CAPÍTULO 9

El agua estaba fresca, llevando inmediato alivio al cuerpo de Maggie. Tenía la temperatura perfecta para el pesado calor de la mañana. Ella nadó bajo la superficie, quería sentirse limpia, quería que la gruesa masa de su pelo estuviera mojada y fresca para un cambio. Sobre todo, quería que Brandt jugara con ella. El borde duro de su boca, la amenaza brillando en sus ojos intimidaba. Ella había tomado una decisión monumental, su vida entera cambiaria con el parpadeo de un ojo y ella necesitaba consuelo. Ambos lo necesitaban.

Brandt miró el movimiento del cuerpo de Maggie en el agua, cortándola limpiamente, un destello de sus nalgas lisas, atractivas, una patada de sus pies. Su cabeza pasó con el pelo mojado y largo que agitaba gotitas de agua en todas direcciones. Ella parecía una náyade [4], etérea, deseable. Una sirena con pelo ardiente y piel atractiva.

Ella era la vida misma, la familia, valió la pena todas esas largas horas, todo el peligro y el tedio de su trabajo. Ella era la causa de por qué lo hizo, por qué quería salvar el ambiente, por qué la fauna era tan importante. Una mujer con más coraje que sensatez, dispuesta a aceptarlo por instinto. Dispuesta a perdonar la trampa que le había puesto, a mirar más allá de ella, una vida junto a él.

Brandt suspiró y resbaló en el agua para aclarar el sudor de su piel. Ella tenía otra vida. En una ciudad, donde había vivido durante años antes de que él hubiera aparecido. Nadó rápidamente, con furia atravesando por el fondo de uno a otro lado, pasando detrás de la cascada y a su lado. Él levantó su peso en el pequeño terraplén que había allí, encajando sus caderas en la roca lisa, sus piernas pendían hacia abajo. El Agua lamía en sus muslos e ingle, las olas lo calmaban mientras su mente rugía una protesta.

– Maggie. -Él esperó hasta que ella se levantara en el agua menos profunda, el agua que con amor tocaba sus caderas, gotitas escapaban de sus pechos y debajo de su hermoso vientre hasta su ombligo-. Esto no esta bien. Lo que he hecho no está bien. Todo ha sido sobre mí, lo que necesito, lo que quiero, no sobre ti y lo tú quieres o necesitas.

Su verde mirada se deslizó sobre él especulativamente, aumentando su conciencia. Maggie tenía una calidad sensual y bochornosa que lo dejaba duro y hambriento y tan excitado que a veces quería saltar sobre ella y devorarla sobre el terreno. Ella inclinó su cabeza a un lado, moviendo la longitud de su pelo mientras lo miraba. -¿Qué estas pensando?

¿De dónde había conseguido ella tal confianza, esta mujer tan segura de sí misma que lo miraba con diversión cuando él intentaba ser noble? Ella estaba en el medio de la selva tropical, acababa de pasar sola el Han Vol Dan. Había comprometido su vida a su compañero, había aceptado su herencia, hasta la había abrazado. ¿Dónde conseguía ese coraje? Brandt sólo pudo mirar fijamente el sensual movimiento que hizo con su cadera en el fondo claro, una hermosa imagen.

– Creo que no has oído todo, Maggie, -le dijo suavemente-. Nuestra gente no siempre decide vivir aquí. Somos una pequeña banda, muy pequeña, quizás una pareja mayor y Drake, Conner, Joshua, y James. Una hembra joven, Shilo, no exactamente muy viejos y sin compañeros. Ninguno. La mayor parte de nuestra clase hace mucho tiempo que se fue a vivir en las ciudades. Ellos raras veces, si acaso alguna vez, cambian de forma y algunos ni tienen compañeros.

Ella arrojó su pelo hacia atrás por sobre su hombro y despacio bajo su cuerpo debajo de la superficie del agua hasta que sus pechos flotaron, una tentación de carne lozana y cremosa. Nadó más cerca. -Tenía la impresión de que no había muchos de ustedes fuera.

Él parpadeó, arrancando su mirada fascinada de la perfección del cuerpo femenino. -Nosotros. Muchos de nosotros salimos, -él le corrigió-. El punto es, que tenías una vida en otra parte. Todavía puedes tenerla.

Maggie dejó de nadar, parada allí en el fondo con el agua cayendo a torrentes detrás de ella y la niebla que caía suavemente sobre la superficie. -¿Qué dices? -Su voz era apretada, la alegría se evaporó de su cara y de sus ojos.

– Digo, que si prefirieras vivir en la ciudad, podemos irnos. Esperé que dejaras tu vida por mí y eso está mal. Me gusta la selva tropical y todo en ella. Pero mira lo que hiciste por el oso. Trabajaste tan rápido y sin vacilaciones. Eres una experta, Maggie. Tú no tienes ni idea o lo das por sentado pero eres asombrosa.

La tensión desapareció de su cuerpo y ella nadó hacia el agua más profunda, dando un codazo sobre sus muslos abiertos para si poder enganchar sus brazos en sus piernas y mantenerse a flote. Su pelo abanicaba alrededor de su cabeza como seda sobre la superficie del agua. Ella descansó su barbilla encima de su alto muslo, deliberadamente cerca de la unión de sus piernas para que su pelo jugara con el interior de sus piernas. Para que su boca estuviera seductoramente cerca. Para que cuando ella respirara, él sintiera su aliento.

– Es mucho mejor para mi trabajo estar aquí, -le contestó ella, y tocó su pierna. Sus dientes embromaron su piel mientras su mirada sostenía su mirada caliente que hacía efecto sobre su cuerpo. Él se endureció, grueso, alcanzándola con su fervor masculino-. Me gusta aquí, Brandt. Y me entrené con la idea de trabajar con lo salvaje, -su lengua recogió las gotas de agua del pliegue de entre sus piernas. Ella rió cuando él tembló, cuando sus manos se convirtieron en puños sobre su pelo. Su lengua continuó su pequeña incursión, su exploración, su juego, pruebas de su poder sobre él.

– Piénsalo, Maggie. Intentaré vivir en la ciudad si me quieres. Quiero que seas feliz. -Su cuerpo entero pareció suspenderse. Esperar. Cada punta nerviosa estaba viva. Gritando. Centrado en el lugar.

Sus brazos se deslizaron por su cintura, su cuerpo se acuñó más cerca mientras se movía ligeramente. -Soy feliz de estar aquí, Brandt. Increíblemente feliz.

Su boca se cerró alrededor de él tan apretada como un puño. Caliente. Húmeda. Chupando con fuerza, su lengua hacía una especie de baile que lo volvía loco. Su cabeza perdió terreno y su mundo se estrechó. El tiempo no se movió mientras la niebla bajaba y el arco iris flotaba en el aire detrás de sus ojos y en su sangre. Sus puños se apretaron, hundiéndose en el cabello, y él la sostuvo. Un gruñido de placer salió de su garganta. Las hojas vacilaban con la brisa. La cascada tronaba en el fondo.

La vida a veces daba regalos. Le habían dado uno para atesorar. Brandt tiró de ella, no queriendo perder el control, queriendo estar dentro de ella y compartiendo su misma piel. -Ven aquí, bebé. -Él la atrajo, enganchándola bajo sus brazos y sacándola del agua con su enorme fuerza.

Maggie se sobresaltó al ver como por accidente él revelaba su enorme fuerza oculta. La levantó como si pesara no más que una pluma. La colocó de pie a su lado, mientras presionaba su mano y sus dedos mostraban su deseo.

– Te quiero, -ella le aseguró, sus manos subieron hacia su cabeza buscando estabilizarse. Él moldeaba su cuerpo aceptándola cómodamente. Ella debería haberlo sabido. Este era Brandt, ocupándose de sus necesidades. Ella lo quería. Él pensaba que había sido egoísta, cuando le había dado su vida. Maggie permitió a sus manos invadir su cuerpo, su mente, drogar su corriente sanguínea y llenarlo de un puro placer.

Ella pulsaba contra él. Se mecía contra él, empujándolo hacia sus manos, su cuerpo mojado en calor líquido.

Cuando ella comenzó a colocarse en su regazo y lo tomó en su cuerpo, pulgada por pulgada lentamente hasta que él la llenó, la estiró. La completó. Ella se apoyó para encontrar su boca cerca de la suya. Nadie podía besarle como Brandt. Nadie podía derretirla del modo en que él lo hacía. Ella se perdió en el calor de su boca, en la fuerza de su cuerpo y en el modo el que él construía el fuego entre ellos.

La lluvia comenzó, una llovizna fina que se sumó a la niebla de la cascada. Maggie comenzó a montarlo, meciendo sus caderas, deslizándose dentro y fuera de su vaina dura como si fuera una espada, apretando sus músculos y sosteniéndolo fuerte en su centro ardiente. Sus manos estaban en sus pechos, su boca devoraba la suya. Él la dobló hacia atrás, su boca merodeadora se posó sobre su pecho y su mano la impulsaba a montarlo más duro y más rápido. La fricción consumía todo, privándola de aliento y de sanidad.

La lluvia intentó encontrar su ritmo, bajando más rápido y más duro, pero ellos se volvieron frenéticos, salvajes, creando juntos una tormenta de pasión. Las gotas caían sobre la piel sensibilizada, creando la ilusión de lenguas que se deslizan sobre sus cuerpos acalorados. La pasión creció, un infierno fuera de control. El descargo estaba cerca, un fuego que los consumía, una explosión de los sentidos.

Ellos se adhirieron uno al otro durante mucho tiempo, solo sosteniéndose el uno al otro. La cabeza de Maggie sobre el hombro de Brandt. Sus manos acariciaron su pelo y ella su espalda.

– Quiero que estés segura, Maggie, que soy lo que quieres. Si esta es la vida que escogerías cueste lo que cueste.

Ella se retiró para buscar su expresión. Las yemas de su dedo remontaron las líneas grabadas en su cara. -Quiero estar contigo aquí, realmente aquí, Brandt, -ella le aseguró, besando su fuerte mandíbula-. Decido estar aquí contigo.

Él presionó su boca contra la suya, su corazón todavía golpeaba demasiado rápido, con demasiada fuerza. Algo estaba mal. No debería haber sido así, pero él estaba intranquilo con su decisión. Intranquilo por el hecho de que ella lo aceptaba sin saber quién era él realmente. Lo que realmente era. Maggie veía al hombre que quería ver, al poeta, al hombre que le traía flores. Ella no veía a la bestia rabiar contra los cazadores furtivos, protegiendo lo que debería ser sostenido intacto para el mundo.

Ella logró pararse, su cuerpo palpitaba y pulsaba con réplicas, cantando de felicidad. Él se levantó, también, cerca de ella, para que su cuerpo tocara el suyo. Sus dedos se agarraron. Maggie se inclinó sobre él. -Todavía tienes esa mirada. ¿Qué puedo hacer para hacerla más verdadera?

Brandt tragó con fuerza. No había nada ella que ella pudiera hacer. Nada que pudiera decirle. Él la besó. Con fuerza. Posesivamente. Puso todo sus sentimientos en ese beso. Le dijo todo lo que no podía decir con palabras. Vertió su corazón y alma en ese beso.

El viento cambió y Brandt bruscamente levantó su cabeza, oliendo el aire. Inmediatamente su expresión cambió, su labio se levantó en un gruñido silencioso. Él empujó a Maggie a distancia haciendo que cayera hacia atrás y hacia el fondo, el agua se cerró sobre su cabeza. Él ya estaba en movimiento, dando vuelta hacia la orilla espesa de helechos, su forma brilló en su piel mientras un leopardo explotaba desde el follaje y lo golpeaba con velocidad llena. Parecía haber recibido un golpe con un ariete, produciendo un desagradable efecto en su costado, sobre huesos, músculos y tejidos. Perder su equilibrio no era una opción, el leopardo ya tenía ventaja entonces Brandt absorbió el impacto, en sus músculos y tendones, permitiéndose merecerlo, pero él saltó en el aire, girando para luchar, rastrillando sus garras lateralmente mientras lo hacía.

La velocidad del leopardo le impidió evitar sus garras, y Brandt notó sus ojos y su babeante hocico. Su grito era medio-humano, medio-bestia mientras James giraba y lo enfrentaba otra vez.

Brandt entendió esta vez que él no tenía ninguna opción. James estaba determinado a deshacerse de Brandt para siempre Era morir o matar, un modo de vida tan parecida al bosque pluvial. Él dedicó un pensamiento a Maggie, como ella reaccionaría, y luego se perdió en la batalla feroz.

Maggie dio patadas a la superficie, su corazón palpitaba. Ella se arrastró del fondo. Los sonidos eran aterradores, el ruido tan fuerte del bosque se extendía por todas partes. La pantera negra y el leopardo luchaban y se cortaban, chocaban uno con el otro para obligar al otro a la sumisión. Ella buscó alrededor algún arma, algo que pudiera ayudar a Brandt. James lo había cogido desprevenido, le había rasgado una herida profunda en su lado. Estaba en desventaja.

El cambio comenzó en su mente primero. Él se lo había dicho. Con lágrimas fluyendo por su cara, ella intentó alejarse de la vista y el olor de la sangre, de los dos poderosos machos en un combate verdadero. Ella sabía quién estaba dentro del leopardo. Ella era un leopardo. Su piel era rojiza con rosetones hermosos, su cola larga tirando a rojo. Y oyó los ruidos, las grietas y pequeñas explosiones, sintió el estiramiento de su piel y de sus huesos.

Maggie se puso sobre la roca, asombrada de haber logrado hacer tal cosa. Ella se estiró, gruñó para mostrar sus colmillos. La rusticidad de la batalla ya estaba en su interior, espesando su sangre y bombeando adrenalina. Un gruñido de advertencia salió de su garganta cuando los instintos asumieron. Confió en que una parte de ella, lo aceptara. Deleitada en ello. La amenaza era para su compañero. Para su familia. Para todo por lo que se preocupaba.

Ella saltó al lado del leopardo, hundiendo sus dientes profundamente en su cuello, rastrillando con sus garras. Él se la quitó fácilmente, pero la distracción fue todo lo que Brandt necesito para recuperar la ventaja. Él estaba sobre el otro gato antes de que pudiera recuperarse, tomando su garganta, torciéndolo hasta que el leopardo estuvo sobre sus costados, el asimiento era imposible de romper.

Maggie ya inspeccionaba las heridas de Brandt, tocándolo con sus suaves patas con almohadillas. Cuando él lo dejó, apoyándose a distancia, el leopardo no se elevó.

Brandt podía oír a los demás llegando rápidamente, viniendo en su ayuda. Era demasiado tarde para cualquiera de ellos. Él no había tenido ninguna otra opción, sólo matarlo, pero le puso enfermo el tener que hacer tal cosa a uno de su propia clase. Miró a Maggie con tristeza, su cabeza se inclino, su corazón se lleno de dolor. Sus lados subían y bajaban mientras sus pulmones trabajaban para recuperarse.

Su lengua calmó un rasgón sobre su hombro, lamió otro a lo largo de su costado. Ella le dio un codazo a sus pies, ya conscientes de los demás en camino. Claramente declarando su posición. Su gente podría tratar con la secuela de la justicia de la selva. Brandt debía irse con su compañera, permitirle cuidar de sus heridas. Su lengua estaba ocupada, y su cuerpo más pequeño continuamente lo impulsaba hacia el bosque, alejándose de su vista y de sus olores, de su modo de vivir salvaje. Impulsándolo hacia su casa.

Maggie claramente había escogido su destino y Brandt finalmente aceptaba que ella sabía lo que hacía. Su corazón se desbordó, se fue con ella, arropado con su amor y sus cuidados.

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