Kizu había oído hablar a Bailarina sobre el edificio "anexo" que habían levantado en el complejo residencial donde estaba la oficina, pero nunca lo había visto. Sin que pasara mucho tiempo tras ser dado de alta Guiador en el hospital, éste recibió de Patrón información sobre Kizu. Guiador entonces manifestó deseos de conocerlo, y así se lo hizo saber a Kizu. Este ultimo, entonces, concertó con aquél una cita en el anexo.
El día previsto, según Kizu pudo escuchar de Ikúo en el trayecto de ida que hizo con él en el microbús, la situación actual era que mientras Ogi se aplicaba enteramente a preparar la infraestructura para la reanudación de actividades de Patrón, Bailarina dedicaba su tiempo a atender a Guiador en o los mil detalles de la vida diaria que se iban presentando.
– Guiador ha dicho que quiere participar enseguida en las nuevas actividades; pero Bailarina ha tratado de hacerle ver que teniendo tan reciente el episodio del aneurisma y la hemorragia cerebral, al que finalmente ha sobrevivido, ahora su principal trabajo debe ser recuperarse del todo.
"A esto le ha respondido Guiador que "Si tengo que morirme un día con el cráneo repleto de sangre, ¡voy a dedicar las fuerzas que me quedan a colaborar con el tunante que tengo al lado!".
Rodeando a pie el edificio principal de la oficina, de estilo mitad japonés y mitad occidental, y siguiendo más allá de su parte trasera, llegaron, bajo el sombrío follaje de un alcanforero, a divisar un edificio techado con tejas españolas y luciendo paredes blancas. Estas paredes eran tan gruesas como las que Kizu había visto en granjas mejicanas, y la construcción en general semejaba la de una cárcel, pertrechada con dobles ventanas muy sólidas. Tras abrir la puerta, pesada de maniobrar, Kizu, en compañía de Ikúo esperó a Bailarina. En la primera planta habría también una pesada puerta pues emitió ruido al abrirse, y simultáneamente una franja de luz amarillenta recorrió la blanca pared extendida hasta arriba. Bajando la escalera apareció Bailarina, vistiendo un pantalón ajustado negro y una camiseta de las de hockey sobre hielo.
Cuando Kizu, acompañado de Ikúo, fue hacia dentro siguiendo a Bailarina, advirtió que la inclinación de la escalera, en contraste con la sensación de amplitud que daba la casa, era excesivamente pronunciada. Desde lo alto de la escalera, el lugar de descalzarse y dejar los zapatos, junto a la entrada, curiosamente se veía ahora a una notable profundidad. La habitación adonde fueron invitados a pasar Kizu e Ikúo, que albergaba en su amplio espacio varias librerías, parecía el estudio de un investigador. Guiador estaba en el otro extremo de la habitación, reposando sobre una tumbona que tenía el respaldo levantado; y mirando hacia la entrada. Bailarina hizo sentarse a los dos sobre el asiento formado por una plataforma blanca y lustrosa, sobre la cual había puesto cojines. La tumbona de Guiador, así como su mesa de trabajo y la silla arrimada a ella, eran de la misma madera que la plataforma. Se trataba de un mobiliario sencillo, pero que por su solidez transmitía una impresión de reposo.
Tras los saludos introductorios, Ki/u se puso a mirar a su alrededor. Guiador, con buen aspecto físico, y con color de tez normal, le dijo:
– Profesor, usted ha tenido a su cargo la responsabilidad de un departamento universitario de docencia artística, ¿verdad? -dijo-. ¿Qué calificación le daría usted a este edificio? ¿Un suspenso?, ¿un aprobado?, ¿o de ahí para arriba?
– Dejemos eso. Está claro el criterio que ha presidido su construcción, y estoy francamente admirado.
– El proyecto es de Guiador -terció Bailarina-, y él mismo supervisó la construcción. La planta baja es mi estudio de baile.
– Sus arquitectos empezaron siendo miembros del Club de Arte cuando estaban en el segundo ciclo de Grado Medio. Tenían buena mano, ¿en? Yo fui ayudando en lo que pude, con los presupuestos y la administración de la obra.
– ¿Doy un poco de luz a la habitación para que pueda fijarse mejor en los detalles? -dijo Bailarina, mientras se dirigía a las cortinas, corridas hasta la mitad.
– Déjalo -la cortó Guiador a medio camino-. Está bien así, creo yo.
– ¿Puede dañarle la luz muy intensa? -preguntó Kizu.
– No, nada de eso. Es que creo que puede resultarle a usted deprimente ver las cicatrices de mi operación.
De todos modos, Guiador tenía la parte superior de la cabeza cubierta mediante una gruesa caperuza de tejido de un color ceniciento. Aunque bien podía ser una bufanda que le envolviera la cabeza, y cuyos flecos le tocaran por la costura de atrás el cuello de la chaqueta de punto. En desacuerdo con lo que Kizu había oído previamente de él, Guiador era una persona con clase en su modo de presentarse a los demás.
Entre sus rasgos faciales destacaba una nariz enérgica, aunque no excesivamente ancha; y sobre su labio superior, lleno de resolución, lucía un bigote rectilíneo. Un par de cejas también netamente cortadas se alzaban hacia aquella frente envuelta en tejido.
– Usted, profesor, leyó en América los reportajes periodísticos relativos a nuestra apostasía, ¿verdad? Se lo oí decir a Ikúo, y me pareció interesante. Sobre todo porque no he tenido ocasión de conocer las impresiones ni las críticas de la clase intelectual en torno al Salto Mortal.
Guiador orientaba hacia Kizu sus grandes ojos negros, cuyo blanco era visible a ambos lados del iris, y debajo del mismo.
– El reportero del New York Times que escribió sobre usted y sobre Patrón, a juzgar por su nombre, es judío. No se puede reducir a simples términos los conocimientos que ha reunido este hombre; pero en todo caso él sacó a relucir el nombre de Sabbatai Zevi. Es un personaje del siglo XVII que, a pesar de ser reconocido por su.pueblo como el Mesías, dio un giro al Islam en su trayectoria. Según le oí a un compañero mío, especialista en Historia de las Religiones, aquel líder había apostatado, pero sus seguidores, que aún creían en sus enseñanzas, mantuvieron durante muchos años su fe en él, dentro de un área que, a partir Turquía, se extendía desde Europa Oriental a Asia Menor y llegaba a Rusia. Y a propósito de eso, yo incluso he venido a pensar si, después de que Patrón y usted protagonizaran el Salto Mortal, no quedarían abandonados ciertos creyentes que aún mantuvieran viva su fe; y en el caso de haberlos, si ustedes serían capaces de ignorarlos indefinidamente.
– Precisamente ése es el punto sobre el que pensaba consultarle, profesor -dijo Guiador en tono enérgico pero sosegado-. Hace diez años Patrón y yo, no sólo abandonamos a los creyentes de la secta, sino que incluso renunciamos a la propia fe que teníamos. Por medio de la televisión, Patrón se dirigió a los creyentes de todo el país, para comunicarles que cuanto habíamos venido diciendo hasta el momento era disparatado, y que queríamos acabar con aquella farsa.
"Patrón es una persona que aun cuando dé la impresión de tratar las cosas en plan de broma, jamás se pronunciará a favor de algo que él no considere verdadero. Es cierto que se ha visto acorralado por las circunstancias, pero en ningún caso lo han podido forzar a decir lo que para él no fuera verdad.
"En tanto que Patrón se debatía angustiosamente pensando qué camino seguir, yo estuve a su lado todo el tiempo. También yo me devané los sesos hasta lo imposible. Y sacamos como conclusión que no teníamos más remedio que actuar como lo hicimos. Llegamos al punto en que esa conclusión se nos impuso como inevitable, y tuvimos que persuadirnos de ello. Se puede decir que en ese momento estábamos muertos. Habiendo dado el Salto Mortal, no éramos más que muertos vivientes. Tal vez sería más exacto decir que habíamos sobrevivido, pero como cadáveres puestos de pie.
"Desde entonces, para nosotros se había borrado todo lo anterior al Salto Mortal. Nos tocaba, pues, vivir como si nos hubiéramos quedado amnésicos tras pasar por aquello, y sin conservar traza alguna de lo anterior en nosotros. Ciertamente habíamos apostatado. Como habíamos librado aquel combate mortal, no nos cabía otra expectativa que continuar en esta vida como autómatas; pero como unos autómatas sensibles al sufrimiento. Esto le sucedía a Patrón, y me sucedía a mí. Él llegó a decir que esa situación era como caer en el infierno. Yo me siento solidario con él, pero a lo largo de estos años nunca hemos hablado sobre qué tipo de infierno era ése. Aunque hemos vivido todo el tiempo juntos, la verdad es que hemos llegado hasta hoy sin haber hablado entre nosotros de los temas más importantes.
"A partir del Salto Mortal hemos vivido hasta ahora como si estuviéramos muertos. Como cadáveres vivimos, según ya he dicho, pero, por expresarlo de otra manera, diré que estamos en un letargo invernal. Como un oso delicado de salud que dentro de su guarida puede morir en cualquier momento de su letargo. Patrón es una personalidad compleja, y su experiencia interna quizás haya sido otra. Sin embargo, por lo que a mí respecta, jamás en mi vida he pasado por una década tan ociosa como esta última. Tan ociosa ha sido, que tal vez hayamos quedado en muy mal lugar. Si la actividad mental ayuda a eliminar el colesterol, en nuestro caso es como para que esa sustancia se nos pegue a las venas del cerebro hasta hacerlas reventar.
Bailarina entretanto se mantenía cerca de Guiador para atenderle con toda la solicitud de un camarero experimentado; sobre una bandeja con diseño de flores, que se apoyaba sobre el pecho, llevaba ella una copa de agua y varias medicinas. Mientras Guiador hablaba de la década ociosa, ella movía la cara -con su boca entreabierta-, levemente, de un lado a otro. Cuando en alguna pausa de la conversación Guiador se volvía hacia Bailarina para coger el vaso de agua, ella giraba hábilmente la bandeja, y le ponía por delante una medicina, como inculcándole la idea de que no debía beber agua hasta que no se metiera en la boca los granulos del medicamento correspondiente.
– Con todo, como ha dicho usted, profesor, no sólo están los que se han quedado en la iglesia, sino también los que, habiendo salido, han organizado sus vidas en común, y de este modo han continuado el movimiento como creyentes. Un poco antes de los sucesos recientes que me llevaron a ingresar en el hospital, hubo personas que dieron el primer paso para contactar conmigo, y yo por mi parte ya tenía planeado verme con un grupo que dentro de nuestra iglesia había constituido a su vez una secta. De esto no le había hablado a Patrón, pero cuando me han dado de alta en el hospital y he vuelto aquí, he visto que él particularmente estaba también orientándose a los pequeños grupos, tratando de tomar contacto con quienes nos habían escrito directamente.
"Todavía no hemos hablado entre nosotros de ese tema, pero pasados estos diez años, lo que Patrón se ha puesto ahora a pensar, y lo que yo por mi parte pienso, todo discurre por el mismo camino, ¿no es así? Creo que el trato en común continuado durante mucho tiempo arroja estos resultados.
"Por la época del Salto Mortal, tanto Patrón como yo esperábamos que nuestra iglesia desaparecería. Sin embargo, con posterioridad al salto, el centro de Kansai tomó las riendas de la iglesia como corporación religiosa reconocida. Ellos no aplicaron sus energías a atacarnos por nuestra apos-tasía; más bien se concentraron en defender a la organización de todas las críticas y burlas con que los medios de comunicación se le han enfrentado. Pero en contraste con esta actitud está la de otro grupo que se independizó de la iglesia con ocasión del Salto Mortal, que nos ha censurado duramente. Otros antiguos creyentes que se han dispersado en mil direcciones, o bien se han afiliado a veces al Shinrikyoo (o "doctrina de la verdad") de Oom, o bien a confesiones cristianas fundamentalistas. A Patrón y a mí nos han llegado mensajes de estos hombres y mujeres a la oficina, tratando de ganarnos para su causa.
"Por supuesto que a lo largo de estos diez años el interés que tenían dichas personas hacia nosotros ha ido desapareciendo por sí solo, y sus cartas han dejado de llegar. No sé qué habrá sido de ellos ni de ellas. Ahora, de quienes nos consta que aún siguen en pie es de los grupos que, habiéndose salido de la iglesia, no se han desintegrado. Hay concretamente un grupo de mujeres que siguen creyendo dócilmente en las enseñanzas de Patrón, y que ahora, lejos de criticarnos, permanecen -por lo que sabemos- en una actitud de desear compartir nuestros sufrimientos.
"Si nosotros hemos caído en pecado, ellas dicen que quieren compartir nuestro pecado y nuestro pesar. Y es que nos están viendo a nosotros como los llamados a atraer la salvación sobre toda la humanidad pecadora; y todo ese proceso tiene lugar al caer nosotros, como apóstatas, en el infierno. Lo que parecen estar diciendo es que van a orar para que llegue el día en que nosotros salgamos liberados de ese infierno. La oración que hacen consistirá seguramente en el hecho mismo de imaginarse el infierno en que hemos caído, y de entenderlo. El punto que no tengo claro es si Patrón se vio influido por esta mentalidad de ellas, y por eso habló de nuestra caída al infierno, o bien si eran palabras originales de Patrón que por algún camino llegaron hasta ellas.
"Pasados estos diez años, yo he estado tratando de restablecer el contacto con los antiguos miembros de la iglesia. Y nada más iniciarse esa etapa, tuve el episodio de caer fulminado, un enorme paso atrás. Pero comoquiera que sea he logrado sobrevivir; y al volver acá me encuentro con que Patrón está también moviéndose en ese sentido de reiniciar actividades. En el caso suyo las personas con las que está restableciendo el contacto son -dejando aparte los antiguos creyentes- otros hombres y mujeres que se han dirigido a él después del Salto Mortal. Lo que a mí me parece interesante es que tanto Patrón como yo vemos estos diez años como un punto de viraje en redondo.
"En medio de todo esto, me ha despertado mucho interés lo que usted me ha contado del falso mesías que apostató, pero la fe en sus enseñanzas persistió luego. Aquí han pasado diez años, pero la rama de Kansai de nuestra iglesia pervive, y hay un grupo que nos está pidiendo a Patrón y a mí que volvamos a situarnos en un punto temporal anterior al Salto Mortal y borremos todo lo que vino a partir de ahí. Y todavía están los que se encuentran aún esperando que Patrón regrese del infierno de la apostasía. Ahora, tras estos diez años, no podemos decirles a todos ellos, ni tampoco a los que posteriormente han querido mostrarnos su interés por nosotros: "no tenemos nada que ver con todos vosotros"; es así como venimos pensando últimamente.
"Me gustaría oírle hablar, profesor, sobre la apostasía de aquel falso mesías del siglo XVII, y lo que siguió luego. Así como usted le ha dado charlas a Patrón sobre un poeta gales, ¿sería tan amable de hacer lo propio conmigo respecto a este otro tema? Como es obvio, necesitará prepararse. Pero yo no tengo prisa. El infierno no tiene por qué acabarse en diez años.
Dentro del coche, en el trayecto de vuelta desde la oficina al apartamento de Kizu, éste le preguntó a Ikúo sobre sus impresiones, ya que el joven había guardado silencio durante la conversación mantenida entre Kizu y Guiador.
– Yo, desde que estoy viniendo a esta oficina a trabajar, nunca he tenido una conversación larga con Patrón -respondió Ikúo-. Desde luego, estando en compañía de Bailarina y Ogi le he oído hablar. Pero en contraste con eso, cuando a Guiador le dieron el alta en el hospital, y Bailarina siguió allí para encargarse del papeleo, a veces me he quedado yo solo con Guiador, y luego, cuando me pidieron ayuda para reorganizar su habitación…, en esas ocasiones he oído hablar a Guiador. Me da la impresión de que éste no me considera sólo como el nuevo chófer a quien la oficina ha contratado. Después de su alta en el hospital, Guiador y Patrón no parecen estar colaborando mucho entre unas cosas y otras. Pero al escuchar su conversación de hoy, he visto claro que Guiador estima a Patrón como a alguien muy importante para él.
"Puesto que tú, profesor, has conversado largamente tanto con Patrón como con Guiador, más bien me gustaría a mí saber cuál es tu opinión sobre ellos dos. Te he oído decir que Patrón tiene carisma; pero bueno, ¿qué piensas del hecho de que él no se opone a que le llamen "Patrón"? Entiendo que Guiador, por su parte, es un buen guiador para Patrón, y también sirve de guía a las personas que quieren llegar a Patrón, pero…
Al ser requerido así para contestar, Kizu tuvo qtie admitir que a Patrón, desde luego, lo veía dotado de ese carisma o "don de gentes"; pero, si bien seguían ambos manteniendo conversaciones sobre el poeta R. S. Thomas, aún se sentía Kizu falto de base para responder. Ikúo, como si estuviera intuyendo esto desde antes de pedirle a Kizu su opinión, no se dispuso a esperar la respuesta de éste, que por cierto aún vacilaba buscando n labras; sino que se apresuró a añadir:
– En realidad, tú te has aproximado a Patrón, profesor, y después Guiador, porque al verme trabajar en esa oficina, pensabas en el peligro que eso podía entrañarme.
En tal supuesto, claro está que no tiene sentido que te haga una pregunta así.
"De todos modos, yo tengo la corazonada de que trabajando, como hasta ahora, al lado de estos hombres, podré ir conociendo más profundamente a Patrón; y por eso precisamente me interesa saber lo que opinas de ellos. Aunque es verdad que me siento como un niño que busca ánimos, al estar aproximándome cada vez más a ellos por mi propia iniciativa, y al estar implicándote a ti, profesor, en todo ello; pretendiendo además apoyarme en tu opinión.
"Lo que yo he pensado hoy de una vez por todas es lo siguiente: hace diez años, Patrón y Guiador perdieron su fe; declararon públicamente que la doctrina a la que se habían atenido hasta entonces no pasaba de ser una farsa. Asumiendo que ese paso no era una táctica o una estrategia de cara a las autoridades y a los medios informativos, sino algo que se veían obligados a reconocer sinceramente, esta reanudación de su movimiento que están persiguiendo ellos ahora -por más que sea una circunstancia en que se han visto metidos de improviso-, ¿llegará a cuajar en la elaboración de una nueva doctrina? O, si no, tendrán que reconocer que se equivocaron aquel día, al pisotear su viejo credo. Y, entonces, todo sería arrepentirse, y vuelta a empezar, ¿no? La actitud de las personas que están esperando la reacción de Patrón, tampoco parece que sea una y la misma en cada caso.
– ¿Qué decir a todo esto? -respondió Kizu-. Ahora no puedo contestarte sobre la marcha. Diciendo lo que voy a decir parecerá que estoy tomando distancia respecto al tema, pero en realidad me atrevería a manifestar que lo que me ha llevado a encontrarme con esas dos personas es mi deseo de no perder tu compañía; es más, y por serte franco: ha sido como una intriga que he urdido para acortar en lo posible el tiempo que debo pasar separado de ti. Si embargo, ellos no me parecen ser de ese tipo de personas que me permitirían llevar adelante una relación así. Pero estoy tratando de encontrar una respuesta a tu pregunta sobre ellos, y en particular sobre Patrón. Al día siguiente de haber tenido esta conversación con Ikúo, Kizu se dirigió a la oficina -era la primera vez que iba sin ser llamado por Patrón-, claramente impulsado por sus propias palabras de la víspera. Tampoco esta vez hizo el trayecto en el microbús con Ikúo al volante, ya que éste había salido por la mañana temprano para el trabajo; en tanto que el mismo Kizu tenía que dedicar la mañana y parte de la tarde al trabajo pre-visto para el día en su dedicación a la pintura. Por eso hizo el viaje en su propio coche.
Cuando Kizu llegó a la oficina, ya había pasado la hora de cenar. Dejó el coche aparcado entre unos árboles, en una depresión de terreno que había junto al portón de entrada. La puerta del edificio estaba abierta, y alguien desde dentro le estaba mirando. Kizu avanzó por el jardín, pasó por la puerta abierta para venir a descubrir que quien estaba de pie en el vestíbulo era Ogi.
– ¿Esperas a alguna otra persona? -dijo Kizu a modo de saludo.
El joven asintió, mientras le hacía un gesto para que bajara la voz, aunque tampoco Kizu le había hablado a gritos.
Luego Ogi pasó a informarle, asimismo con voz atenuada, de lo siguiente:
– Ikúo ha ido con Bailarina en busca del médico.
Con estas palabras por toda explicación, el joven pasó junto a Kizu para ir a cerrar la puerta, lo que hizo sin ruido alguno. Durante su larga estancia en América, Kizu se había acostumbrado a no prestar atención al ruido de las puertas al abrirse y cerrarse; pero en ese momento advirtió que Ogi ponía sumo cuidado en impedir que se diera un portazo.
Guiador había acudido de su anexo al edificio de la oficina, y precisamente se encontraba en la zona del salón destinada al despacho. Vestía un cárdigan de calidad, con el cuello algo gastado, sobre su camisa. Sentado en el sofá hacia el extremo que daba al jardín, parecía sumido en sus reflexiones. Ogi volvió a su mesa de trabajo, donde se puso a atender los e-mails. Kizu por su parte se sentó en una prolongación en ángulo recto del sofá donde estaba sentado Guiador. Éste le dirigió un saludo tímido, como si Kizu estuviera en esa habitación por derecho propio, mientras él mismo -Guiador- se encontrase allí como de prestado. Advirtiendo el desconocimiento de Kizu, volvió a éste su cabeza, cubierta con una caperuza cual si fuera un ave de presa.
– Patrón está entrando en un estado anímico especial. No es uno de esos grandes trances que él ha tenido, pero sí algo muy próximo. En otras circunstancias ya pasadas habríamos considerado esto como un mero estadio preliminar al trance. Tal vez sea un presagio de que va a volver a entrar en un gran trance después de diez años. Le ha empezado esta mañana temprano, de modo que ya lleva así unas cuantas horas. Ante esta situación tan lanzando un profundo suspiro, y pasó a darle una explicación a Kizu, en voz baja pero clara.
– En cierta ocasión -le dijo-, un médico especialista analizó el estado de Patrón antes y después de un trance, usando un instrumental adecuado de medición. Esto ocurrió hace doce o trece años, en tiempos de un resurgimiento de la iglesia, y dicho plan fue propuesto por una cadena popular de televisión. Resultó que las ondas cerebrales y el electrocardiograma de Patrón reflejaban toda la calma sostenible para el caso, en tanto que su respiración y su pulso eran tan atenuados que podrían decirse mortecinos. El especialista manifestó que si alguien se encontraba en esos niveles tan bajos no era de esperar que siguiera vivo; y si seguía viviendo, se podía calificar de caso especial.
– ¿Y qué pasaba cuando él estaba en pleno trance? -inquirió Kizu.
– Entonces era imposible aplicarle el equipo de medición -explicó Guiador-. Después de un gran trance él queda terriblemente exhausto por todo lo que ha pasado; no sólo físicamente -por esas sacudidas del cuerpo que obviamente se pueden sentir-, sino también por su repercusión en el nivel anímico, esa violenta agitación de su espíritu. Cuando Patrón regresa de ese estado, se pone a hablar como un poseso, diciendo cosas sumamente enrevesadas. Cuenta que ante sí tiene algo como una estructura reticular en relieve, una pantalla de monitor que muestra signos luminosos en continuo cambio, y así transmite la información que recibe.
"Por expresarlo con nuestro lenguaje cotidiano, diríamos que Patrón se ve confrontado a algo que despide velados destellos blanquecinos. En realidad, cuando tenemos delante a Patrón, reaccionando él corporalmente a cada punto de información que le llega, su actitud nunca es reposada, estática, sino de continuo movimiento y agitación. Incluso el hecho de estar viéndolo resulta insoportable. Luego, al tratar yo de ayudarle traduciendo todo eso a nuestras palabras corrientes, he comprobado la cantidad y calidad de información que él ha captado sensiblemente en pleno trance. Esto ocurre en sus grandes trances, y entonces no puedo menos de conmoverme pensando en esas extrañísimas facultades suyas, insertas en su naturaleza como un destino innato.
"Otra cosa que he pensado, aunque esto quizá suene a exageración, es que Patrón puede otear con libertad todo el panorama de la historia humana, y asimismo es capaz de experimentar cada detalle de la misma. Todo esto se refleja corporalmente en él. Ío que él descubre viendo la historia de la humanidad, incluso su futuro/nos lo refiere; y, encontrándonos en el
"ahora", su visión alcanza de ahí al fin de los tiempos, para venir a contarnos luego cuanto ha visto.
– Y eso que "despide velados destellos", según usted ha dicho, ¿qué tipo de sensación es?
– Siendo yo la persona que ha venido escuchando todos los relatos de Patrón inmediatamente después de volver él de un trance, creo que me corresponde a mí el trabajo que viene luego, de transmitir todo eso mediante palabras -así decía Guiador, escuchando hasta ese momento su propia voz interior; pero, enderezando la cabeza, pasó a prestar oído a los ruidos originados en el mundo exterior.
También Kizu pudo oír indicios de que, en la calzada que discurría más allá del jardín, aparcaba un coche, y acto seguido unas personas entraban sigilosamente en el edificio.
– Ahora Bailarina viene a relevarnos -dijo Guiador-. Hablando de acompañarlo, profesor, a su apartamento, como Ikúo tendrá que volver acá más tarde y podrá también traerme, permítame, por favor, que le acompañe, pues me gustaría seguir conversando con usted.
Dicho esto, Guiador se volvió otra vez hacia aquella "cosa" sentada y con el tronco encorvado en postura tan poco natural. Luego se orientó hacia Kizu. Los ojos del artista, acostumbrados ya a la penumbra, podían hacer una lectura de las variopintas emociones que se le despertaban a Guiador. La mirada de éste, intrépida y penetrante, mostraba a la vez compasión y amor, sin contradicción alguna entre estos sentimientos.
Antes de que Kizu llegara a levantarse, dispuesto a seguir a Guiador, entró en la habitación, acompañado por Bailarina, un doctor bajito, de edad avanzada y piel tostada por el sol, a quien -con una expresión tomada del léxico que Kizu solía usar en su infancia con sus compañeros de juego- podía llamársele "un tanque de bolsillo". Sin responder a los saludos que le dirigían Guiador y Kizu, el médico avanzó resueltamente hacia donde estaba Patrón, y lo miró atentamente.
– Presenta el mismo aspecto que en otras ocasiones -dijo a Bailarina en tono nostálgico-. Si desde el principio hasta ahora no ha cambiado nada, no hay problema alguno. Aunque si entra en uno de sus grandes trances, eso me preocuparía. Por si acaso, voy a quedarme hoy a dormir en su cama. De este modo, si lo tengo en observación, no tendrán ustedes que preocuparse por él.
A Kizu le habían hecho el favor de aparcarle su Ford Mustang en el garaje de la oficina, y ahora volvía a su apartamento en el microbús conducido por Ikúo; en un asiento lateral, separado del suyo por un estrecho pasillo, iba Guiador, a quien dirigió esta pregunta:
– Volviendo al tema de los grandes trances, si Patrón, en sus grandes trances, contempla esa estructura reticular que le muestra toda la historia de la humanidad, en esos velados destellos blanquecinos, por muy grande que ésta sea, allí aparecerán las personas, e incluso los grupos humanos, del tamaño de una célula, ¿no es verdad? O, si no, ¿acaso está hablando en metáforas? ¿O, como si se dijera, que ahí se da un cierto modelo de visión histórica…?
– No se trata de metáforas ni de modelo alguno -respondió Guiador. En ese momento Kizu se quedó sorprendido al oler una vaharada de alcohol. Luego, al preguntarle a Ikúo, éste le aseguró que era un episodio casual, nada frecuente-. Patrón ha podido ver todo lo que realmente existe -continuó Guiador-, por muy pequeño que ello sea. Con los ojos corporales no pueden verse las células; pero ¿acaso hay parámetros físicos para medir la sensibilidad de un ojo visionario? Al parecer, Patrón ve todo el mundo unificado, abarcando desde el principio de los tiempos hasta su final.
"Dentro de eso estás tú, por ejemplo, en el momento de tomar una importante decisión sobre tu vida, como una partícula comprendida en el todo. También yo estoy comprendido ahí, en el acto de estar hablando ahora contigo. Y bien, todo eso está ahí como un instante en la eternidad. -Sí yo pusiera mi esperanza en escapar de mí mismo, aun a costa de mi propia vida…, entonces esa estructura reticular sería un verdadero infierno que me aprisionara.
– Yo no creo que Patrón en esos momentos haya visto el infierno -dijo Guiador con gravedad-. No se trata de que Patrón elija las cosas que quiere ver luego, ni de que actúe como quien pretende interpretar una fotografía espacial; sino de que él capta como totalidad esa enorme estructura reticular que despide velados destellos blanquecinos. Ése es básicamente su proceder cuando entra en trance.
"Patrón me hizo mención directa desello después de uno de sus grandes trances. Eso que despide velados destellos blanquecinos no es que se proyecte al espacio exterior, sino que más bien es como una oquedad sin fondo: toda ella es una enorme red en forma de huso de hilandera. Como dicha red consta de muchas capas superpuestas, constituye una pantalla que muestra de una vez todo el mundo de los humanos, desde su comienzo hasta su final; y cada uno de los puntos mostrados por esa estructura reticular está en realidad avanzando. Siendo esto así, su alcance cubre desde el principio de los tiempos, cuando no había otra cosa que un presagio orientado al Big Bang originario, hasta la época en que todo refluya de nuevo al último y único ser. A esa gigantesca oquedad en forma de huso se la puede llamar -en su conjunto- Dios, según me ha dicho Patrón. Este hombre, tal como está ahora, con la cabeza hundida entre las rodillas, con ese aspecto de feto humano comprimido, se dispone a entrar en un gran trance que lo pondrá cara a cara con Dios.
Kizu notó que Guiador, cuando hablaba, lo hacía dirigiéndose más bien a Ikúo, el cual iba conduciendo. Ikúo a su vez captó con agudeza la.situación, y también él mostró una reacción a Guiador, que era incluso de enfado.
– Si Dios es algo así como eso, lo único que tenemos ahí es otra manera de decir que Dios no existe -objetó Ikúo.
Aun cuando estuviera hablando, Ikúo seguía conduciendo, la mirada orientada al frente. Su atlética espalda, el doble de ancha que la de Patrón -la que tan recientemente había visto Kizu en torno a sus cervicales-, también acusaba la tensión generada por el sentido de las palabras que acaba de pronunciar.
– ¿Qué es eso de que Dios no existe? -exclamó Guiador, devolviendo la pregunta.
– Decir que Dios es esa misma oquedad del mundo, ¿no es acaso igual a decir que no existe?
– Pero al decir tú que es esa oquedad, ¿no estás reconociendo que existe?
– Para la gente dispuesta a acoger a ese Dios como una gran oquedad, y con eso ya se siente llena, así será sin duda -respondió Ikúo-. Sin embargo, para otro tipo de gente eso equivale a decir que no hay Dios.
– O sea, para ti; ¿no es lo que quieres decir?
– Efectivamente. Eso supuesto, para mí no hay Dios.
– Pero la cuestión, para ti, no se resume en un debate general sobre si Dios existe o no. Lo que a ti te interesa es si Dios actúa positivamente en ti, o no.
– Así es. Ésa es la cuestión -reconoció sumisamente Ikúo, sin dejar al mismo tiempo su actitud obstinada.
Guiador se mantuvo callado. Tampoco Kizu podía terciar en el tira y afloja de Ikúo y Guiador. Por un rato el microbús siguió adelante llevando a los tres silenciosos pasajeros a bordo. En ese intervalo, Kizu volvió a oler a alcohol. Advirtió que Guiador se había sacado furtivamente un pequeño frasco de whisky del bolsillo del abrigo. Tras emitir una tosecilla seca, Guiador rompió el silencio:
– Lo que es seguro es que esa cosa que despide velados destellos blanquecinos y representa una confrontación para Patrón, operando de ese modo, ha determinado su propia vida.
– Pues yo, en mi caso, si me viera confrontado por ese Dios como gran oquedad, y eso determinara mi vida, no me apuntaría a ese tedioso juego.
– En tu caso, ese Dios que Patrón acoge interiormente de un modo omnicomprensivo, ¿puede ser ese Dios que te habla directamente? ¿Es así, o no?
"A poco de conocerte, Ikúo, me di cuenta de que tú considerabas a Dios como una gran fuerza que hacía presa de ti. Mi deseo es que ese concepto de Dios en que te asientas se convierta para ti en un pasadizo que te conduzca a aquel inmenso panorama sin fondo de Patrón; quiero decir que a partir de ahí te encamines a ese Dios que lo confronta a él en sus grandes trances visionarios.
– El Dios en que piensa Ikúo -terció Kizu-, ¿sería, según eso, una parte de esa totalidad de Dios que concibe Patrón?
– Hablar de una parte de Dios no casa bien con la definición del Dios de Patrón. Yo he hablado de un pasadizo, pero me refería más bien a un haz de fibras lumínicas funcionando como línea de comunicación. Ikúo estaría aquí en uno de los terminales, tratando de lanzar señales hacia ese inmenso Dios, siendo Él la estructura receptora de todas las líneas.
– Suponiendo que desde aquel terminal del otro extremo fluye la comunicación hasta los innumerables terminales que hay en esta parte, ¿quiere decir eso que Dios puede hacerme llegar mensajes directamente? -preguntó Ikúo.
Guiador quedó silencioso, reflexionando. Su cabeza, con la agitación del microbús, que aceleraba su marcha, sufría continuas sacudidas. Kizu supo que Guiador iba ya un poco bebido, aunque tampoco parecía en modo alguno que Guiador no controlara sus palabras, por efecto de la embriaguez.
– Sin duda me expreso de un modo muy egocéntrico, pero creo que el único camino de experimentar a Dios es que desde aquel otro lado me lleguen sus señales -dijo Ikúo-. Cuando alguna vez su voz me alcanza, y yo procedo según esa voz, pero luego no hay respuesta por su parte, creo que irremediablemente se me corta el camino para un reencuentro con Dios. En la voz de Ikúo, quien mantenía la vista fija al frente, ya no había el tono de indignación de antes, sino más bien un deje de tristeza, que Kizu percibió como una punzada íntima. Guiador pudo haber experimentado lo mismo, pues habló ahora con un tono de voz diferente: -Ikúo, ¿le has hablado a Patrón de esto?
– No. Puede decirse que acabo de estrenarme como chófer suyo, y no ha habido ocasión de que le exponga lo que pienso. A partir de ahora tendré que irme preparando, pues si no, por más que le consulte cosas, creo que acabará cansándose de mí.
– Sin embargo -insistió Guiador-, ¿no te acercaste tú a Patrón con la esperanza de que él podría tal vez colmar tu ansia de Dios?
– Así es. Todo empezó por un encuentro que tuve con Bailarina a raíz de ciertas circunstancias pasadas que me relacionaban con ella; y entonces noté que Patrón tiene la facultad de acceder a un mundo que trasciende el de nuestras propias limitaciones. "Eso" no puede quedar al margen de Dios. Al oír Kizu la cabal confesión de Ikúo, no puede decirse que ésta le resultara inesperada, pero sí que él la acogió con cierta sorpresa y, sobre todo, sintiéndose solidario.
– En tal caso, debes hablarle a Patrón con toda franqueza -dijo Guiador a Ikúo, con el ánimo que también habría querido transmitirle Kizu y, es más, con las mismas palabras-. Patrón, al parecer, se encuentra ahora en la fase preparatoria para revivir una de sus grandes visiones, lo cual se le había negado durante mucho tiempo; pero en cuanto le sea posible, seguramente podrá leer, en esa red que despide velados destellos, la comunicación que Dios te envía. Por ahora hablaré provisionalmente de "tu Dios", y no creo que entre en contradicción con el Dios omnicomprensivo de Patrón.
A Kizu le resultaron incomprensibles las últimas palabras de Guiador. Ikúo a su vez volvió sobre la primera parte del discurso de Guiador, con la intención de asegurarse sobre los puntos del mismo que para él eran esenciales:
– ¿Qué puede significar para mí que Patrón me lea e interprete aquello? ¿Es que debo contentarme con pensar que se me está interpretando la comunicación por la que Dios me llamó una vez, para mantenerse luego en silencio?
– ¿Qué hay de malo en ello? Si tú le pides eso a Patrón, estando él a punto de entrar en un gran trance visionario después de tanto tiempo, seguramente le darás ánimo. Tu consulta le va a servir de estímulo para seguir adelante.
– ¿Y va a ser para bien todo eso?
– ¿A qué te refieres?
– Quiero decir si yo le doy un empujón que altere su manera de ser, o quizás su vida…
– ¿Tienes miedo, Ikúo, de que tú, como un extraño que viene de fuera, puedas ejercer influencia sobre el modo de ser o de vivir de Patrón? Ya no es cuestión de que se le acerque un viejo como yo, sino alguien que está sufriendo como tú, que está buscando el camino…, alguien joven que está trabajando a su lado… un "pobre de espíritu", en una palabra. Y ese joven eres tú. Aunque te diré también que la imagen que me transmitías hasta este momento era toda la contraria.
Guiador asesoraba a Ikúo con una voz ya claramente tomada por la ebriedad. E Ikúo no estaba por cogerse los dedos con su propuesta.
– Yo no voy a ir a Patrón para que me cuente cosas agradables de oír.
– Patrón no tiene una agudeza tan refinada. Al contrario, si tú le das una orientación y lo empujas a seguir por ahí, ya lo tienes avanzando en una nueva dirección, y ésa será su manera de dar coherencia a su nuevo modo de ser, a su vida.
"Ahora Patrón está por lanzarse a un nuevo movimiento de la iglesia. En este momento en que le está brotando tal afán de actividad, si un joven resuelto como tú viene a animarlo con un empujoncito…, eso me parece hasta deseable que ocurra.
"Con todo, una vez que te comprometas tan a fondo con él, creo que no vas a escapar indemne del lance. Te lo digo por propia experiencia. Pero eso es inevitable.
– Y, a todo esto, ¿qué puedo hacer? Si yo me pusiera frente a él directamente, no me saldría ni una sola palabra. Creo que incluso me sería más fácil meterme a terrorista.
– Basta con que te armes de valor para manifestarte a él. Recurrir al terrorismo sería hacerle llover encima desgracia sobre desgracia. Él acabará despertando de esta situación que atraviesa, preludio de un trance; pero las secuelas le tienen que durar un tiempo, tanto las físicas como las anímicas. Cuando todo eso se vaya aplacando, le comunicaremos lo que te pasa. El profesor Kizu nos echará una mano en esto, ¿verdad?
Aun yendo como iba, corriendo a más de cien kilómetros por hora por una via urbana y de madrugada, Ikúo.
– Escríbeme una carta, por favor. Aun no te ne expi mente todas las razones por las que necesito tanto hablar con Patrón; pero, aun así, escríbeme una carta para Patrón, profesor.
El tono de Ikúo al decir esto sonaba apremiante.