Capítulo 31

Rhage se despertó al día siguiente por la tarde. La primera cosa que hizo fue extender la mano a ciegas hacia Mary, pero se paró a sí mismo, no queriendo que lo golpeara la quemadura. No se sentía lo suficientemente fuerte para luchar.

Abriendo los ojos, él giró la cabeza. Ella estaba allí a su lado en al cama, dormida sobre su estómago.

Dios, otra vez ella había cuidado de él cuando lo había necesitado. Había estado impávida. Fuerte. Dispuesta a enfrentarse a sus hermanos.

El amor llenó su corazón, aumentándolo tanto que se le paró la respiración.

Se puso la mano en el pecho y sintió las vendas que ella le había puesto. Trabajando con cuidado, las quitó una a una. Las heridas se veían bien. Se habían cerrado y ya no le dolían. Por la mañana tan solo serían rayas rosadas y al siguiente, habrían desaparecido.

Pensó en la tensión que había tenido últimamente. El cambio. Las olas alrededor de Mary. La exposición al sol. Los azotes. Iba a tener que beber pronto y quería hacerlo antes de que el hambre lo golpeara.

La alimentación era algo sobre lo que era muy escrupuloso. La mayor parte de los hermanos estiraban el hambre mientras podían soportarlo, solo por que no querían molestarse con la intimidad. Él lo conocía mejor. Lo último que necesitaba era que la bestia con un caso de de sed de sangre…

Espera un minuto.

Rhage suspiró. Había un vacío…asombroso en él. Ningún zumbido de fondo. Ninguna picazón. Ninguna quemadura. Y esto iba a la par aun cuando yacía directamente al lado de Mary.

Esto era…solo él en su cuerpo. Solo él mismo. La maldición de la Scribe Virgin se había ido.

Pero desde luego, pensó él. Ella se lo había retirado temporalmente para poder hacer el rythe sin cambiar. Y ella obviamente le estaba dando un plazo para que pudiera curarse, también. Se preguntó cuanto tiempo duraría el indulto.

Rhage exhaló despacio, el alivio del aire en su nariz. Cuando se hundió en su piel, se deleitó en la perfección de la paz. El divino silencio. La gran ausencia rugiente.

Había pasado un siglo.

Buen Dios, quería llorar.

En caso de hacerlo y que Mary despertara, pondría las manos sobre sus ojos.

¿Otras personas sabían lo afortunadas que eran al tener momentos como esos? ¿Momentos de resonante tranquilidad? Él no los había apreciado antes maldición, incluso no los había notado. Infiernos, si lo hubieran bendecido con uno, probablemente solo se habría vuelto a dormir.

– ¿Cómo te sientes? ¿Puedo traerte algo?

Con el sonido de la voz de Mary, él se reforzó con una ráfaga de energía. Nada como lo que le llegaba. Todo lo que sintió fue un cálido brillo en su pecho. Amor sin trabas con el caos de su maldición.

Se frotó la cara y la miró. Adorándola tan intensamente en la tranquila oscuridad que tuvo miedo de ella.

– Tengo que estar contigo, Mary. Ahora mismo. Tengo que estar en tu interior.

– Entonces bésame.

Él estiró su cuerpo contra el suyo. Ella solo llevaba una camiseta y él deslizó sus manos por debajo, extendiéndose a lo largo de ella más allá de su espalda. Estaba ya con fuerza para ella, listo para tomarla, pero con nada para vencer, acariciarla era un placer exquisito.

– Tengo que amarte. -Dijo él, retirando todas las sábanas y las mantas de la cama. Quería ver cada parte de ella, tocar cada pulgada y no quería nada en su camino.

Le retiró la camiseta por la cabeza y luego encendió las velas de alrededor para alumbrar la habitación. Ella estaba resplandeciente con el brillo de oro, su cabeza girada al lado cuando levantó la vista hacia él con sus ojos grises. Sus pechos apretados preparados ya en las puntas, las blancas elevaciones bajo sus rosados pezones. Su estómago plano, un poco demasiado plano, pensó él, preocupándose por ella. Pero sus caderas eran perfectas y sus piernas muy lisas.

Y la junta debajo de su ombligo, que dulce pieza…

– Mi Mary.-Susurró él, pensando en todos los sitios que quería continuar en ella.

Cuando se sentó sobre sus piernas, su sexo salió directamente de su cuerpo, pesado, orgulloso, exigente. Pero antes de que pudiera inclinarse sobre su piel, sus manos encontraron su longitud y él se estremeció, el sudor estallando por todo su cuerpo. La mirada de ella tocándolo, se dejó ir durante solo un momento, dando rienda suelta a la pureza de su deseo, el éxtasis incontaminado.

Cuando ella se sentó encima, él no sabía a donde iba. -¿Mary?

Sus labios se separaron y ella lo tomó con la boca.

Rhage jadeó y echó mano a sus brazos. -Oh, mi…Dios.

Con todas las otras mujeres él había tenido la maldición, no había dejado que ninguna de ellas bajara tanto. No lo había querido, no le gustaba que lo tocaran por encima de la cintura, mucho menos por debajo de ella.

Pero era Mary.

La succión y el calor de su boca, pero sobre todo el conocimiento de que era ella, le robaba la fuerza, poniéndolo a su merced. Sus ojos mirándolo hacia arriba, viendo como nadaba en el placer que le estaba proporcionando. Cuando él se hundió hacia atrás sobre el colchón, derrumbándose, ella avanzó lentamente sobre sus muslos, avanzando. Él enmarcó su cabeza con sus manos, arqueando su boca mientras ella encontraba el ritmo.

Directamente antes de que se acercara al borde, él cambió sus caderas de lugar, no queriendo liberarse aún.

– Ven aquí. -Dijo él, estirándola sobre su estómago y su pecho, haciéndola rodar sobre su espalda.- Voy a estar en tú interior cuando termine.

Besándola, él puso su mano sobre la base de su cuello y barrió hacia su centro, parando en su corazón. Golpeaba rápidamente, y él cayó abajo, presionando sus labios sobre su esternón y luego moviéndose hacia su pecho. La amamantó mientras deslizaba su brazo alrededor de sus omóplatos y la levantaba acercándola más hacia su boca,

Ella hizo un ruido increíblemente profundo desde su garganta, un jadeo sin aliento que atrajo su cabeza de manera que podía mirar su cara. Sus ojos cerrados, los dientes apretados. Él le hizo un camino de besos hacia el ombligo, dónde se entretuvo y lamió antes de moverse hacia su cadera. Impulsándola sobre su estómago, él le separó las piernas y ahuecó su centro con su palma. La sedosa humedad cubrió su mano, la sintió estremecerse cuando besó su cadera y su zona baja.

Resbalando un dedo en su interior, dejó al descubierto sus colmillos y los llevó hacia su médula espinal.

Mary gimió, su cuerpo retorciéndose para encontrar sus dientes.

Él se paró en su hombro. Retirando el pelo de su camino. Y gruñó cuando miró su cuello.

Cuando ella se tensó, él susurró. -No te asustes, Mary. No te haré daño.

– No tengo miedo. -Ella movió sus caderas y apretó su calor húmedo alrededor de su palma.

Rhage siseó cuando la lujuria lo rasgó. Comenzó a jadear, pero poniéndose cómodo. No había ninguna vibración, ningún zumbido espantoso. Solo ella y él. Juntos. Haciendo el amor.

Aunque realmente tuviera hambre de algo más de ella.

– Mary, perdóname.

– ¿Por qué?

– Quiero beber de…ti. -Le dijo él al oído.

Ella tembló, pero él sintió una prisa caliente cuando la penetraba y sabía que las sacudidas eran de placer.

– ¿De verdad quieres…hacer eso? -Dijo ella.

– Dios, sí. -Su boca se acercó al lado de su garganta. Aspiró su piel, muriendo por hacer algo más. -Me gustaría estar en tu vena.

– Me he preguntado qué iba a sentir. -Su voz era ronca, emocionante.! Por Dios! Ella iba a dejarle hacerlo. -¿Duele?

– Sólo un poco al principio, pero entonces es como el sexo…sentirás mi placer cuando lo tome de ti. Tendré mucho cuidado. Muy gentil.

– Se que lo harás.

Una oleada erótica lo golpeó a través de su cuerpo y de sus colmillos al descubierto. Podía imaginarlos hundiéndolos en su cuello. Chupar. Tragar. Y luego habría comunión con ella haciéndole lo mismo a él. Él la alimentaría bien, le dejaría tomar tanto como quisiera…

¿Ella haciendo lo mismo?

Rhage se retiró. ¿Qué diablos le pasaba? Ella era una humana, por todos los santos. Ella no se alimentaba.

Él apoyó la frente sobre su hombro. Y recordando enmarañadamente que ella solo era una humana; que estaba enferma. Se lamió los labios, intentando persuadir a que sus colmillos se retrajesen.

– ¿Rhage? Vas a ir a…tú sabes.

– Creo que es mejor mantenerte a salvo.

– Francamente, no estoy asustada.

– Oh, Mary, lo sé. No tienes miedo de nada. – y su coraje era en parte la razón por la que la había vinculado a él.

– Pero yo preferiría amar tu cuerpo que tomar alguna cosa si no puedes permitirte dármela.

En una serie de rápidos movimientos la giró y se elevó sobre ella, tirando de sus caderas elevándolas del colchón, y entrando en ella, deslizándose profundamente. El calor rugió a través de él cuando ella se arqueó ante la invasión y él puso uno de sus brazos entre sus pechos, conservando elevado su cuerpo. Con una mano, le giró la barbilla y entonces pudo besarla.

Su aliento era caliente y desesperado en su boca cuando él lentamente se extrajo así mismo de su centro. La oleada que recibieron hizo que ambos gimieran. Ella era tan increíblemente apretada, exprimiéndolo con fuerza como un tornillo de sujeción. Él dio un par de empujes más controlados y luego sus caderas la tomaron por encima, moviéndose por voluntad propia hasta que no pudo más mantener el contacto con sus labios. Su cuerpo golpeando el suyo y él cambió sus manos hacia su cintura mientras se agarraba.

Su pecho apoyado sobre la cama y su cara girada hacia un lado. Sus labios estaban separados, sus ojos cerrados. Él soltó su torso y plantó sus puños sobre el colchón a los lados de sus hombros. Ella era tan pequeña debajo de él, empequeñecida por el grosor de sus antebrazos, pero ella lo tomó todo de él, de la punta hasta la base, muchas veces hasta que él se perdió.

De la nada le llegó un maravilloso picor hasta su mano. Miró hacia abajo y vio que ella se había enredado alrededor de uno de sus brazos y había cerrado so boca sobre la base del pulgar, mordiéndolo.

– Fuerte, Mary. -Dijo él con voz ronca. -Oh, sí. Muerde…con fuerza.

La pequeña explosión de dolor mientras sus dientes se hundían lo golpeó con tal placer que lo llevó al techo, llevándolo hasta el mismo borde.

Pero él no quería que esto terminara.

Él salió y rápidamente la giró. Cuando ella aterrizó sobre su espalda, sus piernas abiertas hacia los lados como si no tuviera fuerza para sostenerlas. La vista de ella abierta, brillando para él, aumentando para él, casi hizo que estuviera a punto de liberarse por todas las partes de sus muslos. Bajó la cabeza y la besó donde antes había estado, probando un poco de él, un poco de aquel olor que la marcaba por todas las partes de su cuerpo.

Ella gritó salvajemente cuando llegó al clímax. Y antes de que sus latidos se desvaneciesen, el se alzó sobre ella y se hundió aun más profundamente.

Ella lo llamó por su nombre, sus uñas marcando su espalda.

Él se permitió acercarse al borde examinando sus grandes ojos, aturdidos. Sin nada para contenerse, entró y salió muchas veces, bombeando sus fluidos en ella. El orgasmo le llegó y montó sobre las olas que lo alcanzaron. El éxtasis parecía no tener ningún fin y no había nada que lo parara.

No es que pudiera tenerlo si él tenía el poder.

Mary se agarró a Rhage mientras él se estremecía una vez más, tomando su cuerpo, su aliento saliendo rápidamente. Él gimió profundamente sobre su pecho y ella sintió como se tensaba y se liberaba otra vez dentro de ella.

Esto era un demoledor tipo de intimidad, ella tan tranquila, él convulsionando en una especie de orgasmo múltiple. Con su concentración no disminuida por la pasión, ella sentía cada pequeña cosa en su cuerpo así como cada duro empuje. Ella sabía exactamente cuando a él le llegaba la liberación, podía sentir como temblaban su vientre y sus muslos. Ahora estaba pasando, su pecho y sus hombros tensándose con sus caderas cuando él se levantó otra vez.

Él levantó la cabeza esta vez, sus labios desprendiéndose de sus colmillos, sus ojos apretados cerrados. Su cuerpo se contrajo, todos sus músculos tensos, y después ella sintió el profundo movimiento en su interior.

Abrió los ojos. Estaban vidriosos.

– Lo siento, Mary. -Otro espasmo le llegó y él hizo todo lo posible para hablar de ello. -Nunca…pasó…antes. No puedo pararlo. Dios maldito.

Él soltó un sonido gutural, una mezcla de apología y éxtasis.

Ella le sonrió y llevó sus manos hacia su lisa espalda, sintiendo cada grueso músculo sobre sus huesos mientras se introducía en ella otra vez. Estaba saturada entre sus piernas y deliciosamente caliente por todo el calor que emanaba de él. Aquel maravilloso olor de su unión con ella era espeso en el aire, la oscura fragancia la rodeaba.

Él se elevó y se levantó sobre sus brazos, haciendo como si fuera a salirse.

– ¿Ha dónde vas? – Ella colocó sus piernas alrededor de sus caderas.

– Aplastando…te. -Su aliento era otra vez como su siseo.

– Estoy perfectamente bien.

– Oh, Mary…yo…-Él se arqueó otra vez, llevando su pecho hacia delante, tensando su cuello, sus hombros prominentes. Buen Señor, él era magnífico.

Bruscamente él se dobló, su cuerpo totalmente blando sobre el de ella. Su peso muerto era inmenso, más de lo que ella podía soportar y todavía respirar. Por suerte, rodó y la apretó contra él. Su corazón tronaba contra su pecho y ella escuchó mientras empezaba a enlentecerse.

– ¿Te he hecho daño? -Le preguntó él bruscamente.

– No.

Él la besó y se retiró, tambaleándose hacia el cuarto de baño. Volvió con una toalla, con la que con cuidado la alivió entre sus piernas.

– ¿Quieres que comience yo duchándome? -Dijo él. -Tengo, ah, en cierto modo un lío contigo.

– Apenas. Y no, solo quiero estar aquí.

– No puedo explicar por que ha pasado esto. -Él frunció el ceño cuando tiró las sábanas y las cubiertas sobre ambos. -Aunque…bien, tal vez, puede que lo sepa.

– Independientemente de la razón, eres increíble. -Ella presionó sus labios sobre su mandíbula. -Absolutamente increíble.

Se mantuvieron juntos en silencio durante un ratito.

– Escucha, Mary, mi cuerpo ha dado mucho de sí últimamente.

– Estoy segura.

– Voy a necesitar…tener que cuidarme.

Algo en el tono de su voz era apagado, y ella alzó la vista hacia él. Él miraba fijamente al techo.

Un escalofrío la atravesó como un relámpago. -¿Cómo?

– Voy a tener que alimentarme. De una mujer. De mi especie.

– Oh. -Ella pensó en como sus colmillos los había sentido sobre su columna vertebral. Y recordó el temblor de la anticipación cuando él le había hociqueado el cuello. Las sombras de su noche fuera la desgarraban. Ella no podía volver a pasar por esto otra vez. Esperando en su cama, sabiendo que estaba con otra mujer.

Tomó sus manos y se las puso encima. -Mary, tengo que alimentarme ahora entonces podré tener el control. Y quiero que estés conmigo cuando lo haga. Si es demasiado difícil para ti mirar, al menos puedes estar en la misma habitación. No quiero que haya ninguna pregunta en tu mente sobre lo que pasa entre otra mujer y yo.

– ¿Quién te va a…-ella se despejó la garganta-dar de beber?

– He pensado en ello. No quiero que sea con alguien con quien ya he estado.

Entonces hasta a cuantas podría reducirlo, ¿cinco mujeres? ¿Tal vez seis?

Ella negó con la cabeza, sintiéndose como una perra.

– Llamaré a una de las Elegidas.

Dime que son brujas desdentadas, pensó ella. -¿Qué hacen ellas?

– Principalmente sirven a la Scribe Virgin, nuestra deidad, por un tiempo ellas suministraban de sangre a los miembros desparejados de la Hermandad. En los tiempos modernos no se utilizan de esa manera, pero voy a contactar con ellas, a ver si podemos arreglar algo.

– ¿Cuándo?

– Cuanto antes sea posible. Quizás mañana por la noche.

– Me habré ido para entonces. -Como su expresión era oscura, ella no le dio la posibilidad de hablar. -Es el momento de que me vaya.

– Un infierno que lo es.

– Rhage, se realista. ¿Francamente esperas que yo me quede aquí para siempre?

– Esto es lo que quiero. Entonces, sí.

– Se te ha ocurrido que he perdido mi casa, mis cosas, mis…

– Lo traeré todo aquí. Todo.

Ella negó con la cabeza. -Tengo que ir a casa.

– No es seguro.

– Entonces tendremos que hacer que sea seguro. Instalaré una alarma, aprenderé a disparar, no se. Pero tengo que regresar a mi vida.

Él cerró los ojos.

– Rhage, mírame. Mírame. – Ella le apretó la mano. -Tengo cosas que hacer. En mi mundo.

Sus labios estaban apretados en una dura línea. -¿Me dejarás que Vishous te instale el sistema de seguridad?

– Si.

– Y entonces permanecerás unos días aquí conmigo.

Ella suspiró.- ¿Qué si digo que no?

– Entonces vendré.

– No creo…

– Te lo he dicho antes. Deja de pensar.

Sus labios encontraron los suyos, pero antes de que su lengua resbalara dentro y robara su capacidad de ser lógica, ella lo empujó hacia atrás.

– Rhage, sabes que esto no lleva a ninguna parte. Esto…entre nosotros en absoluto. Esto no. Esto no puede ser.

Él se giró sobre su espalda y puso un brazo detrás de su cabeza. Con su mandíbula apretada, se le tensaban los tendones del cuello.

Ella odiaba esto; de verdad que lo hacía. Pero era mejo sacarlo todo. -Aprecio todo lo que has hecho por mí. El sacrificio de mantenerme segura…

– ¿Por qué te trastornaste tanto la noche que salí?

– ¿Perdona?

¿Por qué te preocupaste de que hubiera estado con alguien más? ¿O solo sentiste como algo de sexo áspero y necesitabas ocultarte detrás de alguna razón por ello?- Sus ojos se dirigieron hacia ella. El azul era neón agudo, casi demasiado brillante para mirarlos. -Escucha, la próxima vez que quieras algún estudio duro, todo lo que tienes que hacer es preguntar. Puedo jugara a eso.

Oh, Dios. Esta cólera no es lo que ella había querido. -Rhage…

– Sabes, de verdad que entré en ello. Me gustó esa mierda de dominación que tiraste. Me gustó la parte sádica, también. ¿La degustación de mi sangre en tus labios después de que me mordieras la boca? Un atractivo enorme.

El tono frío de su voz era horrible. Su mirada plana, los ojos brillantes era lo peor.

– Lo siento. -Dijo ella. -Pero…

– De hecho, me estoy poniendo duro ahora mismo, solo de pensarlo. Lo más sorprendente, considerando como pasé los anteriores veinte minutos.

– ¿Qué es lo que crees que el futuro nos depara?

– Nunca lo sabremos. ¿Te quedarás hasta que llegue la noche, verdad? Si solo me necesitas para que te lleve a casa. Entonces déjame ver si puedo templarme otra vez. Lamentaría hacerte perder el tiempo. – Él arrojó las sábanas. -Maldita sea, eres buena. Estoy tan duro como un bate de béisbol.

– ¿Sabes como van a ser los próximos seis meses para mi?

– No y no lo voy a saber ¿verdad? Entonces algo como el sexo. Ya que es todo lo que quieres de mí y por que soy un perdedor patético para tomarte de cualquier modo que pueda conseguirte, adivino que mejor me pongo manos a la obra.

– ¡Rhage! – Gritó ella, intentando llamar su atención.

– ¡Mary! -Se burló él. -Lo siento ¿hablo demasiado? Preferirías que mi boca hiciera algo más ¿verdad? ¿La quieres sobre la tuya? No, en tus pechos. Espera, más abajo. Sí, te gustaría que estuviera más abajo, ¿no es verdad? Y sé como hacértelo bien.

Ella se puso la cabeza entre las manos.- No quiero irme así. Peleando.

– Pero esto no va hacerse más lento, ¿verdad? No, no Mary la super-fuerte. No, tú solo saldrás al mundo…

– ¡Para enfermar, Rhage! Te abandono para ponerme enferma, ¿vale?

– Voy al médico mañana. No hay ninguna gran fiesta esperándome cuando llegue a casa.

Él la miró fijamente. -¿Crees que soy indigno de cuidarte?

– ¿Qué?

– ¿No vas a dejarme atenderte durante tu enfermedad?

Ella pensó en cómo de duro había sido verlo con dolor y no ser capaz de no herirlo al marcharse.

– ¿Por qué querrías hacerlo? -Susurró ella.

La boca de Rhage se quedó laxa, como si lo hubiera golpeado.

Salió disparado de la cama. -Sí, jódete, Mary.

Él se puso un par de pantalones de cuero y sacó una camisa del aparador.

– Prepara la maleta, cariño. No tendrás que aguantar más a este perro callejero. -Empujó sus brazos en las mangas de la camisa y se la pasó por la cabeza. – Conseguiré que V ponga el sistema en tu casa cuanto antes. No debería costarle mucho tiempo y hasta que lo haya hecho, puedes dormir en otro sitio. Una nueva habitación que te enseñará el doggen.

Ella saltó del colchón, pero ante de poder alcanzarlo, él la miró duramente, parándola mortalmente.

– Sabes, Mary, me merezco esto. De verdad. He hecho lo mismo de siempre, solo me he alejado sin dar una mierda. -Abrió la puerta. -Aunque las mujeres que me tiré tuvieron suerte. Al menos ellas nunca me recordarán. Y hombre, yo mataría por olvidarte ahora mismo, de verdad que lo haría.

No azotó la puerta. Solo la cerró con firmeza.

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