Capítulo 8

Fue una noche muy larga. Kirsty estuvo despierta, tumbada en la cama, preguntándose qué demonios había hecho. Había abandonado su dignidad y se había comportado como una imbécil.

– Me he divertido -dijo para sí misma-. Y él también se ha divertido. Éramos dos personas maduras actuando para el cotilleo local.

Pero tenía que admitir que tal vez hubiese sido así para Jake, pero para ella había sido mucho más. No se podía dormir. Se levantó y se acercó a la habitación de Susie, donde se encontró a su hermana despierta y mirando al techo.

– ¿Qué te ocurre? -Preguntó Kirsty.

Susie se dio la vuelta y sonrió.

– No ocurre nada. Ése es el problema.

– ¿Huh?

– Me ha despertado Rory Júnior practicando fútbol -dijo Susie-. Y entonces me he tenido que levantar para hacer pis por cuarta vez esta noche. Y ahora… estaba aquí tumbada, pensando que parece que de nuevo la vida es esperanzadora. Sólo un poco. Pero estos últimos días… han sido como un rayo de esperanza.

– Eso es estupendo -dijo Kirsty afectuosamente-. La depresión es una enfermedad horrorosa. He estado tan asustada por ti -tomó la mano de su hermana, apretándola-. Creo que todavía lo estoy.

– Crees que las nubes volverán a formarse -susurró Susie-. Yo también tengo miedo de que lo hagan. Es estupendo que esté teniendo esta… esta breve felicidad, pero entonces recuerdo que Rory no está aquí para compartirla conmigo. No verá a su hijo. Y entonces pienso que no tengo ningún derecho para seguir adelante.

Kirsty había dejado la puerta abierta y vieron una sombra en el rellano.

– Jake -dijo Susie, sonriendo.

Jake se detuvo en la puerta, con Boris a su lado.

– Susie -dijo Jake con calidez y afecto-. ¿Ocurre algo? -Al ver a Kirsty le cambió la voz-. Lo siento. Ya tienes a tu médico personal atendiéndote. Yo me iba a la cama. Vamos, Boris.

– Entra y haznos compañía -dijo Susie.

Jake entró e ignoró a Kirsty.

– ¿Realmente estás bien?

– Sí, de verdad -contestó Susie-. Angus y yo hemos organizado para mañana una visita al fisioterapeuta que me recomendaste.

Kirsty reconoció que aquello era un gran paso adelante. Jake había convencido a ambos de que fueran a ver al médico, diciéndole a Susie que Angus lo necesitaba y viceversa.

Aunque Jake había provocado que Kirsty tuviera un lío tremendo en su cabeza, ella le perdonaba todo gracias a cuánto había ayudado a su hermana. Pero tenía que continuar. Quizá después del parto las hormonas hicieran que tuviera una depresión post parto…

– Susie se siente culpable por comenzar a divertirse un poco -le dijo a Jake-. Rory no está aquí para compartirlo. Se siente muy mal de estar aquí y que él no esté. Tiene miedo de que la depresión vuelva a aparecer.

– Es una sensación terrible -dijo Jake suavemente-. Lo sé porque me ocurrió lo mismo cuando mi hermana murió. Es una de las cosas más difíciles de asumir.

– ¿Tu hermana murió? -Preguntó Susie.

– En un accidente de tráfico cuando tenía dieciséis años -dijo Jake brevemente-. La primera vez que me olvidé… mis amigos me llevaron a ver una película. Era una película muy tonta y todos acabamos borrachos y sin parar de reír. Pero entonces pensé que Elly nunca iba a ver aquella película, se me revolvió la tripa al pensarlo y vomité. Mi cuerpo reaccionó a la angustia de mi mente.

– Seguro que tus amigos no lo entendieron -susurró Susie.

– Les dije que estaba malo del estómago. Quizá me creyeron. Y lo que siguió a aquello fueron meses y meses estando supuestamente malo del estómago. Incluso ahora tengo mis momentos. Pero he aprendido… -Jake dudó si seguir hablando. Miró a Kirsty, como inseguro de abrirse ante ella-. Pero he aprendido que no puedo dejar de ver películas. Ni puedo dejar de ir a la playa, ni de celebrar mi veintiún cumpleaños, ni dejar de casarme o tener hijos simplemente para que no se me revuelva la tripa por qué no ayuda. El dolor y la pérdida te revuelven de tal manera el estómago, que de vez en cuando tienes que sacarlo fuera, llorando, vomitando, golpeando objetos, o cualquier cosa que te ayude… pero tienes que hacerlo. Si no, estás agarrotado.

– Supongo que así es como he estado yo -susurró Susie-. Agarrotada por dentro.

– Sólo estás un poco magullada -dijo Jake, sonriendo-. Estás mejorando mucho al andar. Rory estaría muy orgulloso de ti.

– Lo estaría, ¿verdad? -Dijo Susie. Entonces miró a Jake y a Kirsty y viceversa-. Y esta noche, en la playa…

– Tengo que irme a la cama -dijo Jake, interrumpiéndola-. Acabo de llegar a casa. He tenido que realizar tres visitas a domicilio y son las dos de la madrugada.

– Esta noche en la playa, ¿estabas tratando de olvidarte de algo? -Preguntó Susie-. ¿O ambos estabais siguiendo hacia delante?

– No estoy seguro de lo que quieres decir -dijo Jake, acusando a Kirsty con la mirada de habérselo contado todo a su hermana.

– Déjala en paz -dijo Susie al percatarse de la mirada-. Ella no me ha dicho nada. Pero la cuñada de Margie estaba en el aparcamiento y se han realizado muchas llamadas telefónicas. Margie, antes de irse a la cama, vino a contármelo y a preguntarme si no me parecía estupendo. Es justo que os avise. Simplemente soy la primera en hacer la pregunta.

– Bueno, ya lo has preguntado -dijo Jake-. Ahora me voy a la cama. Buenas noches.

– No me has respondido -se quejó Susie.

– No es asunto tuyo.

– No. Pero soy la gemela de Kirsty -dijo Susie, volviendo a sonreír-. Conozco todas sus preocupaciones. Si no me crees, pregúntale a tus propias gemelas.

– Tengo un par de gemelas en mi vida -dijo Jake, cuya voz reflejaba una leve desesperación-. No puedo soportar otro par más.

– Déjalo, Susie -dijo Kirsty, incluso más desesperada que Jake-. Deja que se vaya a la cama.

– Sólo estoy preguntando -respondió Susie-. ¿Te ha hablado Kirsty sobre sus sombras?

– No…

– Nuestra madre murió cuando teníamos diez años -explicó Susie-. Nuestro padre se suicidó poco después. Desde entonces, Kirsty se ocupa de todo. Me ha cuidado… me ha protegido. Aceptó su trabajo en el hospicio y se ha ocupado de los moribundos. Nuestro padre se suicidó porque no podía seguir adelante. A mí la vida me ha golpeado duramente. Kirsty ha observado todo esto y ha decidido que no quiere que le ocurra lo mismo.

– Basta ya -exigió Kirsty, desesperada.

– Has estado trabajando para que yo me pusiera mejor y ahora yo estoy… por primera vez desde que Rory murió estoy sacando la cabeza de la niebla y percatándome de lo que acontece a mí alrededor. No se me está revolviendo la tripa y me siento… ligera. Y estoy muy interesada en lo que le pasa a mi gemela.

– Eso está bien -dijo Jake, echándose para atrás-. Yo me tengo que marchar.

– Pues claro que sí -dijo Susie-. Kirsty, tú también tienes que marcharte.

– Me voy a quedar un rato contigo.

– No te necesito.

– Sí que me necesitas -espetó Kirsty-. Buenas noches, doctor Cameron.

– Buenas noches, doctora McMahon.


* * *

– ¿Cómo has podido? -Le recriminó Kirsty a su hermana una vez que Jake se hubo ido. Estaba indignada, enfadada e impresionada-. Susie, has asustado muchísimo al doctor. Y a mí.

– Tú no estás muy asustada -dijo Susie pensativamente-. Oh, Kirsty, es guapísimo. Y le has besado.

– Estábamos haciendo el tonto. Tomándole el pelo a los del pueblo.

– ¿De verdad?

– De verdad.

– Así que… -dijo Susie, mirando a su hermana como hacía meses no miraba a nadie- estás diciendo que no estás enamorada de Jake Cameron.

– Estás teniendo alucinaciones. Te voy a tomar la tensión.

– No le pasa nada a mi tensión -murmuró Susie-. Por otra parte, la tuya… oh, Kirsty, ¿qué le vas a decir a Robert?

– Nada.

– Supongo que no tienes por qué hacerlo. Es tan atontado que ni siquiera se dará cuenta de que se han desecho de él.

– ¡Susie!


Kirsty apenas fue capaz de dormir después de todo lo ocurrido. Se despertó temprano y decidió prepararse el desayuno. Pero cuando llegó a la puerta de la cocina, oyó a Jake y se detuvo.

– Tenemos que hacer que engordes de alguna manera -estaba diciendo-. Que me acompañe una bolsa de huesos no le viene bien a mi imagen médica. Si quieres ser un súper perro del médico, tienes que tener el aspecto de un anuncio de vitaminas andante. Toma otra loncha.

Kirsty se apoyó en la pared, escuchando a escondidas.

– Pronto nos tendremos que ir a casa, compañero. Sólo estamos aquí para ofrecer protección, y parece ser que no hay ninguna amenaza. Ha estado bien. Pero fingir que podría seguir siendo así todo el tiempo es de tontos. Las familias felices son una fantasía.

Entonces se oyó un gimoteo y Kirsty pudo imaginarse a Boris restregando sus orejas en Jake.

– ¡Ya va! -Jake parecía exasperado-. No quieres tu beicon, ¿verdad que no? Si ella no estuviese aquí, yo me quedaría más tiempo. Pero está. Y es muy peligroso. Las gemelas, tú y yo… formamos una unión, y no voy a dejar que nada la amenace. Ni nadie.

Entonces Kirsty, en vez de entrar en la cocina, subió a ver cómo estaba Angus. Tenía ganas de llorar, pero se forzó a no hacerlo. Cuando llegó a la habitación de Angus, llamó a la puerta. Pero no obtuvo respuesta.

Entonces, suponiendo que estaba dormido, abrió la puerta un poco. Consternada, vio que Angus no estaba en la cama, sino tumbado al lado de la ventana, con la botella de oxígeno a su lado y el tubo que le conectaba a ella arrancado de su nariz debido a la caída.

– ¡Jake! -Gritó.

Angus había dejado de respirar. No podía encontrarle el pulso. Tenía el cuello caliente, pero no podía encontrarle… no podía…

Entonces se dijo a sí misma que era una estúpida y que comprobara las vías respiratorias. Le metió los dedos en la boca, buscando algo que le obstruyera, pero no encontró nada.

Tenía que hacer que volviera a respirar. ¡El oxígeno!

– ¡Jake! -Volvió a gritar, pensando que Angus debía de estar muerto si aquel grito no le despertaba.

Le abrió el pijama y le tumbó de espaldas. Se preguntó cuánto tiempo llevaría en el suelo.

– ¿Qué demo…?

– Debe de ser un paro cardiaco. ¿Tienes un…?

– Voy a por ello -dijo Jake, marchándose a toda prisa.

Kirsty comenzó a hacerle el boca a boca.

Entonces llegó Susie, que se quedó en la puerta, apoyada en sus muletas. Detrás de ella estaban Margie y las gemelas. Sus caras reflejaban lo consternadas que estaban.

– Llevaros a las pequeñas -logró decir Kirsty.

Jake regresó y dejó su equipo en el suelo. Tenía un desfibrilador portátil y colocó las paletas sobre el pecho de Angus. Entonces comprobó el monitor.

– Hay pulso -le dijo a Kirsty-. Todavía hay pulso.

– Pero…

– Es muy débil. Sigue haciéndole el boca a boca, Kirsty -dijo Jake, sacando una máscara de oxígeno de su equipo y poniéndosela al conde, llenando sus pulmones de oxígeno puro.

Tras esperar un rato, oyeron un pequeño jadeo. Luego otro. Y otro, tras lo cual Angus comenzó a toser. ¡Habían logrado que volviera a respirar!

El conde abrió los ojos.

– Sue… Susie -murmuró Angus.

– Aquí estoy, Angus.

El anciano se quedó mirándola, desconcertado, tratando de hablar.

– Tranquilo -murmuró Jake.

Entonces le quitó la máscara a Angus para que éste pudiera decir lo que tan desesperadamente quería.

– Mantente a salvo -murmuró por fin Angus-. Susie… Rory…

– Estoy bien -dijo Susie con tacto, acariciándose la tripa-. El bebé de Rory está a salvo. Estamos preocupados por ti.

– Spike -susurró-. Morirá…

Kirsty sonrió ante aquello. Si Angus estaba preocupado por su calabaza, seguro que había esperanza. Seguro que había un mañana para aquel anciano tan amable a quien su hermana y ella estaban empezando a querer.

– Susie se ocupará de tus calabazas -dijo Jake, emocionado-. No permitirá que mueran. Pero mientras tanto, Susie ha venido desde muy lejos para tener a su hijo y que tú puedas ejercer de tío abuelo. Así que será mejor que hagas un esfuerzo por ella. Vas a ir al hospital.

– No -dijo Angus en alto, indignado.

– Oh, sí que lo vas a hacer, viejo loco -dijo Jake, aún más emocionado-. Vas a venir para un examen completo. Es una orden. ¿No quieres estar al lado de Susie para ayudarla cuando tenga a su bebé?

– Yo… sí.

– Entonces vas a venir al hospital.

– Spike -susurró Angus, cerrando los ojos.

– Te prometo que voy a cuidar de tu calabaza -dijo Susie-. Lo haremos Ben y yo.

– Vamos -dijo Jake, tomando al anciano en brazos-. Kirsty, ¿vienes conmigo?

– Puedo andar -dijo Angus débilmente.

– Sí, y yo puedo volar -contestó Jake-. Pero no lo hagamos, a no ser que tengamos la necesidad.

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