El portero de Marte
1

Pop Jones le estaba explicando al chico por qué no podía mirar el noticiario ese día.

– Es una orden especial, Ash. Prohibido para menores de dieciocho años.

– Quiero ver al marciano.

– Bueno, no puedes. Y no es un marciano, propiamente. Piensan que debe ser una especie de robot.

– Es el hombre en Marte.

– Él, o eso, lo que sea, es el portero de Marte.

Y Pop Jones era el portero de la Tierra… más específicamente el portero de Shepherds Lodge, el último orfanato no privatizado de Londres. Remoto, decrépito, superpoblado, para varones solamente, el lugar, como era de esperar, se había convertido en un Shangri La de la pedofilia. Y por supuesto Pop Jones era pedófilo, como todo el resto del personal. Para usar la jerga (algo confusa) era un pedófilo “funcional”, es decir que su pedofilia no funcionaba. Pop Jones era un pedófilo inactivo, a diferencia de sus colegas que eran hiperactivos. Jamás había molestado a ninguno de los chicos a su cargo, ni una sola vez.

Este chico, Ashley, que a sus nueve años de edad ya había sufrido mucho, dijo:

– Nos llevan a la playa. Yo quiero quedarme y ver al robot.

– ¡A la playa! Recuerda de llevar tu bloqueador de estrellas.

– Pero yo quiero tomar estrella en Marte.

– Allí te pescarías una estrellación.

– Quiero tostarme con la estrella de Marte.

– ¿Con la estrella de Marte? ¡Te pescarías una quemadura de estrella!

Ya nadie lo llamaba Sol: la naturaleza de la relación había cambiado. Era el 25 de junio de 2049, y en todos los televisores de la Tierra se vería la entrevista en vivo con el portero de Marte.

Afuera los chicos estaban formados en fila bajo el toldo cuando llegó el primer autobús eléctrico. Cada uno de ellos llevaba su paraguas blanco. Pop Jones se quedó tranquilo cuando vio que Ashley llevaba los anteojos para estrella y el sombrero para estrella. Todos los chicos miraban al cielo con los ojos entrecerrados. En cada boca había una palabra insultante.


Hacía nueve meses que había empezado la cosa.

El 30 de septiembre de 2048, a las 12:45 del mediodía, hora de la Costa Oeste, Incarnacion Buttruguena-Hume, la más atractiva de todas las periodistas de los noticiarios de la CNN, recibió un mensaje encriptado en su PDA. La computadora de Incarnacion no reconocía la cifra, pero luego la captó rápidamente. El mensaje estaba escrito en código Blacksmith, que hacía un siglo que no se usaba y ya se consideraba obsoleto en la Segunda Guerra Mundial. Empezaba así: CKBIa TCaAIaCaBTKaCa: Querida Incarnacion. Una vez decodificado, el mensaje decía:


PERDÓN POR LA INTRUSIÓN, PERO ESTA NOCHE VOY A SALIR AL AIRE EN SU ESPACIO. TENGO NOTICIAS PARA USTED. SOY EL PORTERO DE MARTE. HÁBLELE A PICK ALREDEDOR DE LAS CINCO Y TREINTA.


Pick era Pickering Hume, el marido de Incarnacion que, no por casualidad (se suponía) trabajaba en los Departamentos de Relaciones Públicas y Recolección de Fondos del IIE (Investigación de Inteligencia Extraterrestre). Incarnacion llamó a Pick de inmediato a su oficina de Mountain View. Hablaron de la trasmisión: ¿cuál de sus amigos sería el responsable? Pero a las 17:31 Pick volvió a llamar. En un susurro le dijo que estaban recibiendo una señal radial repetida regularmente en la línea de hidrógeno de la Protuberancia Tharsis de Marte, en alfabeto Morse. El mensaje en morse que llegaba desde Marte decía: PICK, LLAMAR A INCARNACION.

Eran las cinco y cuarenta y cinco en Los Angeles. En quince minutos los sat links estarían ocupados y todo el piso donde se encontraba el estudio de Incarnacion estaba llenándose de astrónomos, cosmólogos, filósofos, historiadores, autores de ciencia ficción, milenaristas, secuestrados por ovnis, sacerdotes, políticos y generales de cinco estrellas, reunidos para una historia que acababa de empezar… que seguiría veinticuatro horas y así quedaría. Al dar las seis la pantalla se puso de color rojo herrumbre.

También Pop Jones miraba, ese día, junto con todos los demás adultos de la casa, convocados en el Salón de Actos por el director, señor Davidge. Después de ponerse roja, la pantalla se puso blanca. Y apareció el mensaje, de abajo hacia arriba como en una película clase B, con tipografía catástrofe inclinada hacia atrás. Decía:


“SALUDOS DNA, DE HAR DECHER, EL ROJO, COMO LOS EGIPCIOS DE VUESTRO MUNDO LLAMARON AL NUESTRO, O NERGAL, COMO LO LLAMABAN LOS BABILONIOS: LA ESTRELLA DE LA MUERTE. SALUDOS DE MARTE.

NUESTROS DOS PLANETAS TIENEN MUCHO EN COMÚN. NUESTRO CIRCUITO DIURNO ES SIMILAR. LA OBLICUIDAD DE NUESTROS RESPECTIVOS NO ES MUY DIFERENTE. USTEDES TIENEN OCÉANOS, UNA ATMÓSFERA, UNA MAGNETÓSFERA. NOSOTROS TAMBIÉN LOS TUVIMOS. USTEDES SON MÁS GRANDES. ESTÁN MÁS CERCA, NOSOTROS NOS ENFRIAMOS MÁS RÁPIDO. PERO LA VIDA EN NUESTROS PLANETAS FUE ALIMENTADA MÁS O MENOS CONSTANTEMENTE CON UNA DIFERENCIA DE POCOS MESES. LA TIERRA TOMÓ LA DELANTERA TÉCNICA. NUESTROS MUNDOS, COMO DIGO, SON SIMILARES, Y ALGUNA VEZ FUERON AÚN MÁS SIMILARES. PERO NUESTRAS HISTORIAS DIFIEREN EN FORMA RADICAL Y ESPECTACULAR.

AHORA TODA VIDA SE HA IDO, HA DESAPARECIDO EN MARTE, Y YO SOY LO QUE QUEDA. YO SOY EL PORTERO DE MARTE Y HE ESTADO OBSERVÁNDOLOS, VIAJANDO POR LOS CABLES PARA HACER CONTACTO CON USTEDES EN EL MOMENTO APROPIADO. ESE MOMENTO HA LLEGADO. HABLEMOS.

ESTARÉ EN CONTACTO CON LA NASA SOBRE LAS VENTANAS DE LANZAMIENTO. TAMBIÉN ENVÍO ALGUNAS INDICACIONES SOBRE LA FORMA DE SALIR DE VUESTRO POZO DE GRAVEDAD: ES UN PROBLEMA DE COMBUSTIBLES. Y UNA SUGERENCIA SOBRE EL PROBLEMA DE LOS RAYOS CÓSMICOS Y FORMAS DE REDUCIR LA TRIPULACIÓN. LLEGARÁN DUPLICADOS DE TODAS LAS COMUNICACIONES A CNN Y AL NEW YORK TIMES. JUGUEMOS LIMPIO, POR FAVOR.

NUNCA ESTUVIERON SOLOS, AUNQUE CREÍAN QUE LO ESTABAN. ¿Y POR QUÉ IBAN A CREER OTRA COSA? DNA, APRESÚRENSE. ESTOY IMPACIENTE POR VERLOS CON MIS PROPIOS OJOS. VENGAN.


Bajo el sucio paraguas blanco Pop Jones rengueó rápidamente por el patio. Miró hacia arriba. Aunque su piel mostraba la palidez del viejo solterón, el rostro de Pop a menudo tenía un aspecto infantil, indeciso; esto, junto con su espalda ligeramente encorvada, su voz aguda aunque no afeminada y su castidad, se habían combinado para provocar el sobrenombre. El sobrenombre era El Eunuco. (Por otra parte se llamaba Enoch.) A los chicos los trataba con tono bromista. Pero con sus compañeros adultos Pop Jones era un portero de cabo a rabo; portero por donde lo buscaran, siempre ocioso, severo, truculento, sumido en sí mismo. Y, en su persona, ostentaba un descuido desafiante. En lo alto la estrella titilaba en medio de una penumbra, como una de las cataratas que tan prolíficamente dispensaba. El Sol no había cambiado. Lo que había cambiado era el cielo. El Sol se había enfermado, pero todos decían que estaba mejorando. Pop subió rengueando la escalinata de la enfermería. Miró hacia atrás: un cuadrado de césped con dos árboles antiguos, torcidos y aplastados por el tiempo hasta adoptar la postura de una persona torturada por el vómito. Shepherd Lodge parecía un establecimiento de Oxford visto en una pesadilla. Pop Jones, orgulloso de su profesión, mantenía la casa como un sofisticado laberinto de sudor y temblores, con los radiadores a veces helados, a veces al rojo, las aulas como freezers o como crisoles. Una vez que se abría un grifo, pasaba un rato hasta que empezaba a salir vapor o escarcha. Las cañerías se tapaban. Las cerraduras se atrancaban. Todas las luces parpadeaban o chisporroteaban.

Pop pasó por la sala del oficial médico y echó una mirada de costado al viejo depósito quirúrgico. También había un minigimnasio, donde dos enfermeros estaban entalcándose las manos para usar uno de los aparatos. Ellos también se interrumpieron y lo miraron. Pop Jones percibía el zumbido del aislamiento en sus oídos. Sí, pensó, una situación temible. Más que temible. Todo el orden moral. Pero alguien tiene que… El paciente que había ido a ver era un chico de once años llamado Timmy. Timmy sufría de varios problemas de aprendizaje (siempre se lastimaba por sus caídas o por golpes contra las paredes), y Pop Jones sentía cierta ternura por él. Muchos de los chicos de Shepherds Lodge estaban algo pervertidos, si no abiertamente corrompidos. La verdad era que en noches cálidas el lugar daba la sensación de un burdel antiguo, con los chicos en pijama sentados a caballo en el alféizar de las ventanas, peinándose, leyendo revistas encargadas por correo; alguien rasgueaba una guitarra… Timmy no era así. Encerrado en su propia mente, poseía una inviolabilidad que todos habían respetado. Hasta ahora. Pop y Timmy eran castos… ¡eran inocentes! Ese era su vínculo. Seamos claros: no es sólo la juventud lo que atrae al pedófilo. El pedófilo, por alguna razón, desea el conocimiento carnal de los ignorantes de la carne; un encuentro especialísimo, que involucra una pérdida de significado. En lo que concierne al niño, por supuesto, ese significado perdido no sigue perdido, sino que se queda para siempre. En cierto nivel Pop Jones percibía la naturaleza de esta disparidad, esta prioridad, que lo mantenía en una rectitud a medias. Apenas un pequeño contacto, de vez en cuando. Su uso de los agujeros por donde se podía espiar en los baños estaba ahora estrictamente racionado. El número de veces por mes que revolvía en los canastos de ropa sucia podían contarse con los dedos de una mano.

– ¿Cómo te sientes hoy, muchacho?

– Auto -respondió Timmy.

Timmy estaba solo en la sala de seis camas. Había un televisor en un soporte alto en la pared de enfrente: mostraba el planeta Marte, que ahora llenaba la mitad de la pantalla, e iba acercándose.

– Timmy, trata de recordar. ¿Quién te lo hizo?

– Casa -respondió Timmy.

El chico no estaba en la enfermería por una de sus lastimaduras diarias, tales como una quemadura o una torcedura de tobillo. Estaba allí porque lo habían violado tres días antes. El señor Caroline lo había encontrado en el galpón de las herramientas del jardín, tirado entre dos tarimas, sollozando. Y desde entonces Timmy había caído en el mutismo semiautista de sus dos primeros años en Shepherds Lodge: el estado del que Pop Jones y otros creían haberlo sacado. La flor se había abierto parcialmente, y ahora se había cerrado otra vez.

– Timmy, trata de recordar.

– Suelo -dijo Timmy.

La violación (la violación no institucionalizada) era cada vez más rara en Shepherds Lodge: la violación no existía si se consideraba todo lo que el personal respetaba y honraba. El sexo intergeneracional, en esa masa gótica en la ladera verde de la frontera galesa, era naturalmente ubicua, pero tenían un sistema de creencias que la explicaba. El precepto inicial era que a los chicos les gustaba.

– ¿Quién te lo hizo, Timmy? -insistió Pop, porque Timmy era perfectamente capaz de identificar y de alguna manera nombrar a cada uno de los miembros del personal. Al director, señor Davidge, lo llamaba “Day”. Al señor Caroline, “Ro”. A Pop Jones, “Jo”. ¿Quién lo había hecho? Todos, incluido Pop, se inclinaban hacia una sospecha inmanejable: lo había hecho Davidge. No había duda. La última vez que había sucedido algo así (en realidad un caso un mucho menos grave, un “manoseo inapropiado” a un chico temporariamente enviado desde Birmingham), Davidge había insistido en la investigación con el rigor de un corso. Pero la investigación del ataque a Timmy se postergaba extrañamente: habían pasado tres días sin hacer siquiera una prueba de dilatación anal. Davidge se encogía de hombros y respondía con evasivas, de manera que el tema se iba diluyendo, pensaba Pop. En esto el portero estaba solo. Y sentía que su fuerza moral estaba al borde del colapso. Los únicos murmullos de apoyo le llegaban de un chico de once años llamado Ryan, que estaba confundido e indignado y que era actualmente el preferido de Davidge (y por lo tanto el blanco de todas las miradas en el Pabellón B).

– ¿Fue… “Day”? -preguntó Pop, inclinándose sobre el chico.

– Perro -dijo Timmy.

Los dos enfermeros, esos dos sádicos con remeras sin mangas, roncaban rítmicamente.

– Perdón. Perdón, señor Fitzmaurice, por favor. Debe apagar el televisor. Hoy los chicos tienen prohibido mirar el noticiario. Orden oficial. Del Jefe de Departamento.

Los dos enfermeros se miraron con una sonrisa procaz y no respondieron.

– Hay que desconectar el televisor.

Fitzmaurice se sentó en su banco y gritó:

– Si hago eso se cae todo el sistema. Todos los televisores de este edificio de mierda.

Pop Jones, como portero, debía aceptar la lógica de esa respuesta.

– Entonces habrá que retirar al chico -dijo-. La trasmisión puede ser muy inapropiada para los niños. Puede haber malas palabras.

Con un guiño divertido Fitzmaurice dijo:

– ¿Malas palabras?

– Al menos pueden anular el sonido. Nadie sabe lo que sucederá allá arriba.

Fitzmaurice se encogió de hombros.

– Auto -dijo Jimmy.

Pop miró el televisor. Ahora Marte ocupaba toda la pantalla.


Ese día muchas preguntas tendrían respuesta. Entre las más urgentes (en la opinión de muchos) estaba: ¿Por qué ahora? ¿Qué era el “viaje por cable”? ¿Cómo se explicaba el “timing” del contacto del portero de Marte?

Parecía significativo, o perverso, por dos razones. Ya en 2047, después de muchas investigaciones y vuelos espaciales de prueba, la nasa había completado la primera misión tripulada al Planeta Rojo. Los cosmonautas terráqueos pasaron tres meses en el Planeta Rojo y volvieron con casi media tonelada de muestras. Se realizó un análisis preliminar de este material y se completó e hizo público en el otoño del 2048, que no dejó lugar a dudas. Era cierto: la capa de permafrost probaba que el agua alguna vez había fluido en la superficie de Marte, y en estupendas cantidades, como lo probaban las huellas de inundación en los desfiladeros y valles. Pero por otro lado la misión Sojourner 3 no encontró nada que desdijera el veredicto de esterilidad eterna. De manera que quedaba la pregunta: ¿por qué no se había hecho contacto entonces? En el ínterin habían entrado en órbita 1.500 nuevos satélites de telecomunicaciones; como lo señaló el portero de Marte en una de sus primeras comunicaciones; la Tierra estaba cercada de basura cósmica. Hubo que hacer estallar quinientas unidades en el cielo para abrir camino al Sojourner 4.

La segunda coincidencia tuvo que ver con ALH84001. ALH84001 fue la primera piedra grande, de color verdoso, encontrada en la Antártida en 1984, analizada en 1986, y discutida durante más de medio siglo. Pero su historia era más grande, más extraña, y sobre todo más larga. Alrededor de 4.500 millones de años antes ALH84001 era un residente subterráneo anónimo del Marte primordial; 4.485 millones de años más tarde algo de gran tamaño chocó con Marte sin hundirse a mucha profundidad y ALH840001 fue parte del material que saltó; durante los 14.987.000 años siguientes siguió una órbita solar antes de caer en un aterrizaje forzoso. 13.000 años más tarde, un cazador de meteoritos llamado Roberto Star chocó con ella y comenzó la controversia. ¿ALH84001 llevaba huellas de vida microscópica? La respuesta llegó, finalmente, en abril de 2049… dos meses antes que el portero de Marte hiciera su entrada. Y la respuesta fue NO. Los componentes orgánicos de ALH84001 (magnetita, gregita y pirrotita) resultaron ser meros hidrocarburos armáticos policíclicos, es decir no biológicos. Aparentemente Marte no podía sostener la vida de la mitad de un gusano cien veces más delgado que un pelo humano. Así de muerto parecía estar Marte.


Permítanme que les recuerde que estas imágenes… desde la cámara en la parte delantera del cohete. Falta una capa de ozono… efectivamente esterilizada por la radiación solar ultravioleta. La atmósfera… más tenue que nuestros mejores vacíos de laboratorio. Se puede ver a Fobos, la más grande… a sólo unos 4.500 kilómetros de distancia comparada con nuestra Luna… Deimos, el segundo satélite, está más arriba… tan brillante a la vista como Venus…


A través de los años, el sillón que había en la habitación terriblemente antigua de Pop (con sus latas de conserva y sus vasos empañados), delante del televisor, se había impregnado de sus emanaciones. Cualquier otra persona que se hubiese sentado en ese sillón hubiera sucumbido de inmediato a las náuseas y hubiera saltado de allí como de un asiento eyector. Pero Pop no: en su sillón se sentía completamente vivo. Véanlo ahora, recorriéndose los dientes inferiores con la lengua, mientras miraba la pantalla con esa mezcla de miedo y admiración que sólo reservaba para la más sincera y exacta pedografía, muy fácil de encontrar en cualquier quiosco de Shepherds Lodge (y que habitualmente marcaba a sus habitantes). Ya había visto antes esta imagen… todos la habían visto: el color rojizo oxidado ante un horizonte extrañamente cercano. Pero ahora, en cierto sentido, el planeta era un Marte vivo, y la vida lo llenaba de amenazas por todas partes. La ligera niebla parecía grasa en el carmesí color carne del regolito, y las formas parecían moverse y cambiar en las penumbras de los precipicios…

Por un segundo desapareció la imagen. Luego volvió a oírse la voz de Incarnacion Buttruguena-Hume, cálida, con esa extravagante calidad humana:


En varios sentidos Marte es un mundo pequeño. Su superficie es un tercio de la nuestra, su masa sólo una milésima parte. Pero en otro sentido Marte es un mundo grande. Sus precipicios… que los nuestros, sus picos son más altos. Este es el Olimpo, tres veces más alto que el Everest, pero con una ladera de declive tan suave que no proyecta sombra. Se parece a los volcanes de… me acaban de informar que esta nave ya no está bajo nuestro control. Nos están llevando. Ahora… ahora…


Y era visible: en absoluto silencio pero con un esfuerzo que estremecía al firmamento, la montaña se abría… ahora sus flancos superiores se inclinaban hacia atrás como un nido lleno de polluelos titánicos esperando comida con los picos abiertos. La nave delantera, Nobel 1, evolucionaba con esfuerzo sobre estos bastiones, y luego cayó a plomo. La siguió Nobel 2. Durante el descenso Pop sintió que estaba en un ascensor que bajaba hasta las entrañas del edificio que vibraban intensamente a su paso, y demasiado rápido: con toda la ávida aceleración de la caída libre.

Todas las pantallas de televisión de la Tierra estaban negras. Y luego aparecieron estos numerales de color verde pálido: 45:00. Y continuaron con: 44.59, 44.58, 44.57…


En realidad pasó dos veces ese tiempo antes de que sucediera nada. Apareció una luz débil y la cámara se sacudió, consternada, como si la hubieran arrancado de un largo sueño. Había sombras, figuras. Se oían murmullos y toses. Y uno de los números dejaba oír en voz muy alta: ¡Hola!… ¡Hola!… Hola…


Aquí todo bien. Hemos estado esperando en este… recinto. Las naves se han acoplado sin problemas y simplemente hemos seguido las flechas. Uno de los científicos laureados se cayó hace un momento, pero no se lastimó. Y por un momento Miss Mundo tuvo un problema menor con su provisión de aire. Llevamos trajes tramados calentados con filamentos y…


Por supuesto se había suscitado una enorme controversia sobre quiénes irían y quiénes no a conocer al portero de Marte. Cualquier terráqueo podía ir. Al fin y al cabo ya no había nada atemorizante, ni siquiera exótico en los viajes espaciales. En las décadas del 30 y el 40, antes de que los satélites realmente se multiplicaran, el turismo lunar se expandió hasta tal punto que partes de la superficie de la luna se parecían ahora a un ventoso Torremolinos. Es verdad que la Luna estaba a menos de 400.000 kilómetros, y Marte, en la oposición del momento, a casi dos millones. Pero cualquiera podía ir. Nunca había sido tan difícil conseguir pasaje. Había sesenta y cinco asientos. Y siete mil millones de personas en la fila.

Tuvieron que enfrentarse no sólo entre ellos sino también con el portero de Marte, quien, en una serie de comunicaciones, se había revelado como un estipulador rápido y abrasivo. Al principio, por ejemplo, se había negado a dar su aprobación a clérigos o políticos. Más tarde, presionado por un masivo referéndum a encontrar un par de asientos para el Papa y el presidente de los Estados Unidos, el portero de Marte no hizo reír a nadie cuando mandó el siguiente correo electrónico al New York Times, obligando a ese periódico a romper un tabú muy antiguo: “publicar la obscenidad completa”, advirtió, “o los dejo por el Post”: “No me manden boludos, ¿eh? Nada de boludos. Únicamente talento”. Quería científicos, poetas, pintores, músicos, matemáticos, filósofos, y “algunos ejemplos de pulcritud masculina y femenina”. No quería otros medios que Incarnacion Buttruguena-Hume (y su camarógrafa, y también podía traer a Pick). El forcejeo siguió hasta la cuenta regresiva en Cabo Cañaveral. Finalmente había veintiocho laureados en ciencias exactas a bordo de los Nobel 1 y 2, varios modelos, Miss Mundo, miembros del personal de la NASA, y varios investigadores y comunicadores de diversas ramas de las Humanidades. El portero de Marte se había obstinado mucho con Miss Mundo, aunque el concurso que ella había ganado ahora era un asunto oscuro, discutido entre unos doscientos espectadores en el Marriott del aeropuerto de Buffalo.

Esta debilidad del portero -por las malas palabras y el sarcasmo duro- fue tema de mucha discusión entre los terráqueos y causa de mucha inquietud. Aun aquellos que compartían la debilidad del portero parecían sentir una brecha en el decoro cósmico básico. El psicólogo pop, Udi Ertigan, tranquilizó muchas conciencias con la siguiente sugerencia (pronto adoptada como actitud general): “Veo aquí una mezcla de estilo alto y estilo bajo. El estilo alto se siente programado, el bajo adquirido. ¿Adquirido por quién? ¡Por nosotros! Nuestras transmisiones de TV salen al espacio con la velocidad de la luz. ¡Estamos frente a un robot que ha visto muchas películas! Pero no había que engañarse: el portero de Marte era real. Al principio los desconfiados dudaron y los oportunistas aprovecharon. Pero el portero de Marte definitivamente era real. Sus breves informaciones introductorias sobre el congelamiento del combustible habían revolucionado la aeronáutica. Y cada dos semanas incursionaba en una disciplina tras otra con los mordaces memos sobre temas tales como la síntesis de las proteínas, la fuerza de Coriolis, la teoría del congelamiento lento, el cálculo del tensor, el caos y la entropía K, la gastrulación en biología evolutiva, las variables sentenciales, la catátrofe de las mariposas, el número Champernowne y el Entscheidungsproblem. El portero de Marte había prometido revelar una fórmula para la fusión en frío (“No soy un experto”, escribió, “y tengo algunos problemas para simplificar la matemática”) y una cura para el cáncer. (“¿O algo sobre la prevención? ¿O sobre la remisión?”)

“La gerontología de ustedes”, observó, “está en la infancia. Trabajando juntos podemos duplicar la esperanza de vida en el curso de una década”. Nadie podía hacerlo hablar sobre temas cosmológicos ni sobre la historia de Marte. Decía que de esas cosas “no se podía hablar por teléfono”, y, además, no quería “desmerecer el viaje”. “Pero puedo decir lo siguiente:


Las teorías del Big Bang y del Steady State son erróneas. O, para decirlo de otra manera, son correctas pero incompletas. Me da dolor verlos caer nuevamente en la aparente paradoja de que el Universo es más joven que algunas de las estrellas que contiene. Ésa es la Clave Uno.”


Iain Henryson, profesor lucasiano en la Universidad de Cambridge, describió la matemática que acompañaba este memo como “inefable. En todo sentido”. El portero de Marte era a menudo petulante, insensible, humorístico y agrio, y con frecuencia profano. Pero la Tierra confiaba en su inteligencia, creyendo, como había creído siempre, en la indivisibilidad última de lo inteligente y de lo bueno.

De cualquier manera era un momento de esperanza para el planeta azul. La revolución de conciencia durante las primeras décadas del siglo, una segunda Ilustración que estaba relacionada con la autopercepción como especie, por fin ganaba terreno político. Ninguno de los desastres bioesféricos había seguido adelante ni había sucedido. La humanidad todavía hacía agua, pero todos los niveles habían dejado de subir y algunos habían comenzado a descender. Y por primera vez en la historia registrada de la Tierra no se libraban guerras en su superficie.

Por lo tanto Pop Jones se acomodó en su sillón con el mejor estado de ánimo. Si las cosas se ponían difíciles iría a ver a Davidge para que hiciera trasladar a Timmy a medio tiempo, es decir durante el intervalo exigido por el portero de Marte.


Llevamos trajes tramados y calentados con filamentos, con carga de aire autónoma, pero según los instrumentos del Coronel Hicks el aire es respirable y la temperatura está ascendiendo. Estuvo cerca de 0 grados centígrados pero ahora evidentemente sólo se puede decir que está fresco. Y húmedo. Estoy quitándome el casco… Sí. Parece que está todo bien. La gravedad está a un gramo. No tengo sensación de liviandad ni de vacío. Por lo que parece estamos en un área de recepción, pero nuestras luces no funcionan y hasta hace un minuto teníamos muy escasa iluminación. Oigo…


Lo que se oía era el chillido de remaches y goznes torturados y de pronto apareció en lo alto de la pared un rayo de luz oblongo, que se ensanchó por un momento cuando pasó una sombra frente a él. Luego se cerró la puerta y se restableció la oscuridad. Pop Jones hizo un gesto afirmativo, como aceptando algo. Ya fuese el portero de Marte un auténtico marciano o no (después de tantas especulaciones: no un engaño, ¿pero tal vez un cebo?), Pop pensaba que era un auténtico portero. Ahora, apagar nuevamente la luz, pensó Pop, y la calefacción. Escuchó atentamente, esperando oír el tintineo de los baldes, el ruido de las grandes llaves en las cerraduras húmedas. Pero sólo oyó ruido de pasos. Luego se encendieron todas las luces de una manera brutalmente repentina, que hería los ojos.

– Bienvenidos, DNA. De manera que ésta es la doble hélice en la turbina de la izquierda. DNA, les presento mis saludos.

Al enfocar se veía al portero de Marte sentado ante una mesa en una tarima: un inconfundible robot con mameluco azul marino, camisa y corbata. Su rostro era un pico de metal bruñido dramáticamente desprovisto de otros rasgos, las manos como garras, intrincadas, nerviosas. El acento no era extraño: norteamericano de educación mediana. Hablaba como un entrenador deportivo… un entrenador deportivo que les hablaba a otros entrenadores de menor categoría. Pero no tenía boca por donde hacer salir las palabras, el sonido era zumbante, metálico: un chirrido interior. El portero de Marte arrojó una carpeta vacía sobre la mesa y dijo:

– Señoras y señores, pido disculpas por el estado de estos modestos muebles. Este recinto lo construí yo hace casi exactamente un siglo, el 29 de agosto de 1949: el día en que se hizo evidente que en la Tierra había dos combatientes con armas nucleares. Siempre pensé en reciclarlo. Pero, carajo, nunca… Seres humanos, por favor no pongan esa cara. Miss Mundo, no arrugue la nariz. Y perdonen, en general que no se cumplan sus expectativas de grandeza. Existe una censura cósmica. Pero el universo es profunda y esencialmente profano. Creo que se admirarán de algunas de las cosas que voy a decirles. Sin embargo, otras serán las emociones predominantes. Emociones como miedo y desprecio. O, digamos mejor, terror y asco. Bien, primero… el pasado.

En ese momento ya se habían ubicado dos cámaras orientadas en direcciones opuestas en la base del podio. Se veía al portero de Marte, y además se veía al público (la gente estaba sentada en sillas de lata en un salón ceniciento, con revestimiento de madera, cortinas grisáceas en las falsas ventanas, las banderas norteamericana y soviética). Sentados en primera fila estaban Incarnacion Buttruguena-Hume y su esposo, Pickering. Incarnacion levantó tímidamente la mano.

– Sí, Incarnacion.

Ella se ruborizó, esbozó una sonrisa y dijo:

– ¿Puedo hacer una pregunta preliminar, señor?

El portero de Marte hizo un mínimo gesto de asentimiento.

– Señor, hace sólo dos años hubo seres humanos en el umbral de este planeta. ¿Por qué…?

– ¿Por qué no me di a conocer entonces? Hay una buena razón: el cerco de alambre. Tengan paciencia, por favor. Todo se aclarará. Volviendo al programa: el pasado… Para recapitular: la Tierra y Marte son satélites del enano amarillo de segunda generación, rico en metales, de la secuencia principal en el disco medio de la Vía Láctea. Nuestros planetas se formaron hace unos cuatro mil millones y medio de años. Nosotros, más pequeños y más expuestos, nos enfriamos más rápido. Con lo que podría decirse que empezamos antes.

Con algo que sonó como una risita divertida o tal vez burlona, el portero de Marte se recostó en el respaldo de su asiento y juntó sus delgadas garras.

– Bien. Los dos teníamos la misma química prebiótica y fuimos polinizados por el mismo cometa de período largo: el Cometa Alfa, así lo llamamos, que visita el sistema solar cada 113 millones de años. Una vez establecida la vida en la Tierra, ustedes pasaron por el proceso que con mucha indulgencia llaman “evolución”. Mientras que nosotros nos pusimos en actividad mucho antes. En apenas 300 millones de años. Mientras ustedes no eran más que una fea enfermedad. Un asqueroso germen maloliente en la costa. Y les aseguro que nuestra experiencia era más típicamente planetaria: la complejidad autoorganizada, con un impulso teleológico sin remordimientos. La civilización marciana floreció, con algunos altibajos, durante tres mil millones de años, y llegó a su… ¿digamos a su apoteosis?, a su clímax hace 500 millones de años, cuando, según decían, los dinosaurios regían en la Tierra. Cuarenta y tres millones de años más tarde se extinguió la vida en Marte, y yo, ya emplazado, fui activado.

Miss Mundo dijo:

– Señor, ¿podría decirnos qué aspecto tenía la gente de Marte?

Aunque la pregunta era clara, el portero de Marte se estremeció por un segundo.

– No éramos distintos de como son ustedes ahora, al principio. Un poco más altos y flacos, y con más pelo. No excretábamos. No dormíamos. Y por supuesto vivíamos mucho más que ustedes… incluso al comienzo. Esto explica muchas cosas. Es que el DNA sólo sirve de algo a partir de los veinte años, y a partir de los cuarenta el cerebro de ustedes comienza a pudrirse. La esperanza de vida promedio en Marte era por lo menos de dos siglos, aun antes de que comenzaran a prolongarla. Y por supuesto practicamos una bioingeniería agresiva desde una etapa muy temprana. Por ejemplo, pronto desarrollamos una tecnología neurológica de circuito integrado. Lo que ustedes llaman telepatía. La estoy usando ahora, aunque he agregado una voz para los teleespectadores. ¿Perciben una leve resonancia metálica dentro de la cabeza? Tal vez les interese enterarse de que los pensamientos tienden al infinito y que viajan a la velocidad de la luz.

El portero de Marte se puso de pie, con un ruido terrible de su silla de metal que provocó un gesto de aprobación de Pop Jones mientras extendía la mano para tomar la lata de Bovril y una cuchara. En esta etapa los sentimientos de Pop por su colega marciano tenían muchos puntos de apoyo: desde la solidaridad hasta la admiración por alguien a quien consideraba un héroe. La actitud brusca de no permitir pasar, la expresión poco hospitalaria de sus ojos; y había algo más, algo más sutil, que a Pop le parecía la quintaesencia del arte de la portería: el estado de alerta ante la amenaza del esfuerzo. Eso era. Ha llegado el día, pensó. El día en que por fin los porteros…

– Bien, el tiempo apremia -dijo el robot con cierta dureza (quizá considerando que su público había hecho un viaje de cuatro meses y medio para verlo). Incluidas las suelas de crepé de sus zapatos, el portero de Marte no medía más de un metro con cincuenta. Pero transmitía una formidable convicción, una autosuficiencia metálica. Se movía como un ser vivo, pero de ninguna manera era posible confundirlo con un ser vivo. Es verdad que el rostro tenía una expresiva gama de actitudes y grados de exaltación, pero no había nada propio de un ser humano, ni siquiera de un ave, nada que fuera ni remotamente orgánico en su severidad. Se acercó al borde del escenario y dijo:

– No transformemos esto en una sesión de preguntas y respuestas. Yo tengo un programa que cumplir aquí. Iremos por partes y examinaremos nuestros respectivos viajes paralelamente. Entonces: hace tres mil setecientos millones de años aparece la semilla de la vida. Hace tres mil cuatrocientos millones de años, como he dicho, los marcianos están en actividad. “Cazadores y recolectores” es el eufemismo que ustedes usan por “buscadores de carroña”, que se acerca más a la verdad. En esta etapa, por supuesto, ustedes todavía son una burbuja de pedorreo. Materia pegajosa. Yogur macrobiótico dejado al sol. Pasan cinco siglos: Marte ya está íntegramente industrializado. Otros cinco, y entramos en lo que ustedes llamarían nuestra fase pos-histórica. La llamábamos Riqueza Total. En esta etapa lo único que ustedes logran hacer es ensuciar los estuarios y los lechos de los ríos, pero entre tanto en Marte estamos en la gravedad cuántica, la luz fatigada, el poder del cromo, la superposición de las ondas y la ortogonia. Éramos dueños de nuestro hábitat, ya que nos habíamos liberado de todos los animales, de los océanos y así sucesivamente, y las fluctuaciones troposféricas que ustedes llaman clima. En otras palabras: estábamos listos.

– ¿Listos para qué? -preguntó alguien.

– No soy más que un portero, ¿verdad? no soy que más que un… robot. Cuando me fabricaron, en Marte no se distinguía entre lo sintético y lo orgánico. Cada uno de nosotros era una mezcla, semieterealizada, autoduplicante. La división natural/mecánica pertenecía a los antiguos recuerdos. Pero esto que ustedes ven es un robot. Un robot… vulgar y silvestre. Es como si, en la Tierra, en el año 2050, una empresa como Sony produjera un gramófono con una caja de púas de repuesto y una trompetilla de estaño. -El portero de Marte se interrumpió, moviendo la cabeza inclinada. Luego levantó la mirada. -Y sin embargo los que me fabricaron, con inteligencia… En fin. En los últimos millones de años he tenido acceso a una fuente de información que no poseían los anteriores habitantes de este planeta. Y con esa perspectiva está claro que Marte era un mundo absolutamente mediano en su tipo. Un mundo Tipo-V, y hacía lo que invariablemente hacían los mundos Tipo-V en la fase pos-histórica.

– Señor -dijo Incarnacion-, perdón, pero, ¿esto es un sistema de grados? ¿Qué es un mundo Tipo-V?

– Un mundo que ha minado su estrella.

– ¿Y la Tierra qué tipo de mundo es?

– Un mundo Tipo-Y.

– ¿Qué son los mundos Tipo-Y?

– Mundos muertos. Pero me estoy yendo por las ramas. Ustedes se ponen pos-históricos y la pregunta es “¿Y ahora qué?”. Como dije, hace 3.399 millones de años, los marcianos eran los dueños de todo lo que veían. Estaban listos. ¿Listos para qué? Listos para la guerra.

El robot emitió esta frase en el aire húmedo, sobre las hileras de sillas metálicas.

– Sí, así es. Marte, el Planeta de la Guerra. Felicitaciones. Uno sólo llega a alguna parte cuando sigue su impulso artístico. Hasta puede llegar a las lunas. Lo que voy a decir es una cita: “Dos estrellas menores, o satélites, giran alrededor de Marte, de las cuales la más cercana está a una distancia del centro del planeta de exactamente tres veces su diámetro; la más externa está a cinco”. Esta cita no pertenece a uno de los primeros terráqueos observadores de Marte, algún imbécil como Schiaperelli o Perceval Lowell, sino a los Viajes de Gulliver. Fobos y Deimos. Eso es. Miedo y Pánico. Hasta ese momento no había existido ruptura alguna en la armonía de Marte. El gobierno mundial, firme pero sabio, avanzaba sin fricciones. Nunca hubo esos escarceos y riñas que abundaban entre ustedes. Marte había ensayado la paz, pero ahora el momento parecía bueno. ¿Qué otra cosa se podía hacer? Nos dividimos, casi arbitrariamente, en dos alas. Estábamos listos. Una parte llamaba a la otra “Gente del Miedo”. Y los otros los llamaban a ellos “Gente del Pánico”. No había una sola voz en contra en todo el planeta. Absolutamente todos estaban a favor. Imagínense dos cultos bélicos japoneses superfuturistas, con arquitectura de Albert Speer. Creo que así tendrán alguna idea.

”Adquirimos un ritmo. Carreras armamentistas seguidas de conflictos masivos. Nos incitábamos unos a otros con todo tipo de armas superexóticas en sucesiones deliciosamente elaboradas de amenazas, fintas y contragolpes. Pero finalmente nada pudo igualar al intercambio termonuclear. Siempre terminábamos arrojándonos uno al otro lo que teníamos a mano, en despliegues de nuestros arsenales. Después de cada devastación, reconstruíamos hasta la próxima devastación. Nadie se quejaba. Hacía mucho que existía la cultura de los refugios. A los heridos los dejaban como nuevos. Y a los muertos simplemente los resucitaban… excepto en casos de evaporación directa. Tomaban sus inviernos nucleares como marcianos. Los períodos de paz duraban siglos. Las batallas terminaban en una tarde.

”No parece muy racional, ¿verdad? Más tarde argumentaron que era una etapa necesaria en nuestro desarrollo militar. Se sentían… ricos en tiempo. No sabían (como yo sé ahora) que esto les sucede a todos los mundos Tipo-V en la fase pos-histórica. Sin excepción. Se vuelven locos.

” La Guerra de Hidrógeno de las Dos Naciones duró 112 millones de años, y fue seguida, seis meses después, por la Guerra de los Setenta Millones de Años, en la cual el uso de armas de gravedad cuántica incrementó la potencia de fuego en ambas líneas geométricamente. En esta época otro factor asolaba la salud mental de los marcianos. Pero ésta no es una palabra muy adecuada. Digámoslo así: en Marte todos creían en un futuro infinito. Y en un contexto Tipo V eso siempre causa un desequilibrio mental. Hubo todavía otra gran guerra, la Guerra de la Gran Fuerza, que se arrastró durante 284 millones de años. Cuando salieron de ésa, la impresión general era que Marte estaba en una especie de rutina. De manera que decidieron dejarse de joder. En esta etapa ustedes todavía estaban haciendo la buena imitación del tanque séptico.

”En primer lugar teníamos asuntos que atender en nuestra propia casa. La gente del Miedo y la Gente del Pánico se unieron para enfrentar un enemigo común. Un enemigo cercano.”

El portero de Marte guardó silencio; su cabeza, con su arco de acero, tenía una actitud interrogativa. Vladimir Voronezh, uno de los rusos laureados (su campo era la formación de las galaxias), fue el primero en hablar:

– Mi querido señor, tengo la impresión de que usted quiere decirnos que alguna vez hubo vida en otro lugar del sistema solar.

– Por cierto. Ustedes tienen que perder la costumbre de pensar en el “milagro” de la vida, el estupendo “accidente” de la inteligencia, etcétera. Puedo asegurarles que en este universo la cognición no vale un comino. Marte, como planeta Tipo V, era extremadamente insular en su fase de Riqueza Total. No había interés en la exploración del espacio, a pesar de la tecnología adecuada. Pero éramos perfectamente conscientes de la coexistencia de dos mundos Tipo W: Júpiter y…

– ¿Júpiter? -El que habló fue lord Kenrick Douglas (fuentes cuasi-estelares de radio). -Señor, nosotros algo sabemos del sistema solar. Júpiter es un gigante de gas. Está rodeado de nubes gélidas de 900 kilómetros de profundidad sumergidas en un casco de hidrógeno líquido. Nuestras pruebas suicidas nos dicen que no hay superficies sólidas en ese planeta. ¿Podría decirnos qué aspecto tenían los jovianos? ¿Medusas con escafandras, seguramente?

Este chiste provocó algunas risas nerviosas. El portero se puso tenso al oírlas: no estaba ofendido sino concentrado, lleno de eficiente curiosidad. Dijo:

– ¿Puedo hacerle yo una pregunta a usted? -Parecía dirigirse a Miss Mundo. -Los que se rieron, ¿lo encontraron cómico o maligno? No, no importa. Permítame decirle, señor Laureado con el Premio Nobel, que Júpiter no siempre fue un gigante de gas. Originariamente era mucho más pequeño y más denso. Una capa de piedra sobre una médula de silicato de hierro. Pero eso fue antes de que se metieran con Marte.

”¿El sistema de tormentas que ustedes llaman la Gran Mancha? ¿La mancha del tamaño de la Tierra en su trópico sur? Ese fue el punto cero para un aparato NH4 que mandamos hacia allá.

– ¿Amoníaco? -preguntó Voronezh. Le brillaban los ojos.

– Sí. Es algo de lo que estuvimos muy orgullosos por un tiempo. Convertimos su lugar en una gran bomba de mal olor, sin cambiar su masa. Para evitar problemas de perturbación más abajo en la línea. En esa época algunos dijeron que la guerra con Júpiter podía haberse esquivado perfectamente. Otros opinaban que la reacción de Marte había sido exagerada. Al fin y al cabo era un planeta de Tipo W, a millones de años de distancia de alguna posibilidad seria de amenaza. Sea como fuere, la Guerra con Júpiter se redujo a seis meses. Pero entonces percibimos que en otro sector nos habían perdido el respeto, y dirigimos nuestra atención a…

– No me lo diga. A Venus.

– Dirección equivocada. No, a Venus no. A Ceres.

El portero de Marte esperó. Fukiyarha dijo prolijamente:

– Ceres no es un planeta. Es la roca más grande en el cinturón de asteroides.

Estudiando serenamente las puntas de sus garras el portero de Marte dijo:

– Sí, es cierto. Se pusieron agresivos y… -se encogió de hombros y agregó-: Cuando nuestra fuerza expedicionaria regresaba de Júpiter, recibió una transmisión ambigua de Ceres, otro mundo de Tipo W, aunque muy inferior a Júpiter. Es posible que en la exaltación del momento el comandante marciano haya percibido equivocadamente un matiz de sarcasmo en el mensaje de tributo de Ceres. De todos modos la Guerra con Ceres terminó esa misma tarde. Después, durante varias semanas, en nuestro planeta reinó una paz llena de inquietud. Se hicieron planes para dar un golpe preventivo a la Tierra. Algunos marcianos sentían que allí había potencial agresivo. Porque… Bien. Acción en el planeta azul. Fotosíntesis. Disociación fotoquímica del sulfuro de hidrógeno, nada menos. La energía de la luz rompía los vínculos juntando el oxígeno con el hidrógeno y el carbono. Las bacterias se transformaban en cianobacterias. La rampa. ¿Dónde es el incendio? Pero entonces sucedió algo que cambió todas nuestras perspectivas. De pronto comprendimos que todo esto no significaba nada y que la acción estaba en otra parte.

”En el año 2.912.456.327 a. de C, según el calendario de ustedes, los Arqueros de Orión nos enviaron una flecha de aviso. Compactaron a Plutón. Originariamente Plutón era un gas gigante del tamaño de Urano. Y los arqueros lo aplastaron. Sin ningún cuidado por la conservación de la masa… por eso las perturbaciones que ustedes han notado en Neptuno. ¿Ustedes creían que Plutón era un planeta? ¿Pensaban que ése debía ser el aspecto de Plutón? Se podría decir que, en los Arqueros de Orión, Marte había encontrado un adversario apropiado. Un mundo de Tipo V. Con las mismas armas. Con los mismos problemas de salud mental. Una cosmonáutica ligeramente superior. La Guerra con los Arqueros de Orión, con los combatientes separados por veinte kiloparsecs, fue, como se imaginarán ustedes, un asunto bastante prolongado. El viaje de ida y vuelta llevaba 150.000 años; a la mitad de la velocidad de la luz, que podíamos lograr con nuestras máquinas exploradoras, se descubrió que los efectos relativos eran graves. Sin embargo, las grandes naves partieron. Onda tras onda. La Guerra con Los Arqueros de Orión prosiguió acaloradamente durante más de mil millones de años. ¿Quién ganó? Nosotros. Ellos, los Arqueros, continúan allí. Su planeta está allí. Durante ese trilenio la naturaleza de la guerra cambió. Ya no era una guerra nuclear ni cuántica-gravitacional. Era una guerra neurológica. Informacional. La vida continúa para los Arqueros, pero su calidad de vida se ha reducido sutilmente. La estructuramos de manera tal que creen ser simulacros en un universado computado determinista. Se cree que ése es el máximo sufrimiento al que se puede llegar en un mundo de Tipo V. El sabor de la victoria era dulce. Pero en ese entonces supimos que la guerra interplanetaria, aun a esas distancias, básicamente también era una mierda. Ah, y entre tanto, en ese interludio de mil millones de años, la vida en la Tierra fue un infierno. El oxígeno se estableció como gas atmosférico. Células con núcleos. Cada vez más infernal.

” La Guerra con los Arqueros amplió nuestros horizontes. Los astrónomos marcianos se interesaron en una cuestión con la que ustedes todavía están luchando. Me refiero a la materia oscura. La velocidad con que rotan nuestras galaxias sugiere que el 98,333 por ciento de cualquier masa galáctica es invisible y sin explicaciones. Nosotros ya pasamos por todas las evoluciones que ustedes están recorriendo, y más. ¿Qué era la materia oscura? ¿Neutrinos masivos? ¿Estrellas caídas? ¿Planetas destruidos? ¿Agujeros negros? ¿Residuos de resonancias? ¿Fluctuaciones del plasma? Entonces, en cierto modo, nosotros los hicimos estallar. Teníamos la respuesta delante de los ojos, pero había que superar un rechazo mortal a enfrentar esta verdad. No había materia oscura. Todas las galaxias habían sido activadas, alineadas. Incluida la nuestra. Muchos, muchos ciclos atrás.

”Con unanimidad instantánea se decidió que no íbamos a tolerar ese sometimiento. A pesar de los efectos contrarios. Se creía que estábamos frente a un mundo o entidad de Tipo N… tal vez de Tipo M. Ahora sé que nos enfrentábamos con un mundo Tipo Q, aunque oscuramente relacionado con un poder del orden del Tipo J. Y, a propósito: aparte del hecho desnudo de su existencia, no sabemos nada, en este horizonte particular, de los mundos Tipo A a I, incluido.

”Nuestra idea era lanzar un ataque sorpresa al corazón de la galaxia. Pensamos que nuestra pequeña pero mensurable probabilidad de éxito dependía totalmente de la sorpresa, de lo instantáneo de la acción. De nada nos ayudaría esa basura de los Arqueros. No era cuestión de avanzar tranquilamente hacia el centro, a 130.000 kilómetros por segundo… simplemente tendríamos que estar allí y atacarlos con todo lo que teníamos. Ahora. Para actuar con claridad. En sus aspiraciones tecnológicas, en la Tierra, ustedes están restringidos por ciertas negligencias, como la falta de fondos, pero también por lo poco que saben de las leyes de la Física. Punto. De modo que, adivinen: ¿cómo vamos a hacerlo?

– Con agujeros -dijo Paolo Sylvino.

– Agujeros. Aberturas evanescentes en el hiperespacio… o, más exactamente, universos paralelos con diversas curvaturas o trayectorias. Ultraespacio es la palabra que preferimos nosotros. En forma elemental la idea anda por ahí en la Tierra desde Einstein. Aunque me aventuro a sugerir que ustedes tienen que recorrer un largo camino para llegar a la forma de hacerlo. Ustedes encuentran un camino en la espuma cuántica y luego horadan un túnel en el espacio-tiempo, y lo flexibilizan con el uso de ciertos materiales… exóticos. Nosotros estamos trabajando en este problema desde hace siete millones y medio de años.

”Éste era el encuadre: sabíamos que en el núcleo había un agujero negro de aproximadamente 1,4237 millones de masas solares, y que esto estaba perfectamente verificado. Como ustedes saben, la energía contenida en el remolino central es estupenda, pero totalmente insuficiente para conducir una galaxia. La verdadera fuente de energía era otra. Y ésa era la recompensa que buscábamos. Mientras preparábamos nuestra fuerza de ataque inicial enviamos sondas de reconocimiento al núcleo galáctico a intervalos de más o menos un millón de años. Muchas misiones se perdieron. Las que volvieron traían los sensores anulados. De una u otra manera las preparaciones para el ataque insumieron 437 millones de años. Entonces hicimos nuestro juego. Adviértase que actualmente en la Tierra lo único que tenemos son organismos visibles al ojo desnudo.”

El portero de Marte se sentó, se reclinó en el respaldo de la silla y cruzó las garras detrás de la cabeza. Continuó con aire pensativo:

– Nadie pensó que esta acción fuera un… “error”, exactamente. Todos estaban perfectamente convencidos de que era algo que teníamos que hacer. Pero las consecuencias fueron un poco extremas. Después de tan larga preparación, la realización de la Fuerza de Ataque Inicial contra el Poder del Núcleo sólo duró nueve segundos.

”Nuestra flota… fue enviada de vuelta. En su totalidad. Y supimos que habíamos perdido, pero tuvimos que esperar otros 300.000 años para averiguar por qué. Fue una época de gran ansiedad. Esperábamos intrincadas represalias… día tras día, hora tras hora…

”Como unidades militares nuestras naves habían quedado neutralizadas en el primer milésimo de segundo de su aparición en el núcleo, pero sus sensores estaban intactos y habían recogido gran cantidad de información. Gran parte de ella era sumamente deprimente, desde el punto de vista marciano. El núcleo galáctico por cierto había sido investigado. El anillo circundante artificial había sido instalado, según nuestras mejores estimaciones, setecientos cincuenta mil millones de años atrás. Había una especie de fuerza externa de seguridad vigilando el Anillo. Nada más. Una fuerza de… portería. Estacionada allí por entidades que más tarde llamaríamos los Perros del Infinito. Su fuente de energía estaba más allá de la entrada del agujero negro. Usaban energía del universo muerto. Además, más allá del Anillo detectamos lo que sólo podría describir como un hangar de cometas. Nuestro equipo identificó la firma de nuestro propio Cometa Alfa entre los cometas estacionados allí.

”La moral estaba muy baja. Casi nihilista. Los marcianos comenzaron a creer, con diversos grados de convicción, que eran meras simulaciones en un universo determinista de computadora. Volvieron a dividirse. La gente del Miedo. La Gente del Pánico. El planeta estuvo asolado por guerras espasmódicas, azarosas, interminables. Nosotros comenzamos a obtener cierta información. Nos enteramos de que los Perros del Infinito habían engendrado vida en Marte (y en la Tierra, en Júpiter y en Ceres) con ciertos propósitos. Éramos un basural: eso éramos, un basural. Eso es todo. Un basural.

– ¿Un basural, señor? -preguntó Incarnacion.

– Sí, basural. En la Tierra, ¿los rinocerontes machos convierten el borde de una laguna en un sumidero? ¿En la isla de Colón, La Española, el Caribe forma líneas de moluscos en la orilla de un río? ¿Para marcar territorio? Eso es un basural. Y en eso nos habíamos convertido. En un mensaje de los Perros del Infinito a un poder de Tipo R llamado los Atacantes del Centro, que dicen: No se acerquen. Entonces aprendí que tanto el Infinito como el Centro son simplemente mandaderos de la agencia Tipo 1 llamada Resonancia. Que a su vez rinde tributo a un imperio Tipo J llamado Tercer Observador. Que a su vez…

Con voz cada vez más débil, el portero de Marte dejó caer su cabeza en forma de hoz sobre el pecho. Luego se incorporó nuevamente y dijo:

– Todos sabían que el único camino digno era el suicidio planetario. En realidad ése es el destino habitual de los mundos Tipo V en esta fase. Luego empezaron a oírse voces más audaces. Nunca se había tratado de ganar o perder. De lo que se había tratado era de la gloriosa autonomía de la autoridad marciana. Sucedió que el siguiente plan de batalla de Marte implicaba emplear fuerzas Kamikaze y no era diferente del suicidio.

”Aplicamos una treta de guerra. Fingimos la autoaniquilación y condujimos toda la operación subterráneamente. Tenía que resultar creíble. Anulamos nuestra atmósfera y paralizamos nuestro núcleo, que también le dijo adiós a nuestra magnetosfera. Lo que ustedes ven allá afuera, esas llanuras y esos valles rojos en la alfombra de ripio yodado, todo eso es maquillaje. Bajamos al subsuelo y esperamos.

”Nos abocamos a una reforma armamental en planes de cinco millones de años cada uno. La moral estaba alta: fuertemente idealista. Un solo golpe. Un solo golpe, ése era nuestro lema, íbamos a convertir esa cueva en un depósito de armas. ¿Y cuál sería el proyectil? Comenzamos a trabajar en un tipo de armamento estrictamente ilegal basado en el hueco de un falso vacío. Una burbuja de nada que se expandiría a la velocidad de la luz. Los grandes vacíos, los grandes desiertos sin estrellas que tanto los intrigan: son los lugares del despliegue del incauto vacío falso. O el accidente del vacío falso. De allí los innumerables universos vacíos que pueblan el Ultraverso. Si pudiéramos detonar este arma dentro del horizonte de acontecimientos del agujero negro del núcleo… bien, confiábamos en crear una gran impresión cuando llegara el momento de nuestro segundo rendez-vous con el Infinito. Esa acción reordenaría todo el Ultraverso. Concebiblemente con ventajas para Marte.

”Sabíamos que la utilización del falso vacío era en sí misma exquisitamente peligrosa: el campo sería terriblemente vulnerable para el que huía. Fue en esa época que me construyeron y me emplazaron, aquí, en una armazón de ultrium puro (un elemento que no se encuentra en los cuadros periódicos de ustedes), esperando una activación y un eventual viaje. Por suerte lo hicieron. Porque iba a quedarme solo para pensar en la impresionante prepotencia del Poder I. Olvídense del Infinito y del Núcleo. Olvídense de la Resonancia y del Tercer Observador. Esto venía de mucho más arriba.

”El aparato estaba listo. Lo único que quedaba por hacer era agregar el dígito final de su algoritmia. El planeta entero contenía el aliento. En este instante comenzaría la guerra. Las preparaciones que habían ocupado medio trilenio darían fruto ahora… La Rebelión del Esclavo Marciano, como yo la denominé, terminó en un trillonésimo del tiempo que le lleva a la velocidad de la luz cruzar un protón. Ese fue el tiempo que llevó la extinción de la vida en todo este planeta. El Poder I había impuesto la censura cósmica a la materia. Dispuesta para formar la configuración prohibida, la materia recibió instrucciones de destruirse a sí misma. Esto sucedió hace 570 millones de años. Ustedes apenas comenzaban con el Cámbrico. Yo me preparé para la espera.

”Pero ya he hablado mucho de Marte. Hablemos de la Tierra. Antes de comenzar, ¿qué les parecería un intervalo? Hay… baños al fondo. Me temo que no hay jabón. Ni toallas. Ni agua caliente. Les sugiero que se armen de coraje. Después del intervalo daremos un paseo. Primero les daré las malas noticias. Después les daré las malas.


Pop Jones salió por la puerta del fondo, miró hacia un lado y hacia otro a la débil luz de las estrellas, y avanzó, con su afanoso andar de pato, por el borde del sector sur del predio. Las llaves tintineaban en los bolsillos deformados de su traje de sarga negra. Era importante, pensó, caminar lo más rápido posible… Pop Jones se sentía ensordecido, despersonalizado. Qué tranquilo estaba todo: no había chicos en los bancos, fumando, peinándose, protestando, tosiendo, rascándose, abriendo la boca. Pop pasó por las puertas de la Rectoría y subió la escalera.

En general no estaba autorizado a entrar en la sala de descanso. Su espacio público era la despensa, un rincón deteriorado entre los baños y el galpón de las bicicletas, donde, si quería, podía tomar un jarro de cacao entre los miembros del personal que se ocupaban de la comida y el cuidado del jardín. Pop Jones golpeó la puerta y entró.

La habitación lo recibió con un repentino silencio. Sólo se oía una voz perdida que llegaba de alguna parte. Venía del televisor con pantalla en la pared; alguien decía: Una forma de salir de la paradoja de la tenue-estrella-jo-ven es la de los cálculos de transferencia radiactiva, que sugieren que la presencia de CO2 en el primitivo Marte… Olor a cerveza, a cenicero, té de jengibre, bizcochos de jengibre, pelo color jengibre, y muchas latas vacías. Y el señor Davidge, junto con el señor Kidd y el señor Caroline, que se da vuelta y pregunta, con su fuerte acento galés:

– ¿Sí, Jones?

– Quería hablarle de Timmy, señor. Timmy Jenkins.

Sintió que el silencio se hacía todavía más profundo. El señor Davidge esperó. Luego dijo:

– ¿Qué sucede con Timmy?

– Está en Enfermería, como usted sabe. Y Fitzmaurice dice que no pueden apagar la televisión, señor. Sin desconectar todo el…

– ¿Y qué solución propone, Jones?

– La dirección dio órdenes sobre el noticiario, señor…

– ¿Y qué solución propone, Jones?

– Pedir permiso para trasladarlo al jardín de invierno, señor.

El señor Davidge miró al señor Kidds y dijo:

– ¿Les parece bien, verdad? Sí, Jones, creo que podemos dejar a Timmy a su afectuoso cuidado.

Todos ensayaban una especie de sonrisa. Por un momento Pop sintió la aterradora impresión de estar en una habitación llena de desconocidos. Bajó la cabeza y salió.

Hacía mucho que el jardín de invierno no se usaba. Llevaba al extremo sur del edificio principal, cerca de las habitaciones de Pop Jones. Llevó a Timmy allá en un sillón de ruedas y lo acomodó, bien abrigado, en un sofá. El chico colaboró como pudo. Pop recordó: tres días atrás, cuando encontraron a Timmy… Esa hermosa mañana, estaba en el aire la posibilidad… esa posibilidad que llegaba desde el jardín. En todos los periódicos y por televisión estaban analizando la “clave” marciana para el proceso del envejecimiento, tan elegante, tan comprensible. Y todos se reían y se sentían lánguidos… Pop apoyó las manos en sus caderas redondeadas y dijo:

– Ay, Dios mío, ¿quién te lo hizo, Timmy? Fue “Day”, ¿verdad? Dios mío, Timmy.

– Piso -dijo Timmy.

¿Y qué pasa con el orden moral?, se preguntó, acomodándose en el sillón gris. La pantalla decía: 03,47, 03,46, 03,45.

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