18. El Santo reaparece

Bittle empujo a la muchacha sin contemplaciones dentro del camarote y cerro la puerta.

– Ahora permitame que la contemple.

Estaba en mangas de camisa, y el hecho de haberse soltado la corbata y el cuello para estar comodo aumento el efecto rufianesco de su aspecto. John Bittle era uno de esos hombres solo soportables vestidos de etiqueta. Y ahora su abultado rostro no tenia trazas de cordialidad alguna.

Su mirada la desnudo de pies a cabeza, y la muchacha se puso roja.

Bittle guardo los revolveres en los bolsillos del pantalon y se apoyo contra la puerta, cruzando los brazos.

– Muy bien, muy bien -dijo-.?De manera que asi es la inmaculada senorita Holm! Perdoneme la sorpresa, pero, francamente, nadie podia imaginarse que una muchacha aristocratica se portase de este modo.

– Como tampoco nadie puede imaginarse a sir John Bittle en tal lugar y situacion -replico ella.

Bittle movio la cabeza.

– Hay un sir John Bittle, en efecto, pero no soy yo. Me apropie de su aristocracia para confundir a las almas sencillas de Baycombe. Mas, como ahora usted y yo nos hemos despedido de tan simpatico pueblo, no me importa volver a ser John Bittle a secas.

– Encantada de oir que vuelve usted a su ordinariez -dijo Patricia glacialmente.

No iba a permitir que aquel hombre pensase que le tenia miedo, a pesar de que, realmente, por primera vez en su vida, estaba acobardada. Bittle era dueno de la situacion y lo sabia; su unica esperanza era fingir que sabia mas que el.

– Confio en que usted se acostumbrara a ello -replico el canalla con suavidad-, porque, de otro modo, su vida de casada no seria feliz,?me comprende? Mantengo mi ofrecimiento, que me parece muy generoso, porque en realidad no tiene usted eleccion en el asunto. En menos de una hora estaremos navegando, y este barco esta bajo mi mando. Solo puedo decirle que le estoy muy reconocido por haber venido en el preciso momento en que crei tener que renunciar a usted.

– Mucho presumir es eso. -Patricia continuaba glacial.

La estereotipada sonrisa del rostro de Bittle no cambio.

– Como hombre de negocios, no tengo tiempo de andarme por las ramas. Usted se casara conmigo hoy mismo, y se acabo. Maggs, como capitan, tiene poderes para casarnos legalmente. Ademas, usted tendria que estar agradecida. Si no estuviese yo aqui…, bueno. Maggs es vengativo, y me parece que no le perdonaria la manera como lo ha tratado usted. Yo podre protegerla contra el y, a cambio, espero que sera usted para mi una buena esposa.

Patricia hizo un gesto de desprecio.

– Antes prefiero morir.

– No se morira usted -replico Bittle suavemente, y el tono de su voz implicaba tal seguridad, que Patricia sintio un escalofrio.

Sobre la litera habia una especie de guardapolvo, y la joven lo recogio. Se lo puso, procurando al mismo tiempo dar la impresion de una insultante indiferencia hacia Bittle. Este continuo con voz pastosa:

– Salia yo de mi camarote cuando usted obligo a Maggs a entrar en el otro. Adivine que luego vendria aqui, y me parecio que, si la dejaba hacerlo, mi situacion seria un tanto ridicula. Un hombre no debe dar jamas ocasion a la que elige por esposa para que le desprecie.

– Pues cuando haya hecho su eleccion -opino Patricia-, lo mejor que puede hacer es irse a vivir a los antipodas… Seria para ella una enorme ventaja no verle mas la cara.

El hombre la miro de reojo.

– Es usted una fierecilla, pero sabre domarla.

– ?Embustero! Usted hara lo que el Tigre le mande y nada mas. A proposito del Tigre: me gustaria conocerle.?Me lo presentara?

Bittle se echo a reir y se irguio.

– Yo soy el Tigre.

La joven le miro de arriba abajo con desprecio soberano.

– Lo creere… cuando los tigres tengan aspecto de ratas.

– Ya lo vera -contesto Bittle, y miro al reloj-. Tengo que dejarla ahora. El cargamento esta casi a bordo y nos vamos a hacer a la mar en seguida. Espero que no habra usted maltratado demasiado a Maggs.

– Poco, querra decir.?Lastima que le haya dejado vivo!

Bittle se encogio de hombros.

– El piloto puede navegar lo mismo, aunque carezca de patente. Maggs se repondra pronto. Au revoir, Patricia.

La joven se quedo sola. Percibio el ruido de la cerradura al girar la llave desde fuera y los pasos de Bittle al alejarse.

No sabia que hora era, porque se habia dejado el reloj en el torreon. Paso algun tiempo buscando un arma por el camarote, pero sin esperanza de hallarla. Luego dirigio su atencion a la porta, pero la abertura era demasiado pequena para que ella pudiera pasar. No podia hacer nada… Se hallaba en una trampa.

En vista del resultado negativo de sus investigaciones, se sento sobre la litera y examino la situacion con sangre fria.

No habia oido alboroto alguno, de manera que podia suponer que Horacio seguia aun libre. A aquella hora ya la estaria buscando y, si tenia suerte, acaso lograria comunicar con el. Se quedo rigida, para eliminar todo ruido dentro del camarote, y escucho atentamente, por si podia percibir pasos furtivos fuera, que solo podian ser del criado. No se atrevio a correr el riesgo de llamarlo, porque seria fatal para los dos que el enemigo supiese que ella no habia subido sola al barco.

Si Horacio la encontrase,?que haria? No podria liberarla; solo podria darle un revolver por la porta, en cuyo caso estaria en condiciones de acabar con Bittle a su regreso. Todo dependeria de Horacio y de Algy, y, aun en el mejor de los casos, las probabilidades de ganar eran pocas… Empezo a sonar con locas estratagemas para salir victoriosa, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para volver a la realidad, porque sabia que sonar en imposibles era preludio de la desesperacion. Y tras un severo e imparcial examen de la situacion, tuvo que admitir que las probabilidades de vencer al Tigre eran muy pocas…

Luego se sintio invadida de una gran sensacion de irrealidad…, una sensacion de que todo aquello era demasiado fantastico para ser verdad. Lo que era tambien un falso consuelo, como comprendio en seguida, y de nuevo se obligo a pensar con serenidad. Vio que tambien era ir a la derrota completa dejarse vencer por una especie de aletargamiento y esperar que el despertar pondria fin a la horrenda situacion. No…, aquello no era una pesadilla corriente. Ella se habia metido en la aventura con clara conciencia, y ahora llevaba las de perder. Pero era preciso mantener la esperanza, negandose a darse por vencida; era necesario seguir pensando como podria salir del atolladero.

El tiempo pasaba. Ella no hubiese podido decir cuanto hacia que estaba alli, esperando la llegada de Horacio o el regreso del Bittle, mientras seguia pensando. Horacio no aparecio.?Le habrian cogido tambien? Pero desde la captura de ella no habia oido nada que indujese a creerlo. Podia dar, pues, por seguro que aun estaba en libertad y que seguramente la buscaria. Era un consuelo. Puede que Algy se hubiese repuesto y acaso el y Horacio trabajasen de acuerdo…

Buscando la salvacion por este lado, paso el tiempo hasta que creyo que habian transcurrido horas desde que Bittle la dejo.

De pronto empezo a advertir cierta vibracion, mas sentida que oida. Al principio no supo explicarse el origen, pero luego comprendio que se trataba de las vibraciones del motor del buque.

El cargamento estaba, por lo tanto, a bordo y el Tigre se preparaba a salir. Patricia se levanto, miro por la porta y vio a dos hombres junto a la maquinilla. Alguien desde abajo dio una orden y aquella empezo a girar. Escucho el ruido de la cadena del ancora. Luego oyo que algunos hombres cruzaban la cubierta superior. Los pasos se dirigieron a la escalera que conducia al puente; luego los oyo en este, encima del camarote. Habia dos hombres, y uno de ellos era Bittle. Este hizo una pregunta a grandes gritos, y desde abajo le contestaron afirmativamente.

– ?En marcha! -ordeno Bittle despues, y Patricia oyo el sonido del telegrafo de la sala de maquinas.

Las vibraciones aumentaron y el barco se puso en movimiento. Los contornos de la costa desfilaban por el campo de vision de la joven. Al mismo tiempo percibio el ruido del agua… Otra llamada desde el puente, y el buque empezo a girar, poniendo proa hacia el mar…

Estaban en camino… El Tigre se habia llevado el botin, tal como habia proyectado.

La joven se dejo caer sobre la litera y se cubrio el rostro con las manos. En aquel instante gusto las amarguras de la derrota.

Bittle bajo al puente y se dirigio a la puerta del otro camarote, dando fuertes golpes y llamando al mismo tiempo al capitan. Al no obtener respuesta, cruzo la cubierta en direccion a su camarote. Patricia se dio cuenta de su llegada cuando metio la llave en la cerradura.

Cuando entro, ella habia tenido tiempo de serenarse, y Bittle se encontro con la misma mirada despreciativa de antes, lo que le hizo sentir cierta admiracion por la muchacha.

– ?Sigue tan serena? -pregunto.

– Lo mismo…, gracias.

– Tiene usted valor, pero temo que de nada le servira. Usted sabe que Templar esta muerto,?verdad?

– Si…, el senor Templar esta muerto. Pero el juego continua -repuso Patricia mirandole fijamente-. Hasta yo puedo morir. Quedan otros. Jamas podra usted decir que se halla seguro mientras exista la ley y personas honradas que luchan por defenderla. Por ahora gana usted, pero al fin perdera. El senor Templar, al fin y al cabo, no era sino un peon en este juego, lo mismo que yo. Pero quedan muchos que ocuparan nuestro sitio…, hombres que jamas descansaran hasta que usted vaya a la horca.?Pienselo bien, Bittle! Pasaran anos y usted recorrera miles de millas; acaso cambie su nombre y se establezca en el otro confin de la Tierra; se convertira en hombre importante y respetado con todo ese dinero, y creera que el pasado esta olvidado. Pero en lo mas hondo de su corazon siempre residira el miedo. Si eso es la victoria, Bittle, ha ganado…, pero yo no me cambiaria por usted.

Bittle no se mostro impresionado.

– ?Pero de veras cree que me asusto tan facilmente? Si quiere, puede venir conmigo a la cubierta para ver como desaparece Inglaterra. No la volvera usted a ver nunca mas… En Baycombe nadie sabe nuestro paradero… Solo un hombre peligroso quedo alli, y ahora ya esta muerto. Me refiero al criado de Templar.?Quien le ayudara?

– ?Cuando mato usted a Horacio? -pregunto Patricia-. Porque cuando le deje estaba vivo aun.

La joven se pregunto si al fin habrian cogido al criado, pero no pensaba revelar nada antes de saber con certeza lo ocurrido. La respuesta de Bittle la reconforto:

– A las dos asaltaran el torreon y Horacio morira… Asi quedo convenido.

– Entonces,?puede darme un cigarrillo?

Bittle le ofrecio la pitillera y observo como sacudia el cigarrillo sobre la una del pulgar. Su mano no temblaba.

– Y un fosforo,?quiere?

Bittle le ofrecio lumbre, y ella se recosto, echando una gran bocanada de humo contra el techo.

– ?Tambien ha hecho lo necesario para matar a Carn? -pregunto.

– ?A Carn?…?A ese tonto??Por que?

– Porque ese tonto, como usted le llama, es el inspector de policia Carn, de Scotland Yard. Esta tarde se marcho a Ilfracombe para buscar ayuda. Seguramente no llego a tiempo, pero eso no quiere decir otra cosa que, al amanecer, los torpederos ingleses se haran a la mar en busca de usted. Me apuesto a que es una pequena sorpresa para usted,?no?

Hablaba en tono placido, tranquilo, y, en la seguridad de que no se trataba de una fanfarronada, fue un golpe terrible para Bittle. Se inclino y le clavo los ojos, pero ella sostuvo la mirada sin pestanear.

– ?Quiere usted decir que Carn es inspector de policia? -dijo sin darse por vencido aun.

– Si, senor.?Y usted me quiere hacer creer que el Tigre…, ese viejo tonto…, ha tenido a Carn viviendo durante meses a su lado sin sospechar nunca de el?… La verdad, son todos ustedes muy estupidos.

El hombre se puso rojo de ira y ella creyo que iba a pegarle. Sus ojos llameaban. Luego se domino y se echo atras.

– Gracias… por haberme avisado. Les estare esperando… Pero usted no se reira. Mientras la tenga aqui como rehen, no se atreveran a tocarme. Usted nos salvara a todos, hermosa.

– Pero, hombre de Dios… -replico Patricia, desdenosa y despreciativa-. Yo no levantaria el menique para salvarle a usted aunque se asara en el infierno.

– Cambiara de parecer, porque la obligare -exclamo Bittle, furioso.

Luego abrio la puerta.

– ?Bloem!

Espero, rabiando, y luego grito de nuevo:

– ?Bloem!…?Bloem!…?Maldito holandes!…?Eh, tu!… -dirigiendose a un marinero que acudio a los gritos-: Ve a buscar al senor Bloem y dile que venga en seguida aqui.?Corre!

Volvio a cerrar la puerta de golpe y se encaro con Patricia.

– Va usted a sentir no haber aceptado mi ofrecimiento aquella noche -dijo con voz maligna.

– La humillacion que usted va a sufrir sera siempre uno de los mejores recuerdos de mi vida.

– No lo veran sus ojos.

Se apoyo contra la puerta con los brazos cruzados y mirandola con ojos malevolos, pero Patricia, tras una mirada de supremo desprecio, continuo fumando sin hacerle caso.

La espera fue larga, y Bittle se sentia cada vez mas furioso e impaciente.

Por fin oyeron pasos y una llamada en la puerta. Bittle abrio y dio un grito de rabia.

– ?Que diablos…?

– Lo siento, senor, pero no encuentro al senor Bloem.

– ?Que no lo encuentras??Maldita pereza! Lo que pasa es que no has buscado… El barco no es tan grande…?Que es eso de no poderlo encontrar?

– La pura verdad, senor-. He mirado por todas partes y dos companeros me han ayudado. Parece que no esta a bordo.

– El senor Bloem esta a bordo -grito Bittle-. Vete y vuelve a mirar… y no me vengas con excusas.

En aquel momento sobrevino una interrupcion sorprendente que hizo palidecer a Bittle y que la muchacha saltara en pie, profundamente conmovida, porque desde la popa de la cubierta inferior sono un grito alegre y que solo podia venir de un hombre…, aquel que dijeron que habia muerto aquella tarde:

– ?Ah del barco!…?Bittle!

Bittle se echo atras, sobrecogido de momento por la supersticion. Patricia se precipito a la puerta, pero el la envio de un empujon sobre la litera con la fuerza de un loco.

– Patricia -sono de nuevo la voz-.?Estas bien?

– Si, Simon…?Oh Santo!…?Eres tu?

– El mismo, vivito y coleando.

Bittle saco dos revolveres, gritando:

– Atacadle…, no os quedeis ahi pasmados… A buscar las armas… Cien libras al que mate a ese hombre.

La risa del Santo estallo con fuerza. Patricia se emociono porque no creia poder volver a oirla.

– Pero, querido angelito,?no podria usted subir un poco el precio?

Entonces Patricia le vio. Estaba sobre la barandilla, en la popa, y a su lado habia dos hombres. Al principio le parecio que el tercero era Algy, hasta que se dio cuenta de que era mas gordo y que iba vestido; tambien vio que Horacio se servia de el como escudo. Oyo carreras en cubierta y luego subieron arriba cuatro individuos armados. Seguramente tenian otra llave para el camarote que ella dejo cerrado.

El Santo avanzo con Horacio y el otro.

– Digales que tengan cuidado con la punteria, Bittle -aviso el Santo-. Este saco de arena detras del cual nos estamos resguardando es nada menos que el mismisimo Bloem.

– ?Alto!

Bittle se habia repuesto.

Asio a Patricia por el brazo y la saco a la cubierta, iluminada por la Luna, a fin de que el Santo la viera bien. Ademas, la coloco delante para protegerse con su cuerpo

– Cuidado con la punteria, Templar -grito-. Y cuidado con lo que dice…?Porque si ustedes no se entregan en el termino de tres minutos, voy a matar a esta mujer con mis propias manos!

Загрузка...