Capítulo 11

– ¿Dónde está? -preguntó Nick.

– La investigación es cosa mía -dijo la jefa Haden-. El FBI no tiene nada que hacer aquí.

Nick y Noah habían entrado en la comisaría de policía esperando tratar con un agente de la ley competente. Se habían equivocado. Y ninguno de los dos estaba de humor para aguantar tonterías sobre cuestiones territoriales.

– Le he hecho una pregunta -vociferó Noah-. ¿Dónde está?

– Eso no le importa -replicó Haden-. Como le he dicho, la investigación es cosa mía. Usted y su amigo deberían irse de mi comisaría.

Nick ya le había informado de que Jordan era su hermana, y le había mostrado su identificación y sus credenciales. Ahora le tocaba hablar a ella. E iba a tener que contestar a sus preguntas.

La jefa Haden habría dado un paso atrás para alejarse de él, pero estaba justo delante de la barandilla, que se lo impedía. Sabía que había empezado con mal pie, pero no iba a echarse atrás. Cuanto antes se diesen cuenta de quién estaba al mando, mejor.

El hombre que se había identificado como el agente Nick Buchanan era intimidante y temible, pero no resultaba tan aterrador como el otro agente. Había algo en sus penetrantes ojos azules que le advertía que no se interpusiera en su camino. Sabía que no haría falta demasiado para que saltase, y no quería que lo hiciera sobre ella. Su única opción era atacar primero.

Cuando Nick estaba a punto de perder los estribos, la joven que estaba sentada delante de una pantalla de ordenador sin imagen metió baza.

– Su hermana está en una celda que hay ahí detrás. Está bien, pero esperen a verla. -Se estaba enroscando un mechón de su largo pelo rizado en un dedo y sonriendo a Noah cuando ofreció esa información.

– ¿Mi hermana está encerrada en una celda? -se sorprendió Nick.

– Exacto -contestó la jefa después de fulminar con la mirada a la joven.

– ¿De qué se le acusa?

– Todavía no voy a darles esa información -contestó la jefa-. Y no van a ver a su hermana ni a hablar con ella hasta que haya terminado con ella.

– Nick, ¿ha dicho hasta que haya terminado con ella? -exclamó Noah. Parecía divertido.

– Eso ha dicho -confirmó Nick sin apartar los ojos de la jefa.

– Están fuera de su jurisdicción -aseguró la jefa con los ojos entrecerrados y el labio inferior sobresaliendo.

– La jefa cree que puede meterse con el gobierno federal -observó Noah.

Haden estaba furiosa. Los dos agentes la estaban presionando. Cruzó la puerta de vaivén y se situó cerca de la puerta que daba al pasillo para impedirles el acceso a la celda.

Consideraba que esos agentes del FBI eran arrogantes e insolentes. Los dos eran unos engreídos que creían que podían ningunearla. Pero no sabían con quién estaban hablando. El hecho de que siendo mujer hubiese llegado al cargo de jefe de policía de Serenity, en Tejas, debería haberles indicado que no estaba ahí de adorno. Aunque Serenity era un pueblo de mala muerte, había tenido que esforzarse mucho en joder, tanto figurada como literalmente, para llegar a donde había llegado. Dos hombres musculosos con placa y pistola la habían puesto nerviosa un momento, pero ahora había recuperado el control y no iban a decirle qué hacer. Que se fueran a la mierda. Era su pueblo y eran sus normas. Allí, ella ostentaba el poder.

– Les diré qué pueden hacer. Dejen su número de teléfono a mi auxiliar, y cuando haya acabado de interrogar a la sospechosa, les llamaré. -Se dirigió a Nick-. Y ahora, salgan de mi comisaría y déjenme volver al trabajo.

El hermano de la sospechosa le sonrió. La jefa creyó que podría echarse a reír. Esa posibilidad no le gustó.

– ¿Cómo vamos a resolver esta situación? -quiso saber Nick.

A Haden se le acabó de golpe la chulería. Noah empezó a dirigirse hacia ella y la jefa se apartó. Si no se hubiese movido, habría pasado sobre ella o a través de ella. Estaba clarísimo.

Noah dirigió la vista hacia atrás para mirar a Nick y sonrió de oreja a oreja.

– Sí, sí, la sigues teniendo -admitió éste.

El «la» se refería a la capacidad de asustar. Noah había podido siempre dejar paralizado a cualquiera, hombre o mujer, con una mirada dura. Según Noah, Nick, en cambio, todavía no había perfeccionado ese arte.

– Tú puedes encargarte de conseguir la llave -le sugirió Noah.

– Oiga, no voy a dejar libre a esa mujer hasta que no empiece a colaborar -se quejó Haden en voz alta y malhumorada.

Al otro lado de la pared, Jordan esperaba pacientemente a que alguien fuese a buscarla. Sabía que Nick y Noah habían llegado porque oía cómo la jefa de policía discutía con ellos. Cuando vio a Noah, se le relajaron los hombros de alivio. Estaba contentísima de verlo.

– ¿Qué te ha pasado? -su aspecto lo consternó-. Estás horrible.

– Gracias. A mí también me alegra verte.

Noah ignoró su sarcasmo. Dadas las circunstancias, la mayoría de las mujeres habrían estado algo afectadas, pero Jordan no era como la mayoría. Por abatida que se la viese, todavía podía plantarle cara. Noah admiraba las agallas que tenía.

– ¿Quieres salir de aquí? -le preguntó con una sonrisa tras apoyarse en los barrotes.

– ¿Tú qué crees? -respondió Jordan, exasperada.

– ¿Sabes qué? Me dices qué le ha pasado a esa cara tan bonita que tienes y te hago salir.

– Ha recibido un puñetazo -dijo tras tocarse con cuidado la mejilla y hacer una mueca-. ¿Sigue Nick ahí fuera? No lo oigo.

– Me extrañaría que pudieras oír algo con los chillidos de esa mujer.

– ¿Cómo habéis llegado tan deprisa? Creía que ibais a enviar a unos agentes de este distrito.

– Pude fletar una avioneta, así que no fue necesario llamarlos -dijo Noah.

– ¿Nicky se ha subido a una avioneta? -se sorprendió Jordan-. Hay que insistir mucho para lograr que vaya en un avión comercial. No me lo imagino volando en uno tan pequeño.

– No he dicho que no tuviese que obligarlo, ¿verdad? Hizo falta empujarlo un poco.

– ¿Se mareó? -preguntó ella, impresionada. No pudo evitar sonreír al imaginarse a su hermano palideciendo durante el viaje. Era cómico cuando se mareaba.

– Sí.

– Estoy tan contenta de que hayáis venido -admitió tras soltar una carcajada.

– Lógico -dijo Noah a la vez que se encogía de hombros.

En aquel momento, su arrogancia no le molestaba tanto a Jordan.

– ¿Qué está pasando ahí fuera? -preguntó al oír la voz estridente de la jefa.

– Poca cosa. Tu hermano está charlando con la jefa de policía.

– La jefa Haden es encantadora, ¿verdad?

– Sí, tanto como una serpiente de cascabel -rio Noah-. Está intentando dar mala fama a mi estado pero no te preocupes por ella. Nick puede manejarla.

Jordan se puso de pie y trató de alisarse la blusa.

– ¿Podrás encontrar la llave para sacarme de esta celda? -preguntó con dulzura.

– Por supuesto -confirmó Noah-. En cuanto me digas quién te ha dado ese puñetazo en la cara.

En ese momento, Haden apareció en el pasillo con una expresión avinagrada en la cara y con la llave en la mano. Giró la llave en la cerradura, murmuró algo entre dientes que Jordan fingió no oír y dijo:

– Se me ha… sugerido que nos sentemos y hablemos. Para… aclarar este misterio.

Nick estaba de pie junto a la puerta. Los cabellos de Jordan le cubrían parcialmente la cara, pero cuando se pasó un mechón por encima del hombro, pudo verle bien el golpe.

– ¿Qué te ha pasado? -preguntó-. ¿Qué hijo de…?

– No pasa nada -dijo Jordan rápidamente antes de que pudiera terminar el insulto-. Estoy bien, de verdad.

Su hermano le dirigió una mirada colérica a la jefa.

– ¿Es usted la responsable?

– Por supuesto que no -replicó ésta-. Ni siquiera estaba presente cuando el supuesto incidente ha ocurrido.

– ¿Supuesto? -Noah se giró para enfrentarse con Haden.

– Jordan, ¿quién te ha pegado? -inquirió Nick.

Mientras tanto, la jefa estaba abriendo la puerta de la celda y, como no se apartó para dejar pasar a Jordan, Noah dio un paso hacia delante, sujetó a Jordan por el brazo y tiró de ella hacia él.

– Contéstame, Jordan -exigió Nick.

– Se llama J.D. Dickey. No sé qué significan las iniciales J. y D. Su hermano Randy es el sheriff del Condado de Jessup. Los dos estaban juntos en el coche del sheriff Randy. Ahora estamos en el Condado de Grady -añadió.

– ¿Por qué no está detenido el hombre que te agredió?

– He intentado denunciarlo -dijo Jordan.

– ¿Qué quieres decir con eso de que lo has intentado? -preguntó Nick.

– Quiero decir que lo he intentado. Ella no me ha permitido hacerlo.

Había dejado a su hermano y a Noah sin palabras. Jamás habían visto a nadie tan incompetente.

Salieron todos a la sala principal de la comisaría. Como no había sillas suficientes ni espacio donde ponerlas, terminaron agrupados de pie cerca de la mesa de la auxiliar. Jordan observó que Carrie estaba intentando, sin demasiado éxito, captar la atención de Noah.

Maggie Haden rodeó al grupo para meterse en su oficina y sentarse en la punta de su escritorio. Empezó a dar golpecitos con el pie mientras escuchaba la conversación.

– Lo traeremos aquí -prometió Noah.

– ¿Dónde te han detenido exactamente? -quiso saber Nick.

– A tres o cuatro manzanas de aquí.

– No ha sido detenida -soltó Haden.

– ¿Por qué me ha encerrado entonces en una celda? ¿Recuerda lo que me ha dicho? Que no iba a darme nada de beber ni de comer hasta que contestase a sus preguntas. También ha dicho que no le importaba si me moría de hambre.

– Yo no he dicho tal cosa -mintió la jefa.

Carrie se había contentado con mirar a Noah hasta que oyó lo que decía la jefa. Levantó de golpe la cabeza y dejó de tocarse el pelo un segundo.

– Sí que lo ha dicho. Yo lo he oído -aseguró.

– Era un farol -comentó la jefa.

– ¿Un farol? -replicó Noah-. ¿No llamamos a eso mentir a un agente federal y obstruir a la justicia, Nick?

– Exacto -éste estuvo de acuerdo-. ¿Quieres detenerla tú o lo hago yo?

– Esperen un momento. -La voz de Haden había subido una octava-. Su hermana no colaboraba. He tenido que encerrarla.

– ¿Es eso cierto, Jordan? -preguntó Nick.

– ¿Tú qué crees?

– Contesta a la pregunta -le pidió con impaciencia.

Nick se estaba portando entonces como un hermano mayor más que como un agente del FBI, pero seguía demasiado agradecida y contenta por su presencia como para que le molestara su actitud autoritaria.

– He pedido un abogado -empezó a contar-. Y también le he informado a la jefa Haden que os había llamado. Ella me dijo entonces que no era sospechosa pero que iba a interrogarme con una grabadora en marcha, y cuando no quise responder a sus preguntas acusadoras sin un abogado, cambió de parecer y decidió que, después de todo, sí que era sospechosa. -Se volvió hacia la mujer de expresión avinagrada antes de proseguir-. Ahora no me acuerdo. ¿Eso ha sido antes o después de que me amenazase con entregarme a los hermanos Dickey?

Todos se quedaron mirando a la jefa a la espera de una explicación.

– Yo no la he amenazado con hacer eso -aseguró Haden después de inspirar hondo.

– Sí que lo ha hecho -intervino Carrie-. Dijo que…

– Cierra el pico, Carrie -la interrumpió la jefa con una mirada fulminante-. Y sigue con el ordenador. Estás en régimen de semilibertad, no de vacaciones.

Carrie se puso colorada. Agachó la cabeza y se quedó mirando el teclado. Jordan notó que le daba vergüenza que Nick y Noah hubiesen oído lo que había dicho la jefa.

– No puedo. Este trasto no va -dijo Carrie. Jordan se compadeció de ella y se preguntó qué sería peor, trabajar para esa mujer infernal o regresar a la cárcel para cumplir lo que le quedara de condena-. No sé qué hacer -finalizó con voz lastimera.

Por mucha rabia que le diera ayudar sin querer a la jefa de policía, Jordan no pudo evitar echarle una mano a Carrie. Con un suspiro, se situó detrás de ella, pulsó dos teclas, esperó medio segundo, le dio a un par de teclas más, y la pantalla del ordenador se iluminó.

Carrie tenía el aspecto de haber presenciado un milagro.

– ¿Cómo lo ha hecho? -preguntó mirando a Jordan con los ojos desorbitados.

Mientras Jordan se lo explicaba, Nick discutía con la jefa sobre la jurisdicción del caso. A Haden le gustaba la palabra y la utilizaba para responder a todo lo que le preguntaran.

– ¿Le ha dado el forense la hora aproximada de la muerte de la víctima? -dijo Nick.

– Estamos bajo mi jurisdicción y el caso, por tanto, es mío. No tienen por qué meter las narices en él.

– ¿Por qué no ha traído a J.D. Dickey y a su hermano a comisaría? -preguntó Nick a continuación.

– ¿Qué quiere del sheriff?

– ¿Qué hacía él en el Condado de Grady?

– Estamos bajo mi jurisdicción -resopló Haden.

– ¿Cuándo va a detener a J.D. Dickey? -lanzó Nick.

Sonó el móvil de Haden. Ésta se volvió y se situó al otro lado de la mesa, de espaldas a los demás. Se tapó la boca.

– Ya sé quién eres -soltó entre dientes-. Escucha, me están presionando para que te detenga. -Pasaron varios segundos-. Por golpear a esa mujer. ¿Por qué creías que quieren que te detenga?

– ¿No sabe que podemos oír todo lo que está diciendo? -le dijo Noah a Nick.

– Parece que no.

– Y yo te estoy diciendo que estoy atada de manos -prosiguió Haden en voz más alta-. Estoy haciendo todo lo que puedo.

Colgó la llamada y lanzó el móvil sobre la mesa. Nick esperó a que se volviera antes de preguntar lo evidente.

– ¿Estaba hablando con J.D. Dickey?

– No.

– Si no lo detiene, lo haremos nosotros -dijo Nick.

– Estamos bajo mi jurisdicción.

Nick volvió a preguntarle si el forense le había dado la hora aproximada de la muerte del profesor MacKenna.

– Ya le he respondido esta pregunta. Estamos bajo mi jurisdicción y el caso es mío. -Cruzó los brazos y empezó a dar golpecitos con el pie en el suelo-. Quiero que se vayan de…

– No nos vamos a ir -la interrumpió Noah.

– ¿Cuál fue la causa de la muerte? -preguntó Nick.

– Estamos bajo mi jurisdicción -repitió la jefa, arrastrando la palabra.

Y siguió así. Daba igual lo que le preguntaran, la respuesta era «jurisdicción».

Jordan tuvo la impresión de estar viendo un partido de tenis, ya que dirigía la mirada de su hermano a la jefa y viceversa todo el rato.

– ¿Por qué no consigo imprimir nada? -le preguntó Carrie, que le había tocado el brazo para captar su atención.

– No tienes la impresora conectada al ordenador -respondió Jordan, inclinada hacia la mesa. Y, después, volvió a concentrarse en la discusión entre su hermano y la jefa.

– ¿Podrías conectarla? -suplicó Carrie, lo que la distrajo de nuevo.

– Sí, claro.

– Encontré el manual del ordenador -susurró sin dejar de mirar a la jefa para asegurarse de que no la estuviera escuchando-. Pero no me lo leí. Le dije que lo había hecho pero… ya me entiendes. Me dediqué a otras cosas. Supongo que debería leerlo, ¿no?

– Lo más seguro es que te fuera bien -dijo Jordan, que rodeó el escritorio y empezó a conectar el cable mientras Carrie seguía susurrando.

– Tu hermano es muy atractivo, pero lleva anillo. Es una alianza, ¿verdad?

– Sí -sonrió Jordan.

– ¿Está viva su mujer? Es que algunos hombres siguen llevando la alianza durante años después de quedarse viudos.

– Sí, está viva. Y sí, están felizmente casados. De hecho, él y su mujer esperan su segundo hijo de aquí a tres meses.

– Jaffee es también muy guapo -comentó Carrie en voz más baja-. Bueno, se está quedando un poco calvo, pero eso lo hace más sexy. Ayer pasé por delante de su restaurante durante mi pausa y vi qué él y sus amigos estaban hablando contigo. Ese ranchero rico, ya sabes a quién me refiero, el tal Whitaker: ése sí que está bien. Algo delgado, pero se ve que tiene una buena musculatura, y a mí me gusta que tengan músculos. Estoy segura de que hace ejercicio. ¿Tú qué opinas? -Jordan no contestó, lo que no pareció importarle a Carrie-. Pero ese de ahí -prosiguió a la vez que señalaba a Noah con la cabeza-, diría que es el hombre más sexy que haya visto en mi vida.

¿Había algún hombre al que Carrie no encontrase atractivo? ¿Cuánto tiempo había pasado en la cárcel? Jordan esperaba que la discusión hubiera terminado, pero Carrie no iba a dejar correr el tema.

– ¿No te parece?

– Sí, es sexy -respondió Jordan.

– Estoy de acuerdo.

Jordan alzó los ojos hacia Noah y se dio cuenta de que la estaba observando detenidamente. ¿Habría oído la conversación? Esperaba que no.

La jefa recibió otra llamada de teléfono, y Jordan aprovechó la ocasión.

– ¿Y ahora qué, Nick?

– Estamos esperando a tu abogado.

– ¿Quién es? -preguntó Jordan.

– No lo conoces, pero nos lo han recomendado mucho.

– Lo ha llamado el doctor Morganstern -le informó Noah.

Jordan, sobresaltada, soltó un grito ahogado y se llevó una mano a la garganta.

– ¿Se lo habéis contado al doctor Morganstern? -exclamó-. ¿Por qué?

El doctor Morganstern era un hombre brillante, y Jordan valoraba mucho su opinión. No quería que pensase mal de ella, o que creyera que, de algún modo, era responsable de ese embrollo.

– ¿Qué pasa? -preguntó Noah.

– No deberíais haber molestado al doctor Morganstern. Es un hombre muy ocupado.

– Trabajamos para él, ¿recuerdas? -indicó Nick a la vez que sacudía la cabeza-. No podemos irnos sin decirle a dónde vamos. Teníamos que explicarle lo que hacíamos y por qué.

– ¿Por qué te preocupa eso? -quiso saber Noah.

– Os lo acabo de decir. Es un hombre muy ocupado -respondió mientras se acercaba a Noah para sentarse en la punta de la mesa a su lado-. No es que me importe. Pero no quería que lo molestarais. Eso es todo.

– Sí que te preocupa -replicó él con un codazo cariñoso. Y, después, se inclinó hacia ella y susurró-: No has matado a ese hombre, ¿verdad?

– No, claro que no -le susurró.

– Entonces no tienes de qué preocuparte.

– Díselo a la jefa.

– Esa mujer ya no es ningún problema para ti.

Antes de que pudiera pedirle que se lo explicara, sonó el móvil de Nick.

– Es Chaddick, que me devuelve la llamada -le informó éste a Noah después de echar un vistazo al número. Y descolgó-. ¿Qué tienes?

Jordan dio unos golpecitos en el brazo a Noah para llamar su atención.

– ¿Quién es Chaddick? -preguntó.

– Un agente del FBI que está haciendo unas llamadas para averiguarnos algunas cosas. Intervendrá en el asunto si lo necesitamos.

– Te lo agradezco mucho -dijo Nick por teléfono-. Muy bien. Nos vemos ahí. Te llamaré cuando salga de Serenity. ¿Lo vas a organizar? Estupendo. Gracias otra vez.

Jordan y Noah lo miraron expectantes cuando terminó la llamada.

– Estrangulamiento -dijo Nick sin preámbulo.

– De modo que fue algo cercano y personal -observó Noah.

– Un crimen pasional -dijo Nick-. El asesino usó una cuerda. Chaddick dijo que se habían encontrado unas cuantas fibras incrustadas en la piel.

– Se necesita mucha fuerza para estrangular a alguien. Dudo que Jordan tenga esa clase de fuerza. Aunque se le hubiese acercado por detrás, aunque lo hubiese pillado por sorpresa…

– Yo no he estrangulado a nadie.

– ¿No te fijaste en el cuello? -preguntó Nick-. ¿No viste cardenales o decoloración?

– No.

– ¿Llevabas las lentillas? ¿Veías…?

– Sí, llevaba las lentillas. Veía la mar de bien.

– ¿Cómo se te pudo pasar entonces que…?

– Mira -lo interrumpió cada vez más irritada-, estaba demasiado ocupada observando que estaba envuelto como un sándwich. Dios mío, no volveré a comer nada que vaya metido en una bolsa de plástico.

– Contrólate, Jordan -le pidió Nick-. No es momento de exaltarse. Sé que tienes motivos para estar nerviosa, pero…

– ¿Nerviosa? -Se bajó de la mesa y dio un paso hacia él-. Estoy algo más que nerviosa.

– Cálmate -pidió Nick con una mano levantada-. Sólo estoy intentando reunir toda la información posible antes de que llegue tu abogado. Me gustaría que tu capacidad de observación…

– ¿Sabes qué me gustaría a mí? -Jordan había dado otro paso en su dirección-. Haber llamado a Theo.

Noah sujetó a Jordan por el brazo y tiró de ella hacia atrás.

– Pero no has llamado a Theo. Has llamado a Nick. Respira hondo, ¿quieres?

Hizo que se sentara de nuevo en la mesa.

– ¿Qué sugieres que hagamos con ella? -preguntó Noah mientras señalaba con la cabeza a la jefa de policía. La mujer hablaba por teléfono sin dejar de caminar arriba y abajo en su diminuta oficina-. Creo que deberíamos encerrarla y tirar la llave.

– ¿Jordan? -susurró Carrie.

– ¿Sí, Carrie?

– No deberías enfadarte con tu hermano. Ojalá hubiese tenido un hermano que me ayudara cuando me metí en apuros. Bueno, tengo un hermano -explicó con fervor-. Conducía el coche para huir. Pero no se escapó. A él también lo atraparon. -Jordan no sabía qué decir, así que se limitó a asentir-. Como me has echado una mano con el ordenador, quiero ayudarte. ¿Sabías que Maggie… quiero decir la jefa Haden… vivía antes con el sheriff Randy Dickey? Todo el mundo creía que se casarían. Ella también lo creía, pero él se casó con otra. ¿Y sabes qué más me han dicho? Que el sheriff Randy, a través de su mujer, tenía contactos en el Ayuntamiento, y los utilizó para que nombraran jefa de policía a Maggie de modo que tuviera que mudarse a Serenity. También me han contado que iban a despedirla de su antiguo cargo. -Se puso la mano a un lado de la boca como si fuese a decir un secreto y susurró el resto-: Allí actuaba del mismo modo, e hizo muchos favores a los hermanos Dickey -aseguró, y guiñó un ojo antes de continuar-. Permitió que quedaran impunes de muchas cosas. Por lo menos, eso es lo que me han dicho.

– ¿Y su ayudante? ¿Cómo es?

– Oh, no es como ella. Debería haber sido él el jefe de policía. Tiene mucha más experiencia, y hace más tiempo que trabaja aquí. Según dicen, está buscando trabajo fuera de Serenity.

– No me extraña -admitió Jordan-. Debe de ser terrible trabajar para ella.

– Puedo localizarlo si quieres.

– ¿Podrías hacerlo?

– Seguro. El ayudante Davis es bastante severo, pero es honesto y, hasta donde yo sé, sólo duerme con su mujer. Él sí que me trata como a una persona.

– ¿Quieres que Carrie intente llamar por teléfono al ayudante de la jefa? -le preguntó Jordan a Noah.

– Sería estupendo -dijo Noah a la joven con una sonrisa.

Carrie no se movió. Se quedó ahí sentada, mirando a Noah como si estuviese hechizada. Jordan le dio una palmadita en el hombro.

– Ha dicho que sería estupendo.

– ¿Qué?

– Sería estupendo que localizaras al ayudante Davis -repitió Jordan.

– Oh… claro. -Sin mirar lo que hacía, descolgó el teléfono, situado al otro lado de la mesa, y se llevó el auricular a la oreja. Como el cable era demasiado corto, el teléfono salió disparado y tiró una lata de refresco y un montón de carpetas al suelo-. ¡Mecachis! -exclamó mientras se levantaba y rodeaba la mesa para recogerlo todo-. ¡Qué torpe soy!

– No, mujer. Estas cosas le pueden pasar a cualquiera -dijo Noah, que se había agachado para ayudarla.

– Sobre todo a mí -aseguró Carrie, y tomó la caja de Kleenex de la mesa para secar la bebida derramada-. ¡Qué vergüenza! Debo de parecer una gamba. Me noto la cara coloradísima.

Noah ordenó las carpetas y se las entregó.

– Es una cara muy bonita.

Cuando le sujetó el brazo para ayudarla a levantarse, el tono sonrosado de las mejillas de Carrie había pasado a ser rojo tomate.

– Gracias -dijo.

– ¿Crees que podrías conseguirnos la lista de los concejales del pueblo? -preguntó Nick desde el otro lado de la habitación.

– Por supuesto -le respondió Carrie-. Los tengo en el fichero Rodolex. Sólo son tres.

– Llamémoslos para que vengan -sugirió Nick a Noah-. Tendrán que sustituirla oficialmente.

– ¿Van a sustituir a la jefa Haden? -se sorprendió Carrie.

La jefa había terminado su llamada, y lucía una expresión satisfecha hasta que oyó una parte de la conversación.

– Nadie va a sustituirme -dijo al salir de la oficina. Frunció el ceño hacia Jordan-. Sabía que tenía razón sobre usted. Acabo de mantener una charla interesante con Lloyd. ¿Lo recuerda?

¿Cómo podría olvidarlo?

– Por supuesto que lo recuerdo -dijo Jordan-. Me arregló el coche.

– Dice que lo amenazó.

– ¿Cómo? -se sorprendió.

– Ya me ha oído. Dice que lo asustó -afirmó Haden.

– Yo no le amenacé.

– Él dice que sí. Dice que le dijo que iba a pegarle.

Oh, no. Jordan recordó la conversación.

– Puede que…

– Basta -dijo Noah-. Jordan, no quiero que digas ni una palabra más. -Se volvió hacia Haden y añadió-: Haga venir a Lloyd. Ahora mismo.

– Usted no va a decirme qué tengo que hacer. -La jefa Haden empezó a caminar hacia Jordan con la mano sobre la pistola que llevaba sujeta a la cintura.

Cuando Noah le obstruyó el paso, levantó el brazo y le clavó un codazo en el pecho.

– Se acabó -soltó Noah. Le sujetó el brazo y la giró de cara a la puerta que daba al pasillo que conducía a la celda-. Jefa Haden, tiene derecho a guardar silencio…

– No me lea mis derechos -se quejó Haden con los ojos cerrados de rabia.

– Tengo que hacerlo -replicó el agente-. La estoy deteniendo.

Haden intentó soltarse. Tomó las esposas que estaban sobre su mesa.

– ¡Cómo se atreve! -Su voz se convirtió en un siseo-. No tiene motivos.

Balanceó las esposas y golpeó con ellas el hombro de Noah. Éste se las quitó de la mano, le arrebató el arma de la pistolera y la empujó delante de él.

– Obstrucción de una investigación criminal y agresión a un agente federal… Creo que son motivos suficientes.

– ¡Conozco a gente! -gritó Haden cuando Noah la metió en la celda.

– No lo dudo -concedió Noah.

– Gente poderosa.

– Felicidades. -Le cerró la puerta en las narices-. Se quedará aquí hasta que organicemos su traslado a un centro federal para su procesamiento.

– No me engañará con esa patraña.

– Necesitará un abogado. Yo, que usted, conseguiría uno bueno.

La jefa comprendió por fin que no se trataba de ningún farol.

– Espere un momento. Un momento. Muy bien, colaboraré.

Carrie observaba la escena con los ojos desorbitados. Quería levantarse y aplaudir, pero sabía que eso podría volverse en su contra. Su agente de la condicional le había advertido que su escaso control de los impulsos era lo que la había llevado a la cárcel y que, si quería cambiar de vida, tendría que aprender a pensar antes de actuar. Además, tarde o temprano la jefa saldría de la cárcel, ¿no?

– No hay nada que deteste más que un policía corrupto -comentó Noah al pasar junto a Nick. Entonces, miró por la ventana y vio cómo un sedán último modelo se detenía delante de la comisaría. Un hombre bajaba del asiento del conductor con un maletín en una mano y un teléfono móvil pegado a la oreja en la otra.

– Tu abogado está aquí -le anunció a Jordan.

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