CAPÍTULO 16

Catherine regresó sola a su hotel.

Se quitó los zapatos y se frotó el tobillo unos segundos antes de acercarse a la ventana. En el río los buques avanzaban recortados en la orilla oriental, relucientes bajo las nubes inflamadas. Bajo ella, la gente caminaba apresurada por el Bund, en una dirección u otra, mirando al frente. El inspector jefe Chen podría estar entre ellos, dirigiéndose hacia el hotel con su cartera de mano.

Se apartó de la ventana y se quedó mirando la gruesa carpeta que había sobre el escritorio. El hecho de que esperara con agrado la compañía de aquel hombre era por motivos absolutamente profesionales, se dijo con seguridad. Quería hablar del nuevo enfoque de la investigación tras su visita al Dynasty Karaoke Club. Había alguna cosa más que hacía sospechar del visitante de Hong Kong.

También quería mostrarle a Chen que su actitud estaba libre de prejuicios occidentales y que, a pesar de sus diferencias, tenían una meta en común. Las historias sobre abortos forzados no eran nuevas para ella, lamentablemente. Sabía que él era policía chino, que trabajaba dentro del sistema.

Era probable que Wen ya no estuviera en Fujian. Los Hachas Voladoras debían de haber llegado a una conclusión similar. De manera que ¿qué podía hacer ella en Shanghai, trabajando con el inspector jefe Chen? Él había hablado del yiqi con respecto a Gu; esperaba que este método tuviera éxito, y pronto.

Se puso a tomar notas en un cuaderno, las tachó y se quedó pensando cuando el fax empezó a emitir un mensaje. Era de Washington.

En la primera página sólo había una línea:


Información sobre Chen, de la cía.


El inspector jefe Chen Cao es un cuadro prometedor del Partido, del que se dice que va a suceder al Superintendente Zhao o al Secretario del Partido Li del Departamento de Policía de Shanghai. Se rumorea que el año pasado Chen estaba en la lista de candidatos más probables para el puesto de Ministro de Propaganda de Shanghai. También ha sido director suplente de Control de Tráfico de Shanghai y asistió al Seminario del Instituto del Partido Central. Este último hecho se considera señal inequívoca de su futura promoción en el sistema del Partido. Como uno de los «reformistas liberales» dentro del Partido, Chen goza de relaciones con gente poderosa a un nivel superior.

En cuanto a su actuación profesional, recientemente ha estado a cargo de varios casos de importancia política, incluida la investigación de la trabajadora modelo nacional del año pasado, y uno reciente relacionado con el teniente de alcalde de Beijing.

En la universidad Chen se especializó en literatura inglesa a finales de los setenta, pero por alguna razón desconocida le asignaron a la policía. Chen está en la lista de invitaciones de la Agencia de Noticias de ee.uu. como escritor.

A sus treinta y tantos años, Chen sigue soltero. Tiene apartamento propio en un buen lugar. Igual que otros cuadros prometedores, tiene un perfil bajo en su vida personal, pero se aduce que el padre de su (¿ex?) novia, Ling, es un destacado miembro del politburó.


Catherine metió el fax en su carpeta. Se preparó una taza de café.

Un hombre enigmático. Le intrigaba la parte que se refería a su relación con la hija de un miembro del politburó. Una chica que pertenecía a lo que se denominaba Hijos de Cuadros de Alto Rango. Había leído sobre ese prestigioso grupo, privilegiado por sus relaciones familiares, corruptas, poderosas. ¿Aún se veían? Los datos de la CIA eran vagos. Se preguntó si una malcriada Hija de Cuadro de Alto Rango sería una buena esposa para él. Si se casaba con una, ¿se convertiría en uno de ellos?

Catherine interrumpió esta línea de pensamiento. El inspector jefe Chen sólo era un compañero temporal en China. Era tarea de la CIA interesarse por su vida, no de ella. La información sobre Chen ahora carecía de importancia; lo que necesitaba era una pista del paradero de Wen, cosa que no tenía.

El timbre del teléfono la sobresaltó. Era Chen. Se oía ruido de tráfico al fondo.

– ¿Dónde está, inspector jefe Chen?

– Camino de casa. He recibido una llamada del Secretario del Partido Li. La invita a una función de la Ópera de Beijing esta noche.

– ¿El señor Li quiere hablar del caso de Wen conmigo?

– No estoy seguro. La invita para demostrar la atención que el departamento presta al caso, y a usted, nuestra distinguida invitada norteamericana.

– ¿No es suficiente que le hayan asignado a usted para que me agasaje? -dijo ella.

– Bueno, en China, la invitación de Li le da más prestigio.

– Dar prestigio… sólo había oído hablar de perder prestigio.

– Si eres alguien, das prestigio haciendo un gesto amistoso.

– Entiendo, como su visita a Gu. O sea que no tengo alternativa, ¿verdad?

– Bueno, si dice que no, el Secretario del Partido Li perderá prestigio. También lo perderá el departamento… incluido yo.

– ¡Oh, no! Tengo que salvar su prestigio -se rió-. ¿Qué debo ponerme para asistir a la Ópera de Beijing?

– La Ópera de Beijing no es como una ópera occidental. No es necesario que se vista formalmente, pero si lo hace…

– Entonces también doy prestigio.

– Exactamente. ¿La recojo en el hotel?

– ¿Dónde está el teatro?

– No está lejos de su hotel. En la esquina de las calles Fuzhou y Henan. Es el Auditorio del Gobierno de la Ciudad.

– No pase a recogerme. Iré en taxi. Hasta luego.

– Ah, por cierto, no le he contado la visita de esta tarde al Secretario del Partido Li.

Ella comprendió que esta observación era una advertencia deliberada.

Se dispuso a vestirse y fue a coger su traje pantalón, pero después de un día tan lleno de acontecimientos, en especial después de su discusión en Qingpu, se sintió tentada a vestirse de un modo más femenino, así que decidió ponerse un vestido negro muy escotado.

Frente al Auditorio del Gobierno de la Ciudad vio la sorpresa en el semblante de Chen antes de reparar en que había alguien a su lado, el Secretario del Partido Li, un hombre robusto de poco más de sesenta años, en cuyo rostro arrugado destacaban unas voluminosas bolsas bajo los ojos.

Les acompañaron a una elegante sala de recepciones donde había una impresionante serie de fotografías en las paredes que mostraban a oficiales de alto rango estrechando la mano a distinguidos invitados extranjeros o con los actores y actrices.

– Le doy la bienvenida en nombre del Departamento de Policía de Shanghai, inspectora Catherine Rohn -Li hablaba en un tono oficial bastante tenso, a pesar de que sonreía.

– Gracias, señor Secretario del Partido Li. Es un gran honor conocerle.

– Es la primera vez que nuestros dos países cooperan en un caso de inmigración ilegal. Para nuestro departamento es una alta prioridad, así como para nuestro gobierno y autoridades del Partido.

– Agradezco la cooperación del Departamento de Policía de Shanghai, pero hasta ahora no se ha realizado ningún progreso.

– No se preocupe, inspectora Rohn. Hacemos todo lo que podemos, tanto en Shanghai como en Fujian. Acompañará usted a Wen Liping a Estados Unidos a tiempo -Li cambió de tema de forma brusca-. Tengo entendido que es su primer viaje a Shanghai. ¿Qué impresión le ha causado la ciudad?

– Fantástica. Shanghai es más maravillosa de lo que había imaginado.

– ¿Y el hotel?

– Fabuloso. El inspector jefe Chen dijo a los empleados del hotel que me trataran como «huésped distinguida».

– Es lo que debía hacer -Li hizo fuertes gestos de asentimiento-. ¿Y qué me dice de su compañero chino?

– No podría pedir un colega mejor.

– Sí, es nuestro inspector número uno. También es un poeta romántico. Por eso se lo asigné.

– Le llama poeta romántico -dijo ella en tono de broma-, pero él se autodenomina modernista.

– ¿Ve? El modernismo no sirve para nada. La inspectora Rohn también lo dice -dijo Li a Chen-. Sea romántico; un romántico revolucionario, inspector jefe Chen.

– Romántico, romántico revolucionario -repitió Chen-. El presidente Mao empleó esta frase en 1944 en el Discurso del Forum de Yen'an.

A la inspectora Rohn le resultó evidente que el Secretario del Partido Li no sabía mucho de términos literarios. Chen parecía estar de buen humor, incluso se mostraba un poco informal hacia su jefe. ¿Era por sus relaciones especiales con el sistema del Partido?

Les acompañaron a los asientos que tenían reservados; ella se sentó entre Li y Chen. Las luces se apagaron. Empezó a sonar una orquesta de instrumentos musicales tradicionales chinos y el público estalló en aplausos.

– ¿Por qué aplauden ahora? -preguntó Catherine.

– La Ópera de Beijing es un arte de muchas facetas -dijo Chen-: cantar, posar, realizar artes marciales e interpretar música. Un maestro de un instrumento musical tradicional chino como el erhu puede tener una gran importancia. El público aplaude la música.

– No, ahora no aplauden por eso -intervino Li-. Nuestro inspector jefe Chen sabe mucho de literatura, pero la Ópera de Beijing es diferente. Pronto aparecerá en el escenario una actriz muy conocida. La gente la aplaude de antemano. Es la norma.

– Sí, nuestro Secretario del Partido es un experto en la Ópera de Beijing -dijo Chen-. Yo sólo sé lo que he leído en una guía turística.

Cuando se alzó el telón, unos címbalos precedieron a las voces cantarinas de los actores y actrices. En el escenario se desarrolló un episodio de La serpiente blanca, una romántica historia sobre el espíritu de una serpiente blanca que se convierte en una bella mujer enamorada. La Serpiente Blanca convoca a los soldados tortuga, a los guerreros cangrejo, a los caballeros carpa y a otros espíritus de animales del río para atacar un templo. A pesar de su heroica lucha para rescatar a su amante, retenido por un monje entrometido del Templo de la Montaña de Oro, ella es derrotada.

Catherine disfrutó con la actuación, impresionada por la espectacular exhibición de artes marciales, relucientes trajes y música tradicional. No era necesario entender una sola palabra de la obra para apreciarla. Después, la Dama Serpiente Blanca inició una serie de saltos mortales en el escenario.

– Esto simboliza la intensidad interior así como la exterior – explicó Chen-. Las banderas que llevan en las manos indican las olas de la batalla. Todo lo sugieren los gestos de su mano y los movimientos de su cuerpo.

Por fin bajó el telón entre los estruendosos aplausos del público.

Después, el Secretario del Partido Li se ofreció a llevar en coche a la inspectora Rohn al hotel, pero ella declinó la oferta diciendo que prefería regresar a pie por el Bund.

– Espléndido, ya conoce el camino de vuelta -Li se volvió a Chen-. Inspector jefe Chen, puede acompañar a la inspectora Rohn.

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