El silencio se extendió entre ellos hasta que Maggie quiso gritar. Podía sentir la confusión que sentía profundamente dentro de ella, casi como si algo salvaje luchara por tomar el control. Era consciente de tantas cosas. El espacioso cuarto, el total aislamiento. El hecho de que pocas personas supieran donde estaba ella. Maggie estaba sola en la selva con un hombre cuyo poder la abrumaba.
Brandt dio un solo paso y ella reaccionó sin pensar, sin ningún plan, saltando con rapidez hacia la mesa a través del cuarto. Aterrizó sobre sus pies y manos, a gatas. Ligeramente. Silenciosamente. Sus labios retrocedieron en un gruñido. Los pasadores que sostenían su cabello se dispersaron por el piso, derramando su pesada trenza por su espalda. Le tomó unos momentos apercibirse de la realidad, para que Maggie pudiera comprender lo que había hecho.
Un gemido suave de desesperación escapó cuando se percató de la distancia entre la ventanilla y la mesa donde estaba agachada. Era imposible haber saltado esa distancia de un solo salto. No era humanamente posible.
– Maggie. -Él dijo su nombre. Eso fue todo. Su voz era calmante. Apacible. Tierna incluso. Sabía qué era lo que le pasaba. Ella podía ver el conocimiento en el oro fundido de sus ojos.
– Vete ahora, -le dijo con los dientes apretados, temblando de miedo, de terror. Saltó de la mesa y corrió por el cuarto, subiendo las escaleras, hacia el dormitorio. Se fue, tan rápidamente como le fue posible. Tenía que haber algo en el néctar, algo que causara ese cambio en ella. Independientemente de lo que fuera, ella volvería a la seguridad. Lejos de la selva y lejos, lejos de Brandt Talbot.
Maggie arrastró su mochila de debajo de la cama y comenzó a llenarla con sus cosas. Sus manos temblaban tanto que su ropa caía al suelo antes de que pudiera meterla en la mochila. Cuando levantó sus ojos, él estaba allí de pie. Ante ella. Sus muslos parecían robles o fuertes columnas de poder.
Él extendió la mano y tomó la mochila de entre sus manos, dejándola al un lado casualmente.
– ¿Cómo piensas que puedes encontrar el camino sin un guía, Maggie? -Tocó su cara con las yemas de los dedos, arrastrando la caricia hasta clavícula, para luego bajar por el escote de su blusa. Se sentía como una caricia de calor o de fuego.
– Hay personas que saben donde estoy -le dijo, su verde mirada fija desafiando a la suya dorada-. El abogado…
Él sacudió la cabeza.
– Es uno de los nuestros, trabaja para mí. En el momento en que pusiste un pie en la selva, varias cartas, brillantes falsificaciones podría añadir, fueron enviadas a tu trabajo y a tu apartamento para avisar. Tus cosas fueron recogidas, unas almacenadas y otras transportadas. Nadie espera tu vuelta, creen que te quedas en tu nuevo hogar.
– ¿Estoy prisionera aquí? ¿Por qué? ¿Qué podrías querer tú de mí? -Maggie luchó por recuperar el control. Necesitaba estar tranquila, respirar y pensar. Brandt Talbot era enormemente fuerte y tenía la ventaja de conocer la selva. Estaba bien cuidada como su cautiva. Aún sabiendo esa información, no podía negar la chispa de química que había entre ellos, chisporroteando, viva y potente más allá de toda imaginación.
Estaba cerca de ella. Tan cerca que podía olerlo, sentir el calor de su cuerpo directamente a través de su ropa. Tan cerca que sus pechos estaban escasamente a una pulgada o dos de su pecho. Él le envolvió en cuello con sus dedos y con le pulgar le echó la cabeza hacia atrás.
– Ésta es tu casa, Maggie. Perteneces a esto. Naciste en esta selva. Y me perteneces. -Su mano resbaló por su garganta, deslizándose sobre el nacimiento hasta la plenitud de sus pechos. Un pulgar acarició su pezón a través del algodón y el encaje.
El aliento se le escapó de golpe de los pulmones. Un calor intenso se deslizó a través de su cuerpo, desde su pecho hasta lo más profundo de su corazón. El extraño rugido estaba de vuelta en su cabeza. La necesidad estaba sobre ella. No una emoción apacible, no un sentimiento agradable, sino una ola gigante y furiosa de hambre, de ansia. Quiso que esas manos apretaran, amasaran y masajearan. Él acercó la boca para cerrarla sobre su dolorida carne y devorarla.
Dos manos que reposaban sobre el masculino torso empujaron con todas sus fuerzas, para alejarlo.
– Me drogaste. El néctar. Pusiste algo en la bebida para hacerme sentir así.
Por mucha fuerza con que le empujara, su cuerpo apenas se movió en respuesta.
– Escúchame, Maggie. No te he mentido. No te mentiré. Estás cerca del cambio, eso es lo que está mal. Me llevo mucho tiempo encontrarte y estás lista para mí. Tu cuerpo necesita al mío. Déjame ayudarte.
Él todavía ahuecaba su pecho en su palma. Íntimamente. Posesivamente. Su mano se deslizó más abajo, sobre su cintura delgada, para descansar sobre la curva de su cadera.
– ¿Qué diablos significa eso? -Sus ojos verdes lo miraron furiosamente. No podía menos que notar el modo en que ella respiraba, sedienta de aire. Asustada. Resuelta. Valiente. Maggie estaba determinada a luchar contra él por encima de su angustia, además no se revolvía para alejarse de su toque y no se puso histérica. Su admiración por ella creció.
Él usó su voz, una caricia calmante, para domesticar sus miedos.
Déjame contarte sobre tu familia. ¿Quiénes eran? ¿Qué eran? -Sus dedos acariciaron su cadera tiernamente porque él necesitaba tocarla, no podía parar-. Podemos dar un paseo si te gusta y te sientes más a gusto. Me gustaría mostrarte la belleza de la selva -Tu casa. Las palabras tácitas estaban entre ellos.
El toque de Brandt era tan íntimo, tan posesivo, tan completamente correcto, Maggie se calmaba bajo su errabunda mano. Absorbiendo su toque. Ansiando más. Parecía tan familiar, diminutas lenguas de llamas lamían su piel por cualquier parte donde él acariciara. Quiso protestar, luchar contra él, al mismo tiempo quería desesperadamente apretar su boca contra la perfecta de él. Pura química sexual. Era todo. Eso era todo.
Maggie asintió. También la casa la asfixiaba. Y él era demasiado convincente. Lo quería más de lo que alguna vez hubiera deseado cualquier otra cosa en su vida, y aún no sabía nada acerca de él. Hubiera pensado que estaba loco si no sintiera en su propio cuerpo la prueba de sus palabras. Las extrañas sensaciones, la salvaje necesidad de tenerlo enterrado profundamente dentro de ella.
Ésta era una oportunidad para salir de la casa, lejos de su influencia. Si pudiera acercarse al pueblo, quizás los demás podrían ayudarla a escapar.
Brandt sacudió la cabeza, sus dientes blancos destellaban en una pequeña sonrisa enigmática.
– No estoy loco, Maggie. De verdad. Déjame contarte la historia antes de que tomes una decisión.
– Te escucho, -estuvo de acuerdo mientras se ponía las botas. No lo miró de nuevo. Era lo más sensato que podía hacer. Necesitaría cada onza de coraje. Sus instintos. Una mirada a Brandt Talbot y su sensatez se desvanecería al instante. No cometería aquel error otra vez
– ¿Tus padres están vivos, Brandt? -se preguntaba lo que su madre diría sobre su comportamiento.
– Mi padre está vivo, -contestó él suavemente-. Mi madre murió unos meses después que tus padres. También la mataron los cazadores furtivos.
Maggie tembló ante su tono severo. Él trató de ocultárselo, pero lo oyó de cualquier forma afinada como estaba a cada uno de sus matices. Enfiló hacia el camino que partía desde la casa, mirando como él con cuidado cerraba la puerta detrás de ellos.
– ¿Esperas visitantes? -preguntó con una ceja levantada.
– Hay que ser cuidadoso, Maggie. Esta es la primera regla que aprendes aquí. Nunca debes olvidar que estamos en guerra. Ellos nos quieren muertos y si encuentran nuestras casas, estarán esperándonos. Esta área ha sido protegida durante cientos de años, pero cada año el bosque se mengua. Llegará un día en que tendremos que marcharnos de aquí e irnos a algún lugar más seguro, -sonaba triste-. Nuestra gente se ha refugiado aquí casi tanto tiempo como estos los árboles han existido. Será una pérdida terrible para todos nosotros y para el bosque, -ella oyó el pesar, el dolor genuino de su voz.
– Lo siento, Brandt. Sé que lo que dices es cierto. Sólo podemos esperar que la conciencia de la importancia de las selvas tropicales y de las muchas especies que viven sobre la tierra aumente.
Caminaba muy cerca de ella, de manera protectora, su cuerpo más grande rozando de vez en cuando el suyo. Su proximidad era excitante. Hacía que se sintiera femenina, sexy, incluso seductora, todas las cosas que ella nunca había pensado en ser. Le echó un vistazo de reojo, no queriendo que le robara su alma con su sensatez. El modo en que se movían juntos, como si se conocieran desde siempre. El silencio se estiró y se alargó. Un silencio sociable cuando debería haber estado nerviosa y con miedo.
El bosque era extraordinariamente hermoso. Flores de todos los colores llovían de las parras retorcidas y de los árboles. El mundo cantaba alrededor de ellos, un paraíso vibrante y místico. Los perfumes de tantas flores que llenaban el aire eran embriagadores. Había movimiento por todas partes alrededor de ellos mientras los pájaros se elevaban en lo alto y los monos se arrojaban de rama en rama. El mundo parecía en movimiento constante, tan tranquilo, obviando a los lagartos y las ranas intensamente coloreadas que se adherían a los troncos de los árboles.
Maggie sintió una paz extraña entrando en su cuerpo. Como si ella conociera este lugar. Le era familiar. Como si estuviera en casa. Los pensamientos eran espontáneos, pero se arrastraron en su mente en todo caso. El bosque salvaje debería haberla asustado, pero el ajuste era tan natural para ella como respirar.
– ¿Por qué no me molestan los insectos? -Ella de repente comprendió que oía su continuo zumbido a su alrededor, pero ningún mosquito se había decidido a atacar su piel aún.
– El olor del néctar los rechaza. Lo usamos en las casas también. Esto hace la vida mucho más soportable aquí. Lo mezclamos en el pueblo y lo usamos diariamente. Funciona mejor al ser ingerido, -contestó con total naturalidad-. Hay muchas sustancias con propiedades aquí en el bosque que pueden ser usadas para la medicina, repelentes y otras cosas que valen la pena.
– Cuéntame más sobre mis padres -ella disfrutaba demasiado andando a su lado.
Maggie no quiso tomar en cuenta la posibilidad de que pudiera sucumbir a la atracción que había entre ellos. No podía verse en medio de una caliente relación con un amante de la selva, y alejándose luego ilesa. Se sentía demasiado atraída por Brandt. Demasiado envuelta en su encanto.
Él pasó una mano por su sedoso cabello oscuro.
– Me gustaría contarte una historia primero. Es bien conocida aquí en el bosque. Cada aldeano la conoce y está ligada a tus padres.
Le echó un vistazo rápidamente pero él miraba el camino, escogiendo una senda en dirección contraria a donde Drake le había señalado que estaba el pueblo. Independientemente de que Brandt Talbot estaba a la altura, tenía una gran ventaja. Maggie no se preocupó. Ella estaba determinada a conseguir tanta información de él como pudiera.
– Por favor hazlo.
Entonces él le echó un vistazo y sintió el poder de su fija y ardiente mirada, pero mantuvo su cara apartada y le miró tan inocentemente como le fue posible. Brandt encogió sus amplios hombros cuidadosamente.
– El pueblo era más joven entonces, con sus casas más cerca y en un claro. Nadie pensó que estarían en tal peligro. El pueblo había sido grande pero el tiempo y las circunstancias habían hecho que disminuyera hasta solo unas pocas parejas. El más joven estaba ya en su treintena y él y su mujer querían un hijo. Todos en el pueblo lo querían por ellos. Eran una pareja merecedora, trabajando duro para conservar el bosque, desafiando a los cazadores furtivos, destruyendo trampas, liberando animales capturados, esforzándose incansablemente por mantener a las criaturas bajo su protección. Y finalmente el milagro ocurrió -él sonrió como si recordara un maravilloso momento
– La pareja iba a tener un bebé -él asintió, la débil sonrisa permanecía, alcanzando sus ojos dorados de manera que pareció que le robaba el aliento.
– Ellos tuvieron una hermosa hija y eran muy felices. La gente estaba excitada. La mayor parte de las parejas eran más viejos y tenían pocos niños, así que estaban impacientes por el ritual de promesa.
Maggie empujó el cabello lejos de su cara. Algunos mechones que se le escapaban se enredaban entre las hojas y las ramitas.
– ¿Qué es el ritual de promesa?
– Esta gente no eran simplemente humanos, Maggie, sino algo más, una especie separada. No eran totalmente animales, ni totalmente humanos, sino algo como una mezcla. Esta gente era la naturaleza misma, usando una forma normal humana, pero capaz de transformarse en grandes leopardos, merodeando por la selva para mantener el orden. Tenían el dominio sobre otras criaturas, y con esto vino la responsabilidad inevitable.
Ella tuvo que echar otra mirada a su cara. Le estaba contando una historia, pero él le estaba indicando que la historia implicaba mucho más que eso. No podía creer tal cuento, ella no lo creería, no importaba cuan carismático era Brandt.
– ¿Medio humano, medio leopardo, como los hombres leopardos en las leyendas? -Ella intentó fuertemente mantener el escepticismo de su voz. Había pasado mucho tiempo leyendo e investigando sobre varias creencias tribales sobre deidades medio humanas. Siempre se había estaba obsesionada con ello.
– Esta especie es capaz de cambiar de forma a voluntad. No al principio, cuando son jóvenes son niños normales. El cambio viene más tarde. Se le conoce como Han Vol Dan. El camino del cambio. No son la mitad de nada sino su propia especie. Viven y trabajan como la gente, pero cambian cuando es necesario. Son los guardianes de las junglas, de las selvas tropicales. Una gente tan rara como los tesoros a su cuidado.
Los dedos de Brandt se enredaron con los suyos como si se movieran juntos en un compás perfecto. Un ritmo perfecto. No había ningún tropezón en la tierra desigual. Ningún crujido de hojas o romper de ramitas. Se movían como una sola unidad, con la cautela natural y la completa facilidad. De improviso él se paró, dio un paso directamente delante de ella de modo que ella casi tropezó con él.
Maggie no tenía ninguna otra opción, sólo inclinar su cabeza hacia atrás y alzar la vista hacia él. Mirar sus dorados ojos. En ese momento estuvo perdida, cayendo bajo su hechizo, su aliento abandonó sus pulmones rápidamente. Los rayos del sol se filtraban a través del espeso follaje, arrojando un resplandor delicado a través de las sombras, iluminando con esplendor sus colores. Los pájaros revoloteaban de rama en rama en los árboles, parecía una agitación de alas. Ella fue consciente de la emisión de impulsos vitales a su alrededor, del flujo y reflujo del canto de la naturaleza, de los sonidos de la fauna y del agua. Hasta que ella miró sus ojos.
Su mundo se había limitado a Brandt. A los secretos misteriosos que se arremolinaban en las profundidades de sus ojos. Al hambre ardiente y la necesidad que leía allí. Él la miraba como si fuera la única mujer en el mundo. Su mirada fundida se movía despacio sobre su cara, apreciándola. Trajo la mano de ella entre ellos, de modo que su palma pasó rozando los músculos de su pecho. Sus dedos acariciaron su barbilla enviando roces de alas de mariposa al fondo de su estómago mientras ella sentía como su boca se movía contra el dorso de su mano. Sus ojos continuaron manteniéndola cautiva. Maggie estaba hipnotizada como un conejo perseguido atrapado en la intensidad de su mirada. Él giró la mano, abrió sus dedos y todavía sosteniendo su mirada, inclino su cabeza para raspar con sus dientes cuidadosamente el centro de su palma. Su lengua se arremolinó produciendo una llama caliente y húmeda donde sus esculturales labios completaron la marca firmemente como terciopelo suave sobre el calor que palpita.
– Sé que no entiendes nada de esto aún, Maggie, y te agradezco tu coraje -su voz la abrigó en la intimidad-. Sólo quiero que sepas que tengo la ventaja de saber sobre ti y sobre tu vida. Sé sobre la vez que te caíste de tu bici y tuviste que ir al hospital para coserte. Sé que estuviste preocupándote por tu madre mientras ella estaba tan enferma y que volvías del colegio para quedarte a su lado cuidándola tu misma, durante dos meses.
Maggie le miró fijamente con ojos amplios y sobresaltados; trató de soltar su mano. Él simplemente la tiró más cerca.
– No tengas miedo de quien eres. Yo no lo tengo. Desde luego que investigué, no podía permitirme equivocarme. Sé que siempre te ha gustado la selva y los animales que viven en ella. Ves, realmente te conozco. Sé que clase de mujer eres.
Brandt se volvió, caminó una vez más, tomándola de la mano e incapaz de mirar sus ojos asustados. Mantuvo su mano firmemente en la suya. Se había enamorado de esta joven de corazón tierno sobre la que había leído tanto. Como un hombre que se ahogaba se había adherido a cada trozo de información que pudo descubrir sobre ella. Sus emociones ya estaban implicadas, y cada momento pasado en su compañía o simplemente observándola hacía que la red estuviera mas apretada alrededor de su corazón. Ella no le conocía, no era más que otro hombre que la había engañado, que la había traído a suelo extranjero y que intentaba seducirla para que lo aceptara. Él detestaba el miedo y la incertidumbre en sus ojos.
Maggie se mordió el labio inferior, una mordedura aguda para darse coraje y poder enfrentarse a él.
– ¿Por qué haces esto, Brandt? ¿Deliberadamente me mantienes en vilo?, Sé que me trajiste aquí, solo que no he entendido tu verdadero motivo. No tengo bastante dinero como para merecer la pena. No soy hermosa o famosa. ¿Por qué no me dices llanamente la verdad?
– He estado contándote la verdad, ya me has escuchado, -no había ninguna impaciencia en su voz. Él siguió andando, virando ligeramente a lo largo de un débil camino.
Maggie podía oír el rugido continuo de una gran masa de agua. Echó un vistazo atrás en la dirección por donde habían venido y sólo vio la selva, ningún camino o casa. Estaba bien pero perdida, dependiendo de Brandt para volver a su casa. Sus dedos estaban enredados con los suyos. Se dijo que no quería molestarse en luchar por el calor y la humedad, pero la verdad era que le gustaba el sentirle fuerte y protector a su lado.
– Te escucho -dijo ella, porque podía sentir la ola de calor que comenzaba en el fondo de su estómago, extendiéndose como un reguero de pólvora por su sangre-. Cuéntame algo sobre el cambio.
Algo pasaba dentro de ella. Algo que no entendía o no quería entender. Apretó los dedos alrededor de los suyos, conservando la única seguridad que tenía mientras su cuerpo explotaba en llamas. No lo miró, sino que miraba fijamente a los árboles delante de ellos, tratando de ignorar las sensaciones que la asaltaban.
– Déjame terminar la historia, Maggie. El ritual de promesa es una boda de clases. Dos corazones perdidos atados juntos como uno solo. La historia va que los felinos tienen nueve vidas. El macho renace recordando que vino antes. Y debe encontrar a su compañera. Ningún otro lo hará. Debe reconocerla y reclamarla antes del inicio del Han Vol Dan. Antes de que el cambio la alcance. El ritual de promesa ocurre cuando los dos viven en cercana proximidad y el macho reconoce a la hembra nacida de nuevo. O, si el alma es nueva, cuando el macho reconoce a su compañera en una temprana edad.
– ¿Cómo puede él hacer esto?
Sus ojos se movieron sobre ella otra vez. Malhumorado. Amenazador. Oscuro con algún misterio oculto.
– El aura de la mujer o el niño le llama, se fusiona con él. Los mayores pueden ver los dos colores combinarse. La niña fue reconocida y prometida en el ritual. Pero los cazadores furtivos querían su venganza. Habían estado rastreando a la pareja, tratando de encontrar su casa, queriendo librarse de ellos. Y pusieron una trampa muy inteligente.
Maggie podía sentir la aceleración de su corazón, del de él. Podía oír a ambos palpitando, recordando, reviviendo el terror. Su boca se secó y sacudió su cabeza.
– No me cuentes más. No quiero oírlo.
– Porque lo sabes. Estabas allí cuando ellos vinieron con sus armas y sus antorchas. Cuando tu padre despertó a tu madre, te envolvió en un fardo y te puso en sus brazos. Cuando él te besó por última vez y se dio la vuelta para luchar contra la muchedumbre, para contenerlos y dar a tu madre una posibilidad para salvarte. Recuerdas su cambio, el modo en que su piel se sentía contra tu piel. Y recuerdas los sollozos de tu madre mientras ella lloraba y corría contigo por el bosque lejos del pueblo que ya estaba siendo quemado.
Él levantó su mano, trayendo sus nudillos al calor de su boca.
– Lo recuerdo vividamente, cada detalle, Maggie, porque mi madre murió esa noche, también… oh, no enseguida, ella tardó meses antes de que su cuerpo físico se rindiera. -Él no podía fingir su tristeza. Era tan verdadera como la suya propia. Lo vio en sus ojos, y su corazón de poeta lloraba.
Recordó el espanto, la imágenes de pesadilla…, el leopardo saltando, gruñendo, una masa de dientes y garras cortando un camino mientras ellas corrían a una velocidad vertiginosa. Recordó a su madre estremecerse mientras un disparo reverberaba. Su madre corrió varias yardas, tambaleándose, recuperándose valientemente, y siguiendo. Maggie presionó una mano contra su boca. ¿Recuerdos? ¿Eran verdaderos? ¿Podría su madre haber traspasado la selva en plena noche, lejos de todo lo que ella conocía? ¿Lejos de su marido y de su gente? ¿Corriendo con una herida terrible que agotaba su vida?
Ella tragó con fuerza.
– Y ella me llevó a Jayne. Jayne Odesa.
– Una mujer muy rica que nunca había tenido niños y que siempre los había querido. Quien era amiga de tu madre y compartía sus preocupaciones por la selva tropical y las especies en vías de extinción. Quien no sabía nada sobre lo que tu madre era, sólo que ella la quería y haría todo lo que pudiera para mantenerte a salvo. Fue testigo de la muerte de tu madre y te llevó de vuelta a los Estados Unidos donde legalmente te adoptó.