CAPÍTULO 15

El jueves por la tarde, Cullen levantó la vista ante un ligero golpe en la puerta de su oficina para ver a Z y a Dan. Se reclinó en la silla, notando sus expresiones serias.

– ¿Qué pasa?

– Cuándo regresé de Tampa anoche, Daniel me llamó por un problema que surgió el sábado. -Sin ser invitado, Z se sentó en la silla de enfrente del escritorio-. Oí que saliste de la ciudad.

– Tuve que ir a Miami por una situación familiar. Hace sólo una hora que regresé.

Los ojos de Cullen se estrecharon cuando una fea sensación avanzó lentamente dentro de sus intestinos. Asintió con la cabeza hacia la otra silla del escritorio, pero Dan sacudió la cabeza y permaneció de pie.

– ¿Quieren decirme qué pasa?

– Es sobre Andrea, -dijo Z.

Cullen la había llamado cuando regresó a la ciudad, pero nadie había respondido.

– Adelante. -Sus piernas adquirieron una postura defensiva, Dan dijo,

– Vanessa no había cerrado con candado su casillero en el vestidor. Andrea le robó el dinero de su cartera.

Cullen se levantó, un gruñido haciendo erupción desde su garganta.

– De ninguna manera. Ella no lo haría.

– Hay más, Cullen. Ella tiene un registro… sellado. Intento de robo. -Dan arrojó un papel sobre el escritorio de Cullen.

¿Ella tenía un registro actual? ¿Es por eso que había estado tan preocupada? Se inclinó hacia adelante, apoyando las manos sobre su escritorio, y miró a Dan.

– Todavía no me lo trago.

– Maldición, Cullen, sácate de la cabeza… Encontré el dinero en el casillero de Andrea. Asunto cerrado.

Cullen se obligó a contener la furia e intentó pensar lógicamente. No funcionó. Sus tripas le decían que todo esto estaba mal.

– ¿Ella dijo que lo había tomado? Eres un jodido Dom… ¿Actuaba como si fuese culpable?

– Por supuesto que ella estaba… -Dan estalló, y sus cejas se juntaron-. Y sin embargo, dijo, “yo no robo”, sin evasiones ni dudas. La mirada en su rostro… -frunció el ceño-. Infierno, yo estaba tan malditamente furioso de que ella te estuviera tomando el pelo que en ningún momento intenté leerla.

– ¿Y ahora?

– Cullen… no lo sé.

– Yo sí. Ella me dijo que tenía algún tipo de historial sucio. Y la pequeña amazona tiene problemas, no me cabe ninguna duda de eso, pero nunca cuestioné su integridad. No puedo verla robando, sin importar cuánto dinero hayas encontrado. -La mandíbula de Cullen se tensó-. Vanessa, sin embargo… Es una persona repugnante y astuta. No debería estar en el programa.

Z asintió con la cabeza.

– Estoy de acuerdo en ambos casos. Lamento no haber estado allí para ayudar a determinar lo que sucedió. Pero encontrar el dinero en el casillero de Andrea…

Dan cruzó el cuarto y se paró delante de la ventana, sus hombros tensos. Al policía le gustaba pensar las cosas a muerte, Cullen lo sabía, pero al menos su cerebro se había activado. Después de un minuto, se volvió al cuarto.

– Sus reacciones fueron… no vi ninguna culpa en su lenguaje corporal. Conmoción… definitivamente conmoción… especialmente cuando le mostré los antecedentes penales, y entonces actuó como si esperara todo lo que siguió. Pero cuando dijo, “no tomé su dinero”, vi en su cara que no estaba mintiendo. -El rostro de Dan se oscureció-. ¿Fui engañado? ¿Por qué carajo ella no se defendió? ¿No discutió? ¿No gritó?

– Ella no discutiría, -Cullen masculló. Todo ese testarudo orgullo e independencia que hacía su sumisión tan intoxicante también la hacía absolutamente difícil de tratar. Joder, ¿cómo debía estar sintiéndose ahora mismo?- Es demasiado orgullosa.

Z unió sus dedos, estimando a Cullen con un ceño.

– Quiero llegar al fondo de esto.

Cullen levantó la vista al techo, intentando pensar, viendo en lugar de eso una telaraña meciéndose en el aire del conducto de ventilación. Un buen servicio de limpieza no pasaría por alto las telarañas. Andrea probablemente no lo haría.

Recogió la información que Dan había arrojado sobre su escritorio y la examinó rápidamente.

– Recién había cumplido dieciocho años y fue arrestada. Una vez. Ni siquiera tuvo una multa de infracción por mal estacionamiento desde entonces.

– Mierda. Joder. -Dan iba de un lado a otro por la oficina-. Si ella no es culpable… Infierno, me siento como si hubiese atropellado a un perrito.

Cullen gruñó.

– Creo que es hora de hablar con Vanessa. -Y entonces con una pequeña sub. El dolor que lo penetraba se debía en parte al infierno que ella había experimentado.

El resto era por el conocimiento de que no lo había llamado.


***

Z ofreció voluntariamente su oficina. Esa noche, Cullen se apoyó contra el enorme escritorio, su furia enterrada bajo una capa de helado control. Dan estaba parado cerca, vistiendo la misma expresión. Existía una posibilidad de que hubieran llegado a la conclusión equivocada, pero él pensaba que no.

Vanessa entró en la oficina, miró a Dan, y le dirigió a Cullen una dulce sonrisa.

– ¿Querías verme por lo que sucedió el sábado pasado?

Él no habló.

La sonrisa de la sub vaciló, y entrelazó las manos.

– ¿Qué pasa? Oh, Dios, me culpas porque Andrea fue expulsada, ¿verdad? Tal vez no debería haber dicho nada. Pero…

Oh-oh. Esperando que él le asegurara que había hecho lo correcto y así convencerlo también a él. No sucederá, cariño.

– Desnúdate. -Su cabeza se levantó de repente, los ojos muy amplios.

Él levantó la barbilla ligeramente.

Ella miró a Dan. Con los labios apretados, se quitó el entallado vestido azul y su ropa interior, amontonando todo sobre una silla cercana. Vanessa podría tener un bonito y bien proporcionado cuerpo, pero Cullen encontraba su falta de personalidad un anticlímax total. Después de que terminó, permaneció de pie en el centro del cuarto, las manos a sus lados, respirando ligeramente agitada, las mejillas ruborizadas. Insegura.

Bien. No le ordenó arrodillarse; podría leer su lenguaje corporal mejor en esta posición.

Dan se acercó. Vanessa dio un pequeño paso hacia atrás.

– Ahora, sub, hablemos de cuando Andrea fue acusada de robo, -dijo Cullen, atrayendo su atención sobre él. Las luces que ellos habían dispuesto la iluminaron tan efectivamente como si fuese un cuarto de interrogatorios. Interrogación 101-. ¿Qué llevabas puesto esa noche?

Mientras trataba de recordar, sus ojos se enfocaron arriba y a la izquierda.

– Oh, bueno, llevaba puesto mi sujetador azul y una falda azul de vinilo.

Bien, las miradas hacia arriba y a la izquierda podían indicar el hecho de acceder a un recuerdo. Cullen lo notó y escogió otra pregunta que contestaría con la verdad.

– ¿Y quién estaba trabajando en los cuartos temáticos?

Pestañeó. Entonces su mirada subió y se dirigió a la izquierda otra vez.

– Dara estaba en… -Listó cada posición.

– Ahora cuéntame sobre el dinero que perdiste. ¿Cuánto era y dónde estaba al comenzar la noche?

Arriba y a la izquierda.

– Eran más de cien dólares y estaba en mi cartera. En mi casillero. -Definitivamente un recuerdo. Él miró a Dan, recibió una ligera inclinación de cabeza. Continúa con la entrevista.

– Ahora cuéntame todo sobre esa noche.

– ¿Por dónde… quieres que empiece?

Ganando tiempo.

– Desde que llegaste a Shadowlands.

Deambuló a través del comienzo de la noche, declaraciones interesantemente precisas de “hice esto” e “hice aquello”. Entonces llegó a su visita al vestidor. Cambió su peso, y una mano subió para cubrirse la boca en una maniobra de no-puedes-verme-mentir. Sus ojos subieron y se dirigieron a la derecha esta vez… armando una historia.

– Bien, creo que recordé que no había puesto el cerrojo, entonces entré. La puerta de mi casillero estaba entreabierta.

Interesante desplazamiento de lenguaje también. “Creo”. Declaraciones pasivas. Miente, miente, y miente. La satisfacción de Cullen de que la entrevista reivindicara su creencia en Andrea estaba ensombrecida por la furia de lo que la pequeña tigresa había tenido que soportar.

– Y el dinero no estaba, -ella terminó. “El dinero”, no “mi dinero,” para distanciarse.

– ¿Ella robó tu dinero y no se molestó en cerrar la puerta o trabar el candado? -Dan preguntó, su voz irritada. Vanessa se sobresaltó, su mirada volando sobre él-. Eso parece estúpido, ¿no crees? -él preguntó.

– N-no sé. ¿Cómo puedo saber lo que ella estaba pensando? -Empezó a juguetear con su anillo de diamantes, ya no los miraba a ellos.

– Bien, ¿entonces qué hiciste, Vanessa? -Cullen le preguntó.

– Salí del cuarto. Dado que tú no estabas aquí, Maestro Cullen, hablé con Marcus, y él buscó al Maestro Dan. -De regreso a los hechos.

Dan dio un paso más cerca de ella.

– Mírame. -Ella levantó la vista, y él preguntó-, ¿Saliste del cuarto de inmediato? ¿No hiciste nada más?

– ¿Qué podría hacer? El dinero no estaba en mi casillero.

Cullen se movió más cerca, obligándola a dividir su atención entre él y Dan.

– Cuando hablé con Sally, ella definitivamente recuerda que tú cerraste tu casillero.

La boca de Vanessa se cayó por un segundo, y luego dio un paso hacia atrás.

– No. Creo que ella está equivocada.

– Tú estabas allí cuando le dije a Andrea que volviera a ponerse los puños. Sabías que regresaría al vestidor, -dijo Cullen, manteniendo su voz nivelada y fría-. Los otros aprendices dicen que siempre la estás criticando. Diciendo que no encaja en el grupo.

Las manos de Vanessa se apretaron.

– Bueno, no lo hace. Mira lo que hizo. Es una simple ladrona.

– Y tú eres una mentirosa, -dijo Dan-. Una mezquina y vengativa mentirosa. ¿Por qué mentiste?

Sus manos se apretaron, y las manchas rojas sobresaltaron en sus mejillas.

– Soy una persona respetable. Tengo dinero, y no tengo que robarlo. Como para que alguien crea que podría hacer algo así… eso no tiene sentido.

¿Sin responder la pregunta, verdad?

– No me gustan los mentirosos, -dijo Cullen. Los consideraba la peor clase de víboras, de las que muerden sin previo aviso-. ¿Cómo te metiste en el casillero de Andrea?

– Tuve… -Se quedó sin aliento-. No lo hice. ¿Por qué…?

– Por supuesto que lo hiciste, -dijo Dan-. Ya sabemos eso. No seas más estúpida de lo que ya eres.

– Yo no soy…

Bien. Asustada, distraída… lista. Cullen la asió de la barbilla con un duro agarre.

– ¿Cómo abriste su cerradura? Dime, sub. Ahora.

Demasiado confundida como para mantenerse firme en contra de la voluntad de Cullen, comenzó a llorar.

– Dejó la combinación sobre el banco. El primer día. Amo, ella no merece…

– Detente. -Cullen dio un paso atrás, disgustado. Miró a Dan-. ¿Más?

– No, creo que quedó lo suficientemente claro.

– Así lo creo, -dijo Z desde la puerta. El psicólogo que tan fácilmente leía la mente de las personas indudablemente podría haber obtenido la verdad más rápido, a pesar de eso, amablemente había renunciado al control cediéndoselo a Cullen y a Dan.

Vanessa se volvió. Vio a Z, y su rostro se puso pálido. No era completamente estúpida después de todo.

La voz de Z sonó suavemente helada cuando dijo,

– Gracias, Maestros. -Su cabeza se ladeó-. Creo que Vanessa y yo deberíamos hablar.

Dan asintió con la cabeza.

– Hemos acabado aquí. -Su mirada recorrió lentamente a Vanessa, y su boca se retorció como si hubiera saboreado algo podrido antes de salir de la habitación.

– Por favor, Maestro Cullen, lo siento. -Vanessa extendió sus manos.

– También yo. -Cullen miró a Z-. Toda tuya, jefe. -Cerró la puerta con el sonido de sus sollozos incrementándose.

Cuando salió, Cullen respiró el aire fresco. El primer problema estaba resuelto. El siguiente sería más duro. La pequeña tigresa probablemente estaría de un pésimo humor.


A Cullen no le gustaba particularmente la Taberna Hogshead, pero al menos estaba cerca de la estación y no se llenaba de yuppies disfrutando del happy hour [25]. Su temperamento estaba sobre un delgado borde. Andrea todavía no había respondido al teléfono.

Las cáscaras de cacahuetes que cubrían el piso eran trituradas debajo de sus pies mientras buscaba una cerveza y elegía una ubicación en un rincón desde donde pudiera observar la puerta.

Antonio entró y lo divisó inmediatamente. Se detuvo en la barra por una taza de café, entonces se unió a Cullen.

– Hazlo rápido, tengo cosas que terminar. -Se deslizó en el asiento y agregó-, te ves como la mierda, amigo*.

Joder con la cortesía.

– ¿Dónde está Andrea? No coge el teléfono. -Antonio le dirigió a Cullen una mirada nivelada sobre el borde del vaso.

– Dijo que terminó en el club, por lo que eso es algo que no necesitas saber.

– ¿Y dijo que había terminado conmigo también?

Antonio se ahogó, tosiendo lo suficientemente duro como para que su cara se pusiera colorada. Intentó hablar, tosió otra vez.

Mierda*, tú no sales con las aprendices. Nunca.

Bien, era de allí de donde Andrea había recibido su información. Cullen se inclinó hacia adelante, apoyando los antebrazos sobre la mesa.

– Aparentemente lo hago.

– ¿Con Andrea?

– Sí.

– No. -Antonio golpeó la cabeza en contra de la parte trasera del cubículo-. Joder, no. No puedes engancharte con ella. Eres un defensor de la ley.

Él recordó la manera en que su cara había cambiado cuando le dijo que era policía. Su voz salió ruda.

– Es cierto. También sé que la atraparon intentando robar una tienda de licores.

– Maldito seas, -Le dijo Antonio lentamente-. Los registros fueron sellados.

– Me cuesta mucho verla como una ladrona. Cuéntame, Antonio.

– Eres un jodido imbécil. -Antonio tomó un profundo trago-. Bien. Deberías saberlo. Sus primos habían empezado a robar en las tiendas de licores, pensaron que era algo divertido, y la arrastraron. -Antonio cerró los ojos por un segundo-. Ella… no estaba acostumbrada a tener otros amigos aparte de mí, por lo que para ella la emoción consistió en ser incluida. Ser parte de la familia. Su primera y única noche de crimen.

– Pero Andrea fue la única que terminó atrapada.

– Sí. Tomás… -Antonio se detuvo, contó con los dedos, deteniéndose cuando llegó a siete. Obviamente asegurándose de que el tiempo para procesarlo había pasado-. Tomás dijo que ella deliberadamente se volvió cuando se dieron cuenta de que los policías los agarrarían a todos. Los distrajo para que la arrestaran a ella.

Ahora eso sonaba como a su pequeña sub.

– Se resistió al arresto también.

– Al principio, sólo para mantenerlos enfocados en ella. -Antonio sonrió con tristeza-. Pero aparentemente uno de los policías la manoseó… y ya viste cómo reacciona ella a eso.

– Vi que lo golpeó. -Cullen bufó-. Bien por ella. Podría no saber esto, pero es una de las razones por las que el fiscal no quiso arbitrar. Asuntos Internos ya investigaba el comportamiento de ese policía.

– Ya era hora de que ella tuviera un respiro.

– Sus primos seguro que no se lo dieron. -La furiosa exasperación ahora estaba dirigida a su familia.

– Tenían diecinueve y veinte años. Aunque su madre intentara inculcar una conciencia, también son los hijos de Enrique Marchado.

Cullen frunció el ceño. Marchado había sido un muy conocido vendedor de drogas. Definitivamente un “historial”. Antonio suspiró.

– Los chicos tuvieron tanto miedo de echar a perder a Andrea que siguieron por el buen camino. Uno es capitán de la marina y el otro un abogado. Toda la familia la ayudó con los gastos iniciales para su negocio… en contra de sus protestas… cuando el banco rechazó el préstamo.

El banco le había rechazado el préstamo. ¿Lo pasó mal, verdad?

– ¿Protestó por recibir ayuda?

– ¿Hay una palabra para ser excesivamente independiente? -Antonio sacó su paquete de cigarrillos, frunció el ceño, y volvió a meterlo en su bolsillo-. Definitivamente se exasperó.

Por el mismo motivo que por qué carajo no lo había llamado.

– ¿Hay una razón?

– Su padre le hizo promesas y luego terminó demasiado borracho como para mantenerlas. -La cara de Antonio se tensó-. Hasta yo la defraudé, maldita sea.

Cullen levantó las cejas.

– Ella tenía… ¿catorce años? La actividad de la pandilla había terminado, así que me pidió que fuera con ella después de la escuela para recoger algo. La seguridad de tener a alguien que la acompañase, ¿sí? Pero tuve que hacer una detención y estaba sentado en la oficina del director cuando casi fue violada. -Se restregó la cara-. Dios, no creo que me haya pedido… ni a nadie más… nada desde entonces.

Andrea había mencionado el asalto. Pero el problema de confianza… era más grave de lo que él había pensado.

Mala pequeña sub, no compartirlo todo con tu Dom.

Cullen se reclinó.

– Una rencorosa sub de Shadowlands metió a Andrea en problemas. Ya está resuelto, pero necesito verla de parte del club. Y por mí.

Antonio frunció el ceño.

– Salió de la ciudad, se fue de mochilera a algún lugar alejado. Pero tiene que regresar hoy para una fiesta que me voy a perder. ¿Crees que querrá verte?

– Lo hará… eventualmente.

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