Capítulo6

Lori hizo los ejercicios matinales con Gloria e intentó no hacer caso de las quejas habituales.

– Me haces daño -le acusó Gloria-. Para inmediatamente.

– No estamos trabajando el costado de la cadera rota -le recordó Lori-. Tenemos que mantenerte flexible.

– Como no creo que vaya a entrar en el ballet de Seattle próximamente, no necesito tanta flexibilidad.

– La flexibilidad te ayuda a mantener la estabilidad. Cuando se cure la cadera, te dará miedo caerte. Si sabes que eres flexible y puedes inclinarte hacia cualquier lado, tendrás más confianza.

Gloria gruñó e hizo un par de ejercicios, luego, apuntó a Lori.

– Basta -dijo tajantemente-. No te pago para que me tortures.

Lori no había dormido bien la noche anterior. Sólo podía culparse a sí misma y no lo soportaba. En realidad, se había tumbado en la cama y no dejó de darle vueltas a la confesión de Sandy. Lori se sentía ofendida en muchos sentidos, pero cerca de las cuatro de la mañana acabó reconociéndose que lo que le dolía era que Reid nunca la hubiera deseado de aquella manera, y que nunca fuera a hacerlo.

Gloria no tenía la culpa, pero ella tenía menos paciencia de lo habitual.

– Me pagas para que te ayude a mejorar -replicó Lori-. Y es lo que estoy haciendo.

– La cuestión es que te pago -Gloria frunció el ceño-. Espero un comportamiento profesional, no que disfrutes sádicamente con mi sufrimiento.

– ¿Cómo dices? -a Lori le pareció una acusación injusta-. ¿Disfruto sádicamente? Todos los días hago lo que puedo para que tu vida sea más agradable. ¿Quién pidió las películas que estás viendo? ¿Quién fue hace dos días, bajo la lluvia, a buscarle galletas y helado porque tenías hambre? ¿Quién te ordena el cuarto, te cambia las flores, te trae libros y revistas y se empeña en que te sostengas de pie?

– No seas impertinente. No lo toleraré. Como no tolero las palabras vulgares. Si persistes en esa actitud, te despediré.

– Esa amenaza empieza a estar muy trillada.

– Como tu incompetencia.

Quizá fuera la falta de sueño o que Reid prefería a cualquier mujer del planeta antes que a ella, pero acabó estallando.

– Ya está bien -dijo Lori en voz baja-. Me he roto el culo por ti. Sí, he dicho «culo». Cuando acepté este empleo, todo el mundo me dijo que eras absolutamente insoportable, pero yo no los creí. La gente del servicio de rehabilitación me advirtió, me dijo que eras espantosa y desagradecida, pero no les hice caso. Te defendí una y otra vez. Imagínate cómo me siento ahora que me doy cuenta de que decían la verdad. Eres exactamente como me dijeron. No me extraña que tus nietos te rehúyan. Yo, desde luego, no estaría aquí si no me pagaras lo que me pagas. La cuestión es: ¿qué te pasa? ¿Por qué actúas así?

Lori nunca había hablado así a un paciente, pero si había alguno que se lo mereciera, era Gloria. Aun así, se preparó para la diatriba que acabaría con su trabajo en esa casa. Sin embargo, Gloria no dijo nada. Se limitó a mirarla fijamente durante unos segundos y luego, para asombro de Lori, se echó a llorar.

Lori la miró un instante sin saber si acercarse a ella o echar a correr. Pero en las lágrimas de Gloria había tristeza y quebranto. Algo que hizo que se acercara a la cama y se sentara en el borde con delicadeza. La rodeó lentamente con los brazos. Gloria se aferró a ella sin dejar de llorar y entre temblores.

– No quería que esto acabara así -dijo Gloria entre sollozos-. No sé que… ha pasado. Siempre he sido complicada y exigente, pero ahora soy espantosa. Oigo las cosas que digo y no puedo creerme que esté diciéndolas yo. Nunca quise convertirme en algo tan horrible. Ha pasado algo. Yo no soy así y no es mi culpa mía. Nadie me quiere ni me ha querido nunca. Estoy sola y me moriré sola.

Lori contuvo el aliento. Se sentía vil por haberla atacado, pero también le pareció que podía ser un momento importante en la vida de Gloria. Creía que no se permitía mostrar debilidad o vulnerabilidad emocional. ¿Cómo podía aprovechar la ocasión? Decidió ser franca. Esperó a que dejara de llorar, dio a Gloria una caja de pañuelos y se aclaró la garganta.

– Tienes razón -dijo con claridad-. Vas a morir sola.

– No es verdad -susurró la anciana con los ojos como platos.

– Sí es verdad -insistió Lori-. Mira cómo actúas. ¿Quién va a querer cuidarte? Desdeñas los sentimientos de las personas. No haces nada agradable. Eres mezquina y egocéntrica -Lori bajó la voz y tocó a la mujer en el hombro-. Pero vas a cambiar.

– No puedo -Gloria sacudió la cabeza-. No sé cómo hacerlo.

– Puedes y lo sabes. No quieres, ésa es la diferencia. Serás muchas cosas, pero no eres tonta. Te acuerdas de cómo ser humana.

– No -Gloria la miró fijamente-. Además, ¿para qué? Dices que tengo que ser amable con la gente y preocuparme de ella, pero, entonces, se aprovechan de mí. Además, el mundo está lleno de idiotas.

– Así ganarás amigos…

– No quiero amigos.

– ¿De verdad? Entonces ¿por qué hiciste esas obras para el agua? Vamos, nadie quiere estar completamente aislado. A todo el mundo le gusta la sensación de tener raíces. Eres vieja y morirás pronto. ¿No quieres que te echen de menos?

Gloria abrió la boca, pero volvió a cerrarla.

– No voy a morirme pronto.

– Te morirás si no levantas ese culo huesudo y haces algo por mejorar.

Lori se preparó para los gritos o, al menos, para que la amenazara con despedirla. Sin embargo, los ojos de Gloria volvieron a empañarse de lágrimas.

– No quiero morir sola -susurró-. No quiero que me odien. Quiero que me quieran.

– Lo sé -Lori la abrazó-. La mejor forma de recibir amor es ser amable.

Gloria no replicó, se puso tiesa, se recostó contra las almohadas y se enjugó las lágrimas.

– Según tú, no debo temer que se aprovechen de mí. No duraré tanto como para preocuparme.

– No es exactamente lo que quería decir, pero si a ti te sirve, adelante.

– ¿De verdad crees que puedo cambiar?

– Sólo si quieres que tu vida sea distinta. Depende exclusivamente de ti. Tienes la capacidad de hacer lo que quieras. ¿Te importa realmente esto? ¿Quieres que tus nietos te quieran y te echen en falta cuando hayas muerto?

– Sí -contestó con un susurro.


Una hora más tarde, Gloria estaba dormida y Lori fue a la sala para rehacerse. Se sentía como si un tren le hubiera pasado por encima. ¿Había hecho lo correcto al presionar a Gloria? ¿Ese choque emocional tendría repercusiones en su recuperación? Si Gloria conseguía cambiar lo suficiente para reconciliarse con su familia, habría compensado. Lori miró por la enorme ventana. Hacía un día muy nítido y el cielo era de un azul que sólo se veía después de semanas lloviendo. Quizá también hubiera hablado para sí misma, pensó sin estar muy segura de querer saber la verdad pero sin poder eludirla. Quizá tuviera que ser un poco menos insoportable con su familia. No era insoportable con Madeline, pero siempre había una ambivalencia de fondo; por no decir nada de todos los contenciosos que tenía con su madre. Quizá debiera…

– Vaya, estás aquí -Reid entró en la habitación-. He estado buscándote. Tenemos que hablar.

Ella se dio la vuelta lentamente y lo miró. Seguía siendo uno de los hombres más guapos que había visto. No era perfecto, pero sí atractivo en muchos sentidos. Quiso recostarse en su cuerpo y sentir su calor. Quiso que la abrazara, que la tocara. Quiso entregarse a él con un abandono que la dejó sin aliento. A la estela del deseo llegó la rabia; consigo misma por ser tan débil y con él por provocarla. Era muy fácil reprochárselo, sobre todo, después de enterarse de lo que se había enterado hacía poco.

– No sé qué hacer -dijo él mientras se acercaba, mirándola a los ojos-. Tienes que ayudarme. Estoy completamente destrozado. ¿Te acuerdas de los niños que se quedaron sin billete de vuelta? -Reid no esperó la respuesta-. Llamé a su entrenador. Quise hacerlo bien. Seth mandó un cheque y creí que todo estaba arreglado. Y resulta que el canalla sólo les mandó mil dólares. A una familia le embargaron el coche por mi culpa y mi representante sólo mandó mil dólares -Reid se pasó la mano por el pelo y se acercó vacilantemente a la ventana-. ¿Como pudo pasar? ¿Por qué se complicaron tanto las cosas? ¿Sabes lo que me dijo el entrenador? Le ofrecí mandarlos a Disney World para compensarlo y él me despreció, me dijo que no podían permitirse mi caridad -la miró sinceramente desconcertado-. Soy yo…

Algo crujió en el interior de Lori. Pudo oírlo.

– Eres exactamente igual que tu abuela -dijo ella en voz baja para no despertar a Gloria-. Eres un egocéntrico absoluto. Creía que había una persona dentro de ti, y ahora me siento como una estúpida. Creía que tenías una pizca de dignidad, pero no la tienes. Sólo eres un majadero ávido de sexo. Ocupas un espacio que debería ser de alguien que mereciera la pena -Lori apretó los puños con ganas de golpearlo para que espabilara-. Empieza a ser responsable. No dejas de culpar a tu representante, pero, en definitiva, tú eres el responsable. Da la cara, haz lo que tienes que hacer. No es tan difícil. Entiendo…, tendrías que dejar de ser el centro del universo y eso sería horrible.

– ¿Qué mosca te ha picado? -preguntó él sin dejar de mirarla.

– Claro, soy yo, ¿no? Soy una histérica. A lo mejor tengo el período… Sería una buena excusa. Sin embargo, voy a decírtelo: despide a tu representante. Hace que parezcas un necio. Aunque eso ya lo haces tú solo perfectamente, no hace falta que pagues a nadie para que te ayude. Eres un jugador de béisbol muy admirado. Bien, eso conlleva responsabilidades. Deja de defraudar a niños pequeños. Madura.

– ¿Por qué estás tan furiosa conmigo?

– Porque podrías ser muchas cosas y no lo intentas siquiera. No soporto que se desperdicien las posibilidades.

Él siguió mirándola con perplejidad, como si supiera que eso no podía generar tanta contundencia.

– ¿Cuál es el verdadero problema?

– ¿No te parece bastante verdadero? Observa tu vida. En Internet hay fotos tuyas acostándote con una mujer. Los periodistas te persiguen para hablar de lo inepto que eres en la cama. Se burlan de ti en la CNN. ¿Captas algo en común? Ni siquiera puedes contratar unas enfermeras para tu abuela sin acostarte con ellas. Te acostaste con Sandy y Kristie en las entrevistas. Eso no se hace. Es una vulgaridad, no está bien. Sinceramente, no me extraña haber leído que eres una nulidad en la cama. No serlo significaría que piensas en alguien más aparte de ti.


– Hola -saludó Lori cuando entró en su casa después de trabajar.

– Hola -le respondió Madeline desde la sala-. ¿Qué tal el día?

– No me gustaría repetirlo.

Lori se quitó al abrigo mientras iba a la cocina. Lo dejó en una silla, el bolso en la mesa de la cocina y abrió la nevera. Siempre tenía una botella de vino blanco para casos de emergencia.

– ¿Tan malo ha sido? -le preguntó Madeline.

– En algún sentido, ha sido bueno. En otros, peor que malo.

Lori descorchó la botella y Madeline sacó un solo vaso. Lori lo tomó, lo llenó y, unos segundos después, dio un buen sorbo. Suspiró.

– Enseguida estaré bien -resopló-. ¿Qué tal tu día?

– Bien. Tranquilo. He comido con Julie. ¿Te acuerdas de ella? Fue mi compañera de habitación en la universidad y una de mis damas de honor en la boda.

Fueron ocho y, la verdad, Lori no se molestó en aprenderse los nombres.

– Ya… -mintió-. Me alegro de que hayas salido. No puedes quedarte encerrada todo el tiempo.

Madeline se pasó un mechón caoba por detrás de la oreja y sonrió.

– Me gusta quedarme en casa.

Su hermana no encajaba con el estereotipo de persona débil y a punto de morir. Estaba pálida y un poco delgada, pero eso realzaba su belleza etérea. Madeline nació hermosa y nunca pasaría por una fase de decadencia.

– ¿Qué ha pasado? -siguió Madeline-. ¿Gloria te ha desquiciado?

– No… Creo que hoy hemos dado una paso adelante.

– ¿De verdad? ¿Qué ha sucedido?

Lori le contó cómo se había echado a llorar y había reconocido que estaba sola.

– Puede cambiar perfectamente -dijo Lori-, pero no sé si lo hará.

– Te conozco, Lori -Madeline ladeó la cabeza-. Una situación así con una paciente anciana no hace que te des a la botella. Pasó algo más. Yo diría que tiene algo que ver con un ex jugador de béisbol.

– Gloria estalló conmigo y yo con él -Lori dejó escapar un gruñido-. No paraba de decir que su representante la había fastidiado y que todo era un desastre.

– ¿No fuiste tan comprensiva como él esperaba? -preguntó su hermana con las cejas arqueadas.

– No exactamente -Lori dio otro sorbo de vino-. No te había contado esto antes porque no querías que pensaras…

Lori se detuvo. No podía engañar a su hermana, Madeline la conocía demasiado bien.

– Hace un par de días estuve hablando con Sandy y, no sé cómo, me contó que ella y Kristie se acostaron con Reid durante sus entrevistas -volvió a sentirse furiosa-. ¿Puedes creértelo? Allí mismo, en el despacho del bar. Es repugnante. Él debería estar buscando las mejores enfermeras, no acostándose con ellas. ¿Tiene cerebro o es una leyenda? ¿Todos los hombres son así? ¿Todos aspiran a ser como él? A mí me parece que es una pesadilla en muchos sentidos.

– Te molesta que se acostara con ellas y no contigo -Madeline ni siquiera parpadeó.

– ¡Ni hablar! No me acostaría con él aunque… -tragó saliva-. Más que molesta, me siento humillada. No soy como ellas ni lo seré jamás. Los hombres como Reid ni siquiera ven a las mujeres como yo, lo cual no me importa. No quiero un hombre como él.

– No es verdad -le contradijo su hermana con delicadeza-. Quieres uno exactamente como él.

– Me estoy ocupando de ese asunto -Lori frunció el ceño-. Acabaré con él.

– A lo mejor no deberías hacerlo.

– Por favor… Nunca le interesaré, y yo no puedo aceptar cómo es por dentro. Es como el algodón de azúcar. Si lo metes en agua, se disuelve.

– Pero te gusta.

– No. No me gusta. Lo desprecio. Sólo tengo una reacción física muy fuerte ante él. Eso no significa nada.

– Te equivocas. Nunca te había pasado con otro hombre.

– Y nunca volverá a pasarme.

No saldría bien. Reid representaba todo lo que detestaba de un hombre y, además, era invisible para él. Tomó aliento.

– Lo despaché. No le gustó.

– Se repondrá. Además… -Madeline sonrió-. Los hombres son tontos cuando se trata de las mujeres. Puedes usarlo a tu favor.

Lori miró a su maravillosa hermana y supo que muchos hombres habían sido tontos por ella.

– Se me ocurrirá una manera de lidiar con esto. Una manera de deshacerme de él.

– Sigo queriendo que busques la forma de que las cosas salgan bien. Te mereces una aventura y Reid parece el indicado.

Lori pensó que su hermana era muy amable al pensar que tenía la posibilidad, pero antes de poder decir nada, llamaron a la puerta trasera.

– ¡Dios mío! -exclamó Madeline mientras iba hacia el fondo de la cocina-. Ha venido.

– ¿Qué has hecho? -preguntó Lori con un nudo en el estómago.

Entonces la puerta se abrió y su madre entró en la cocina. Sonrió a sus dos hijas y levantó dos bolsas enormes.

– He traído comida china -dijo Evie Johnston-. Tendréis restos para unos días.

– Estupendo, mamá -dijo Madeline mientras dejaba las bolsas en la encimera y daba un beso a su madre-. Huele de maravilla. Tengo hambre.

– Perfecto. Creo que no comes lo suficiente -Evie sonrió a Lori-. ¿Qué tal estás?

– Bien.

Lori sonrió sin ganas mientras luchaba contra el fastidio y la sensación de sobrar allí. Daba igual que fueran su casa y su familia. Cuando estaba con su madre y su hermana, no encajaba.

– Tienes buen aspecto -Evie miró a Madeline-. ¿Descansas mucho? ¿Haces lo que te ha dicho el médico?

– Estoy bien -Madeline se rió-. Me siento estupendamente. Lori me mantiene a raya.

– Tiene que hacerlo. Es enfermera. Hazle caso. Lori, tienes que cuidar mejor a tu hermana.

Lori pasó por alto la crítica y empezó a vaciar las bolsas de comida. Estaba acostumbrada a que su madre pensara que no estaba a la altura. Hacía años, cuando ella decidió que iba a ser enfermera su madre se limitó a decirle que nunca aprobaría el examen de enfermera titulada, y que lo pasaría mal vaciando cuñas para vivir; que intentara ser esteticista.

Madeline y su madre siguieron hablando. Lori puso la mesa y dispuso la comida en el centro. Era la primera en reconocer que Evie había tenido una vida difícil. Se casó joven, se quedó embarazada muy pronto y su marido se fue con otra antes de que Lori, su segunda y no deseada hija, naciera. Había vivido toda su vida en una caravana y aceptado cualquier trabajo que le permitiera beber a espuertas. Lo único brillante en su sombría vida había sido tener una hija perfecta.

Madeline fue preciosa desde que nació; aprendió a hablar y andar enseguida; era simpática, encantadora y abierta con todo el mundo. Lori no fue nada de eso y su madre no se lo perdonó.

Evie llevó los platos a la mesa.

– Lori, no deberías beber vino. Sabes que es malo para ti. Además, Madeline no puede beberlo y se siente incómoda al verlo.

Madeline agarró el vaso de vino y lo dejó en el sitio de Lori.

– Mamá, no me importa. Lori trabaja mucho y si quiere un vaso de vino al final del día, debe beberlo.

– No está bien -insistió Evie con los labios apretados.

Lori no estaba segura de si su madre se preocupaba por Madeline o por sí misma. Llevaba siete años sin probar el alcohol.

– Lo retiraré -Lori tapó la botella y volvió a guardarla en la nevera-. No la habría abierto si hubiera sabido que ibas a venir.

– A mí no me importa -Evie la miró-. No me importa estar cerca del alcohol.

– Entonces ¿por qué lo mencionas siempre?

– El alcohol es malo para ti.

– Eso ya lo has dicho. No creo que un vaso de vino signifique que tengo un problema.

– Así se empieza.

– Tú lo sabes muy bien… -Lori giró el vaso.

– Efectivamente -replicó Evie-. Crees que estoy criticándote, pero sólo quiero ayudarte.

¿Diciéndole todo lo que hacía mal? Lori no lo dijo y vació el vaso en el fregadero.

– Yo tomaré té helado -intervino Madeline-. Esta mañana hice una jarra. ¿No os parece refrescante?

Lori hizo un esfuerzo por no salir corriendo. Su hermana intentaba por todos los medios poner paz en la familia y, aunque ella quería respetar sus deseos, había demasiado mar de fondo entre Evie y ella.

– Lori estaba contándome su día -comentó Madeline mientras se sentaba-. Está ocupándose de una anciana muy complicada y hoy tuvieron un rifirrafe.

– ¿Qué pasó? -le preguntó Evie.

Lori resumió la actitud de Gloria en general y el enfrentamiento de esa tarde.

– Creo que va a intentar cambiar. Eso espero. Su familia lo intenta una y otra vez y ella los ahuyenta; qué forma tan triste de vivir.

– ¿Le has dicho que si cambia, tendrá una segunda oportunidad? -le preguntó su madre mirándola fijamente.

Lori captó el peligroso derrotero de la conversación, pero no sabía cómo cambiar de tema.

– Algo así.

– No pensé que creyeras en las segundas oportunidades ni en que la gente pueda cambiar…

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