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Viernes, 22 de enero. A media tarde


Golpeó el suelo con los pies para sacudirse la nieve de las botas y entró a hurtadillas en la cocina, decidido a evitar a su padre, pues estaba seguro de que habría otra pelea. Ya oía su voz reprobadora:

«Falta una hora para que anochezca. ¿Por qué sales del trabajo en pleno día? ¿Por qué no te tomas en serio las cosas serias? ¿Qué clase de hijo eres? -Le palpitaría la vena de la frente-. Mi padre era médico, y yo soy médico. ¿Qué pecado he cometido para que mi hijo no lo sea?»

Entonces su madre saldría en su defensa, y estallaría la guerra por y en torno a él.

Micah, la sirvienta, se hallaba inclinada recogiendo el hollín de la chimenea, sujetándose con los dientes el bajo del delantal de guinga a cuadros para no mancharlo. Silbaba débilmente y no lo oyó entrar. Se acercó a la criada con sigilo y, agitando los brazos, exclamó:

– Oooohhhh.

– ¡Aaaah! -Micah cayó desplomada, y la cofia de muselina se le resbaló sobre un ojo. Al verlo de pie a su lado, carcajeándose, soltó una risita-. Va a matarme, Peter Tonneman. Y sus padres se enfadarán mucho.

– Lo siento, Micah. -Todavía riendo, Peter la ayudó a levantarse y le tendió la escobilla de paja que había caído al suelo-. No he podido evitarlo.

Entre risas, Micah se colocó bien la cofia y agitó un dedo hacia él.

– Será mejor que se comporte, o se lo diré a sus padres cuando vuelvan del servicio.

Oh, cielos, había vuelto a olvidarlo. Un motivo más de irritación para su padre.

– ¿Por qué no has ido? -preguntó a la sirvienta.

– Porque soy tan buena judía como usted. Si puedo barrer y servir la comida los viernes, no asisto al servicio.

Esta vez él se había propuesto ir. Era como si hiciera vida aparte. ¿Por qué era el único que ignoraba cuál era su lugar en el mundo?

Salió de la cocina pensando en que era un marginado y en la amarga decepción que había supuesto para la familia Tonneman. Si su hermano David hubiera vivido…, las cosas habrían sido diferentes.

Tenía un pie en el primer peldaño cuando oyó un estrépito seguido de un grito ahogado. Había alguien en la consulta de su padre. Se encaminó rápidamente hacia allí.

Una pequeña figura se hallaba inclinada sobre el viejo maletín negro de instrumentos quirúrgicos, que se encontraban desparramados por el suelo.

– ¿Qué haces aquí, niña? -preguntó Peter, imitando lo mejor posible el tono de su padre, lo que se le daba muy bien.

Tal vez debería ser actor.

Su hermana Leah se volvió aterrorizada hacia él antes de deshacerse en lágrimas. Sólo tenía diez años, y le fascinaba la consulta de su padre. Dios actuaba de forma misteriosa, solía afirmar su madre. Y era una gran verdad.

– Lee.

Peter se arrodilló a su lado y le habló con delicadeza. La quería muchísimo. Eran totalmente opuestos; Leah tenía los ojos negros y el cabello oscuro de los judíos españoles Mendoza, y apenas medía un metro veinte, mientras que él, con el cabello rubio y los ojos azul oscuro de sus antepasados holandeses, superaba el metro ochenta.

– Peter. -La niña se secó las lágrimas en el abrigo de terciopelo verde de su hermano-. Sólo quería tocarlos. ¿Por qué no puedo?

– Yo no tengo inconveniente, pero ya conoces a papá. -Le enjugó las lágrimas con su pañuelo de lino antes de recoger del suelo los escalpelos y otros instrumentos quirúrgicos- ¿Por qué no has asistido al servicio?

– Me dolía la barriga. Papá me preparó un té de frambuesa y dijo que podía quedarme en casa.

– ¿Te dolía la barriga o simplemente te apetecía toquetear sus cosas?

– A ti te deja tocarlas. -Era casi una acusación.

– Lo sé. Le alegraría mucho que fuera como tú.

Mientras Leah lo observaba sorbiendo con la nariz,cl termino de introducir el instrumental en el maletín. Luego sentó en la mesa a la pequeña, que lucía un vestido de tafetán azul que había pertenecido a su hermana mayor, Gretel. Peter le colocó bien las cintas de la amplia faja rosa.

Leah le arrojó los brazos al cuello.

– ¡Eres el mejor hermano del mundo!


Tal vez fuera el mejor hermano, pero desde luego que no el mejor hijo, se dijo Peter mientras dejaba a Leah en Ja cocina con Micah.

Sus padres y su hermana Gretel no tardarían en regresar del servicio del sábado, y no quería estar allí para volver a oír cuánto había decepcionado a la familia.

Salió sin saber adónde ir. Entonces se le ocurrió que tal vez encontraría a George en la taberna White Horse, tomando unas cervezas, y hacia allí encaminó sus pasos.



HUMOR – UN CHISTOSO OBSERVÓ HACE UN PAR DE DÍAS QUE SI SE LEE LA PALABRA «EMBARGO» AL REVÉS, SE OBTIENE «O GRAB ME!». [1]

SE CREE QUE MUCHOS SENTIRÁN LA INFLUENCIA DE TAL AGARRE.

New-York Herald

Enero de 1808


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