Este mundo está lleno de cosas rotas: corazones rotos y promesas rotas, personas rotas. Este mundo es, a su vez, una frágil edificación, una colmena donde el pasado se filtra en el presente, donde el peso de la culpa por la sangre derramada y los pecados antiguos arruina vidas y obliga a los niños a yacer con los despojos de sus padres entre el posterior revoltijo de escombros.
Yo estoy roto, y en represalia he roto a otros. Ahora me pregunto cuánto daño puede infligirse al prójimo hasta que el universo interviene, hasta que una fuerza exterior decide que los padecimientos son ya suficientes. Antes pensaba que era cuestión de equilibrio, pero ya no lo creo. Ahora pienso que lo que yo hice era desproporcionado en relación con lo que me hicieron a mí, pero ésa es la esencia de la venganza. Crece de manera exponencial. No puede controlarse. Un daño invita a otro, y así sucesivamente hasta que el agravio inicial casi se ha olvidado en medio del caos que viene después.
En otro tiempo busqué venganza. Nunca más lo haré.
Pero este mundo está lleno de cosas rotas.