Capítulo 5

– Hey, papá. Es Tío Zack al teléfono.

Andrew sabía que su cuñado nunca lo llamaría a no ser que se tratara de una emergencia, así que eso sólo podía significar una cosa. Apartó el periódico que había estado leyendo y fue a contestar.

– ¿Zack? Ya veo que has visto lo que dicen los periódicos.

– Es que ha sido difícil no hacerlo. Los titulares del Sun dicen: «El Gobernador Cordell Salva a Una Hermosa Sirena en un Heroico Rescate», y hay una gran foto tuya llevando algo que se parece sospechosamente a una cola de pez. Por el amor hermoso, Andrew, antes me preocupaba por que Randy no saliera en las columnas de cotilleos, ¡pero es que tú has conseguido la primera página!

Zack no hizo nada para controlar la risa. Andrew gimió.

– No hay nada sagrado en estos días. Ya me temía que la prensa se agarraría a esta historia.

– Alex te manda recuerdos y me dice que lo mires por el lado bueno. Cree que un toque de romance es exactamente lo que necesita la oficina del gobernador.

– ¿Y tú? ¿Qué crees?

– Llevo mucho tiempo esperando y rogando porque encuentres a alguien que reemplace a mi hermana. Eres demasiado joven y lleno de vida como para seguir solo. ¿Pero una sirena?

Andrew se rió y Zack hizo lo mismo.

– ¿Y merece el daño que le has hecho a tu imagen pública?

Andrew se había estado preguntando eso mismo durante las últimas horas.

– ¿Sabes que, cuando la vi por primera vez, hubo unos cuantos segundos que pensé que era una sirena de verdad?

– ¿Así que es tan hermosa?

– La tengo grabada en vídeo y lo he puesto tantas veces que temo que se rompa la cinta. Estoy empezando a comprender tu fijación con Alex. Randy dice que guardaste todos sus posters en tu habitación después de decirle que los habías destruido.

– ¡Demonios, papá! -exclamó Randy.

Zack pareció igualmente contrariado.

– ¿Es que no hay nada privado en mi casa?

– No. Ni en tu casa ni en la mía. Gracias a este incidente me han llamado desde servidor público borracho y pervertido hasta lujurioso y depravado, acosador de jóvenes y desprevenidas sirenas.

– ¿Y lo has hecho? Me refiero a acosarla.

– ¿Tú qué crees?

– No soy el más indicado para preguntar eso. La primera vez que Alex y yo estuvimos a solas y la llevé a recorrer el rancho, le dije que le pagaría lo que me pidiera si posaba para una foto. Todavía estoy avergonzado por cómo actué ese día.

– ¿Con qué iba a posar?

– Con nada, sólo un poco tapada por un arbolito.

Andrew sonrió y movió la cabeza.

– Y yo que creía que lo sabía todo acerca de Zackery Quinn.

– No sabes ni la mitad.

– Sí, puede ser, si mi experiencia de estos últimos días sirve de barómetro. Ella es diez años más joven que yo, Zack.

– ¿Y qué?

– Me tiene miedo.

– ¿Qué le has hecho?

Andrew se pasó los siguientes diez minutos explicándole todo lo que había sucedido, incluyendo que la había invitado a cenar.

– Uno de estos días la verás por televisión, anunciando productos de belleza. Va a hacer rico al propietario de la compañía.

– Papá -los interrumpió Randy-. Dile que se ponga Troy.

– ¿Zack? Randy quiere hablar con Troy.

– Está fuera con algunos de los hombres. Le diré que llame tan pronto como vuelva. También quería hablar con Randy.

Andrew le pasó el mensaje a Randy y luego siguió con la conversación.

– Te agradezco la llamada, Zack. Me ayuda a mantenerme cuerdo en momentos como estos.

– Hablando de otra cosa, ¿os lo estáis pasando bien?

– Como nunca.

– Eso es lo que quería oír. Tienes suerte de tener un hijo como Randy.

– ¿No sabéis ya el sexo de vuestro futuro hijo? Yo creía que, hoy en día, todo el mundo sabe ya esas cosas.

– No. Alex y yo hemos pensado que no lo queremos saber. Eso hace más divertida la espera.

– Estoy de acuerdo. Dale recuerdos y dile que no lo tenga hasta que no estemos de vuelta.

– No saldrá de cuentas hasta final de mes.

– Entonces estaremos allí. Mantente en contacto, Zack. Si tiene el niño antes queremos ser los primeros en daros la enhorabuena.

Luego se despidieron y colgaron. Hablar con Zack le había puesto de buen humor, así que le dijo a Randy que se iban a bucear, a pesar de que la prensa pudiera estar vigilándolos, con lo que Randy se quedó encantado.


La casa de verano del gobernador le recordó a Lindsay las casas griegas que se veían en los posters de las compañías aéreas. Estaba tan impresionada que, en un momento dado, casi estuvo a punto de decirle al conductor de la limusina que la llevara de nuevo al hotel. Llevaba todo el día imaginándose el momento en que volvería a ver de nuevo, a ese hombre. En ese momento estaba tan llena de emociones contradictorias que no estaba segura de poder superarlas.

Mirando hacia atrás, se daba cuenta de que se había pasado cuando pensó que él podía representar una amenaza. Pero ahora que sabía la verdad, sentía una clase de tensión diferente.

Le había costado decidir la ropa que iba a llevar, pero por fin se había puesto un vestido corto de seda rosa y se había dejado suelto el cabello.

Jake se había quedado en el hotel, mientras que Fernando iba con ella en el asiento trasero de la limusina. Cuando se detuvieron, salió inmediatamente del coche y la ayudó a ella.

Inmediatamente se abrieron las puertas de la casa y Andrew Cordell apareció silueteado en la entrada, demasiado atrayente para la paz mental de Lindsay. Iba vestido con un elegante traje de verano color caramelo claro, una camisa más oscura y corbata de seda clara.

Con las piernas un poco inseguras, caminó hacia él.

– Te mentí cuando te dije que no me importaba la hora a que llegaras. Son más de las ocho y estaba a punto de irte a buscar yo mismo -dijo sinceramente y a ella se le secó la boca por los nervios.

– Es que se nos ha estropeado el motor del barco y Ken ha tardado en arreglarlo.

– Trataré de perdonarlo -murmuró él tomándola del brazo y acompañándola al interior.

Lindsay llevaba toda su vida rodeada de gente del cine, todos ellos guapos y atractivos. Entonces, ¿por qué era sólo ese hombre el que la podía hacer sentirse tan viva sólo con su contacto?

Toda la casa estaba decorada al estilo mediterráneo y las ventanas daban al mar.

– Mi hijo nos está esperando en el estudio -le dijo Andrew mientras la guiaba hasta una habitación cuya decoración le daba un aire árabe.

Cuando pasaron la puerta, un atractivo joven de cabello oscuro se levantó de donde estaba sentado delante de un aparato de televisión y vídeo. A su lado había un montón de cintas. Se sacudió los pantalones y arregló su chaqueta mientras sonreía de una forma encantadora.

– Hola -le dijo a Lindsay. Entonces ella vio inmediatamente cómo debía haber sido Andrew Cordell veinte años antes.

– ¿Randy? -dijo su padre mientras seguía sujetando posesivamente el brazo de Lindsay-. Te presento a una verdadera sirena viva. ¿Te puedes creer que se llama Lindsay Marshall?

Divertida por ese comentario, Lindsay sonrió y le dio la mano a Randy.

– Hola, Randy. Espero que me llames Lindsay.

– Nos alegramos de que hayas venido -dijo Randy-. Cuando papá me enseñó el vídeo donde apareces, comprendí enseguida por qué pensó que había visto a una sirena de verdad. ¡Está realmente bien! ¡Espera a verlo!

– Casi lo estoy temiendo. Había tomado demasiado aire y mi cuerpo tendía a subir mientras que yo trataba de nadar al mismo nivel. No paraba de mover los brazos.

– Me temo que ninguno de los dos nos hemos fijado en eso. ¿Quieres tomar algo antes de cenar?

– No, gracias. Para seros sincera, siempre me muero de hambre después de ensayar.

– Eso lo podemos remediar enseguida.

– Le diré al cocinero que ya estamos listos para cenar -dijo Randy.

– Gracias Randy. Nosotros vamos ahora mismo.

Cuando se hubo marchado, Lindsay dijo:

– Es un chico muy atractivo. Salvo por el cabello se te parece mucho.

– Gracias. Creo que la mayor parte de su atractivo lo heredó de su madre.

– ¿Tienes más hijos?

– No. Tuvimos suerte de tener a Randy. Mi esposa tenía una rara enfermedad de la sangre heredada de su madre. Las dos murieron jóvenes.

– Perder a alguien amado debe ser de lo más traumático. Pero estar a la luz pública en ese momento debe haber sido horrible.

– Fue un infierno, sobre todo para Randy. Por las exigencias de mi puesto, él terminó teniendo que afrontar todo el dolor solo. Estoy tratando de compensarlo por eso ahora.

– Me gustaría haber sabido todo esto antes…

– No te arrepientas de nada -la interrumpió él decididamente-. Yo estaba decidido a conocerte. Lo que pasó es que la forma de conocernos no era la que había pensado. Te confieso que hubiera preferido que nuestro primer encuentro después del del agua, fuera más parecido a mi plan original. Ciertamente, habría sido menos público.

El corazón le dio un salto a Lindsay.

– ¿Tu plan original?

– Iba a esperar a que terminaras de bucear ese día. Pokey y su tripulación tenían instrucciones de acercar nuestro barco al tuyo. En ese momento, yo le iba pedir a Don que nos presentara y que me diera la oportunidad de disculparme por haberme metido en tu territorio el día anterior. Si te lo tomabas bien, pretendía invitarte a cenar para poder darte la cinta de vídeo si la querías.

Andrew hizo una pausa y la miró a los ojos.

– ¿Hubieras aceptado esa invitación?

Lindsay se quedó pensativa un momento. Sabía que, aunque se había asustado en el agua, seguramente la personalidad persuasiva de ese hombre la habría hecho aceptar.

– La cena está lista, papá.

La interrupción no pudo llegar en mejor momento para Lindsay.

Sin dejar de mirarla a los ojos, Andrew respondió:

– Vamos enseguida.

De nuevo Lindsay notó el calor de la mano de él contra su brazo. Un calor que se esparció por todo su cuerpo.

Antes de que llegaran al comedor, él le murmuró al oído:

– Si tu presencia aquí esta noche indica algo, entonces pienso que la respuesta hubiera sido que sí.

Se sentaron a la mesa y, mientras les servían los aperitivos, Randy le preguntó:

– ¿Cómo es que no te hemos visto nunca en ninguna película?

Lindsay se atragantó con el vino y dejó de nuevo la copa sobre la mesa.

– Porque no soy actriz.

– Eres tan guapa que bien podías ser modelo entonces.

Ella agitó la cabeza y sonrió.

– Gracias por el cumplido, pero te equivocas de nuevo. Estoy trabajando en este anuncio para ganar el dinero suficiente como para ir a la escuela de posgraduados este otoño. La única razón por la que me contrataron para hacer de sirena es que soy buena nadadora y que tengo el cabello largo.

– Seguramente no sea la única -murmuró Andrew-. ¿Qué piensas estudiar, y dónde?

Eso lo preguntó con tanta intensidad como si su respuesta le importara mucho.

– Quiero estudiar biología marina en el Scripp's Institute en La Joya.

– ¡Conozco ese sitio! -exclamó Randy-. Un par de amigos míos fueron a un campamento de verano allí para bucear.

– Eso es. Algunos de mis viejos amigos hicieron lo mismo cuando terminaron el instituto. En su día pretendo estudiar el comportamiento de los tiburones y esa clase de cosas.

– ¡Estás de broma! ¡Eso es fantástico! ¿Viste muchos tiburones durante tu inmersión de ayer? Papá y yo quisimos ir contigo, pero todavía no somos tan buenos buceadores como tú.

Aparentemente, lo sabían todo sobre sus actividades diarias, gracias a Don y Ken. Randy no parecía nada avergonzado por los poco ortodoxos métodos de su padre para conseguir informaciones personales. Miró a Andrew esperando ver una sonrisa, pero se sorprendió al ver su ceño fruncido.

Entonces ella respondió tranquilamente a la pregunta de Randy.

– Creo recordar que había ocho.

Entonces llegó el plato principal y dejaron de hablar por un rato, hasta que Andrew le preguntó:

– Seguramente, de todos los animales del mar, los tiburones son los más peligrosos. ¿Por qué vas a elegir una carrera que la mayoría de la gente consideraría de alto riesgo?

A ella le habían hecho esa misma pregunta más veces de las que recordaba.

– Hay poco riesgo si sabes como tratarlos y su comportamiento. Deja que te haga una pregunta. ¿Por qué te metiste en política, un trabajo que considero mucho más arriesgado, no sólo para tu familia, sino también para tu salud física y emocional?

Sus miradas se cruzaron.

– Estás utilizando una analogía equivocada. Si los tiburones me muerden, políticamente hablando, siempre puedo volver a ejercer como fiscal del distrito. ¿Qué posibilidades tienes tú si un tiburón blanco, un jaquetón, decide que tú eres su almuerzo?

Ella le dio otro trago a su vino antes de responder.

– Es cierto que en algunas raras ocasiones un gran blanco ha atacado a alguien, pero no son los únicos tiburones que hay en el mar. Los peces martillos son fascinantes para los científicos. Y no tienen la boca tan grande.

– Así que sólo te quitan un bocado, en vez de comerte entera, ¿es eso lo que estás diciendo?

– ¿Qué haces con ellos? -le preguntó Randy.

– Bueno, para darte un ejemplo, se los tiene que marcar para averiguar sus hábitos migratorios. Así que te tienes que acercar lo suficientemente como para asegurarte de que el transmisor está bien fijo. A veces el dolor hace que el tiburón se revuelva. Por supuesto, el buceador es consciente de ello y toma todas las precauciones posibles.

– ¿Es eso lo que vas a hacer este otoño?

– No. Scripp's ofrece un programa de seis años y el primero de ellos estaré recibiendo clases. Luego seguiré un curso especializado de buceo de un par de semanas y luego empezaré a trabajar en algún proyecto submarino con científicos que ya se dedican a eso.

– ¡A mí me encantaría hacer eso! -exclamó Randy excitadamente.

– Por suerte, todavía te quedan por delante cuatro años de estudios, durante los cuales podrás cambiar de opinión por lo menos una docena de veces -dijo Andrew-. Si hemos terminado todos, ¿por qué no vamos al estudio, donde nos servirán los postres y así Lindsay se verá en el vídeo?

– No estoy segura de estar preparada para esto.

Se levantaron y luego se instalaron en los sillones del estudio delante de la televisión. Una vez allí, ella dijo:

– Antes de ver ese donde salgo yo, me gustaría ver los demás que habéis hecho por aquí. Tal vez luego pueda ser capaz de ver mi poco experta actuación.

La siguiente hora pasó rápidamente para ella.

– ¡Para ser un par de aficionados, sois muy buenos buceadores, y los vídeos son espectaculares! -exclamó luego-. ¿Cómo habéis aprendido a manejar tan bien una cámara submarina? Me siento celosa de las inmersiones que habéis hecho… y documentado.

– Mi amigo Troy, que ahora es también mi pariente, es muy bueno con las cámaras. Probablemente termine trabajando para el National Geographic o alguna otra revista famosa. Él nos enseñó a manejarlas.

– Estoy impresionada, Randy. ¿También bucea?

– No. Se rompió una pierna de mala manera jugando al fútbol americano hace un par de años y no ha hecho ningún deporte desde entonces.

– Eso no está bien -dijo Lindsay-. Nadar sería una excelente terapia para él.

Randy la miró con interés.

– ¿Tú crees?

– Lo sé -respondió ella sonriendo y muy consciente de que Andrew también la estaba mirando fijamente-. Yo enseño natación y, algunos de mis alumnos tienen problemas físicos o se están recuperando de accidentes. Para muchos de ellos, nadar es esencial para su recuperación.

– ¿Crees que podría sacarse el título para bucear?

– Claro.

– ¿Papá? ¿Has oído eso?

– Sé lo que me vas a decir, Randy. Cuando volvamos a casa le contaremos lo que nos ha dicho Lindsay, y tal vez se pueda sacar el título a tiempo para venirse con nosotros a las islas Caimán en agosto.

– Me han dicho que son el sueño de cualquier fotógrafo -murmuró Lindsay fascinada, como dejándose llevar por la imaginación.

Randy se arrodilló delante del aparato de vídeo entonces.

– De acuerdo, ya estamos casi.

El corazón empezó a latirle frenéticamente a Lindsay cuando vio una figura alta entre medias de los bancos de coral. Era una apariencia casi fantasmal. Pero cuando, súbitamente, se vio a sí misma nadando delante de la cámara, incluso ella se tuvo que preguntar qué era lo que tenía delante. ¡Parecía de verdad una sirena real! Randy apretó el botón de pausa.

– No me lo puedo creer -dijo ella anonadada.

– Eso es precisamente lo que me pasó a mí -respondió Andrew en voz baja-. Tal vez ahora comprendas mi encantamiento un poco mejor.

Randy la miró por encima del hombro.

– Ese anuncio vendería cualquier cosa, incluyendo tinta de calamar, Lindsay.

– Gracias por el voto de confianza -dijo mientras se ponía en pie.

Se sentía ya demasiado involucrada con Randy y su padre. Lo último que quería hacer era despedirse, pero eso era exactamente lo que iba a hacer mientras le quedaba un poco de fuerza de voluntad.

– Acabáis de recordarme que tengo un ensayo mañana temprano. Creo que debería irme antes de que se me haga demasiado tarde.

Un silencio extraño llenó la habitación mientras Andrew se levantaba para encender las luces. Luego se apoyó en el quicio de la puerta.

– Mañana es domingo, tu último día de libertad antes de empezar el rodaje. ¿Qué te parecería pasar una parte del día buceando con nosotros en Balmoral Island? Vamos a llevar el almuerzo.

Ella bajó la mirada, temerosa de que los dos pudieran darse cuenta de la explosión de excitación que sintió al oír esa invitación. Pero, por mucho que quisiera aceptar, no podía permitirse un día más en compañía de ese hombre, no podría controlar las consecuencias emocionales.

Andrew se apartó de la puerta con una expresión que hacía difícil saber qué estaba pensando.

– No tienes que decidirlo ahora mismo. Si quieres, llámame mañana antes de las diez.

– No… no. Puedo decírtelo ahora mismo -dijo ella frotándose las húmedas, manos contra las caderas-. Me gustaría ir, pero toda la gente llegará mañana y tengo que estar con los de atrezzo y maquillaje. No… no sé cuándo estaré libre, así que no puedo hacer planes definitivos.

– Te pareces a papá cuando lo llamo al despacho -dijo Randy, francamente disgustado.

Lindsay contuvo la respiración, esperando a que Andrew dijera algo, pero continuó en silencio. Tomando la iniciativa, dijo:

– Ha sido una velada maravillosa que no olvidaré. Gracias por la cena y la compañía.

– De nada.

Unos guardaespaldas, entre los que estaba Fernando, aparecieron de alguna parte y la acompañaron a la limusina. Randy y Andrew la acompañaron también y él la ayudó a entrar.

– Buenas noches, dulce sirena -murmuró él.

Por Randy, igual que por ella, hizo como si no hubiera sentido el roce de los labios de Andrew contra el cabello ni la cálida caricia de sus dedos contra la piel. Luego Andrew sé apartó y cerró la puerta. A través del cristal que los separaba, hizo un gesto de despedida de Randy, que le sonrió y se despidió también cuando el coche arrancó. Lindsay se obligó a sí misma a no volver a mirar a Andrew.

Ya sabía que algo significativo le había sucedido, algo nuevo y poderoso. Cuando pensó en volver a California, lejos de él y de su hijo, se apoderó de ella una sensación de desolación. Aquello no tenía sentido. No tan pronto. Y no cuando estaba a gusto con su vida. Por lo menos, lo había estado hasta el día anterior.

Загрузка...