Patrón había estado cinco días reposando en su cama; y por fin, al cabo de ese tiempo, llegó el momento en que se le permitía volver a su vida cotidiana. Al atardecer, mientras Bailarina lo ayudaba a bañarse, Ogi en la oficina cogió el teléfono: era Guiador, que llamaba desde el anexo.
El cuarto de baño de Patrón era como una extensión añadida hacia el norte de su estudio-dormitorio. Por su construcción era semejante a un invernadero, y gozaba de una iluminación espléndida. Patrón tenía la costumbre de meterse en la gran bañera de estilo occidental y pasar allí un rato bien largo. Ogi llegó con el teléfono inalámbrico hasta la puerta de la habitación contigua, usada para cambiarse de ropa, y lanzó una voz a través de la puerta. Aunque no había ruido de agua, su voz -por lo visto- no alcanzaba hasta el cuarto de baño. Él abrió la puerta y entró en la habitación de cambiarse, comunicada con el baño mediante una puerta que estaba abierta. Ogi se dirigió pues al cuarto de baño, y cuando cayó en la cuenta era ya muy tarde para retroceder.
Lo primero que vio Ogi fue la bañera, situada perpendicularmente respecto a su línea de visión. Casi toda el agua la habían dejado correr, y sobre el fondo estaba echado Patrón cuan largo era. A poco de haberlo visto, salió Bailarina de uno de los lados como una exhalación, interponiéndose en su línea de visión. Llevaba en la mano la alcachofa de la ducha, soltada de su soporte. Ella estaba completamente desnuda, e inclinó su torso sobre el borde de la bañera. Se había recogido el pelo en un moño alto y abultado, pero al tener la cabeza vuelta hacia abajo, lanzó a Ogi su relampagueante mirada desde esa posición invertida. Aun habiendo sido sorprendida sin posible defensa en tal situación, ella no trató de ocultar nada suyo, pues mantuvo sus piernas bien abiertas, como estaban, sobre el embaldosado. Con sus magníficos muslos y piernas, lo que estaba tratando de tapar era la desnudez de Patrón, allí echado en la bañera. Ogi dejó el inalámbrico en el umbral del cuarto de baño, dio media vuelta y se fue. "¡Hasta la habitación de cambiarse me la convierten en zona prohibida!", se dijo, no sin cierto regocijo, en tanto que se sentía también asediado por algo internamente.
Pasado un rato, Bailarina, vestida y aseada, se acercó a la mesa de trabajo de Ogi, y se quedó de pie a su lado.
– Ya que has visto lo que has visto, eso ya no tiene remedio, pero por ahora no le cuentes nada a Ikúo, ni a Tachibana, ni, por supuesto, al profesor Kizu -le dijo, con una calma afectada.
Sin más, Bailarina orientó a la vista del joven su trasero, enfundado en una estrecha falda, y de esa vuelta sacó impulso para alejarse hacia la cocina, dándole a Ogi el espectáculo de sus caderas. A poco volvió otra vez, dejando ver la lengua entre sus labios entreabiertos.
– Has visto ya esa herida en el costado de Patrón, ¿no? Cuando hace un momento te he dicho "has visto lo que has visto", ¿a qué crees que me refería?
Bailarina había hablado muy deprisa, y se cortó de pronto. Clavó sus ojos en el joven; parecía cada vez más enfadada.
– Cuando te pones a lavar a un hombre tan corpulento tienes tú también que desnudarte, ¿no? Si piensas, Ogi, que te estaba echando en cara que me miraras entre las piernas, ¡entonces es que ya no tienes remedio! Entre los animales, cuando ellos no están en época de celo, sus genitales ni son genitales ya ni nada. Y en el caso de las personas, ¿no debe ser así con más razón todavía? Ya te has caído de tu pedestal de "inocente muchacho", ¡pero yo te hacía un poco más maduro!
Acto seguido Bailarina cargó el peso de su cuerpo sobre un lado, desnivelando sus altas caderas para girar a la derecha y meterse otra vez en la cocina, donde se puso a preparar una cena, ya tardía, para Patrón, Guiador, y para ellos dos también.
Ogi se sostuvo con sus manos la cara, que sentía a la vez encendida y medio sacudida por tiritones de frío, mientras posaba la mirada sobre unos documentos. Aquellos caracteres impresos se resistían a entrarle en la cabeza.
"Aunque yo desde luego lo he visto, ¿no es cierto que opté luego por apartar la mirada? ¿Y no he tratado de borrar luego en lo posible de mi memoria aquello que he visto? Apenas sin haber escarmentado por lo que me pasó con Tsugane, ¡mira que ponerme a fisgonear el cono carnoso de Bailarina!… Y sobre el blanco y rechoncho costado de Patrón, ¡con toda seguridad lo he visto!: ese desgarrón rojo de sangre, renegrido… que aun ahora revive ante mis ojos…
"Este hombre, cuando antaño se convirtió en el líder de una secta, ¿tenía ya esa herida abierta en su costado, con el aspecto y color de las granadas? Y no era una cicatriz. Era una herida que aún ahora está manando sangre fresca. Hace diez años, cuando este hombre protagonizó el Salto Mortal, ¿estaba la herida abierta como ahora? ¿O bien en estos diez últimos años se le ha abierto esa herida en el costado? ¿O tal vez se le abriría más bien recientemente, ahora que planeaba una reanudación del movimiento?"
De todas formas, Ogi había tenido la ocasión única de toparse con el hombre que tenía en el costado tan extraña herida.
íisr La semana siguiente fue especialmente atareada para Ogi. Todo venía de aquella urgente llamada telefónica de Guiador para Patrón, que Ogi había recibido, y que al intentar pasarla al interesado había dado lugar a consecuencias tan lamentables.
Cuando el médico le anunció a Patrón que lo encontraba recuperado, también le recomendó que hiciera un corto viaje para cambiar de aires. Aceptando el consejo, Patrón pensó en hacer un viaje lejos de Tokio en compañía sólo de los jóvenes: Ikúo -que, a ruegos de Patrón, había contestado al telefonazo de Guiador-, Bailarina y Ogi. Este último se encargaría de los preparativos.
Ogi se puso en contacto con su madre después de muchísimo tiempo, y le pidió que le enviara las llaves de la casa de campo familiar situada en la altiplanicie de Nasu -que, por cierto, a raíz de su reencuentro con Tsugane, le despertaba tan azarosos recuerdos-. Su madre se las envió. Por otra parte, como Tachibana, que se había pasado por la oficina un día en que libraba de su trabajo como bibliotecaria -empleo que por cierto tenía previsto dejar algún día- podía tomarles el relevo en la oficina por un fin de semana, se decidió reservar para el viaje un sábado y domingo. Salieron de Tokio ese viernes ya entrada la noche, conduciendo Ikúo el microbús.
Eligieron esa hora tardía para viajar, con la intención de evitar embotellamientos de tráfico, pero pronto el microbús se encontró rodeado de camiones con remolque que circulaban a medianoche acaparando la autopista. El contraste entre el microbús y esos enormes vehículos pesados era incluso cómico, pero con la audaz e imponente manera de conducir de Ikúo, ni una sola vez el camión que lo seguía se atrevió a urgirle pidiéndole paso. Aun cuando se alejaban ya de las ciudades circunvecinas de Tokio, la autopista estaba iluminada, y por las ventanillas del microbús era su interior lo que se veía oscuro. Inmediatamente detrás del conductor -Ikúo-, se había sentado Patrón, teniendo a su lado a Bailarina. El último asiento, que dominaba todo el microbús, lo había ocupado Ogi.
A Ogi se le ocurría ahora echar una mirada reposada sobre aquel grupo al que él mismo ya pertenecía: todos sus compañeros de trabajo -excluido, naturalmente, Guiador- que integraban el núcleo básico operativo de Patrón. En tanto contemplaba realmente las nucas y espaldas de aquellas tres personas, se le desataban emociones en que se mezclaba la sorpresa con un placer gratificante, como nunca antes había experimentado.
Atraía poderosamente su mirada la figura de aquel hombre mayor que iba dormido, su gran cabeza echada atrás sobre aquella espalda de osito de peluche desgastado; y aunque Ogi estaba trabajando para él, no lograba entender bien esa parte de su personalidad que iba orientada a la búsqueda de "lo espiritual". Aquel hombre, diez años antes, negó la doctrina que él mismo había propagado y apostató de su iglesia. Y ahora que emprendía nuevas actividades, tampoco estaba ofreciendo nuevas enseñanzas que sustituyeran a las antiguas. Y estaba también aquel joven -cuya actitud aún le resultaba a Ogi difícil de entender- que había pedido cita para hablar con Patrón de temas espirituales, y esa entrevista le correspondía a él concertársela.
Por todos los diablos, ¿por qué especie de hado se vería él ahora compartiendo el mismo viaje con aquellas personas, como embarcados todos en lo mismo? Siendo un hecho cierto que estaban juntos, también era verdad que allí los acontecimientos se sucedían como una continua sorpresa. El mismo hecho de formar él parte de ese grupo, en el cual además estaba incluida Bailarina, figura que rompía todos los esquemas, le ofrecía unas perspectivas de lo más interesantes.
La casa de campo adonde Ogi llevaba a Patrón y a sus acompañantes se asentaba en una gran porción de tierra que su abuelo había obtenido originariamente cuando la altiplanicie de Nasu empezó a conocer su desarrolio, y tras muchos anos seguía siendo posesión de la familia. Cuando la expedición de Patrón llegó allí, empezaba a clarear, si bien las nubes colgaban bajas y el cielo se mantenía oscuro. Aunque se veían otras dos o tres casas más a través de una arboleda de hoja caduca que, desnuda de follaje, dejaba campo libre a la vista, la casa de los Ogi se erigía en medio de un terreno desierto; y era una amplia edificación de estilo occidental. Las sensaciones que Ogi había experimentado de niño, en sus estancias veraniegas allí, diferían de lo que estaba sintiendo ahora.
Decidieron que Ogi se adelantara a entrar en la casa para los primeros preparativos, en tanto que Patrón y los demás permanecían en el microbús. Éste lo había aparcado Ikúo en un camino que discurría entre dos elevaciones de la tierra, al pie de una ladera cubierta de hierba seca. Ogi se aseguró de que funcionaban la luz y el agua corriente, conectó la instalación de gas propano que alimentaba los calentadores, y luego se asomó por una ventana a contemplar el nublado paisaje. El bosquecillo que circundaba la casa era de árboles viejos y ahora sin hojas: allí se alineaban grandes y nudosos árboles, entre los que yacían algunos gruesos troncos cruelmente abatidos por los tifones; entre esto y la sensación de frío que transmitía la tierra, Ogi acabó lamentándose de haber llevado a Patrón a semejante lugar.
Entretanto, Bailarina subió corriendo sola desde el microbús, y le dijo a Ogi que se encargaría de la limpieza, y que ya avisaría a todos mediante una señal cuando la casa se hubiera calentado. Con lo cual Ogi le dejó a ella el resto de los preparativos, y bajó hasta el microbús. Tuvo ocasión de presenciar por primera vez una conversación entre Patrón e Ikúo. Cuando entraba en el cálido microbús, Ogi oyó a Patrón decir:
– Al no ser esto una llanura, tampoco se le puede llamar "tierra yerma", pero tal como está el bosque, sin hojas ya y a punto de caer las primeras nieves, ciertamente despierta evocaciones de ese cariz. El lugar a donde yo accedía en mis trances era como éste.
Ikúo parecía sorprendido.
– Por lo que le he oído a Guiador -dijo-, era más bien como un ambiente onírico.,
– Al terminar un trance y volver a este mundo cotidiano, la primera persona con quien hablaba era siempre Guiador. Por eso, entre la impresión que él ha captado y la mía propia, es difícil decir cuál es la correcta. Con todo, en un paisaje desolado como éste yo me veía confrontado a unos velados destellos blanquecinos… todo esto se acerca a lo que yo sentía.
"Sin embargo, como el tránsito de vuelta desde el lado "de allá" al "de acá" era doloroso, y yo hasta diría que se rne representaba como los dolores de la agonía, resulta un poco contradictorio decir que lo "de allá" es más penoso que lo "de acá", o que aquello era un lugar desolado.
– Creo que Guiador suele hablar de ese mundo de visiones con un tono básico de alegría y luminosidad, en conjunto.
– Lo que yo he contemplado en mis visiones del lado "de allá", lo cuento cuando vuelvo "acá" con palabras delirantes. Eso me lo escucha Guiador y luego me lo expone dándole una ilación lógica. El contenido de sus palabras en tales ocasiones me ha dejado más de una vez atónito, con cierta sensación de desolación.
– ¿Cómo es posible que algo que has contemplado y oído a través de tus visiones -es decir: que tú mismo has experimentado-, al contárselo a otro y luego oírselo contar de vuelta te deje atónito?
– Pues es perfectamente posible -replicó Patrón con energía, mientras miraba con expresión de regocijo a Ikúo, y también a Ogi.
– El primer paso es que te despegas de la realidad "de acá" para irte al lado "de allá" y abrirte a aceptar lo espiritual, ¿no? -dijo Ikúo-. Partiendo de esa base, no me cabe en la cabeza que lo que has dicho desde la perspectiva "de allá", al oírlo de nuevo ya de vuelta, te sorprenda a ti mismo. -¿No será que eso va ligado al destino de las palabras, es decir: que con palabras se habla y con palabras se escucha? Especialmente, cuando se trata de algo relacionado con la trascendencia… La visión que yo capto en mis trances carece de conexión directa con las palabras del lado "de acá". Si mi intención fuera internarme para siempre en el lado "de allá", me bastaría con sumergirme en experiencias que no tengan nada que ver con el lenguaje "de acá". El estar sumergido en ese mundo es para mí la manifestación de Dios, y lo es también todo para mí.
"Yo, a pesar de todo, para volver al lado "de acá" tengo que despegarme de allí, pasando por mucho dolor. Aunque si me mantuviera en silencio después de volver, tal vez no habría lugar a distorsión alguna. Sin embargo, si me estoy así callado, eso equivaldría a no tener la experiencia que he tenido. Guiador es quien me ha hecho ver que no puedo hacer eso, al tiempo que me ha aconsejado poner lo experimentado en palabras, y me ha ayudado a ello.
"Cuando oigo a Guiador contándome mis palabras, ya mejoradas por él, noto con frecuencia que él ha captado una profundidad en ellas de la que yo no era consciente. No puede caber duda de que él es un verdadero guiador, en el sentido de que me aclara ese mundo misterioso. Con todo, yo a veces no me siento cómodo ante eso. Cuando dije que me quedaba "atónito", me refería a esto mismo.
Más exacto que decir que hasta ahí llegó la conversación, sería decir que se produjo un compás de espera. Por la ventanilla del microbús, Ogi percibió un movimiento allá fuera. Descubrió que era Bailarina que salía al porche, y mediante un salto y una pirueta, comunicaba la señal de que la calefacción de la casa funcionaba aceptablemente.
Aparte de que también había allí una chimenea de leña, el calentador de propano de la sala de estar llevaba incorporado un sistema nuevo, con termostato y control de escape de gases. Los tres jóvenes desayunaron allí a base de huevos con beicon, jamón y una ensalada. Bailarina no se quedaba atrás de los otros dos, dando cuenta de una porción muy bien servida. Patrón, como persona mayor en período de convalecencia, tomaba cierto alimento líquido que Bailarina le había traído de Tokio en un termo. Liberados como allí estaban de la rutina diaria de la oficina, Ogi comprobaba sorprendido qué simple cosa era colmar los deseos temporales de Patrón. Lo mismo, sin duda, podría decirse de Guiador.
Terminado el desayuno, salieron todos a dar un paseo. Antes de salir de la casa, Bailarina preparó a Patrón para un frío invernal, haciéndole llevar un abrigo sobre el jersey y una ancha bufanda que le llegaba a las rodillas. En contraste con lo esperable del altiplano, el cielo se veía muy bajo, cargado de nubes grises como presagio de la primera nevada. Ogi tomó del brazo a Patrón para servirle de apoyo en su marcha, pero éste rehusó, di-ciéndole que quería meditar él solo un rato. Y con un gesto de despego les tomó la delantera a buen ritmo.
Los tres jóvenes entonces caminaron a continuación de Patrón, respetando cierta distancia. Ogi marchaba por delante de Ikúo y Bailarina, que iban juntos. Del microbús habían descargado una silla de ruedas plegable, e Ikúo la llevaba aún plegada, empujándol^. Bailarina, que le había ayudado a bajarla, ahora avanzaba a su lado hombro con hombro para hacerle también más fácil la marcha. La silla de ruedas se había comprado con ocasión de que Guiador cayera fulminado al suelo; pues Bailarina entonces, previendo que su recuperación no iba a ser rápida, aconsejó que tramitaran la compra. No obstante, Guiador, al ser dado de alta, no la había necesitado, por lo que la tenían guardada en el anexo, y ese día la habían cargado en el microbús. Ahora bien, en el caso de Patrón, aunque éste bajara la suave ladera con sobrada vitalidad, en el camino de vuelta le esperaba la misma pendiente de subida. Y, tratándose de la salud de Patrón, todas las atenciones del mundo le parecían pocas a Bailarina.
– Al principio yo sentía a Guiador como más cercano que a Patrón; con todo y con eso, él es alguien que de un modo o de otro esconde rincones extraños de su personalidad -decía Bailarina a Ikúo, con la voz lo suficientemente alta para que la oyera Ogi, que caminaba unos pasos delante de ellos-. Yo no sé lo que pasó hace más de diez años. Desde que vivo en compañía de ellos, vengo observándolos de cerca, tanto a Patrón como a Guiador. Este último siempre anda detrás de aquél para estimularlo a la acción; pero en cuanto parece que sus palabras o su actitud empiezan a influir en el juicio, la conducta y demás de Patrón, Guiador enseguida se intimida. Esas dudas de Guiador las veo muy extrañas.
"Con esto, yo estoy suponiendo algo, aunque creo que sin fundamento. Yo no llegaré a decir que Guiador indujera a Patrón a dar el Salto Mortal, pero sí creo que influyó en su facultad de decisión, y de ahí vino lo que vino. A propósito de la próxima conversación que vas tú a tener, Ikúo, con Patrón, ¿no es cierto que te gustaría hablarle por ti mismo, y que preferirías que ni el profesor Kizu ni Guiador se metan por medio? En el caso del profesor, y debido a su estado de salud, este viaje en microbús le resultaría excesivo. Pero en el caso de Guiador, dado que Patrón y tú ibais a mantener una importante charla, ¿no pensaría él acaso que mejor sería dejaros el campo libre? Ésta habrá sido la razón de que -aun siendo él quien hizo aquella larga llamada de teléfono, y quien te aconsejara hablar con Patrón- en último término no haya venido.
– Verdaderamente es Guiador quien me ha animado a que le exponga a Patrón los principales temas que me preocupan -dijo Ikúo, que hasta el momento se había mantenido en silencio, escuchando.
Ogi se volvió al advertir algo tras de sí, para ver cómo Bailarina se orientaba hacia Ikúo torciendo un poco el cuerpo, ya que éste le sacaba una cabeza. Con voz aguda, ella le dijo:
– Los temas que te preocupan son por supuesto cosa tuya, Ikúo; pero cualquier palabra que le escuches a Patrón como respuesta a tus preguntas, es también para todos. Pues no es que Patrón te vaya a hacer sugerencias individuales, sino más bien observaciones encaminadas a mostrarnos la manera de avanzar de aquí en adelante. No te olvides de eso, ¿eh?
Dicho esto, Bailarina dio a entender con su ademán que no había nada más que decir, y acto seguido aceleró el paso, acortando así la distancia que la separaba de Patrón. Acuciados por tal gesto, Ogi e Ikúo apresuraron su marcha. Para ellos dos, así como para Bailarina, con su continuado entrenamiento en danza moderna, era asunto fácil dar alcance a Patrón. Éste se había detenido en un tramo del camino donde un montón de tierra apilada desde su margen marcaba el límite de la genuina zona residencial antigua; a partir de ahí, pasando un ancho camino pavimentado, se daba con una pendiente en descenso, y sobre un terreno aún más bajo se veía la nueva zona residencial, que Patrón ahora estaba contemplando.
Al frente se divisaba el vasto y hondo panorama de montañas con sus nevadas cimas sucediéndose; del lado de acá se alzaba aquel bosque de variados árboles que por la mañana temprano había ofrecido una vista desolada, pero que a esa luz tenue del sol presentaba una sosegada y pálida tonalidad entre amarilla y rojiza. Daba incluso la impresión de que tanto las personas como los árboles hubieran culminado su fase preparatoria ante la llegada de las inminentes nevadas, cuando la nieve al acumularse unificaría aquel frente lejano de montañas para convertirlo en una franja continuada de blancura.
En éstas, los tres jóvenes dieron alcance a Patrón. Bailarina le dirigió una voz que lo hizo volverse con amabilidad hacia ella, alterando así las huellas que sobre la tierra habían hecho sus magníficas botas de cuero. Bailarina, toda solícita, lo ayudó a sentarse en la silla de ruedas. A su espalda tenían el viejo camino en bajada, encontrándose ya ellos al cabo del mismo. Vertiente arriba subía el viento soplando, trayéndoles un frío que hacía presagiar la masa de aire gélido a punto de llegarles desde las nevadas montañas. Ese lugar que pisaban parecía ser el adecuado, dada la estación, para poner fin al paseo; de modo que entendieron que les había llegado el momento de regresar, empujando la silla de ruedas, con Patrón sentado, pendiente arriba. Bailarina, siempre tan solícita que no escatimaba esfuerzos por atender a Patrón, era la mejor compañía que éste podía desear.
A las seis ya había oscurecido del todo. Aunque Patrón había dormido durante horas del día y había cenado en la cama, Bailarina lo instó a que siguiera acostado por el momento. La charla que mantendrían todos quedaba, pues, para después de las siete. Los jóvenes encendieron la chimenea y dispusieron ante ella una butaca para Patrón, en tanto que, para sentarse ellos a escucharle, extendieron sobre el suelo una estera con una manta eléctrica debajo. Les pareció más oportuno no situarse ellos frente a Patrón, sino que éste pudiera ver el fuego mientras hablaba, y que ellos igualmente pudieran mirar la leña ardiendo en tanto prestaban atención a sus palabras. Había madera procedente de los pinos, abedules y cerezos silvestres que el tifón había derribado; algunos de esos troncos habían sido cortados como grandes leños de hasta dos metros de largo, y luego apilados. Ikúo fue cortándolos con una sierra para que pudieran caber los trozos en la chimenea; pero al no encontrar un hacha, la leña conservaba la anchura y redondez de los troncos.
– Por lo visto Guiador ha aconsejado a Ikúo que procure consultarme sus cosas directamente -empezó diciendo Patrón-, y además me llamó luego por teléfono desde el anexo para ponerme al tanto de ello. El hecho de que no haya venido al edificio de la oficina para hablarme directamente del tema, lo interpreto como una señal de que él se está guardando de algo. También el profesor Kizu me ha comunicado por carta lo que hay en el tras-fondo de las cuestiones de Ikúo. Se ve que tus motivos para acercarte a Guiador y a mí, Ikúo, se arraigan en un deseo que tenías desde tu infancia y que te ha condicionado para todo. Según me dice el profesor Kizu, él ha venido advirtiendo que eres un joven que oculta algo muy especial dentro. Si con ocasión de hablar conmigo todo eso aflorara a la superficie, me dice él en su carta que está dispuesto a ayudar para llevar ese proceso a su culmen.
"Tengo entendido, pues, que tú, Ikúo, eres una persona muy especial para el profesor Kizu. Pero también hay que considerar lo que Bailarina viene diciendo de que mis respuestas no son sólo para ti, sino que también encierran un mensaje para ella misma y para Ogi; en resumidas cuentas, que están directamente relacionadas con nuestro movimiento tal como se plantea a partir de ahora. No obstante, en el caso de Guiador surge otro tema problemático. Guiador está por ti, Ikúo, con todas esas difíciles preguntas que llevas contigo, y es por eso por lo que se sitúa a tu lado para aconsejarte. Pues bien, seguro que hay algo más que eso; al menos desde el punto de vista de alguien que lo conoce tan bien como yo.
"Dicho de otro modo: que Guiador, por medio de ti, Ikúo, me estaría haciendo la siguiente propuesta, ¿no es cierto?: "Desde hace tiempo Dios ha dirigido su llamada a este joven. Procura actuar como mediador a favor de dicho joven para que esa llamada de Dios sea una realidad viva ahora." De esta manera me está él lanzando un reto. Y a una con eso, me propone que aquella importante misión que no pudimos cumplir bien entonces la reemprendamos de nuevo. Sobre cómo acometer la empresa, todo lo deja en mis manos. Según me dice el profesor Kizu en su carta, ese Dios que se te aparecía, Ikúo, te dirigía esta llamada: "Hazlo." Y entonces tú, concentrando todas tus energías, te ponías a la escucha, esperando la siguiente voz de Dios que te dijera "qué" debías hacer. ¡Y aún eras un niño! Sin embargo, esa espera fue en vano.
"Todo esto guarda semejanza con lo que ocurrió antes del Salto Mortal, cuando Guiador creó la facción radical, y luego quiso que yo hiciera de mediador entre ésta y Dios. Hacia el tiempo en que nuestro grupo religioso se consolidaba sobre su base, y entraba en su período de desarrollo, Guiador reunió un grupo de jóvenes selectos, y les procuró un lugar adecuado para que libremente pudieran investigar. Es decir, que estaba formando con ellos su guardia de corps. Y ahora, ¿no tiene esto todo el aspecto de que Guiador, en el lugar que ocupaba aquella secta de jóvenes, pretende ponerte a ti, Ikúo, para formarte como un creyente de lo más sólido? ¿Y no querrá así enmendar el efecto de aquella remodelación que tuvo lugar a raíz del Salto Mortal? De ser así, ¿qué diferencia fundamental piensa él que hay entre entonces y ahora, entre la facción radical de Izu por una parte, e Ikúo por otra? Eso me gustaría saber.
"Antes, las conversaciones más sustanciales que yo mantenía con él se realizaban al tratar yo de hacerle captar las visiones por las que había pasado en mis grandes trances. Ahora, cuando al cabo de diez años estaba yo para entrar en un gran trance, he tenido que regresar sin que se cumpliera. Ciertamente, Guiador no deja de decirme que eso es un estadio preliminar para grandes trances en un futuro próximo…
"Yo mismo, aunque no sepa todavía qué forma tomará el nuevo movimiento, de todos modos me he puesto en marcha hacia él. Para cooperar con eso me es necesaria la ayuda de Guiador, por supuesto, pero también la de vosotros, los jóvenes. Precisamente esta preocupación mía es la que me ha movido a reuniros aquí, para responder a la solicitud de Ikúo, en compañía de Bailarina y Ogi. Quisiera empezár-por contaros, jóvenes, qué planes hicimos Guiador y yo en aquellos tiempos, y cómo se produjo nuestro Salto Mortal. También, qué predicación solía yo dar a los fieles hasta que, a raíz del Salto Mortal, abandonamos ambos el movimiento. Por decirlo brevemente, mi deseo era llenar el mundo de personas arrepentidas; y eso, como único medio viable para hacer que la vida se restablezca sobre nuestro planeta. Y por medio de las visiones recibidas en mis grandes trances, he tenido acceso a las tácticas adecuadas para ello. La facción que Guiador formara estableció el plan estratégico, mediante el cual se podía atraer a la gente hacia nuestro movimiento; hasta que cualquiera se viese forzado a reconocer que allí mismo estaba ese final al que la humanidad se iba ya a precipitar. También yo a mi vez encaminaba al grupo religioso en esa dirección. Ésa era la verdad. Las personas con visión del fin del mundo y del fin de los tiempos atraen de hecho una crisis para un futuro cercano, que es como una ocasión productiva de arrepentimiento. Tales personas existen, como yo decía en mis sermones. De ahí se alzó, destacándose sin más, la facción creada por Guiador. Su objetivo era ocasionar una crisis que obligaría inmediatamente a todo el mundo al arrepentimiento. Ellos se propusieron tener preparados tanto los métodos conducentes a ello, como el comando ejecutivo para llevarlo a la práctica.
"Hasta que la joven secta de elegidos llegó a constituirse ideológicamente en el centro investigador de Izu, Guiador y yo caminábamos en armonía y sincronizados, creo yo. Si el cuerpo de creyentes del grupo religioso captaba unánimemente la ideología de la secta de Izu, y el comando ejecutivo encargado de desencadenar la crisis se desarrollaba creciendo a gran escala, hasta el punto de poder demoler de hecho una ciudad entera, entonces mis sermones que predecían la crisis cobrarían una fuerza muy real. No era sólo Guiador quien creía esto; yo también lo creía.
"E1 motivo por el que yo predicaba sobre el fin del mundo y el fin de los tiempos, dando sentido de realidad a mis visiones, era procurar que la gente que vive en este planeta tenga el valor de plantarle cara a la crisis, mientras aún disponen ellos de la energía necesaria para revivir entre unas ruinas que ya aparecen. Ése era el motivo. ¿A qué conduciría un arrepentimiento masivo de la humanidad, si ésta ya estaba en decadencia y carecía del valor y la energía para resurgir? Tal era mi doctrina, y de ahí tenían que brotar las órdenes para la actuación que nuestra iglesia estaba a punto de acometer…
"Esto es un sermón", se dijo Ogi mientras oía hablar a Patrón; la impresión que le hacía aquel discurso, sin contar la que igualmente les haría a Ikúo y a Bailarina, era la de sentirlo como incoherente, en medio del acoso emocional que transmitía. Incluso llegó a sentir ganas de interrumpir a Patrón a medio camino para mostrarle su disconformidad:
"Yo no soy creyente. Sólo soy un oficinista." En la nueva andadura de Patrón, Ogi había estado colaborando con él, y eso quedaba fuera de toda duda. Pero… ¿cómo vería Bailarina todo ello? Estando él en tales pensamientos, Bailarina interrumpió bruscamente a Patrón, aunque lo que ella dijo no venía a colmar las expectativas de Ogi:
– Eso ya lo hemos oído, tanto Ogi como yo, de boca de Guiador. Nos dio una charla muy detallada sobre el fin del mundo y el fin de los tiempos según Patrón lo veía en sus grandes visiones, ¿no es cierto?
Ogi, al verse inesperadamente urgido a confirmar aquellas palabras, asintió con un gesto, pero se sintió muy desazonado, al pensar cómo tomaría Patrón el hecho de su asentimiento.
– Todos nosotros, asimismo, leemos los artículos de opinión de los periódicos sobre la superpoblación, la escasez de recursos, la destrucción del medio ambiente…, pero la charla de Guiador en verdad nos llegó muy hondo, con sus nítidas imágenes.
"A1 mismo tiempo, era algo duro de sobrellevar. Patrón era quien contemplaba la profunda visión en vivo, y luego la relataba tal cual, usando excesivas palabras, como si fuera a saltar por los aires; y Guiador, mientras ponía eso en orden usando palabras y giros familiares para nosotros, se debatía con la inquietud de si estaría acertando o no; según él mismo nos contó.
– Más bien que decir que yo "he visto" visiones, habría que hablar de que "me asaltan" esas visiones -precisó Patrón-, y la cuestión es cómo transmitirlas con el lenguaje de aquí abajo. Para ponerlas con ilación lógica en palabras de acá, yo no podría dar ni un paso sin la colaboración de Guiador. Creo que el contenido de mis grandes visiones, considerado a nivel de su expresión mediante palabras, lo conoce Guiador mejor aún que yo.
– Pero tú, Patrón, tenías que ser quien estableciera el proyecto fundamental de la iglesia. Así lo veo yo -dijo Bailarina-. Por otra parte, es algo que le he oído decir a Guiador: el intento de traducir las terribles visiones que ha venido contemplando Patrón a palabras "de acá", y a palabras de hoy, es seguramente un esfuerzo en vano. Desde luego, así nos lo ha dicho, ¿verdad?
"La humanidad, por lo que toca a su futuro, se encuentra en un callejón sin salida y mirando a la pared que tiene-enfrente; y no se trata sólo de que a nadie se le ocurre un plan para escalar esa pared; es que ni siquiera hay conciencia de esa crisis en que están todos metidos. Sea como fuere, el ser humano está especialmente dotado para demorar el reconocimiento de sus crisis. La labor irrenunciable de una iglesia es poner ante los ojos de la gente el fin del mundo y el fin de los tiempos, y acercarles esa situación para hacérsela ver bien. ¿Cómo lograr eso? No hay otro medio que presentarles un modelo real de ese panorama de crisis, para urgirles el arrepentimiento. La táctica de la facción radical de Izu fue llevar a la realidad concreta su ideal estratégico, hasta las últimas consecuencias. Así nos lo contó Guiador. Es lo mismo que ahora nos estás diciendo, Patrón. Pero yo quería insistir en que los dos estabais de acuerdo por aquellas fechas.
Por lo que Ogi estaba viendo, la intervención de Bailarina iba encaminada a proporcionarle a Patrón una ocasión de descansar, ya que había llevado él solo el peso de la conversación; pero, en la práctica, esa ruptura podía animar a los demás a expresarse. Y así fue cómo Ikúo suscitó una cuestión:
– Si es cierto que las visiones de Patrón configuraron la base de las enseñanzas de la iglesia -y dejemos ahora aparte el tema de que por entonces apareció la facción radical de Izu-, la doctrina en sí misma era correcta y, ¿no sigue acaso siendo correcta hasta el día de hoy? Durante los diez últimos años, ese problema de la crisis a que se ha referido Bailarina no se ha resuelto ni mucho menos. Siendo esto así, ¿cómo es que con ocasión del Salto Mortal renegasteis de esa doctrina? Guiador y tú, Patrón, ¿no anunciasteis que las enseñanzas que habíais predicado eran un completo dislate?
Patrón, sentado en aquella butaca de un violeta desvaído que tantos recuerdos guardaba para Ogi desde su niñez, trató de orientar su rechoncho cuerpo hacia Ikúo. Pero Bailarina se hizo oír, acaso para poner freno a la tensión anímica y física de Patrón.
– Puestos a hablar de la actitud de Patrón cuando el Salto Mortal, nosotros, que entonces no estábamos en contacto con los hechos, tenemos que pensar, lo primero, cómo se originó toda aquella situación, ¿no es cierto, Ikúo? Aquel grupo selecto que Guiador había formado, de repente echó a volar solo. Querían poner a la gente de nuestra sociedad actual en contacto con el panorama que Patrón había visto en sus grandes trances. Cuando se imaginaban ya que toda la iglesia avanzaría con ellos en esa dirección, la facción radical misma se adelantó a todos lanzándose a actuar, y pretendió implicar a la iglesia entera en su acción. Mientras todavía la iglesia no había tomado postura, ya los radicales habían roto brecha y discurrían por sus caminos de aventura.
A pesar de todo, Ikúo no renunciaba a hablarle directamente a Patrón:
– Cuando todavía podía decirse de mí que era un niño, vi por televisión el episodio del Salto Mortal. La declaración que hiciste, Patrón, tenía todo el aspecto de una broma más entre una sarta de chistes. Como acababa de pasar lo de Chernóbil, recuerdo que mi reacción fue muy viva, pues me parecía un total abuso aquel plan de provocar artificialmente un accidente de ese calibre. Aunque al mismo tiempo me inquietaba la idea de si no estaría Dios transmitiendo a la facción radical aquella orden de "¡Hazlo!".
– Si Dios les hubiese dicho "¡Hazlo!", entonces la facción radical no se habría venido abajo tan pronto, ¿eh? -apuntó Bailarina, sin darle lugar a Patrón para responder-. Con la información transmitida por Patrón y Guiador cuando protagonizaron el Salto Mortal, el comando operativo de radicales fue detenido cuando se encaminaba a la central nuclear cercana al monte Fuji, y entonces se vio concretamente cuáles eran sus planes para después de ocupar aquella central. Las autoridades dieron un parte oficial tratando de minimizar lo que realmente había tras aquella trama. Una vez que el atentado se abortó por la fuerza, todo el asunto se trató como si fuera una farsa. Yo le oí decir a Guiador que, como al gobierno le resultaba muy difícil reconocer que las centrales nucleares, una por una, habían sido el objetivo de unos auténticos planes de voladura bien avanzados, tratando de calmar a la opinión pública se dio la imagen de dichos planes como de algo inmaduro e infantil. Y como un medio efectivo de minimizar los hechos 'y tratarlos como una farsa burlesca, se utilizó el Salto Mortal de Patrón y Guiador; como tú, Ikúo, bien sabes. ¿No vino a propósito aquella cómica aparición en televisión, ya por añadidura?
Desde el punto de vista de Ogi, lo que había dicho Ikúo al preguntarle a Patrón parecía tocar la médula de cuanto concernía personalmente al propio Ikúo. No creía Ogi que, habiendo accedido Patrón a viajar hasta esa casa de campo con Ikúo, tuviera aquél ahora razón alguna para retraerse de darle respuesta. En suma, que Ogi no entendía la insistencia de Bailarina en impedir que Patrón le contestara a Ikúo. Ogi estaba ya animándose para darle una voz a Bailarina y decirle "¡Vamos a escuchar a Patrón!".
Entonces empezó a sonar el teléfono, desde el comedor adjunto a la amplia sala de estar donde estaba la chimenea, aunque el comedor se mantenía aislado de esa sala mediante una puerta de cristal que estaba cerrada, para evitar la fuga del calor en tiempo, invernal. Los que estaban reunidos ante la chimenea se quedaron desconcertados por lo imprevisto de la llamada. Aún no eran las nueve de la noche, pero las casas de campo vecinas estaban cerradas, y la quietud de la altiplanicie hacía pensar que fuera ya de madrugada. Ogi se levantó para responder a la llamada, no sin advertir que Patrón estaba particularmente tenso.
Después de todo la llamada tenía una procedencia de lo más natural, pues quien la hacía era Tachibana, la cual se había quedado a cargo de la oficina en la ausencia de ellos; pero lo que decía era preocupante. Ese mismo día por la tarde Guiador había estado esperando en la oficina a algunas personas que, tiempo atrás, habían mantenido relación con la iglesia. Guiador le dijo a Tachibana que, por supuesto, no iban a darles de cenar, pero que si los visitantes no habían llegado cuando ella se tuviera que ir, él mismo les ofrecería un té; así que le rogaba únicamente que le dejara las cosas preparadas. También -según contó Tachibana- Guiador le había dicho que si por casualidad Bailarina, de viaje hacia la altiplanicie de Nasu, llamara, no se le debía contar nada sobre ese asunto de las visitas. Al cabo del día los visitantes no habían aparecido estando allí Tachibana. Ella preparó la cena para Guiador según las instrucciones dejadas por Bailarina -ya que, después del ataque que él sufrió, tenía que seguir una dieta estricta-. Tachibana lo dejó todo preparado sobre la mesa del comedor, y se volvió a ^su apartamento de la ciudad universitaria, donde la esperaba su hermano. Cuando dieron las ocho, le entró preocupación por el asunto del té, y llamó al anexo de Guiador para decirle que tanto el juego de té como los otros oplatos y demás, lo dejara todo sin fregar, que ya ella se encargaría; pero no hubo respuesta. También llamó al teléfono de la oficina, con el mismo resultado. En vista de eso, dijo que se disponía a volver a Seijoo para ver qué pasaba.
Ogi dudó sobre si debería o no dar parte de la llamada de Tachibana, no fuera a ser que llegara a oídos de Patrón. Éste, con todo, presionado como estaba por Ikúo a seguir hablando, se hallaba aún sumido en un frío estado de excitación. No le preguntó nada a Ogi sobre la llamada, pero su cabeza se adivinaba llena de preocupación por Guiador: por cuantos sucesos desgraciados podían sobrevenirle, o por los que quizás le habrían sobrevenido ya. Patrón se limitó a observar, silenciosa y quedamente, la espalda de Ikúo, mientras éste se dedicaba a remover los zoquetes apilados y a medio arder en la chimenea. Tal y como estaban las cosas, no había lugar a continuar hablando, así que Ogi se dispuso a esperar por si de nuevo sonaba el teléfono; en tanto que Bailarina dispensaba a Patrón su medicación de pastillas para dormir y tranquilizantes, y luego lo acompañaba a su habitación. Naturalmente, Ikúo se mostraba un poco frustrado; pero como Patrón aún no se había recuperado bien de su cansancio físico y espiritual, la cosa no tenía remedio.
Como Bailarina estaba ocupada atendiendo a Patrón, Ogi le preparó la cama a Ikúo en la planta superior, en una habitación de estilo japonés.
Allí no alcanzaba el calor del fuego encendido en la planta baja, y hacía tanto frío como en Tokio durante el pleno invierno.
– Si usas la manta eléctrica, te las podrás arreglar sin problemas -le explicó Ogi a Ikúo.
Pero este último aún parecía estar dándole vueltas al tema de que su conversación con Patrón se había interrumpido a medio camino; y no se le veía muy convencido de la eficacia de ese aviso de tipo práctico que le venía de Ogi.
Ogi se aplicó luego a ahogar el fuego echando ceniza sobre la leña, y en el espacio que quedaba delante extendió un futón japonés para prepararse él la cama. Bailarina apareció por allí para decirle que subiera a despertar a Ikúo. Patrón insistía en recibir a éste en su dormitorio para reanudar la conversación interrumpida, y no atendía a razones. Bailarina estaba disgustada y, al parecer, se había quejado a Patrón. Mientras esperaban los dos a que Ikúo se vistiera de nuevo y bajara a la sala de la chimenea, ella le susurró directamente a Ogi:
– Patrón pretendía dormir, pero está preocupado y no sólo por Guiador, sino que nuestra conversación anterior le ha traído recuerdos amargos que le dan vueltas en la cabeza, y no hay manera de que se tranquilice. Entretanto, según él, "es mejor dejar terminada en esta noche la charla que tengo pendiente con Ikúo".
"Yo he tratado de calmarlo diciéndole que el somnífero pronto le hará efecto, y que más valdría dejar la charla para mañana por la mañana. Pero bueno, si le ves a Ikúo ganas de discutir, procura que la cosa no llegue a tanto. Yo también voy a estar por aquí.
– ¿Pretendes estar a su lado para hacerle la censura de cuanto diga? Y, más aún ¿vas a dar las respuestas en lugar de Patrón?
El fuego del hogar estaba ya reducido a cenizas, y la única claridad que había era la que se filtraba desde la luz del comedor a la sala de estar; así que en medio de la penumbra se notaba oscuramente cómo a Ikúo le subía la sangre a su gran cara. Ante la rudeza de esta reacción suya, Bailarina se sintió intimidada.
– Pues entonces, en lugar de ir yo, ¿puedes acompañarlo tú, Ogi? -suplicó ella con una voz nerviosa, casi sollozante-. Porque si las respuestas de Patrón no le gustan, y este chico empieza a ponerse violento, yo no sabría qué hacer. Yo me encargo de responder al teléfono.
Ogi condujo a Ikúo a la habitación que de toda la vida era el dormitorio principal de la casa. Era una gran habitación de estilo occidental, donde tanto las luces del techo como las de las lámparas de junto a la cama se hallaban apagadas. En ella estaba instalada una alta cama, de la que la madre de Ogi -por lo que había visto en una colección de fotos de diseño para interiores- solía decir que era cabalmente la de una granja americana. Al resplandor que arrojaba una estufa eléctrica situada junto a la cama, no se veía ni una silla donde los jóvenes pudieran sentarse; tan sólo una vieja cajonera de ropa. Optaron por permanecer de pie a un lado, con la mirada baja; ni siquiera podían distinguir con claridad si Patrón, reposando su cabeza sobre una alta almohada, tenía o no los ojos abiertos. Ogi pensó con optimismo que Patrón se habría dormido en algún buen momento, pero en realidad se mantenía en vela. Entretanto Patrón, con sus ojos entornados, abrió la boca; las palabras que le dirigía a Ikúo parecían -todas y cada una- bien pensadas.
– El profesor Kizu me ha dicho que él también se sorprendió al oírtelo contar, Ikúo; pero que en su interior también se sentía de acuerdo; y así me lo comunicó por carta: aquello de que en tu adolescencia escuchaste la voz de Dios,, ¿no fue así? Y que luego has seguido esperando la continuación de esa voz divina que te invita a actuar resueltamente: "¡Hazlo!"; y también que ahora quieres valerte de mi mediación para que la voz de Dios continúe hablándote. Así lo he entendido.
La voz de Patrón no reflejaba ya la elocuencia oratoria de un rato antes. La lengua se le trababa y las palabras le salían confusas, como empujadas a duras penas desde su garganta. Con todo, a Ogi le causó muy buena impresión que Patrón, a pesar de su mal estado físico y anímico, y de la inquietud que sentía por Guiador, se hubiera preocupado de atender a Ikúo según lo prometido. A juzgar por el tono de Ikúo, que respondía con gran naturalidad, también el joven se solidarizaba con el sentir de Ogi.
– Cuando era niño, yo estaba convencido de haber oído la voz de Dios. Al profesor Kizu no le he contado los pormenores en torno a aquello. De todos modos yo tenía fe en haber oído la voz de Dios, y eso inevitablemente ha condicionado mi vida desde entonces. Hasta el día de hoy he vivido con la esperanza de que esa voz se me haga oír otra vez. En realidad, creo que la cosa no ha sido tan simple.
"Sobre todo, una vez que dejé la universidad, he vivido sin perseverar mucho tiempo en un trabajo, sin hacer amigos, sin quedarme por largo tiempo residiendo en el mismo sitio… he venido pensando que lo mío es estar en actitud de espera. Así he estado siempre esperando, pero no he vuelto a oír la voz de Dios hablándome de nuevo.
"Aunque, a pesar de todo, este año, al encontrarme con el profesor Kizu, o -mejor diría- al haberme reencontrado con él, creo que las cosas han empezado a cambiar. Y luego he podido encontrarme contigo, Patrón. Y aunque todavía no hayamos hecho más que encontrarnos, creo que una persona como tú puede entender mejor que nadie lo que significa que Dios le hable a uno.
"Yo ahora, aunque esto parezca un sueño, tengo la esperanza de que por tu mediación podré oír cómo Dios vuelve a hablarme. Y, a propósito, he empezado a sentirme interesado por la gente de la facción radical que formara Guiador. Pues ¿no es acaso a esa gente a quien, por tu mediación, se dirigía la voz de Dios que ordena: "¡Hazlo!"? De ahí viene mi interés. Aunque después esa voz de mando, cuando por fin estaba a punto de hacerse oír, ¿no es cierto que Guiador y tú la habéis ahogado? No puedo verlo de otra manera.
Ikúo terminó con dichas palabras, que traslucían lo que ya antes tenía en su mente, cuando preguntó sobre el Salto Mortal. Patrón, de entrada, no le contestó ni palabra. Dejando por medio una pausa demasiado larga, incluso para Ogi, por fin Patrón abrió la boca. Su manera de hablar era más premiosa que antes, y se le oía expresarse a retazos. Pero Ogi trataba de recomponer su discurso, de tal modo que pudiera recordarlo. Como en las palabras de Patrón había la suficiente fuerza para asustar a un "inocente muchacho" como era Ogi, éste aguzaba el oído queriendo captar de algún modo aquella voz tan difícil de entender; pero ese mismo esfuerzo hizo que su memoria fuera fiable.
– En tanto que Guiador y yo poníamos en marcha nuestro movimiento para dar a la gente una muestra de lo que sería el fin del mundo y el fin de los tiempos, y así atraerlos a todos al arrepentimiento, el Salto Mortal supuso un abandono de esa doctrina. Tú antes preguntabas por qué en aquella ocasión Guiador y yo -o más bien: por qué entonces yo, sobre todo- renuncié a las enseñanzas impartidas. Y no sólo eso; por expresarme con tus palabras, yo hacía de mediador de Dios, y puse a esos hombres en un lugar donde también ellos pudieran recibir la voz divina ordenando "¡Hazlo!". Y encima, no me bastó con hacerles esperar en vano, sino que proclamé a los cuatro vientos la estupidez de esos tipos al mantenerse ellos ahí esperando tan seriamente.
"Durante los diez años siguientes a aquellos hechos, Guiador y yo nos convertimos en la irrisión de la sociedad japonesa. Y en nuestro fuero interno nos sentimos aún más acosados y sin escapatoria, como cadáveres condenados a vivir. Y ahora yo -valiéndome de nuevo de tus palabras- he sido impulsado desde lo más hondo del infierno, viéndome elevado a un lugar desde el que tengo que transmitir la voz de Dios que dice: "¡Hazlo!" Yo me he hecho a la idea de que a este destino tengo que entregar mi vida. Al menos si yo esta vez soy el intermediario de Dios para transmitir su palabra "¡Hazlo!", ya desde ahora por nada voy a echar marcha atrás. Te lo prometo, Ikúo.
"La razón por la que apostatamos de nuestra doctrina con el Salto Mortal es porque cabalmente un Salto Mortal tiene que ser una cosa así, con su voltereta hacia atrás. Según eso, el rumbo que tome ahora en esta nueva andadura lo emprenderé como alguien que se ha lanzado al Salto Mortal. También uno que ha saltado de ese modo tiene que participar, según el proceder humano, en esa llamada al arrepentimiento ante el fin del mundo y el fin de los tiempos. Si te pones a pensarlo, ¿acaso no queda claro que el fin del mundo y de los tiempos nos espera a la vuelta de unos cien años? ¿Es mucho tiempo cien años?
"Ikúo, tú ahora estás en la idea de escuchar a través de mi mediación la voz de Dios. Y eso se debe seguramente a que has pasado mucho tiempo sin escuchar esa voz de Dios.
"Para alguien que ha dado el Salto Mortal, ¿es posible que de nuevo se vea confrontado por Dios? Yo he regresado de nuevo hasta el punto preliminar de un gran trance visionario, y puedo decir que sí, que creo que es posible. Por decir algo heterodoxo, ¿Dios llegaría a abandonar a su suerte a alguien que se haya lanzado al Salto Mortal? ¿Es que Dios iba a dar lugar a que lo tomara por imbécil? Se puede poner la cosa en esos términos. ¿No es cierto que tú mismo, habiendo oído una vez la voz de Dios, estás convencido de que la volverás a oír? Y es precisamente eso lo que te ha traído hasta mí. Seguir manteniendo esa convicción tiene que haberte resultado una amarga experiencia, dada tu juventud. ¿Acaso no has recibido tú -o digamos: también tú- una herida irrestañable para siempre ya? Pero mira, Ikúo: eso es una señal…
La voz de Patrón se hizo más baja, y le salía aún más lenta y entrecortada. Al fin él se quedó callado, y se oyó su respiración tranquila, que ya no comportaba voz; y aunque llegó a hacerse semejante a un pacífico ronquido, los dos jóvenes siguieron allí de pie, con el oído alerta. Entretanto, a su espalda sintieron un rumor que superaba ligeramente los ronquidos de Patrón. Era Bailarina, que estaba al lado de la puerta abierta y, recibiendo desde atrás la luz que llegaba del comedor, les hacía un gesto con la mano. Ambos chicos salieron con ella al pasillo y, una vez cerrada tras ellos la gran puerta de la habitación, Bailarina se acercó a Ikúo, presionando su pequeño y menudo cuerpo contra el del joven, para susurrarle:
– También tú has escuchado un mensaje importante de Patrón, ¿no?
Sin darle una pausa a Ikúo para responder, les contó a éste y a Ogi la nueva conversación con Tachibana por teléfono: A Guiador se le daba por desaparecido. La policía, que se había presentado en la oficina al recibir el aviso, encontró al San Bernardo, tan querido para Patrón, envenenado. Así que al día siguiente, muy temprano, había que volver a Tokio con Patrón para hacer frente a esta emergencia.
Los tres jóvenes entonces fueron junto a la chimenea, y se aplicaron a rescatar las ascuas del fuego que aún se veían rojear quedamente entre las cenizas que las cubrían, logrando así que los zoquetes ya negros volvieran a arder. Acallando sus voces, empezaron los tres a deliberar sobre el caso; cuando, al poco rato, volvió a sonar el teléfono, con la tercera llamada de Tachibana. Guiador había sufrido otra congestión cerebral con hemorragia, según las últimas noticias. Lo que motivó esta situación era que lo habían secuestrado unos hombres que lo habían llevado a un refugio secreto donde lo habían sometido a un vergonzante interrogatorio, para dejarlo luego allí abandonado. Con todo, los propios secuestradores dieron aviso; por lo que se presentó una ambulancia en el lugar, y su equipo de urgencia lo encontró allí.