NOTA DEL AUTOR

En arte se ha hecho de todo. La imaginación de un novelista jamás podría competir con los infinitos caminos y vías de experimentación que puede hallar el lector a poco que se asome al fantástico universo del arte contemporáneo. Pese a ello, el hiperdramatismo no existe, aunque varias tendencias como el body art utilizan el cuerpo humano como base principal para sus obras. Los art-shocks, el arte «manchado», los animarts, la artesanía humana, etc. son también nombres ficticios, si bien los encuentros y acciones son términos conocidos para todos los aficionados al arte moderno. El negocio de comprar y vender seres humanos pintados no constituye, hasta la fecha, un fenómeno común. Ignoro si la situación cambiará en el futuro pero tiendo a pensar que si alguien descubre cómo ganar dinero con ello, no serán las consideraciones morales las que impidan que tal mercado humano se desarrolle con idéntica o mayor espectacularidad que en mi novela.

Otras muchas cosas son ficticias en esta obra, además de los personajes. Algunos edificios públicos como el Obberlund de Munich o los «Ateliers» de Amsterdam, galerías privadas como GS o Max Ernst y hoteles como el Wunderbar o el Vermeer son imaginarios. Las coincidencias entre sus nombres y lugares de la vida real deben considerarse puramente casuales. En cambio, los museos citados son reales, aunque el centro cultural del Museumsquartier de Viena se encuentra, según creo, en proceso de construcción. Quizá ya haya sido inaugurado cuando esta novela se publique. Por supuesto, las obras hiperdramáticas exhibidas en tales museos son ficticias y no deben establecerse relaciones de ningún tipo entre las características de dichas obras y las instituciones reales mencionadas en la novela.

Ciertos títulos de la bibliografía que revisé resultaron demasiado importantes para no citarlos. El clásico La historia del arte de Ernest Gombrich (Debate, 1997) y el no menos clásico Materiales y técnicas del arte, de Ralph Mayer (Tursen, Hermann Blume, 1993) se convirtieron en mis libros de cabecera. En la infinitud de estudios sobre Rembrandt constituyeron buenas elecciones Rembrandt's Eyes, de Simon Schama (Allen Lane, The Penguin Press, 1999) y Rembrandt, de Emmanuel Starcky (Portland House, 1990). Sobre arte contemporáneo, fueron inmejorables Arte del siglo XX, de Ruhrberg, Schneckenburger et al. (Taschen, 1999) y Art at the turn of the millennium de Riemschneider y Grosenick, eds. (Taschen, 1999). Los dos versos de Rilke citados al comienzo y al final proceden de la primera elegía de sus Elegías de Duino. Todas las citas de Carroll han sido extraídas de su Alicia a través del espejo y lo que Alicia encontró allí. Los puntos suspensivos en estas últimas indican palabras suprimidas.

Hay lagunas que los libros no pueden llenar. Entre las personas que con sus consejos o información me ayudaron a mejorar esta novela quisiera mencionar a dos cuya entrega fue muy particular. Antonio Escudero Nafs, gran amigo y extraordinario pintor, me asesoró en varios de los aspectos más básicos de su arte, y la también excelente pintora «Scipona» soportó estoicamente mis preguntas sobre inauguraciones, galeristas y marchantes, ofreciéndome a su vez una valiosa ayuda. Sin embargo, mi novela no versaba sobre lienzos de tela -como ellos suponían- sino sobre cuadros humanos, lo cual me ha obligado a tomarme grandes libertades con la información obtenida. Todos los errores que contenga mi obra sobre el complejo mundo del arte deben achacarse, pues, a mi descuido o a esas libertades.


J.C.S.

Madrid, 2001.

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