14. Patricia, al mando

– Me ha senalado… el Tigre -exclamo Agata, proxima un ataque de histerismo.

Su rostro era una mueca horrible de odio y de furor. Duras y asperas habian sido sus facciones, pero ahora, con aquella herida, con la cara llena de sangre y el cabello desgrenado, parecia una verdadera bruja.

– Me las pagara… Hare que se arrastre a mis pies… Todos los tormentos me pareceran poco para el…

– ?Pero tia Agata!…

Patricia sentia gran curiosidad por saber los detalles del incidente y, ademas, el momento le parecia propicio para cumplir las instrucciones del Santo. Pero su tia se revolvia contra ella como una fiera, y la muchacha se echo atras al ver aquellos ojos llameantes.

– ?Vete!

– ?Fue ese el hombre que cometio el chantaje contigo?

– ?Vete!

– ?Era el Tigre?

Agata Girton avanzo un paso y senalo la puerta.

– ?Dejame, nina! -dijo con voz terrible-. Vete junto a tu Santo antes de que me olvide… Si no te marchas de aqui ahora mismo, te echare a la fuerza.

Hablaba en serio. Patricia nunca habia visto ni queria ver nunca mas el rostro de una mujer tan horriblemente contorcido por el furor. No podia hacer nada.

– Muy bien -dijo con voz firme-, me ire. Espero que no tengas que arrepentirte.

– ?Vete, pues!

La muchacha echo la cabeza atras y se dirigio a la puerta. ?Volver con Simon??Por que no? No era peligroso ir hasta el torreon, segun creia, y llevar un arma le dio el valor que necesitaba. El Santo no la esperaba aun a aquella hora, pero no le importaria recibirla, en vista de las noticias de que era portadora. Habia sido una tarde muy azarosa, mucho mas de lo que podian haber previsto, y, puesto que no le quedaba nada mas que hacer por su cuenta, era preciso informar a Templar.

El tiempo habia transcurrido rapidamente. A las siete menos veinte salio, y cuando llego al torreon ya eran las siete y cuarto, casi de noche.

Al entrar en la casa de Templar vio que Horacio se volvio rapidamente y, al verla, hizo un gesto que la dejo perpleja.

– ?Donde esta el senor Templar? -pregunto.

Horacio la miro con furia.

– Estara de regreso a las siete y media -dijo con voz grunona.

Recogiendo una bandeja, se metio despues en la cocina, y la muchacha se quedo mirando sorprendida. Horacio, aunque rudo con los enemigos de Templar, tenia en el fondo un corazon excelente. Cuando la acompano la ultima vez a su casa, se porto con ella de un modo paternal, porque los amigos de Templar eran tambien amigos suyos. Pero entonces estuvo con ella francamente brusco.

La muchacha le siguio hasta la cocina.

– ?Puedo ayudarle en algo? -pregunto en tono alegre.

– Me parece que no, senorita. Ya estoy acostumbrado a hacerlo todo solo… Gracias.

– Entonces…?puede decirme adonde ha ido el senor emplar? Me gustaria ir a su encuentro.

Horacio clavo el abrelatas con inusitada violencia en una lata de salmon.

– No se nada -respondio-. Puede estar segura, senorita, de que estara en casa a la hora. Es un hombre muy puntual y entrara por la puerta cuando den las siete y media. De manera que no hay por que preocuparse.

Dijo la ultima parte en tono amable, pero se notaba claramente que algo le pasaba.

– ?Es que ha sucedido algo que le induzca a creerme preocupada? -pregunto Patricia, latiendole el corazon con fuerza-.?Iba a hacer algo especial esta tarde el senor Templar?

– ?No! -exclamo Horacio.

La exclamacion de Horacio sono poco convincente y ella volvio al salon y se dejo caer en una butaca. La caja de cigarrillos del Santo estaba a su alcance, y tomo uno y lo encendio, muy pensativa.

No cabia duda de que Horacio estaba preocupado. Eran ahora las siete y veintidos minutos, y Ja joven se pregunto si el Santo seria tan puntual como su criado afirmara y si, caso de no venir a esa hora, era preciso suponer que algo malo le habia sucedido.?Adonde podria haber ido? Nada podia hacer a aquella hora cerca del barco del Tigre.?Habria ido a efectuar algun reconocimiento preliminar de la isla??Se habria empenado en inspeccionar la "Casa Vieja"??O acaso se ha metido otra vez temerariamente en casa de Bittle o de Bloem?

Estuvo mirando atentamente el avance de la minutera de su reloj, preguntandose al mismo tiempo sin cesar si Simon seria puntual o no.

Horacio entro y puso la mesa. Luego saco un enorme reloj de plata del bolsillo.

– Dentro de un minuto o dos -dijo-. Es un hombre muy puntual… siempre…

Al mismo tiempo hizo un gesto como queriendo dar animos a la joven y salio. Ella le oyo pasearse fuera y adivino que habia ido alli por si podia ver al Santo subiendo la cuesta.

A las ocho menos veinte aun no habia senal de Templar.

Patricia empezo a pasearse intranquila por la estancia, sintiendose de pronto deprimida. El Santo se habia ido Dios sabia donde sin decir nada a nadie…, y pese a su reputacion de persona puntual… Ella no podia hacer otra cosa que esperar.

Horacio volvio a entrar. Se habia quitado el delantal y llevaba puestos la chaqueta y el gorro. Uno de sus bolsillos estaba muy abultado.

– Voy a ver si puedo encontrarle, senorita. Con su permiso, la acompanare antes a su casa.

Ella se levanto.

– ?Adonde va?

– A ver por ahi, senorita. Me indico algunos sitios donde tal vez podria encontrarle. Dare con el, no se preocupe.

– Ire con usted.

Horacio movio la cabeza

– No puedo permitirlo. Si le pasase algo a usted, el senor me mataria.

– ?Adonde vamos primero? -pregunto la muchacha sin hacerle caso.

– ?Que adonde voy yo primero? -corrigio el criado del Santo-. Pues es facil decirselo.

Extrajo del bolsillo la carta de Templar y se la entrego. Ella la leyo con creciente angustia. No se le habia ocurrido pensar que el Santo emplearia la tarde en investigar lo que podia haber en la segunda "Casa Vieja", la del mismo pueblo. Alli debio de ir. Tal vez le habian preparado una encerrona…

– Vamos -dijo con voz firme. Y echo a andar.

Tomo, resuelta, el camino que llevaba a la parte posterior de la aldea, en vez del que iba al pueblo mismo, que era el de su casa. Horacio corrio tras ella y la detuvo por un brazo.

– No es este el camino, senorita.

Ella le miro.

– Pues es el que yo voy a tomar.

– Lo siento, senorita -insistio Horacio-. No puedo permitirselo.

– ?Que no? -exclamo Patricia-. Pues veremos quien puede mas…

Y sin previo aviso se solto y avanzo corriendo. Percibio claramente los esfuerzos de Horacio para correr tras ella a pesar de su cojera, gritandole e implorandole al mismo tiempo para que se detuviese. Pero ella no le hizo caso.

Bajo la colina a gran velocidad, pero Horacio, aunque mas lentamente, no dejo de perseguiria con gran obstinacion. De pronto, la joven tropezo con una piedra y cayo. Antes de que pudiera levantarse, Horacio ya la tenia cogida.

– Lo siento de verdad, senorita, pero he de cumplir con mi deber y llevarla a su casa

Ella se levanto, tratando de recobrar el aliento, cerciorandose al mismo tiempo de no haber sufrido dano alguno.

Horacio noto que un objeto duro se apoyaba en sus costillas, y en seguida se dio cuenta de lo que era.

– ?Comprendera usted ahora que estoy decidida? -dijo Patricia jadeando aun-. Sentiria tener que hacerle dano, pero lo hare si me obliga con su terquedad. Quiero ir, e ire, sea como sea.

Le hubiera sido facil al criado de Templar forcejear con ella y quitarle el arma, pero el sollozo que advirtio en la voz de la muchacha le detuvo.

– Muy bien -dijo al cabo de un rato-. Si eso ha de tranquilizarla, vengase conmigo.

Entonces la joven se dio cuenta de que Horacio estaba temiendo lo peor.

Bajaron aprisa la colina. Ella recordo la cojera del criado y amoldo su paso al de el, aunque Horacio avanzo con bastante rapidez a pesar de su dificultad.

– ?Quiere usted guiarme, senorita? No conozco bien estos contornos -le dijo al llegar a la "Casa Vieja".

Patricia le llevo a la entrada de la casa, sin que tuviera necesidad de tomar las mismas precauciones que el Santo, porque la noche estaba oscura y la Luna no saldria hasta de despues de unas horas. Al llegar a la puerta, Horacio la detuvo.

– Dejeme entrar primero -dijo.

La aparto y bloqueo el camino, y ella, en vista de la superioridad fisica de el, se vio obligada a obedecerle.

Advirtio que buscaba algo en sus bolsillos y luego oyo que abria la puerta de una patada, al mismo tiempo que inundo el pasillo con un potente rayo de luz de la linterna que llevaba en la mano.

– ?Ve las huellas? -murmuro-. Aqui han estado no hace mucho algunas personas, y apuesto cualquier cosa a que se trata de la banda del Tigre.

El haz de luz ilumino la mesa que habia al final del pasillo. El Santo habia dado la vuelta a la caja y en esta posicion era mas facil deducir su finalidad. Horacio se mostro a la altura de las circunstancias, porque se detuvo y examino atentamente la puerta que acababa de trasponer. Encontro la parte astillada del marco, donde dio la bala, y volvio a salir para examinar el suelo.

– No -anuncio al fin-. Esa trampa no cogio al senor Templar, como me hubiese pasado ahora a mi.

De nuevo penetro en el pasillo, manteniendose en el centro, de tal modo que ella se vio obligada a ir tras el, protegiendose con su cuerpo. Patricia llevaba la mano sobre la pistola, y, aunque emocionada, permanecio serena y segura de si misma.

Horacio se detuvo frente a la puerta por la que penetro el Santo.

– Vamos a mirar primero aqui -dijo.

Ella miraba por encima de su hombro cuando Horacio hizo recorrer el haz de luz por la estancia vacia, y los dos tardaron en ver el agujero en el suelo a pocos pasos de la puerta.

Horacio percibio que la muchacha dio un grito ahogado. Ella hubiera querido apartarlo para entrar corriendo, pero el la agarro y no la solto, a pesar de que luchaba furiosamente.

– Espere… espere un momento -ordeno el criado con voz ronca.

La mantuvo a raya y probo la firmeza del suelo centimetro a centimetro hasta llegar al agujero. Solo cuando se convencio de que no ofrecia peligro llegar alla permitio a la joven acercarse tambien.

Los dos se arrodillaron y dirigieron la linterna hacia abajo. La luz se perdio en las profundas tinieblas, sin llegar al fondo. Por la disposicion de la parte superior del agujero se dieron cuenta de que se trataba de un antiguo pozo sobre el cual estaba asentada la casa. Patricia creyo ver un debil reflejo de luz de la linterna en la superficie del agua. Horacio fue a buscar una de las botellas vacias y la dejo caer en el pozo. Parecio que transcurria una eternidad hasta que percibieron el ruido de la caida de la botella en el agua.

– Calculo que hay unos treinta metros -dijo Horacio.

La muchacha se inclino sobre la boca del pozo.

– ?Simon!…?Simon!… -grito.

Solo le respondio el eco.

– ?Senor Templar…, soy Horacio! -grito tambien con voz estentorea el criado; pero tampoco oyo mas respuesta que el eco.

Patricia se cubrio el rostro con las manos, murmurando al mismo tiempo con gran desesperacion:

– ?Santo!…?Santo!…?Simon!…?Dios mio!

Despues miro a Horacio.

– ?Esta usted seguro de que se cayo en este pozo??No le sorprendio la otra trampa?

Horacio habia examinado los bordes del agujero y le enseno la prueba. Los bandidos habian cortado un trozo cuadrado del entarimado con una sierra finisima, dejando solo entera una parte minima, que el peso de un hombre podria romper facilmente. Era sencillo deducirlo por la parte astillada de la madera; de alli saco tambien el criado una hebra, que examino a la luz.

– Es de su traje -dijo con voz ronca-. Parece que la trampa no ha fallado… Pero no se apure usted, senorita… El senor Templar siempre ha sido hombre de suerte. Creo que ahora estara en algun sitio seguro, dejando que el Tigre crea haberlo cazado, y, cuando menos lo espere,?zas!, ahi estara el Santo para darle su merecido… Y una cosa es cierta. No puede haber ahora por aqui cachorros del Tigre… El ruido que hemos hecho los hubiese atraido como el panal a las moscas.

– ?No podriamos buscar una cuerda y bajar al pozo? -pregunto Patricia, tratando de serenar la voz.

– Vere a alguien del pueblo para que lo intente. Pero no creo que se pueda hacer nada… Hace muchas horas que debio de caer…

La joven se apoyo en la pared, cerrando los ojos, llorando en silencio, mientras Horacio trataba de consolarla.

La idea de que Templar estuviese muerto causo un terrible vacio en su corazon: no podia ni pensarlo. No le cabia en la cabeza que un hombre como el fuese destinado a un fin tan horrendo como el de morir ahogado como una rata en aquellas tinieblas. Acaso se habia mantenido a flote durante algun tiempo, mas si viviese habria contestado a sus gritos. Tal vez al caer se golpeara la cabeza… Pero pese a sentir un nudo en la garganta y vaciedad en el corazon, ya no temblaba. Iba serenandose; una extrana quietud la invadia…

Aquello era obra del Tigre; el era el hombre que habia causado la muerte de Simon Templar. Con amarga certidumbre se dio cuenta de que jamas podria descansar hasta encontrar al Tigre…

– Vengase conmigo, senorita -suplico Horacio-. No seamos pesimistas: no sabemos aun si cayo al pozo. Permitame que la lleve a casa para que descanse, mientras averiguo unas cosas. Tan pronto como sepa algo volvere.

– ?No!

Patricia lo dijo con voz clara y vibrante.

– Nada podemos hacer…

– Si, podemos y debemos hacer algo -dijo Patricia agarrando a Horacio fuertemente por el hombro-. Hemos de continuar la obra empezada por el Santo. Nos toca a nosotros completarla. A el no le gustaria que nos fuesemos a casa para llorarle, dejando, entre tanto, escapar al Tigre. No podemos permitir que su sacrificio sea inutil, Horacio…

– Si, senorita. Usted tiene razon; no podemos tolerar que el Tigre se salga con la suya. Mi senor no debe haber muerto en balde. Ahora soy criado de usted como lo he sido del Santo. -Se detuvo un momento-.?No seria mejor decirselo al doctor Carn, senorita? En realidad, es inspector de policia; el senor Templar me lo dijo, y tambien esta aqui para cazar al Tigre.

– Supongo que si…?Vamonos pronto!

Atravesaron el pueblo y subieron la cuesta con paso rapido, pese a que el renqueante Horacio tenia dificultades para seguir a Patricia.

La casita de Carn estaba a oscuras y, a pesar de que la muchacha llamo furiosamente, nadie le contesto, aunque se oia muy bien el timbre de la puerta.

– No esta en casa -dijo, desanimada.

Horacio vio que la muchacha estaba blanca y que apretaba los labios.

– Ahora recuerdo -dijo-. Esta tarde vino al torreon a avisarme a mi y al senor Templar de que el Tigre iba a atacarnos esta noche. Y le vi en un carro yendo a Ilfracombe. Algo trama.?Para que habra ido a Ilfracombe?

– Si ha descubierto algo, probablemente habra ido alli para buscar ayuda. Tal vez sepa que el barco va a entrar esta noche. En tal caso, volvera pronto.

– Es probable -convino Horacio-. Pero no podemos fiarnos de eso.

Patricia se mordio los labios.

– Es verdad. Hemos de arreglarnos sin contar con el. Si llega, tanto mejor. Por mas que… creo que prefiero encontrar al Tigre antes de que lo descubra Carn. Hemos de esperar hasta que venga por el oro. Lo mejor sera volver al torreon y cenar. Necesitaremos todas nuestras fuerzas y tambien ayuda. Los dos solos no podemos luchar contra la banda. Voy a ver al senor Lomas-Coper. Es el unico hombre en Baycombe en quien tengo confianza -concluyo Patricia.

– ?Ese? -exclamo Horacio con disgusto-.?Ese majadero?

– Yo se que no es tan tonto como aparenta. Sera para nosotros una valiosa ayuda.

Cuando se acercaban a la casa de Bloem, surgio de pronto de la oscuridad del seto una figura. Horacio dirigio sobre ella el haz de su linterna y descubrio la cara sonriente y bobalicona del propio Algy.

– ?Es usted, Patricia? -dijo-. Ya me parecio reconocerla por la voz.

Le sorprendio a Algy la firmeza con que la joven le estrecho la mano.

– A usted le buscaba -dijo Patricia con voz firme-. Vengase con nosotros al torreon. Vamos a cenar y luego hablaremos.

– ?Que? -balbuceo Algy.

– No me haga perder el tiempo. Ya se lo contare todo.

El tono de su voz fue tan autoritario, que Algy obedecio ajustando su paso al de ella.

En el torreon, Patricia se sento en seguida a la mesa. Algy se excuso.

Mientras cenaba, Patricia explico con frases breves y glaciales el asunto, de tal modo que el senor Lomas-Coper se a olvido de su locuacidad y escucho con gran atencion. Le conto la historia del principio al final, y Algy puso cada vez cara mas larga. Y cuando termino, ella le miro con ansiedad, queriendo saber si diria alguna tonteria, como, por ejemplo, que todo era debido al calor del dia y que a la manana siguiente se encontraria mejor, o si se acobardaria si realmente creia lo que acababa de oir.

Pero se vio satisfecha de ver confirmada su primera opinion. Al mirarle, vio que Algy cerro de pronto la boca con cierta energia, dando otro aire a su rostro. Sus ojos la miraban con firmeza y habia en ellos una luz muy distinta.

– Parece un folletin,?verdad? -dijo con calma pero sin ironia ni burla.

Patricia explico entonces el plan que se habia formado.

– ?Caramba, Patricia, que valor tiene usted! Pero…?no es cosa de Carn?

– Era idea del Santo, y el plan es tan atrevido, que tiene visos de salir bien. En cuanto a Carn, no podemos contar con el. Acaso no sepa tanto como suponemos: tambien puede que no haya ido a Ilfracombe por las razones que creemos. Pero hemos de estar preparados para realizar el plan sin el. Ademas, como usted comprendera, tengo motivos personales para encontrar al Tigre y hablar con el a solas…

Algy vio de pronto una amenaza de muerte en los ojos de la joven, pero el destello paso en seguida y Patricia volvio a manifestarse como un jefe frio y calculador que esboza los detalles de un ataque a fondo.

– Se que usted nada bastante bien.?Podra recorrer la distancia?

Algy asintio.

– Creo que si.

– ?Nos acompanara?

Algy tendio rapidamente la mano en senal de asentimiento.

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