Capítulo 11

Cuando vio a Randy mirar por la puerta de su despacho en el edificio del Gobierno, Andrew le hizo un gesto para que entrara y siguió hablando por teléfono.

– No me importa lo que diga, Clint. Quiero ese informe sobre mi mesa a primera hora de la mañana o voy a pedir una auditoria pública. ¡Puedes estar seguro de eso!

– Menos mal que tía Alex nos ha invitado a cenar. Parece que tienes hambre -bromeó Randy después de que su padre colgara-. Apuesto a que tampoco has almorzado hoy.

– No he tenido tiempo.

Andrew se levantó y se puso la chaqueta, sabiendo muy bien que había perdido todo el interés por esas cosas desde que Lindsay había desaparecido de su vida.

– Hemos descubierto un fraude en la oficina de pensiones. Ahora que los periódicos lo han sabido, quiero ir diez pasos por delante de ellos.

– Parece algo serio. ¿Es por eso por lo que hay esa multitud delante de la entrada? He tenido problemas para entrar.

– Probablemente sean unos turistas haciéndose una foto de grupo -dijo Andrew mientras llenaba su maletín de documentos. Pensaba disparar su artillería a primera hora de la mañana.

– También hay un equipo de televisión.

Andrew miró sorprendido a Randy antes de llamar a su secretaria de prensa. Momentos más tarde, la chica entró en el despacho.

– ¿Qué está pasando ahí fuera, Judith? Randy ha visto a algunos periodistas y gente de la televisión.

– Por lo que dice Jake, hay alguien famoso de la televisión que piensa hacer unas declaraciones. Te han retado para que salgas a oírlas, pero creo que no deberías hacerlo. Es por eso por lo que he decidido no molestarte.

Andrew sonrió pícaramente.

– Me conoces mejor que eso, Judith. La prensa está esperando que oculte el escándalo de los fondos de pensiones. Creo que esto viene a eso.

– ¡Hala con ellos, papá! Nadie piensa más rápido que tú.

– Gracias por el voto de confianza, Randy.

Judith no parecía convencida.

– No sé, no me gusta.

– Dile a Jake que avise a los otros. Sea quien sea el que esté detrás de este escándalo, debe estar desesperado para organizar algo así. Bueno, estoy listo para el reto.

– ¿Por qué no dejamos que Cliff se encargue de esto?

– No. Sea quien sea el que haya venido, seamos hospitalarios y hagamos que se sienta cómodo -dijo Andrew sintiendo la adrenalina que precedía a un debate acalorado.

No había nada que le gustara más que clavar los dientes en el corazón de un conflicto. Eso le ayudaría a olvidarse por un momento de-que era un hombre con necesidades y deseos que sólo una mujer podía llenar.

– ¿Vamos ya, Randy?

– Sí. Tía Alex no se enfadará cuando descubra por qué llegamos tarde.

Andrew siguió a su hijo hasta la entrada principal. Le sorprendió la cantidad de gente que había allí, todo el jardín delantero y el camino de entrada estaban abarrotados. Alguien se había tomado mucho trabajo. Jake le hizo un gesto.

– Estamos listos cuando quiera, jefe.

– Abrid camino.

Los guardas lo hicieron y Andrew salió rodeado por sus hombres. Pero cuando vio a la voluptuosa sirena que estaba sentada en el último peldaño de arriba de las escaleras, se sintió como si se hubiera dado de bruces contra una pared invisible y agarró fuertemente el hombro de su hijo.

El ardiente sol se reflejaba en su cabello largo y rubio y en la cola de reflejos metálicos. Le estaba dando la espalda, así que no lo podía ver. Dudó que nadie de toda aquella multitud lo estuviera viendo tampoco, ya que debían de estar absortos con ella, lo mismo que él.

– Buenas tardes, señoras y caballeros de la audiencia -dijo una locutora a la cámara-. Esta noche les traemos una exclusiva especial desde la entrada de nuestra histórica Casa del Gobierno de Carson City. Recordarán que, el pasado mes de junio, nuestro gobernador, Andrew Cordell, apareció en los titulares cuando se fue a las Bahamas y se encontró a una hermosa sirena mientras buceaba con su hijo. Esta tarde, una fuente generalmente bien informada y que desea permanecer en el anonimato, nos informó que la misteriosa sirena, que se ha transformado en la sensación de todo el país al protagonizar los anuncios de una conocida marca de cosméticos, estaba aquí, delante de la Casa de Gobierno, protestando por haber sido maltratada.

Luego la locutora se agachó para acercarle el micrófono a la sirena.

– ¿Le importaría explicarle a nuestra audiencia lo que quiere decir? ¿De qué está protestando? Y ¿por qué?

– Papá, suéltame el hombro -susurró Randy.

Pero Andrew no era consciente de nada, porque Lindsay empezó a hablar.

– Bueno, todo empezó cuando yo estaba nadando en mi mundo, metiéndome en mis asuntos. De repente ese… ese mortal, apareció y se negó a dejarme en paz.

– ¿Se refiere al Gobernador Cordell?

– Sí.

Eso hizo que se produjeran algunas risas entre la multitud, entre la que había algunos que ya se habían dado cuenta de la presencia de él.

– Tuve miedo, porque nuestras leyes dicen que tenemos que mantenernos apartadas de los mortales. Mis padres me educaron para que fuera obediente y no permitiera que un mortal se me acercara tanto como para poder capturarme.

– ¿Está diciendo que el Gobernador Cordell la capturó contra su voluntad?

– Hizo algo mucho peor.

Entonces Randy le dio un codazo en las costillas a su padre, pero Andrew estaba tan rígido como una columna de granito.

– Cuando estaba en peligro, me salvó la vida.

– Eso parece algo que nuestro gobernador es muy capaz de hacer. Es un gran defensor de los derechos de las mujeres. ¿Por qué está entonces tan enfadada?

– Porque una vez que una sirena tiene contacto físico con un mortal, su poder para resistirse a él se debilita. Ya no escucha a sus padres y trata de buscar oportunidades para estar con el mortal en cuestión todo el tiempo… hasta que es demasiado tarde.

– ¿Demasiado tarde? Creo que no comprendemos.

– Ya ve, el mayor miedo de una sirena es ser esclavizada por un mortal, cayendo bajo su poder. Una vez que eso sucede, no vuelve a estar a gusto con su vida bajo el mar.

– ¿Es eso lo que le sucedió a usted?

– Sí. Cuando ese mortal me pidió que viviera con él para siempre y que no volviera nunca a mi mundo, me entró el pánico porque todo lo que me dijeron mis padres resultó ser verdad. Ese mortal quería capturarme y no dejarme ir nunca.

– ¿Utilizó la fuerza con usted?

– ¡Oh, no! Hizo algo mucho más potente.

– ¿Qué fue?

– Me dijo que estaba enamorado de mí.

La multitud rugió, pero los latidos de su corazón eran tan fuertes que Andrew apenas lo oyó.

– Me asusté tanto que salí huyendo. Entonces fue cuando me hizo daño.

– ¿Nuestro gobernador la hizo daño? ¿Qué hizo?

– Se enfado. No sabía que se podía poner así, porque siempre había sido amable y cariñoso.

Andrew empezó a sentir entonces como si el corazón se le deshelara.

– Me dijo que volviera a mi mundo, que no teníamos nada más que decirnos.

– Pero, ¿no era eso lo que quería usted? ¿Ser libre?

– ¡Oh, no! Ya ve. Yo creía que quería ser libre, pero me habían dicho durante toda mi vida que me mantuviera apartada de los mortales. Pero cuando volví al mar, me quedé desolada y me, pasaba todo el tiempo llorando. Entonces descubrí que no quería vivir sola, teniendo que protegerme constantemente de los tiburones y otras criaturas marinas.

Entonces ella levantó la cabeza y miró directamente a la cámara.

– Quiero quitarme mi cola y ser una mortal como él. Quiero vivir con ese mortal para siempre, pero también quiero ayudar a servir a otros. El problema es que he sido sirena durante tanto tiempo que sólo puedo hacer bien una cosa. Así que he desarrollado un plan. Tengo que saber si ustedes piensan que funcionará.

– A nuestros espectadores les encantará oírlo, estoy segura.

– Bueno, verán, todas las sirenas trabajan en algo. El mío era enseñar a nadar a las sirenas pequeñas. Algunas de ellas tenían malformaciones de nacimiento en sus aletas y otras habían sufrido accidentes. Cuando eso sucedía, necesitaban lecciones de natación especiales para que sus colas se fortalecieran y pudieran seguir nadando con las demás. Si me transformo en una mortal con piernas, lo único que sabré hacer será enseñar a nadar a los demás. El mortal al que amo tiene una gran piscina, así que he pensado que podría enseñar a nadar a los pequeños mortales con problemas en las piernas, entonces él me dejará quedarme a su lado, trabajaremos juntos y seremos felices.

– Estoy segura de que, cuando él sepa sus planes, se pondrá muy contento y nunca más la dejará marcharse de su lado.

– Oh, eso espero. Ya ve, yo siempre soñé con tener una hija sirena para poder enseñarle. Ahora tendré que pensar en tener un mortal. Su hijo. Pero me temo que eso no sucederá nunca.

– ¿Porque el gobernador ya no la quiere? ¿Es eso lo que está diciendo?

– Sí. He pasado por todos los sitios por donde pasábamos, esperando verlo, pero no ha aparecido. Es por eso por lo que estoy aquí. Traté de llegar a su despacho, pero sólo he llegado hasta aquí. A no ser que él me quiera, nunca podré ser una mujer de verdad, con piernas.

– ¿Quiere decir que tendrá que quedarse ahí donde está?

– Sí. Incapaz de volver al mar e incapaz de caminar. Es el castigo más cruel de todos.

– Tiene todo el derecho a protestar. ¿Qué quiere que haga nuestra audiencia televisiva?

– Bueno, tengo entendido que sus votantes lo pueden llamar cuando lo crean necesario. Esperaba que, si todo el mundo oía esta historia, se apiadarían de mí y le suplicarían en mi favor. No tengo ningún sitio a donde ir.

– ¡Creo que deberíamos hacer una sentada aquí mismo, como protesta! -gritó Randy a la multitud mientras se acercaba a la sirena.

La gente gritó, animada ante esa sugerencia.

Andrew cerró fuertemente los párpados. Estaba demasiado emocionado como para moverse. Entonces se le ocurrió.

Lindsay lo amaba.

Y lo amaba lo suficiente como para haber montado todo aquello y para haberse ganado el apoyo de su propio hijo.

Cuando abrió los ojos, vio que Troy, Zack y Alex, con el pequeño Sean en brazos, estaban con Randy y Lindsay. Tenía allí mismo a todos los que amaba.

– ¿Hey, jefe? -murmuró Jake-. ¿Va a tomarla en brazos o quiere que lo haga uno de nosotros?

Andrew sonrió entonces.

– ¡Si le pones la mano encima, estás despedido!

Luego se acercó por fin a Lindsay.

La periodista lo interceptó a medio camino y sonrió.

– ¿Y bien, gobernador? Parece que tiene todo un problema aquí. La multitud está creciendo y se está enardeciendo. ¿Qué pretende hacer al respecto?

Andrew miró a Lindsay, que se había vuelto y lo miraba a él llena de ansiedad. Se dio cuenta de que no estaba muy segura de su respuesta.

Ella había perdido todo su orgullo para estar con él. Apenas podía encontrar palabras.

– ¿Gobernador?

Zack se le acercó y susurró:

– Incluso tú sabes cuando te tienes que rendir, cuñado. Nos pasa a todos. Hazlo con gracia.

Andrew se aclaró la garganta y miró a la cámara, no queriendo mirar de nuevo a Lindsay hasta que no estuvieran a solas. Habían pasado siete semanas desde que se separaron. Siete semanas sin significado que más le habían parecido siete años.

– El pasado otoño -empezó a decir-, cuando me eligieron para un segundo mandato, no sabía que una cierta sirena iba a entrar en mi vida y la iba a volver un caos. Háganme caso, las sirenas son unas criaturas de lo más complicado y conflictivo.

Hizo una pausa y la multitud se rió.

– Primero muerden y luego se retiran. Para defenderse de semejante tormento, un mortal tiene que hacer algo para proteger su frágil corazón y no terminar hecho pedazos.

– Pero, gobernador -dijo la periodista-. Si nuestros televidentes comprenden correctamente la situación, ella ya no quiere ser sirena y pretende ser una mujer mortal. De hecho, estará atrapada entre los dos mundos si usted no hace algo al respecto.

Obligándose a no mirar a Lindsay, Andrew dijo:

– Entonces, vamos a votar antes de que mis oponentes me acusen de alterar el medio ambiente y atacar a especies en peligro de extinción.

La gente volvió a reírse.

– ¿Cuántos de mis votantes aquí presentes quieren ver a una ex-sirena como primera dama del estado de Nevada?

La multitud aulló y, cuando, por fin, se quedaron callados de nuevo, la periodista dijo:

– Creo que se puede decir que ha salido que sí. Gobernador…

Pero Andrew ya había hablado todo lo que pretendía. Mientras la periodista se dirigía a la cámara, Andrew se acercó a Lindsay, que tenía el rostro radiante de alegría.

Luego se inclinó y susurró:

– Pásame los brazos por el cuello, querida.

Lindsay lo hizo y él añadió:

– Ya lo has hecho, mi sirena escurridiza. Estás atrapada en tierra firme y ya no hay vuelta de hoja.

Ella lo abrazó más fuertemente como respuesta.

– Entonces, llévame a algún sitio donde podamos estar a solas y pueda quitarme la cola. Te amo, Andrew Cordell, y tengo que mostrarte lo que siento antes de que me ponga a arder.

Andrew comprendió exactamente cómo se sentía. Sus propias emociones no podían ser expresadas en palabras y necesitaban una expresión física.

La tomó en brazos y se dirigió a su despacho, mientras sus guardaespaldas lo protegían de los curiosos.

Pero incluso delante de la puerta del despacho y, haciendo caso omiso del resto del mundo, Lindsay acercó los labios a los de él y lo besó de tal manera que se le alteraron los latidos del corazón. Ansiosos el uno por el otro, se besaron con una pasión cada vez más fuerte, abandonando todas las inhibiciones. Entonces llamaron a la puerta, aunque no hicieron el menor caso.

– ¿Papá? Me fastidia interrumpir, pero ya han pasado tus cinco minutos. Recuerda nuestra regla.

– Es una regla terrible -murmuró Lindsay sin soltarlo-. ¿Quién la puso?

Andrew gimió.

– Yo. Pero se suponía que era sólo para Randy.

– ¿Papá?

– Lárgate, hijo.

– No puedo hacerlo. Es por tu propio bien. Además, tía Alex y tío Zack, además de todos los demás, incluidos unos fotógrafos de un par de periódicos, están esperando afuera para ver a Lindsay. Podría ser un poco vergonzoso si no apareces pronto. Te doy un minuto más. Y, mientras cuento, ten en mente que nos debes a Troy y a mí un viaje a las Islas Caimán. Estábamos pensando que sería un buen sitio para vuestra luna de miel.


Beth había ayudado a Lindsay a quitarse el traje de novia y ponerse uno apropiado para viajar hacía una media hora y Andrew no había aparecido todavía. Cuando su ansiedad estaba llegando al máximo, Beth se ofreció para ir a buscarlo.

Lindsay oyó por fin la profunda voz de su esposo en el pasillo y corrió hacia la puerta y la abrió.

– ¡Por fin! -exclamó-. Estaba temiendo que algo fuera mal.

Excepto su padre, ningún otro hombre había entrado hasta entonces en la habitación que su madre había decorado hacía años para los gustos de una niña pequeña. Andrew parecía algo incongruente en esa decoración.

Le abarcó el rostro entre las manos y la miró a los ojos.

– ¿Qué puede ir mal en nuestra noche de bodas?

– Yo… no lo sé. Vi que papá te llevaba aparte después de que termináramos de saludar a todos los invitados y llevo preocupada desde entonces. Zack se ha llevado al aeropuerto a Troy y Randy hace al menos veinte minutos. ¿No vamos a llegar tarde a nuestro vuelo?

El bajó la cabeza y la besó.

– No te preocupes, querida. Todavía tenemos tiempo y esto era importante. Tus padres y yo hemos tenido una conversación muy reveladora.

Eso la llenó de ansiedad.

– ¿Qué quieres decir?

– Helen y Ned querían decirme lo agradecidos que estaban por haberte convencido de que la boda se celebrara en su casa.

– Pero…

– Escucha. Han pensando que he sido yo el que te he obligado a tenerlos en cuenta para esto. Han admitido que vuestra relación no ha sido muy buena desde hace mucho tiempo. En realidad, cuando los llamamos hace un mes para decirles que nos casábamos, se imaginaron que te habían perdido por completo. Dieron por hecho que era por su culpa.

– ¿Sí? -preguntó ella, incrédulamente.

Andrew asintió y la besó en las manos.

– Cuando les dije que yo no he tenido nada que ver con la decisión de dejar que fueran ellos los que organizaran toda la boda, que había sido idea tuya y que lo hacías porque los amabas, eso les causó un verdadero efecto. Tu madre se derrumbó y tu padre se quedó… anonadado.

– ¿Papá? No me imagino a mi padre perdiendo la oportunidad de decir la última palabra.

– Está claro que te quieren y que están empezando a darse cuenta de que, si nos quieren ver a menudo y conocer a los hijos que pensamos tener, van a tener que dejarte vivir tu propia vida. Van a tener que dejar de mandarte ultimátum o te perderán de verdad. Lindsay, eso es todo un paso en la buena dirección para ellos.

– Estoy de acuerdo. Oh, Andrew… -dijo ella echándole los brazos al cuello-. Ha sido tu falta de egoísmo y tu conocimiento de la gente lo que ha producido ese cambio en ellos. ¿Cómo he podido tener la suerte de casarme con un hombre como tú?

– Yo estaba pensando eso mismo de mi nueva esposa. Aunque esperaba que comprendieras que Randy sólo estaba bromeando, él quería venir de verdad con nosotros en nuestra luna de miel. Desde que la salud de Wendie empezó a empeorar, él había perdido la confianza en la vida y en el futuro. Se llegó a sentir francamente mal. Cuando le preguntaste si le gustaría venir con nosotros a las Caimán y que se trajera a Troy, le arreglaste de nuevo la vida y creaste un sentimiento de familia. Le hiciste ver que tiene una, Lindsay. Y, cuando lo hiciste, te juro que me volví a enamorar una vez más de ti.

Entonces él sonrió y añadió:

– Pero no pienses unirte a ellos cuando buceen. Este tiempo es para nosotros. Y, por mucho que te guste nadar y bucear, tengo algo más en mente que nos va a mantener completamente ocupados. Tal vez de vez en cuando emerjamos para cenar.

Lindsay besó entonces al hombre que amaba con una pasión completamente desinhibida.

– Tal vez ni siquiera entonces, Andrew Cordell -dijo antes de besarlo otra vez-. Tal vez ni siquiera entonces.

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