Las manos tecleaban con la fuerza y seguridad de quien conoce la rutina a la perfección.
En la pantalla apareció la lista de mensajes en espera. Uno era de Samael:
«Hemos sido bendecidos con un éxito total. El primer muro ha caído. Samael.»
De inmediato escribió la respuesta:
«Felicita a los hermanos. La muralla interior y última está mucho más protegida y hay que iniciar los pasos para derribarla. Por un tiempo deberemos usar la astucia y minar los cimientos del muro. Cada cual ha de colocarse en su posición y, cuando suenen de nuevo las trompetas y caiga la muralla, Jericó será nuestra. Arkángel.»
Con la misma eficacia anterior, el mensaje fue enviado y luego se borró de la memoria del ordenador.