Hay una enfermedad secreta llamada Lisa. Es indigna como toda enfermedad y aparece de noche. En el tejido de un lenguaje misterioso cuyas palabras significan sin excepción que el extranjero «no está bien». Y yo quisiera que ella supiera por algún medio que el extranjero «lo pasa mal», «en tierras desconocidas», «sin grandes posibilidades de escribir poesía épica», «sin grandes posibilidades de nada». La enfermedad me lleva a baños extraños e inmóviles donde el agua funciona con una mecánica imprevista. Baños, sueños, cabellos largos que salen de la ventana hasta el mar. La enfermedad es una estela. (El autor aparece sin camisa, con gafas negras, posando con un perro y una mochila en el verano de algún lugar.) «El verano de algún lugar», frases carentes de tranquilidad aunque la imagen que refractan permanezca quieta, como un ataúd delante de una cámara fija. El escritor es un tipo sucio, con las mangas de la camisa arremangadas y el pelo corto mojado en transpiración acarreando tambores de basura. También es un camarero que se observa filmado mientras camina por una playa desierta, de regreso al hotel… «El viento arrastra granos de arena»… «Sin grandes posibilidades»… La enfermedad es estar sentado bajo el faro mirando hacia ninguna parte. El faro es negro, el mar es negro, la chaqueta del escritor también es negra.