CAPÍTULO 7

Brandt abrió la puerta, ondeando la mano hacia Drake para permitirle entrar en la habitación.

– Es tarde -dijo sabiendo que había un problema. Drake nunca les habría interrumpido a no ser que fuera una emergencia. Había pasado únicamente una noche y un día con Maggie, tiempo insuficiente para que se sintiera seguro del compromiso de ella.

– Lo sé -Drake echó un vistazo a Maggie-. Lo siento mucho, Maggie, no habría venido si no necesitáramos a Brandt.

– ¿Cazadores furtivos? -adivinó Brandt.

– Hemos estado comprobando el área que te preocupa y estoy seguro que uno de los osos falta. Descubrimos otra trampa. -Drake caminó sobre el brillante piso-. Sé que es un mal momento Brandt, pero hay demasiada actividad. Pensamos que vendrán esta noche por los demás. Tenemos un par de crías que no podemos perder.

– Puede pasar en cualquier momento -expuso Drake, desviando su mirada lejos de Maggie-. Sabes que te necesitaremos esta noche si estamos en lo cierto. Son muchos, Brandt, y se están acercando a nuestra gente. Si nos descubren, si una persona se descuida y deja un rastro… son rastreadores expertos, casi tan buenos como nosotros -echó un inquieto vistazo a Maggie-. El olor de James está por todas partes en su campamento, pero no lo encontramos por ningún lado.

Brandt sacudió la cabeza, frunciendo sus labios perfectos mientras sus ojos dorados mostraban preocupación -No es seguro, Maggie.

– Tienes que ir -dijo Maggie con rapidez el sentir la vacilación de Brandt-. No te preocupes por mí, soy una mujer adulta y puedo manejar las cosas -lo dijo con plena confianza. Maggie había manejado los detalles de su vida mucho tiempo antes de que Brandt Talbot entrara en su vida.

– Maggie, estás muy cerca del cambio, lo presiento. Tengo que estar contigo cuando lo experimentes por primera vez -protestó Brandt, claramente dividido entre la necesidad de escoger entre su deber y su compañera. Pasó una mano por su pelo negro, la mirada fija en su cara serena.

Maggie emitió una risa segura de sí misma -Ve, estaré aquí mismo cuando regreses -resbaló sus brazos alrededor de su cuello y se apoyó en su pecho-. No tengo miedo Brandt. Esto es importante, y lo que tú haces es importante.

Brandt vaciló, la acercó y su boca encontró la suya en un beso duro, apologético -Tú eres mi todo, Maggie -le susurró con ferocidad-. Recuerda eso. Mi todo. Para ti todo ha pasado muy rápido y aún estas insegura, pero yo he sabido toda mi vida que eres mi otra mitad. Sostienes mi corazón y mi alma. No me dejes. Confío en ti para no destruirme.

Maggie dejó una serie de besos suaves a lo largo de su mandíbula sombreada -Debes tener un poco más de fe en mí. Vete ahora. -Se sentía brillar por las palabras que acababa de decirle. En secreto, había temido enamorarse de su belleza oscura y de la sumamente cargada química que experimentaban, de su corazón de poeta y de sus ojos de cazador. Temía que, después del ardiente sexo culminado con tal fuego, él simplemente se alejaría como los leopardos machos a los que tanto se parecían.

Brandt la besó otra vez. Con fuerza. Posesivamente. A fondo. Sus ojos quemándola -Debes estar aquí a mi regreso. No dejes la casa y vayas a explorar, o a tratar de salvar a alguna criatura que oigas gritar. Maggie, los cazadores furtivos son peligrosos. No te quiero en ninguna parte cerca de ellos. Y mientras no estoy, no abras la puerta a nadie, incluso si sabes que es uno de nosotros.

Caminó con él hacia la puerta, las manos unidas -No tengo ninguna intención de dejar que algo me pase Brandt.

Él giró para seguir a Drake en la noche, vaciló, juró suavemente, y enmarcó su cara con ambas manos -Maggie, quédate aquí. No puedo explicarte lo que buscarte por todo el mundo ha sido para mí, sintiéndome solo. Preocupado por ti, sabiéndote sola, sin los conocimientos de nuestra gente para protegerte. No me abandones.

Unos brillantes ojos verdes buscaron los dorados -¿Qué ocurre? Dímelo.

Él sacudió su cabeza -Tengo una sensación, una premonición si quieres llamarlo así.

Se estiró para dejar un único y cálido beso en su frente -Entonces debes ser sumamente cuidadoso, Brandt. Me quedaré sentada y segura en casa mientras tú estás persiguiendo cazadores furtivos. Tal vez debería ser yo quien estuviera preocupada por ti.

– Brandt -había urgencia en la voz de Drake y esta vez Brandt respondió, bajando las escaleras apresuradamente detrás de su amigo.

Maggie miró por la veranda hasta que estuvieron fuera de su vista y luego volvió a la casa, cerrando y asegurando la puerta de la calle. Deliberadamente apagó cada luz de modo que no hubiera ningún brillo que atrajera a nadie a la casa. Su visión nocturna era sumamente aguda, mucho más de lo que alguna vez fue. Se maravillaba de los cambios que habían tenido lugar en su cuerpo. Parecía como si cada hora trajera un nuevo descubrimiento, sus sentidos se agudizaban más y más.

Su cuerpo se sentía maravillosamente usado luego de las múltiples sesiones de sexo, y Maggie solo quería sumergirse en un largo baño caliente. El aire era tan bochornoso como era habitual, pero el pensamiento de agua caliente era más de lo que podía resistir. En el baño encendió una vela para llenar el cuarto con su aroma. La llama produjo un suave parpadeo en las paredes. El agua golpeaba dulcemente su dolorido cuerpo como mil lenguas sanadoras. Podía ver una mancha oscura en su cadera dónde sus dedos la habían apretado en las convulsiones de su pasión. Sus pechos estaban sensibles y ligeramente rosados, igual que su barbilla, a consecuencia de la ligera sombra de barba en su mandíbula. Incluso el interior de sus muslos mostraban las pruebas de su posesión. Profundamente dentro de ella todavía podía sentirle. Su cuerpo aún ansiaba el de él.

Se adormeció en el agua caliente, soñando con el duro, esculpido y apretado cuerpo de Brandt empujando profundamente en el suyo. Se estremeció y golpeó su cabeza en el borde de la tina. Maggie despertó parpadeando letárgicamente, y pasó una mano por su cabeza. Mientras se secaba con una toalla notó lo sensible que estaba. Su piel se inflamó al contacto con el suave algodón. Era doloroso vestirse pero lo hizo, preocupada por si Brandt la necesitara.

Maggie paseó agitadamente sobre el suelo de baldosas. Sentía su estómago raro y había un rugido extraño en su cabeza. Trató de eliminarlo masajeado sus sienes. La palpitación aumentaba aporreando su cabeza y causando un dolor que se incrementaba. Sus huesos se sentían demasiado grandes para su piel. Creyó que su cabeza iba a estallar para acomodar su cráneo que crecía y crecía. ¿Era esto lo que tanto preocupaba a Brandt?, ¿había comenzado ya? Experimentalmente, pasó su lengua a lo largo de sus dientes para sentir si ellos se habían afilado.

Maggie creyó haber gritado. Sus músculos se retorcían, rizándose y estirándose bajo su horrorizada mirada. Podía ver algo corriendo bajo su piel, algo parecido a un parásito, levantando su piel cuando aquello se precipitó bajo la superficie. Su corazón se aceleró y su boca se secó. De repente su ropa le apretaba, encogiéndose también. El material lastimaba su piel. Alarmada, se arrancó los vaqueros, desprendiéndolos de su cuerpo.

El fuego se deslizó por su vientre convirtiendo sus piernas en gelatina. Cayó al suelo.

– ¡Brandt! -gritó su nombre, su única esperanza en medio de la locura. Su nombre salió convertido en algo entre una tos y un gruñido. Su garganta se cerraba hinchándose, cambiando, atrofiando sus cuerdas vocales.

El Han Vol Dan estaba ocurriendo y ella estaba sola y aterrorizada. Su cuerpo se retorció cuando una corriente de adrenalina corrió abruptamente por su interior, como un volcán que hace erupción. Su piel ardía muy sensibilizada. Su sola existencia la lastimaba. Maggie luchó por controlar su miedo, para seguir pensando mientras pudiera. Se libró de su ropa antes de que sus dedos desaparecieran. Las lágrimas corrían por su cara mientras se arrancaba la blusa y la ropa interior. No podía mirar las contorsiones de su cuerpo. Había pensado que sería una transformación rápida y no este violento asalto a sus músculos.

Se arrastró lentamente a través del suelo hasta la puerta del balcón. La casa la sofocaba, le costaba respirar. Maggie no quiso mirar su mano cuando alcanzó la manilla de la puerta para abrirla, pero no había nada que la ocultara. Su mano estaba encorvada, agarrotada, los nudillos extendidos.

Logró abrir la puerta y se arrastró al balcón.

Un poco de piel se onduló en el camino sobre su columna vertebral que parecía doblarse y chisporrotear y una franja gruesa de pelo rojizo con manchas se expandía sin parar. Durante un momento quedó congelada entre humano y bestia, mitad y mitad. Sólo pudo que maravillarse por el misterio de tal cosa. ¿Cómo podía ser que nunca hubiera sido descubierto. Pero entonces fue absorbida en la conversión de su cuerpo y tomada por el animal en su interior.

Oyó el ruido de sus huesos romperse, sus músculos estirarse, el reventar de los tendones mientras su cuerpo se volvía a formar. Los sonidos eran terribles, entonces lo salvaje se apoderó de su ser aumentando sus sentidos. La noche se precipitó sobre ella, en ella, un mundo que no sabía que existiera.

Hubo un largo silencio, hasta el viento sostuvo su aliento. Entonces la lluvia rompió el cielo, las pesadas gotas que aterrizaban sobre el felino se derramaron en el balcón. Maggie levantó su cabeza y miró a su alrededor. Sin mover la cabeza, podía descubrir un movimiento en los árboles en un campo visual de casi 280 grados. El choque fue enorme, su mente casi se detuvo cuando intentó entender lo que había pasado. Podía pensar, pero estaba atrapada en un cuerpo distinto al suyo, uno totalmente ajeno. Y profundamente enterrado, algo salvaje y peligroso estaba mezclándose con su mente.

El leopardo se sostuvo sobre sus pies. Fácil, elegantemente. No había nada torpe en la forma en que el animal se movía. El leopardo fue construido para la conciencia total, con gracia e inteligencia. Profundamente dentro del cuerpo del animal, Maggie tenía un sólo objetivo. Salir del bosque tropical. Volver a la civilización donde nada como esto podría pasarle otra vez. No era interesante o divertido, era aterrador más allá de toda creencia. Maggie Odessa estaría perdida en el bosque, pero el leopardo tenía sentidos mucho más desarrollados. Saltó del balcón, hallando su camino bajo la red de ramas de los árboles, corrió rápido, utilizando el radar único en los bigotes del gato para ayudarse a hallar su camino.

No tenía la más mínima idea de cómo regresar a su propia piel, su propia forma. El cuerpo de este leopardo no podía ser el suyo. Lo peor de todo, la hembra dejaba sus señales químicas por todo el bosque mientras corría lejos del santuario de la casa hacia los confines del bosque. El leopardo estaba en celo, rozándose en los árboles, rasgando la corteza y dejando marcas con su olor. Maggie se horrorizó cuando repentinamente se dio cuenta que el animal y ella necesitaba un macho.

Corrió más rápido, determinada a alejarse de la influencia que el bosque tropical salvaje, con su calor bochornoso y lleno de vapor, tenía en su hiperactiva libido. Corrió una larga distancia, saltando fácilmente sobre troncos caídos y húmedos terraplenes. El río no la detuvo, se sumergió y nadó, saltando para llegar a la orilla y temblando delicadamente. Se dio cuenta de la mecánica del cuerpo del leopardo.

El débil sonido de disparos, de voces que atravesaban el bosque, casi detuvo su corazón. El ruido estaba a una gran distancia, pero al instante supo lo que significaba. Brandt podía estar en peligro. Estaba corriendo como una salvaje mientras Brandt podía estar en peligro en algún lugar. El pensamiento era aterrador. ¿Pero qué podría ella hacer, atrapada como estaba, encarcelada dentro de un animal? Quiso llorar de miedo y frustración. Forzó a su mente lejos de la histeria y trató de pensar lógicamente.

Insistía en pensar en si misma como dos identidades. Un humano y un animal. Pero no era ni uno, ni otro y, la criatura que atravesaba el bosque tan fácilmente, era en parte ella. Siguió pensando como Maggie Odessa, pero ahora de otra forma, una que era extraña a ella pero aún así una que encajaba.

Una vez que se identificó con aquella Maggie que era todavía, pero con otra forma, se sintió mucho más tranquila. Redujo la velocidad, su aliento resollando, mirando a su alrededor con su realzada visión. Su visión. La había tenido siempre, sólo que nunca había usado esa capacidad. Inhaló, captando los olores de la selva. No era un leopardo, tampoco era completamente humana. Era diferente, pero todavía era Maggie.

Las almohadillas de sus patas le permitieron moverse en completo silencio. Podía sentir el enorme poder contenido en el cuerpo que ocupaba. Incapaz de resistirse a explorar sus habilidades, Maggie saltó fácilmente hasta una rama gruesa, casi dos metros por encima de su cabeza. Ese era un salto simple, fácil, y aterrizó perfectamente equilibrada, como si hubiera estado haciendo tales cosas toda su vida.

Maggie se puso en cuclillas en el árbol y pensó en Brandt. Él le había dicho la verdad absolutamente. No era dos personas divididas, siempre sería Maggie Odessa, simplemente podía tomar más de una forma. Un sentimiento de poder increíble se derramó en ella. Qué regalo. Sus padres biológicos le habían dado una herencia inestimable. Pensó en las cosas que Brandt le había dicho y entendió la necesidad de disciplina. Podía controlar las emociones y la tensión sexual mientras estaba en forma de leopardo.

Las emociones eran fuertes, pero bastante familiares. Había querido estar con Brandt y le había atraído, tentado y seducido tanto como ella se podía permitir. El leopardo sentía aquellas mismas cosas ampliadas en su naturaleza primitiva, y esa naturaleza era parte de ella. Maggie relajada, permitió que la tensión se filtrara fuera de su cuerpo. Podía razonar, usar su inteligencia, podía reflexionar detenidamente, no salir corriendo como un niño asustado. Y podía ejercer disciplina y restricción. El poder le pertenecía y podía hacer con él lo que quisiera.

Brandt había temido que fuera incapaz de manejar la transformación, había querido quedarse con ella en vez de ir tras los cazadores furtivos. Con su actitud estaba demostrando la veracidad de su afirmación con su actitud infantil. Tenía que volver a la casa y esperarle tranquilamente para que la ayudara a volver a su otra forma. Si él no regresaba dentro de un tiempo razonable, usaría esta forma con sus capacidades de caza para encontrarlo y ayudarle de cualquier modo posible.

Maggie pensó en las palabras de Brandt. Cómo la había buscado por todo el mundo, y siempre había sabido que ella era su compañera, estaba seguro que se pertenecían. Ella no tenía aquella certeza basada en años de conocer su herencia. Lo conocía por muy poco tiempo y, aún así, sentía en lo profundo de su alma que era cierto. Le había pedido que estuviera allí cuando regresara. No podía defraudarle. No iba a defraudarle. Brandt Talbot era su elección.

Maggie saltó del árbol para aterrizar suavemente en la tierra. Se sentía más viva aquí, profundamente dentro de la selva, de lo que se había sentido alguna vez en su vida. No tenía ninguna intención de permitir que el miedo le arrebatara esa vida y le quitara a Brandt. Todo por lo que había trabajado alguna vez en su vida estaba aquí mismo, en este exótico y salvaje lugar.

Ya no le temía, se deleitó en ello. El dosel, las flores, la abundancia de fauna no la abrumaba, como a menudo lo hacía a otros. El calor no la afectó negativamente. Ella amó el bosque tropical y todo en él. Y Brandt. Ella amó al poeta en él, la inesperada sorpresa de su lado suave. Él era la principal razón para quedarse y afrontar lo que ella era. ¿Quién era?. Ella investigaría en la historia de su especie y haría lo necesario para encajar en el estilo de vida.

Maggie comenzó su viaje de regreso a la casa. El leopardo sabía el camino, avanzaba silenciosamente, oliendo el viento, su visión nocturna era excelente. Se acercaba a tierra familiar cuando el fuerte sonido de un arma partió la noche. Lo siguió una descarga de tiros. Los animales chillaron, una cacofonía de sonidos. Los árboles encima de su cabeza se movieron con el revoloteo de alas, chillidos de monos y saltar del árbol al árbol. La advertencia corrió fuerte e insistente en la oscuridad del bosque.

Maggie se estremeció, saltando a un lado, levantando su labio para exponer sus colmillos cuando se refugió en la gruesa vegetación. Su corazón latió al ritmo del miedo. Inmediatamente oyó la respuesta de su gente, un toque peculiar de tambor, tan viejo como el tiempo, pero eficaz, una especie de Alfabeto Morse que debería haber sabido, pero nunca había aprendido. No podía leer el mensaje enviado por su clase, pero era consciente de las noticias pasadas.

Su primer pensamiento fue para Brandt. Podía probar el amargo sabor del miedo en su boca. No quería perderlo ahora que lo había encontrado. ¿Por qué no se había comprometido con él? ¿Por qué no le había asegurado que ella quería estar con él? Maggie atravesó el follaje y comenzó un galope hacia la casa. Ella recogería el olor de Drake y Brandt desde allí y los rastrearía a donde los cazadores furtivos habían puesto trampas.

Para su sorpresa, el leopardo vaciló, las piernas delanteras tambaleándose inestablemente. Ella tropezó con una pequeña rama, patinando sobre la tierra. Maggie cayó al piso, oyendo el siniestro crujir y estirar que acompaña al cambio. -No ahora -gimió, el sonido surgiendo de la garganta del leopardo entre una tos y un gruñido.

No era doloroso, o tal vez no lo había sido la vez anterior. Tal vez había estado tan asustada que le había parecido doloroso porque había esperado que doliera. Ella saltó, su piel cubierta de pelo en un momento, luego lisa y expuesta el siguiente. Se encontró sentada en la tierra, completamente desnuda. Se levantó de un salto, con miedo que los insectos hicieran una madriguera en su piel.

Con un pequeño suspiro ella comenzó a correr hacia la casa. Conocía su camino ahora, tenía las mismas capacidades que el leopardo, sólo había tenido que reconocerlos, aceptarlos, y aprender a usarlos. Tuvo que cruzar sus brazos sobre la plenitud de sus pechos cuando se apresuró, su sacudida era tan incómoda en su pecho como la tierra en sus pies desnudos. El leopardo fue diseñado para moverse fácilmente por la selva, mientras su forma presente era una nulidad. Las hojas agudas y la corteza laceraron su sensible piel. Apenas notó la incomodidad cuando se apresuró para regresar a la casa, queriendo rastrear a Brandt.

El sonido la paró en frío. Un sonido agudo, el gemido de un animal herido. Ella lo había oído muchas veces, pero esta vez inhaló el olor de la sangre. Sin un pensamiento consciente, Maggie dio vuelta hacia el sonido. Tenía que alcanzar al animal herido, el gemido tiraba de ella.

El oso era mucho más pequeño de lo que había esperado, con una piel negra y lisa. Tenía una hermosa media luna blanca marcando su pecho. Su larga lengua se asomaba de su boca. No podía dejar de notar las largas y puntiagudas garras que el usaba para rasgar la corteza de los árboles donde encontraba insectos y miel. El oso gemía con miedo y dolor. Balanceó su cabeza hacia ella cuando surgió en medio de dos árboles trató de pararse en sus pies, para doblarse peligrosamente a un lado. Ella podía ver la sangre cubriendo la izquierda del oso. La tierra era oscura con ella.

Maggie levantó su mano y se quedó completamente quieta, guardando su distancia prudentemente -Quédate tranquilo, voy a ayudarte -ella necesitaba su maletín, sus provisiones médicas. Podría tranquilizar al oso y ver la herida, pero no estaba segura si el animal sobreviviría mientras ella corría a la casa. La visión del pequeño oso en tal predicamento la enfureció. Ella sabía que era una rareza hasta en las regiones salvajes.

Encima de su cabeza, aproximadamente a quince pies, ella vio que las ramas del árbol estaban dobladas y rotas para formar un nido. El oso debía de haber tratado de hacerlo su lugar de descanso. Desde el nido el oso tendría una buena vista del bosque bajo él. Ella podía ver las plantas calvas de los pies del oso de anteojos y las garras afiladas cuando se puso a jadear, mirándola con ojos trágicos.

El oso de repente se puso tenso, trató de atacarla, pero no pudo alcanzarla por la herida salvaje en su costado. Retrocedió inútilmente, enseñando los dientes en advertencia -Voy a ayudarte -prometió ella-. Sólo dame un par de minutos para conseguir mis cosas -¿ A qué distancia estaba de la casa? Una buena distancia de todos modos, estaba segura.

Maggie se balanceó lejos de la desafortunada criatura, sabiendo que lo mejor que podía hacer era conseguir sus provisiones tan rápido como fuera posible. El oso hizo una segunda tentativa de elevarse, esta vez gimiendo hacia ella, un claro grito de socorro. El sonido rasgó su corazón. El oso claramente tenía miedo, esforzándose por ocultarse en el nido. Ella captó el olor de otro gato grande cuando se volvió atrás, hacia el sonido del oso herido. Un leopardo estaba en las cercanías, un macho, y él acechaba la presa.

Maggie levantó su cabeza para oler el viento, igual que el oso. Ella supo inmediatamente que este animal era más que una bestia, él era la parte de la comunidad de Brandt. Y él sabía que Brandt había hecho su reclamo. James. La idea de encontrarle la llenó de la agitación. Su mismo olor la ofendió de algún modo extraño.

¿Había venido él para ayudar? Maggie vaciló, consciente de que ella estaba completamente desnuda y era muy vulnerable. Ella no había tenido miedo de los animales salvajes en el bosque, o de la oscuridad, o hasta el oso herido, pero sabiendo que otro hombre, independientemente de la forma que él tomara, la acechaba, la llenó del miedo.

Ella dio vuelta para escaparse. Si James venía para ayudar al oso de anteojos, él no necesitaba encontrarla allí. Ella podía ir a la casa y volver con medicinas, totalmente vestida. Ella dio dos pasos y el gato grande se abrió camino entre el pesado follaje.

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