12. Tomando el te con sir Michael Lapping

Agata Girton no se habia presentado a desayunar aquel dia, y cuando Patricia regreso a su casa, despues de haber recibido las instrucciones del Santo, la criada le informo que la senora habia ido a dar un paseo. La senorita Girton solia largas caminatas por el campo con un fuerte baston en la mano, caminando con paso largo, incansable como un veterano. Despues de la conversacion que habia tenido con el Santo y por lo que supo de su misma tia, se dio cuenta de que esta se habia vuelto muy taciturna durante los ultimos meses y que desde entonces empezo su aficion a dar largos y solitarios paseos por el campo. La joven vio en ello la confirmacion de la ansiedad cada vez mayor de su tia, tan masculina en todas sus cosas, que no era de extranar que, apenada por algo, buscase alivio en el cansancio fisico.

Aunque no habia nada de extrano en el paseo de Agata Girton, para Patricia era un problema, porque le impedia llevar a cabo las instrucciones del Santo. Era muy posible que su tia prolongase su ausencia hasta la hora de comer, y entonces seria tarde para sonsacarla, toda vez que tenia que reunirse con Templar a las siete y media. Pero lo unico que podia hacer era cumplir el segundo encargo del Santo.

Patricia encontro al ex juez trabajando en el jardin, en mangas de camisa, con un viejo sombrero de fieltro echado hacia atras. Su aspecto era el de un burgues sano, que goza de la vida del campo, y el buen humor con que saludo la llegada de la joven confundio a esta.

– ?Caramba, senorita Holm!?Dichosos los ojos…!?Como esta usted?

– Muy bien, sir Michael. A usted no hace falta preguntarselo, porque cada dia parece mas joven.

Lapping movio la cabeza sonriendo.

– Acepto el cumplido senorita pero ya soy viejo.

– Quiero hablar con usted sir Michael -insistio ella, sonriendo amablemente-.?No me quiere dejar entrar en el jardin?

– Soy demasiado viejo para caer en sus redes, jovencita.

Sin embargo, dejo el rastrillo en el suelo, se limpio las manos y abrio la cancela. No era dificil seguir el consejo del Santo y tratar a Lapping con familiaridad, porque era un hombre muy bondadoso y amable, lleno de humanidad. Adoptaba un aire paternal con las muchachas jovenes.

– ?Cuando podremos felicitarla? -le pregunto utilizando el privilegio de su edad para gastar una broma a la joven-. La pareja seria ideal… El joven Templar haria latir con fuerza el corazon de cualquier muchacha.

Patricia se alegraba del buen humor de Lapping y de sus preguntas; asi evitaba ser ella quien abordase el tema que tanto le interesaba.

– Precisamente iba a preguntarle que le parece a usted el senor Templar -observo.

– ?Entonces, podre felicitarla?

– Aun no. He venido para rogarle que me ayude a decidir sobre el asunto.

– Pero… me parece que su tia es la mas indicada…

– Ya se lo he preguntado. Ahora desearia tambien su consejo.

Lapping ladeo el viejo sombrero.

– Es una gran responsabilidad la que echa sobre mis hombros -dijo en tono quejoso-. Hasta los ancianos y sabios se equivocan acerca de la juventud. Sin embargo, ya que usted insiste… Bien, la primera dificultad que veo es que todas las mujeres que vean a Templar querran disputarselo. Hombres morenos, atrevidos, romanticos, apuestos como el, hay pocos, y esos pocos tienen donde escoger. No es que yo no apruebe la eleccion de el pero…

– Tal vez -dijo ella con dulzura- haya otros hombres atractivos que se me disputarian con Templar. No quiero parecer vanidosa, pero no voy a fiarme de su opinion en todo.

Lapping la miro y luego se echo a reir.

– Es un punto de vista nada desdenable -admitio.

– Bien, sentemonos a la sombra y hablemos en serio -suplico Patricia-. Y cuando este usted seguro de haberme convencido, puede ofrecerme un poco de te, para que no me desmaye.

Se encaminaron a un lugar resguardado, bajo un arbol, junto a la casa, donde habia algunas sillas.

– Entonces,?habla usted en serio? -pregunto Lapping al sentarse.

– Absolutamente. Y le aprecio tanto, que estoy segura de que usted puede ayudarme. Su edad…

Lapping hizo una mueca.

– Por favor, no me haga ahora tan viejo, aunque yo lo admita… Lo poco que se esta a su disposicion, aunque temo saber menos del joven Templar que usted misma.

– La gente habla mucho de el.

Lapping le dirigio una mirada de reproche.

– ?Hubo alguna vez un pueblo en el que no se hablara mucho de las personas que no son vulgares? Los rumores corren en seguida…

– No solo se trata de rumores -repuso Patricia.

Luego, de acuerdo con el consejo del Santo, conto los incidentes de la noche anterior, sin omitir mas que pequenos detalles. Le hablo de su visita a casa de Bittle, de las exigencias de este, de la confesion de Agata Girton… Relato detalladamente el extrano comportamiento del Santo y el curioso incidente en casa del doctor Carn. Pero no menciono la advertencia final de Templar.

Lapping la escucho con atencion. Vigilandole el rostro, Patricia solo se dio cuenta de una vaga sonrisa, como la del anciano que comprende la impetuosidad de la juventud; la expresion de tolerancia apenas cambio mientras ella iba relatando los misterios y las emociones de la noche anterior. A no ser por la advertencia del Santo de no fiarse de nadie, ella hubiera creido de buena fe en la patriarcal bondad del ex juez. Era casi imposible creer que aquel hombre sencillo, amable y sincero pudiera ser complice del Tigre, pero, al pensarlo, recordo tambien que el ex juez habia tenido fama de ser uno de los magistrados de mayor inteligencia, que aquellas acciones de pura bondad habian adoptado mas de una vez la inexorable mascara de la justicia y que aquella boca que ahora sonreia con tanta placidez, en mas de una ocasion habia dictado una sentencia de muerte.

Al acabar el relato de los incidentes y esperar anhelante la reaccion de Lapping, vio que este sacaba con mucha tranquilidad un panuelo para sonarse. Luego la miro con ojos burlones.

– Es un buen argumento para una novela -observo con calma.

– No es un argumento -exclamo Patricia con calor-. Es un hecho real que yo misma he vivido.?No ve usted que todo es muy raro? Alguna base han de tener los rumores de que le hable antes.?Cree usted que el senor Templar es un detective?

Lapping se encogio de hombros.

– ?Quien soy yo para decirlo??Se comportan asi los detectives excepto en las novelas de detectives?

Patricia adopto una actitud de desconsuelo y le miro con ojos suplicantes.

– Usted debe de conocer a los detectives, y si dice que este no es su comportamiento, entonces… el senor Templar es un delincuente. Pero no puedo creerlo.

– Si el criminal no pudiese convencer de su perfecta honradez a la gente -dijo el ex juez-, tendria que renunciar a su carrera y meterse en un asilo.

– Pero el senor Templar es distinto.

– Siempre son distintos -fue la cinica respuesta de Lapping.

Pero la contraccion de las arrugas de sus sienes y una leve sonrisa de sus ojos indicaban claramente que no era su intencion difamar a un hombre en presencia de su enamorada. Patricia le rogo que le contestase con sinceridad.

– Le suplico que deje las bromas aparte y me hable en serio.

– ?Para que? -contesto el ex juez-. Una de dos: o usted le quiere o no le quiere.?En que quedamos?

– Le quiero -repuso ella con valentia.

Lapping hizo un gesto de comica desesperacion.

– Si es asi, nada de lo que yo pueda decir La hara cambiar. Si le digo que creo que Templar merece ser amado, me abrazara y me dira que soy muy listo y que comprendo las cosas mejor que otros. Si le digo lo contrario, aconsejandole que renuncie a el, me dira que soy un viejo estupido y se ira corriendo a abrazarlo, para decirle que no le importa lo que pueda pensar el mundo. De manera que?que puedo hacer?

– Darme su opinion sincera y honradamente.?Que me aconsejaria si fuese hija suya, por ejemplo?

Lapping se estremecio.

– Aun sigue usted confiando en mis canas -protesto-.?No le parece que lo mejor es partir de la base que le he propuesto antes?…?Si? Pues bien, usted le quiere y no hay mas que hablar. He tenido gran experiencia con los delincuentes, y extraoficialmente pienso de modo muy liberal acerca de ellos. Solo existen tres clases de delincuentes. En la primera esta el ladronzuelo que roba desde pequeno y se pasa la mayor parte de la vida en la carcel, que para el es parte del juego. Naturalmente, Templar no pertenece a esta categoria. El segundo tipo es el hombre habil, astuto y un poco chiflado: vive bastante bien de su oficio hasta que, el dia menos pensado, comete un error y termina en presidio. Puede haber nacido para su carrera delictiva como el primero, o tambien puede empezar su carrera delictiva porque le parezca que asi saca mas provecho de su astucia que en el trabajo honrado. Pero siempre es un cobarde, una vibora y, desde luego, tampoco es a esta clase a la que pertenece Templar. Aunque sea hilar muy fino, creo que se puede decir que el criminal de la segunda clase es hombre que no puede reir como un ser normal, y precisamente Templar tiene un sentido delicioso del humor. El tercer y ultimo tipo es muy corriente en las novelas y en las peliculas, pero en la vida real solo se da rarisimas veces, y su existencia se debe mas bien al deseo de emociones que a otra cosa. Es muy facil que Templar sea de este ultimo tipo, que es siempre noble cuando ama a una mujer. Esto es lo peor que se puede decir de Templar, comprensible por su impetuosidad juvenil y su anhelo de aventuras.?Esta usted satisfecha?

Lapping habia hablado en tono carinoso, como un hombre que ha visto mucho mundo y no quiere juzgar a sus semejantes para no perdonar mucho tambien. Patricia se resistia a dudar de su sinceridad.

– Es usted un hombre maravilloso, sir Michael -dijo-. Ha expresado mas o menos mis pensamientos… Es un consuelo saber que no estoy sola.

– No obstante -advirtio el-, yo, en su lugar, le diria que le hablase claro. Si tiene confianza en usted y si es lo que creo, no le ocultara nada.?No le ha dicho nada acerca de si mismo?

– ?A que se refiere? -pregunto Patricia con cautela.

– ?Que se yo! Es logico que el comprenda que usted ha de sentir curiosidad por todo lo sucedido.

– Solo me dijo que debia tener paciencia y que tuviese confianza en el. Anadio que seria peligroso para mi saber demasiado, pero que, una vez todo resuelto, podria explicarse mejor.

– ?Quien es su misterioso enemigo?

– El senor Templar dice que se llama el Tigre…, no se por que.

Lapping fruncio el ceno, pensativo.

– Me parece que recuerdo el apodo. Espere…?No se hablo hace anos en la prensa de un caso sensacional? Una banda de Chicago, llamada "Cachorros del Tigre", revento la caja de un banco, llevandose una cantidad enorme de oro… Algo asi fue.

Patricia no se inmuto.

– No lo recuerdo -dijo-. No me dice nada.

– No estoy seguro de los detalles -contesto el ex juez-, pero recuerdo el hecho.?Pensar que en Baycombe se halla la banda de Chicago! Eso es tener mucha imaginacion…

– Ya lo se -convino la joven-, pero tambien pasa lo mismo con lo que le he contado antes.

Lapping la toco en el brazo volvio a sonreir…, una sonrisa amable, casi irresistible a pesar de que Patricia se sentia obligada a recelar de todo y de todos. Una cosa detuvo su impulso a creer en Lapping y a buscar al enemigo en otra parte. Al mirar detenidamente, hubiera jurado que en sus ojos habia un destello de burla reprimida.

– ?No le parece que lo mejor sera dejarlo? -pregunto sir Michael-. Podriamos discutirlo horas y horas, sin llegar a ninguna parte. Todo lo que puede usted hacer es armarse de paciencia. Mas tarde o mas temprano, los hechos diran si su intuicion es correcta o no, y entonces podra decidir mejor. Entre tanto, usted solo puede actuar al dictado de su corazon. Es el unico consejo que un anciano puede ofrecerle.

Patricia se echo a reir.

– ?Que tonto es usted! De todos modos, le estoy muy agradecida.

– ?Que le parece si tomasemos el te al que usted misma se invito?

Patricia acepto agradecida, y sir Michael entro en su casa para dar las ordenes oportunas y para arreglarse un poco.

Patricia se alegro del respiro que la ausencia de Lapping le ofrecio, porque le resultaba pesado obedecer las instrucciones del Santo siguiendo en aquel papel, que era una mezcla de sabueso, conspirador y fugitivo que tiene la cabeza puesta a precio. Y Lapping, despues de brindarse a llevar la conversacion al terreno deseado, no habia servido a sus propositos. Era muy amable, muy carinoso, pero no salia de su reserva ni dejaba traslucir la culpabilidad que ella buscaba. Sin embargo, Patricia tenia la vaga sensacion de que Lapping se burlaba de ella, que sus torpes manejos para sonsacarle solo servian para que se riera de ella. No le habia revelado nada, y esto afirmo a la joven en la idea de que el ex juez tenia algo que ocultar.

Le resultaba desconcertante tener que enfrentarse con la realidad de que Lapping no se habia dejado enganar por su fingida candidez y que comprendia que ella no era ni mas ni menos que una enviada del Santo.?Acaso era posible que un hombre de leyes, por liberal que fuese, pudiera mostrarse tan tolerante? Patricia empezo a dudarlo, aunque al mismo tiempo se dijo que en realidad no tenia motivos para ello. Si Lapping ocupaba un puesto relevante en la banda de1 Tigre, no podia menos de ser un hombre muy inteligente y, como tal, sabria que tratar de apartarla del Santo con falsas insinuaciones no conduciria mas que a despertar recelo; mientras que, poniendose de parte del Santo, podria esperar induciria a considerarle como posible aliado. Pero?como era posible que un juez cuya vida se habia desenvuelto siempre publicamente entrase a formar parte de una banda de criminales? Patricia se devanaba los sesos para encontrar la solucion, y por primera vez se dio cuenta de lo complicado que era el lio en que se habia metido.

Lapping salio por fin de la casa llevando una mesa plegable, seguido de una criada con la bandeja del te. La joven sintio de pronto panico.?Y si Lapping pertenecia, en efecto, a la banda del Tigre, si era el mismo Tigre y, habiendo descubierto la finalidad de su visita, habia decidido quitarla de enmedio? El te podia estar envenenado, lo mismo que las pastas. Con gran dificultad pudo dominar el primer impulso de salir huyendo; despues penso en Simon Templar:?que haria el Santo en tales circunstancias? Seguramente no sentiria miedo; de modo que ella tampoco debia entregarse a tan inutil emocion. Razonando asi, vio la situacion de modo distinto. Fuese lo que fuese, Lapping no podia atreverse a hacer nada contra ella en aquel momento, porque habia de contar con la posibilidad de que el Santo estuviese vigilando. Patricia recobro la serenidad, saludo a Lapping con una amable sonrisa cuando llego junto a ella y en tono de excusa le dijo:

– ?Cuantas molestias le estoy dando!

– En absoluto, senorita Holm. Para mi es un placer. A pesar de ser soltero… soy hombre casero. Ofrecer un te a mis visitas es una de mis grandes aficiones.

Mostrabase cordial y sin reserva alguna. Ya no pudo observar la burla oculta que creyo advertir antes. O ya no veia el lado divertido del asunto, o le divertia tanto, que se veia obligado a ocultarlo mejor. Patricia volvio a sentirse subyugada por la encantadora amabilidad del ex juez, pero el recuerdo de aquella burla en su mirada continuaba obsesionandola. Un hombre que no tenia nada que ocultar habria mostrado francamente que le divertia que una joven le pidiese consejo en asuntos amorosos, si de verdad lo encontraba comico.?Que otra explicacion cabia, pues, sino que el juego de Lapping era muy sutil y profundo?

Tal vez el Santo se lo podria explicar. Era preciso consultarle pronto, contandole todo lo que habia pasado. Mientras llegaba ese momento, Patricia desecho su intranquilidad, continuo charlando con amable soltura e hizo todo lo posible por estar a la altura de su papel. Debio de hacerlo bien, porque Lapping se sorprendio cuando vio que ella se disponia a dar por terminada la entrevista.

– ?Tan pronto tiene que marcharse?

– Prometi a mi tia verla antes de las siete -contesto-. Quiere hablar conmigo sobre asuntos de negocios…, una inversion de fondos. Me aburren los asuntos financieros, pero es preciso escribir esta misma noche una carta para que salga manana a primera hora.

– Inutil decirle que me causa usted un grave disgusto -observo Lapping, estrechando cordialmente la mano de la joven-. Espero que volvere a verla. Le prometo que la escuchare con gran atencion. Comprendo muy bien sus dificultades y, con el debido respeto para la senorita Girton, creo que soy la persona mas indicada de Baycombe para aconsejarla.?No podria usted venir con el senor Templar? No hace falta que sepa que usted me ha dicbo nada.

– Procurare que le vea.

– Su visita me encantaria. No tengo nada que hacer; de modo que pueden venir cuando quieran sin temor a molestar. En cualquier momento me encontraran a sus ordenes.

Patricia le dio las gracias, y Lapping la acompano a la puerta de la verja. Ya iba a marcharse, cuando de pronto tuvo una idea.

– A proposito -dijo-:?como esta Harry-le-Duc?

La pregunta salio de su boca con tanta naturalidad, que cogio a Lapping por sorpresa. Ella le miro escrutadoramente, porque sabia cuanto importaba captar su reaccion a la imprevista pregunta. Pero el rostro de Lapping permanecio sereno; sus ojos no cambiaron en absoluto, a pesar de que ella se fijo especialmente en ellos, pues no ignoraba que hasta para el actor mas grande es dificil dominar la reaccion de la mirada. Se mostro sorprendido, reflexiono un momento y pregunto luego, reflejando solo asombro:

– ?Por que me lo pregunta usted?

– Simon…, el senor Templar, me dijo que sentencio ust hace anos a un criminal peligroso que se llamaba asi, y temia que pudiese atentar contra su vida.

Lapping asintio con un movimiento de cabeza.

– Si, ahora recuerdo. Ya me lo dijo Templar cuando le conoci. Harry-le-Duc, al oir la sentencia, juro que se las pagria. Pero he oido muchas veces la misma amenaza… Nunca me han quitado el sueno.

Patricia se marcho entonces todo lo aprisa que pudo. Tuvo que reconocer que estaba completamente a oscuras respecto de Lapping. A pesar de todo lo que creyera haber observado durante la conversacion, la respuesta a la inopinada pregunta fue franca y clara. El nombre de Harry-le-Duc no significaba para el mas que el de un criminal al que sentenciara un dia. Patricia lo habria jurado. Le habia cogido de improviso y, no obstante, no delato ni temor ni recelo alguno en la sorpresa que le causo la pregunta.

Patricia sintio mas que nunca la necesidad de recurrir al Santo para salir de dudas. Se consideraba derrotada. A no ser por la ligera burla que creyo ver en los ojos de Lapping, lo hubiera absuelto de toda sospecha.

Y cuando ya se hallaba cerca de su casa, comprendio de pronto que si Lapping era inocente, solo quedaba una persona de la cual pudiera sospecharse con cierto fundamento que fuese el Tigre: Agata Girton.

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