John mantuvo la cabeza baja y trató de aunar esfuerzos. El vestuario estaba lleno de vapor, voces y el chasquido de toallas mojadas en los traseros desnudos. Los aprendices se deshicieron de sus sudorosos jis, duchándose antes del descanso para comer y luego una clase de golpes como parte de la educación.
Era un grupo de tíos normales excepto John, por lo que no quiso desnudarse. Incluso siendo todos de su tamaño, esto era sin rodeos peor que cada pesadilla que aguantó en la escuela secundaria hasta que pudo salir del sistema a los dieciséis. Y ahora mismo estaba evidentemente demasiado exhausto para tratar con la escena.
Suponía que era ya sobre la medianoche, pero se sentía como… si fueran las cuatro de la madrugada, de pasado mañana. El entrenamiento era agotador. Ninguno de los otros tíos era fuerte, pero todos ellos pudieron mantener el ritmo con las posturas que Phury y luego Tohr introdujeron. Infiernos, unos cuantos tenían talento. John era un desastre. Sus pies eran lentos, sus manos estaban siempre en el lugar y en el momento equivocado, y no tenía coordinación física. Amigo, no importa cuan duro lo intentara, no podía encontrar el equilibrio. Su cuerpo era como una bolsa llena de agua en movimiento; si se movía en una dirección, todo se le caería encima.
– Mejor que te apresures -dijo Blaylock-. Sólo tenemos ocho minutos más.
John ojeó la puerta de las duchas. Los chorros de agua todavía funcionaban pero no podía ver a nadie allí. Se sacó el ji, el suspensorio y se metió rápidamente dentro de…
Mierda. Lash estaba en la esquina. Como si lo estuviera esperando.
– Hey, gran hombre -arrastró las palabras el tío-. Realmente nos enseñaste una cosa o dos fuera…
Lash paró de hablar y fijó la mirada en el pecho de John.
– Tú, pequeño beso en el culo -dijo bruscamente. Y luego salió furioso de la ducha.
John miró hacia la marca circular encima de su pectoral izquierdo, con la que él había nacido… la que le había dicho Tohr que recibían los miembros de la Hermandad en su iniciación.
Genial. Ahora podría añadir esa marca de nacimiento a la creciente lista de cosas de las que no quería oír hablar a sus compañeros.
Cuando salió de la ducha con la toalla alrededor de la cintura, todos los tíos, incluso Blaylock, se mantenían unidos. Mientras lo inspeccionaban como una sólida y silenciosa unidad, se preguntó si los vampiros tenían instintos de manada, como los lobos o los perros.
Como continuaron clavándole la mirada, pensó, Um, vale. Eso sería una gran afirmación.
John agachó la cabeza y fue hacia su taquilla, desesperado por que el día se acabara.
Hacia las tres de la madrugada, Phury caminó rápidamente por la calle Décima hacia Zero-Sum. Butch estaba esperando fuera en la entrada de cristal-y-cromo del club, matando el tiempo a pesar del frío. Envuelto en su largo abrigo de cachemira y con la gorra de los Red Sox bien calada, se veía bien. Anónimo, pero bien.
– ¿Que haces? -preguntó Butch mientras chocaban las palmas.
– La noche es una mierda por parte de los lesser. Nadie encuentra nada. Hey, Amigo, gracias por la compañía, lo necesito.
– Ningún problema. -Butch se caló la gorra de los Sox aún más. Como los Hermanos, no llamaba la atención. Mientras fue detective de homicidios, ayudó a enviar a un numeroso grupo de camellos a la cárcel, por eso era mejor para él pasar desapercibido.
Dentro del club, la música tecno era molesta. También había luces intermitentes y muchos humanos. Pero Phury tenía sus razones para venir, y Butch estaba siendo amable. En cierto modo.
– Este sitio es sólo para preciosos frikies -dijo el policía, echando un vistazo al tipo vestido con un traje años 70 rosa intenso con el maquillaje a juego-. Dame paletos y cerveza casera cada día de la semana antes que esta sandez de la cultura X.
Cuando fueron a la sección VIP, la cuerda rosa de satín fue bajada inmediatamente para dejarles paso.
Phury saludó al gorila, luego miró a Butch.
– No me quedaré mucho.
– Ya sabes donde encontrarme.
Mientras el poli iba hacia la mesa, Phury anduvo por detrás de la zona de alta-etiqueta, parándose delante de los dos Moros que vigilaban la puerta privada del Reverendo.
– Le diré que está usted aquí -dijo el de la izquierda.
Una fracción de segundo más tarde le permitieron la entrada a Phury. La oficina era una cueva, débilmente iluminada con un techo bajo, y el vampiro tras del escritorio dominaba el espacio, especialmente cuando se levantó.
El Reverendo medía unos dos metros, y la estrecha cresta que llevaba en su pelo le combinaba lo mismo que lo hacía su excelente lujoso-culo Italiano. Su cara era despiadada e inteligente, colocándolo legítimamente en el peligroso negocio en el que estaba. Sus ojos, aunque… sus ojos no encajaban. Eran curiosamente hermosos, del color de las amatistas, un púrpura tan profundo que resplandecía.
– ¿De regreso tan pronto? -dijo el macho, con su voz grave, profunda más dura que de costumbre.
Toma el producto y luego lárgate, pensó Phury.
Sacó su fajo separando tres de los grandes. Desplegó los billetes de mil encima del escritorio de cromo.
– El doble de lo de costumbre. Y la quiero troceada.
El Reverendo sonrió fríamente y giró la cabeza hacia la izquierda.
– Rally, dale al macho lo que necesite. Y enfunda esa O-Zs. -Un subordinado salió de la oscuridad y se escabulló a través de la puerta corredera de la esquina más alejada de la habitación.
Cuando estuvieron solos, El Reverendo rodeó el escritorio lentamente, moviéndose como si tuviera aceite en las venas, todo poder sinuoso. Cuando dio la vuelta, se acercó lo bastante para tener a Phury deslizando su mano en el abrigo y encontrar una de sus armas.
– ¿Seguro que no estás interesado en algo más duro? -dijo El Reverendo-. Ese humo rojo es para un consumidor moderado.
– Si quisiera algo más, lo pediría.
El vampiro se detuvo a su lado. Muy, muy cerca.
Phury frunció el ceño.
– ¿Algún problema?
– Tienes un bonito cabello, ¿lo sabes? Es como el de las hembras. Todos esos colores diferentes. -La voz de el Reverendo era extrañamente hipnótica, sus ojos púrpuras puramente astutos-. Hablando de hembras, he oído que no te aprovechas de lo que ofrecen mis damas. ¿Es verdad?
– ¿Por qué te importa?
– Sólo quiero estar seguro de que tus necesidades están cubiertas. La satisfacción del cliente es malditamente importante. -El macho se acercó aún más señalando con la cabeza el brazo de Phury, el que desapareció dentro de su abrigo-. Tu mano está en la culata de la pistola, ¿no? ¿Tienes miedo de mí?
– Sólo quiero estar seguro de que puedo encargarme de ti.
– ¿Oh, de verdad?
– Sip. En el caso que necesite una pequeña Glock para pronunciar una reanimación.
El Reverendo sonrió ampliamente, destellando los colmillos.
– Sabes, he oído ese rumor… sobre un miembro de la Hermanada que es célibe. Sip, imagínate, un guerrero que se abstiene. Y he oído alguna que otra cosa sobre ese macho. Tiene mal una pierna. Tiene un cicatrizado sociópata por gemelo. ¿Por casualidad no conocerás a ese Hermano?
Phury negó con la cabeza.
– Nop.
– Huh. Curioso, te he visto merodeando con un tipo que parecía llevar una máscara de Halloween. En realidad, te he visto con un par de grandes machos que concuerdan con los tipos de los que oído. No crees…
– Hazme el favor de darme mis hojas. Esperaré fuera. -Phury se marchó de vuelta. Estaba de mal humor para empezar: frustrado por no haber encontrado una pelea, sangrando por dentro por haberse cerrado con Bella. Ahora no tenía tiempo para otro conflicto. Estaba puñeteramente al borde de sus nervios.
– ¿Eres célibe porque te gustan los machos?
Phury lo miró enfurecido por encima del hombro.
– ¿Qué pasa contigo esta noche? Siempre eres raro pero ahora mismo también estás siendo un verdadero gilipollas.
– Sabes, quizás sólo necesites tener sexo. No trafico con varones, pero estoy seguro que podríamos encontrarte a uno complaciente.
Por segunda vez en veinticuatro horas, Phury estalló. Avanzó a través de la oficina, cogió al Reverendo por las solapas de su Gucci, y lo clavó en la pared.
Phury presionó el pecho del tipo.
– ¿Por qué estás buscando pelea?
– ¿Me besarás antes del sexo? -murmuró el Reverendo, todavía jugando-. Creo que es lo mínimo que puedes hacer, considerando que sólo nos conocemos profesionalmente. ¿O no estás en los preliminares?
– Jódete.
– Eso es una contestación original. Habría esperado algo un poco más interesante por tu parte.
– Vale. ¿Cómo esta?
Phury le proporcionó una, irrefutable en la boca del macho, el beso, una presión entre caras, nada remotamente sexual. Y lo hizo sólo para borrar la expresión en la cara del bastardo. Funcionó. El Reverendo se puso tieso y gruñó, y Phury supo que había descubierto las intenciones del tipo. Pero sólo para asegurarse que había aprendido la lección, cortó el labio inferior del macho con un colmillo.
En el instante en que la sangre golpeó en su lengua, Phury retrocedió, con la boca abierta. A través de la sacudida respiró,
– Bien, quién lo iba a decir, comedor de pecados.
Al sonido de la palabra El Reverendo cortó toda la sandez, poniéndose bien y completamente serio. En el silencio parecía estar considerando sus negativas plausibles.
Phury negó con la cabeza.
– Ni lo intentes. Lo puedo saborear.
Los ojos amatistas se estrecharon.
– El término políticamente correcto es symphath
Las manos de Phury apretaron al macho en un acto reflejo. Mierda sagrada. Un symphath. Aquí en Caldwell y viviendo entre las especies. Tratando de hacerse pasar por cualquier otro civil.
Amigo, eso era información crucial. La última cosa que Wrath necesitaba era otra guerra civil de razas.
– Sólo te voy a señalar algo -dijo el Reverendo suavemente-. Si me delatas perderás a tu proveedor. Piensa en eso. ¿Dónde conseguirás lo que necesitas si estoy fuera de escena?
Phury miró al interior de esos ojos púrpuras, todavía cavilando sobre las implicaciones. Iba a contárselo a los Hermanos tan pronto como llegara a casa, e iba a vigilar al Reverendo de cerca. En cuanto lo de entregar al tipo… La discriminación que los symphaths habían afrontando a lo largo de la historia siempre le había parecido injusta… siempre y cuando no empezaran a sacar fuera la porquería y lo metieran en apuros. Y el Reverendo había hecho funcionar el club durante los últimos cinco años sin problemas relacionados con el comportamiento symphath
– Vamos a hacer un pequeño trato -dijo Phury, mirando enfurecidamente dentro de la violeta y fija mirada-. Me callo y tú te mantienes en el anonimato. Tampoco trates de joderme otra vez. No voy a seguirte el rollo para que me chupes las emociones, lo cual era lo que estabas haciendo ahora, ¿no? Me querías furioso porque estabas hambriento de sentimientos.
La boca del Reverendo se abrió justo cuando la puerta de la oficina se entreabrió. Una vampiro hembra entró sin invitación, parándose bruscamente cuando vio la indudable escena: dos machos juntos, el labio de El Reverendo sangrando, y sangre en la boca de Phury.
– ¡Por todos los infiernos, fuera de aquí! -ladró El Reverendo.
La hembra se fue tan rápido que tropezó golpeándose el codo con el marco de la puerta.
– ¿Entonces, tenemos un trato? -picó Phury cuando ella salió.
– Si tú admites que eres un Hermano.
– No lo soy.
Los ojos de El Reverendo relampaguearon.
– Sólo para que lo sepas, no te creo.
Phury tuvo de pronto la noción de que no fue accidental que el tema de la Hermandad hubiera surgido esta noche. Se inclinó hacia el macho. Duro.
– ¿Preguntándote qué pasaría si tu identidad saliera a la luz?
– Nosotros… -El Reverendo tomó un profundo aliento-, tenemos un trato.
Butch alzó la vista cuando la mujer que envió a controlar a Phury regresó. Normalmente las compras se hacían con rapidez, pero habían pasado unos buenos veinte minutos.
– ¿Mi chico todavía esta allí? -preguntó Butch, reparando distraídamente que ella se frotaba el codo como si le doliera.
– Oh, está allí. -Cuando le lanzó una estrecha sonrisa, de repente se dio cuenta que era una vampiro. Esa cosa como una pequeña sonrisa era una mueca que todos ellos hacían cuando estaban entre humanos.
Y ella era en cierto modo atractiva, supuso, con el largo cabello rubio y el cuero negro en sus senos y caderas. Cuando se deslizó a su lado en el asiento, atrapó su perfume y pensó ociosamente en el sexo por primera vez en… bien, desde que se encontró con Marissa en el verano.
Tomó un largo trago, acabándose el escocés en su vaso. Entonces recorrió con los ojos los senos de la hembra. Sip, el sexo estaba en su mente, pero más como un reflejo físico que cualquier otra cosa. El interés no era como el que había tenido por Marissa. Entonces la necesidad había sido… acuciante. Reverente. Importante.
La hembra a su lado le lanzó una mirada como si supiera la dirección de sus pensamientos. -Tu amigo podría estar allí un rato.
– ¿Sí?
– Ellos sólo estaban empezando a ir al grano.
– ¿La compra?
– El sexo.
La cabeza de Butch se alzó rápidamente y se miraron fijamente.
– ¿Perdona?
– Oh, ¡Uy!… -Frunció el ceño-. ¿Estáis juntos o algo así?
– No, no estamos juntos -dijo bruscamente-. ¿De qué demonios estás hablando?
– Sí, realmente no pensé que vosotros erais así. Tú vistes bien, pero no desprendes esa clase de vibración.
– Y mi amigo no está con hombres, tampoco.
– ¿Estás seguro sobre eso?
Pensó sobre su celibato y empezó a preguntarse.
Me da igual. Necesitaba otra bebida; no necesitaba inmiscuirse en los negocios de Phury. Alzando el brazo, hizo gestos a la camarera, que se acercó apresuradamente.
– Otro escocés doble -dijo. Para ser educado, se volvió hacia la hembra a su lado-. ¿Quieres algo?
La mano de ella aterrizó en su muslo.
– De hecho, sí. Pero ella no puede dármelo.
Cuando la camarera se marchó, Butch se reclinó en el reservado, estirando ambos brazos hacia fuera, abriéndose. La hembra lo tomó como una invitación, inclinándose hacia él, moviendo esa mano hacia el sur. Su cuerpo se agitó, el primer signo de vida en meses, y tuvo algún un pensamiento fugaz de que quizás podría sacarse a Marissa de la cabeza con algo de sexo.
Mientras la hembra le acariciaba a través de los pantalones, la observó con interés clínico. Sabía hacía dónde conducía esto. Lo acabaría haciendo en uno de los lavabos privados de allí. Quizás le llevaría diez minutos, si llegaba. La llevaría a correrse, hecho el trabajo, se alejaría de ella.
Dios, había echado esos polvos rutinarios cientos de veces durante su vida. Y eran realmente sólo masturbaciones disfrazadas de sexo. Ningún rollo.
Pensó en Marissa… y sintió escozor en los conductos lacrimales.
La hembra a su lado se movió tanto que sus senos estuvieron encima de su brazo.
– Vamos a la parte de atrás, cariño.
Puso la mano sobre la suya en la entrepierna y ella hizo algún tipo de ronroneo en su oreja. Al menos hasta que él le quitó la palma.
– Lo siento. No puedo.
La hembra se apartó y lo miró como si hubiera estado jugando con ella. Butch fijó la mirada directamente atrás.
No estaba preparado para decir que nunca más volvería a tener sexo. Y segurísimo que no podía entender por qué Marissa le había dado mucho más de lo que recibió. Todo lo que sabía era que la vieja costumbre de montárselo con mujeres aleatorias no estaba hecha para él. Esta noche.
De repente la voz de Phury cortó el ruido ambiental del club.
– Hey, poli, ¿quieres irte o quedarte?
Butch alzó la mirada. Hubo una leve pausa mientras especulaba acerca de su amigo.
Los ojos del Hermano se estrecharon.
– ¿Qué pasa, poli?
– Estoy preparado para irnos -dijo Butch, aligerando el embarazoso momento.
Cuando se levantó, Phury le echó una dura mirada a la rubia. Un verdadero especial mantén-tu-boca -cerrada.
Guau, pensó Butch mientras se dirigía a la puerta. Entonces Phury realmente era gay.