Lori se sirvió un poco de pollo a la naranja.
– Está muy bueno -comentó-. ¿Dónde está ese sitio de comida para llevar?
– A un par de manzanas de aquí. Te lo enseñaré. Por fuera no parece gran cosa, pero la comida es muy buena.
Reid y ella estaban sentados en el suelo de la sala de casa de Gloria con las espaldas apoyadas en el sofá. La mesita estaba llena de recipientes de aluminio. Reid había llevado la comida y una botella de vino blanco. Lori estaba segura de que acabarían en el dormitorio, pero le gustaba esa situación. Era más normal, por decirlo de alguna manera.
– Anoche todo fue bastante raro con mi madre -Lori volvió al tema de conversación que estaban teniendo-. Sé que está intentando reconciliarse y empiezo a creer que se siente fatal por lo que pasó durante los años que bebía. Sé que lo correcto es perdonarla.
– La perdonarás cuando estés preparada.
– Es posible.
A veces quería perdonarlo todo y estar cerca de su madre, pero otras se sentía tan furiosa que quería castigarla para siempre.
Todavía se acordaba de cuando tenía diez años y se le rompió su vaso favorito. Era un vaso alto, perfecto para mezclar bebidas sin mucho hielo que aguara el alcohol. Lori estaba lavando los platos y se le resbaló el vaso. Su madre estaba borracha y cuando Lori confesó, empezó a gritar.
– ¡No sirves para nada! Lamento haberte traído al mundo. Naciste por accidente. Ya tengo una hija perfecta, ¿para qué iba a querer una niña espantosa como tú?
El dolor todavía se clavaba en ella, como los trozos de cristal roto.
– Sé que cuando muera Madeline, será la única familia que me quede. Eso debería significar algo. No dejo de pensar que si lo intento con ganas, podría olvidarlo todo.
– Nadie dice que tengas que hacerlo -replicó él.
– Lo sé, pero me siento culpable por no aceptar sus cambios y pasar página. Es extraño. Estuvimos hablando del pasado. Me di cuenta de que todas recordábamos el mismo incidente, pero de forma distinta. Supongo que eso es la perspectiva. Yo veía lo que me importó a mí y Evie lo que le importó a ella.
– Quizá todas tuvierais parte de razón -dijo Reid-. Puedes recordar las partes que prefieres recordar y olvidarte de las otras.
– ¡Ojalá pudiera!
– Quiero divulgar la enfermedad de Madeline -Reid dejó el tenedor-. Quiero que se conozca su historia para que le gente piense en hacer donaciones. Dijiste que su grupo sanguíneo es muy raro. He investigado un poco y hay pocas posibilidades de encontrar un donante. Creo que podemos hacer algo.
– ¿A qué te refieres con divulgarlo? -pregunto Lori con extrañeza.
– Hablar con la prensa. Dar entrevistas. Comentar lo importantes que son las donaciones. En Estados Unidos tienes que entrar en un programa de donaciones mediante contrato. Se da por supuesto que no quieres donar a menos que digas lo contrario. En Europa pasa lo contrario. Se supone que la gente quiere donar. Si no quieres, tienes que especificarlo. A mí me parece que eso es más lógico. He hablado con algunos centros de donaciones. Están dispuestos a ayudarme a coordinar todo el asunto. A ayudarnos… -Reid hizo una pausa y la miró-. ¿He ido demasiado lejos? ¿Estás enfadada?
Ella se inclinó y lo besó. Los ojos le abrasaban y se imaginó que era por las lágrimas.
– ¿Harías eso por mi hermana? ¿Has investigado y ahora estás dispuesto a salir para dar la cara?
Lori quiso decir que no podía hacerlo, que la prensa lo machacaría, pero la vida de Madeline era demasiado importante. Aun así, quiso cerciorarse de que él sabía dónde estaba metiéndose.
– No puedes olvidarte del articulo. Sabes que cualquier entrevistador lo sacará a relucir.
– Las personas que me importan saben cómo soy de verdad -Reid se encogió de hombros.
– Te refieres a mí y a otras cuatrocientas mujeres -bromeó Lori.
– Me refiero a ti -Reid no sonrió-. Me gustaría hablarlo con mi familia. Esto podría salpicarlos -él le acarició la cara-. Será molesto las primeras dos veces; luego, hablaremos de Madeline y de que la donación de órganos puede salvar vidas. Divulgaremos ese mensaje. ¿Qué me importa si alguien escribe un chiste a mi costa?
Reid estaba siendo juicioso de la mejor forma posible.
– No puedo creerme que ya hayas indagado.
– Soy un tipo impresionante…
– Lo eres -ella volvió a besarlo-. Más que impresionante, eres sensacional. Si alguna vez necesitas una carta de recomendación, no dudes en decírmelo.
Él la abrazó y la sentó en su regazo.
– Te tomo la palabra.
Reid aparcó su coche deportivo y entró en el Downtown Sports Bar. Un par de tipos lo llamaron y oyó algunos chistes, pero siguió adelante. Cal, Walker y Dani ya estaban allí, en la mesa del rincón.
– Sé que no llego tarde -dijo mientras saludaba a todos.
– Hemos llegado antes para poder hablar de ti -le explicó Dani con una sonrisa.
– Muy bien. ¿Qué habéis decidido?
– Que podrías acabar estando bien -Dani se sentó y le acercó una cerveza a Reid-. En realidad, te hemos despedazado durante un par de minutos.
Él le tiró de un mechón de pelo.
– Hacia tiempo que no te veía. ¿Qué tal todo?
– Sigo trabajando con Penny mientras busco otra cosa. Ella espera que cambie de idea y no me marche, pero no puedo. Tengo que hacer algo por mi cuenta.
– ¿Dónde has buscado?
– Por toda la ciudad. Hay algunos sitios interesantes.
– ¿Por ejemplo? -preguntó Cal.
– Valerie's Garden. Un restaurante fabuloso, con un personal fantástico y una comida vegetariana increíblemente extraña. No es para mí.
– Aparte de eso, ¿te va bien? -preguntó Reid.
– Me va bien. Sigo con mi vida -le dio una palmada en el brazo-. No te preocupes.
– Todos nos preocupamos -intervino Walker-. Eres una de nuestras obligaciones.
– Bueno, necesito ayuda con una cosa -Dani miró a Reid-. Quiero saber algo de mi padre. No tengo por dónde empezar y eso significa que tendría que hablar con Gloria. ¿Qué posibilidades hay de que su transformación sea sincera y esté dispuesta a ayudarme?
Reid miró a Walker y Cal y los dos se encogieron de hombros.
– Ha cambiado -afirmó Reid-. Está haciendo un esfuerzo.
– Con vosotros, los chicos -farfulló Dani-. Sois su familia.
– Estuvo fantástica con Penny y el bebé -comentó Cal-. No le hizo ninguna gracia que Penny estuviera esperando el hijo de otro hombre, pero estuvo simpática, Casi encantadora. Sinceramente, yo no daba crédito.
– También se portó muy bien con Elissa e incluso le dijo que la próxima vez llevara a Zoe -añadió Walker.
– Me tienta hablar con ella -reconoció Dani-, pero no lo bastante.
– ¿Quieres que le diga algo? -se ofreció Reid.
– No -contestó Dani-. Es mi dragón. Tengo que hacer las paces o matarlo. Metafóricamente hablando, claro. No creo que haya que matar a Gloria, aunque…
– Nadie lo cree -le dijo Cal-. Estamos de tu parte. Que lo sepas.
– Lo sé -ella sonrió-. ¿Qué te pasa Reid? No se sabe nada de ti desde hace semanas.
– Tengo un buen motivo. Hay un par de cosas que quiero comentaros -miró a Walker-. Tienes mi carta de dimisión, ¿verdad?
Dani los miró a los dos y luego clavó la mirada en Reid.
– ¿Vas a dejar de trabajar aquí? ¿Sin más? ¿Lo sabías? -le preguntó a Cal.
– Algo había dicho -contestó Cal un poco incómodo.
Dani agarró un nacho, se lo metió en la boca y lo masticó con furia.
– Siempre soy la última en enterarme. Os juro que la próxima vez que tenga un secreto no os lo diré.
– No era un secreto -replicó Reid-. Llevo algún tiempo pensándolo. No dirijo bien este sitio. Seguramente, porque no me interesa. Ya hay algunos directores buenos.
– Lo sé. No le des más vueltas -lo tranquilizo Walker-. Tomaran el relevo hasta que encuentre a alguien -miró a Dani-. ¿Te interesa?
– ¿Trabajar aquí? No, gracias.
– Serías la jefa. Me gustaría que quedara en familia. Y no digas que no eres de la familia porque sí lo eres.
– No es lo mío -Dani miró alrededor-. Quiero un restaurante de verdad. No quiero comida de picar y bebidas alcohólicas. Pero te agradezco la oferta.
– Entonces buscaré a alguien -dijo Walker-. Si cambias de idea, dímelo.
– Lo haré, pero no esperes nada -Dani se volvió hacia Reid-. ¿Qué más quieres contarme?
– Hay algo, pero esto no lo sabe nadie.
– Fantástico.
– ¿De qué se trata? -preguntó Cal mirándolo fijamente.
– Fastidia no saberlo todo, ¿verdad? -comentó Dani.
– ¿Siempre ha sido tan insoportable? -preguntó Walker a Reid.
– Y mucho más.
– Vamos -Dani se retorció en la silla-. Basta de suspense. Larga.
Reid no había pensado cómo decir lo que iba a decirles.
– Una de las enfermeras es la causante de que Gloria haya cambiado -empezó Reid-. Lori se ha portado de maravilla con ella. Ha sido paciente sin dar su brazo a torcer. Cuando Gloria se pone insoportable, ella no entra al trapo. Lori…
– Estás saliendo con ella -Dani le dio una palmada en el brazo-. Cal y Walker están asintiendo con la cabeza, lo que significa que ya la conocen. Estás saliendo con ella y no me lo habías dicho.
– Ocurrió de pronto. En realidad, no estamos saliendo -Reid dudó-. Tenemos algo… De acuerdo, me gusta. ¿Puedo volver a lo importante del asunto?
– ¿Te gusta? -Dani lo preguntó con incredulidad-. ¿Como si te gustara de verdad y estuvieras dispuesto a ver hasta dónde llega la relación?
– Sí. ¿Tienes algún inconveniente?
– No -Dani miró a Cal y Walker-. Vosotros deberíais decir algo.
– Tú estás incordiándolo muy bien -dijo Walker.
– No estoy incordiándolo. Me alegro de enterarme de que Reid ha encontrado una chica.
– Su hermana, Madeline, está enferma -Reid hizo caso omiso del comentario de Dani-. Tiene hepatitis C y necesita un trasplante de hígado. Pero es difícil encontrar uno compatible por el grupo sanguíneo. He hablado con Lori y con un par de centros de donaciones. Quiero divulgar la necesidad de que la gente se haga donante. Eso significa aceptar algunas de las entrevistas que he rechazado durante los últimos meses. Eso significa que mi nombre aparecerá en la prensa y tendrá repercusiones para vosotros. Sois mi familia y la gente hará comentarios.
– Intentarán machacarte -dijo Walker-. Te preguntarán de todo.
– ¿Estás preparado? -preguntó Dani-. Será humillante.
Él lo sabía. Seguramente se convertiría en la víctima de muchos chistes.
– No se trata de mí -replicó Reid-. Si las cosas no cambian, Madeline morirá. No se me ocurre otra forma de ayudarla.
– Entonces, haz lo que tengas que hacer -dijo Cal-. Nosotros estamos de acuerdo.
– ¿Estáis seguros? -preguntó Reid.
– Claro que estamos seguros -contestó Dani-. Nada tiene importancia si se compara que lo que están pasando Lori y su hermana.
– Podemos soportarlo -añadió Walker.
Reid sabía que iban a contestar eso, pero le emocionó oírlo.
– Entonces os mandaré un correo electrónico para avisaros de cuándo salgo en Access Hollywood.
Lori no había estado nunca en un estudio de televisión. La entrevista de Reid para Access Hollywood iba a hacerse en un estudio de Seattle. El plató se usaba para un espectáculo matutino local y Lori no se habría podido imaginar que fuera tan pequeño y aislado entre un maremágnum de decorados, focos, cables y cámaras. Madeline y ella se quedaron unos metros detrás y observaron cómo maquillaban a Reid.
– Estoy nerviosa -reconoció Lori-. Esto no va a ser nada fácil. Van a hacerle preguntas espantosas. Él dice que está preparado, pero no estoy segura.
– ¿Crees que puede pegar a alguien? -le preguntó Madeline.
– No, pero no soporto que lo humillen.
– Imagínate cómo me siento yo -dijo Madeline-. Va exponerse porque tengo el hígado enfermo. Ni siquiera me acuesto con él. No parece justo.
– El sexo queda en familia -bromeó Lori-. Eso es lo que importa.
– Pero tú eres la única que lo pasa bien.
– No pienso compartirlo -replicó Lori con una sonrisa-. Que quede claro.
– Da igual lo que tú quieras. A Reid sólo le interesas tú. Lo veo cada vez que te mira.
Lori notó que le ardían las entrañas. Quería con toda su alma que las palabras de Madeline fueran verdad, pero eso no hacía que lo fueran. Aun así, podía soñarlo.
La periodista, una rubia increíble con un traje de chaqueta que enfatizaba las curvas, se acercó a Reid y se presentó. Lori no podía oírlos, pero vio que se estrechaban las manos y que ella se inclinaba para besarlo en la mejilla antes de indicarle dónde se sentaría. Un hombre también se acercó y colocó un micrófono en la pechera de la camisa de Reid. Entonces, alguien pidió silencio con un grito. Lori y Madeline se pusieron los auriculares que les habían dado para oír la entrevista.
– Me encuentro con Reid Buchanan, un jugador de béisbol con fama de granuja que ha sido noticia durante las últimas semanas. Ha venido para hablar de algo importante. Gracias por estar con nosotros, Reid.
– Es un placer.
La mujer sonrió.
– Sé que en estos momentos hay algunas cosas importantes en tu vida, pero sabes que antes tenemos que hablar de algo.
Lori miró fijamente a Reid. La expresión de éste no cambió, pero ella notó que estaba preparándose para el ataque.
– ¿Del último partido contra los Cubs? -preguntó Reid.
– No precisamente. Hace un par de meses se publicó en un periódico de Seattle un artículo bastante ofensivo contra ti. Al parecer, la periodista y tú pasasteis una noche juntos y ella no quedó satisfecha del todo. ¿Quieres comentar algo?
– ¿Estás haciéndome una pregunta? -Reid esbozó su sonrisa más encantadora.
– Voy a ponerme un poco dura y a exigirte una respuesta.
– No lo pasó tan bien como nos habría gustado a los dos -él se encogió de hombros-. Podría darte mil excusas, pero no voy a hacerlo.
– ¿Nada más? -preguntó la periodista con tono de decepción-. ¿No vas a defender tu reputación? Algunas mujeres que estuvieron contigo se han quejado públicamente de tu… rendimiento.
– No se me quejaron a mí.
– Las mujeres no solemos hacerlo. ¿Es verdad lo que se dice de que la vanidad masculina es muy frágil? ¿Crees que tus parejas de cama no dijeron nada para no hacerte daño?
– Si ése fue el motivo, ya lo habrán olvidado. Adoro a las mujeres y las he adorado siempre. A pesar de lo que se dice, el mayor placer para un hombre es complacer a la mujer que está con él -levantó una mano-. Para la mayoría de los hombres. Desde luego, lo es para mí. Si no pasó, lo lamento. Siempre es mi intención.
– Mucha gente, sobre todo mujeres, creen que los famosos no tienen que portarse muy bien en la cama porque no lo necesitan. ¿Crees que ése es parte de tu problema?
Lori gruñó. Dio un paso al frente, pero se detuvo. Reid no necesitaba que ella irrumpiera en el plato para decir a todo el mundo que era un amante excepcional.
– Odio a esa mujer -le dijo a su hermana.
– Yo tampoco le tengo mucho aprecio.
– No sé qué pasó con la periodista que empezó con todo esto -contestó Reid-. Nunca ha hablado conmigo de nada. Se me presentó en un bar. Que yo sepa, todo estaba preparado. Ha sido desagradable. Es algo que a ningún hombre le gusta tener que tratar. Como sabrás, he estado eludiendo a la prensa.
– Lo sé -ronroneó ella-. De todos los periodistas, me has elegido a mí -apoyó la mano en el brazo de Reid-. ¿Intentas decirme algo?
Reid miró directamente a la cámara.
– Sí. Estoy aguantando estas preguntas porque me dan igual. Pueden decir lo que quieran, no me importa. Hay algo mucho más importante que lo que la gente piense de mi vida amorosa, hay personas que mueren todos los días cuando podrían seguir viviendo.
La periodista suspiró, como si supiera que la parte más jugosa de la entrevista ya había terminado.
– Te refieres a quienes están esperando la donación de un órgano.
– Efectivamente. En otros países, la donación de órganos es la norma.
Siguió con su tema, pero Lori no lo escuchaba. Se quitó los auriculares y se volvió hacia su hermana.
– Lo ha conseguido. No puedo creérmelo. ¿Lo has visto?
– Ha estado perfecto -contestó Madeline con un suspiro-. De verdad, increíble. Estoy muy agradecida.
– Yo también -Lori la abrazó-. Sigo sin creerme que estuviera dispuesto a aguantar esto por ti.
– No, Lori -Madeline sonrió-. No lo ha hecho por mí. ¿No lo comprendes? Lo ha hecho por ti.