45. EL APLAUSO

Dijo que amaba los días movidos. Miré el cielo. «Días movidos», además de insectos y nubes que descendían hasta los matorrales. Este tarro con flores que abandono en el campo es mi prueba de amor por ti. Después volví con mi red para cazar mariposas en medio de la niebla. La muchacha dijo: «calamidad», «caballos», «cohetes abiertos en canal» y me dio la espalda. Su espalda habló. Como chirriar de grillos en la tarde de chalets solitarios. Cerré los ojos, los frenos chirriaron y los policías descendieron velozmente de sus coches. «No dejes de mirar por la ventana.» Sin hablar, dos de ellos alcanzaron la puerta y dijeron «policía», el resto apenas lo pude escuchar. Cerré los ojos, chirriar de grillos, los muchachos murieron en la playa. Cuerpos llenos de agujeros. El coche chirrió y se bajó la pasma. Hay algo obsceno en esto, dijo el enfermero cuando nadie lo escuchaba. Seguramente no volveré al claro del bosque, ni con flores, ni con red, ni con un jodido libro para pasar la tarde. La boca se abrió pero el autor no pudo escuchar nada. Pensó en el silencio y después pensó «no existe», «caballos», «luna menguante de agosto». Alguien aplaudió desde el vacío. Dije que suponía que eso era la felicidad.

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