongo como loca cada vez que pienso en el traje que tenía pensado, con el talle un poco alto, de corte princesa, que hubiese dado el golpe, seguro, fíjate, que los hombres no tenéis ni idea de lo que eso significa para una mujer. Pero es igual, tú tieso en tus trece, que a buena hora si me lo dices al hacernos novios, da gracias a que después de la pedida yo no podía dar la campanada, que si no… En definitiva, la tonta fui yo, ya ves Transi, te caló de entrada, que ella sería un poco así, eso no admite duda, que hasta se dejó pintar por Evaristo medio en cueros, que lo que yo la dije, "no debiste hacerlo", pero como si cantara, que luego hasta se casó con él y pasó lo que tenía que pasar, bueno, pues ella, desde que te puso la vista encima, te caló, que no es que lo diga por decir. Y a Paquito, en otro estilo, ídem de lienzo, que Transi otra cosa no, pero ojo para los chicos un rato largo, que le ves ahora a Paco y un hombre de mundo, y no es decir el coche, es todo él, su persona, no sé cómo explicarte. Los hombres es una suerte como yo digo, si no estáis bien a los veinte no tenéis más que esperar otros veinte, menuda, quién pudiera. Pero a mí me la diste con queso, Mario, que quién lo iba a decir, sentado con un periódico al solazo de agosto, seq Figure \* Arabic \r0 \h0las horas muertas, frente al mirador, mirando, y no es decir un día ni dos, que yo pensaba, "este chico me necesita; se mataría si no", que siempre fui una romántica y una tonta, nada de maliciada, bien lo sabes tú. ¡Pero mira para lo que me ha servido! Y no es que me queje de vicio, Mario, que tú lo puedes ver, veinticuatro años de matrimonio, que se dice pronto, y ni una triste cubertería, que cada vez que invito, que ya se aburre una, una cena fría, a base de canapés, qué remedio, siempre lo mismo para no variar, el caso es no utilizar más que cuchillos y tenedorcitos de postre, que muchísimas veces me pregunto, Mario, si mereceré yo este castigo. ¡Si una naciera dos veces! Desde aquí te digo que tendría más vista, que las tontas somos nosotras por vivir pendientes de los maridos y de los hijos, que a Valen la sobra razón, que se adelanta más no mostrando excesivo interés, lógico, que, si no, cogéis y ¡hala!, a exigir, tráeme esto y lo otro y lo de más allá, que os lo creéis todo debido los hombres, todos cortados por el mismo patrón, Mario, por más que lo tuyo pase ya de castaño oscuro, que con los extraños venga zalemas y atenciones y en casa, punto en boca, que eso es lo que peor llevo, fíjate. Es como lo de Madrid. Mira que a mí me gusta Madrid, Mario, que es locura por Madrid, que me chifla, todo lo que te diga es poco, bueno, pues prefiero no ir, que a eso hemos llegado, porque para pasar malos ratos mejor me quedo en casa, que para pieles y cuatro caprichos no habrá dinero, pero para porquerías de ésas de hacer pompas, o para retratarnos del brazo por la Gran Vía, que menudas vergüenzas me has hecho pasar, rico, o para Carlitos y bobadas de ésas todo era poco. "Todo el mundo tiene que vivir!", ¡qué bonito!, eso, todo el mundo tiene que vivir menos una, una es aparte, una se encapricha por un Seiscientos y como si cantara, como si pidiera la luna, que ya lo sé, Mario, que a poco de casarnos eso era un lujo, ya lo sé, pero hoy es un artículo de primerísima necesidad, te lo digo y te lo repito, que hoy un Seiscientos, hasta las porteras, y no me desdigo, pero si los llaman ombligos, hombre de Dios, porque todo el mundo los tiene, con eso está dicho todo. Pues tú que nones, y al muerto de hambre del fotógrafo que bien, que de acuerdo, que tirara una placa, una inconsecuencia, tú dirás, a ver cómo llamas tú a eso, que luego, si te he visto no me acuerdo, que sabe Dios la de retratos que nos habrán sacado en las bodas y así y tú me dirás dónde andan. Y tú, dale que le das, que todo el mundo tiene que vivir, que si tú eras más que ellos, ya ves, más que ese charlatán de los Carlitos, que hace falta cuajo, no era por tener más talento sino porque se te han dado más oportunidades, jeroglíficos y ganas de enredar. Vagos, eso es lo que son ésos, una cuadrilla de vagos, que en lo que te enseñan los monigotes si te pueden quitar la cartera no te creas que se lo piensan dos veces. El mejor de ellos, date cuenta, debería estar tras una reja, que luego decís de los que mandan, que para mí, si de algo pecan, es de demasiada blandura, fíjate, que ya no es el gasto sino las vergüenzas que me has hecho pasar en la Gran Vía, mirando las cabriolas del Carlitos ese, o del tipo de las pompas de jabón, que parecíamos dos paletos haciendo tiempo para el coche de línea, ¡qué horror! Y, todavía, ésos eran inofensivos, pero ¿y los presos? Hijo de mi alma si hubo meses con las amnistías o eso, que parecía nuestra casa la sucursal de la cárcel, que me gustaría saber a mí quién te dio vela para este entierro, qué olores, y el olor, pase, pero por ayudar a un preso, por si no lo sabías, te pueden detener, como lo oyes, por cómplice o como se llame, que Armando, cada vez que se lo decía, se hacía de cruces y con razón. Y tú que no eran delincuentes comunes, vaya salida, pues mucho peor todavía, botarate. Al fin y al cabo, cariño, el criminal lo es en un arrebato, se ofusca, a ver, pero lo que es los otros, a ciencia y paciencia, fíjate, a sangre fría, que no es decir me obcequé, ni mucho menos, que son malos por naturaleza y nada más. Bueno, pues como quien oye llover, que estaban en la calle, lógico, a ver dónde iban a estar, y suerte para ellos, hijo, que deberían pudrirse en la cárcel, que si les sacan, hazte a la idea, es por pura caridad, por caridad mal entendida, desde luego, con eso de las amnistías, que den gracias que viven en el país que viven, si no, ¡de qué! Y eso es lo que no queréis entender vosotros, zascandiles, que confundís la generosidad con la debilidad y menudos añitos me has hecho pasar pensando a cada rato que te iban a llevar con esa gentuza, botarate, que bastante pasé ya cuando lo del tren al demonio se le ocurre, toda la noche en vela, lo que se dice ni pegar ojo, todo por irte de la lengua, dichosas palabras, que Antonio dice que estar veinticuatro horas en la Prevención son ya antecedentes, imagínate si eso es verdad que no quiero ni pensarlo, vaya un legado que les dejas a los niños, pobrecitos, el día que se den cuenta.

Загрузка...