6. La magnanimidad del Tigre

– Aqui estamos de nuevo -murmuro el Santo-.?Verdad que parecemos inseparables esta noche??Como esta el occipucio? Espero que nada grave.

Bittle inclino la cabeza.

– Sus modales son un poco rudimentarios -dijo cortesmente-, aunque de mucho efecto. Tengo, sin embargo, mis ideas sobre la violencia fisica, que espero mostrarle a su debido tiempo.

– ?Esplendido! -dijo Templar.

Se volvio para ver al hombre que le apuntaba con la pistola y se inclino ante el con una sonrisa.

– ?Caramba, si es el simpatico Bloem! -exclamo-. Ya me figuraba yo que tomaria parte en la diversion; usted no podia faltar. Y, digame, en caso de que hubiese necesidad,?donde le gusta mas recibir los golpes: en la mandibula o en el estomago? Ya se que es un poco dificil decidir no conociendo los efectos: el golpe en el plexo solar es mas doloroso, pero el de la cara puede traer consigo alguna cicatriz. En fin, como usted quiera, porque me gusta complacer a mis clientes en estos pequenos detalles.

– Basta ya, senor Templar -le interrumpio Bittle asperamente-. Me parece que esta noche ya ha hablado usted bastante.

– ?Si aun no he empezado! -protesto el Santo en tono de queja-. Precisamente iba a contarles uno de mis cuentos preferidos. El amigo Bloem ya lo oyo, mas para usted es inedito. Aquel italiano llamado Fernando que engano a uno del banco. Hicieron las paces con un cris, lo que fue el fin de Fernando.?No hay aplausos?

El Santo les miraba con expresion candida, como si, en efecto, esperase los aplausos. Nadie se movio. Bloem seguia apuntandole con la pistola, y su curtido rostro no revelaba nada. Bittle, en cambio, estaba muy palido. El mayordomo y otros dos criados de aspecto patibulario que habian entrado en la habitacion estaban inmoviles como estatuas.

– Ya te dije que sabe demasiado -observo Bloem dirigiendose a Bittle-. Es preferible no correr riesgos.

– Pues resulta desagradable -manifesto Templar-. Es un cuento que siempre ha sido muy celebrado. El pobre Fernando gasto sus ultimas energias maldiciendo a los tigres y otras cosas, y por eso no vivio lo bastante para decirme exactamente donde estaba el botin. "Baycombe, Devonshire, Inglaterra", dijo, con el cris clavado basta la empunadura, anadiendo: "La casa vieja." Luego murio. Como en los cuentos, perplejo, en aquel dedalo de casas y casuchas. No es de extranar que odiase a los tigres.

Bloem alzo un poco la pistola y los nudillos se le pusieron blancos.

– Esto se arregla facilmente -murmuro, y el Santo se vio frente a la muerte.

– ?No! -dijo Bittle precipitandose sobre Bloem y desviando el canon.

El millonario estaba palido y se secaba con un panuelo el sudor de la frente.

– No seas estupido -dijo despues-. La muchacha estuvo aqui. El la ayudo a escapar. Si le pasa algo, ella hablara.?Es que quieres que acabemos todos en la horca?

– Razona usted estupendamente bien, amigo Bittle -dijo el Santo.

Se sento sobre la mesa, balanceando las piernas, mas frio que un tempano.

– Hay que buscar el medio de que perezca en un accidente -dijo Bittle-. Esa maldita chica hara que la policia nos persiga si no lo arreglamos sin que sospechen de nosotros.

Bloem se encogio de hombros.

– A la chica se la puede hacer callar -observo friamente.

– Te guardaras muy bien de tocarla -mando Bittle-.?Donde esta el jefe?

El Santo vio en el rostro de Bloem una mueca de advertencia.

– Volvera mas tarde.

– Buenas noticias -dijo Templar-.?Acaso voy a conocer por fin al celebre Tigre en persona? No pueden ustedes hacerse idea de las ganas que tengo de conocerle.

– No tema, senor Templar -le contesto Bittle-: el Tigre se dara a conocer cuando este seguro de que usted ya no podra hacer nada contra el. Creo -anadio- que esta noche lo conocera.

El Santo comprendio que el panico que Bittle mostro poco antes era solo debido al miedo que sentia a verse metido en una investigacion policiaca, pero no por asistir a un asesinato a sangre fria. El millonario estaba ahora muy tranquilo y en sus frios ojos no habia piedad. El tono con que pronuncio la segunda parte de su respuesta hubiese aterrado a muchos valientes. Pero los nervios del Santo eran de acero bien templado, y su optimismo, indestructible. Sostuvo sonriendo la mirada de Bittle.

– No se fie mucho -aconsejo-. Desde hace ocho anos llevo una vida muy peligrosa y aun no ha conseguido nadie matarme. Incluso el Tigre puede fracasar.

– Confio en que el Tigre sea tan listo como usted -dijo Bittle.

– Pues confie, amigo -contesto el Santo alegremente.

Antes de entrar en la biblioteca le hablan registrado de pies a cabeza, quitandole el punal, pero le habian dejado la pitillera. Era un estuche ancho, para dos hileras de cigarrillos. Los de un lado tenian ciertas caracteristicas que el Santo no se creyo obligado a explicar. Le molestaba hacer juegos malabares solo por divertir a la concurrencia. Escogio un cigarrillo del lado opuesto del estuche (que no era una pitillera corriente, porque uno de los bordes, invisible estando cerrada, tenia el filo de una navaja de afeitar) y empezo a fumar con increible aplomo.

Bittle y Bloem, ambos armados, discutian en voz baja en otro extremo de la habitacion. El mayordomo pugilista se habia apostado junto a la puerta y no era previsible que le cogieran desprevenido por segunda vez. El Santo hubiera podido vencerle en buena lid, pero en aquellas circunstancias era impensable, porque los demas hubieran intervenido. Los otros dos criados se hallaban guardando la puerta para impedir que el Santo volviese a despedirse a la francesa. Ambos eran hombres forzudos, por lo que Templar, calculando las probabilidades de exito con una ojeada, se dijo que, de momento, no era posible salir. Habla pocos hombres que el Santo no hubiese acometido uno a uno, y menos aun eran los que no hubiera podido doblegar, porque era fuerte y estaba avezado. Pero tuvo que admitir que arremeter contra tres pugiles a la vez y enfrentarse al mismo tiempo con dos hombres armados era algo que no podia hacer sin exponerse a un fracaso. Por lo tanto, se quedo tranquilamente sentado sobre la mesa, fumando. No solia emocionarse antes de empezar la funcion.

Miro el reloj y vio que aun faltaba media hora para que desde fuera pudiese venirle ayuda. Se alegro de su prevision al decir a Patricia Holm que fuese a ver a Carn en caso de que le sucediese algo, pero confiaba que seria solo como ultimo recurso y que no habria necesidad de recurrir a el. Templar no deseaba de ningun modo tener que agradecer algo al inspector de Scotland Yard y, sobre todo, no queria que tuviese mas ventajas que el en la aventura que habia llevado a ambos a Baycombe. De todos modos, era confortador saber que Carn podria sacarle del apuro, sin mencionar al admirable Horacio, que no tardaria en investigar el paradero de su amo, si es que no se habia puesto ya en camino con su formidable artilleria.

Las reflexiones del Santo fueron interrumpidas al sonar un timbre. El sonido fue muy debil, pero Templar tenia el oido muy fino; percibio lo que a la mayoria hubiera pasado inadvertido: el ritmo sincopado de un timbre. A poco llamaron a la puerta y entro un hombre, que hablo en voz baja con Bittle. Este salio inmediatamente. Bloem se dirigio a Templar y este le saludo con amable sonrisa.

– ?Por fin viene su majestad el Tigre?

Bloem asintio con un movimiento de cabeza y contemplo con mirada curiosa al Santo.

– Nos ha dado usted mas trabajo de lo que puede figurarse -dijo-. Ha tenido una suerte loca, pero aun la suerte mas extraordinaria termina alguna vez.

– Exactamente lo que me dijeron en Monte -convino el Santo-. Dicen que la banca, a la larga, siempre gana.

Fijandose bien, Templar pudo ver un ligero temblor en los parpados de Bloem.

– Debio de decirselo Fernando -dijo Bloem en voz baja y para si; pero el Santo lo oyo.

– A pesar de ello -observo tranquilamente-, lo se todo menos la respuesta a dos importantes preguntas:?quien es el Tigre? y?donde esta oculto el botin? Tengo el presentimiento de que no tardare en descifrar ambos secretos.

– Su optimismo es grande -dijo Bloem.

El dominio que este tenia sobre si mismo era casi perfecto, pero Templar, buen observador, durante la breve conversacion habia comprendido muy bien el caracter y las posibilidades de su contrario. Bloem no tenia el temple de acero que fingia, porque, de lo contrario, no se hubiese sobresaltado por una afirmacion tan vaga como la que le espeto el Santo.

Este tenia, por lo tanto, ventaja sobre aquel, pero se guardo muy bien de decirlo. No vario en nada la suave sonrisa con que hablaba a su enemigo.

– Confio mucho en el azar -dijo con tono superficial-; lo que me recuerda:?como estan las acciones de la mina T. T. Deeps?

Bloem nada contesto, y el otro continuo su charla:

– La verdad, me dio que pensar esa mina de oro abandonada.?Por que un hombre cuerdo (como usted ve, senor Bloem, le concedo que este en sus cabales), por que un hombre cuerdo, me dije, habia de empenarse en reunir la mayoria de las acciones de una mina de oro que hace mas de dos anos no ha dado ni un gramo de oro? Y se lo pregunte a mis agentes, los cuales mandaron un cable al Transvaal. La respuesta fue sencilla, aunque desconcertante: "No lo sabemos." Resulta, pues, que no se ha trabajado desde hace dos anos en la mina, que solo los novatos recorren de vez en cuando el distrito, porque los mineros viejos saben que no hay en cien millas a la redonda oro suficiente para sacar un jornal decente. Y, sin embargo, el gran Bloem trata de recoger todas las acciones y recuerda a la Bolsa un asunto que ya todo el mundo tenia olvidado. Resultado: todos los pequenos accionistas de esta desdichada mina, que ya daban por perdido el dinero, sacan de los rincones documentos y se devanan los sesos sobre si es conveniente vender, ahora que se ofrece la ocasion, o si sera mejor esperar para ganar una fortuna. Todo lo cual, para una mente tan inquisitiva como la mia, resulta sospechoso en alto grado y me induce a pensar.

– Me alegro, senor Templar, de que su preocupacion por estas acciones no le haya envejecido prematuramente -observo Bloem con ironia.

– ?Oh, de ninguna manera! El caso es que en el momento en que crei volverme loco y mis parientes ya andaban buscando un apacible manicomio para encerrarme, tuve de pronto una gran inspiracion. Suponga usted, Bloem, que una banda logra escapar con el botin mas grande que se conoce en la historia de los robos de bancos. Suponga usted que hayan podido huir con algo mas de un millon de dolares en oro. Suponga que hayan llevado el botin a traves del Atlantico, ocultandolo en una pequena aldea inglesa, tan alejada del mundanal ruido que nadie le recordaria si no fuese por las guias del ferrocarril. Y luego suponga…, recuerde que solo se trata de una teoria…, que la pandilla esta muy contenta de que nadie hasta ahora les haya seguido los pasos y este planeando como convertir el botin en dinero. Desde luego, lo primero es fundir el oro. Pero?que se hace con los lingotes? Tampoco se pueden vender sin levantar sospechas, porque los lingotes de oro no abundan.?Que hacer, pues?

– Si,?que se puede hacer? -pregunto Bloem con voz cansada.

– ?Caramba! -exclamo el Santo, contento, como si se tratara de una adivinanza que Bloem no supiese resolver-.?No se puede buscar una mina de oro abandonada, obtener la mayoria de sus acciones, hacer que en ella se pierdan los lingotes y luego volverlos a encontrar, con gran satisfaccion y alegria de los pobres accionistas?

– Si -contesto Bloem sin revelar interes alguno.

– No colara, amigo -dijo-. Le aseguro que no. Y bien lo sabe usted.

Bloem se aparto de el como si le cansara toda aquella charla y le diese sueno, pero no por eso dejo de oir la risita del Santo. Bloem hacia esfuerzos para estar a la altura de las circunstancias, pero no lo lograba del todo. Pocas dudas habia tenido Templar acerca de la exactitud de su hipotesis, y las pocas habianse disipado por completo. Tenia casi todos los hilos de la trama.

Pero?quien era el Tigre? Era el problema mas importante, y urgia resolverlo, excepto tal vez el del lugar en donde estaba oculto el oro.?Quien en aquella aldea podia tener el cerebro que concibio y realizo la hazana? Habia que descartar a Bloem, a Bittle y a Carn. Asi, quedaban solo el muy honorable sir Michael Lapping, el simpatico pero simple senor Lomas-Coper, la hombruna senorita Girton y los dos funcionarios retirados Shaw y Smith. Cinco personajes, pero ninguno con caracteristicas sobresalientes para atribuirle el cerebro que pudiese dar semejante golpe. El Santo fruncio el entrecejo. Sopesando el problema a la luz del calculo de probabilidades, habia que descartarlos a todos, lo que, desde luego, era absurdo. Y desde el punto de vista de las novelas de misterio, se habia de decir que Lapping se hallaba demasiado por encima de toda sospecha, que Algy era demasiado necio para no ser sino precisamente el cerebro, que Agata Girton seguramente resultaria un hombre disfrazado de mujer, mientras que Shaw y Smith se mantenian demasiado alejados, indicando asi que huian de las candilejas por motivos sospechosos. Lo cual tambien era demasiado absurdo. Y la antiguedad tampoco servia para desenredar el lio, porque Bloem, Algy, Agata Girton y Bittle habian vivido todos en Baycombe con fecha anterior al dia en que el Tigre forzo la camara acorazada del Banco Confederado de Chicago…, al menos por lo que el Santo habia podido saber. Templar calculaba que el Tigre habia necesitado, cuando menos, cinco anos para llevar a cabo el golpe, deduccion que confirmaba su respeto por la gran inteligencia del Tigre, mas sin acercarle un paso hacia la resolucion del misterio de su identidad.

Al llegar el Santo a este punto de sus reflexiones, regreso Bittle y se llevo a Bloem a un rincon de la biblioteca. Templar solo oia de vez en cuando alguna palabra suelta, que le daba a entender que el Tigre estaba furioso con Bittle por haber tardado tanto en capturarlo y por haber hecho tanto ruido; que Bittle habia dicho al Tigre que ya quisiera haberlo visto a el en el caso y hacerlo mejor, y que el Tigre tenia una gran idea. Luego hubo murmullos cuyo significado no pudo captar, y despues una frase clara y precisa:

– Dice el Tigre que debemos dejarle ir.

Al oir esto, Bloem renego y Bittle siguio hablandole con insistencia. El Santo trato de ver claro en el asunto, sin lograrlo.?Dejarle en libertad teniendo todas las ventajas? Le parecio que no podia haber oido bien, pero, en aquel instante, Bittle se aparto de Bloem y se dirigio al Santo para confirmarle lo que su agudo oido habia percibido:

– Se hace tarde, senor Templar -dijo el millonario-, y todos somos de la opinion de que la fiesta ya ha durado bastante. Por favor, no se entretenga mas por nosotros.

– ?Lo cual quiere decir…? -pregunto el Santo con toda la indiferencia que le fue posible mostrar en aquel critico momento.

– Que es usted libre de irse cuando quiera.

Bittle clavo los ojos en el Santo, y la maldad que brillo en ellos desmintio la cordialidad de su voz. No cabia duda de que estaba furioso por tener que llevar a cabo la orden que habia recibido. Con voz ronca dio algunas instrucciones, y los tres criados salieron, cerrando la puerta. Bloem estaba arreglandose la corbata nerviosamente con la mano izquierda, teniendo la derecha en el abultado bolsillo.

– Son ustedes muy amables -observo Templar arrastrando las palabras-.?Verdad que no les disgustara que me lleve a "Ana"?

Con paso seguro se dirigio al secreter, abrio un cajon y se apodero del punal que le habian quitado, poniendolo otra vez en la funda atada al antebrazo. Luego se enfrento de nuevo con los dos.

– La verdad, su amabilidad me confunde. Y es que nunca les hubiese atribuido sentimientos de caridad.?Acaso la senorita Holm es un obstaculo tan invencible para… superhombres como ustedes?

– Creo -dijo Bittle suavemente- que haria usted bien en no preguntar demasiado. Bastele saber, senor Templar, que su buena suerte sigue durando…, acaso por ultima vez. Mas vale que se despida antes de que cambiemos de parecer.

El Santo sonrio.

– Ustedes no tienen parecer. El Tigre manda y ustedes obedecen… Me gustaria saber si es por Horacio.?Le tendran ustedes miedo? Horacio es un diablo cuando esta furioso, y si me hubieran quitado de en medio y el se enterase… Acaso hayan hecho bien.

– Tal vez -gruno Bloem, como si no lo creyese, y el Santo asintio.

– Siempre queda la posibilidad de que yo vaya a ver a la policia y hable,?verdad?

Bittle estaba encendiendo un cigarro y lo miro con la boca torcida.

– Usted no es hombre que se acobarde y vaya a pedir socorro a Scotland Yard, senor Templar -contesto-. Ademas, el premio es grande. Creo que podemos fiarnos de usted.

El Santo se quedo mirandole con involuntaria admiracion.

– Casi estoy por decir que saben comportarse como buenos deportistas -dijo.

– Yo solo puedo confiar -repuso Bittle friamente- en que halle usted el deporte a su gusto y satisfaccion.

Templar movio la cabeza.

– Estoy seguro de ello…, ustedes no me decepcionaran… Y ahora,?a la cama! Muchos recuerdos al Tigre, y diganle que he sentido no conocerlo. -El Santo se detuvo, como si tuviera una inspiracion-. A proposito de Fernando…, sabran que le espera la horca al asesino,?verdad? Pues tengan cuidado de que, si las cosas van mal, la culpa sea unicamente del Tigre; de lo contrario, acaso les ahorcasen a ustedes con el.

– Tendremos cuidado -aseguro Bittle.

– ?Esplendido! -exclamo el Santo-. Bueno, adios, amigos. Que descansen y tengan suenos agradables.

Se dirigio a la puerta y la abrio.

– Si les es igual… Tengo arraigada aversion a los pasillos oscuros. Nunca se sabe lo que puede pasar,?verdad?

– Senor Templar. -El millonario le detuvo-. Antes de que se vaya…

El Santo se volvio hacia ellos desde la puerta. Aun permanecia la sonrisa en sus labios y, aunque los arbustos le habian destrozado bastante el traje, conservaba tal aire de distincion en todo su aspecto, que le hubiese sido facil entrar por la puerta grande del "Hotel Ritz" sin verse detenido y enviado a la de servicio. Solo el sabia que esfuerzo le costaba adoptar aquel aire de indiferencia. La atmosfera estaba muy cargada y la situacion amenazaba con empeorar; pero Simon Templar no mostraba inquietud alguna.

– ?Que hay, amigo?

– Puede ahorrarse una noche en vela y el peligro de coger un resfriado -observo Bittle-, si tiene en cuenta que el Tigre ya ha salido de esta casa y que es inutil que busque.

– Muchas gracias. No le buscare. Y ustedes pueden ahorrarse un gran paseo y bastantes inconvenientes si tienen en cuenta que Horacio y yo dormimos por turnos; de manera que al que se le ocurra darse una vuelta por casa, tendra pocas probabilidades de cogernos desprevenidos.?Hasta la vista!

Desaparecio en la oscuridad como un fantasma, antes de que los dos hombres que se hallaban en la biblioteca pudiesen percatarse. Se marcho directamente hacia el muro, puso de nuevo la americana encima y salto con la agilidad de un gato.

Una vez al otro lado, se puso la americana y se alejo despues de escuchar brevemente, escudrinando al mismo tiempo la oscuridad. Guiado por su instinto, se dio cuenta en seguida de la situacion del terreno y se dirigio dando un gran rodeo hacia la casa solariega. Avanzaba a cortas carreras, deteniendose, acurrucado, cada veinte metros, aguzando la vista y los oidos por si alguien le acechaba. Nada sucedio. La noche era quieta y apacible. Vio luz en una habitacion del piso alto de la casa de Bittle y percibio el lejano rumor de la resaca, pero ningun sonido humano.

"Es muy extrano -se dijo Templar rascandose la cabeza. Se habia resguardado por vigesima vez tras un arbusto despues de una corta carrera-. Tal vez saltar el muro les haya despistado."

Porque el Santo estaba seguro de que le habian preparado una emboscada cerca de la casa de Bittle para cogerle desprevenido; sin embargo, nadie habia tratado de impedir su salida ni en todo el camino advirtio la menor senal. Llego al sendero que habia entre la casa solariega y la de Carn sin ser molestado, y alli se detuvo.

– ?No lo entiendo! -dijo casi indignado-.?Por que demonios me habran dejado ir asi?

No vio luz en la casa de Patricia Holm y, sobresaltado, consulto su reloj. Ya habian pasado algunos minutos de la hora fijada, por lo que rapidamente se dirigio a la casa de Carn y llamo insistentemente.

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