Ya eran las cuatro de la madrugada.
George Harmer, apodado «Atroz», pasaba una noche en blanco en sus habitaciones del Belgravia. Su cerebro llevaba las últimas dos horas trabajando como un teletipo. Estaba desesperado.
Así que se tumbó y se revolvió en la cama, mandó a paseo toda precaución y se volvió hacia la rubia desnuda tumbada a su lado. Era Silicio Lil, una actriz de strip-tease de evidentes encantos que actuaba por las noches en su cadena de nightclubs, y en otros momentos con un acuerdo especial.
– Lil.
Ella apenas se movió.
– Lil.
– Ella se movió apenas.
– Lil, ¿estás despierta?
– Hazte un nudo en ella, Atroz.
– Quiero hablar contigo. Tengo algo…
– ¿Qué? -Alargó el brazo hasta el interruptor de la luz y se sentó-. ¿Qué has dicho?
– …algo en la cabeza. No puedo pensar en otra cosa.
– ¿Es que no te cansas nunca? -Lil apagó la luz y volvió a asumir un estado de sopor-. Lo que necesitas es una ducha fría.
Si alguien hubiera hablado así a Atroz a plena luz del día, no habría durado lo bastante para acabar la frase. Era el jefe indiscutible del crimen organizado de Gran Bretaña. Indiscutible e implacable. Pero a las cuatro de la mañana resultaba patético.
– Lil, sólo quiero que me escuches -dijo con una voz que parecía un triturador de basuras atascado.
– Debes estar desesperado. ¿Qué te pica ahora? -dijo ella, lanzando un suspiro y dándose la vuelta.
– Holmes.
Hubo una pausa.
– ¿Qué te pasa con los Olmos?
– Holmes, Lil, no Olmos.
– ¿De Sherlock?
– Justo.
¿El de la pipa y la lupa? -Lil sonrió para sí en la oscuridad.
– Él exactamente, no. -Atroz volvió a encender la luz, saltó de la cama, conectó la televisión y metió una casete en el vídeo.
– Dame un respiro, Atroz -protestó Lil-. No quiero ver películas policiacas a las cuatro de la madrugada.
– ¡Cállate perra! -dijo Atroz con salvajismo. Estaba recuperando su estado normal de psicópata-. Aquí no sale Peter Cushing. Éste es un vídeo de alto secreto que han robado para mí en Scotland Yard. Se lo están mostrando a todos los jefes de policía del país.
La pantalla de televisión se iluminó. Apareció una cuenta atrás, y a continuación un famoso perfil, con pipa y gorra de caza.
– Eso no es ningún secreto. Está en la estación de metro de Baker Street -comentó Lil.
Atroz la calló con un gruñido.
El título del vídeo apareció sobreimpresionado.
Presentación de Holmes…
Una voz habló en el habitual tono enfático de los documentales.
– Todo el mundo ha oído hablar de Sherlock Holmes, el mejor detective consultor del mundo. Si creemos a sir Arthur Conan Doyle, este célebre detective superaba a todo el mundo de su época, incluida la policía. Llevaba varias cabezas de ventaja a los mejores cerebros de Scotland Yard.
Instantáneas de policías de rostro impasible de la era victoriana aparecían sobre el viejo Scotland Yard. Ante la entraba había un coche de caballos esperando.
– Con la policía moderna pasaría algo muy distinto.
Una imagen del nuevo Scotland Yard, con autobuses y coches pasando ante ella.
– Holmes trabaja para la policía. Holmes es un sistema computerizado que se emplea en investigaciones a gran escala. Home Office Large Major Enquiry System [Sistema Central de Investigaciones del Ministerio del Interior].
Las palabras aparecieron en la pantalla con las iniciales aumentadas al triple de su tamaño.
– Deben estar bromeando -dijo Lil.
– Holmes es el instrumento para la prevención del delito más valioso que ha habido, desde el registro de las huellas dactilares -continuó el narrador-. Holmes irá más allá de las limitaciones de las fuerzas policiales, proporcionando información instantánea sobre personas y vehículos sospechosos. Podrá proporcionar datos sobre, por ejemplo, todos los hombres calvos que tenga en sus archivos con más de cuarenta años y tengan un Rolls-Royce con matrícula D.
– Dios mío, ése eres tú -dijo Lil.
Atroz buscó un cigarro.
La pantalla se llenó con un primer plano del interior de la computadora.
– Holmes es más potente y más flexible que la Computadora Nacional de la Policía -continuó el narrador mientras la cámara se desplazaba por atiborrados paneles lógicos-. Es una forma de enlazar a diferentes equipos que trabajen en investigaciones similares. Holmes puede proporcionar descripciones de las personas interrogadas o vistas, listar sus anteriores convicciones, direcciones, números de teléfono y vehículos. Puede procesar información recibida desde cualquier fuente, ya sea un hecho comprobable o una mera opinión. Ningún miembro de la hermandad criminal podrá dormir tranquilamente ahora que Holmes trabaja para el Yard. ¡El juego ha comenzado!
La pantalla quedó en blanco. Atroz había presionado el bolón de «stop».
– Este es el fin del crimen tal y como lo conocemos -dijo con voz lastrada por la fatalidad.
– ¡Vamos ya! Sólo es una computadora, por el amor del cielo. ¿No te dejarás vencer por un pedazo de hardware, verdad?
– No sólo yo corro peligro -gimió Atroz-, sino el movimiento que represento. El empleo de miles de buenos profesionales. Generaciones de experiencia y duro trabajo. Grandes industrias como la prostitución, las drogas y la pornografía. Ya no hay nada sagrado, Lil. Todos estamos amenazados.
– ¿Y las bailarinas de strip-tease? -preguntó Lil, demostrando algo de preocupación.
– ¿Con Holmes tras la pista? Yo no me preocuparía de si me cogen en bragas.
Lil se estremeció y el movimiento tuvo el efecto de distraer a Atroz. La abrazó de pronto.
– Atroz, amor mío, tienes que pensar en lo importante -dijo Lil con un jadeo.
– Tú eres lo bastante importante para mí -fue su apagada respuesta.
– Eso es sólo una excusa. Debes organizar una reunión secreta de los jefes del crimen de toda Inglaterra y hablarles de Holmes.
Él se apartó de ella.
– No puedo hacer eso. Enloquecerían…
– ¿Y si no se lo dices…?
– Me asarán a fuego lento -admitió Atroz-. Tienes razón, Lil. Tengo que afrontarlo.
– Yo te ayudaré.
– No dejaría que te acercases a ese grupo ni a un kilómetro de distancia.
– No -explicó Lil-. En solucionar lo de Holmes.
– ¿Tú? -se burló-. ¿Qué sabes tú de ordenadores?
Ella sacó el pecho provocativamente.
– ¿Por qué crees que me llaman Silicio Lil?
Atroz sonrió.
– ¿No te parece obvio?
– ¿Estás hablando de mi figura?
– Estoy hablando de cirugía estética.
Ella le dio una bofetada.
– Imbécil. No hay nada falso en ellas. Es silicio, no silicona, ¿entiendes? ¿Nunca has oído hablar de chips de silicio?
– Pues claro Lil.
– ¿Y qué?
Él la miró con la boca abierta. Su cara lo delataba.
– ¿Eres una maniática de los ordenadores?
– En mi tiempo libre. El caso es que tengo unos cuantos contactos muy útiles en el mundo de la electrónica. Dame una semana o dos y puede que te salve los garbanzos, Atroz Harmer.
Y se concertó una reunión en un escondite secreto de la capital, a la que acudieron las máximas autoridades de cada campo: terrorismo, drogas, asalto a mano armada, protección y vicio. Atroz les pasó el vídeo y el aire se llenó de gritos y obscenidades. Maldijeron y juraron durante dos días, y acabaron decidiendo, ya muy entrada la segunda noche, cuál sería la respuesta adecuada del crimen organizado frente a esta vil amenaza a sus mismos cimientos: formar un comité.
Una semana después, cogieron con las manos en la masa a un miembro del comité cuando cavaba un túnel hacia el Banco de Inglaterra, y se corrió la voz de que el responsable había sido Holmes.
– Me están señalando a mí con el dedo -le dijo Atroz a Silicio Lil-. Quieren que se haga algo. ¿Qué voy a hacer?
Ella le sonrió con serenidad.
– No temas, corazón. Si quieren acción, la tendrán. He encontrado al único tipo del mundo que puede ayudarte.
– ¡Gracias a Dios! ¿Quién es?
– Un momento. ¿A mí qué me va en esto?
– ¿Qué tienes en mente, Lil? -dijo Atroz con precaución.
– Una fruslería. Unas vacaciones pagadas de seis meses en el Hotel Palm Beach de Las Bahamas.
– ¿Estás segura de que este tipo podrá acabar con Holmes?
– No hay nada seguro, cariño, pero no encontrarás otro hacker mejor. Es un maestro.
– Me parece bien. Tienes tus vacaciones. Ahora preséntame a ese genio.
El lugar más seguro del mundo para una cita secreta es una estación de metro, así que Atroz y Lil quedaron con el Profesor bajo el reloj de la estación Victoria, ese mismo día.
Para ser sinceros, el Profesor, a simple vista, resultaba decepcionante, por no decir que era una afrenta. Entra en nuestro relato arrastrando unos zapatos decrépitos, y llevando una gabardina raída a la que le faltan los botones, un ajado estuche de violín bajo el brazo y un viejo sombrero hongo en la cabeza. Resulta obvio que es muy viejo, y que es desesperadamente delgado y alto, con hombros redondeados y ojos arrugados y muy hundidos. De su cuello colgaba una nota con las palabras Víctima de Accidente.
– ¡Es un vulgar saltimbanqui! -dijo Atroz disgustado.
– Con una inteligencia extraordinaria-murmuró Lil.
– ¡Es tan viejo como las colinas!
– «…y de allí vendrá mi ayuda» -dijo Lil oportunamente. No era religiosa; alguna antigua compañera de celda escribió el salmo en la puerta de la celda que ocupó la última vez que estuvo en Holloway.
Y el Profesor resultó ser muy útil. Mientras tomaban unas cervezas en el bar de la estación, les mostró la forma en que podría vencerse a Holmes. Con un habla tranquilo y preciso que producía una sensación de sinceridad, dijo que consideraba todo el asunto como un reto intelectual.
– He sitio dolado por la naturaleza con una excepcional, por no decir fenomenal, facilidad para las matemáticas les informó. A los veintiún años escribí un tratado sobre el teorema de los binomios que me proporcionó una gran reputación en toda Europa. Me ofrecieron, y acepté, el sillón de las matemáticas de una importante universidad. Luego tuve que ingresar en el ejército, pero conservé mi dominio del análisis numérico.
– ¿Qué me dice de los ordenadores? -interrumpió Atroz impaciente, El anciano se dispersaba demasiado para su gusto.
El profesor le dirigió una mirada marchita y continuó yéndose por las ramas.
– A los cuarenta años tuve la singular desgracia de sufrir un accidente durante una escalada en Suiza. Pude haber perecido allí, pues la caída era grande y me golpeé con una roca en el descenso, pero caí al agua, y eso me salvó. Fui arrastrado corriente abajo por la fuerza del torrente y depositado en sus bajíos, donde eventualmente me encontró un joven suizo. Pasé varias semanas en coma. Los médicos suizos ya desesperaban de salvarme cuando, una mañana, abrí los ojos y pregunté dónde estaba. Afortunadamente, ninguna de mis facultades resultó dañada y recuperé todas mis capacidades.
– Afortunadamente para nosotros -dijo Lil.
– Si alguna vez llegamos al grano -dijo Atroz.
El anciano pareció sentir que era necesario apresurarse, y dio un salto de varios años.
– Con la aparición de los ordenadores, redescubrí mi viejo talento para el análisis numérico. ¿Está usted familiarizado con la terminología? ¿Ha oído hablar del hacking?
– ¿Es entrar en una computadora? -dijo Atroz con entusiasmo.
– Crudamente expresado, sí. Es una actividad especialmente adecuada a mis actuales habilidades. Ya no soy tan activo físicamente como antes, pero mentalmente estoy tan alerta como siempre. Conectar con los ordenadores es mi principal alegría en la vida. Todavía no se ha inventado el ordenador que esté a prueba de mi ingenio. El Banco de Inglaterra, la Bolsa…
– ¿Ha oído hablar de Holmes? -preguntó Atroz.
– El nombre no me es desconocido -respondió el profesor con una extraña sonrisa.
– El ordenador de la policía… ¿puede incapacitarlo?
– Déme un mes -dijo el profesor, añadiendo, con buen dominio del argot moderno-. Mientras haya pasta delante.
Las semanas siguientes se desarrolló una actividad inusitada. Lil actuaba como compradora del Profesor, y se invirtieron grandes sumas en hardware. Fue tanta la merma en recursos que, para financiar la operación. Atroz tuvo que montar un trabajo de un millón de libras en un banco.
– Debe estar metido en chips hasta las rodillas -comentó Atroz.
– Es un encargo enorme, encanto -le dijo Lil-, pero sus progresos son espectaculares.
Instalaron la maquinaria en una mansión de Surrey propiedad de un falsificador inevitablemente retenido en otra parle, El Profesor trabajo en ese escondite secreto sin ser molestado, salvo por las visitas ocasionales de Lil. Tres semanas después les dijo que había entrado en Holmes.
Atroz no perdió tiempo en convocar a los jefes del hampa para hacerles una demostración. Un mes después de que el Profesor aceptase el encargo, un río de limusinas con cristales oscuros llegó a la mansión de Surrey. Los gánsters y villanos se apresuraron a entrar, parándose incómodos en el barroco vestíbulo de columnas, murmurando obscenidades y dejando caer la ceniza en la alfombra persa.
Atroz les hizo esperar durante veinte minutos antes de hacer su aparición bajando la escalera de mármol. Los recibió solo, para que nadie tuviera dudas sobre quién se llevaría el mérito de vencer a Holmes. Silicio Lil ya estaba camino de las Bahamas, y el Profesor había cobrado y aprendido luego el camino de la puerta. Fue un momento triunfal para Atroz, su confirmación como Padrino del crimen británico.
– Hoy, caballeros, les mostraré que Holmes ya no es ninguna amenaza -anunció-. Acompáñenme.
Les condujo hasta una gran habitación tan abarrotada de computadoras como el último rollo de una película de James Bond.
– Siéntense, por favor -dijo con una voz que vibraba de autoridad-. Debe haber una UDV para cada uno.
Porno Sullivan, el rey del vicio, le dirigió una mirada sucia.
– No he venido aquí para ser insultado.
– Una unidad de vídeo -explicó Atroz-. Una caja con un cristal delante, como una tele, ¿entendido? Ahora, compañeros en el crimen, no toquen todavía los teclados. Lo que tienen al alcance de los dedos es la respuesta del hampa a Holmes. Afrontémoslo, hace un mes estábamos acabados. Holmes iba a ponemos fuera de la circulación para siempre. No dejen que el nombre de Holmes les preocupe; sólo es un ejercicio en relaciones públicas. Se dice que Sherlock Holmes era infalible, pero sólo fue un persona je de ficción. Hay chiflados que creen que existió de verdad y que todavía sigue vivo, retirado en alguna parte de Sussex Downs y dedicado a la apicultura. A estas alturas tendría 130 años. Tengo entendido que la miel es buena para la salud, pero esto es ridículo.
Hizo una pausa para que la audiencia apreciara su ingenio, pero nadie se rió.
– Al grano -urgió Pomo.
Muy bien. Cuando oí hablar de Holmes no me asusté. Resulta que sé algo de ordenadores, caballeros. He estado trabajando en el problema y me alegra poder decirles que lo he conseguido. Lo que tienen delante es nuestro propio ordenador, conectado al circuito privado de Scotland Yard. Lo llamo Moriarty.
– ¿Morri qué?
– Moriarty. El mayor enemigo de Sherlock Holmes.
– El profesor Moriarty, el Napoleón del crimen -dijo Porno, que leyó algo en su juventud-. No es la mejor de las elecciones, Atroz. Acabó mal, ¿no? Se cayó por un risco empujado por Holmes.
Esto causó una fuerte impresión en Atroz. Estaba menos familiarizado con las obras de sir Arthur Conan Doyle de lo que les había hecho creer. Hasta que no lo mencionó Porno, no supo que Moriarty fue un profesor. ¿Sería posible…? Se distrajo un momento pensando en el cartel de Víctima de Accidente que su salvador, el Profesor, llevaba colgado del cuello. Se rehízo enseguida.
– No se preocupen por eso. Este ordenador se llama Moriarty y, ¿quieren saber por qué? Porque son las iniciales de Microcomputer Output Rendered Impotent And Rot The Yard [Microordenador Para Incapacitar Y Fastidiar Al Yard].
Un estallido de aplausos espontáneos saludó este sentimiento popular. Atroz retozó un momento en la aprobación que le rendían antes de seguir hablando.
– Resumiendo, Moriarty nos proporcionará completo acceso a Holmes. Utilizan do la clave de acceso, podremos pedir nuestros propios informes policiales y examinarlos. Y, lo que es mejor aún, podremos alterarlos, borrarlos…
– ¿O endilgárselos a otro capullo? -sugirió Pomo.
– Eso no sería de camaradas, ¿no cree? -repuso Atroz con una mirada irritada Ahora introduciremos la clave y podrán escribir su nombre en el teclado y examinar su expediente.
Todo fue a las mil maravillas. Las exclamaciones y los silbidos que se oyeron a continuación fueron música para los oídos de Atroz. Los delegados eran como niños en la mañana de Navidad. Durante una feliz hora o más, Atroz fue de uno a otro, dando instrucciones y ánimos mientras les enseñaba a hacer ininteligibles sus antecedentes criminales.
Fue «Hash» Brown, el jefazo de las drogas, quien tuvo la caballerosa idea de pedir el expediente de Silicio Lil y borrarlo por ella. Después de todo, no estaba allí para hacerlo en persona.
Tecleó su nombre.
En vez de su dossier criminal, en la pantalla brilló una instrucción cuidadosamente escrita.
LE RUEGO SEA MÁS PRECISO EN LOS DETALLES.
Hash borró la pantalla frunciendo el ceño, y llamó a Atroz.
– ¿Cuál es el nombre completo de Lil?
– Lilian Norton. -Atroz lo deletreó para él.
Esta vez, Hash consiguió lo siguiente:
NORTON, LILIAN
ALIAS SILICIO LIL. NACIDA 1/4/54, EN KNIGHTSBRIDGE. PADRES: JAMES & MARY NORTON. ACTÚA EN NIGHTCLUB & ASOCIADA A GEORGE «ATROZ» HARMER (VER EXPEDIENTE). ANTECEDENTES PENALES: MAYO, 1985, 1 MES, EMBRIAGUEZ Y ESCÁNDALO PÚBLICO; DIC., 1986, 3 MESES, ENCUBRIR A CONOCIDO CRIMINAL. NOTA: SE RUMOREA QUE SU ABUELO FUE HIJO DE GODFREY NORTON & IRENE ADLER. VER: UN ESCÁNDALO EN BOHEMIA.
– ¿Qué es esto de un escándalo en Bohemia? -dijo Hash.
– Es una de las historias de Sherlock Holmes -dijo Porno-. Para Sherlock Holmes ella siempre fue la mujer.
– ¿Quién?
– Irene Adler.
– Déjame ver eso dijo Atroz. Apártate un momento.
Tecleó el nombre de Irene Adler y obtuvo la siguiente respuesta:
VAMOS, WATSON, EL SEXO DÉBIL SIEMPRE FUE SU DEPARTAMENTO.
– ¿Quién diablos es Watson? -preguntó Hash.
Atroz ya estaba tecleando otro mensaje.
¿ESTOY HABLANDO CON EL SEÑOR SHERLOCK HOLMES?
La respuesta apareció al momento.
UNA VIEJA MÁXIMA MÍA DICE QUE CUANDO HAS ELIMINADO LO IMPOSIBLE, LO QUE QUEDA, POR IMPROBABLE QUE SEA. DEBE SER LA VERDAD.
– Vaya, esto lo supera todo -dijo Atroz.
Todos los demás habían dejado sus consolas para ver lo que pasaba. Miraban fascinados mientras Atroz escribía:
¿ESTÁ TRABAJANDO PARA SCOTLAND YARD?
Holmes respondió:
YO SERÉ MI PROPIA POLICÍA. CUANDO COJA PECES CUANDO ECHE MIS REDES, PERO NO ANTES DE ESO.
– Esto no me gusta -dijo Pomo-. No me gusta nada.
En ese momento la pantalla quedó en blanco, como si la hubieran desconectado. Todas las demás máquinas de la habitación se comportaron del mismo modo.
– Aquí la policía-dijo entonces una voz hablando por un megáfono-. Estamos armados y tenemos el edificio rodeado. Escuchen atentamente nuestras instrucciones.
Atroz corrió hasta la ventana. El camino estaba abarrotado de furgones de la policía. Podía ver a los francotiradores y a los perros. La resistencia era inútil.
Y así fue, en resumen, como acabaron encarcelando a todos los jefes del mundo del hampa. Cuando estaban sentados en el furgón, camino de la comisaría para ser interrogados, Atroz le contó toda la historia a Pomo y le preguntó:
– ¿En qué me equivoqué?
– Confiaste en Lil. Trabajaba para Holmes.
– ¿Para la computadora?
– No, para el tipo que le tiraba los tejos a su bisabuela.
– Vamos, Pomo. Debe haber muerto.
Pomo le dirigió una mirada cansada.
– He estado pensando en ese Profesor tuyo. Holmes era un maestro del disfraz, y tocaba el violín. Se retiró a Sussex que, casualmente, está en línea directa con la Estación Victoria.
Atroz se quedó boquiabierto.
– ¿Sigue con vida? ¿Y metido en ordenadores? ¡Increíble!
– Elemental -dijo Pomo con desmayo.